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ОглавлениеCAPITULO II
La Madera
Donde se habla de las propiedades de este material, de las distintas especies de madera, su secado, características, tala, transporte, etc.
La madera es el esqueleto del árbol y su soporte; por ella circula la savia que alimenta a este ser y ascienden el agua y los minerales de la tierra absorbidos por las raíces. Las hojas, con la ayuda del aire y del sol, elaboran y transmutan esta «sangre» bruta para volverla asimilable. El nuevo líquido circula de nuevo por todo el cuerpo, alimentándolo y vitalizándolo. Parte de este alimento queda en el árbol y va engrosando poco a poco el tronco, y mientras va muriendo la madera más vieja hacia el centro, secándose y endureciéndose (el duramen), nace otra nueva hacia el exterior: la albura (fig. 46).
Reciben el nombre de albura los anillos anuales más jóvenes, que contienen todavía células vivas y sustancias de reserva y transportan aún agua. El duramen es el leño más viejo, en cuyos vasos ha entrado aire; es más denso y pesado, da resistencia al tronco y se distingue a menudo de la albura por ser más oscuro, principalmente a causa de los taninos, protectores de la descomposición. Presentan un duramen típico Pinus, Larix, Juniperus, Taxus, Quercus, Robinia, Ulmus, Juglans y Prunus. En cambio, no se forma duramen en Acer, Alnus, Betula, Carpinus y Populus (todas las células contienen agua por igual y la sección del tronco da un color uniforme). En Abies otro Acer, Fagus Picea y Tilia sí se forma, pero no se impregna con sustancias protectoras, por lo que los troncos se vuelven fácilmente huecos cuando envejecen a consecuencia del ataque de los hongos.
Hay un cilindro alrededor del tronco llamado cambium, que continuamente crea nuevas células: unas hacia dentro para formar más madera, y otras hacia afuera que aumentan el perímetro de la corteza. Todo el sistema circulatorio funciona a través de las inmediaciones del cambium. La savia asciende por el leño nuevo, situado en la parte interna del cambium, y desciende por el liber, situado al exterior, hacia la corteza.
Las fibras huecas de que está formada la madera son los vasos o tubitos que recorren de arriba a abajo toda la longitud del tronco. Por estas fibras, veta o hilo de la madera circulaba la savia.
Cada año, cuando llega el invierno, los árboles se aletargan, se cierran en sí mismos y todas sus actividades se adormecen, en unos más (árboles de hoja caduca) y en otros menos (perennes), pero todos sienten la llegada del frío y frenan su desarrollo. Si cortamos un árbol transversalmente con un corte limpio, veremos una primera madera porosa (vasos más anchos), que corresponde a la primavera, luego una madera de verano más compacta, y por último una línea estrecha que marca la llegada del invierno. La distancia entre estas líneas corresponde al año, y el anillo comprendido se llama anillo anual; el número de estos anillos es la edad del árbol (fig. 48).
Cuando el crecimiento de la madera es rápido, los anillos anuales son anchos y la madera generalmente esponjosa y blanda. Si en cambio el crecimiento es lento, los anillos serán delgados y la madera compacta, pesada y dura. Sin embargo, esta regla tiene excepciones, como veremos más adelante al estudiar la procedencia de la madera.
En el interior del anillo anual hay, pues, dos formaciones distintas: la inicial de primavera y la de verano. En el roble, castaño, olmo, fresno, etc. se ven a simple vista; en otras, en cambio, la totalidad del anillo anual aparece uniforme: haya, carpe, frutales, boj, etc. Esta distinción es importante para el reconocimiento de las maderas.
Dicha alternancia tan fuerte de vasos es la que da al fresno su gran flexibilidad y hace que unas maderas sean de grano fino —aquellas cuyas «venas» no son visibles— como el tejo, boj, etc., y por lo tanto se pulan mejor por ser más apretadas, mientras otras como el roble, nogal, fresno, etc. sean de grano grueso —pues sus poros son bien visibles— y dan una sensación visual menos «suave». Por otra parte, la importancia relativa de la madera estival se mide por el concepto de textura. La textura es fuerte cuando la zona fibrosa dura es grande y cubre más de la mitad del crecimiento anual. La textura es débil —y por tanto la madera más blanda y ligera— cuando la zona porosa es mayor. Un factor importante de la resistencia es la textura.
Los radios de las maderas —células que van del corazón al exterior— pueden ser visibles o no. El sauce, álamo y castaño, al igual que las resinosas, sólo tienen una fila de células y por lo tanto no son visibles. Cuando estos radios son visibles, forman lo que se llama la malla de la madera (fig. 47). Roble, encina, haya y avellano tienen malla. Estas maderas se hienden o rajan según la línea de los radios; las grietas nunca se abren perpendicularmente a los radios de la malla. Las mallas se dilatan y contraen con los cambios de humedad, de ahí que cuando una tabla está cortada en su dirección no se agrieta ni varía más que en su espesor (fig. 55a), en cambio las tablas cortadas perpendicularmente se pueden deformar o alabear (fig. 55b).
La «duraminización» precoz de algunas maderas, como la del castaño, permite que sus pies jóvenes puedan utilizarse para escaleras, postes, pértigas, etc.
En general puede decirse que la madera del corazón es más fuerte, resistente y duradera que la de albura, y además se contrae y alabea menos. El duramen de roble se conserva perfectamente mientras que la albura es rápidamente atacada por hongos e insectos y en contacto con el suelo se pudre rápidamente. Sin embargo hay casos, como el abedul, en que la madera es más tenaz y fuerte hacia el exterior que hacia el interior, y en el fresno, tilo y álamo no hay diferencia.
La madera de la base suele ser mucho más resistente, densa y pesada y de menor tendencia a abrir que la de ramas y copa. La médula, en el centro del árbol suele estar formada por fibras muy débiles. En unas especies esto no se aprecia, pero otras, como el saúco, las tienen en gran cantidad.
En los árboles caducos viejos el corazón se ablanda y pudre y a menudo quedan huecos por dentro.
La parte del árbol que da al norte suele tener un desarrollo más lento que la del sur, pues esta última recibe más sol. Así, la primera es más dura y compacta, y a veces, para evitar que una misma tabla tenga madera del norte y el sur, el despiezado del tronco se hace serrando en la dirección esteoeste.
DEFECTOS Y ENFERMEDADES
Una madera sana se caracteriza por un color homogéneo, olor agradable y ausencia de agujeros, pero la mejor prueba es la del sonido: si ponemos un tablón sobre dos soportes en sus extremos y lo golpeamos en su mitad con un mazo, el tono será limpio y sonoro si está sano; si tiene defectos sonará hueco o secamente, y atacado por hongos dará un sonido sordo. Con práctica se puede llegar a distinguir perfectamente el estado y clase de madera.
Lo dicho sirve para reconocer las maderas sanas después de abatidas, ¿pero cómo saber si una madera lo está con el árbol en pie? Las principales características del árbol sano son unas ramas superiores robustas y vigorosas, debe hacerse caso omiso del estado de las inferiores, que puede deberse a la falta de luz; corteza clara, lisa y de color uniforme; ausencia de líquenes, que absorben la humedad de la atmósfera y la transmiten a la corteza, determinando la putrefacción de la madera. La corteza lisa y blanca en los olmos acusa madera buena pero blanda. Cuando hay escarzos (hendiduras longitudinales) y cicatrices de ramas, es posible que existan caries en el interior del tronco. Las hojas amarillas o de un verde pálido, caedizas antes de otoño, se deben a alguna enfermedad o a que las raíces no pueden extenderse. Las horquillas deben ser limpias, sin hendiduras por donde pueda penetrar el agua y alterar la madera.
Veamos los principales defectos que suelen tener las maderas.
Rodaduras (fig. 49) son las rajas circulares que se encuentran en el interior, separando dos capas anuales que no se soldaron en el momento de su formación, generalmente debido a heladas, vientos o escarchas que desprendieron la corteza impidiendo que la capa siguiente se soldase por completo. La rodadura, puede ser parcial o total cuando la raja forma un círculo completo.
Hendiduras (fig. 50) son las rajas que parten del centro del árbol y van a su circunferencia. Provienen de las heladas, que en los inviernos muy fríos congelan la savia y hacen que la madera salte.
Grietas (fig. 51) son las rajas que parten de la circunferencia y van hacia el centro, provienen de una desecación demasiado rápida del tronco.
Cuadraturas (fig. 52) son el encuentro en el corazón del árbol de una grieta y una hendidura.
Nudos son las inserciones de las ramas en el tronco. Las ramas muertas pueden separarse y caer al cabo del tiempo. Los nudos vivos son igualmente perjudiciales, pues dificultan mucho el trabajo y restan resistencia a la madera «Los noyos no son madera» dicen los asturianos.
Fibra torcida o revirada es la inclinación en hélice de las fibras alrededor del eje del árbol. Si la torsión es muy acentuada, la madera sólo sirve para traviesas y postes, pues constantemente se parte la veta o hilo de la pieza al serrarla. Es un defecto frecuente en árboles fuertes y vigorosos, robles, castaños, pinos y a veces también en chopos, alisos y sauces. Se nota en el exterior por la corteza que se rasga en espiral. Esta formación la causa el terreno donde vive el árbol.
El corazón rojo del haya es un color que aparece en ciertas estaciones y cubre irregularmente toda la parte central, como se ve en una sección transversal. No se sabe si es enfermedad o defensa del árbol contra el frío u otro ataque. La madera es atacada simultáneamente por un hongo, contiene una proporción anormal de taninos y los vasos se obstruyen, aunque las propiedades mecánicas se modifican poco. Es prácticamente imposible impregnarla con antisépticos, y al no poder creosotarla se la rechaza para traviesas.
La doble albura del roble es un anillo, completo o no, de madera de color y propiedades de la albura, presente en plena zona duraminizada. Es un defecto grave que puede inutilizar la madera para muchos empleos.
El recalentamiento es un ataque fúngico que se produce en la madera después de abatirla, en el lugar del corte, y a veces en la madera serrada, antes del secàdo. En el haya es muy frecuente. Se desarrolla sobre todo en primavera y durante el verano. Se manifiesta por manchas y jaspeados característicos, de olor ácido y desagradable, debidos a que la savia fermenta en la madera. Las piezas recalentadas son mucho más quebradizas y blandas, pero se tolera un principio de recalentamiento en ciertos usos en los que no se busca la resistencia mecánica. Para la lucha contra este mal, basta impregnar con un líquido antiséptico el corte y las heridas del tronco (ramas cortadas etc.). Es preciso también sacar la madera del bosque, trocearla y secarla antes del verano para evitar una posible infección.
El contrahílo (fig. 53) es un cambio en la dirección de la fibra, serio inconveniente para el cepillado y acabado de la madera.
La excentricidad de la médula (fig. 54) hace que las características de la madera a un lado y a otro de la médula sean diferentes (a, madera de tensión, b, de compresión). Este efecto se produce cuando el viento, la inclinación del terreno u otras causas tuercen el tronco.
La acebolladura, colaña o tronco hueco se reconoce al golpearlo en el exterior. Se desecha para cualquier uso que no sea leña o carbón.
La ictericia es el amarilleo de las hojas fuera del tiempo. Esta madera se suele desechar para cualquier trabajo.
Carne de gallina son los puntos blancos que manchan el color de la madera, la cual se desecha siempre.
Madera borne es la proveniente de ramas superiores secas o muertas; generalmente no se utiliza para carpintería.
Los insectos que más a menudo atacan las maderas suelen ser coleópteros, termitas y tijeretas. Las maderas sanas tienen menos propensión a ser atacadas, y la creosota, aceites, barnices y pinturas previenen en gran medida estos daños. Los coleópteros perforan la madera hasta inutilizarla y hacerle perder toda resistencia y dan al exterior un olor nauseabundo. La carcoma es un coleóptero que hace un ruidito peculiar. Las tijeretas hacen también galerías y echan fuera el serrín; cuando trabajan se oye un rac-rac característico. Las termes devoran rápida y discretamente las maderas más duras.
Los hongos son comunes cuando se descuida el secado. Las especies de hongos que se alimentan de madera son innumerables y los daños que producen llegan a inutilizarla en poco tiempo. Impide el desarrollo de los hongos una madera seca, cerrada herméticamente con pinturas o barnices o sumergida en el agua, pues los hongos necesitan oxígeno para vivir; también les afectan las temperaturas bajas.
Muchas de las enfermedades que antes hemos visto están producidas por hongos. Algunos métodos para proteger la madera contra estos ataques se explicarán en el capítulo IX. En el comercio existen muchas marcas de productos, aunque es posible que a veces contribuyan a seleccionar cepas más destructoras e inmunes. Cuando la enfermedad se declara hay que aislar la madera durante su tratamiento o cortar por lo sano y quemarla para que el daño no pase a otras piezas. Las fumigaciones de azufre y el curado al humo pueden tener alguna eficacia cuando la enfermedad, producida por insectos u hongos, no está muy extendida.
VARIACIONES SEGÚN EL ORIGEN
Existen factores poco conocidos que pueden cambiar las cualidades de una madera de forma increíble; los conocen mejor que nadie los paisanos de la comarca donde vivimos, y más que de éste u otros manuales puede uno fiarse de ellos, porque están familiarizados con la naturaleza de cada bosque y de cada ejemplar de árbol. Cualquier árbol, como cualquier animal, dentro de su especie es un mundo inigualable. Por ejemplo, el fresno que crece a la vera de un río tendrá una madera inmejorable si buscamos las propiedades que normalmente tiene el fresno; en cambio, si vive en la espesura del bosque, y más aún, si éste es seco, su madera sólo servirá para leña. Un pino albar en la montaña, donde la estación de vegetación es corta, tendrá la madera de primavera más reducida que el mismo árbol en llano, ya que será en verano cuando más materia forme; por esto el anillo anual será estrecho y la madera más dura, densa y de mejores propiedades mecánicas que la procedente del llano. Un roble en suelo rico y fértil tiene un crecimiento rápido y anchos anillos anuales; la zona porosa será amplia, pero la madera de verano ocupará la mayor parte del anillo, y será por ello dura y «nerviosa». Por el contrario, en terreno pobre y seco los anillos serán estrechos, la zona porosa existirá igual pero la zona fibrosa de verano será más estrecha y la madera resultante será blanda y ligera, de escasa resistencia mecánica. Un roble dentro de un bosque tupido se desarrollará menos, los anillos serán estrechos y regulares, dará una madera blanda, ligera, más fácil de trabajar y buscada para ebanistería por la regularidad y finura de su grano. Al contrario, un roble aislado, crece más deprisa e irregular pues recibe desigualmente la luz; su madera es más pesada y difícil de trabajar, más nerviosa, y se utiliza en carpintería, construcción, carretería, etc.
Un pie asentado en suelo magro, arcilloso, pesa bastante más y tiene más resistencia que otro alimentado en terreno calizo.
La definición de la cualidad de una madera es siempre muy relativa: hay quien considera una madera con una cualidad y quien no; depende de las maderas que estemos habituados a trabajar, las características del árbol debidas a la región y el lugar donde crece, etc. Estos datos pueden servir de guía para decidir si es dura o blanda, resistente o no a las fuerzas que habrá de sufrir, pero a fin de cuentas es mejor confiar tan sólo en la experiencia propia.
PROPIEDADES FÍSICAS Y MECÁNICAS
En general, se dice que una madera es tenaz cuando ofrece resistencia a romperse o deformarse. La cualidad contraria es la fragilidad. La dureza es la resistencia a ser rayada y cortada. Lo contrario es blandura.
Cizallamiento o corte con cizalla es el corte de un material con un instrumento cortante que incide presionando de una forma continua (se excluyen pues las sierras). Una raja o hendidura es una grieta longitudinal que se abre en la madera por causas naturales, como el secado defectuoso. Cuando voluntariamente separamos en longitud las fibras, según un plan de despiezado y por medio de la introducción de cuñas, llamamos a esta acción hendido o raja. El tilo es fácil de cortar y sus fibras se reparan fácilmente, pero no es útil henderlo con cuñas pues se parte transversalmente y no abre larga raja. Hay quien llama hender a serrar al hilo.
Algunas maderas se hienden especialmente bien, como el roble y el castaño. Las maderas «recalentadas» (ver «defectos y enfermedades», unas páginas antes) se hienden más fácilmente que las sanas. Las piezas hendidas duran más y son muy apropiadas para postes y otros usos a la intemperie, pues al no cortar la fibra, los vasos porosos, y por tanto receptivos de la humedad y otros daños, quedan intactos y la madera impermeable (excepto en las testas). Por la misma razón se fabricarán así las duelas de los toneles que han de contener líquidos. Las maderas de raja se usan también para cajas de cepillos y mangos de útiles que deban tener cohesión longitudinal, es decir, conservar sus fibras enteras. La leña de maderas duras arde mejor rajada que serrada, pues el fuego encuentra más astillas y salientes y entrantes donde cebarse. Las maderas torradas al fuego (carbonizadas ligeramente en la superficie o simplemente calentadas) hienden mejor y también son más flexibles.
Conducción del calor. Las maderas ligeras aíslan mejor que las pesadas por ser más esponjosas.
Contracción-dilatación. La madera seca que retoma humedad del ambiente se dilata. Cada vez que la humedad del aire cambie, cambiarán las dimensiones de la madera. Se dice que la madera «trabaja». La contracción en el sentido radial es casi la mitad que en sentido tangencial (fig. 55 a y b). La contracción axial (en sentido longitudinal, de las fibras) es casi nula. Esta contracción se refleja en el dicho que contaba un madreñero, marcando con un pedazo de teja sobre una roya de castaño (fig. 55 bis): «la cruz del paliquín no encueye (encoge) per aquí (a), encueye per aquí (b), y doblao per aquí (c)».
Una plancha cortada tangencialmente (fig. 56) al secarse «tira al corazón» ya que el lado exterior se contrae más por predominar en el sentido tangencial; si en cambio se corta radialmente, cambia de dimensiones pero no de forma. El álamo, nogal, etc. presentan una débil contracción; las resinosas, media.
Es una precaución secar las maderas hasta el grado de humedad del lugar donde van a utilizarse. También se puede impermeabilizar la superficie con barniz, pinturas impermeables o lacas y así impedir la absorción y evaporación del agua; para ello la madera ha de estar bien seca, pues húmeda o verde se pudriría dentro de esta protección.
Flexión. Se rompe mucho más fácilmente y dobla más un tablón puesto plano (fig. 57) que de canto (fig. 58) en razón de la menor o mayor cantidad de madera que soporta la fuerza.
Una pieza colocada horizontalmente sobre dos soportes resiste más según como se distribuya la carga que tenga encima, y si ésta no se mueve (fig. 59) como es el caso de vigas, andamios, etc., que si se mueve (fig. 60), como ocurre en los mangos de herramienta, por ejemplo.
La madera verde, húmeda o caliente es más flexible que la seca y fría, y las maderas jóvenes lo son más que las viejas. La capacidad de flexión no tiene que ver con la elasticidad, que es la propiedad por la cual la pieza curvada vuelve a la posición primera al cesar la fuerza que la obligó.
En general, la madera cocida durante horas (depende del grueso de la pieza) se curva con facilidad, y si aún húmeda se la mete en un molde o se fuerza a una posición conserva luego la forma recibida.
Compresión, choque y desgaste. La madera se comprime más en la dirección tangencial y menos en la dirección axial y longitudinal de las fibras. También la resistencia al choque es mayor en las testeras (longitudinalmente), menor en las secciones tangenciales y muy pequeña en las radiales. La resistencia al desgaste es mayor en las testeras (longitudinalmente), menor en las secciones tangenciales y muy pequeña en las radiales.
EL SECADO
El buen curado de las maderas es importante cuando van a trabajarse para objetos de precisión, ensambles y piezas que corran peligro de alabearse o agrietarse, o que no deban contraerse (aunque muchas veces es mejor trabajar la madera en verde, pues en estas condiciones es más blanda y se labra, tornea, etc. mucho más fácilmente).
Los troncos troceados en tablas se secan mejor y mucho antes que estando el árbol entero.
La desecación desigual y rápida crea contracciones mayores en unos lugares que en otros, lo que hace que la madera sufra tensiones y se resquebraje. Las partes más expuestas al aire y al sol, las partes externas y extremas de las piezas, son más susceptibles de agrietarse que el resto. Un, tronco abatido se resquebraja por los cortes, donde carece de la protección de la corteza. Los extremos de las tablas apiladas también se rajan con mayor rapidez.
Un secado demasiado rápido es pues muy nocivo, tanto más cuanto más fina sea la madera. Hay que cuidar especialmente las madreñas y recipientes puestos a secar; dejarlos tan sólo un día expuestos al viento o al sol, incluso en un desván o lugar con corriente, puede suponer que se rajen de arriba abajo (el viento del sur es muy nocivo por su calor y sequedad). Estos útiles y objetos vaciados y otros que corran peligro de agrietarse se secan en lugares protegidos como bodegas y cuadras, entre cebada, arena fina del río, serrín, ceniza, etc. Dicen que el estiércol cura inmejorablemente (por su temperatura y humedad) y también el barro de humedales y barrizales. En cualquiera de estos medios se pueden curar las piezas sin temor a que se agrieten. Han de quedarse así algunos meses.
Un secado excesivo que no deje ninguna humedad en las maderas las vuelve inflexibles y las inutiliza para labores como curvado, tonelería y otras. Esto puede remediarse poniéndolas a remojo durante unas horas.
Tampoco debe curarse la madera demasiado lentamente. Si los troncos se guardan mojados y con corteza, a la sombra y en lugar poco aireado, se pudren muy pronto. La corteza retrasa el secado pero también protege la madera del sol y el aire. A veces, para la mejor conservación de piezas que precisan un largo secado (por ejemplo los ejes de carro de madera de fresno, cuyo curado suele ser de siete años), se hacen muescas levantando justamente la corteza para una mejor transpiración y secado (fig. 61).
Las varas que servirán para mangos, puestas a curar bajo techado se descortezan quitando sólo algunas tiras longitudinales y dejando otras. Se respetará también la corteza de los extremos, más expuestos a agrietarse.
Secado de tablas. Las maderas blandas, que secan más fácilmente, se apilarán en primavera y principios de verano, ya que toleran mejor un secado rápido. Las duras y las blandas que secan más lentamente se apilan en invierno.
Los cobertizos para apilar las tablas deben estar en terrenos inclinados a fin de que no se encharquen, y es mejor que el piso sea impermeable. Los lugares altos ofrecen la ventaja de una menor humedad, mayor ventilación y escasez de nieblas. Se prefiere la orientación sur y este (vientos secos) para los secaderos, pero se ha de procurar apilar al resguardo de los vientos reinantes. Si no hay cobertizos, al menos se procurará evitar los rayos directos del sol cubriendo las maderas con cortezas, costeros, tablas de desecho, ramas, retama o cualquier otro techado que sobresalga bastante de la pila. La alternancia de calor y frío, humedad y sequedad, afecta mucho a las maderas.
Curado de tablas toscas, apoyadas en un palo horizontal.
Por lo general, en el secado natural, sin forzar por medios artificiales, las tablas tardan de dos a tres años en secar, aunque esto depende de muchos factores. Las maderas duras en tablones de 5 a 7 cm. de grosor no se secan sino al cabo de 5 a 6 años; las de 8 a 12 cm. han de permanecer expuestas al aire 10 años por lo menos.
Apilado. Aserradas las tablas, en ocasiones se dejan un par de meses secándose al aire libre a la sombra, antes de apilarlas bajo cobertizo. Hay muchas formas de hacer las pilas. Normalmente se amontonan en bloques de 2 a 3 m. de altura, colocando las piezas unas encima de otras y separadas entre sí por tacos de 1 cm. aproximadamente de grosor, dispuestos por toda la anchura de las tablas y a cada metro de longitud (esto es muy importante para que no se alabeen). Los tacos permiten la circulación del aire en torno a cada pieza. Las maderas nunca se apilarán sobre la tierra o el suelo, pues absorben la humedad o el calor de éstos y se pudren o resquebrajan rápidamente. Los montones se ponen siempre sobre durmientes, (fig. 62-67a).
En la fig. 62 se ve la forma de apilar postes pequeños, la 63 es de otros mayores, la 64 es de varas, pértigas, etc.; la 65 corresponde a un tronco serrado y puesto a secar con tacos entre tabla y tabla. La 66 es una pila de traviesas y la 67 de tablas.
Activación del secado o secado artificial. Para que la madera se cure más rápidamente se la somete a diversos tratamientos; he aquí algunos:
Flotamiento. Se sumergen las tablas (a veces los troncos enteros) en agua corriente durante cinco o seis semanas; después se dejan secar al aire uno o dos meses hasta que pierdan la humedad, y entonces pueden utilizarse. Este proceso se activa calentando el agua a 30 °C; bastan entonces de 10 a 12 días de flotación, sin embargo este método resta algo de resistencia a las maderas porque se diluyen algunas sustancias.
Hornos. La madera se va pesando conforme se somete al calor; y en el momento en que el peso se estabiliza porque deja de perder humedad, ya está seca.
Agua con cal. Se sumergen los tablones durante diez días en agua con cal; se dejan secar al aire libre o a la sombra; una vez curada, esta madera es inalterable y no sufre ningún tipo de modificación con los cambios atmosféricos (al menos eso dicen).
Arriba, pila de tablas; abajo, con tejadillo.
A la derecha, arriba, pila de traviesas; abajo, varas de castaño sumergidas para secarlas, rajarlas mejor y mantenerlas flexibles para hacer cestas.
Los Arboles
FRESNO (Fraxinus sp.).
Es el árbol que según la mitología germana sostiene el mundo.
— Madera: Es blanca, dura y tenaz, de fibras largas. De contracción media. Excelente cuando se requieran elasticidad y flexibilidad, aunque algunas son excepcionalmente rígidas. Muy resistente al choque y a las vibraciones. Los árboles de más rápido crecimiento dan maderas más densas. Es perecedera e inadecuada para exteriores, a menos que sea previamente tratada. Se seca pronto y resulta moderadamente estable.
— Trabajo: Se sierra y se trabaja a máquina con facilidad. Proporciona un buen acabado aunque a veces saltan astillas cuando se cepilla. Puede doblarse al vapor sin ninguna dificultad y también cociéndola.
— Usos: Sirve para la fabricación de útiles de labranza y transporte, y en carretería se hacen muchas piezas: arcos, radios y cubos de las ruedas, ejes, lanzas y todas aquellas que requieran resistencia y elasticidad. Resortes, bielas de transmisión de máquinas, poleas, piezas cimbradas y curvadas (sillas, bieldos, etc.), muebles, ebanistería fina, escaleras de mano, remos, esquís, arcos, etc. Los mangos de fresno son muy buenos y resisten en herramientas de trabajo duro como mazos, hachas, etc. Para hacer estiles (mangos de guadaña) se suele cuartear, esto es, hender la madera en cuatro pedazos para quitar el corazón, pues a veces tiene la médula blanda.
De esta madera seca nunca se tira nada: los pedazos pequeños sirven para dientes de garabatos, cuñas de guadaña, clavijas, etc.
— Leña: «Quema fresno verde, digno de una reina». Arde tan bien que se puede echar al fuego incluso verde o húmedo, y ahí va otro dicho: «El fresno le dijo a la “foya” (haya en bable), osté haya desventurada, si no fuera por vergüenza ardiera bajo del agua». Da un excelente carbón.
HAYA (Fagus silvatica)
— Madera: Los suelos calizos dan las mejores calidades de haya, maderas de color claro llamadas «haya dulce», fáciles de trabajar y de contracción relativamente moderada. Sobre terrenos silíceos es más nerviosa. En lugares cálidos proporciona una madera dura, nerviosa, de crecimiento rápido, densidad elevada, a veces difícilmente utilizable a causa de la fuerte contracción que sufre al secarse.
Se recalienta fácilmente y debe ser aserrada y puesta a secar rápidamente después de abatido el árbol.
La malla del haya es muy visible, sea en corte radial o tangencial. Esta madera es de grano fino y estructura regular, se comporta bien en compresión, tiene buena cohesión transversal, resistencia relativamente elevada. Es rígida e inflexible.
En el agua se ennegrece y pudre rápidamente, y a la intemperie es poco duradera también. Es poco estable y ante cambios en la humedad resulta extraordinariamente activa.
— Trabajo: Se cepilla bien y no se abre fácilmente, lo que la hace recomendable para la construcción de tuercas y otras piezas de maquinaria y carretería. Al vapor se deforma con facilidad y toma un color pardo rojizo. Una vez vaporizada, la madera queda perfectamente estable y puede utilizarse en instrumentos de precisión como reglas y bastidores de sierras. Se tornea muy bien. Expuesta a un fuego alimentado por sus propios desperdicios se endurece mucho.
— Secado: Seca pronto pero tiende a torcerse. Una vez seca sufre movimientos muy apreciables.
— Usos: Se utiliza con innumerables fines. Entarimados, muebles (sillas, mesas), mangos de herramientas y cepillos (de púas, cerdas, etc.), enseres de cocina (vasos, cuencos, cucharas de madera), madreñas, remos, etc. Tratada al vapor y curvada, se utiliza en muebles cimbrados, aros de cedazo, etc. y en duelas y fondos de barril, para guardar y transportar harina, cemento, jabones grasos, salazones, petróleo. Las partes altas de la copa al nivel de las primeras ramas se utilizan para hacer traviesas para el ferrocarril; se les inyecta creosota y tienen entonces una duración casi igual a la del roble.
— Leña: Es un combustible excelente, especialmente apreciado para calentar hornos de pan. Las ramas se utilizaron mucho para hacer carbón y para leña, por eso hoy vemos tantas hayas «desmochadas», con un crecimiento de ramas que denota la fuerte poda a que fueron sometidas. Por destilación seca da otros productos como alquitrán, creosota, ácido acético, etc.
ABEDUL (Betula sp.)
Es el árbol de los muertos, de la vida y de la ciencia.
— Madera: Blanca, débilmente naranja o rosada. Ligera o semipesada, de buena resistencia mecánica, poca dureza pero gran tenacidad, bastante flexible. En condiciones favorables a la putrefacción dura muy poco. Algo mejor que el fresno en cuanto a resistencia, excepto en la dureza. Es más fuerte y dura la parte exterior que la interior, por lo que es preferible no quitar demasiada madera exterior al trabajarla. Repele a los insectos.
Se trabaja bien y al secarse raja fácilmente.
— Usos: En carpintería y carrocería, carretería, muebles, entarimados, trabajos de torneado, montantes de escalera, timones, llantas, ruedas, esquís, mangos de escoba, madreñas, vasos y otros recipientes para la leche, cajitas, pipas, etc. Las ramitas finas sirven para hacer escobas y cepillos bastos, y algo más gruesas para cestas y sogas flexibles (en algunos lugares se utilizan para amarrar las almadías).
— Leña: Es buen combustible, de elevado poder calorífico. Da un excelente carbón de brasa intensa y duradera, usado en las fraguas y para hacer pólvora.
— Corteza: Es rica en taninos, de los que se extrae un aceite muy usado para curtir pieles (piel de Rusia). Es impermeable y casi imputrescible por lo que sirve de subsuelo para pavimentos sobre piedra o terrenos húmedos. Las mujeres vikingas se pintaban los ojos con ella ennegrecida por el fuego. Se hacían también las yérgolas (teas o velas): por Santiago se recogía y se enrollaba sobre sí misma. Luego se ataba con una brizna de yerba o retama para que no se desenroscara y se dejaba secar; una vez seca, sirve para el alumbrado, dura menos que la cera, pero la llama clara y serena y el olor exquisito merecen la pena, y también sirven para encender el fuego. Cuando mejor se separa es bien entrada la primavera. Si se corta también la corteza interior (el cambium), no vuelve a regenerarse, el árbol queda desnudo y muere. Ambas «cortezas» se usaron para hacer polainas, sandalias, tejas para techumbres (para este uso sirve también sólo la exterior), cajas, etc. En tiempos de carestía se ha usado la corteza interna, molida y mezclada con otros alimentos, por la fécula y azúcar que contiene (recordemos las maravillosas virtudes del agua de vida o savia de abedul).
OLMO (Ulmus sp.)
— Madera: Es dura y pesada, de fibras entrelazadas, resiste bien la compresión axial y transversal, difícil de hender, de fuerte cohesión transversal, soporta bien el cizallamiento. La albura es casi tan buena como el corazón. El grano a menudo es irregular. Es duradera y los hongos la atacan difícilmente.
Necesita un secado rápido para que no se recaliente; seca pronto y si tiene grano irregular tiende a torcerse.
— Trabajo: Se cepilla mal por ser el grano bastante apretado. El pulimento y barnizado son asimismo difíciles, sin embargo se trabaja bien en general. Absorbe la cola por ser porosa. No se agrieta y se corta fácilmente.
— Usos: Se emplea siempre que se requiere gran fuerza y cohesión. Conviene también para las piezas que han de llevar muchos o grandes agujeros. Es común en carpintería especial, construcción de escaleras, apuntalamientos y pilotes, pues se comporta muy bien en el suelo húmedo y en contacto con el agua: para cañerías, subterráneas o no, dura muchísimo (siglos), y sirve en general para todo tipo de construcciones que vayan a permanecer en el agua, como barcas, embarcaderos, canales, etc. sirve mejor que ninguna otra por ser sólida aun cuando sus fibras estén retorcidas. Es la madera típica de carretería en razón de su fuerte cohesión, y para cubos de rueda (pieza central donde encajan los radios) sirve especialmente la de fibra revirada. Por ser dura, pesada y partirse muy difícilmente se utiliza para mazos, tajos y bancos de carpintero. Se emplea también para hacer tablas de chilla, cofres, muebles, entarimados, bolos de tornería y los nudos para cazoletas de pipa.
La corteza entretejida se utilizaba para hacer camastros, esteras y cuerdas; en general tiene los mismos usos que la de abedul.
— Leña: Arde mal a no ser en finas astillas. Se dice que «el olmo arde como el fuego fatuo del cementerio y hasta sus mismas llamas son frías».
ROBLE Y ENCINA (Quercus sp.)
Cunqueiro decía que en tierras de Miranda «el lobo trata de usted al roble, mientras que el roble se permite tutear al lobo». Estos árboles han recibido siempre una veneración muy especial. Los robles y la encina presentan propiedades muy parecidas, pues no en vano son parientes. Hablaremos de ellos como si se tratara de un solo árbol.
— Madera: Tiene gran dureza y resistencia al agua, dentro de la cual se endurece aún más. Sus excelentes cualidades han hecho que sea una de las más buscadas, y por ello la población de robles desciende vertiginosamente. Las fibras son largas, rectas y flexibles, el grano grueso y tosco. Cuando el árbol crece rápidamente, la madera suele ser densa, fuerte, duradera y dura, de manera que puede resultar bastante difícil de trabajar. La contracción depende también de la procedencia: la madera blanda sufre una contracción media o débil y la dura es de fuerte contracción. Los clavos que se meten en el roble, especialmente si la madera está algo fresca, son casi imposibles de sacar: «el roble le dijo al clavo, sacarás la cabeza pero dejarás el rabo». Se comprende que no se utilice la clavazón para piezas que tan sólo han de unirse provisionalmente; sin embargo, es la madera perfecta para clavar o meter tirafondos que hayan de quedar para siempre.
Resiste a la compresión y flexión. Es medianamente elástica y flexible. Se hiende fácilmente por la malla.
El secado artificial es bastante delicado, sobre todo el del roble duro y nervioso.
— Usos: La corteza sirve para curtir. Las tiras de esta madera hendida se usan para hacer cestos muy duraderos.
La madera se utiliza especialmente para maquinarias y construcciones navales y acuáticas, traviesas de ferrocarril, etc. En estructuras de edificios presenta gran solidez y duración, y es muy estimada en la fabricación de muebles, ebanistería, revestimientos, entarimados, bastidores de puertas y ventanas. Se prefiere para las duelas de los barriles de whisky, Jerez y toda clase de vinos, pues les comunica su sabor añejo característico. En carretería es muy apreciada la madera nerviosa para ruedas y piezas fuertes.
La encina, de muy larga malla, muy dura y flexible, sirve para piezas de máquinas, mangos de herramientas, mazos, cajas de cepillos y garlopas, arados, etc. Si no se tiene cuidado, se alabea y agrieta mucho al secarse.
— Leña: Para leña se suelen utilizar las ramas de la poda. Tiene gran poder calorífico y es muy solicitada por los carboneros. Antiguamente, varas bien secas de roble se utilizaban para alumbrar: se encendían por la punta que había sido hendida o machacada para abrirla un poco y no se apagaban hasta que se consumían por entero.
CASTAÑO (Castanea sativa)
— Madera: Es comparable en cuanto a propiedades con la del roble, aunque se distingue de éste por la ausencia de malla visible. La madera es muy duradera, especialmente bajo el agua. En ambiente húmedo puede corroer piezas de hierro, pero empotrada en mampostería se corrompe fácilmente. Resiste bien a los insectos. Es muy fibrosa.
El secado ha de ser lento. Se contrae mucho.
— Trabajo: Hiende fácilmente. Es más fácil de trabajar que el roble, aunque no se cepille bien. Se presta a ser curvada y una vez seca es muy estable.
— Usos: Para escalas, pértigas y estacas bastan piezas de poco diámetro, que en proporción tienen mucho duramen. Las piezas de mayores dimensiones sirven en carpintería y ebanistería y reemplazan al roble para hacer mesas, armarios y todo tipo de muebles. Las chapas proporcionan un revestimiento sencillo y agradable. Es excelente para exteriores y se emplea en construcción. Las tablas rajadas radialmente y colocadas a modo de escamas sirven para cubrir techos y paredes. A menudo se utiliza hendida o no para hacer cercas. Las tiras de castaño son un excelente material para confeccionar cestos. También se hacen con ella parihuelas (ver capítulo XIII) para el transporte en caballerías, y las varas jóvenes rajadas sirven para hacer cinchos de toneles.
Antiguamente se hacían cinturones con tiras de la corteza.
NOGAL (Juglans sp.)
Se tala cuando durante algún tiempo antes ha reinado el viento norte, seco y frío.
— Madera: Es semipesada, de buenas resistencias mecánicas, poco nerviosa y poco variable a los cambios de humedad, moderadamente resistente a los hongos, duradera, tenaz y elástica, se hiende y agrieta muy difícilmente. Su corazón es muy bello.
Es fácil de trabajar, encolar, pulir, barnizar, etc. Se seca con lentitud.
— Usos: En ebanistería, muebles, escaleras elegantes, marquetería, torneado, escultura, moldes de fundición y hélices de avión. Con la corteza verde del fruto se hace la nogalina (ver el capítulo IX).
ARCE (Acer sp.)
— Madera: Es homogénea, de grano fino, semidura, poco nerviosa, de buenas resistencias mecánicas. La más apreciada es la del pseudoplatanus, particularmente para ebanistería y decoración. Es muy blanca y normalmente tiene la fibra continua, pero a veces presenta una fibra ondulada muy apreciada. Su gran densidad y fina textura le confieren una gran resistencia a la abrasión. No le ataca la carcoma.
Los arces campestre y platanoides también poseen un grano bastante fino y se utilizan más o menos igual que el haya.
Se secan bien aunque lentamente, y son moderadamente estables.
— Trabajo: Es fácil de serrar, cepillar, tornear y adquiere un pulimento muy fino y brillante.
— Usos: Es madera de ebanistería, tornería y carpintería, empleada en la fabricación de muebles, objetos torneados o esculpidos, instrumentos de música y piezas delicadas, cuencos y otros recipientes y utensilios de cocina.
SERBAL (Sorbus sp.)
Todas las especies de serbal tienen parecidas propiedades.
— Madera: Es muy blanca y hermosa, homogénea. A pesar de su densidad la tendencia a la contracción es relativamente débil. Se trabaja bien pero es algo difícil de serrar, pues por su dureza embota las herramientas cortantes. Se cepilla y pule excelentemente. Es dura, resistente al uso y desgaste y de excelentes propiedades mecánicas. Es fuerte y tenaz. En condiciones favorables a la podredumbre es poco duradera.
— Usos: Es muy buscada en ebanistería y torneado. Sirve para la fabricación de ciertas piezas de máquinas que han de sufrir grandes rozamientos, para la confección de cajas de cepillos y garlopas, pequeños objetos torneados como carretes, rodillos, mangos de herramientas, husos, husillos de prensas de aceite, vino, sidra, etc. y buena para tallar carretes de lanzadera donde se devana el hilo (canillas), grabados y esculturas artísticas.
Debe secarse lentamente para prevenir la torsión.
Las ramitas finas de la especie aucuparia sirven para cestería. Hace años, en Asturias se hacían recipientes con corteza cosida, se llenaban de arándanos y los enviaban a la Argentina en barco, y dicen que gracias a las propiedades de esta corteza llegaban tan frescos.
CEREZO (Prunus sp.)
Se aprecia mucho para muebles y ebanistería, sobre todo cuando el tono es claro.
— Madera: Se trabaja muy bien y es susceptible de bello pulimento. Templada en agua de cal o en ácidos durànte 24 horas, adquiere un tinte rojo muy pronunciado. Debe secarse con precaución pues tiende a torcerse, pero una vez seca es bastante estable. Tiene buena resistencia, aunque no es particularmente rígida. Se sierra fácilmente y se trabaja bien tanto a mano como a máquina. Dura mucho en exteriores.
— Usos: Para dientes de engranajes, tallas, carpintería y ebanistería. Su leña es un combustible excelente.
PERAL (Pyrus communis)
Su textura es muy fina y uniforme, se seca despacio y tiende a torcerse, especialmente si la fibra es irregular. Es fuerte, muy resistente y rara vez se resquebraja, bastante dura de serrar y embota un poco la herramienta, pero en general se trabaja y acaba bien. Dura poco en medios desfavorables. Se utiliza en marqueteria, escultura, reglas y escuadras, pequeños objetos torneados, etc.
MANZANO (Malus sylvestris)
La madera es parecida a la del peral. Es de textura fina, color claro o pardo, dura y fuerte, pesada. Seca lentamente y durante el secado tiende a alabearse y agrietarse. Una vez seca es estable. Se utiliza para ruedas dentadas de maquinaria, lanzaderas, cajas de cepillos y garlopas, empuñaduras de sierras, etc.
CORNEJO (Cornus mas)
Es de consistencia córnea, muy compacta y pesada. Gran dureza y tenacidad, no resiste la podredumbre, difícil de trabajar, aunque puede conferírsele un acabado muy suave. Seca bien pero lentamente. Por el tamaño reducido del árbol sólo se consiguen piezas de pequeñas dimensiones. Debido a que no se desgasta por el trabajo continuado se utiliza en la industria textil para lanzaderas y husos, husillos de prensas, arandelas, cojinetes, clavijas, mangos de herramientas inmejorables (hachas, martillos, mazos), horcas, y al igual que el serbal sirve para engranajes de maquinarias.
AVELLANO (Corylus avellana)
Da una madera semidura, correosa y flexible, muy tenaz, poco duradera. Se emplea para aros de cubas y cestos. Las varas más rectas sirven de bastón. Los zahoríes hacen las horquillas con las cuales buscan agua y minerales con ramas de este arbusto, cortadas del grosor de un dedo y hasta 40 cm. de longitud. Realizan la operación a la salida del sol y preferiblemente en junio. «La leña ablaniza (de «ablano», avellano en bable), ni da fuego ni ceniza, ni calienta al que la trae, ni tampoco al que la tiza». El carbón se emplea en minas de lápiz y pólvora.
SAUCE (Salix sp.)
La madera es muy parecida a la del álamo, se seca rápidamente y una vez seca es estable. A pesar de que no es particularmente fuerte, absorbe los impactos sin fisurarse. Se trabaja sin dificultad y adquiere un buen acabado. Es perecedera en condiciones que favorezcan la putrefacción; ligera y tenaz, fácil de hender. Por resistir la fricción y tardar mucho en encenderse sirve para zapatas de frenos. Se utiliza para madreñas, dientes de rastrillo, escultura y en carpintería de armar para cabrios pequeños y tablas de chilla. Por su facilidad para curvarse se pueden hacer con esta madera buenos bastones. Las varas más gruesas de los sauces desmochados sirven para estacas y zarzos. Para hacer setos vivos se plantan estaquillas (ramas y tronquitos), y si el lugar es algo húmedo enraizan enseguida. Se suele entrelazar avellano o el mismo sauce entre las estacas hasta que crece. Si queremos tener sauces cerca de casa, no hay árbol tan fácil de plantar; aunque lo plantemos al revés, vive convirtiendo sus ramas en raíces y viceversa. Con las ramas gruesas se hacen aros de cubas y con las delgadas se atan ristras de maíz, cebollas, etc. Todos los sauces pueden utilizarse para hacer cestos, si bien el más apropiado es el mimbrero: se recogen mejores mimbres cuando ya se ha podado el año anterior, entonces las ramillas crecen más finas y derechas.
La corteza es rica en taninos y se utiliza para curtir; también da un colorante rojo vivo. En tiras permite hacer esteras y sirve para amarrar. La salicina que contiene es un sustituto sano de la «aspirina-perfora-estómagos». Además hace bien a los reumáticos.
TILO (Tilia sp.)
La madera es ligera, flexible, de grano muy fino, se corta fácilmente en todos los sentidos y se tornea muy bien. Es blanda, tiene poca resistencia mecánica y duración. Se seca rápido y bien, y aunque presenta cierta tendencia a la torsión, una vez curada es estable. Se utiliza en carpintería fina y modelado de fundición, y es una de las mejores maderas para ser tallada. Sirve para utensilios y recipientes de lecherías por ser poco susceptible de infectarse. Por su ligereza es la madera preferida para estructuras de maderas móviles y escaleras de mano. La corteza se usa para hacer cestos y da una fibra textil grosera, utilizada en cordelería y para hacer redes y esteras. Cortada longitudinalmente puede servir como canal de agua o canalón de tejado. Cuando se seca encoge un poco, pero en cuanto recibe algo de agua se extiende de nuevo y así dura bastante tiempo.
ALISO (Alnus glutinosa)
— Madera: Es blanca, blanda, de densidad media y textura fina, se hiende fácilmente. En condiciones normales no es duradera, sin embargo completa y sumergida de forma constante en agua dura indefinidamente y adquiere resistencia y dureza. Se seca pronto y sin problemas.
— Trabajo: Admite el pulimento y el barniz. Como su grano es apretado se presta para trabajos delicados. Se sierra y corta fácilmente, siempre que la herramienta esté afilada.
— Usos: Por su débil contracción sirve para carpintería y armazones de muebles. En construcción se utiliza para pilotes, especialmente si han de ir bajo el agua, diques, etc. Es excelente para el modelado de fundición, hormas de zapatos, zuecos (se aprecia para esto por su ligereza), talla, pipas, lanzaderas y bobinas, palos de escoba, dorso de cepillos, juguetes, etc.
— Leña: Es una de las maderas que peor arde y proporciona un combustible de mala calidad, quema sin humo. Su carbón se emplea en la confección de pólvora.
— Corteza: Sirve para curtir cuero y preparar tintes negros y rojos. Las fibras se utilizaban para confeccionar redes de pesca.
ÀLAMO (Populus sp.)
— Madera: Es blanda, ligera, no se agrieta ni astilla fácilmente. Es poco nerviosa y tiende a la putrefacción en condiciones que la favorezcan. Se seca bien y es bastante estable.
— Trabajo: Se sierra y trabaja con facilidad, pero su superficie tiende a ser lanuda. Al clavar en ella no se hiende.
— Usos: Para carpintería, interiores de muebles, molduras, tableros de puertas, tabiques de barracas, entarimados, cajas, zuecos.
— Leña: Es muy mala, necesita un largo secado y su olor acre es molesto en el interior de las casas.
ACEBO (Ilex aquifolium)
— Madera: Es blanca como el marfil y amarillea con el tiempo, muy dura y densa. El secado es difícil, y para prevenir la torsión, hacia la que está muy inclinada, se corta en pequeñas piezas. Una vez seca puede alterarse con la humedad.
— Trabajo: Difícil. Se cepilla con cepillos especiales, que tienen una gran inclinación de la hoja.
— Usos: Se utiliza en sustitución del boj para matrices de imprenta y en grabados de madera. Sirve también para mangos de herramienta, torneado, etc. Por su resistencia al calor se emplea para mangos de cacerolas.
La leña es un excelente combustible.
La corteza contiene taninos y un principio viscoso utilizado para la fabricación de la liga (ver el capítulo IX).
OLIVO (Olea sp.)
La madera es amarilla, con vetas y manchas oscuras, compacta, resistente y dura. El secado es muy delicado. Se utiliza para tornear o esculpir. También para mangos de hacha y otros.
BOJ (Buxus sempervirens)
La madera es durísima y de grano prieto. Se utiliza para hacer instrumentos de geometría y de música (gaitas, flautas), grabar y tornear, cajitas, peines, cucharas, tenedores, tallas, bolillos de hacer encajes, juguetes. Se resquebraja con cierta facilidad al secarse y a menudo desafila y mella la herramienta con que se trabaja. Es muy pesada: se hunde en el agua.
La madera de boj se ha utilizado preferentemente junto a la de peral en la xilografía, procedimiento de reproducción de grabados que se empleó sobre todo para el estampado de telas y naipes. Estos grabados se hacen en el boj por la testa y en el peral al hilo. También pueden prepararse sellos para estampar en cartas y papeles, o troqueles para marcar sobre barro.
BONETERO (Evonymus europaeus)
Su madera porosa y dura se astilla y abre con facilidad y se emplea para agujas de media, clavijas, husos y trabajos de torneado. Quemada en vaso cerrado da un carboncillo llamado fusain, útil para dibujo y pólvora. Contra los parásitos y sarna de los animales y el hombre se utiliza el tóxico polvo de los frutos secos.
DURAZNILLO (Viburnum tinus)
Sus tallos jóvenes, muy flexibles, sirven para hacer lazos y cestos. Con la parte interna de la corteza y los brotes se hace liga. La madera es buena para pipas.
PLÀTANO (Platanus hybrida)
Su madera es ligera, blanca, fibrosa, parecida a la del haya, no se alabea al secarse. Se conserva bien sumergida en el agua, pero en el exterior no resiste la humedad. Es apropiada para molduras, carretería, etc. y buen combustible.
ENDRINO (Prunus spinosa)
Da una madera dura, de color pardo rojizo, que se usa para hacer bastones y mangos de herramientas. Ofrece buen material de talla y un excelente cierre para impedir la entrada de animales en los cultivos. Dice una tradición vasca que cuando alguien es herido con sus espinas, ha de pedir perdón al arbusto.
ESPINO ALBAR (Crataegus monogyna)
Los celtas decían que en este árbol viven las hadas. Tiene una madera rosada, fácil de trabajar, que sirve para tallar y hacer cucharas, boles, etc. Con sus ramas finas se hacen buenos bastones. Los setos de este arbusto constituyen una sólida defensa espinosa, y a veces se cortan y entraman las ramas con este fin. Da buena leña para el horno de pan.
BREZO (Erica sp.)
Las raíces, normalmente gruesas, se usan para hacer objetos de adorno y pipas. Las ramas proporcionan buena leña, escobas para barrer y camas para el ganado. Da un carbón excelente para las fraguas de herrería.
TEJO (Taxus baccata)
Este árbol que puede vivir hasta 2.000 años… si se le deja, es todo tóxico excepto la pulpa roja que envuelve sus negras semillas. La madera es muy dura, elástica y de gran duración, y a menudo mella la herramienta con que se trabaja. Lo emplean ebanistas, escultores y torneros. Se utilizó para hacer palas destinadas a la extracción del mineral de cobre. Son eternos los postes y vallados a la intemperie hechos con esta madera. También se usa para hacer cucharas, arcos y ballestas. Adquiere un bello pulimento.
ALIGUSTRE (Ligustrum vulgare)
Tiene una madera elástica, dura y resistente que se emplea en trabajos menudos de tornería. Las ramas sirven para cestería fina.
ESPINO CERVAL (Rhamnus cathartica)
Su albura es blanca y el duramen rojizo. Su pesada madera, fibrosa, toma bello pulimento, es buena para mangos de herramientas y pequeñas piezas de torneado. Da un combustible de excelente calidad.
ENEBRO (Juniperus sp.)
La madera, muy dura, se conserva por mucho tiempo y repele a los insectos. Las astillas se utilizan como mondadientes. La leña arde bien y da buen olor. La resina, echada sobre ascuas, purifica el ambiente y desprende un aroma muy agradable. Con resina de enebro y aceite de linaza se hace un líquido para lustrar la pintura y barnizar el hierro.
CIPRÉS (Cupressus sp.)
Es casi imputrescible, admite bien el pulimento, es duro, resinoso y compacto; arde bien, con olor agradable.
ABETO (Abies pinisapo)
Su madera es fácil de trabajar y hender, de color blanco amarillento, ligera, blanda, elástica y muy resistente. Es bastante duradera si está sumergida en el agua o totalmente al aire, pero se vuelve enseguida mohosa al cambiarla de un ambiente húmedo a otro seco y viceversa. Se seca con rapidez y sin complicaciones. Se emplean para andamios, armazones y entramados los árboles cuyos anillos de crecimiento anuales no sean mayores de 6 a 7 mm. de espesor, pues si el tronco ha crecido demasiado aprisa se raja fácilmente. Sirven también para mástiles y piezas de instrumentos de música.
PINO (Pinus sp.)
El más utilizado en España es el pino silvestre, también llamado pino albar o rojo, escocés, pino del norte, balsain o serrano.
Su madera es fácil de labrar, admite la clavazón y toma bien la cola. Se seca fácilmente y es estable, pero los nudos tienden a separarse. Sus características varían en gran medida según las regiones donde crezca. Cuando la madera de esta especie es de buena calidad, debe presentar siempre una alternancia de vetas duras y blandas, más claras.
Los usos varían mucho según la calidad. Se utiliza a menudo para la construcción, cubiertas, armaduras, postes, estanterías, muebles, entarimados, puertas y ventanas. Es de las maderas más baratas y comunes.
Por la cantidad de resina que contiene resiste muy bien a la intemperie y el pino piñonero conviene para pilotes.
Junto al alerce y al ciprés, el pino es de las maderas más utilizadas para postes de minas.
LA TALA
Los leñadores vascos decían a los árboles antes de talarlos: «Guk botako zaitugu eta barkatu iguzu» (nosotros te derribaremos, y perdónanos).
Hubo un tiempo, según leyenda recogida por Barandarián, en que los árboles iban por su propio pie a los caseríos para ser quemados. Este acuerdo se trastornó a causa de una mujer, y desde entonces hemos de buscar nuestra leña y el pan de cada día.
Los árboles son seres vivos que merecen todo nuestro respeto, que vibran igual que nosotros aunque muchas veces no seamos capaces de sentirlos.
Cuando vamos a cortar un árbol, porque lo necesitamos, hemos de mirar que la madera sirva realmente para aquello que la destinamos, que el árbol no sea sacrificado inútilmente y pueda aprovecharse al máximo. Hay que abrir los ojos y tratar de entender la naturaleza de esta madera que se nos ofrece, los defectos que pueda tener, si alcanza el tamaño, la curva o la recta que precisamos, cómo la vamos a sacar del lugar donde está…
Para la elección es importante tomar conciencia de dónde hacemos menos daño y podemos sacar el máximo provecho. Así, es mejor cortar un árbol que crece junto a otros y quizá estuviera destinado a morir en la competencia, que cortar uno aislado con más probabilidades de vida.
No acaba con los bosques quien corta la leña para sí y para su familia o comunidad cercana, ni el que tala para construir su casa o para crear formas en la madera. Es la tala bestial para traviesas de ferrocarril, la industria del papel, del mueble, los barcos, la que ha terminado con magníficos robledales y otros bosques. Si estas mismas talas se hicieran con cabeza y repoblando después o dejando posibilidades al mismo bosque de recuperarse, se evitarían muchos problemas como el empobrecimiento y la erosión del suelo, las inundaciones, la sequía, las plagas, la falta de aire puro, la escasez de madera… y tendríamos algo que entregar a las generaciones que vendrán.
HERRAMIENTAS PARA TALAR
Existen aparatos monstruosos como bulldozers y motosierras, pero las herramientas que nos permiten sentir al árbol y relacionarnos con él son el hacha, el mazo, las cuñas y la tronzadora.
El hacha es una de las herramientas más antiguas y de mayor tradición. En muchos pueblos se la veneraba o invocaba antes de derribar el árbol. Los leñadores germanos hacían bendecir sus hachas por los sacerdotes del culto de Biel (dios protector de los bosques y de la vegetación). Entre el pueblo vasco y otros de Europa, era costumbre poner un hacha con el filo hacia el cielo durante las tormentas para protegerse de los rayos. Es famosa la prueba de fuerza y habilidad en el manejo de esta herramienta por los aitzkolaris, en la que se intenta cortar un árbol tumbado antes que los competidores.
Aitzkolari
En primer término el hacha canadiense, en segundo plano la carbonera.
Resulta increíble la cantidad de modelos diferentes que se fabrican hoy día. Aquí sólo veremos dos tipos: la carbonera (fig. 58 y 59) utilizada por los aitzkolaris, y el hacha canadiense (fig. 60). En la primera todo el mango pasa por el ojo hasta que se ajusta en él la parte más ancha, haciendo imposible que la hoja se escape. El mango es recto o con una curvatura muy ligera.
El ojo de la canadiense es apenas o nada troncocónico. El mango se mete con cierta presión por detrás y queda sujeto al hierro hincando una cuña en la testera (fig. 61); y está curvado dos veces, lo que permite sostener y lanzar mejor la herramienta. Para estos mangos, las mejores maderas son el fresno y el cornejo. Se hacen labrándolas primero con el hacha, luego con el cepillo y por último se desbastan con una escofina y se afinan con lija. Cuanto más liso sea el acabado, mejor se deslizarán y menos sufrirán las manos durante el trabajo. Casi siempre se deja en el extremo de la madera opuesto al hierro un ensanchamiento para que la mano no se escurra hacia atrás y pierda el control de la herramienta. Los puntos a y b de la fig. 60 corresponden al máximo y mínimo de las dos curvas y están dispuestos a un tercio de la longitud total. La espiga se puede hacer con una simple navaja (fig. 62) o con serrucho y formón (en el capítulo que trata los ensambles a caja y espiga se explica cómo). Una vez terminada la espiga, se le da un corte longitudinal con sierra casi hasta el fin (fig. 62d), y de la misma madera del mango se hace una cuña (fig. 63). Se mete la espiga en el ojo del hacha a tope (fig. 62e) y la cuña se hinca a mazazos en la ranura. Este método de fijar el mango es sin embargo poco seguro, pues a la larga el hierro siempre sale y a veces resulta despedido peligrosamente. También se puede hacer un mango con doble curva y metido como el recto, con las variaciones necesarias para que pase por el ojo. Es muy importante que las maderas estén bien curadas, de lo contrario, al secarse dentro del hierro, se contraen y aflojan. La longitud del mango oscila entre 70 a 90 cm. según la estatura del leñador, y de 30 a 35 cm. para las pequeñas hachas de mano.
El hacha se lleva siempre afilada como una hoja de afeitar, trabajar con ella de otro modo es matarse para obtener un mínimo rendimiento. Se afila en la piedra (como se describió antes en «el afilado») o, aunque siempre queda peor, en el monte con una lima, apoyando la hoja sobre algo y limando despacio, de atrás hacia el corte (fig. 64). El filo ha de estar en su punto (fig. 65); al adelgazarlo demasiado por detrás (fig. 66) penetrará en la madera mucho más, pero también será más difícil sacarla y el trabajo se tornará más penoso. Este defecto de afilado no puede corregirse. En el caso contrario de un filo demasiado grueso (fig. 67) el hacha no entra ni se clava en la madera. Hay que adelgazar justo la punta y poco por atrás.
El filván que queda en el corte tras pasar la piedra (fig. 68) se quita dando un hachazo seco perpendicularmente a la superficie de un tajo, o mejor con una piedra de aceite o de agua como la de guadaña (fig. 69).
Algunas hachas van guarnecidas por un saliente llamado peto, a veces en forma de martillo (fig. 70a). Se pueden utilizar entonces para golpear sobre cuñas, clavar, etc. El corte del hacha (fig. 70b) se llama pala, y en ocasiones, entre la pala y el ojo, hay una ranura (fig. 70c) que sirve para sacar clavos: se meten éstos por la muesca y se eleva al extremo del mango, que hace de palanca.
La sierra de talar es la tronzadora (fig. 71); se maneja entre dos, como el resto de las sierras manuales, con un movimiento alternativo hacia uno y otro lado. Este movimiento se imprime atrayéndola hacia uno mismo y dejando que el compañero se la lleve él solo, sin empujarla nunca. Durante el trabajo los dos mangos tienen que estar siempre en línea con el corte, ya que si se suben o bajan el esfuerzo que hay que hacer es mucho mayor, dado que roza en el corte.
Cuando se utiliza esta herramienta para tronzar madera verde, se triscan sus dientes como en las otras sierras, pero dejando entre cada cuatro (o cada dos si no es suficiente) uno sin triscar, destinado a sacar el serrín y aligerar el roce (también se puede echar unas gotas de aceite sobre la hoja para lubrificarla). Cuando se sierra madera seca se trisca normalmente. El afilado se hace como en todas las sierras de serrar al través (ver el capítulo V). Su especial disposición de dientes le permite cortar en cualquiera de los sentidos del vaivén de forma indistinta.
La manera de llevar la tronzadora de un sitio a otro (sirve también para la sierra de aire), se ilustra en la fig. 72. Cuando os canséis de trabajar con la tronzadora podéis jugar con ella: se pone apoyada por un extremo en el suelo y sujeta en vertical por el otro; si se la golpea en una cara con un palo o mejor con algo metálico, da un tono que varía según se dobla la hoja más o menos. Puede obtenerse una música metálica muy melodiosa.
LA ÉPOCA DE CORTA
En luna menguante todo se interioriza y recoge. La savia «queda» en las raíces. Es el tiempo de recoger lo que ha de conservarse. El mejor menguante es el de enero, pues las maderas cortadas en estos días son muy duraderas (se consideran menguantes los dos o tres días antes y después de esta fase); le sigue el de agosto y después los menguantes de invierno, pues el invierno es como el sol menguado. También es bueno respetar el menguante de día: la tarde. En verano la savia del árbol está llena de sustancias susceptibles de fermentar, azúcares, etc. Las maderas cortadas en cuarto creciente sólo sirven para leña, pues son demasiado activas, se alabean, agrietan, pudren y parten por flexión más fácilmente. Si se cortan los árboles cuando la savia «asciende» (los crecientes y en primavera) y se les descorteza, tienen gran cantidad de líquido en su superficie. En novilunio las maderas tienden a apolillarse antes.
En los países del norte de Europa descortezan el árbol en pie, lo dejan así una buena temporada y lo derriban luego en menguante de otoño; las maderas son más resistentes y de esta forma aprovechan también la albura de los Quercus y otros árboles, sin embargo su agonía es lenta.
En cuanto a la leña, es mejor cortarla en creciente y se alega que la savia se seca antes por estar en las capas exteriores, aunque otros dicen que es mejor el menguante, porque entonces arde mejor y sin humo. También el mejor carbón es el que está hecho con leña de luna menguante.
LA TÉCNICA
Hay personas que hablan al árbol, le piden perdón, le explican por qué lo cortan y le agradecen su madera. El que tala un árbol economiza al máximo su madera, pues sabe que proviene de un ser vivo al que ha sentido.
El árbol puede arrancarse de cuajo, con raíces. Se ata una cuerda a la copa y con el extremo opuesto de aquélla se rodea otro pie cualquiera (fig. 73). Con un pico se cava en derredor del árbol, partiendo cuantas raíces sea posible. Luego se tira de la cuerda al compás del vaivén del árbol. Si para tirar utilizamos poleas, el esfuerzo será menor.
El método de tala más fácil y empleado es el corte del tronco. Con él se aprovecha la madera al máximo al cortarlo lo más al ras del suelo posible. Una vez bien elegido el árbol, hay que tener cuidado no sólo por nosotros sino por el entorno, por los otros árboles o casas que le rodean y para que no quede a caballo de otros pies, en cuyo caso, si las dimensiones no permiten moverlo desde la base, habría que derribar el sostén.
Cuando no estamos seguros de que caiga hacia el lado conveniente habrá que subir al árbol para atar una cuerda lo más alto posible. Si tiene bastante ramaje se sube a pelo; si el tronco es de difícil ascensión puede usarse una de las tres técnicas de la fig. 74: en árboles de poco o ningún ramaje, atarse una cuerda alrededor de los tobillos y del tronco con la presión justa para que no escape de los tobillos y nos permita correrla por el árbol con los pies y sujetarnos en ella ensanchando los tobillos. Una variante es pasar la cuerda por la cintura. Otro método es emplear un «gabito», vara (en Asturias suele ser de avellano) en forma de V con un palo de 3 a 4 metros y el otro de 20 ó 30 cm. Con un poco de práctica permite subir en un periquete.
Una vez atada la cuerda a la copa, el otro extremo se anuda como antes a otro pie situado en la misma dirección de la caída, y empezamos a cortar con el hacha en esa misma dirección. Los dos primeros golpes del hacha levantan un triángulo de madera (fig. 75) y se corta luego una de las caras del siguiente. Con golpes alternativos, primero a un lado y luego a otro, se llega a una muesca como la de la fig. 76, que supera el centro del árbol y cuya cara inferior será paralela al terreno.
Se trabaja a un lado del corte, evitando ponerse enfrente o detrás (fig. 77), pues al caer, la base del árbol se desplaza hacia atrás y sube hacia arriba, por estar muy alto su centro de gravedad. Se maneja el hacha sin precipitaciones, llevando una respiración rítmica y haciendo un juego con la mano más cercana al ojo para obtener el máximo rendimiento con el mínimo trabajo (ver en la fig. 79 el juego de las manos para trocear un tronco en el suelo).
Si el árbol se siguiera cortando por la muesca empezada es muy fácil que acabe rasgándose (fig. 80), con la pérdida de madera y el peligro resultante, pues en este caso el árbol gira imprevisiblemente sobre la parte que sigue unida (a). Ha de darse un segundo corte (fig. 81) por la parte opuesta y un poco por encima, hasta que falten unos cuatro dedos; si hemos atado un cuerda, es fácil que caiga ya tirando de ella. En caso de dar el segundo corte con tronzadora (fig. 82), es probable que ésta vaya quedando aprisionada por el peso del árbol y el vaivén que le da el viento. Habrá que meter entonces una cuña de hierro o de madera con el mazo para abrir un poco la ranura o tirar y mantener tensa la cuerda. Cuando vemos que falta poco para la caída, podemos consumarla sacando la sierra y metiendo una cuña profundamente.
Derribado el árbol, se desrama cortando con el hacha en el sentido de la base hacia la copa (fig. 82) para que las ramas no se desgajen ni queden profundas hendiduras en el tronco. Ahora sólo falta trocearlo en las medidas adecuadas para su transporte y utilización, teniendo en cuenta las contracciones que sufrirá al secarse. Lo mejor para esto es emplear la tronzadora, que desperdicia el mínimo de madera.
Aparte de cortar nuestra propia madera, podemos conseguirla de otras formas. Comprarla suele ser muy caro, claro que entonces no hay que esperar a que seque, o al menos así debería ser. También se pueden conseguir maderas de segunda mano en las basuras, casas antiguas, desvanes e incluso en la orilla del mar, que difícilmente se agrietarán o torcerán si no lo han hecho ya, y a menudo de especies y calidades excelentes; pero hay que prestar mucha atención a su estado: es mejor desechar las carcomidas aunque aún sirvan a contagiar otras maderas del taller o de la casa.
EL TRANSPORTE
Para mover los troncos de un sitio a otro, la primera herramienta que se usa es el hacha, que clavada profundamente en la madera permite arrastrar pesos tirando del mango con relativa comodidad, aunque la madera sufre un poco con el hachazo.
También se usan ganchos especiales que se hincan en el tronco (fig. 83). Podemos hacerlos de hierro, en la fragua, o encargarlos al herrero. La punta ha de afilarse con frecuencia, manteniendo los biseles; el bisel hacia el interior de la curva no se toca. Con un correcto afilado del gancho, al tirar en dirección longitudinal, éste no se desclava (a). El afilado de la punta debe permitir desclavarlo con facilidad; se lleva colgando del cinto por su funda.
Para el arrastre con caballerías, vacas o bueyes se utilizan principalmente dos métodos. Uno de ellos es el amarre con nudos de arrastre o corredizo (fig. 84). El nudo sencillo de la fig. 85 es menos seguro pero también eficaz. Para el transporte de varios troncos (fig. 86) basta hacer los nudos completos en el primer tronco y en los siguientes se forma un anillo con la cuerda (ha de quedar hacia los troncos el extremo de la cuerda libre, y hacia las testas el que los une), por el cual se mete un madero, se vuelve a formar para el próximo y así sucesivamente, tirando cada vez de la cuerda libre para que queden pegados los troncos. Basta dejar 20 cm. o menos desde el amarre a la testera para que el lazo no salga, y se tiene cuidado de que el primer y el último leño sean los más gruesos y largos. Maderos, postes, leña, varas, etc. se atan en un abrir y cerrar de ojos con un poco de práctica y quedan muy seguros. Este amarre y los anteriores pueden hacerse con cadena en vez de cuerda. Para arrastrar conviene que la parte más gruesa de los palos o árboles quede siempre hacia adelante.
El otro método de arrastre consiste en clavar en el tronco un pincho del cual se tira por medio de una cuerda o cadena unida a él. El pincho más sencillo es una simple herradura cuyos pies están afilados y se clavan a mazazos en la cabeza del tronco (fig. 87). A ella se engancha la correa de tiro. Hace las mismas funciones con cierta ventaja una cuña de hierro hincada y atravesada con una argolla para atar la cadena (fig. 88). Este pincho se encuentra por los pueblos, aún se usa y lo hacen algunos herreros. Por último, un método más perfeccionado lleva una deslizadora sobre la que se apoya el tronco (fig. 89), pero puede suplirse con un buen coronado del tronco, esto es, matando el borde con el hacha para que no ofrezca tanta resistencia al arrastre (fig. 87 y 88a).
Otra forma de transporte para terreno llano son los rodillos, que ruedan bajo el tronco y van quitándose de atrás y poniéndose delante, pero es lento y penoso.
En las regiones montañosas se usan trineos tirados por hombres o animales, que resbalan por hielo, nieve, traviesas transversales fijas en el suelo para este fin o sobre el mismo terreno (hablaremos de su construcción más adelante, ya que prestan muy buen servicio en el transporte por terreno accidentado).
Pincho de arrastre.
Las corrientes de agua también se usan para el transporte de madera, lo que permite así una especie de secado por flotamiento.
Para mover troncos muy pesados en pequeños trechos se utilizan palancas; para subirlos a carros, caballetes de serrar, etc. Se usan dos maderos paralelos que salvan el desnivel (fig. 90), y sobre ellos se ruedan, empujan y tiran con palancas y poleas (fig. 91) si es necesario.
Polea para elevar vigas.
Para elevar vigas sobre paredes o armazones, aparte de los sistemas de poleas y otros, es muy útil el sistema de una palanca o leva de madera fuerte que se apoya en un tronco grueso (fig. 92), el cual tiene una ranura en la que entra la leva y que sólo permite usarla como tal, eliminando movimientos laterales. La palanca lleva sobre sí, encajado con una espiga y en un extremo, un madero vertical o tentemozo, a cuyo extremo superior se sube la viga encajada en la otra espiga del tentemozo. Hay que accionar la leva con mucho cuidado para que no caiga la viga, y se puede ayudar al equilibrio con cuerdas atadas y atraídas desde arriba. Subido un extremo del tronco, se repite la operación con el otro. Este método, practicado con inteligencia, necesita de pocas fuerzas y manos, y caso de ser la altura demasiado grande, se puede elevar la viga por partes, apoyándola en andamios escalonados. Así se levantan también los hórreos de sus pegollos cuando hay que cambiarlos.
Con palancas metidas en las anillas de los pinchos, se mueven eficazmente los maderos a su lugar definitivo.
Otros sistemas elevadores son el torno chino, o torno diferencial (fig. 93), que puede accionarse con dos tipos de manivela (a y b) o una correa de transmisión (c). Dos cilindros de diferente grosor pero formando una sola pieza enrollan la cuerda o la sueltan. Cuando se arrolla sobre el cilindro de mayor diámetro (d), el peso sube, pero a igual número de vueltas, «d» recoge más cuerda y «e» suelta menos. Este aparato permite también vencer grandes resistencias con pequeños esfuerzos.
El trinquete (fig. 94) es un sistema de bloqueo que mantiene suspendido el peso elevado cuando soltamos la cuerda. El vástago «a» oscila sobre un eje y resbala por los dientes de una polea dentada cuando gira subiendo la carga, pero mediante la espiga «b» la frena cuando la carga tiende a hacerla girar en sentido contrario.
Para llevar haces de palos o troncos al hombro se ponen sobre éste con el peso bien nivelado adelante y atrás. Apoyando el hacha sobre el otro hombro (fig. 95) se alivia el peso por la parte trasera (en este caso la carga se pone un poco más hacia atrás) y se reparte entre ambos hombros.
EL DESPIECE
En el despiece de maderas para leña se utilizan tronzadoras y sierras de arco además de las hachas. Se trabaja sobre un caballete o banco de serrar (fig. 96) o sobre un simple tronco que tiene dos palos insertos en forma de V, entre los que se sujetan los troncos (fig. 97).
Caballete de serrar.
Para despiezar un tronco en tablas, tablones, listones o vigas (estas últimas también pueden labrarse con hacha y azuela, como se describirá en el capítulo sobre labra) se utilizan sierras pesadas con los dientes inclinados hacia abajo, que se manejan entre dos o tres personas y trabajan verticalmente sobre el tronco puesto en horizontal (fig. 98). Más adelante hablaremos de las herramientas y los procesos adecuados para separar piezas más pequeñas. El trabajo manual es fortísimo, hay que almorzar bien y tener la sierra muy afilada.
El serrón o sierra de aire es una hoja larga y fuerte, que aún podemos encontrar en antiguos caseríos (fig. 98). Tiene dos sujeciones para los mangos; la de arriba, fija con remaches, termina en un ojo por el que entra el mango de unos 50 cm. de largo, y la de abajo se llama «la cabrita», pues agarrarse a ella supone acabar lleno de serrín por todo el cuerpo (los que trabajan abajo usan gorras con visera para protegerse los ojos). Esta cabrita se sujeta a la hoja entre dos de sus dientes y con una cuña a un lado; acaba también en un ojo atravesado por un mango más largo, de unos 80 cm., para que lo agarren dos personas. Esta sujeción de abajo puede montarse y desmontarse con facilidad quitando la cuña, pues, como se verá, el trabajo así lo exige. También se puede subir o bajar respecto a la altura de la hoja para que el agarre sea más cómodo. Los dos mangos son de madera y quedan perpendiculares a la hoja, y los serradores los llevan con las dos manos.
El serrón se afila con lima de media caña, un diente por un lado, el siguiente por el contrario y así sucesivamente. La parte más sobresaliente del diente ha de ser la punta y no el lomo (fig. 99).
Para triscarlo y que los dientes no salten, en tiempo frío se calienta pasándole una llama durante un instante, o bien se entrama después de un rato de trabajo. Se triscan dejando uno cada cuatro y es bueno marcarlo por una o ambas caras con la lima para acordarse. Cuando se trabaja con madera verde (casi siempre, pues cuesta muchísimo menos) se tuercen más los dientes.
Como las demás sierras, si se desvía el corte, se da más entrama a los dientes del lado contrario hacia el que tiende a irse. Y para corregir las desviaciones durante el serrado, el que está arriba maneja el mango como un manillar de bicicleta.
La sierra bracera o portuguesa (fig. 100) trabaja básicamente como la de aire, es más ligera, cómoda y precisa y la manejan dos hombres con facilidad. Va dentro de un bastidor de madera; en el extremo superior de la hoja está el mecanismo que templa y regula la tensión, y el inferior puede soltarse fácilmente de la estructura aflojando la tensión y sacando el pasador. El travesaño inferior del bastidor también se llama cabrita.
Para serrar con cualquiera de los dos tipos de sierra hay que elevar los troncos sobre dos caballetes o andamios o aprovechar un desnivel del terreno (fig. 98) —cavando una pequeña fosa si es necesario— sustentando un extremo sobre dos simples postes.
A la izquierda serrón o sierra de aire. A la derecha sierra bracera o portuguesa.
El tronco se sujeta a los travesaños —con la curva, si tiene, hacia arriba— mediante los gatos (fig. 101), que son barras de hierro de 1 cm. de grosor aproximadamente, dobladas al rojo y afiladas con las puntas hacia un mismo lado o, mejor, perpendiculares. También puede hacerse un gato clavando dos puntas sobre un listón fuerte de madera. Un gato a cada lado del tronco en el travesaño trasero es más que suficiente para sujetarlo. El delantero no se fija tanto, aunque se le suele clavar algún gato, pues habrá que correrlo a medida que se llega hasta él con la sierra. Los travesaños contribuyen a elevar la estructura, y cuanto más gruesos sean, mejor.
Gatos.
Puesto el tronco en su sitio y bien sujeto, se marca con una regla y lapicero o tiza si se ha quitado un costero. Pero como la superficie es normalmente desigual, casi siempre se cordea, esto es, se suelta bruscamente una cuerda de lana, impregnada en tinte y tensada, sujeta con los dedos a cada extremo de la línea que se quiere marcar y apartada del tronco por una tercera persona en su mitad. Estos tintes suelen estar disueltos en agua y los más utilizados son hollín (para obtenerlo se queman pajas en una lata), polvo de teja machacada (desafila un poco la herramienta, pues suele contener alguna piedrecilla) y almazarrón (piedra rojiza que suele encontrarse cerca de las minas de hierro y se machaca hasta que quede reducida a polvo).
En algunos lugares los serradores usan un cordel que se arrolla por medio de una manivela en un aparato sencillo que impregna el hilo en la solución cuando pasa por un recipiente que la contiene (fig. 102). Para que el trazo sea preciso, la cuerda debe escurrirse siempre que se moja en el tinte y en el aparato anterior aparece ya escurrida al salir por un agujero muy pequeño.
Cordeada la primera línea que corresponde al corte del primer costero, se toman las medidas para trazar las líneas paralelas de cada tabla, teniendo en cuenta lo que come la sierra y la contracción que sufrirá la madera al secarse. Luego se echa la plomada en los extremos para marcar las líneas verticales sobre las testeras y por último se unen todos los trazos cordeando por debajo del tronco. Y ya se puede serrar.
Se empieza con la sierra un poco inclinada hacia delante, y cuando penetra se endereza.
El que se pone arriba dirige el corte: al subir la sierra es cuando trabaja, separa un poco los dientes de la madera adelantando los brazos para evitar un roce innecesario y eleva la herramienta (fig. 103). En el punto más alto vuelve a atraer la sierra hacia sí para que agarre y corte, y los de la cabrita dan un tirón fuerte y seco hacia abajo. Y se vuelve a elevar enseguida más lentamente. Las voces (Eeee-Hoop) son buenas para mantener el ritmo; lejos de cansar, animan y ayudan a concentrarse.
Se sierran todas las líneas hasta el travesaño y se corre éste hacia adelante, bajo la parte ya cortada. Entonces se saca el serrón quitando la cabrita, se mete en la ranura tras el travesaño y se vuelve a poner la cabrita para seguir trabajando. Antes de llegar al final del tronco se dejan sin cortar 8 ó 10 cm. de madera en cada ranura para que las tablas se mantengan unidas. Al terminar todos los cortes se separarán con una simple cuña.
Serrando con motosierra.
La motosierra es una valiosa herramienta para hacer tablas, más ruidosa y onerosa pero rápida y cómoda. Para este trabajo ha de usarse una máquina de no menos de 70 cm.3, tan ligera como sea posible y de una longitud de espada de 40 cm. Se coloca el tronco sobre otros de apoyo perpendiculares y sujeto con gatos (fig. 104). Hay unas claves muy simples para hacer bien las tablas. La primera es trabajar sobre terreno perfectamente llano, porque cualquier bache o elevación de terreno que nos haga cambiar la posición y el punto de vista se ve reflejado en una irregularidad en la tabla. Tampoco puede moverse el tronco hasta acabar de serrarlo, pues nunca conseguiremos ponerlo en la posición en que se hallaba exactamente. La segunda es mirar el corte por encima de la hoja de sierra. Si no hay otra forma que mirar por un lado —siempre por el mismo en todo el tronco— el corte tendrá entonces una inclinación respecto a la vertical, pero en todas las tablas será la misma.
Se marca el tronco con almazarrón pero sólo por la cara que va a serrarse en el momento. Se empieza a serrar primero superficialmente, en toda la línea por igual, y luego ahondando cada vez más a una misma altura; es una locura pretender serrar el tronco con motosierra empezando de lleno por su cabeza, como haría cualquier otra sierra. Con cierta práctica las tablas salen casi tan bien como en el aserradero; eso sí, el corte es menos limpio y para que queden lisas y uniformes hay que garloparlas.
Para empezar a serrar hay que poner el tronco «caballero» (fig. 104), es decir con la convexidad hacia arriba. Así se corta el primer lado con corteza llamado costero, y luego el opuesto (fig. 105). El tronco se tumba sobre una de estas caras planas para cortar el tercer costero y se van serrando las tablas hasta que lleguemos a la última, también con corteza.
FORMAS DE DESPIECE
El tronco cuyo corazón resinoso o defectuoso interesa aislar se sierra como en las fig. 106 y 107. En el despiece total con cortezas (fig. 108) las tablas del centro son poco susceptibles de alabearse, pero las de los extremos, con mucha albura, se contraen mucho y se alabean fácilmente.
A veces, tras estos cortes, se matan los cantos para quitar la albura y la corteza. Se hace así en roble delgado, fresno, haya y olmo por su comodidad, ya que no hay que mover el tronco. Esta técnica es muy utilizada en el serrado manual.
El despiece entre costeros (fig. 109), al menos elimina éstos; con él se obtienen tablas iguales. El despiece al cuarto (fig. 110, 111 y 112), es una técnica difícil para el serrado manual, sin embargo, las tablas se secan fácilmente, no se alabean ni agrietan, son más resistentes al desgaste y al roce y se utilizan para ebanistería por los bellos dibujos que resultan en su superficie. Es un corte apropiado para el roble, haya y arce.
En la fig. 112 se aprecia la técnica húngara (a), francesa (b) y americana (c), de despiece radial.
RAJA
Se raja en vez de cortar, labrar o serrar para evitar el corte transversal de las fibras, que resta resistencia a la madera y aumenta su porosidad y por lo tanto su permeabilidad (ver lo dicho sobre hendido o raja en las propiedades de la madera, pág. 31).
Para rajar el haya se empieza por la parte más próxima a la punta del tronco; por el contrario el roble y la encina se rajan más fácilmente y mejor comenzando por la base: «El haya por el grumo y la encina por el culo» que dicen en tierras de Álava (por el culo suelen partirse mejor las coníferas y por la copa las frondosas en general).
Para hender se utilizan cuñas de madera o hierro. Podemos hacer las primeras en el bosque (fig. 113); se biselan o coronan las testeras para que no se abran con los golpes.
Para empezar a introducir estas cuñas es necesaria una grieta natural o hacer una con el hacha; si no confiamos en nuestra puntería, en vez de lanzarla la posamos en la línea a hender y con un mazo de madera la golpeamos en su dorso de hierro para que entre. También podemos hacer el mazo en un momento (fig. 114), sin más herramienta que el hacha y teniendo cuidado con las contravetas (ver el capítulo sobre labra) para que el mango salga recto. Con el mismo mazo metemos a golpes la primera cuña en la raja y conforme se va abriendo la madera por la presión se meten otras cuñas un poco más adelante; éstas aflojan la primera y abren más brecha, hasta que el tronco se parta en dos (fig. 115).
Si el tronco es recto y sin nudos ni malformaciones se pueden sacar tablones toscos hendiendo cada mitad en otras dos (fig. 116).
Mazo y cuñas de hierro para hender la madera.
Las cuñas de hierro se meten con maza de hierro, no necesitan grietas para entrar y ellas mismas se clavan a mazazos; se trabaja más rápidamente con ellas y pueden hender nudos difíciles (para leña o carbón) que con el hacha costaría mucho trabajo partir.
Pero la aplicación más importante de la raja es sin duda la fabricación de las duelas de los toneles. Se buscan normalmente troncos de por lo menos 35 cm. de diámetro y sin nudos. Se trocea el tronco a la longitud que se precisa y con el hacha o con cuñas se hiende en dos mitades, atacando por el corazón. Cada uno de estos dos pedazos se hiende de nuevo siguiendo las mallas o radios, en dos o cuatro trozos según el grueso. Luego se quita el corazón y la albura de cada gajo (fig. 117 a y b) con una herramienta especial que consiste en una cuchilla en forma de cuña alargada y de mango corto llamada hendedor (fig. 118). Con ayuda de golpes de mazo sobre su dorso se realiza la operación antedicha y se hiende de nuevo, esta vez transversalmente a la malla (fig. 117c) en trozos de la anchura de las duelas. Para esta labor se pone la madera en un caballete de horquilla (fig. 119). Una vez el hendedor entra en la madera, se hace palanca con el mango para seguir penetrando hasta el final. Por último se hiende o sierra de nuevo en dirección radial, pues entonces el peligro de cortar fibra es mínimo si las piezas son rectas y regulares. Estas piezas se dejan secar y una vez refinadas serán las duelas definitivas (ver el capítulo sobre tonelería). De esta forma se raja el roble, la encina, el haya, etc. Las duelas de pino para las paredes del tonel se rajan con cuchillas encorvadas (fig. 120). Para rajar las varas destinadas a los aros del tonel, se sujetan en un banco especial y se hienden con la cuchilla curva con ayuda de los golpes de un mazo o la fuerza del brazo. Es difícil seguir el hilo y obtener dos aros de igual grosor. Si es posible se hiende de nuevo cada mitad para obtener cuatro aros, y a continuación se aplanan y encorvan a medida.
La técnica de raja se emplea mucho para obtener tablas de ripia o chilla, hendidas radialmente en rectángulos delgados. Por su impermeabilidad se utilizan para cubiertas de techos y paredes de edificios, dispuestas a modo de escamas.