Читать книгу El Messias en la Negra Nit - Ignacio Luis Caldarola - Страница 13
CAPÍTULO 5.
SAN IGNACIO
ОглавлениеEl 25 de mayo del 2020, en plena cuarentena catalana, siguiendo los dibujos que tenía en mi casa pendientes descubro el nombre de un militar que se llamaba Manuel Godet, un militar español antifranquista que había sido fusilado en Montjuic. A la mañana temprano de ese 25 de mayo decido ir a la montaña con la camiseta de la Selección puesta pasando por la Villa Olímpica donde se celebraron los juegos olímpicos de 1932 y cuando llegué a la cima de la montaña me doy cuenta que mirando hacia el mar esta el mismo barco que tenía en mis dibujos. Ahí empiezo a pensar en la transculturalidad ¿porqué? por que Goded es un apellido pero en inglés significa endiosado. Cuando bajé de la montaña sentía que nada sería igual.
Ese mismo día empecé a escribir en hojas lisas algunos símbolos y letras invertidas que al llegar a Montserrat logré descifrar que era un legado de San Ignacio de Loyola. Mi siguiente parada fue viajar a Montserrat, un pueblo en las montañas cerca de Barcelona, para comprobar lo que estaba pasando en mi cabeza. Armé una valija negra (característica jesuita), me tomo un tren y voy hacia allí con la ilusión de que alguien me recibiera. Sin éxito me dirijo al ayuntamiento y la oficina de turismo los cuales no fueron muy receptivos a mi visita. Casi rendido decido probar un ultimo recurso que era ir a la cueva de San Ignacio y claramente Dios y el Espíritu Santo me acompañaron. Trato de pensar como pensaría un jesuita y entiendo que una persona que alguien que no es jesuita entraría por una puerta principal, un jesuita entraría por una entrada secundaria u oculta. Bajo a la cueva y no había nadie. Busco una puerta que esté abierta y una puerta mal cerrada me lleva a un jardín interior como si fuera obra del destino toco el portero eléctrico y un asistente de la capellanía me guia por interior hasta hablar con un padre que se llamaba Jose Maria. Por primera vez me encontré con alguien que entendía mi inquietud, me confesé por primera vez y me bendijo. Me dijo que yo tenía mucho amor para dar, que siguiera mi camino y me abriera la cueva de san ignacio solo para mi. Allí siento la conexión espiritual con San Ignacio y siento que me liberé de algo siniestro.
A mi regreso empecé una búsqueda incesante de más señales, analizando lo que me acababa de pasar. Indagando sobre la vida de San Ignacio y los vascos, con mi escudo familiar de fondo y canciones que hablaban sobre el exilio, giro la primera “Ñ” que se transforma en un 12. Exactamente donde yo vivía. La giré para el otro lado y encontré un 21. Este mismo instante gris desde el cual les estoy escribiendo, a once meses y veintidós minutos de las trece horas del dos de marzo de dos mil veintiuno.
En mi camino de indicios, empecé a notar que todas las noches aparecía la misma especie de mosca alrededor de las dos o tres de la mañana. Justo mientras alguna pregunta filosófica, histórica o política me desvelaba hasta altas horas de la madrugada. ¿Por qué? Porque ahora, en plena ciudad de Buenos Aires, vuelve a aparecer una mosca que supuse se habría muerto hace días. Nadie la ha barrido. Pero es improbable que haya estado agonizando.
Lamento olvidar con exactitud los hechos y las fechas exactas de los acontecimientos pero me resulta imposible volver a encontrar mis documentos (incluidos los pasaportes, licencias, cuadernos) que han quedado del otro lado del charco.
Tampoco sé si puedo volver a la Península, puesto que las deudas sentimentalmente monetarias que tienen mis ex me han dejado en falta con el fisco.
Tampoco me es posible buscar los archivos del ordenador ni terminar de transcribir mis manuscritos, pues todo ha quedado con una persona que dice ser mi gemelo astral pero que nunca más me ha respondido mis mensajes para terminar lo que estoy terminando en otro lado. Así han sido las personas, y así son. Es mi oportunidad para demostrar que no todo está perdido y que pase lo que pase, siempre hay una puerta secundaria o pasadizo secreto.
Volviendo a Barcelona, ya sin un duro pero con el concepto del “Mesías” en mi cabeza, salgo a la búsqueda del jugador más codiciado de la historia.