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CAPÍTULO 6.
MESSI:AS

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Dos kilómetros y medio es la distancia que separa el Camp Nou de Hostafrancs de Sio 12. Sin móvil, pues me habían sacado todos los cables para cargarlo, y sin documentos, camino por Sants guiado por las baldosas de la vereda. De un lado, cruces y del otro, círculos que me van guiando en la subida. A escondidas de los patrulleros de los Mossos que, atentos a hacer cumplir la estricta cuarentena, pedían a los transeúntes los ticket de compra del supermercado.

Evadiendo todos los controles, y continuando mi búsqueda jesuítica de iglesias, el destino me detiene en una de ellas. Casualmente, la única que he conocido con las escaleras para abajo y no para arriba.

Cuando entendí que Messi en realidad era sólo una parte de mi descubrimiento, entendí que hay muchas formas de comunicarse además de la visual. Empecé a convivir sanamente con el silencio y la soledad. Cuando nos encontramos con nosotros mismos descubrimos que la respuesta está siempre con nosotros. Todas las decisiones que tomamos son nuestras y nada ni nadie puede determinarlas (pero sí condicionar). En la vida aprendemos a decir que sí y a decir que no. Pero a medida que nos vamos descubriendo o redescubriendo, a medida que crecemos, vamos hacia el camino de la aceptación y del no rechazo. Aprender el camino del “si”, y desaprender el camino del “no”, siempre que sea para un sendero de prosperidad. Estar semanas viviendo en la calle, en una cultura y una lengua diferente, me hizo desconfiar de todo lo que tenía alrededor. Y empezar a confiar en mí. Entendí entonces que hay varias formas de comunicación. Como por ejemplo la mirada o el pensamiento.

El límite de nuestro cuerpo es la piel. Todo lo que sea externo, es el espacio común. Bombardear el espacio común con pensamientos o prejuicios acerca de las cosas que no nos corresponde, implica invadir algo que es de todos. Imaginemos que todos al mismo tiempo elaboramos prejuicios con respecto a lo que nos rodea, porque nos han criado de esa manera. Imaginen lo que sería si no lo hiciéramos. Aire puro y un mundo sin ideas extranjerizantes.

Tomemos en cuenta un segundo el concepto del “yo y mis circunstancias”. Pongámonos a pensar unos segundos en todos los yo y todas las circunstancias que se han tenido que dar a lo largo de la historia para elaborar una teoría en 2020 sobre un acontecimiento que pasará en 2022, en el país donde coincidimos con Messi. Y que justo Messi sea un apellido del jugador que tiene su última posibilidad de ganar un mundial siendo el capitán de la selección. Ciertamente no es que tenga una obsesión con este jugador en sí, sino que me he enamorado de mis propias conjeturas lingüísticas: se llama Leonel. Abreviado, es “Leo”, de leer. Y en España (mi tercera patria) su apodo es “Lio”, o sea, quilombo. O, en inglés “Mess” también. Y, dicho sea de paso, observando cuando habla, es más lo que habla con la pelota que verbalmente. ¿Y si tal vez tenga otra forma de expresarse?

Algunos lo hacen con el pie de Dios, otros con la mano de Dios para meter goles, o escribiendo. Pero todos expresamos de diferentes maneras lo mismo, a través del arte y la cultura. Todos tenemos una capacidad que yo defino como divina para poder superar los obstáculos que se nos presenten en la vida y logremos explotar al máximo nuestros talentos. Algunos lo llaman resiliencia.

Pero parece que no fuera del todo evidente, porque no conozco una sola persona que haya dedicado gran parte de su vida a descubrir el verdadero secreto. Ni que se haya arriesgado en plena pandemia mundial a recorrer una parte del mundo al revés, para ver qué hay del otro lado. Me gustaría enterarme que sí, entre tantos miles de millones de seres vivos queriendo ser libres.

Ya he dejado bastante en evidencia que no hace falta nada más que uno mismo para estar con Dios: solo mirando el cielo. Aparatos electrónicos, iglesias, amistades: todo es inútil a la hora de tomar las decisiones que van a cambiar nuestra vida para siempre. Nos hacen olvidar que vinimos al mundo para salvarnos. Pero si no nos podemos salvar individualmente, lo haremos en conjunto y en comunidad, un Messias compuesto entre jugadores de la Selección Argentina (SA = AS) y Messi.

Esas palabras las escribí un 12 de agosto. Lo recuerdo bien porque me dirigía a la Iglesia de San Ignacio en la manzana de las Luces. De paso, advertí que había una manifestación con banderas argentinas en contra del gobierno que esas mismas personas habían votado apenas unos meses antes. Al llegar a la iglesia con mis papeles pensando en él me puse triste, y otra vez un prejuicio. Un fiel, a la espera de que se abran las puertas del templo, me acusa de pecador por ser homosexual. Si, un fiel que sin conocerme, me admite que ha secuestrado y robado a mano armada. Y el pecador soy yo.

Tampoco hace falta gente alrededor, ni mensajeros. Todo lo que hice hasta ahora está registrado en miles de formas por más que no tengamos la evidencia en este preciso instante (direcciones, cámaras, correos). Si les tuviera que dar un consejo, les diría: hagan su historia, dejen de pensar en los recuerdos que ya no existen, tómense algún subte que los lleve a otro destino y den la vuelta manzana al revés de cómo están acostumbrados a hacerlo.

***

Me zambullo en mis pensamientos y pienso.

La conexión Argentina–Ghana: el hilo conductor que explique nuestra existencia puede estar en cualquier calle, esquina o semáforo. En una conversación propia o ajena de café, o en un parque. En mi caso, se dio el día del partido por las eliminatorias en La Paz, entre Argentina y Bolivia. Todo sucedió mientras caminaba por una calle de Virrey Liniers. En el entretiempo, salí a buscar una bicicletería, me preguntan “¿Cómo va el partido? ¿Gana?”. Automáticamente entendí la respuesta. Me acordé que el Ecuador y el Meridiano de Greenwich se cruzan en el Océano Atlántico, frente a las costas de Ghana. Ese punto fijo ha sido arbitrariamente consensuado por los ingleses. ¿Y si pudiéramos tomar conciencia colectiva de que aún hoy, seguimos encadenados a los mismos que hace 200 años?

Sólo conseguiremos la Llibertat como nación cuando encontremos la libertad individual. No olvidemos que la unidad social indivisible es la familia. En este caso, la familia que elijamos y no la que han elegido por nosotros. Anímense a romper con lo impuesto, y creen su propio orden de cosas basándose en el amor y el respeto. Y llegar al concepto de “todos los hombres el hombre”, uno solo igual a todos. Donde las nacionalidades sólo sean un adjetivo. Y las fronteras sólo océanos que cruzar, en el peor de los casos, nadando.

***

El 6 de junio se cumplió el aniversario número veintinueve de mi expediente judicial de adopción (antes de mi nacimiento), mientras descubrí unas antiguas psicografías acerca de Sio. Hasta hice públicos los videos que había logrado filmar de los ataques físicos violentos de mi ex pareja. Pero ya era demasiado tarde.

Alrededor del 20 de julio lo conozco al judío.

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