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CAPÍTULO 1.
PUNTO G.

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Barcelona es un mundo fantástico en donde se conectan cosas que en otro lugar sería difícil de conseguir. Viéndolo en retrospectiva, es como si hubiera sido una especie de esclavo sexual de un grupo de gente local que me mantenían subsumido en una red de explotación y adicción. Cada día que pasaba eran más los chicos que veía tirados por la calle, y uno tiende a pensar que jamás le va a tocar. Hasta que te toca. Montjuic de día es un hermoso parque, de noche se transforma en un desfiladero de personas sin alma a la búsqueda de alguna víctima desprevenida. Así empezó todo.

***

En 2019 llegué a Barcelona buscando una vida de amor. Había trabajado en una aerolínea haciendo rutas internacionales, principalmente a Estados Unidos y Argentina. En ese momento yo sentia que tenia muchos temas con Buenos Aires entonces aproveché a volver siempre que pude. Por esto cambiaba a mis compañeros las rutas a Buenos Aires porque nadie las quería. ¿Por qué nadie quería venir a Buenos Aires? La mayoría de ellos tenían complicaciones para comunicarse con los argentinos a bordo. ¿Por qué? Los argentinos no querían pagar la comida en el avión. En esas situaciones, los pasajeros mentían al sacar la comida diciendo que ya la había pagado cuando en realidad no era así. Muchas veces–a mi me ha pasado–los argentinos se acercaban a la zona de la tripulación y abrían los compartimentos restringidos sirviéndose de comer y tomar solos. Eso generaba cierto malestar entre la tripulación principalmente por la falta de comprensión del idioma.

En julio del 2019 durante mi último vuelo a Buenos Aires me pasó algo extraño. Primero, fue la única vez que la manga que va al avión se bifurcó en dos: una para premium y otra para clase económica. Esto no me hubiera resultado extraño si no fuese porque mis compañeros británicos decidieron entregarme al despachante de Ezeiza por la puerta en la que yo no estaba, mi mate con mi termo y paquete de yerba. En el avión no había nadie así que era imposible que el mate y el termo fueran de alguien mas, menos aun siendo el único argentino a bordo. No solo que no me consultaron si no que a mitad de vuelo y luego de uno de los servicios más demandantes que tuve llegó la hora de mi descanso y mis cosas no estaban. Entonces me enteré que lo habían devuelto y era el único tripulante al cual no le habían preguntado. Sin éxito, el capitán con muy buenas intenciones y en pleno vuelo mandó un mensaje oficial a Ezeiza sin respuesta de parte de mis compañeros argentinos. A pesar del pedido de rescate mi mate y mi yerba nunca aparecieron. Mi caso casi desata un conflicto internacional sin precedentes.

A los pocos días, cuando llegué a Inglaterra me citaron en Gatwick para informar que no me renovaron el periodo de prueba usando como excusa esta situación. ¿Porque era solo una excusa? Porque la aerolínea estaba y está en una situación financiera muy difícil que la obligó a desmantelar su operación en Argentina y en gran parte del mundo. Por eso decido volver a Barcelona. A los pocos días llegue al Prat, el aeropuerto de Barcelona en un vuelo low cost de esos que salen unos pocos euros. Me hospedé en Sant Adria donde alquilé un cuarto pero la mayoría del tiempo la pasaba en el Clot con mi pareja de ese momento. En esos días consigo un trabajo en Fira, un centro de convenciones donde yo me dedicaba a control de accesos y seguridad en el predio. La primera feria que me convocaron fue para el ESMO, una feria sobre aparatos oncológicos. Allí empecé a conocer a los fanáticos del cáncer. Había gente que pagaba para ir ahí y empiezo a notar que había algo raro en toda esa masa de gente con gran nivel de consumo masivo. Esto me hizo pensar en la gran desigualdad de la sociedad y del mundo entero. Veía gran cantidad de comida y bebida que tiraban en un solo día lo cual me interpelaba sobre las desigualdades de nuestra sociedad. Al mismo tiempo pensé que Barcelona no solo vive de turismo sino también de estas ferias que mueven gran cantidad de personas y generan una industria del entretenimiento a nivel masivo pero para un grupo reducido y selecto de las personas que lo pueden pagar. Observaba mucha contaminación visual, ambiental, etc.

Ahí empecé a trabajar doble turno porque mi pareja de ese momento no trabajaba así que yo hacía turnos de 16 a 18 horas por día con un régimen muy estricto. En mi caso vivía muy lejos de Fira por eso iba a dormir directamente a la casa de mi ex pareja. En esas horas que a mi me quedaban para dormir, el sueño no llegaba por las continuas peleas con él. Entonces pasaba sin dormir tres o cuatro días. En diciembre de 2019 nos mudamos a Hostafranc de Sio para estar relativamente cerca de mi trabajo. En ese cuarto pagaba unos 600 euros por mes porque era doble. Por ese entonces a mi pareja le había hecho una cuenta en Glovo, el servicio de mensajería para ganar unos euros pero la usó muy poco. Digamos que casi no estaba interesado en el trabajo. Un vago a decir verdad.

El Messias en la Negra Nit

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