Читать книгу Delirios y afines (Compilación neurótica) - Ignacio Nazapatto - Страница 11
ОглавлениеPena de mente
El cuerpo dice basta por un rato. La mente apunta hacia adelante, sin acusar recibo de los medidores que indican el estado general del cuerpo todo. El alma está en su natural estado de constante transición y purificación; en su núcleo, la esencia, pura y luminosamente viscosa, empalagosa a la vista, yace en su recipiente de cristal etéreo, fundido en un crisol de agua primordial y en aleación con metales intangibles, como la sed de trascendencia y el anhelo de transformación.
La mente apunta hacia adelante. La inmovilidad la irrita, el movimiento la aquieta. El cuerpo puede seguir, pero tiene dolores naturales de la biomaquinaria causados por el uso y desgaste.
El soma y la psiquis discuten sobre qué acción tomar.
El cuerpo, acostumbrado a buscar siempre el límite, encuentra esta vez una necesidad de paz nunca antes suscitada, así declara: “Me es menester en momentos como el presente hacer lo necesario para evolucionar, sin distracciones y con constancia”.
Sin duda era un momento insólito, mal celebrado con una contraposición de argumentos que enfrentaba a los intereses de dominio de la mente y a la sencillez de lo exigido por el cuerpo. El juez Karma falló a favor de la solicitud de paz, cito: “Tratándose esta de una situación peculiar de transiciones múltiples, la petición de aquietamiento integral es válida y rige a partir del día de la fecha”. Por supuesto, nadie sabe cuál es ese día ni la fecha, pero históricamente se firmó un acuerdo en el cuál se exige a la entidad mental el relevamiento de las tropas de ansiedad y pelotones de pensamientos no deseados, por tiempo indefinido. Se añadió una cláusula donde se exige que la intervención de dichas fuerzas coercitivas sea supervisada por toda la cúpula jerárquica, así representantes de todos los sectores pasarían a tener voz y voto en la cuestión. De no ser respetada la cláusula se procedería a prescindir de las fuerzas en discordia.
Dos días después, el cuerpo, armado hasta los dientes, arremetió contra la casa del tercer ojo y tomó el control. La mente, derrocada, fue conminada a ocupar su puesto original, pero de ahora en más, sería bajo la coordinación y supervisión del resto de la ya mencionada cúpula. Le fue ofrecido a la mente —y aceptado a regañadientes— un seminario acerca de las transiciones y las transformaciones, llamado “Aprendiendo a fluir”, idea sugerida por el juez Karma.