Читать книгу Bitácora de una hazaña - Ignacio Ribas Somar - Страница 5
Capítulo 2
ОглавлениеEl carismático señor Dumont se propuso como primer croupier para iniciar la partida de póker, y dado que no hubo objeciones, comenzó el juego.
-Très bien, jugaremos póker al estilo americano de Texas, caballeros, ¿conocen las reglas? –preguntó Antoine. Los presentes conocíamos las reglas por lo que asentimos.
-¿Dónde estará ese condenado mozo? No podemos jugar sin whisky –dijo el señor Williams, era evidente que la paciencia no era una de sus virtudes.
Dado que el club estaba demasiado concurrido, era lógico el que no nos atendieran. Como es mi naturaleza ser servicial, sobre todo cuando siento que tengo una deuda para con aquellos que me invitan a un sitio, decidí resolver el asunto.
-¿Todos desean beber whisky? –dije poniéndome de pie. Todos respondieron afirmativamente y el señor Thomas agregó:
-Que joven tan pragmático y expeditivo. Debemos agradecer su presencia.
-No es nada –respondí ruborizándome y acercándome a la barra.
Solicité una botella de whisky al encargado y seis vasos. Me miró suspicaz, pero preguntó para qué mesa era. Cuando le indiqué que se trataba de la mesa que compartían los señores Smith, Thomas, Dumont y Williams, se apresuró a preparar la bandeja. De seguro dio por sentado que yo debía ser el hijo de alguno de ellos o un acompañante.
-¿Irlandés o escocés? –preguntó mostrándome dos botellas de su mejor whisky. Como ignoraba la preferencia de los caballeros, le pregunté si sería posible llevar ambas a lo que no mostró objeción alguna. Debo confesar mi ignorancia sobre el tema.
Al acercarme nuevamente a la mesa fui recibido con vítores por parte de los comensales.
-Al fin obtenemos algo de beber –dijo el señor Williams -. ¿Para qué ha traído del irlandés? ¿Desea intoxicarnos? –agregó riendo y fue festejado por el señor Smith y su hijo. Charles sólo rió porque su padre lo hizo.
-Lamento disentir con usted, estimado señor Williams –dijo el señor Thomas acudiendo en mi defensa -. Para muchos, el whisky irlandés es superior al escocés, me encuentro entre los que así lo creen.
-Eso es porque usted tiene orígenes irlandeses, su apellido es uno de los más ilustres de Irlanda –respondió el señor Williams en tono irónico haciendo referencia al apellido O´Connor.
-Lamento volver a disentir con usted, caballero. Mi subjetividad no está dada por mis orígenes, en todo caso se la atribuyo a mi memoria. Verán, caballeros, tengo la hipótesis que nuestra memoria se encuentra íntimamente ligada a nuestro gusto y olfato. Como heredé la costumbre de mi padre de beber whisky irlandés, es que lo prefiero sobre el escocés, al que también considero muy bueno.
-Interesante hipótesis, debería usted escribir una teoría al respecto, señor Thomas –dijo el señor Smith padre de forma sarcástica. Su mano derecha y su hijo se lo celebraron riendo.
-A lo mejor algún día lo haga. ¿Alguien va a beber conmigo del irlandés? –preguntó en tono polite el señor Thomas sin asumir que se reían a sus expensas. Ignoro si se dio cuenta y prefirió ignorarlo o no captó la ironía.
-Yo beberé escocés –dijo mi amigo Charles sentado a mi siniestra. A su lado el señor Williams y en la silla contigua, su padre, asintieron.
-Lamento dejarlo solo, mon ami, pero también prefiero un buen escocés –dijo el señor Dumont. El señor Thomas lució desilusionado, mas no dijo nada.
-Yo beberé del irlandés también –dije haciendo acopio de valor. Me daba lo mismo cualquier whisky, prefiero no beber demasiado cuando juego a los naipes, sé por experiencia que el alcohol y las apuestas no van de la mano.
-¡Magnífico! Parece que es usted listo, mi joven amigo. –La sonrisa que me dedicó hizo que mi elección valiera la pena.
Antoine comenzó a mezclar el mazo de naipes, lo hacía de forma grácil y segura. Todas las acciones del caballero parecían dedicadas a seducir a sus espectadores. La forma en que bebía el whisky, fumaba su cigarrillo, repartía las cartas.
Como jugador mi estilo es sencillo pero efectivo, en general. Soy un player conservador que se dedica a estudiar a sus oponentes y aguardar a tener una mano ganadora, o una con pocas chances de perder. Tengo la teoría que, la mayoría de las veces, siempre hay en toda mesa, uno o dos miembros incapaces de descartar sus manos e intento aprovechar esto para abastecerme de sus fichas.
Comenzamos con ciegas pequeñas, cada uno tenía un total de cien libras esterlinas en fichas, una pequeña fortuna para mí. Fue facilitada por el padre de mi amigo Charles. Aunque pensaba devolvérsela al final de la partida, al menos no quería perder demasiado de su dinero.
Suelo no ingresar al juego durante las primeras manos hasta no conocer un poco a mis rivales, salvo que tenga cartas demasiado buenas. Prefiero que mis oponentes no conozcan mi estilo de juego y asuman que no he tenido nada decente. De todas formas si uno se ve favorecido al comienzo, no delata necesariamente mucho de su juego. Así me ocurrió esa noche.
La primera mano reveló un as acompañado por un rey de distintos palos, no deseaba foldear cartas tan tentadoras, así que realicé la apuesta mínima. No tenía una buena posición pero de seguro alguien subiría la apuesta. El señor Williams fue agresivo, algo me decía que tenía una mano similar a la mía, un par o simplemente deseaba hacer un bluff. Esta última maniobra poco recomendable sin conocer a los jugadores.
El señor Smith y su hijo decidieron no pagar la apuesta al igual que el señor Thomas. El señor Dumont y yo pagamos por ver las primeras tres cartas comunitarias. Algo me decía que el señor Dumont era de aquella clase de jugadores a los que les cuesta no pagar las apuestas. También creo que deseaba aprovechar su posición ventajosa.
El flop inicial reveló: un as de corazones, un rey de diamantes y un tres de picas. Era poco probable que alguno de los caballeros tuviera mejor mano que yo con un par doble. Bien podía ser que alguno tuviera una pierna o un proyecto a escalera.
Decidí pasar sin subir la apuesta. El señor Williams volvió a mostrarse agresivo. El señor Dumont y yo volvimos a pagar su apuesta.
La cuarta carta reveló un siete de tréboles. Algo me decía que mi mano continuaba siendo la ganadora. Volví a pasar y el señor Williams volvió a apostar, parecía evidente para mí que él no tenía una gran mano. El señor Dumont decidió arrojar sus cartas con enojo. Creo que apostaba a un proyecto poco probable.
La última carta en darse vuelta fue el as de tréboles, pasé de tener un par doble a tener full house, no había nada que pudiera vencerme, en el peor de los casos, el señor Smith tenía las mismas cartas que yo y nos dividiríamos el botín que ya ascendía a más de treinta libras esterlinas.
Algo me decía que si volvía a pasar, el señor Williams subiría la apuesta, por lo que decidí tocar la mesa tímidamente.
-¿El as le ha hecho replantearse sus apuestas, joven? Este es un juego de hombres –dijo el señor Williams socarronamente y apostó una suma inusitadamente alta. Todo parecía indicar que el caballero estaba faroleando.
Usualmente sólo hubiera pagado, no me parecía atinado dejar sin fichas a la mano derecha del padre de mi amigo, pero como el comentario no me cayó bien, opté por ir all in ante la mirada de asombro de todos los presentes y terror del señor Williams.
El señor Thomas sonrió en silencio. El señor Dumont rió y opinó abiertamente.
-¿Decía que este era un juego de hombres, señor Williams, por qué duda tanto? –Creo que luego del comentario, el señor Williams ya no podía irse atrás.
-Pagaré su resto y agregaré otras cien libras para darle una lección al mozalbete. –Ahora yo debí disimular mi cara de terror. Sabía que lo vencía, mas no tenía otras cien libras. El señor Williams apoyaba un billete en la mesa y algo me decía que si yo no hacía lo mismo la partida no continuaría.
El señor Thomas tomó en silencio del bolsillo de su saco una cartera, sacó un billete de cien libras y lo depositó en la mesa.
-Usted no puede pagar por él –escupió furioso el señor Williams.
-Usted no puede apostarle cien libras a un joven que evidentemente no las tiene, espero le sirva de lección. Sus cartas están pagas, caballero, muéstrelas.
-Da igual, me quedaré con su plata de todas formas. -El señor Williams reveló su par de sietes, tenía full house aunque de menor valor que el mío.
-Señor Alves –me invitó el señor Thomas a mostrar mis cartas.
Al revelarlas, todos se quedaron atónitos. El señor Thomas tomó su billete de la mesa en silencio sin sonreírse siquiera.
-¡Condenado mozalbete! –No reproduciré aquí los improperios que acompañaron a esta declaración del señor Williams.
-Ya, ya, George, no seas mal perdedor, tú te lo buscaste. Al parecer el joven es astuto, o afortunado – intentó calmarlo el señor Smith padre sin enfado -. Por lo que te pago puedes darte el lujo de perder doscientas libras, sé menos impulsivo en el futuro o perderás otras cien. Creo que te toca repartir a ti, Jules.
Aún me temblaban las manos mientras recogía las fichas, el billete y las cartas. El señor Dumont pareció notarlo ya que comenzó a darme una mano con una mirada aprensiva. Charles me palmeó la espalda riendo por lo bajo. Todos deseábamos que pasase el momento tenso que el señor Williams había ocasionado y yo lamentaba ser parte de él.
Mientras mezclaba los naipes, un mozo se acercó con cien libras en fichas para que el señor Williams pudiera seguir participando de la mesa. El billete de cien libras aguardaba en mi bolsillo, luego se lo daría al señor Smith padre para que se lo diera nuevamente al señor Williams. Luego de una mano pasé a ser el jugador con más fichas, tenía más de doscientas libras.
-¿Qué está estudiando, señor Alves? –preguntó el señor Thomas dando por sentado que si era un amigo de Charles debía ir a la university. Creo que su intención era cambiar el clima de la mesa. Como tardé en responder, Charles lo hizo por mí.
-Mi amigo Jules estudia periodismo, aunque desea convertirse en escritor algún día.
-Un joven tan astuto como usted debería estudiar finanzas o algo que sea útil –dijo el padre de mi amigo -. Yo podría darle un puesto en mi compañía cuando finalice sus estudios –agregó mientras miraba sus cartas.
-No considero que informar o la literatura sean algo inútil, señor Smith. Se necesita alguien en verdad inteligente y sensible para poder hacerlo bien. Le sugiero continuar por su camino, caballero –dijo el señor Thomas dirigiéndose primero al señor Smith y luego a mí.
-Simplemente le proponía una buena oportunidad laboral. Mis empleados tienen los mejores salarios de todo Londres.
-Puede sonar tentador a nivel económico, ¿pero que hay de su deseo?
-Es usted un romántico, señor Thomas. No puedo imaginar un mundo en donde las personas sigan sus deseos en lugar de aquello que les reporte mayor beneficio económico.
El señor Thomas decidió no responder el comentario del señor Smith y se limitó a tirar sus cartas sin pagar la apuesta que había realizado el señor Dumont.
Nuevamente me vi favorecido con buenas cartas, parecía estar de buena racha. En esta ocasión tenía un as y un tres en suite. Me limité a pagar la apuesta realizada por Antoine. Charles descartó sus cartas. Su padre pagó la apuesta, y el señor Williams, luego de dudar unos instantes, decidió foldear, al parecer había escarmentado luego de la primera mano.
Di vuelta las cartas comunitarias, salieron un diez de corazones, un ocho de picas y un seis de corazones, lo que me daba un buen proyecto a color.
El señor Smith decidió pasar, mientras que el señor Dumont volvió a subir la apuesta. Opté por pagarla dado que podía darme el lujo de aguardar por el corazón restante que me diera color. El señor Smith prefirió descartar sus cartas.
La cuarta carta reveló el dos de corazones, lo que me daba color máximo, por lo que nuevamente tenía la mejor mano posible. El señor Dumont no subió la apuesta, algo me decía que la tercera carta de corazones le había hecho replantearse su jugada. Como no deseaba quitarle más fichas, también pasé.
Finalmente mostré el river, la reina de diamantes. La carta pareció excitar al señor Dumont que apostó de forma agresiva. Al ver las cartas, supuse que Antoine debía haber conectado algo, podía tener un par doble, una pierna o inclusive una escalera, todas manos inferiores a la mía. De haberse tratado de otro jugador, hubiera aumentado la apuesta, pero dado que se trataba de él, opté por simplemente pagar. La apuesta ascendía a casi treinta libras.
El señor Dumont reveló sus cartas primero, tenía una jota y un nueve de distintos colores, se supuso vencedor con su escalera. Grande fue su desilusión cuando mostré mi juego ganador.
-Parece que estás de suerte, Jules –dijo Charles riendo.
-Es curioso que no volviera a ir all in teniendo las cartas vencedoras –acotó el señor Williams de forma provocativa.
El señor Dumont me alcanzó las fichas guiñándome un ojo. Creo que se sentía agradecido porque no hubiera subido la apuesta, de seguro la hubiera pagado. Todo parecía indicar que Antoine tenía debilidad por el juego.
-Será mejor que seas más precavido, Antoine, recuerda que tu máximo son cien libras –dijo el señor Thomas de forma paternalista. Mi hipótesis no parecía desacertada.
-Pierde cuidado, mon ami –respondió el señor Dumont.
Continuamos jugando en silencio. No ocurrió nada significativo durante algunas manos. En el momento que Charles era croupier por segunda vez, el señor Smith tomó la palabra.
-Antes de que ustedes llegasen discutíamos un tema apasionante, me gustaría conocer su mirada. El señor Thomas afirma que es posible realizar la vuelta al mundo en menos de ochenta días. Por mi parte, afirmo que eso no es posible, conociendo el funcionamiento de los trenes y barcos por estar en el negocio, insisto en que sería imposible una empresa tal, sólo ocurre en las novelas de Verne.
-Lo he calculado basándome en datos certeros de la realidad. De hecho ya se podría haber realizado si una persona hubiera tomado ciertos barcos y trenes, y podría tomar menos de setenta días inclusive –respondió el señor Thomas.
-No existe forma de saber de antemano cuales son los barcos y los trenes que deberían tomarse, caballero. El viaje es factible a nivel teórico, mas no práctico.
-Inténtelo si dice que es posible –dijo el señor Williams en tono provocador.
-En eso le doy la razón al señor Williams –dijo Antoine -, la mejor forma para saber si la empresa es realizable es intentándolo.
-Es usted un hombre práctico, señor Dumont. Típico de los franceses que dieron origen a la corriente del positivismo –acotó el señor Smith.
-Pues tal vez lo intente –sentenció el señor Thomas.
-Pues hagámoslo interesante –propuso el señor Smith -. Si usted logra dar la vuelta al mundo en menos de ochenta días, yo cubriré todos los gastos que haya tenido durante el viaje. Es más, le daré el doble del total como premio por su proeza.
-Oh, señor Smith, no lo haría por el dinero, sólo lo haría para sentar un precedente y dejar una huella en la Historia.
-Un momento, ¿y qué ocurriría si no lograse realizar la empresa? –preguntó el señor Dumont.
-Pues lo justo sería entonces que el señor Thomas se hiciera cargo de todos los gastos y le diera luego una suma similar al señor Smith –respondió el señor Williams socarronamente.
-¿Es una apuesta? –preguntó Antoine excitado.
-¿No tienen suficiente apuestas aquí, caballeros? –preguntó de forma retórica el señor Thomas poniendo más fichas en el centro de la mesa.
-Es evidente que nuestro buen amigo Garret desea evitar que se haga una apuesta formal, sería poco probable que lograse su cometido –sentenció el señor Williams pagando las fichas y subiendo el monto.
Decidí foldear mis cartas al igual que Charles y Antoine, sólo quedaron en la mesa los señores Smith, Williams y Thomas. La suma total ascendía ya a cincuenta libras y sólo se habían mostrado tres naipes: el rey, la reina y el diez de diamantes. Todo parecía indicar que los tres jugadores habían conectado buenos juegos ya que ninguno parecía dispuesto a ceder en la puja.
Con respecto a la discusión sobre la vuelta al mundo decidí no opinar, aunque, por lo poco que conocía al señor Thomas, algo me decía que si alguien podía realizar tal hazaña, sería él. Lo que el señor Dumont proponía me sonaba lógico, la única forma de saberlo con certeza, era intentándolo.
Mi amigo Charles tampoco había opinado al respecto, pero algo me decía que sería de la misma opinión que su padre. Debo confesar que mi amigo es de aquella clase de jóvenes que sólo buscan la aprobación paterna. Existen otros que sólo discuten con ellos. Yo me considero en un lugar intermedio, pero al vivir lejos de mi padre, es algo que no me preocupa desde hace mucho tiempo.
La cuarta carta reveló el as de tréboles y las apuestas fueron aún más agresivas, había una pequeña fortuna en la mesa. Los tres parecían estar extremadamente tranquilos, mi impresión era que todos suponían tener la mano ganadora, lo cual no era posible. Yo presumía que debía haber una escalera, posiblemente un color, y por qué no un full house.
El river reveló un cuatro de picas, pero eso no detuvo la lluvia de fichas al centro. De seguro ya todos habían conectado buenos juegos hacia la cuarta carta.
El señor Williams fue el primero en ir all in, debía querer recuperar algo de lo perdido contra mí. El señor Thomas tomó sus fichas listo para pagar sin dudar ni un instante, pero antes debía hacer su jugada el señor Smith.
-Hagámoslo un poco más interesante, pagaré mi resto y sumaré a la mesa otra apuesta. Si yo gano, el señor Thomas deberá aceptar mi reto de intentar dar la vuelta al mundo en menos de ochenta días, de lo contrario, no volveré a sacar el tema y asumiré que es posible realizarse lo que propone.
-Aunque ganase la puja, usted no cambiaría su forma de pensar. La única forma para que eso ocurra sería si efectivamente lograse hacerlo.
-¿Eso significa que no? –preguntó el señor Williams de forma provocativa.
-Acepto su desafío, señor Smith.
-¿Lo hará si yo gano la mano? –preguntó el señor Williams.
-Sí –sentenció el señor Thomas de forma lacónica.
-Pues mucho lo lamento entonces, señores, pues tengo color al rey –dijo el señor Williams dando vuelta un siete y un ocho de diamantes.
-Es una buena mano, mi amigo, pero no tan buena como la mía –dijo el señor Smith revelando un par de reyes que le daban un full house y sonriendo.
-¡Condenado seas! –dijo el señor Williams sin enfado -. ¿Preparamos sus maletas, señor Thomas?
-Sí, he decidido que haré el viaje –Se tomó una pausa antes de continuar -, en vista que acabo de ganar una pequeña fortuna en las cartas y creo que he conseguido a buenos hombres para que me acompañen en la empresa. -¿Nos miró a mí y al señor Dumont al decir esto, o así quise creerlo yo?
El señor Thomas reveló un as y una jota de diamantes que le daban el juego máximo, escalera real.