Читать книгу Bitácora de una hazaña - Ignacio Ribas Somar - Страница 6
Capítulo 3
ОглавлениеEl resto de la noche transcurrió sin otros sobresaltos. Los mayores ganadores a nivel económico fuimos el señor Thomas y yo, ambos nos hicimos de una pequeña fortuna. Los grandes perdedores fueron el señor Williams y el señor Dumont. Si bien el señor Smith había perdido una buena suma contra el señor Thomas, luego logró recuperar la mayoría y quedar, al igual que su hijo, sin grandes pérdidas ni ganancias.
Al margen de lo económico, todo parecía indicar que el perdedor de la noche había sido el señor Smith, por la apuesta ligada a la vuelta al mundo. Aunque se lo veía muy tranquilo, como si tuviera la certeza que el señor Thomas fracasaría en su empresa.
Por su parte, el señor Thomas también lucía tranquilo, aunque algo me decía que no era un hombre fácil de alterar. Parecía no importarle ganar o perder la apuesta, la aventura en sí sería premio suficiente. Lo importante de la cuestión no era el dinero, ambos podían darse el lujo de pagarlo, sino el orgullo.
-Creo que deberíamos sentar las bases formales de la apuesta realizada –propuso el señor Smith.
-No podría estar más de acuerdo con usted. Creo que necesitaré una semana para estar listo antes de partir –respondió el señor Thomas.
-En una semana estaré en París por negocios –sentenció el señor Smith.
-Podríamos hacer que ese sea el lugar de partida. El punto de retorno puede ser la misma ciudad o Londres, ¿qué opinan? –propuso el señor Dumont.
-Deberían tomar dos sitios icónicos para darle mayor dramatismo al evento. Podría ser desde la torre de los 300 metros construida por Eiffel hasta el Big Ben –sugirió Charles.
-Si así lo hiciéramos debería viajar hacia el oeste y pensaba realizar el viaje hacia el oriente –dijo el señor Thomas.
-Le daré ese pequeño margen a su favor, señor Thomas. Si está de acuerdo propongo que nos encontremos precisamente en una semana en la Torre Eiffel, ¿a las doce del mediodía del próximo viernes le parece bien? Desde allí usted tendrá ochenta días para arribar al Big Ben yendo hacia el este –dijo el señor Smith.
-Pues me parece bien, ¿los aquí presentes estarán ese día para oficiar como jueces?
-¡París, magnifique! Mi ciudad natal. Yo acompañaré a mon ami, si no hay objeciones –dijo el señor Dumont.
-Ninguna objeción de mi parte. El señor Williams me acompañará en el viaje al igual que mi hijo, será una buena experiencia para ti. El señor Alves es bienvenido si lo desea para oficiar de juez también –dijo el señor Smith mirándonos a Charles y a mí.
-¡Estupendo! Seremos testigos de un momento único –dijo Charles.
-Deberíamos estudiar para nuestros exámenes y entregas, Charles. –No quería perderme un momento así, pero la voz de la razón me obligaba a tener ciertas renuencias.
-No seas aguafiestas, Jules.
-Estoy seguro que pueden solicitar una prórroga en sus estudios, sólo tomaría unos pocos días el viaje –dijo el padre de mi amigo.
-Así lo haremos, ¿verdad, Jules? –No podía negarme a una oportunidad como esta. Nunca había estado en París.
-Sí, creo que podríamos solicitar una prórroga en la universidad llegado el caso. –En mi fuero interno hacía cálculos para ver si podría presentar los trabajos antes de partir o a mi retorno.
Acordados los términos de la apuesta y dado que ya era tarde, se decidió dar por finalizada la velada. A esa altura de la noche quedábamos pocos caballeros en el Gentleman´s club.
El señor Smith insistió en invitarnos la bebida a todos, tenía una cuenta en el club que solía pagar todos los meses. No hubo forma de convencer al señor Thomas que pagó por la botella de whisky que bebimos él y yo. Para ser honesto, ni siquiera bebimos la mitad de ella en el transcurso de la noche, mientras que el resto de los caballeros habían bebido dos de whisky y una de champagne, esta última antes de nuestro arribo con Charles.
Nos estábamos abrigando y preparando para enfrentar la noche, cuando el señor Thomas se acercó sigilosamente hasta mí.
-Señor Alves, ¿hasta cuando piensa quedarse en Londres?
-Pues lo más probable es que el domingo o el lunes a primera hora retornemos a Oxford con Charles. –No había reparado en la vuelta hasta entonces. Ahora debía preocuparme por nuestro retorno y un nuevo viaje a París.
-Le pido que venga a visitarme antes de marcharse, por favor, me gustaría tener unas palabras con usted. Tome esto como un obsequio. –Hice un ademán para rechazar lo que sin lugar a dudas era el resto de la botella de whisky irlandés dentro de su caja, pero él se me anticipó -. Insisto en que lo tome y no aceptaré una negativa de su parte.
-Muchas gracias, caballero. Ha sido un placer conocerlo.
-El placer ha sido de ambos –sentenció.
El señor Thomas y el señor Dumont se despidieron y se marcharon en la misma dirección. Luego de que se retirasen, partimos los cuatro hasta el carruaje del señor Smith, dejaríamos al señor Williams de camino y luego iríamos a la casa de la familia Smith para hospedarnos allí.
-¿Qué quería el señor Thomas contigo? –preguntó Charles.
-Obsequiarme la botella de whisky que no terminamos hoy.
-Has estado de buena suerte, hiciste una pequeña fortuna y tienes una botella casi completa de un whisky exquisito. No será escocés pero la botella no es precisamente barata –dijo riendo. Eso me hizo recordar que debía devolver el dinero obtenido durante la noche.
Subimos los cuatro en el carruaje que un mozo había traído diligentemente. Yo subí último y pude ver al señor Thomas a punto de ingresar a un carruaje con el señor Dumont. Garret me saludó a la distancia y pareció recordarme su amable invitación. En ese momento tomé conciencia que no me había dado su dirección. ¿Sería descortés pedírselo al señor Smith? Mañana resolvería el asunto, era tarde y deseaba dormir.
Una vez en el interior del carruaje nos dirigimos hacia el hogar del señor Williams, era una pequeña mansión ubicada en un buen barrio de Londres a corta distancia de la casa de los Smith, quedaba de camino.
El señor Williams vivía allí con su esposa y sus dos hijos. Dos pequeñines malcriados de seis y ocho años, o al menos eso me había contado en una ocasión Lizbeth entre risas. El señor Williams se veía notoriamente afectado por el whisky.
-Has hecho un buen negocio hoy, Henry. Ganarás una pequeña fortuna en poco más de ochenta días. ¿Cuánto crees que se demore el señor Thomas en realizar la vuelta al mundo?
-Me aseguraré que le tome más de ochenta días, George. Encuéntrame mañana a las ocho en el club, tengo algunos asuntos que discutir contigo. –Hubo algo que me dio mala espina en la declaración del señor Smith. ¿A qué se refería con que se aseguraría que el viaje le tomase más de ochenta días?
-Quizás el señor Thomas lo logre –dije sin pensarlo demasiado. Charles rió.
-Te has dejado engatusar por un delirante, mi buen amigo Jules. Es evidente que no puede realizarse una hazaña así.
-Tu amigo no dice necedades, Charles. El señor Thomas bien podría conseguir su cometido si organiza bien su itinerario y no sufre grandes percances en su trayecto –dijo el señor Smith.
-Pero pensé que no podía realizarse, padre –respondió Charles atónito.
-Es difícil, mas no imposible. Ya me ocuparé mejor del asunto.
Algo me dio la pauta que el señor Smith no quería seguir hablando del tema.
En instantes, arribamos a la mansión del señor Williams. El hombre se estaba quedando dormido. Se apeó del carruaje con cierta dificultad y se despidió entre hipidos. El señor Smith decidió acompañarlo para ayudarle a abrir la puerta de su hogar.
-¿Qué crees que quiso decir tu padre, Charles? –me animé a preguntar.
-No le des mucha importancia. Será mejor que preparemos todo para partir a París.
-Deberíamos ir a Oxford primero para solicitar prórrogas y avisar a los profesores de nuestra ausencia.
En ese momento ingresó al carruaje el señor Smith y ordenó al conductor que continuase. Allí recordé el dinero que le debía.
-Señor Smith, permítame devolverle el dinero que hoy obtuve en el póker, por favor.
-De ninguna manera, Jules, vas a necesitarlo para nuestro viaje a París. O guárdatelo para tus estudios. George necesita medir su impulsividad y ganaste hasta la última libra en buena ley.
-Muchas gracias. –No me sentía del todo cómodo con la situación, pero decidí que luego intentaría dárselo a Charles.
Finalmente arribamos a la mansión de los Smith. Ya era pasada la media noche, perdí la noción del tiempo. De seguro Mary y Lizbeth debían estar durmiendo.
Ingresamos y un sirviente nos recibió, su nombre era Reginald, estaba trabajando para la familia desde hacía años, era oriundo de la ciudad de Edimburgo.
-¿Puedo ofrecerles algo de comer, caballeros?
-Prepara algo para los jóvenes y llévame algo a mi recámara, hoy dormiré solo, no deseo despertar a mi esposa –dijo el señor Smith. Algo me decía que debía ser frecuente que no durmieran juntos.
-Ya hay emparedados en la cocina, Margareth los servirá. Yo le llevaré algunos a su habitación, señor –respondió Reginald.
Charles me acompañó primero a la habitación de huéspedes ubicada en la planta baja. Él tenía su habitación en la planta alta junto a sus padres y su hermana.
-No puedo más del sueño, amigo, y no tengo apetito, ¿te molesta si no te acompaño a comer?
-Descuida, yo me las apañaré solo. Déjame darte el dinero que obtuve hoy.
-No seas ridículo, Jules. Como dijo mi padre, lo ganaste en buena ley. Mañana o pasado quizás volvamos a jugar y lo necesitarás, y sino lo utilizarás en París. Buenas noches.
Luego de despedirnos me dirigí hacia la cocina. Aún tenía en la mano el obsequio que Garret me había hecho. Allí me aguardaba Margareth con té y una bandeja con emparedados.
-¿Se le ofrece algo más, joven Jules? –Si bien su trato era amable conmigo, siempre era formal.
-Descuida, Margareth, yo me arreglaré. Es tarde, será mejor que vayas a dormir, ya has hecho suficiente. Gracias.
-Es un placer –se despidió sonriéndome.
Comencé a comer y beber té en silencio. Me hacía falta para bajar el whisky. No habíamos comido nada en el Gentleman´s club por lo que me sentía hambriento. Considero mejor ir a dormir con algo en el estómago y té antes que alcohol, así me levanto mejor por la mañana.
Sentía curiosidad por abrir el paquete en donde estaba el whisky para mirar mejor la botella, cuando un sonido llamó mi atención. Alguien ingresó en la cocina por la puerta que daba hacia las habitaciones de la planta alta.
-Lizbeth, ¿qué haces aquí? –dije sorprendido. La hermana de mi amigo estaba en camisón sonriendo.
-Escuché ruidos y espié a mi padre y a mi hermano, así que supuse que te encontraría aquí.
-No deberías haber venido, si alguien te ve sería un problema.
-Nadie lo hará. Los criados ya no vendrán a la cocina. Mi padre no sale de su habitación una vez que ingresa, y mi hermano tiene el sueño pesado, descuida. ¿Cómo les fue en el club? –Pensé en insistirle con que se marchara, pero para ser honesto, anhelaba su compañía.
-A mí me fue muy bien, gané una pequeña fortuna en el póker y he conocido a dos de las personas más interesantes de mi corta vida. Tu padre y tu hermano no perdieron ni ganaron demasiado. La mano derecha de tu padre perdió mucho.
-No me sorprende del señor Williams. He escuchado a mi padre decir que no puede ir más de una vez por semana con él, de hacerlo, el señor Williams terminaría en la calle –dijo Lizbeth riendo y generando una carcajada en mí que tuve que acallar para no despertar a nadie.
-Al parecer no ha sido mi astucia lo que me dio una pequeña fortuna entonces.
-¿A quienes conociste hoy? Me has generado intriga.
-Al señor Antoine Remi Dumont y al señor Garret J. Thomas O´Connor. ¿Los conoces?
-Creo haber escuchado a mi padre mencionarlos en alguna ocasión, pero no he tenido la suerte. ¿Qué es esto? –preguntó tomando el paquete con la botella de whisky.
-Un obsequio del señor Thomas –respondí mientras tomaba otro emparedado y le ofrecía la bandeja a Liz. Ella tomó uno, le dio un mordisco y volvió a depositarlo con gracia. Me encantaba la forma en que hacía todo.
-Hay una nota aquí, ¿la habías visto?
-No. –Como no había abierto el paquete no lo había notado.
-Leámosla –dijo acercándose aún más a mí y comenzando a leer en voz alta.
Estimado Sr. Julio Alves Leone,
Le invito formalmente, mañana viernes, a tomar el té a las cinco en punto en mi humilde hogar. Le ruego puntualidad y discreción.
Sin otro particular, Sr. Garret J. Thomas O´Connor
Al finalizar estaba su dirección. No pude evitar sentirme especial ante una invitación tan formal. Una pregunta se gestó en mi interior en ese momento: ¿qué podía querer el señor Thomas conmigo?
-No es lejos de aquí, iré contigo, Jules. Podría decir que me acompañarás al mercado a comprar algo, así iríamos en carruaje. –No me parecía una buena idea, pero sonaba demasiado bueno para rechazarlo.
-No lo sé. Si tu padre o tu hermano se enteran sería un problema. ¿Y qué ocurriría si alguien desea venir con nosotros?
-Mi padre no va de compras y mi hermano odia ir al mercado conmigo, no recuerdo la última vez que lo hizo. Confía en mí, yo me haré cargo. Además, el señor Thomas pide discreción, necesitas una excusa para ausentarte unas horas. Sin mí no tienes otra alternativa más que decir la verdad. –Su razonamiento sonaba correcto.
-Quizás no debería acudir a la cita.
-No seas ridículo, tu mismo has dicho que ha sido una de las personas más interesantes que has conocido en tu vida. Siento intriga por conocerlo. No discutiremos más el tema, es tarde y debes descansar, mañana almorzaremos en familia –sentenció Liz dándole un último bocado a su emparedado, guiñándome un ojo y poniéndose en pie para marcharse.
-Buenas noches, Lizbeth, hasta mañana.
Me descuidé un instante tomando la tetera para servirme otra taza de té, Liz me había robado varios sorbos, cuando noté que ella se acercaba a mí, veloz y sigilosa. Me dio un beso en la mejilla y se marchó deseándome dulces sueños. Me sonrojé y no atiné a decir palabra.
¿Por qué debía ser tan seductora conmigo? ¿Sentía algo por mí acaso, o sólo quería provocarme? ¿Su familia consentiría una unión entre ella y yo? A pesar de no considerarme un mal partido, la fortuna de mi familia no puede siquiera competir con la de los Smith, estamos en categorías muy distintas. Salvo que aceptase un puesto en su empresa y poco a poco demostrase mi valor. Preferí dejar el asunto para otro momento.