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Capítulo 4

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Al día siguiente amanecí tarde, pasando las diez de la mañana. Suelo despertarme temprano pero debía encontrarme cansado por tantas emociones. Además la cama era extremadamente cómoda, más que las que tenemos en las dependencias de Oxford, que aun siendo muy buenas, no pueden competir con una cama como la de la habitación de huéspedes de los Smith sin lugar a dudas.

Me levanté con la intención de comer algo, aunque sabía que estaba más cercano el almuerzo que el desayuno. Me puse algo cómodo pero adecuado para salir con rumbo al comedor. Me parecía de buena educación pasar primero por allí antes de ir a la cocina. Si había alguien, sería de buen invitado saludar y dialogar un poco.

Al llegar al comedor, pude ver en el living continuo a la señora Smith junto a su hija bordando frente al hogar en sillones que lucían por demás confortables. Me acerqué sonriendo en silencio.

-¡Al fin despiertas! –dijo Liz recibiéndome.

-¿Cómo has dormido, Jules? –preguntó Mary.

-Muy bien, la cama es muy cómoda y la habitación espaciosa y muy bien decorada.

-Me alegro, yo misma la decoré –dijo Mary sonriéndome.

-¡Que halagüeño! Debes conquistar a todas las mujeres siendo tan caballero, Jules –dijo Liz entre risas.

-Debes estar hambriento, querido, ya mismo le pediré a Margareth que te traiga algo para comer y nos prepare más té, éste ya se ha enfriado –dijo señalando una bandeja con todos los utensilios para tomar esta infusión que había en una pequeña mesa en el salón.

-Ven a sentarte aquí, Jules –agregó Liz.

Agradecí a ambas y me acerqué hasta el sofá al que Liz me había invitado, cerca de ella.

Mary hizo sonar una campana para llamar a Margareth. Instantes después la mujer arribó y en menos de un santiamén ya estaba de vuelta con una nueva tetera y pan con mantequilla y mermelada para mí. Le agradecí e intenté disimular mi apetito comiendo despacio, me sentía famélico.

-No te llenes demasiado, Jules, no falta mucho para el almuerzo y habrá sabrosos manjares –dijo Liz guiñándome un ojo. Al parecer no había podido disimularle bien mi hambre.

-¿Cómo les fue ayer en el club? –preguntó Mary sin sacar los ojos de sus bordados en tono polite. Como tenía la boca llena de comida, Liz respondió por mí.

-A Jules le fue de maravilla, ganó una pequeña fortuna y conoció a dos caballeros muy interesantes, uno le regaló una botella de whisky inclusive.

-Has estado de buena suerte al parecer. Cuéntame más acerca de estos caballeros, por favor. –Estaba por volver a responder, pero nuevamente Liz se me anticipó.

-El señor Dumont y el señor Thomas O´Connor, ¿los conoces?

-Sí, he tenido la suerte de conocer a ambos. Antoine Dumont es un caballero francés adinerado que vive en Londres desde hace varias temporadas. Ha venido por negocios a la ciudad y algo me dice que huyendo de alguna indiscreción de su París natal. Tiene fama de intentar, y en muchos casos lograr, seducir a las mujeres solteras y viudas más codiciadas. –Sonaba a una buena descripción de Antoine.

-¿Qué edad tiene? –preguntó Liz.

-No alcanza los treinta años aún. Ya debería comenzar a sentar cabeza, aunque no se lo ve con muchas ganas –dijo Mary riendo.

-No le fue muy bien ayer con los naipes –dije entre bocados. Me parecía de mala educación no participar de la conversación.

-Según me han dicho, es frecuente que no le vaya muy bien. No me sorprendería que tenga deudas en París por el juego. En cuanto al señor Garret Thomas, la historia es muy distinta. Es un caballero que no suele jugar en demasía y difícilmente pierde. Ha heredado una cuantiosa fortuna y aún recibe rentas importantes por alquileres y distintas inversiones. Podría pasar el resto de su vida sin trabajar si lo deseara. –En ese momento reparé en que no sabía a qué se dedicaba.

-¿Trabaja de algo? –pregunté.

-Administra sus inversiones, pero tengo entendido que dedica la mayoría de su tiempo a la lectura y el estudio de distintas disciplinas. Estudió durante muchos años en Oxford y se le ofrecieron puestos como profesor que rechazó. Podría decirse que es un hombre excéntrico y extravagante, aunque muy astuto y culto. –También parecía una buena descripción del señor Thomas.

-Invitó a Jules a su casa a tomar el té, voy a acompañarlo –dijo Lizbeth sin reparos. Intenté disimular mi cara de terror.

-Será mejor que no le digas a tu padre ni a tu hermano –respondió Mary. Casi derramo el té ante su declaración.

-Lo sé. Les diremos que Jules me acompañará a hacer compras. –En ese momento ingresó Charles en la recámara.

-Buenos días, madre, Liz, Jules. ¿Escuché que irán de compras acaso? –Al parecer sólo había escuchado la última palabra de su hermana.

-Así es, ¿quieres acompañarnos al mercado por la tarde? –preguntó Liz cordialmente. Me costaba disimular, no podía evitar sentir que engañaba a mi amigo.

-Por mucho que me encantaría, sigo cansado y a la noche seguro vayamos al club nuevamente. ¿Lograste convencer a Jules? –preguntó mirándome, por suerte tenía la boca llena y no pude responder.

-Claro, él me acompañará porque es un caballero, deberías aprender algo de él.

-Pobre, te compadezco, amigo. ¿Falta mucho para el almuerzo?

-Si tienes hambre toma un poco de pan con mantequilla y mermelada –dijo Mary sin sacar la vista de sus bordados.

-¡Estupendo, estoy famélico!

Compartimos unos panecillos con mi amigo mientras continuábamos hablando trivialmente con su madre y su hermana. Me costó reponerme, temí que Charles hubiera escuchado a donde iríamos en verdad con su hermana por la tarde, pero todo parecía indicar que no lo había hecho.

Luego de comer unos panecillos, Charles sacó unos cigarrillos y me convidó uno. Fumamos algunos mientras continuaba la plática.

Hacia el mediodía apareció el señor Smith y su esposa dio la orden para que prepararan la mesa para el almuerzo.

En unos pocos minutos todo estuvo listo para comer. El olor se me hacía agua a la boca. Había sopa, pavo, panecillos recién horneados, salsas, puré de papas y verduras. Todo lucía delicioso. Había vino rojo y agua para beber.

-Es un vino francés añejado durante varios años, espero lo disfruten –dijo el señor Smith para Charles y para mí.

-No era necesario, muchas gracias –respondí tímidamente.

-¿Puedo beber? –preguntó Liz. Su madre pareció amonestarla con la mirada.

-Con moderación, es una ocasión especial, pero no abuses. No es de buen gusto que una dama beba demasiado –respondió su padre.

Comimos mientras platicábamos de temas triviales, deseaba que no volviera a salir el señor Thomas en la conversación, me hubiera costado disimular.

-¿Iremos al club esta noche, padre? –preguntó Charles en un momento.

-Por supuesto, ¿para qué vinieron aquí sino?

-Jules acompañará a Lizbeth a hacer unas compras por la tarde –dijo Mary intentando sonar casual.

-Es muy amable de su parte, joven Alves. Espero no se aburra demasiado y llegue puntual al club, nos reuniremos a las nueve en punto –dijo el señor Smith dedicándome una mirada seria. Parecía querer advertirme que me comportara como un caballero con su hija, o al menos eso creí leer yo.

-Jules llegará puntual –respondió Liz.

-Creí que le dijiste al señor Williams que nos juntaríamos a las ocho –dijo Charles.

-Yo iré más temprano para hablar con él, negocios. Cuando ustedes lleguen comenzaremos a jugar póker.

Algo me decía que sus “negocios” eran sabotear el proyecto del señor Thomas. ¿Sería prudente contarle esto a Garret en nuestro encuentro? Me era difícil no sentir que traicionaba a los Smith que eran mis anfitriones. Por algún motivo quería que el señor Thomas lograse su hazaña, o al menos fracasase en buena ley y no por un boicot.

Al finalizar el almuerzo nos dirigimos al salón principal para hacer la sobremesa al calor del hogar mientras fumábamos unos cigarrillos con Charles y comíamos panecillos dulces. El señor Smith se retiró a sus aposentos a ocuparse de sus negocios y descansar.

Luego del segundo cigarrillo me quedé dormido en el sofá. Lizbeth y Mary bordaban en silencio y dialogaban en voz baja. La conversación se me fue haciendo distante y en algún momento sucumbí al sueño. Había comido de forma abundante y junto con el vino fue una combinación demasiado somnolienta.

Pasados las cuatro de la tarde, Lizbeth me despertó con ternura. Lucía despampanante en su vestido y arreglada para nuestra cita con el señor Thomas.

-Jules, debemos partir pronto si queremos llegar a horario.

-Claro, me iré a cambiar, estaré listo en unos minutos –respondí más dormido que despierto.

En algún momento, Charles y Mary debieron abandonar la sala ya que estaba desierta. Aún quedaban algunos leños en el hogar. Se estaba bien allí, cálido, hubiera deseado seguir durmiendo, pero la curiosidad me invadía.

Me puse el traje que Charles había comprado para mí el día anterior que era el más elegante que poseía. Me peiné, lavé el rostro y preparé para partir.

Bajé nuevamente y allí me aguardaba Liz ansiosa.

-Luces muy hermosa, Liz –dije haciendo acopio de valor.

-Muchas gracias, tú también luces muy guapo –respondió sonrojándose.

El carruaje estaba listo aguardándonos para partir. La ayudé a subir e ingresé después. Había unos paquetes en el asiento que daba la espalda al conductor por lo que tuve que sentarme al lado de Lizbeth.

-¿Qué son esos paquetes? –pregunté.

-Nuestra coartada. Si preguntan, compré unas cachemiras, un vestido y unos collares en el mercado. –Liz era astuta, de alguna forma había planeado todo mejor que yo.

-¿De dónde lo sacaste?

-Envié a Margareth al mercado hoy más temprano y le rogué discreción, quédate tranquilo, podemos confiar en ella.

Tenía ciertos reparos, pero no me quedaba otro remedio que confiar en Liz y su criterio. Nos pusimos en camino a la casa del señor Thomas. Comenzó a llover, típica llovizna londinense, tenue y fría. Durante el viaje, Liz se acercó a mí y cuando el carruaje hizo un movimiento brusco me tomó del brazo y no me soltó. Su aroma me embriagaba. Sólo pude mirarla y sonreírle. Me pareció notar cierto rubor en sus mejillas.

En menos de media hora arribamos a nuestro destino. Como Liz había afirmado, la casa del señor Thomas no se encontraba lejos. Estaba ubicada en un hermoso barrio residencial de Londres, tranquilo y con pocas casas. La suya era en verdad exuberante. Era una mansión tan grande como la de los Smith, con un increíble jardín muy bien cuidado, con fuentes, estatuas, árboles y arbustos podados con bellas figuras.

-Es una casa despampanante, ¿vivirá solo el señor Thomas? –preguntó Lizbeth. No tenía respuesta.

-Lo ignoró, algo me dice que sí.

Al llegar, un sirviente nos recibió en la entrada y nos abrió la puerta del carruaje. Me bajé primero y ayudé a Liz a apearse. El carruaje nos aguardaría allí. De seguro le darían algo de comer y beber al mozo que nos había llevado. Su nombre era Robert y según Liz, también era discreto. Mi temor era que su padre indagase acerca de nuestro destino y el mozo le contara la verdad. Decidí apartar esos pensamientos de mi mente.

-El señor Thomas los aguarda –dijo el sirviente que nos recibió.

-Gracias –respondí ingresando a su mansión.

El sirviente nos escoltó hasta el salón en donde Garret nos esperaba, no estaba solo, se encontraba en compañía del señor Dumont. El salón era grande y estaba decorado exquisitamente. Había retratos, bustos, pinturas, una enorme mesa de la más fina madera, sillas y sillones. Una mesa más pequeña con todo listo para tomar el té, panecillos, scones y pastel. Al parecer el señor Thomas no había escatimado en la preparación de la merienda.

Un lujoso reloj de pie dio las cinco de la tarde con cinco potentes campanadas.

-Justo a tiempo, me encanta la puntualidad. No esperaba otra cosa de usted, señor Alves –dijo el señor Thomas mientras se ponía de pie para recibirnos.

El señor Dumont también se puso de pie para saludarnos. La mirada de ambos caballeros fue rápidamente hacia mi acompañante.

-Veo que se encuentra muy bien acompañado, joven Jules –dijo Antoine tomando la mano de Lizbeth para besarla. No me gustó la forma en que lo dijo, parecía estar intentando seducirla.

-Es cierto, es una joven muy guapa y algo me dice que muy astuta. Encantado, Garret John Thomas O´Connor. –El saludo del señor Thomas parecía dejar sentado que la señorita bien podía ser mi prometida.

-Lizbeth Smith, mucho gusto.

-Enchanté, madame, el gusto es todo nuestro –dijo Antoine.

Liz pareció sonrojarse ante las palabras del señor Dumont. Estrechó la mano de Garret y permitió que Antoine hiciera ademán de besar la suya. Ella tenía guantes y el beso no era real, pero aun así no pude evitar sentir celos.

-Antoine, guarda algo de tu encanto para otras damas –reprimió Garret a su amigo.

-Compris, no se diga más –respondió Antoine guiñándome un ojo con complicidad, dando por sentado que Liz no sería objeto de sus galanterías. Me era imposible estar enfadado con él, ya había logrado conquistarme casi tanto como el señor Thomas.

-Jules no exageró cuando me dijo que eran ustedes dos caballeros muy interesantes y bien educados.

-El señor Alves es muy generoso, y él mismo es un caballero muy interesante a pesar de su corta edad. No quiero imaginar en el hombre que se convertirá en unos años cuando tenga más experiencia y mundo.

-Debo darle la razón, señor Thomas –dijo Liz. Me sonrojé de recibir tantos halagos de personas a las que admiraba y por las que sentía emociones fuertes.

-Por favor, póngase cómodos, todo está listo para que tomemos el té –invitó el señor Thomas y tomamos asiento.

Había tres sillones dispuestos para el encuentro, no había forma que el señor Thomas supiera que iría acompañado. El sirviente acercó un cuarto sillón.

-Gracias, Edward, con eso será suficiente, si necesitamos algo te lo haré saber –dijo Garret en tono polite invitándolo a marcharse.

-Sí, señor –respondió Edward realizando una reverencia.

El señor Thomas dispuso un asiento a su derecha e invitó a Lizbeth a sentarse allí. Antoine quedaba a su izquierda, en frente y yo quedaba en el otro extremo, entre Antoine y Liz. Ignoro si la intención de Garret fue alejar a Liz de Antoine pero se lo agradecí internamente.

Garret sirvió cuatro tazas de té, me sorprendió que lo hiciera él y no su mayordomo. Había algo en el acto que denotaba humildad y respeto por sus agasajados. Nos preguntó si deseábamos leche, crema, limón o azúcar. Lizbeth tomaba su té con azúcar y crema, amaba las cosas dulces. Yo decidí beber el mío con limón y sólo un poco de azúcar. Antoine se preparó su té con leche y sin azúcar, mientras que Garret se hizo el suyo idéntico al mío.

-Por lo visto tenemos gustos similares, señor Alves. Muy bien, vayamos al grano, se preguntará el motivo por el que lo he citado hoy aquí. Prefiero ir al punto sin rodeos –comenzó el señor Thomas.

-¿No deberíamos primero dialogar sobre otros asuntos? –preguntó Antoine. El caballero parecía tener ciertos reparos. ¿Sería por mí o por Lizbeth?

-Tranquilo, Antoine, sé que podemos confiar en la discreción de estos dos jóvenes.

-No diremos nada sobre este encuentro, de hecho mi familia piensa que estamos en el mercado –dijo Liz. Garret le dedicó una sonrisa aprensiva.

-Han corrido un gran riesgo entonces al venir aquí. Les agradezco y me siento en deuda para con ustedes. Veo que mi intuición no me ha engañado con respecto a usted, señor Alves. –Volví a sonrojarme.

-Trés bien, no pretendía sonar suspicaz, sólo velo por los intereses de mi amigo. –Se notaba que Antoine sentía un aprecio genuino por Garret. ¿Cómo se habría gestado su amistad? Eran dos hombres en verdad disímiles.

-Pues bien, retomemos el motivo que nos convoca. Lo he invitado para hacerle una propuesta laboral, señor Alves. –Su declaración me tomó por sorpresa. Era un hombre en verdad práctico sin lugar a dudas.

-¿Una propuesta laboral?

-Así es. Como usted sabrá de nuestro encuentro anoche en el Gentleman´s club, pronto partiremos a París para intentar dar la vuelta al mundo en menos de ochenta días. Antoine aceptó acompañarme y ayudarme con esta empresa. Desearía que usted nos acompañase en calidad de periodista para dejar un registro escrito de todo lo que ocurra. Como no deseo viajar con sirviente, también le asignaría las tareas de llevar el equipaje, sacar pasajes, ir a las estaciones y puertos antes de partir para hacer un reconocimiento y cualquier otra tarea que considere pertinente. Será un trabajo duro pero le aseguró que será bien remunerado y le dejará una experiencia invaluable para su porvenir. –La propuesta me tomó por sorpresa.

-Me halaga con su propuesta, señor Thomas, pero siento que sería una carga para usted. No considero tener las herramientas ni los conocimientos suficientes para ser de ayuda. Sin mencionar mis estudios en la universidad.

-Me gusta su humildad, debería tener más confianza en sí mismo, señor Alves. Puedo ver que es usted un joven responsable e inteligente, sé que estará a la altura de las circunstancias. Con respecto a la universidad, seguirá allí a su retorno, esta es una oportunidad que tal vez no se repita. Podrá ser testigo y realizar una bitácora de un viaje único que sólo se ha realizado en la obra literaria del excelentísimo señor Verne. Es usted joven y dispone de tiempo, podrá retomar sus estudios en poco tiempo. –El señor Thomas tenía un buen argumento a su favor.

-Garret tiene razón, Jules. No puedes dejar pasar una oportunidad así. Al menos tómate un día para pensarlo –dijo Liz. Me sorprendió que llamase al señor Thomas por su nombre, yo aún no había reunido el coraje para hacerlo.

-Hay otro asunto. Me siento en deuda para con tu familia, Liz, y mucho temo que no se tomen a bien el que yo acompañe al señor Thomas en su empresa. –En ese momento recordé los planes del señor Smith para intentar boicotear el viaje de Garret.

-Mon ami, ¿quieres ser la clase de persona que hace o deja de hacer las cosas por lo que dirán? –preguntó retóricamente el señor Dumont.

-Antoine, por favor. El señor Alves sólo muestra fidelidad para con sus anfitriones y su amigo, una vez más demuestra ser un caballero fiel y bien intencionado. Por esos motivos es por los que deseo que me acompañe. Pero no voy a obligarlo si tiene un conflicto moral en su interior. Un hombre debe hacer sólo aquello que considera correcto en su fuero interno. Tú podrías aprender algo de él –sentenció Garret.

-Pardon, simplemente considero que el señor Alves no tiene ninguna deuda para con los Smith. Disculpe mi honestidad, mademoiselle Lizbeth.

-Comparto su parecer, señor Dumont. Mi familia te estima, Jules, pero mi hermano ve en ti a un compañero de sus andanzas dado que no se anima a hacerlas solo, mi padre le da temor. –A pesar de estar de acuerdo con Liz, Charles había sido un buen amigo para mí, más allá de sus intenciones -. Además, no creo que Charles se ofenda, de seguro te envidie. Y mi padre tal vez acepte que acompañes al señor Thomas.

-Pues, ahora que la señorita Smith lo dice, tal vez podamos decir que tú viajarás para salvaguardar los intereses del señor Smith. Para asegurarte que yo realice el viaje que he propuesto y que el presupuesto no sea fraudulento. –Sonaba a un buen plan, pero aún tenía mis reparos.

-Lo pensaré y tendré una respuesta antes de que se marchen a París.

-Es suficiente para mí. Usted aceptó viajar a París en calidad de juez, así que tendrá hasta el momento en que se inicie el viaje para decidirse. –Aún quedaba un asunto pendiente.

-Hay algo que me gustaría decirle con respecto al viaje, señor Thomas.

-Dígame, por favor.

-Tengo la teoría que el señor Smith planea boicotear su periplo. No tengo pruebas y quizás sean conjeturas injustas, pero hubieron algunos comentarios y acciones que me dan a sospechar tal idea. –A continuación le relaté lo que había escuchado decir al señor Smith y su encuentro ese mismo día con el señor Williams.

-Le agradezco sus advertencias, señor Alves, tomaré todos los recaudos posibles, me tiene sin cuidado debo confesar. Para quien planifica de forma correcta su itinerario, las contingencias son parte de la planificación. Deberían darse muchas para que fallase en mi cometido.

-Hoy hemos quedado en reunirnos nuevamente en el club, si me entero de algo más, se lo informaré.

-Ya ha realizado advertencia suficiente, señor Alves, no deseo exponerlo a ningún tipo de espionaje dado que entiendo y comparto sus elevados valores morales. Considero que mi propuesta es una buena oportunidad para usted, inclusive podría derivar en su primer libro que con gusto financiaré a nuestro retorno, mas no deseo que le genere ningún conflicto a nivel ético. –Las palabras del señor Thomas me parecieron muy genuinas y acertadas. Sin lugar a dudas era una oportunidad única para mí. Lo mejor sería pensarlo detenidamente antes de aceptar o declinar su propuesta.

Continuamos dialogando acerca de otros temas. Lizbeth y yo parecíamos ser el centro de atención de la plática. Me moría de ganas de saber más acerca de la historia de Garret y Antoine, pero ellos se dedicaron a hacer las preguntas en ese primer encuentro.

El tiempo pasó volando y se hicieron las ocho de la noche, supimos por las campanadas del reloj.

-Jules, deberíamos marcharnos si quieres llegar a tiempo al club –dijo Liz.

-Es cierto –afirmé.

-Los hemos entretenido por demasiado tiempo, es que su compañía es muy gratificante. Espero que nuestro encuentro se repita, siempre será bienvenido en mi hogar aunque decline mi oferta laboral, joven Alves. Anhelo forjemos una amistad genuina con ambos –dijo el señor Thomas. Seducía sin proponérselo siquiera, a diferencia del señor Dumont, cuyos comentarios parecían estar directamente destinados a ese fin.

Nos despedimos con la promesa de volver a tomar el té en alguna ocasión y nos pusimos en camino a la mansión de los Smith para dejar a Liz antes de ir al Gentleman´s club con Charles. Ese primer encuentro con el señor Thomas había despertado infinidad de dudas en mi interior, pero pronto re verían resueltas.

Bitácora de una hazaña

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