Читать книгу Corte - Igor Marojević - Страница 8

«EL INVISIBLE» EN LA COMIDA DE GALA

Оглавление

Publicado en El verdadero guarda fronterizo (Pravi graničar, Zemun), un periódico ilegal de ideología comunista.

Mientras se comía una chuleta, el general de división nazi Franz Neuhausen se fijó en un joven barbudo que con mucha calma y cierto convencimiento devoraba los trozos de cerdo de la bandeja plateada.

—¿Quién es ese joven? —preguntó el general de división en voz baja.

—Es Novak Maričić, el nuevo traductor del señor Dangić. Las negociaciones sobre el este de Bosnia acabaron por agotar a sus intérpretes anteriores —le chivó en voz baja su traductora y nueva coordinadora de Radio Zemun, Karen Frost, de pelo largo y asquerosamente rubio.

Neuhausen se volvió hacia el comandante del comité serbio J. S. Dangić:

—Gracias a la ayuda de la Agregación militar alemana, los croatas no aceptaron su propuesta de que el este de Bosnia dejase de formar parte del NDH —dijo Neuhausen.

—Pero hasta la fecha, sólo los alemanes y algunos nacionalistas serbios luchábamos contra aquellos cuya estrella, si hemos de confiar en el color, se sonroja ante sus propios usuarios —dijo Dangić—. El ejército del señor Vincetić —y señaló con la cabeza al vicecónsul del NDH en Belgrado, que no comía carne, pero bebía vino— es, en efecto, la única fuerza militar que no participa en la guerra. Señor Vincetić, si nos aliamos, no tendréis tiempo para la que viene siendo vuestra única ocupación: torturar y asesinar a los serbios sin motivo alguno… —y de pronto rompió a llorar.

Novak Maričić tradujo sus palabras. Su alemán resultaba impresionante, tanto por la precisión como por las grandes lagunas en ciertos aspectos gramaticales. Afirmó que el vino era muy bueno. Acercando su silla a la de Neuhausen, Vincetić señaló con el dedo a Dangić y, acto seguido, a la botella de Asbach Uralt. Mencionó las uvas de la isla croata de Vis y reprochó algo al general de división. Karen intentó traducir sus palabras a Neuhausen, pero el general de división nazi negó con la mano.

—Entonces, quizá lo más lógico sería que el Comité serbio colaborase en la operación con uniformes pseudo Boss —dijo Dangić, que al parecer hallaba tanto placer en guerrear que no le importaba con quién ni contra quién—. Al final, no es tan extraño que los que se odian trabajen juntos…

—Yo puedo destacar algunos rasgos positivos de los serbios —dijo el general de división nazi—. Me gustan los pequeños arcos de piedra del monasterio de Ostrog, esos que unos fervientes ortodoxos atraviesan con la cabeza gacha para humillarse ante Dios y, al mismo tiempo, para no partirse la crisma. Estuve allí, cerca de la ciudad de Nikšić, cuando la situación en los Balcanes se estabilizó con la llegada de los soldados alemanes. Si los italianos no se hubiesen adueñado de Montenegro, me habría ganado el puesto de director de las minas de Nikšić. Comencé a viajar a Bor, Majdanpek, Aleksinac y Kostolac para visitar mis minas en Serbia y organizar desde mi puesto de director de las minas de Bor la exportación de minerales al Reich, con lo que conseguí nuevos encargos, sobre todo el de jefe del sector industrial de la AMS. Y como usted bien sabe, así conseguí dividir la sede administrativa, desligando de ella la sección industrial. Pronto la convertí en una institución independiente, llamada Consulado General de Cuestiones Industriales en la AMS y no en el NDH —dijo en tono de burla el general de división nazi y cónsul industrial general en la AMS, Franz Neuhausen.

Dangić le dijo que había pensado encargarle el apoyo propagandístico para la «limpieza ideológica» del este de Bosnia a Maričić, y sugirió que la operación de borrar la escoria roja del mapa de la zona contase también con el apoyo de un nuevo periódico. Karen Frost y Franz Neuhausen le preguntaron qué nombre le pondría y él respondió que El miembro del Comité (en alusión a su comité nacionalista del este de Bosnia, que tiene una importante base en Zemun). Al traducir estas palabras, Maričić se quejó de ciertos sonidos extraños. Y no se refería a los ronquidos de Vincetić, sino más bien al ruido que vuestro narrador no pudo evitar hacer justo entonces, cuando se acercaba con sigilo a Neuhausen. Él se volvió hacia Karen. La corpulenta alemana escuchó la pregunta de Neuhausen y llamó a Maričić. Entonces los dos civiles mascullaron algo ininteligible. Acto seguido, Frost le dijo a Neuhausen:

—Parece que el señor Maričić dispone de la suficiente experiencia periodística como para ocuparse del apoyo propagandístico.

Pasaron a considerar el lugar idóneo donde establecer tal centro propagandístico. Frost le dijo a Neuhausen que preferiría Zemun, no sin darle sus razones:

—Trabajo en Zemun y ya tengo piso.

—Además es una ciudad llana —dijo Maričić—, equipada con una cadena de radio que puede resultar útil no sólo para el apoyo a la acción de normalización ideológica del este de Bosnia, sino también para el periódico El miembro del Comité.

Karen informó de que si Radio Zemun se convertía en una emisora de apoyo propagandístico, la beca que le habían concedido a ella resultaría una inversión ideal, y añadió que Maričić podría ayudarle en su trabajo como jefa de redacción de Radio Zemun. En aquellos momentos, a vuestro narrador, Karen le pareció miserable, aunque era evidente que aquella puta no pensaba lo mismo.

Neuhausen le preguntó a Novak si le gustaría aceptar el trabajo en el nuevo periódico financiado por los alemanes, así como en la radio. Novak dijo que lo aceptaría con mucho gusto.

En la sala hacía cada vez más frío, pero nadie protestaba. La mayoría de los presentes se caldeaba con bebida en sus planes y maquinaciones. Por su parte, Karen Frost entraba en calor tecleando en la máquina de escribir Olympia todo cuanto habían acordado los presentes.

Neuhausen intentó despertar a Vincetić y ponerle un bolígrafo en la mano. Como si estuviese soñando que firmaba algo, el croata aceptó el bolígrafo. Sin abandonar su modorra, firmó de manera un tanto ilegible la aceptación por parte de los ustachi de los nuevos acuerdos sobre el este de Bosnia. Tras él, los demás también firmaron el documento redactado por Neuhausen y Dangić, tecleado por Frost. He aquí un nuevo pequeño país, el este de Bosnia, que nadie podrá jamás controlar, puesto que ni sus propios habitantes consiguen controlarse a sí mismos.

—De no haberle conocido a usted —le dijo Neuhausen al traductor y periodista Maričić—, a su jefe Dangić lo hubiésemos tenido por un mediocre.

Vuestro narrador tuvo que contener la risa. A tal efecto, concentrarse en el frío de la sala le fue de cierta ayuda. No obstante, se concentró demasiado y comenzó a temblar. Le pareció incluso que sufría un ataque epiléptico. Y aunque no hubo ataque porque no era epiléptico, finalmente estornudó.

Si Novak no le hubiera dado a vuestro narrador un terrible empujón, éste quizá habría conseguido salir a tiempo de la sala. Acto seguido, el narrador se dio de bruces contra el frío suelo entarimado, duro como un cuchillo obtuso.

Neuhausen hizo una llamada telefónica:

—Hemos capturado a ese bandido que distribuye prensa ilegal por Zemun, ese tipo tan bajo que casi nunca alcanzamos a ver. ¡Venid enseguida!

Der unsichtbare Mann! [*]Der unsichtbare Mann! —se oyó al final de todo. Eran los soldados alemanes que llegaban a detenerme.

En el próximo número: «Cómo escapa Der unsichtbare Mann de los guardias nazis»

Corte

Подняться наверх