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(15 AÑOS)

Hace calor. Al salir del metro compré un Boing de guanábana que me refrescó. Odio la Coca-Cola. La Coca es tonta, simplona, aguada y me pica los labios. En cambio, amo el Boing. Me conformo con el de tamarindo o el de fresa, pero en esta parte de la ciudad, el sabor guanábana abunda. Todo un hallazgo. La estación bien puede estar en esta ciudad. ¿Dónde estoy? Si me dijeran que lo estoy imaginando les diría que están locos, pero en el fondo tendría que aceptar que no pueden probar que este lugar existe. Un lugar existe cuando has pasado mil veces por allí y cuando tu familia o tus amigos quedan de verse en esa esquina, o cuando los periódicos, los libros o las leyendas hablan del lugar, lo validan, lo hacen real. La realidad, decía mi papá —¿o lo decía del tiempo? Mi papá me dejaba sentarme junto a él para leer. Leíamos juntos, cosas distintas, nomás para acompañarnos y yo me reía si pasábamos la página al mismo tiempo—, es aquí; tú y yo leyendo en este cuarto y no existe nadie más en esta casa, aunque tu mamá y tu hermana estén arriba vistiéndose para salir un domingo por la tarde, la realidad es mi nariz, porque me la veo y eso a veces, porque no puedo verme la cara, ¿te das cuenta? Nunca podrás ver tu cara. Pero claro que la veo, papá, en los espejos, papá, ¿qué, nunca has visto un espejo? Esa no es tu cara, nena, ese es el reflejo de tu cara. Lo más que puedes alcanzar a ver, y solo si te asomas con un ojo cerrado y miras dolorosamente hacia abajo, es tu nariz.

Hasta hoy, este puesto con Boings de guanábana no existía y puede ser que no exista, que sea un escenario ficticio para que, enloquecidos todos, podamos sentir que algo nos ata al piso o para que yo piense que, efectivamente, estoy en un lugar, a punto de llegar a otro.

Sé que si mañana tengo que caminar por aquí (si este lugar está aquí) volveré al mismo puesto por un par de triangulitos extras de Boing, tal vez unos cinco o seis para la semana entera. Si mañana tengo que venir acá es porque mi mamá aún está en terapia intensiva y me tocará quedarme de guardia y voy a necesitar todos los Boings de guanábana posibles. Está bien. Tampoco es como si me fuera a acabar los Boings. Hay para todos. Pongo play pongo play pongo play. Son pilas nuevecitas, las probé con la lengua y todo para saber si no se les salía el ácido. No sé cuánto duran unas pilas nuevas. Pongo play. Me encontré este cassette en un coche. Estaba a punto de sentarme en él así que me lo eché a la bolsa. Tiene una etiqueta tachada con pluma Bic verde. No sé quién canta, pero me gusta. Me gustan los audífonos y ponerle play. Sweetness, sweetness I was only joking…

La reina está muerta

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