Читать книгу La cultura en la Universitat de València: 1985-2019 - Irene Liberia Vayá - Страница 11
ОглавлениеCAPÍTULO III
LA ACCIÓN CULTURAL EN LA UNIVERSITAT DE VALÈNCIA (I): LOS VICERRECTORADOS DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y DE CULTURA
1. INTRODUCCIÓN
Tras la aproximación realizada previamente a los conceptos de responsabilidad social universitaria y misión cultural como preceptos que deben cumplir las universidades en tanto que servicio público, el capítulo que ahora se inicia y el próximo –dedicado a la acción cultural de la Universitat fuera del Vicerectorat de Cultura y del Vicerectorat d’Extensió Universitària– pretenden clarificar cómo se ha plasmado en la práctica el mandato cultural a lo largo de los casi 35 años de vida democrática y autónoma de la Universitat de València. Aunque de modo necesariamente no exhaustivo, en las páginas que siguen se expondrán algunos de los principales programas, actividades, unidades y estructuras que la institución ha dedicado o dedica en la actualidad al servicio cultural en un sentido amplio, y que tienen como destinatarios a la comunidad universitaria y, más allá, a la sociedad en general.
Como ya se advirtió al comienzo de este libro, primero el Vicerectorat d’Extensió Universitària, y a partir de 1994 el de Cultura, han sido los responsables más destacados en el cumplimiento de esa tercera misión que la Universitat de València recoge claramente en sus Estatuts de 1985.1 Así, aunque el Vicerectorat d’Extensió (y otras experiencias de extensión universitaria) existía previamente al proceso constituyente iniciado en 1984,2 como recuerda Isabel Morant (comunicación personal, 2019, 4 de febrero) –vicerrectora d’Extensió Universitaria entre 1984 y 1990–, la honda transformación que experimenta la institución a mediados de los ochenta se tradujo en una profunda remodelación de su organización, que afectó también a los contenidos de los vicerrectorados, incluyendo aquellos que ya existían con anterioridad. En este sentido, por ejemplo, el Vicerectorat d’Extensió Universitària pasó a llamarse «d’Extensió Universitària i Normalització Lingüística», una modificación muy significativa que evidenciaba el «tarannà sobiranista» de esa Universitat progressista, moderna i valenciana que había triunfado en las dos elecciones a rector pre y post Estatuts (1984 y 1986), que quedaba reflejada abiertamente en estos y que echaba a andar entonces con el rector Ramon Lapiedra al frente.
En lo que concierne a la extensión universitaria propiamente dicha, como ocurriera ya en las experiencias pioneras alemanas, belgas e inglesas del último tercio del siglo XIX, también en esta nueva etapa que estrena la Universitat de València un siglo después de aquellas se persigue la renovación académica y, especialmente, la apertura de la institución a toda la sociedad, llevando los saberes y conocimientos que genera a las clases y sectores sociales que históricamente no han tenido acceso a ellos. Así, como recuerda García Guatas (2005), aunque las circunstancias y el enfoque adoptado por la extensión universitaria en cada organización serán distintos, «en todas ellas latía una convicción en el carácter emancipador de la cultura y una voluntad en transmitirla desde la Universidad».
En el caso valenciano, la primera Junta de Extensión Universitaria se había creado ya en 1902, al calor de la celebración del cuarto centenario –tras la aprobación del proyecto presentado por el rector Manuel Candela en Claustro extraordinario el 15 de enero–, y aunque esta nueva función de la Universitat sufrirá muchos altibajos desde entonces, pasando incluso por momentos en los que la actividad prácticamente desaparece, también vivirá épocas de esplendor. Especialmente reseñable a este respecto es la década de los años veinte, cuando la Universitat se convierte en «un espai de gran producció cultural i científica» (Garcelán, 2020) que trasciende las fronteras institucionales, acercándose a distintos sectores de la sociedad y aproximándose así a la concepción actual de la extensión cultural entendida como motor de «comunicación activa y creadora de la comunidad universitaria con la sociedad» (Fresán, 2004: 49).
De vuelta a los Estatuts de 1985, estos incluyen el Servei d’Extensió Universitària entre los servicios generales de la Universitat, según el artículo 70, y en el 84 se identifica su objetivo principal con «la promoció i la realització d’activitats de difusió i divulgació dels coneixements, la ciència i la cultura al si de la societat» (Decret 172/1985, Secció Sisena, Article 84é). Por otra parte, existe una Comissió d’Extensió Universitària –a la que se dedica el artículo 85– que tiene carácter consultivo y asesor de la Junta de Govern y está formada por el rector, el director del Servei y representantes de los distintos centros y estamentos. A esta Comissió, además de otras funciones, le corresponde elaborar la programación de actividades de extensión universitaria, mientras que, como se expone en el artículo 149, los estudios de extensión están dirigidos a «la difusió i la divulgació social dels coneixements, la ciència i la cultura» (Decret 172/1985, Secció Quarta, Article 149é).
Prácticamente durante la primera década de Universitat democrática, el Vicerectorat d’Extensió Universitària –con el Servei d’Extensió como brazo ejecutor, que dependía de él, antes de aparecer el Vicerectorat de Cultura en 1994– fue una pieza fundamental en la consecución del «increment del nivell cultural de la població», que la propia institución se fijaba como uno de sus principales objetivos, según el preámbulo de los Estatuts (y que se ha mantenido hasta la versión más actual de estos). No obstante, como se indica en el artículo 33 del texto de 1985, también las facultades, escuelas técnicas superiores, colegios universitarios y otros centros tienen (entonces y ahora) entre sus funciones la de difusión de la cultura. La diferencia fundamental entre la extensión universitaria que se abría paso en 1985 como germen de la actual y la completamente asentada de 2019 radica precisamente –aunque no solo– en el camino ya recorrido y en el nivel de organización e institucionalización. Como apunta Morant, en aquel momento una parte muy importante de la extensión universitaria «se entendió como todo lo que correspondía a las relaciones de la Universidad con el exterior, y a eso sí que tuvimos que darle forma porque no había estructuras, hubo que darle contenido concreto a todo».
Para ello, como se verá en el siguiente apartado, la vicerrectora se apoyó en una serie de profesores y estudiantes de distintas áreas de conocimiento que pasaron a integrar la Comissió encargada de programar y llevar a cabo las iniciativas culturales de la Universitat. Entre ellas destaca la configuración de lo que luego serán las aulas culturales que han llegado a la actualidad o la organización de exposiciones, que entonces se desarrollaban en la única sala destinada a este fin en el edificio de La Nau. Paralelamente, el personal del Servei d’Extensió Universitària empezó a gestionar programas como Universitat als Pobles, los primeros cursos de extensión o la Universitat d’Estiu de Gandia a partir de su cuarta edición.3 Así comenzó a gestarse una estructura que irá cambiando con el tiempo, pero que ya no desaparecerá, y a formarse un personal que poco a poco se irá especializando y que trabajó muy intensamente «y con mucho esfuerzo, desde el cariño que tenían por la actividad que realizaban, a pesar de la falta de infraestructuras y de preparación específica» (L. Tortajada, comunicación personal, 2019, 13 de febrero). A todo ello hay que añadir, además, la importante labor desempeñada por los estudiantes a través de la ya aludida Comissió Gestora d’Estudiants.
En los próximos epígrafes y capítulos se explicará más concretamente el desarrollo de esta etapa inicial y, a través de la descripción e indagación en el trabajo cultural llevado a cabo desde entonces por los principales organismos y servicios que han ejercido funciones en este ámbito hasta la actualidad, se trazará una panorámica de lo que ha sido la cultura institucional en la Universitat de València durante el periodo democrático. Cabe destacar el rol central que ha jugado en este ámbito la sede histórica de la calle de la Nau, especialmente desde que en 1999 reabriese sus puertas convertida en centro cultural, hasta el punto de ser considerada a día de hoy uno de los espacios culturales de referencia en la ciudad y en todo el territorio valenciano.
No obstante, antes de entrar en materia, es importante insistir en el hecho de que el recorrido que ahora se inicia no puede ser sino limitado, ya que resulta imposible en una investigación de estas características realizar un retrato fiel y profundo que contenga en su totalidad el volumen extraordinario de acciones culturales impulsadas desde la Universitat o que recoja todos los órganos, centros, departamentos y servicios que desarrollan competencias en este terreno. Y es que la institución, a través de las personas que han pasado por los distintos puestos de responsabilidad y gestión cultural, ha trabajado muy intensamente para generar y transmitir otros conocimientos –más allá de los derivados de la docencia y la investigación– «que expresen valores cualitativos sobre los que aplicar objetivos de denuncia y transformación del individuo» (Cantos y González, 2007: 12). En definitiva, pese a las innegables limitaciones y carencias que aún perduran, desde la conquista de la democracia y de su propia autonomía, la Universitat de València ha hecho un gran esfuerzo por responder a las necesidades de «una formación integral centrada en la creatividad, comprensión, participación y construcción social del conocimiento» (Malagón, 2006: 86).
2. LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA DE 1985 A 1994: ENTRE LA EFERVESCENCIA Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN
En las páginas que siguen se lleva a cabo una revisión de las competencias y principales líneas de actuación de los primeros vicerrectorados de Extensión Universitaria en época democrática, encabezados por Isabel Morant Deusa y Maribel Martínez Benlloch. Asimismo, se describe el recorrido que han seguido algunos de los programas lanzados entonces y que continúan en marcha en la actualidad, además de iniciativas surgidas más recientemente, sin olvidar otras áreas importantes en el ámbito cultural que se desarrollaron en los años posteriores a la aprobación de los Estatuts, como es el caso del trabajo realizado por la Comissió Gestora d’Estudiants.
2.1 VICERECTORAT D’EXTENSIÓ UNIVERSITÀRIA: PRIMERA DÉCADA
Antes de que la Universitat iniciase oficialmente su andadura democrática con la publicación de los Estatuts en el DOGV el 16 de diciembre de 1985, Isabel Morant Deusa había sido elegida para integrar el primer gobierno con una mujer al frente de un vicerrectorado. Esto ocurrió en las primeras elecciones a rector que ganó Ramón Lapiedra, en mayo de 1984, aunque, como la misma Morant apunta, quienes le abrieron camino para llegar hasta allí fueron los estudiantes. En concreto, se habían celebrado una serie de asambleas y reuniones para elegir un candidato a rector, que, a su vez, debía escoger a los candidatos a vicerrectores, pero entre los nombres que se barajaban no figuraba el de ninguna mujer. Ante esta situación, un grupo de estudiantes se mostró tajante: «era impresentable un equip només d’homes. També ho era un equip només amb una dona, però bé, […] era infinitament més que zero», como apunta Vicent J. Martínez (comunicación personal, 2019, 17 de abril), primer representante de estudiantes en el equipo de gobierno tras la dictadura (1984-1986). Estos apoyaron a Isabel Morant para que fuese la candidata: era joven, PNN y, dado que les había dado clase a muchos de ellos, conocían su activismo y su perfil encajaba perfectamente en lo que pensaban que debía ser la nueva Universitat. Pese a la oposición de algunos profesores, Morant logró salir elegida vicerrectora d’Extensió Universitària i Normalització Lingüística, aunque, como ella misma insiste:
Yo no fui elegida como los demás, yo fui elegida porque los estudiantes quisieron y porque hubo una gente (no solo estudiantes, también algunos profesores) que se dio cuenta de que era muy llamativo que no hubiese ninguna mujer en el primer equipo democrático de Gobierno en la Universitat (I. Morant, comunicación personal, 2019, 4 de febrero).
A partir de aquí, como se pondrá de manifiesto en las páginas que siguen, la colaboración entre el vicerrectorado y los estudiantes será continua y muy fructífera, ya que ambos habían iniciado juntos, luchando en el mismo bando, el camino hacia un proyecto nuevo de Universitat autónoma, democrática y basada en el compromiso cívico. En cuanto a los ejes fundamentales que definen el trabajo de Isabel Morant y su equipo en los seis años durante los que fue vicerrectora, pueden sintetizarse en tres: 1) la intensificación de la actividad dirigida al interior de la Universitat, 2) la apertura hacia el exterior y 3) el carácter rupturista y joven de muchas de las iniciativas desarrolladas.
En el caso de las acciones enfocadas a la comunidad universitaria, partiendo de un grupo de profesores, estudiantes y personal de administración y servicios que se reúnen en una comisión de cultura (formalmente denominada Consell Assessor d’Activitats Culturals i d’Extensió),4 se van lanzando una serie de actividades de cine, teatro, música, arte y también conferencias y mesas redondas en torno a temas de actualidad.5 Para apoyar estas actividades –que también son abiertas a la sociedad en general–, en julio de 1987 se crea el Servei d’Extensió Universitària, que, junto al Gabinet de Premsa y el Servei de Publicacions (adscritos todos ellos al Vicerectorat d’Extensió), dinamizan la red cultural universitaria. Asimismo, se celebran las primeras ediciones de la Festa de Benvinguda (organizada en sus comienzos entre el Vicerectorat d’Extensió y la Comissió Gestora d’Estudiants, y que ha llegado a nuestros días gestionada por el SEDI [Servei d’Informació i Dinamització d’Estudiants]) o las Nits de Sant Joan, que se consolidarán con el paso de los años. En términos generales, esta efervescencia cultural6 irá creciendo progresivamente hasta que se conforman estructuras estables y se nombra oficialmente a responsables de las distintas áreas, que también se transformarán con el tiempo.
De esta manera, nacen algunas de las aulas culturales que todavía funcionan en la actualidad: el Aula de Cinema, el Aula de Música y el Aula de Teatre (hoy Aula d’Arts Escèniques).7 Además, se genera una actividad regular en la Sala d’Exposicions8 de La Nau a partir de 1987, que, con el transcurso de los años y la apertura de nuevos espacios, se acabará convirtiendo en la actual Àrea d’Exposicions. Esta coordina hoy no solo las distintas salas de la sede histórica de la Universitat, sino que trabaja también en la programación y gestión expositiva de otros centros como el Col·legi Major Rector Peset, el Palau de Cerveró o el Jardí Botànic. Más adelante, bajo otros vicerrectorados se lanzarán nuevas aulas, aunque siguiendo generalmente la misma estructura: un profesor o profesora de la Universitat como responsable, con el que colaboran estudiantes, compañeros y, dependiendo del caso, personal técnico-administrativo asignado.
Paralelamente, en ese momento en el que se inicia la política y gestión cultural universitaria alrededor del Vicerectorat d’Extensió, se dan los primeros pasos en la recuperación y puesta en valor del patrimonio cultural –como se explicará con detalle más adelante–de la mano de quien ha sido el conservador de Patrimoni durante varias décadas, Daniel Benito Goerlich, y entre otras cosas, en 1987 comienza un proceso de restauración integral del Jardí Botànic, que concluirá en el año 2000 (hay que destacar a este respecto el importante esfuerzo realizado por su entonces director, Manuel Costa).
Por otro lado, aunque el Servei d’Extensió Universitària está contemplado en los Estatuts de 1985, no se formalizará hasta un tiempo después (concretamente, como se ha apuntado ya, es aprobado por la Junta de Govern el 27 de julio de 1987), con Antoni Tordera como primer director. Es el personal destinado a este servicio el que realiza todas las labores de organización, administración y gestión, a las que se suman tareas de ejecución y «todo lo que hiciera falta», en palabras de Leonor Tortajada –que había sido secretaria de Isabel Morant entre 1985 y 1989, incorporándose entonces al Servei d’Extensió–, ya que no había infraestructuras, especialistas, ni protocolos o normativas como los que existen hoy en día. Además, también por esas fechas se empiezan a celebrar cursos y seminarios en torno a las temáticas de las aulas culturales, hasta que se configuran oficialmente los Cursos d’Extensió Universitària, de los que se sigue encargando en la actualidad el Servei d’Extensió, ahora dependiente del Vicerectorat de Cultura (L. Tortajada, comunicación personal, 2019, 13 de febrero).
A todo ello hay que añadir, entre las iniciativas para intensificar las acciones dirigidas al interior de la Universitat, el esfuerzo realizado durante los primeros años del periodo democrático en materia de divulgación entre las distintas áreas de conocimiento. En este sentido, Morant y su equipo pusieron mucho énfasis en llevar la difusión científica al espacio cultural de las humanidades y viceversa: acercar las humanidades al Campus de Burjassot, en un momento en el que la actividad de la Universitat se circunscribía a dicho campus y al de Blasco Ibáñez. Con este fin y con la inestimable ayuda de profesores de todas las áreas, se creó un programa de alta divulgación intercampus llamado Ciències-Lletres.
Por lo que respecta al segundo de los ejes que definen este periodo, la apertura de la Universitat hacia el exterior, esta se llevó a cabo a través de varios programas que se lanzaron entonces y que, en algunos casos, tendrán un largo recorrido. En primer lugar, se empiezan a programar conferencias y actividades musicales, teatrales, cinematográficas, etc., abiertas a la sociedad valenciana. Así, aunque la mayor parte de acciones culturales vinculadas a las aulas tenían lugar en los campus y se dirigían fundamentalmente al estudiantado (y más ampliamente, a la comunidad universitaria), ya se empiezan a organizar algunas enfocadas a todo tipo de público, aunque todavía no tienen una regularidad. Entre ellas cabe destacar, por su celebración temprana y por la continuidad e importancia que ha tenido después en el seno de la institución y fuera de ella, el «Cicle d’Estudis i Investigació Feminista». Este constituyó el primer gran acto académico feminista de la Universitat de València, que Morant asumió nada más aterrizar en el vicerrectorado, y que ponía el foco en los estudios de género como una de sus líneas prioritarias de trabajo, que luego continuaría la vicerrectora Maribel Martínez Benlloch. Poco después, en 1986, se crea el «Seminari Interdisciplinar d’Investigació Feminista» –cuya primera directora fue precisamente Martínez Benlloch y del que formaba parte también Isabel Morant–, que organizó en los años sucesivos este ciclo en colaboración con el propio Vicerectorat d’Extensió Universitària y con el Institut Valencià de la Dona (Conselleria de Cultura, Educació i Ciència).
Asimismo, en el proceso de apertura hacia la sociedad, la Universitat comenzó a colaborar con otras instituciones y organismos, como colegios profesionales, institutos, asociaciones y colectivos ciudadanos, otras universidades, etc. En este nuevo ámbito de acción, cedía sus espacios a proyectos de fuera, acogiendo iniciativas (especialmente conferencias y debates) de entidades muy diversas, tales como el Colegio de Psicólogos y Psicoanalistas, el Colegio de Doctores y Licenciados, grupos feministas… Pero si hay algo digno de ser destacado particularmente en este impulso de apertura a la ciudadanía, son dos proyectos concretos con nombre propio: la Universitat d’Estiu de Gandia (UEG) y el programa Universitat als Pobles.
La primera, por su importancia, continuidad y por las transformaciones que ha experimentado hasta hoy, es objeto de un epígrafe concreto dentro del capítulo siguiente, aunque es importante anticipar aquí que se trata de una iniciativa del Ajuntament de Gandia a la que se suma posteriormente la Universitat de València. A partir de entonces, el consistorio se encargará de la infraestructura y de las cuestiones locales y la Universitat, con el Vicerectorat d’Extensió a la cabeza –más adelante lo harán el de Cultura, el de Relacions Institucionals y el de Participació i Projecció Territorial–, de la programación, mientras el Servei d’Extensió Universitària realiza el trabajo técnico-administrativo.9
En aquellos primeros momentos, la UEG fue una herramienta que permitió a la Universitat cumplir un doble objetivo: por una parte, que los estudiantes (tanto de la Universitat de València como de otras universidades) pudiesen disfrutar de una oferta de cursos de verano –aunque no se trataba en ningún caso de formación reglada–, y por otra, poner a disposición de la ciudadanía un programa abierto a través de las actividades culturales y de debate programadas en horario de tarde y de noche. Lo que más destacan quienes vivieron de cerca estos primeros e intensos años de la UEG es su extraordinaria interdisciplinariedad, la gran acogida que tuvo tanto por parte de la comunidad universitaria como de la ciudadanía gandiense (y, más generalmente, de la comarca de la Safor), el atrevimiento y radical actualidad de las temáticas abordadas (con intelectuales, científicos, políticos y otras personalidades de primer nivel) y también el pionero e importantísimo paso que supuso en la integración de las personas mayores a la Universitat. En cuanto al programa Universitat als Pobles, este comienza a funcionar en el curso 1985-1986 y se desarrolla durante muchos años en colaboración con los ayuntamientos donde se imparten los cursos, la Diputació de València y el patrocinio de entidades financieras, especialmente de la Fundació Bancaixa. Su objetivo era «posar a l’abast de la població del nostre àmbit d’incidència una extensa i diversa oferta cultural» (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1999a: s. p.), y tras las primeras ediciones, será en la etapa de Albert Girona como director del Servei d’Extensió (1991-1994) cuando adquiera una estructura más formalizada, creándose una unidad específica con varios profesores como responsables directos y ampliando considerablemente la oferta formativa.10
De regreso a las líneas maestras que definen el trabajo de difusión cultural en la primera etapa de Universitat democrática (esto es, en los prácticamente diez años que transcurren hasta la creación del Vicerectorat de Cultura), la tercera pata –junto a la intensificación de la actividad hacia el interior y la apertura hacia el exterior– es el carácter rupturista y la acogida de la iniciativa joven. Como recuerda de nuevo Isabel Morant, la institución de aquellos años, en sintonía con el contexto de gran ebullición y renovación cultural, dio oportunidades a muchos jóvenes que estaban empezando y que tenían dificultades para abrirse puertas en el ámbito más mainstream. Así, la Universitat dio cabida a trabajos innovadores y a menudo provocadores (especialmente en el caso de las exposiciones artísticas), que no tenían tanta receptividad en términos de público general y que muchas veces constituyeron óperas primas de artistas que luego serán muy reconocidos a nivel nacional e incluso internacional. A este respecto, Maribel Martínez Benlloch, que sustituyó a Morant al frente del Vicerectorat d’Extensió en 1990, subraya la audacia de la Universitat de aquella época, sobre todo si se la compara con la actual, en la que, según sus propias palabras:
… hay un ambiente más conservador en todos los estamentos: la institución es mucho más pragmática y aunque eso no es malo, tiene que serlo pero dentro de una utopía. La Universitat tiene que ser utópica porque si no, no hay transformación, y su responsabilidad es precisamente la de aportar elementos críticos para abrir las mentes en todos los órdenes (M. Martínez Benlloch, comunicación personal, 2019, 26 de febrero).
En general, durante el mandato de Martínez Benlloch (1990-1994), continúa la misma filosofía del proyecto que se había empezado a gestar en el periodo (pre)constituyente y desarrollado después durante la primera legislatura de Universitat plenamente democrática. Esta década en la que se inicia todo, precisamente por el hecho de tener que remodelar en profundidad lo que ya existía y, sobre todo, levantar desde cero muchos servicios, programas, departamentos, etc., constituyó una etapa de intenso trabajo, aprendizaje y sobre todo mucha ilusión. Nicolás Sánchez Durá, primer responsable junto a Salvador Albiñana de la Sala d’Exposicions y primer director del Col·legi Major Rector Peset, comenta al respecto: «entonces había menos medios, pero mucha más imaginación» (N. Sánchez Durá, comunicación personal, 2019, 27 de marzo).
Ya en 1994 se crea el Vicerectorat de Cultura con Antoni Tordera al frente.11 En ese momento el Servei d’Extensió Universitària pasará a depender de este vicerrectorado hasta que, en la siguiente legislatura, la segunda con Pedro Ruiz como rector (1998-2002), reaparece el Vicerectorat d’Extensió, cuyo responsable es Vicente Ramón Torcal, mientras sigue funcionando el Vicerectorat de Cultura con Tordera como máximo responsable. Pero de todo ello se hablará con más detenimiento posteriormente. No obstante, antes de pasar a abordar en profundidad la actividad del Servei d’Extensió Universitària y también la iniciativa estudiantil en estos primeros años a través de la Comissió Gestora d’Estudiants, es importante señalar que, aparte de todo lo dicho hasta ahora, hubo otros servicios y áreas adscritos al Vicerectorat d’Extensió Universitària en este periodo. Entre ellos, el Servei d’Educació Física i Esports –al que también se dedica un epígrafe específico en este libro– o el de Publicacions, Normalització Lingüística –hasta 1986–, el Gabinet de Premsa (y en general, la comunicación de la Universitat con el exterior) o el Gabinet d’Estrangers.12
Respecto a esta última cuestión, hay que subrayar que, durante el mandato de Isabel Morant, se hizo por primera vez un gran esfuerzo por comunicar lo que se estaba llevando a cabo desde la nueva Universitat. La institución, como apunta Morant, «era muy desconocida o solo conocida por las cuestiones más conflictivas» –ya se habló al comienzo de las acusaciones feroces de catalanismo e izquierdismo por una parte de la prensa y por los sectores conservadores de la sociedad valenciana–, y había que corregir eso. No existía todavía el Gabinet de Premsa, únicamente hubo algunos periodistas que trabajaron a tiempo parcial para la Universitat, pero ya en 1985, la vicerrectora, que consideraba esta una cuestión prioritaria, favoreció la creación de una estructura comunicativa. El primer responsable del Gabinet será Alfons Cervera, que se mantendrá al frente desde 1985 hasta 199613 (A. Cervera, comunicación personal, 2019, 13 de mayo). Además, la propia Morant se ocupó mucho de visibilizar el trabajo del vicerrectorado y, más en general, de toda la institución, cultivando relaciones fluidas con la prensa y los principales organismos y entidades valencianas públicas y privadas.
En lo que concierne al Servei de Publicacions (actualmente PUV [Publicacions de la Universitat de València]) –cuyo consejo editorial preside en la actualidad el vicerrector de Cultura i Esport–, aunque existía antes de la etapa democrática como Secretariado de Publicaciones, también con la llegada de Isabel Morant se remodela y se pone énfasis en la creación de colecciones. En aquellos momentos se trabajaba con linotipias, antes de introducir la informática, pero los medios eran muy precarios y faltaba infraestructura, por lo que se decidió externalizar la impresión de libros, ya que no resultaba rentable hacerlo desde el propio Servei. Por su parte, Maribel Martínez Benlloch se refiere a Publicacions como «la joya de la corona» durante su vicerrectorado, con Vicent Salvador al frente –que ya lo estaba en la legislatura anterior y que había sido precedido Eugenio Portela–:14 «hubo un cambio cualitativo impresionante, aumentaron las colecciones todavía más y se iniciaron todas las dinámicas interuniversitarias y de colaboración entre bibliotecas». Subraya también la importancia crucial de la colección «Feminismos», surgida del convenio firmado en julio de 1990 entre la Universitat y la editorial Cátedra (al que se sumó posteriormente el Instituto de la Mujer) a iniciativa de Isabel Morant, que había concebido el proyecto y que dirigirá la colección ininterrumpidamente a lo largo de 25 años, hasta el 2014.
2.2 LA INICIATIVA ESTUDIANTIL A TRAVÉS DE LA COMISSIÓ GESTORA D’ESTUDIANTS
En el capítulo anterior ya se ha adelantado el papel fundamental que tuvieron los estudiantes –especialmente a través del BEA– en el proceso constituyente y en la propia redacción de los Estatuts de 1985. Lo que interesa aquí específicamente es su acción en materia cultural, por lo cual hay que poner el foco en la Comissió Gestora d’Estudiants. Esta, que se había creado provisionalmente antes de la aprobación de los Estatuts, queda recogida en el artículo 182 de estos como sigue:
L’òrgan màxim de representació dels estudiants de la Universitat de València és l’Assemblea General d’Estudiants. Aquesta Assemblea General ha de comptar amb assignacions pressupostàries, llocs de reunió i mitjans de difusió i de participació per tal que puga realitzar la seua tasca. L’Assemblea General d’Estudiants nomenarà al seu si una Comissió Gestora (Decret 172/1985, Capítol Segon, Article 182é).
Como también se apuntó en su momento, esta Comissió estaba formada por siete miembros15 que tenían que dotar de contenido el modelo de participación que los estudiantes habían elegido, y lo primero fue –como se cuenta en el documento Del zero a l’infinit–16 conseguir un local para situar su sede. En un momento en el que la Universitat tenía muchos problemas de espacio, esto no fue tarea fácil, pero finalmente se les cedió un lugar en el edificio histórico, con «la importància simbòlica i pràctica» que esta localización implicaba (Comissió Gestora d’Estudiants, 1985: s. p.). En palabras de uno de sus protagonistas, Rafael Company –encargado precisamente de la sección de Cultura– «el carrer de la Nau donava caràcter i tots sabíem que teníem entre mans una cosa massa preciosa», sobre todo teniendo en cuenta que no había habido ninguna otra experiencia de gobierno de los estudiantes en la historia reciente de la Universitat. En otros términos, puede afirmarse que «la Nau era una cosa a conquerir», como cuenta Vicent J. Martínez, y «una manera de recuperar l’edifici per als estudiants».
Entre las tareas de la Comissió, uno de los aspectos más importantes que destacan sus propios miembros es la promoción, organización y difusión de actividades deportivas y culturales realizadas por y para los estudiantes. En primer lugar, con el fin de solventar los problemas de comunicación existentes, la CGE empezó a enviar una abundante correspondencia a las facultades, informando de todas las actividades que se celebraban en este sentido. Además, se preocuparon especialmente de descentralizar al máximo la vida universitaria, estableciendo contactos con las comisiones de cultura y deportes de los centros, así como con las asociaciones de estudiantes que había en los distintos campus. Convocaron también de forma inmediata los primeros Premis Studium Generalis para diversas disciplinas literarias y plásticas, y, en el terreno deportivo, organizaron, por ejemplo, las muy demandadas «Jornades d’Atletisme» o el «Passeig universitari en bici», donde «la bicicleta, l’esport, el viatge i la convivència» reunían a estudiantes de toda la Universitat. Más tarde vendrán campeonatos de ajedrez y otros torneos deportivos, colaboraciones con la Sala d’Exposicions, certámenes literarios, etc.
Asimismo, en tanto que estudiantes, se ocuparon especialmente del aspecto lúdico: el 30 de mayo de 1985 organizaron una primera gran «Festa a la Universitat» para celebrar la primavera y la aprobación de los Estatuts por parte del Claustre. En el Paranimf de La Nau y en la plaza del Patriarca actuaron cantautores y grupos valencianos como Paco Muñoz, Joan Amèric, Cànem o Patxinguer Z, y también hubo espacio para el jazz fusión de Saravah. Pero lo más destacado de ese año, aunque ya en el curso 1985-1986, fue la célebre Festa de Benvinguda, después convertida en la multitudinaria Setmana de Benvinguda que, como se ha dicho previamente, sigue organizando el SEDI cada año.
Esta iniciativa, celebrada por primera vez el 23 de octubre de 1985, fue lanzada por los estudiantes en colaboración con el Vicerectorat d’Extensió Universitària i Normalització Lingüística, con el objetivo primordial de poner fin a «les borregades». Tuvo una gran acogida desde el inicio y contó con el apoyo claro del rector Ramon Lapiedra, que publicó un bando que prohibía las novatadas y anunciaba medidas punitivas en contra de estas (Vicent J. Martínez, en Quixal y Ramírez, 2002: 37). Su éxito se debió en gran parte a la buena sintonía que había entre la CGE y el vicerrectorado dirigido por Morant. Como explica Vicent J. Martínez, en la CGE se dieron cuenta enseguida de que coordinarse bien con el Vicerectorat d’Extensió era algo extremadamente importante, y además, puntualiza, «va ser molt fàcil». En la misma línea se sitúa el primer estudiante con título oficial de vicerrector (1986-1987), Joan Carles Martí:
La universitat de la tuna grande y libre i les borregades, no era la universitat que volíem. […] Li vam donar la volta. […] Nosaltres vam omplir la plaça de bous. […] Això era un programa de vida. […] Si nosaltres no haguérem tingut la complicitat d’una part del professorat […] no haguérem pogut fer allò mai de la vida (Martí, en Ramírez y Solbes, 2013: 285).
La Festa de Benvinguda modificaba por completo «la forma classista i impossible d’entendre l’arribada de la nova gent a la Universitat» (en referencia a las novatadas), según Rafael Company.
En definitiva, supuso enfrentarse a una tradición basada en agresiones y humillaciones que, desde la CGE, no estaban dispuestos a seguir tolerando, y consiguieron ganar la partida precisamente porque no se trató simplemente de exigir su prohibición, sino de proponer una alternativa que, además, era muy potente. También hay que reconocer la importancia que tuvo en este triunfo «la complicitat d’alguns mitjans de comunicació que li donaren molt de relleu a la iniciativa» (R. Company, comunicación personal, 13 de marzo). Respecto al contenido, aquellas primeras ediciones incluían recitales, conciertos, proyecciones de películas, espectáculos de mimo, verbenas, pasacalles… (Comissió Gestora d’Estudiants, 1985: s. p.).
Cartel de la primera fiesta de la Universitat organizada por la Comissió Gestora d’Estudiants en mayo de 1985. Documento cedido por Vicent J. Martínez.
Se celebraban en distintos centros y espacios de la Universitat, incluyendo las calles, con un concierto principal que ha ido ganando peso con los años, y que durante la mayor parte de las ediciones celebradas hasta hoy ha tenido lugar en la plaza de toros, pero que en algunas ocasiones en los ochenta tuvo otras sedes como el Mercado de Abastos17 (A. Tordera, comunicación personal, 2019, 1 de marzo).
Además, hay que subrayar también el carácter innovador en cuanto a la comunicación. En este sentido, la CGE era muy sensible a esta cuestión y decidió, sin dejar de lado vías más directas y espontáneas, combinarlas con una estrategia más reflexionada y «especial». Para ello contactaron con Carme Tamarit, «una dissenyadora molt rellevant a València» –nuevamente según Company–, para que realizase toda la comunicación corporativa. En aquel entonces se trataba de una práctica intuitiva «que després s’ha demostrat que és el que s’ha de fer: has de meditar molt els continguts, però també la manera en què ho transmets». En resumen, la Festa de Benvinguda fue un «auténtico impacto», según afirma Leonor Tortajada, y una prueba irrefutable de que «aquello se movía», de que se empezaban a desarrollar muchas iniciativas en las que no solo se implicaba el personal de los centros, sino que «ya se movilizaba la gente para acudir a actos», y lo que es más importante, «todo hacía pensar que [los alumnos] ya no solamente venían a la Universitat a ser estudiantes que estudian y aprueban, sino que tenían otras inquietudes, y las tenían también más allá de lo político. Los estudiantes eran una fuerza viva». O, como afirma Vicent J. Martínez refiriéndose a toda esta etapa: «el més important d’aquella època era el protagonisme, i aquest estava en els estudiants».
Por otro lado, una iniciativa algo posterior, no tan masiva pero igualmente exitosa, fue la de la Falla Universitat Vella - Plaça del Patriarca. Con Rafael Company a la cabeza, en 1989 estudiantes y licenciados tuvieron la idea de crear una falla universitaria: «el projecte consistia, sobretot, a ser fallers, falleres de ple dret, però a la seua manera» (Llopis, 1990a: 19), y sirvió en cierto modo para aproximar la institución –entonces, como se ha apuntado en varias ocasiones, acusada de «catalanista radical»– a los valores y tradiciones de la cultura valenciana (M. Martínez Benlloch, comunicación personal, 2019, 26 de febrero), aunque con un carácter innovador y gamberro. La Falla Universitat Vella entendía la calle como lugar de interacción, «com fruit de vida» (Llopis, 1990a: 21), y aparte de organizar múltiples y diversas actividades durante la semana fallera (conciertos, exposiciones, teatro, verbenas, etc.), sus miembros programaban conferencias y espacios de reflexión en torno al significado e historia de la fiesta. Xavi Pons, su presidente en 1996, definía así el proyecto:
Falla Universitat Vella de 1990, en la plaza del Patriarca. El lema de aquel año fue «La Universitat per un tub». Foto de L. Rubio publicada en la Revista DISE, 14 (abril de 1990).
… tenim una visió diferent de tot, no és una postura elitista, però tenim un altre tipus de conductes falleres. La inquietud no és tant en l’aspecte faller com en el de fer un altre tipus d’activitats més culturals, més en el sentit de recuperar tradicions valencianes com ara la indumentària, l’ús del valencià a les falles, etc. (Hoyos, 1996: 12).
Asimismo, el hecho de que se tratase de un proyecto estudiantil –con su simbólico emplazamiento en la plaza del Patriarca–, le imprimía ya de entrada un carácter particular, al que se sumaba el énfasis en el establecimiento de vínculos de unión entre sociedad y Universitat a través de la fiesta en la calle, monumentos vanguardistas y llibrets llenos de humor y parodia, pero también de crítica. Igualmente, decisiones como la recuperación de los vestidos «de valencià i valenciana com els més vàlids per a una festa popular» (Llopis, 1990a: 21) o la búsqueda de subvenciones en la empresa privada (con Banesto e Hidroeléctrica Española como algunos de sus principales financiadores), provocaron sorpresa –cuando no levantaron polémicas más o menos serias– en el mundo fallero, dejando patente su singular personalidad y su voluntad de vivir la fiesta de una manera respetuosa, pero diferente, y a veces claramente rupturista. Una prueba es el eslogan con el que se anunciaban en 1990: «Traca, sexe i rock & roll» (Llopis, 1990b: 8), o la presentación de la Falla que realizaban cada año en el Paranimf de La Nau y que siempre era «un acte poc semblant al que tradicionalment sol ser una presentació de fallera major i cort d’honor»18 (Criado, 1991: 10). Hay que apuntar, asimismo, que dentro de la Falla Universitat Vella había gente que luego formó parte del Centre d’Estudis Fallers, y también estaban hermanados con fallas como Arrancapins, Na Jordana o Palleter-Erudito Orellana. Rafael Company explica así la experiencia:
En 1989 va ploure moltíssim, aleshores, què fas si eres post-universitari i a València plou i no eres d’un casal? A mi i a gent que encara estava a la Universitat se’ns va ocórrer crear una Falla Universitària, que a més a més tingués una virtut ideològica: que incorporara gent de la «tercera via» respecte de totes les qüestions identitàries valencianes. Es tractava d’una idea sorgida arran del llibre de Damià Mollà i Eduard Mira De impura natione [1986] i del llibre que nosaltres vam fer, Document 88. Destinat (sobretot) a nacionalistes,19 per intentar trobar una eixida al conflicte lingüístic, etc. De fet, l’Acadèmia Valenciana de la Llengua, molts anys desprès, es considera un fruit tardà de totes aquelles iniciatives. Però el primer fruit i el més divertit va ser la Falla Universitat Vella-Plaça del Patriarca: una història molt bonica (R. Company, comunicación personal, 2019, 13 de marzo).
Dejando de lado la Falla Universitat Vella y más allá de las actividades culturales y de ocio, cabe puntualizar que la CGE se preocupó y ocupó de muchas otras cuestiones. En lo que concierne a tareas de comunicación y publicaciones, sus miembros realizaron carteles, trípticos y documentos explicativos para dar a conocer su trabajo, editaron guías de la Universitat para los nuevos alumnos, propiciaron el lanzamiento de revistas universitarias y de asociaciones culturales en los centros, subvencionaron la edición de un cómic de los Estatuts, colaboraban con Ràdio Universitat y fueron artífices de múltiples proyectos que tenían por objetivo darse a conocer e informar a los estudiantes sobre los servicios que ponían a su disposición (y sobre otros que existían en los centros, etc.).
De igual forma, fueron pioneros en propuestas como la de las encuestas de evaluación al profesorado y, en general, en materia de estudios, participaron activamente en iniciativas para mejorar la docencia y paliar la masificación que entonces sufría la Universitat. También intervinieron en la elaboración de nuevos planes de estudios y, dentro de sus funciones como servicio práctico para los estudiantes, elaboraron circulares y folletos informativos sobre cuestiones como el seguro escolar, la vida universitaria y, más ampliamente, herramientas de orientación para el alumnado en múltiples sentidos. Además, gestionaban ayudas como bolsas de viaje para congresos y jornadas científicas o becas para asistir a cursos en universidades de verano. Entre sus inquietudes más destacables se encontraba desde el principio la de la transparencia: informaban rigurosamente de las partidas a las que iba destinado el presupuesto que se les asignaba, y uno de sus logros más tempranos, conseguido durante su primer año de funcionamiento, fue la Assessoria Jurdídica, cuya necesidad apremiante queda claramente expuesta en Del zero a l’infinit:
Folleto Del zero a l’infinit, elaborado por la
Comissió Gestora d’Estudiants en 1985.
El problema de la indefensió dels estudiants, ve ja d’antic. La legislació, quan no s’acompleix, no aprofita per a res, i això s’esdevé amb les normes legals que pretenen defensar els drets dels «alumnes». Quan, a més a més, són desconegudes pels qui són hipotètics destinataris, la «categoria» de paper mullat, és indefugible.
En la pràctica, la impunitat més absoluta permet actuacions irregulars per part d’alguns professors. Donar solució a aquesta problemàtica serà quelcom llarg i penós, però la CGE ha pres aquest com un tema prioritari, raó per la qual posar a l’abast dels estudiants una Assessoria Jurídica ha estat considerat un gran aconseguiment (Comissió Gestora d’Estudiants, 1985: s. p.).
En general, muchas de las iniciativas y proyectos lanzados por la CGE pasaron posteriormente a otros órganos y departamentos de la Universitat. Hay que tener en cuenta que aunque la Comissió se crea de manera provisional en 1984, con su formalización tras ser reconocida en los Estatuts, funcionará como un servicio en el contexto de la segunda mitad de los ochenta, momento en el que se crea también el Servei d’Estudiants (primero DISE [Difusió d’Informació i Serveis als Estudiants] en 1987, dentro del cual nacerá el CADE [Centre d’Assessorament i Dinamització dels Estudiants] en 1993, antes de convertirse, reunificado, en el SEDI en 2011). Este se hará cargo de actividades como la Festa de Benvinguda y se ocupará de las tareas de información, asesoría y orientación al estudiantado desde una unidad ya gestionada por personal especializado. Además, junto con el CADE, implementará programas específicos de participación, convocatoria de becas, premios, bolsas de viaje…; fomentará el voluntariado, el asociacionismo y, en definitiva, favorecerá la implicación directa de las y los estudiantes en todas las dinámicas universitarias, como se explicará con mayor detalle en el epígrafe dedicado específicamente a este servicio dentro del próximo capítulo.
En 1990 volverá a haber un Vicerectorat d’Estudiants, con Joaquim Bosch a la cabeza (1990-1992), al que seguirán otros estudiantes vicerrectores hasta que, en 2002, como consecuencia de la entrada en vigor de la LOU (Ley Orgánica de Universidades), la Delegació d’Estudiants asume las funciones y competencias de este vicerrectorado. Durante esos más de diez años, como señala Ramírez Comeig (2002: 14), el Vicerectorat d’Estudiants vive «un continuat procés de consolidació i de creixement, tant en professionalitat com en repercussió externa», desarrollando en colaboración con el DISE, el CADE o la Assessoria Universitària d’Estudiants amb Discapacitat multitud de actividades y proyectos. Entre otros, la actualización constante de la información académica y de normativas universitarias, programas como Conèixer la Universitat o Conéixer el trànsit al món professional, la Guia de la Universitat, censos de asociaciones y colectivos, la Assessoria Universitària d’Orientació Personal, la Jurídica, La Nau dels Xiquets, La Nau dels Estudiants, la Setmana de Benvinguda, el asesoramiento en la creación de asociaciones, el lanzamiento y gestión de convocatorias a proyectos socioculturales, de solidaridad y cooperación, ayudas al transporte, al estudio…20 Desde 2002 hasta hoy, como se ha adelantado, es la figura del delegat o delegada d’Estudiants i Estudiantes quien se encarga de articular las políticas de asociacionismo, participación, dinamización sociocultural y formación e información del estudiantado.
2.3 EL SERVEI D’EXTENSIÓ UNIVERSITÀRIA: PASADO Y PRESENTE
El Servei d’Extensió Universitària está recogido como uno de los servicios estatutarios en el artículo 70 de la nueva normativa que rige la Universitat a partir de 1985. Pese a que esto cambiará en posteriores actualizaciones de los Estatuts, seguirá funcionando como servicio durante todo el periodo democrático y, a día de hoy, después de pasar por distintos vicerrectorados21 y ubicaciones,22 depende del Vicerectorat de Cultura i Esport y se encuentra situado en la sede de la Fundació General de la Universitat de València (FGUV).23
Como ya se ha señalado con anterioridad, aunque sus competencias varían con el tiempo, desde los últimos años de la década de los ochenta y hasta 1998 –cuando por primera vez existen al mismo tiempo un Vicerectorat de Cultura y un Vicerectorat d’Extensió Universitària–, el Servei realiza las tareas técnico-administrativas de la Universitat d’Estiu de Gandia (solo en los primeros años), del programa Universitat als Pobles24 y de los Cursos d’Extensió Universitària. Además, gestiona tanto iniciativas puntuales del vicerrectorado como aquellas que tienen continuidad, entre las que destacan la Festa de Benvinguda, la Nit de Sant Joan y las actividades realizadas en el marco de las aulas culturales y la Sala d’Exposicions. A partir de 1998, el Vicerectorat de Cultura asume la Universitat d’Estiu de Gandia y las aulas culturales, mientras que el Servei d’Extensió –dependiente ahora del Vicerectorat d’Extensió Universitària i Relacions amb la Societat, dirigido por Vicente Ramón Torcal– continúa gestionando la Universitat als Pobles y los Cursos d’Extensió, a lo que se sumarán propuestas tan potentes como La Nau Gran, que se pone en marcha en 1999, y mucho después, actividades culturales de enorme acogida como el Passeig Saludable, que ha celebrado su décima edición en el curso 2019-2020. A todo ello hay que añadir proyectos recientemente estrenados como el Passaport Cultural UV o los Col·laboratoris UV.
Como se ha apuntado, las responsabilidades y los programas gestionados por el Servei varían a lo largo del tiempo, y dependiendo de quién esté a la cabeza de la unidad y de las necesidades concretas del contexto, el énfasis se coloca en unas iniciativas u otras. Así, bajo el mandato de Antoni Tordera (1987-1989), primer director del Servei d’Extensió, cuando este se formaliza –hay que tener en cuenta que previamente existía la Comissió d’Extensió Universitària presidida por Isabel Morant, de la que Tordera ya formaba parte–, se va dando forma a las primeras aulas (Teatre, Cinema y Música), se organizan exposiciones artísticas y se continúa con la Universitat als Pobles y la UEG.25 Asimismo, se lanza un programa pionero de Ajudes a la Creativitat i a les Iniciatives Culturals, convocado por primera vez en el curso 1987-1988 y que a principios de los noventa, con Albert Girona al frente del Servei d’Extensió (1991-1994), se ampliará considerablemente. «En donar-li una estructura fixa i estable i dedicar més recursos, molts joves creadors que, en alguns casos, acabaran convertint-se en professionals molt reconeguts, van tindre per primera vegada l’oportunitat de desenvolupar les seues idees» (A. Girona Albuixech, comunicación personal, 2019, 6 de marzo).
Antoni Tordera dejará el Servei en 1989 al ser nombrado director artístico del Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana. Antes de la llegada de Albert Girona en 1991, ya bajo el mandato de Maribel Martínez Benlloch como vicerrectora d’Extensió, Salvador Albiñana se hace cargo de la dirección del Servei (mientras sigue al frente de la Sala d’Exposicions) y continúa, en términos generales, la tarea iniciada por Tordera. Girona, por su parte, pondrá el foco en lograr una estructura más estable articulando las aulas (con sus espacios, sus responsables respectivos coordinados por él, y una cierta identidad corporativa que comienza a forjarse) y en abrir «tot el ventall possible del món de la difusió cultural y de l’extensió universitària». Entre otras cosas, además de ampliar las ayudas a la creatividad y, en general, de intensificar la búsqueda de financiación logrando nuevos convenios y patrocinios con entidades públicas y privadas, impulsará una nueva aula cultural, la de Debats, con los profesores de Historia Contemporánea Justo Serna y Anaclet Pons como responsables. Además, en esos momentos, dentro del Servei se creará un departamento específico para gestionar el programa Universitat als Pobles, que ofrecerá cada vez más cursos en más municipios.
Por otro lado, la continuación de las labores de inventariado, restauración, catalogación, recuperación y difusión del patrimonio cultural, que se habían iniciado en 1985, siguen siendo desarrolladas directamente y de forma independiente por el conservador del Patrimoni Històric-Artístic, Daniel Benito Goerlich –nombrado como tal en enero de 1987–, que contará con la ayuda del actual responsable del Àrea d’Exposicions, Norberto Piqueras Sánchez. Además, en 1990 se celebra la 1a Biennal Martínez Guerricabeitia, que continúa a día de hoy y gracias a la cual, en palabras de Albert Girona, «es va aconseguir consolidar la presència de la Universitat al món de les arts plàstiques, després del formidable treball realitzat els anys previs per Albiñana i Sánchez Durá a la Sala d’Exposicions».
Con Juan Vicente Martínez Luciano, que se hace cargo del Servei d’Extensió entre 1994 y 1998 –es decir, bajo el Vicerectorat de Cultura de Antoni Tordera y ya con Pedro Ruiz Torres como rector–, los principales programas culturales de la Universitat seguían desarrollándose a través de las aulas, la Sala d’Exposicions y la Biennal Martínez Guerricabeitia (gestionada por su propio Patronat), la Universitat d’Estiu de Gandia (de la que se encarga ahora el Vicerectorat de Cultura), la Universitat als Pobles y una serie de ayudas y reconocimientos otorgados por la Comissió d’Extensió Universitària.26 Además, durante sus años al frente del Servei, se dará un gran espaldarazo a los Cursos d’Extensió, que, aunque «no estaban formalizados ni mucho menos como a día de hoy» (M. Luciano, comunicación personal, 2019, 12 de marzo), ofrecían una amplia formación relacionada siempre con cuestiones culturales y estaban abiertos tanto a la comunidad universitaria como a la sociedad en general.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que esta primera legislatura de Pedro Ruiz ya se inicia con la idea de convertir La Nau en un centro cultural. De hecho, el mandato culmina en 1998 con el edificio en plena rehabilitación, justo antes del comienzo oficial de la celebración de la efeméride Cinc Segles. Esta se llevará a cabo en el segundo gobierno de Pedro Ruiz, concretamente entre 1999 y 2002, aunque, como es lógico, un proyecto de tal envergadura requiere un inmenso trabajo previo, para lo cual en 1997 se crea, dentro de la Fundació General de la Universitat de València, el Patronat Especial Cinc Segles,27 presidido por el rector y del que forma parte el vicerrector de Cultura, Antoni Tordera. Aunque todo ello se explica con mayor profundidad en el capítulo que cierra esta investigación –dedicado precisamente a la gran conmemoración–, hay que destacar que Juan Vicente Martínez Luciano será nombrado director adjunto de Cinc Segles en 1998, dejando por ello su puesto al frente del Servei d’Extensió Universitària.28
Además, según apunta Albert Girona, la voluntad de convertir el edificio en un espacio cultural en el centro de la ciudad «i amb una visió absolutament progressista de la cultura» venía de muy atrás, ya con Isabel Morant en el Vicerectorat d’Extensió Universitària y, más tarde, con Maribel Martínez Benlloch y con el mismo Girona como director del Servei. Así, si bien durante los años ochenta la sede histórica de la Universitat había sido un edificio administrativo donde estaba ubicado el equipo rectoral y donde se celebraban la mayoría de actos institucionales, se tenía desde entonces una clara voluntad de ir trasladando la actividad administrativa y del rectorado fuera de La Nau. Sin embargo, la idea de transformar esta en un espacio estrictamente cultural solo se materializará –y lo hará incluso a nivel físico, al abrir más salas dedicadas a la exhibición de arte, un teatro, además de consolidar nuevos espacios para la programación musical, etc.– estando Tordera a la cabeza del Vicerectorat de Cultura propiamente dicho, con la remodelación integral del edificio en el contexto de Cinc Segles.
De vuelta al Servei d’Extensió Universitària, antes de pasar a describir con más de detalle sus principales acciones en materia de cultura a lo largo de estos años, es importante destacar algo en lo que insisten todos los protagonistas de esta primera etapa: las actividades y proyectos culturales desarrollados por la Universitat hasta la consolidación y formalización de la unidad como tal y, más tarde, del Vicerectorat de Cultura, fueron posibles gracias al trabajo colaborativo, voluntarista y entusiasta de todas las personas que integraban el Servei, el propio Vicerectorat d’Extensió, así como los profesores, estudiantes y colaboradores que gestionaban las aulas culturales. En una época de trabajo muy intenso y de mucha experimentación, en la que todo estaba por desarrollar, el compromiso y, sobre todo, la ilusión, fueron los motores que llevaron a buen puerto el proyecto cultural de una incipiente Universitat democrática.
2.3.1 Principales programas culturales del Servei d’Extensió Universitària
En las páginas anteriores se ha explicado, grosso modo, qué papel ha cumplido el Servei d’Extensió Universitària desde sus inicios hasta hoy, y se ha hecho referencia a algunas de las principales actividades y proyectos desarrollados por esta unidad en materia de cultura. Aunque no es posible exponer aquí exhaustivamente todo el trabajo realizado durante más de treinta años, a continuación se presentan con más detalle algunas de estas acciones, tanto si siguen vigentes en la actualidad como si solo funcionaron en un determinado periodo de tiempo en el pasado.
2.3.1.1 Cursos d’Extensió Universitària
El Servei d’Extensió Universitària gestiona desde su creación –incluso antes de su propia formalización– los Cursos d’Extensió Universitària, que surgieron, como casi todas las iniciativas culturales de aquellos años, de manera informal, pero que poco a poco se fueron oficializando.29 Entonces y hoy en día –regulados por la normativa aprobada en Consell de Govern el 22 de octubre de 1991 y modificada parcialmente en los Consells de Govern del 19 de julio de 1994 y del 22 de julio de 2003–, pretendían y pretenden cumplir con lo establecido en los Estatuts, que en el artículo 149 de su primera edición (1985) y en el 139 de su última versión (2013), señalan:
La Universitat de València, per acord del Consell de Govern, pot establir estudis d’extensió universitària. Aquests estudis van adreçats a la difusió i la divulgació social dels coneixements, la ciència i la cultura.
La realització d’aquest tipus d’estudis s’ha de fer preferentment en col·laboració amb altres entitats públiques o privades.
Les propostes d’aquests estudis poden sorgir dels departaments, instituts universitaris d’investigació, centres o serveis i, per a llur aprovació pel Consell de Govern, han d’anar acompanyades d’una memòria que els justifique i en la qual s’exposen els mitjans necessaris per poder desenvolupar-los (Decret 172/1985, Secció Quarta, Article 149é; Decret 45/2013, Secció Quarta, Article 139).
Como herramienta para lograr que el saber universitario traspasase el ámbito académico y llegase a sectores sociales tradicionalmente alejados de la educación superior, los Cursos d’Extensió se materializaron en un primer momento en forma de talleres y seminarios organizados por el Servei y por las distintas aulas culturales. Como se ha apuntado, con el tiempo se regularon administrativamente y se ampliaron de forma muy significativa, respondiendo así al principio asentado desde finales del siglo XX en la política educativa nacional e internacional de que los procesos de aprendizaje tienen que durar toda la vida (Lifelong Learning).
Tanto los Cursos d’Extensió, como los programas y servicios Universitat als Pobles,30 La Nau Gran u otros más recientes como Unimajors y UniSocietat, se enmarcan en esa noción de aprendizaje permanente entendido como «acto político», que se traduce, según el profesor Mayordomo Pérez (2015: 184), en
… crear espacios y modos de cultura abiertos a todos en cualquier momento de su trayectoria vital, y cumpliendo de tal manera –como establecen nuestros Estatutos– otro ámbito de su participación e implicación en nuestra realidad social. Esa es una importante opción política, desde su decisión inicial hasta las consecuencias de su desarrollo, y puede ser componente de interés en el cumplimiento del nuevo paradigma de la Responsabilidad Social Universitaria.
Este reto que se plantea a la Universidad especialmente desde los años noventa del siglo pasado y que se recoge en múltiples normativas y declaraciones –así lo hace, por ejemplo, el Marco estratégico para la cooperación europea en el ámbito de la educación y la formación (ET 2020), la European Universities Charter for Lifelong Learning (2008) de la Asociación Europea de Universidades, el documento La formación permanente y las universidades españolas, aprobado en pleno del Consejo de Universidades Españolas en 2010, etc.–31 implica un compromiso y una responsabilidad muy importantes: poner a disposición de todas y todos una enseñanza compacta, coherente y duradera, que vaya mucho más allá de la formación reglada y que sea capaz de satisfacer las demandas y los desafíos de las sociedades complejas del siglo XXI.
Respondiendo a esta estrategia global, según figura en las Actes del Consell de Govern de la Universitat de València del 19 de diciembre de 2017, la legislación general universitaria española ha asentado las bases necesarias «per encomanar a les institucions d’ensenyament superior la conformació d’aquesta oferta de formació permanent». Por su parte, nuestra Universitat se ha incorporado a la dinámica del aprendizaje permanente «impulsant cada vegada més formació per a l’actualització de competències dels seus graduats o d’aquelles persones que vulguin adquirir aquestes competències a nivell universitari, amb una oferta flexible, sense que necessàriament conduïsca a una titulació oficial».32 Precisamente en esta línea se sitúan también programas como los ya aludidos de La Nau Gran y la oferta de cursos, talleres y actividades de La Nau Gran en Obert, así como la regulación de las bases de los estudios de extensión universitaria, que abren nuevos caminos formativos para el alumnado de enseñanza superior, para profesionales que ya están en activo y para el colectivo de personas mayores.
Aunque han ido cambiando con los años para adecuarse a los intereses de la ciudadanía y de la comunidad universitaria en particular, los cursos no han perdido su esencia inicial, que desde el Servei d’Extensió Universitària se expresaba de esta forma tan clara y rotunda en su segunda edición:
La Universitat de València ix dels seus murs el segon any consecutiu per tal de prendre contacte amb la societat que l’acull. La Universitat no pot romandre al marge de la realitat que l’envolta. La investigació, la docència i, al capdavall, el lliurament de títols, no esgoten les raons de la seua existència. Ben al contrari, tot això adquireix un vertader sentit quan la Universitat es compromet amb la conjuntura econòmica, cultural, educativa i política de la societat del seu temps; quan contribueix a millorar la qualitat de vida de tots els individus, pertanyents o no a la institució universitària. Els ciutadans han d’estar al corrent de les activitats internes de la Universitat; només així es podrà exercir un control racional sobre la transparència dels seus comptes, i així mateix sobre els resultats dels seus programes de recerca i la utilització que es fa de les descobertes de la ciència (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1986: s. p.).
En la actualidad, aparte del conjunto de Cursos d’Extensió como tal que se ofertan cada año, el Servei d’Extensió organiza unas «actividades universitarias por participación» en colaboración con el Servei de Biblioteques i Documentació, el Servei d’Informàtica, el Institut Universitari d’Estudis de la Dona, el Vicerectorat d’Ordenació Acadèmica i Professorat, etc. Por lo demás, también pone a disposición de los jóvenes que están a punto de entrar en la Universitat unos «Cursos zero» de acceso a grados que buscan potenciar la adquisición de conocimientos y habilidades considerados imprescindibles, así como «Cursos d’Accès a Màsters Oficials» para quienes ya han obtenido el título de graduado/a.
Todas estas iniciativas tienen como objetivo fundamental el cumplimiento de una misión social: poner a disposición de la ciudadanía la capacidad docente, creativa, investigadora y cultural de la Universitat (Universitat de València, 2003: s. p.), al igual que lo ha hecho durante más de dos décadas el programa Universitat als Pobles, como se verá a continuación. Y es que la Universidad como lugar de conocimiento por excelencia solo puede fomentar un aprendizaje entendido como aprendizaje a lo largo de la vida, esto es, como herramienta «de desarrollo personal y social que sirve al fomento de la adquisición de competencias básicas para vivir y trabajar en el siglo XXI; un aprendizaje, sobre todo, que resulta imprescindible para ejercer plenamente el derecho a una ciudadanía activa» (Mayordomo Pérez, 2015: 191).
2.3.1.2 Universitat als Pobles
Este fue durante mucho tiempo el programa que más directamente se ceñía a la idea de extensión universitaria heredada del siglo XIX y entendida como esa voluntad de la Universidad de estar al servicio del pueblo, de las clases y sectores tradicionalmente alejados del mundo universitario. En definitiva, la Universitat als Pobles ejemplifica bien esa «tecnología cultural» que es la extensión universitaria en un sentido clásico, concebida como «algo que sale al encuentro de alguien, donde ese alguien, que no es el destinatario propio de la acción universitaria, obtiene no el producto central de la institución, sino materiales por así decirlo “digeridos”» (Ariño, 2007: 37).
El objetivo fundamental del programa, en funcionamiento hasta tiempos muy recientes, era «obrir noves vies de relació de la Universitat amb el seu entorn social, humà i cultural», facilitando el contacto del profesorado universitario y de su trabajo científico «amb les inquietuds i preocupacions de la gent, que, per diversos motius, no ha pogut accedir al campus universitari» (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1995: 6). Con dicho fin se impartieron desde 1985-1986 una serie de cursos de divulgación científica, técnica y cultural en multitud de municipios, con un enfoque práctico en la mayoría de los casos, y dirigidos a cualquier persona interesada, sin importar su nivel de estudios. Es decir, no se trataba de cursos de especialización o perfeccionamiento profesional, sino de formaciones que perseguían en términos generales el desarrollo comunitario de la población destinataria del programa.
Estas formaciones tenían lugar fundamentalmente en el distrito universitario, es decir, en pueblos de la provincia de Valencia y algunos de la de Castellón, dado que la Universitat Jaume I no abrirá sus puertas hasta 1991. Con los años irán aumentando progresivamente en volumen y temáticas, sobre todo al conseguir la financiación de la Fundació Bancaixa, que patrocinó el programa durante muchas ediciones. Antes, otras entidades financieras locales como la Caixa de Sagunt o la Caixa d’Estalvis de Carlet se habían involucrado en el proyecto, aunque generalmente eran los ayuntamientos de los pueblos quienes colaboraban con el 50 % del total de lo presupuestado para los cursos que solicitaban, además de la Diputació de València, el Consell Social de la Universitat o la Diputació de Castelló para las formaciones en los municipios de su provincia. Por su parte, la Universitat pagaba al profesorado «la quantitat convinguda» (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1991a: s. p.), que era en realidad algo bastante simbólico.
La Universitat, a través del Servei d’Extensió, se ocupaba de la programación de los cursos y de la facilitación del contacto entre los docentes y los coordinadores de cada ayuntamiento. Hubo varios profesores responsables: el primero fue Tobies Grimaltos Mascarós, de Filosofía, y luego Francesc Andreu Martínez Gallego, de Historia.33 Más adelante, cuando el Vicerectorat de Cultura y el d’Extensió Universitària se separan, lo será Salvador Roig Dobón, de Economía. Por su parte, los ayuntamientos tenían que asegurar el lugar y los recursos para impartir las formaciones, publicitarlas en los municipios, gestionar la matriculación del alumnado y entregar al Servei d’Extensió Universitària una memoria y la lista de asistentes al finalizar los cursos (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1990a: s. p.).
Por lo que respecta al tipo de formaciones ofertadas, ya se ha dicho que tenían un carácter general y eminentemente práctico, pero las temáticas eran muy variadas. Aun en los primeros años, cuando todavía no estaban normalizados, había cursos que trataban desde cuestiones sanitarias como primeros auxilios, estrategias para dejar de fumar o medicina preventiva y salud pública, hasta el desarrollo de habilidades artísticas tanto prácticas como teóricas (por ejemplo, iniciación a la danza o introducción a la historia del cine). También se ofrecía formación en el manejo de distintos programas informáticos y uso de bases de datos, o talleres de coeducación y educación en el ámbito familiar.34
Como ocurre con el resto de programas, el funcionamiento de la Universitat als Pobles se sistematiza con el tiempo y, en 1999, aparte de «l’oferta bàsica de cursos», el Servei d’Extensió presenta «l’oferta de cursos a mida», con el fin de personalizar la formación ofrecida y adecuarse a las necesidades reales de cada pueblo (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1999a: s. p.). Además, desde entonces, cada año el programa se dividía en cinco grandes áreas de conocimiento: ciencias básicas y técnicas, ciencias de la salud, ciencias sociales, humanidades y educación y formación.
En una etapa muy posterior y debido a la bajada notable de interés y participación de los municipios en estos cursos tras más de veinte años de trayectoria, la Universitat llevó a cabo, en colaboración con la Diputació de València, «un intenso estudio […] de las distintas necesidades y demandas formativas […] de las diferentes comarcas de la provincia, a través de visitas, presentaciones y realización de encuestas a sus ayuntamientos» (Tomás, 2006a: 5), cuyos resultados fueron publicados en el libro Demanda formativa de los municipios de Valencia. Universitat als pobles (2006). Estos revelaron una falta de adecuación entre la oferta formativa y las necesidades reales del público objetivo, situado en «una franja de edad entre los 20 y los 40 años, con un nivel de estudios básico y con una ocupación predominante de amas de casa, estudiantes y personas en paro» (Camarasa, Civera, Miranda y Ayuso, 2006: 31). En esta fase final del programa, el alumnado potencial se mostraba interesado especialmente en las siguientes áreas temáticas: «Introducción a las herramientas informáticas, los temas domésticos y los temas sobre el campo y la agricultura», destacando entre ellos «los cursos de Introducción a Internet, Agricultura ecológica y Salud y educación» (ibíd.: 31).
Una vez el Servei d’Extensió Universitària deja de hacerse cargo de la gestión del programa, lo asume el Vicerectorat de Participació i Projecció Territorial (actual Vicerectorat de Projecció Territorial i Societat). Pasado un tiempo, la Universitat als Pobles como tal deja de existir, pero surgen nuevas iniciativas en la línea de formación a lo largo de la vida, como es el caso de UniSocietat. Ampliado posteriormente a UniSocietat Plus, participan ayuntamientos de localidades como Alzira, Benetússer, Bétera, Cullera, Gandia, l’Eliana, Massamagrell, Ontinyent, Paterna, Quart de Poblet, Requena o Riba-roja de Túria, proponiendo itinerarios formativos para la ciudadanía mayor de 30 años que quiera continuar sus estudios. Junto a otras iniciativas ya consolidadas como La Nau Gran o Unimajors,35 UniSocietat busca reconocer la valiosa contribución del colectivo de mayores a la sociedad, fomentar el interés por la cultura y promover el aprendizaje mutuo entre personas de distintos ámbitos y generaciones.
2.3.1.3 Ajudes a la Creativitat i a les Iniciatives Culturals
La convocatoria de Ajudes a la Creativitat i a les Iniciatives Culturals fue una de las primeras propuestas destinadas a fomentar la iniciativa creativa y cultural entre la comunidad universitaria y, más allá, entre la sociedad valenciana en general. Fue una idea de Antoni Tordera como director del Servei d’Extensió, y su primera edición tuvo lugar en el curso 1987-1988, para mantenerse hasta mediados de los noventa, aunque con cambios tanto en las modalidades de participación como en el presupuesto. En el folleto de la segunda edición se explica así su objetivo principal:
… potenciar les dimensions no estrictament acadèmiques de la Universitat de València, sense que els diferents projectes renuncien a la indubtable riquesa que suposa el normal desenvolupament de la vida docent i investigadora de la Universitat. Aquesta convocatòria, en distingir entre creativitat i iniciativa cultural, pretén de subratllar el desig que totes dues dimensions no siguen considerades excloents; tractem d’assumir les diferències que hi ha entre la tasca específicament creativa i la posada en marxa d’iniciatives culturals que dinamitzen la vida universitària, tant en aquesta mateixa com en relació amb la societat (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1989a: s. p.).
En general, en las distintas ediciones se ofertaron ayudas a la producción de teatro o danza, a la interpretación musical, a la organización de debates y a la producción audiovisual. La comisión encargada de evaluar los proyectos y otorgar las subvenciones estaba compuesta por miembros del propio Servei d’Extensió Universitària y por personas expertas en los distintos campos culturales de las diversas modalidades. Salvo en el caso de los debates, el resultado de los proyectos musicales, audiovisuales, teatrales y de danza que habían conseguido las ayudas, se presentaban dentro del programa de la Festa de Benvinguda del curso siguiente al de la convocatoria que habían ganado.
Durante las siguientes ediciones se irán produciendo cambios menores, pero se mantendrán en términos globales las ayudas a las distintas disciplinas ya descritas, aunque ampliándose el presupuesto al contar con la colaboración de la Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona. Ello permitirá, por ejemplo, que la modalidad de espectáculo se divida en dos: danza y teatro por separado; en consecuencia, serán cinco modalidades en total las ofertadas, en lugar de cuatro. Y si en el folleto de la tercera edición (marzo de 1990) se hablaba de «potenciar les dimensions no estrictament acadèmiques de la comunitat universitària i fer més permeable la universitat a les exigències i les activitats de la societat», los objetivos perseguidos también van siendo progresivamente más ambiciosos, como muestra la presentación de la sexta edición:
Amb aquestes convocatòries el Servei d’Extensió Universitària pretén obrir els seus espais culturals a l’organització d’activitats de caràcter cultural i artístic, de dins i fora de la Universitat, que d’altra manera no tindrien l’oportunitat de ser presentades a la societat valenciana y que complementen també, les dissenyades pel propi Servei. Es tracta, doncs, de connectar amb l’entorn social i cultural en què es troba la Universitat de València i renovar el concepte de servei cultural, consistent en servir de canal d’animació i difusió de béns culturals, però, sobretot, de prendre la iniciativa i fomentar la producció de fets i objectes culturals novedosos (Servei d’Extensió Universitària de la Universitat de València, 1993a: s. p.).
Entre otros muchos, algunos de los premiados en las distintas ediciones y modalidades fueron: Big-Band Universitària en la sección de música de 1988; el vídeo L’Erosió a les costes valencianes, dirigido por Jaume Riera o la obra de teatro Plaza bonita, plaza roja, dirigida por Manuel de la Dueña en el mismo año; el colectivo CEDSALA en la modalidad de debates en 1990, con un ciclo de conferencias y mesas redondas sobre el sida; la obra Broza, de la compañía El Desván, también en 1990, o Bloody Mary Show, de L’Eina Teatre,36 en 1991; el espectáculo Mi horóscopo decía, de la compañía de danza Aviones Diferentes, en 1993; los músicos Vicente Pérez (saxofón), Antonio Pérez (saxofón) y Fernando Ferrer (piano) en la modalidad de interpretación musical también en 1993, o David Fons Callejón (viola) y Francisco Navarro (piano) en la misma modalidad en 1994, año en el que se premió, asimismo, la organización de unas jornadas de debate tituladas «Medio ambiente, ¿una necesidad?», proyecto presentado por Rafael Fabra Bellido y que contó con la participación de Joaquín Araújo, Emèrit Bono, José Luis Barona, Antoni Tordera o la ONG Greenpeace, entre otros.
2.3.1.4 Otras iniciativas en los primeros tiempos
Aparte de los Cursos d’Extensió Universitària, la Universitat als Pobles y las ayudas a proyectos culturales y creativos, uno de los programas más ambiciosos –y que ha resultado ser el más longevo– con los que se inicia la extensión cultural en la Universitat democrática es la Universitat d’Estiu de Gandia, a la que se dedica más adelante un apartado específico de este libro. Además de todo lo dicho hasta ahora, el Servei gestionaba muchas otras actividades culturales que se celebraban puntualmente y que no pueden ser reseñadas aquí por las obvias limitaciones de espacio. Entre ellas figuran conferencias y mesas redondas, actuaciones musicales memorables, espectáculos teatrales o la Academia de los Nocturnos. Este era un certamen literario en cuatro modalidades (prosa y poesía en castellano y en valenciano) organizado por el Vicerectorat d’Extensió y la Comissió Gestora d’Estudiants y con colaboraciones como la de la Revista Literaria Lagos de Lahos, que se dirigía a toda la sociedad y que celebró su primera edición en 1985-1986. El premio a los ganadores en cada modalidad consistía en la publicación de sus obras por parte del Servei de Publicacions de la Universitat.
Pero, sin lugar a dudas, una actividad que se convirtió en todo un hito y se erigió durante mucho tiempo en la esperada cita de bienvenida al verano dentro del programa cultural de la Universitat fue la Nit de Sant Joan. Organizada primero por el Vicerectorat d’Extensió Universitària, con el Servei d’Extensió como brazo ejecutor, tomará luego el relevo en su gestión el Vicerectorat de Cultura, al que se unirá durante los años de celebración del quinto centenario de la Universitat el Patronat Cinc Segles, además del Jardí Botànic en todas las ediciones que tuvieron lugar allí.
La sede que en sus comienzos acogía estas Nits era el edificio histórico de La Nau, hasta que debido a la reforma integral que empieza en 1997, estas se trasladan al Botànic en 1998. Eran (y son) noches de conciertos, espectáculos de danza y teatro, performances, audiovisuales, mimo…, dirigidas a los miembros de la comunidad universitaria y, como ocurría con el resto de iniciativas en aquellos años, se sacaban adelante gracias a la participación y el esfuerzo conjunto de todo el personal que trabajaba o colaboraba en alguna de las áreas relacionadas con el Vicerectorat d’Extensió Universitària. En palabras de Leonor Tortajada, «había unas necesidades mínimas de infraestructuras y lo hacíamos con el esfuerzo personal y el cariño que teníamos por la actividad que desempeñábamos».
Poco a poco las Nits de Sant Joan se fueron consolidando, y con ellas se formalizó su organización y funcionamiento, pero lo que no cambió nunca fue el entusiasmo y la ilusión de quienes trabajaban para hacerlas realidad. Al ser preguntados por estas noches mágicas, a los protagonistas se les amontonan los recuerdos (y las sonrisas): una instalación de Valentí Figueres compuesta por un reguero de paja y dinosaurios de goma que conducía desde la calle de la Nau hasta la estatua de Lluís Vives –o «Sant Lluís», como Antoni Tordera le llama a veces porque, según afirma, «mucha gente de la que pasa por el claustro cree que es un santo…»–; la bailarina Sol Picó girando sobre una plataforma alrededor del humanista valenciano más universal; el Petit Café Concert Futuriste; performances de Bartolomé Ferrando; instalaciones y acciones dirigidas por Esteve Grasset en un espectáculo titulado On són els somnis?… (A. Tordera, comunicación personal, 2019, 1 de marzo). Y la lista continúa: