Читать книгу Sexo, violencia y castigo - Juan Marco Vaggione, Isabel Cristina Jaramillo Sierra - Страница 26
5. Incesto
ОглавлениеAntes, los delitos sexuales cometidos contra los niños se diferenciaban claramente de la crueldad contra los niños. Hoy en día están ambos dentro de la misma categoría de “abuso”, volviéndose un excelente ejemplo de la maleabilidad del término. Muchas personas hoy consideran que el abuso de niños significa abuso sexual. El abuso sexual tiene tres tipos. El primero de ellos no parece tener mucho en común con movimientos en contra del abuso de niños. Es como una constante: exhibicionismo, acoso en parques, y violaciones de niños que son recogidos en la calle. No conozco razones para pensar que este tipo de comportamiento ha cambiado en los últimos cien años o que las concepciones públicas y advertencias de los padres sobre estos peligros se hayan modificado. Es el clásico “no recibas dulces de extraños”. Otros dos tipos de violencia sexual se han vuelto visibles. Uno es el abuso sexual en guarderías, casas de paso, colegios, iglesias o instituciones similares por fuera del entorno familiar. Otro es el abuso sexual dentro de la familia, que en realidad implica incesto.
El incesto ha sido objeto de interés académico por parte de antropólogos y psicólogos. Cada cierto tiempo atrae la atención de los eugenistas, cuando la “endogamia” se ha asociado con el decaimiento intelectual o físico de poblaciones aisladas. Y ciertamente el tabú del incesto es extraordinariamente intenso, aunque quién cuenta como “pariente” para efectos de prohibir el matrimonio varía de sociedad a sociedad, incluso de la francesa a la inglesa. Aun así, hay muchos malentendidos alrededor del incesto. El incesto no era delito en el Reino Unido hasta 1908, cuando se expidió el Acto sobre el Castigo del Incesto –Punishment of Incest Act–. En Europa, el incesto no es comúnmente un crimen bajo el derecho penal, solamente en el derecho eclesiástico. Hoy en día el incesto no es delito en Francia, Holanda y Bélgica. Este descubrimiento no ha sido bien recibido por quienes están preocupados por el abuso sexual de niños. Un estudio histórico se observa con ira que “bajo la Ley Talmúdica, el sexo con una niña menor de tres años estaba permitido” (Rush, 1980, p. 17).
Más allá de las cuestiones jurídicas, el incesto no se consideraba un problema de nuestra sociedad. Era peor que la bigamia, pero la misma cosa: un vicio de personas extrañas, nada que ver con nosotros, del mismo modo que el famoso juicio por bigamia que se le hizo al hermano mayor de Bertrand Rusell no tenía nada que ver con las clases medias. Los párrocos seguro sabían que sí estaban relacionados, pero guardaron silencio. En los sesenta y principios de los setenta, el incesto y el abuso de niños se mantuvieron separados. Los trabajadores sociales y psicólogos que se preocupaban por el incesto les hablaban a audiencias diferentes a las del abuso de niños, que para entonces era la del maltrato infantil. Los dos fenómenos no fueron relacionados de manera pública hasta que se publicó un ensayo titulado: “Sexual Molestation of Children: the Last Frontier in Child Abuse” (El abuso sexual de niños: la última frontera del abuso de niños) (Sgroi, 1975, pp. 18-21). Se popularizó con un artículo publicado en Ms. en abril de 1977 titulado “Incest: Sexual Abuse Begins at Home” (Incesto: el abuso sexual empieza en casa). Esto no quiere decir que nadie había visto la relación antes. Peyton Place (1956) de Grace Metalious es quizás uno de los mejores –más predictivos– documentos sobre los cincuenta. En el desenlace de la trama, Lucas, el padre de Selena, era “un borracho que golpeaba a su mujer y un abusador de niños. Cuando digo abusador de niños lo digo en la peor forma en que se lo puedan imaginar. Lucas comenzó a abusar sexualmente de Selena a la edad de catorce años y la mantuvo callada a punta de amenazar su vida y la de su hermano menor” (Metalious, 1956, p. 347, citada en Weber, 1977, pp. 64-67).
Hay pasiones tremendas en juego. En algunos casos la palabra incesto no se usa. Está presente como un veneno, un horror detrás de las palabras de “abuso sexual” en los contextos familiares. Cuando se menciona la palabra, como lo hace la introducción de Incest as Child Abuse, el horror se vuelve explícito:
“El incesto entre adulto y niño golpea el corazón de la civilización. Es en la familia, como lo menciona Charles Horton Cooley (1964), donde se gestan la sociedad y la personalidad de manera inseparable. El incesto subvierte el proceso de gestación, perturbando tanto el orden social como el desarrollo del niño” (Horton Cooley, 1964, citado en Vander May y Neff, 1986, p. 1).
Esa es la racionalización que se hace del horror que causa el incesto, una racionalización que es posible cuestionar. Hay otra línea de argumento que hace poderosa la idea del abuso sexual intrafamiliar. No es el horror, sino la rabia acompañada de alivio catártico: rabia en contra del patriarcado y alivio para muchos de poder hablar abiertamente sobre el tema. La mayoría de quienes cometen abusos sexuales de los niños en la familia son hombres –padres, novios de las madres, tíos y algunos abuelos–. Las víctimas son niños y niñas, muchos de los cuales, ahora que han crecido, expresan sentirse aliviados de poder hablar sobre lo que les sucedió.
Los efectos de esta liberación son diversos y continuos. Esta liberación tendrá un impacto en las psicoterapias futuras. Se sabe que Freud decidió que las memorias de incesto descubiertas en su consultorio eran, en gran parte, fantasías. Ahora volvimos a suponer que la memoria de las relaciones sexuales con un padre o un miembro de la familia es una memoria verdadera. Esto importa en la terapia tanto para adultos como para niños (27).
Pero ya no estamos hablando estrictamente del incesto como se entendía antes, esto es, como las relaciones sexuales entre miembros de una familia. Por ejemplo, de los 291 casos investigados en Minnesota en un año, 8 involucraban relaciones sexuales y 39 tenían que ver con “libertades indecentes” (indecent liberties). De lejos, lo que está en juego son los tocamientos indebidos. Incluso sobre este tema encontramos ciertos cambios. Hace algunos años, los tocamientos indebidos eran siempre malos e inevitablemente llevaban a cosas peores. Ahora, en la cada vez más abundante literatura sobre el tema, tenemos el “dilema de los toques apropiados e inapropiados” (the good touch/bad touch dilemma). La conclusión pareciera ser que los niños perciben toques de cariño como buenos y los toques dolorosos como malos, pero que la evaluación moral del toque depende de sus consecuencias (28).
El silencio en torno a la idea del incesto continúa, no entre la comunidad que trabaja y ayuda a los niños, sino entre los teóricos. Así, con frecuencia se ha hecho la pregunta de ¿por qué ocurre el incesto si la hostilidad hacia él es tan fuerte? El siempre radical psicohistoriador deMause ha puesto la pregunta patas arriba: el incesto, afirma, siempre y en todas partes ha estado con nosotros. Si algo necesita una explicación es la ausencia temporal del incesto. Es capaz de llegar a esta conclusión al contar como incesto muchas cosas que no se habían visto de esta manera antes. Por ejemplo, los padres de la época victoriana les ponían enemas a sus hijos ante el menor signo de irregularidades en la evacuación. Esta práctica ahora es poco común, pero hasta 1930 estaba bastante diseminada entre la población rural en los Estados Unidos. De acuerdo con deMause (1988, p. 274), esta interferencia anal de las madres sobres sus hijos es un tipo de incesto. Este es otro ejemplo de la extensión del término: “la exposición crónica a actos sexuales durante la infancia es abuso. Esto ocurre cuando los padres insisten en que sus hijos duerman en el mismo cuarto que ellos hasta los 8 o 9 años” (Wilbur, 1984). El autor no llama a esto explícitamente incesto, pero lo considera sexual, intrafamiliar y abusivo. La práctica de separar a los padres de sus hijos –la práctica arquitectónica que hace que esto sea posible–, es parte de los efectos de la revolución industrial y de la “policía de las familias”. Algunas sociedades consideran que nuestro hábito de prohibirles a los niños dormir con sus padres es un acto de crueldad. Este ejemplo extremo sirve para recordarnos que lo que contamos como abuso y como abuso sexual está íntimamente relacionado con nuestras prácticas y sensibilidades contemporáneas.
La historia del incesto tampoco se ha terminado de escribir. La próxima frontera es el abuso de niños por parte de los hermanos. “La evidencia sugiera que la violencia entre niños, especialmente entre hermanos, es frecuente y tiende a aumentar a medida que más padres solteros y trabajadores se ven obligados a dejar a sus hijos pequeños al cuidado de los mayores” (Wissow, 1990, p. 1). Los juegos sexuales entre niños, especialmente cuando la diferencia de edad es significativa, es considerado como abuso sexual. Edipo se convierte en Elektra.