Читать книгу Sexo, violencia y castigo - Juan Marco Vaggione, Isabel Cristina Jaramillo Sierra - Страница 30
5.4. Un marco más general: la normalidad
ОглавлениеEmpezamos con una idea llena de certeza moral: no debes abusar a tu hijo. ¿Hay algún mandamiento más eterno? Después, encontramos que la idea del abuso de niños ha sido maleable e imperial, empezando hace treinta años y apropiándose de nuevos territorios desde entonces. Eso disminuye la actual fuerza del mandamiento. Solo queda una actitud: el abuso de niños es malo y nos sentiríamos mejor si hubiera menos de lo que hoy hay. Pero cuando pasamos de las acciones abusivas a la idea del abuso de niños, no hay, y no debería haber, unanimidad en las actitudes.
Aquí están dos de las muchas visiones en oposición. Una es la de los activistas, esa frágil coalición a la que he llamado el movimiento en contra del abuso de niños, que atrae tanto a médicos preocupados como a feministas radicales: “este ha sido un periodo de una magnifica concientización, hemos descubierto mucho sobre el alcance del abuso y hemos reconocido más y más actos como tipos de abuso”. Otra visión, más cínica, sostiene que “el abuso de niños es un dispositivo retórico para desviar la atención de la sociedad. El senador Mondale lo dijo en el Comité original: “Este no es un problema social”. La crisis que se “siente” en la familia americana y su relación con la fuerza laboral, es un tema de relaciones sociales que el discurso político americano se ha negado a enfrentar. En este tema la ira está dirigida a la podredumbre de las relaciones individuales, que involucran adultos abusivos y niños inocentes. Una gran cantidad de daños a los niños está subsumido por un emblema poderoso, pero poco reflexivo: “el abuso”. Esto sirve para identificar el enemigo entre nosotros. Nos quita la necesidad de pensar en quienes somos”. Estas dos actitudes invitan distintos tipos de acción, aunque no son necesariamente contrarias. Alguien podría actuar en ambas actitudes. Yo lo hago.
La idea del abuso de niños no es idiosincrática. Solo es rara en un aspecto. Vivimos en un mundo de concepciones que son a la vez morales, humanas, sociales y personales. Pero hay pocos conceptos fundamentales que podamos ver cómo se construyen y se moldean. Muchas de nuestras ideas tienen historias similares a la del abuso de niños, solo que no las recordamos, así como los rastros de la evolución del abuso de niños están siendo borrados en este mismo momento en muchos lugares. No recordamos la evolución de la idea del abuso de niños. Pero hay diferencias entre los grandes conceptos morales. El abuso de niños es un tipo especial de concepto pues es un concepto normalizador.
La normalidad se ha convertido en uno de los más poderosos metaconceptos humanos. La idea de las personas normales ha reemplazado a la idea de naturaleza humana de la Ilustración (36). Lo “normal” adquirió su conceptualización como “usual” y “típico” solo hasta el siglo XIX y originalmente en los entornos médicos en los que se usaba como oposición de “patológico”. Desde épocas remotas el término ha abarcado lo descriptivo y evaluativo. Anteriormente servía para nombrar un ángulo en T que producía ángulos rectos, que eran tanto ángulos rectos (de 90°) y ángulos rectos (los ángulos correctos). Esto también aplica para el prefijo griego ortho. El ortodontista o el ortopsiquiatra son quienes se encargan de rectificar la mente o los dientes, volverlos regulares, como otros –pero a la vez correctos, buenos, deseables–.
“Normal” y ortho siempre han girado alrededor de la división entre el ser y el deber ser, pero nuestro concepto actual de lo normal en relación con lo patológico viene del mundo médico del siglo XIX. De allí fue generalizado, primero por Auguste Comte, para el mundo social. A finales del siglo XIX, Émile Durkheim usaba las tasas de suicidio para diagnosticar las sociedades patológicas, opuestas a las sociedades normales. Lo patológico era lo desviado que a su vez era el tema principal de las ciencias sociales. Al mismo tiempo, la normalidad se empezó a medir en términos estadísticos. Eran estadísticas descriptivas, pero en vista de que lo “normal” era “correcto” (y saludables, con todas sus connotaciones), lo anormal no era solo diferente, sino incorrecto (y enfermo).
Las conexiones entre la medicina y la normalidad pueden no ser siempre notorias, pero rara vez están ausentes. El suicidio es un buen ejemplo. El suicidio no era un tema que preocupara a los médicos, sino hasta que alienistas franceses como Jean Étienne Esquirol reclamaron ser los únicos conocedores del tema. Hoy los médicos solo comparten ese derecho con los estadistas que tabulan la autodestrucción y con los sociólogos cuya ciencia se desprende de la medicina y la estadística. El suicidio y el abuso de niños son miembros de una constelación de problemas sociales que se trabajan desde un marco de normalidad/patología. La mayoría de los asuntos analizados por la revista Social Problems –que obviamente incluye los problemas del suicidio y del abuso de niños– se plantean en estos términos.
Hasta este punto, es posible que muchos se hayan resistido a mi distinción entre el abuso de niños actual y la crueldad infantil de finales del siglo XIX. Lo hice principalmente porque en la época victoriana nunca medicalizó la crueldad. Los padres crueles no eran considerados enfermos o patológicos. No se intentó caracterizar el comportamiento familiar normal. No había intervención médica, a pesar de que algunos de los primeros activistas fueran médicos de profesión. El abuso de niños, por el contrario, inició con los médicos en 1962, y entre las primeras afirmaciones estuvo la de que los padres abusivos son enfermos y necesitan ayuda. Como lo mencioné en la sección anterior, en la lucha de poder sobre quien es dueño del abuso de niños, los médicos ganaron. Ahora sugiero que esta era una conclusión anticipada porque el abuso de niños sigue siendo visto dentro del esquema de la normalidad versus la patología.
Cada vez más comportamientos son vistos como abusivos porque se empiezan a considerar anormales. Esto implica una compleja relación entre lo que es usual y lo que es correcto. He citado apartes que sugieren que los padres que obligan a sus hijos a dormir en la misma habitación que ellos incurren en una conducta abusiva. Lo usual es que, en las familias con los ingresos económicos suficientes, los niños duerman en cuartos distintos a los de los padres. Pero ahora lo que era inusual se ha convertido en anormal y lo anormal en malo. Estas no son solo consideraciones semióticas, un juego de palabras deconstructivo que se ha cimentado en guiones y etimologías imaginarias. Es moralidad simple, inglés simple e historia simple.
Dije al principio que teníamos la idea del abuso de niños como algo definido, y luego pasé a mostrar que ha crecido, cambiado, se ha reformado y reformulado. Pero nuestra preocupación no es sobre una “construcción social” genérica. La principal evolución del concepto de abuso de niños ha sido la de dividir cada vez más tipos de comportamientos entre normal y anormal. La idea del abuso de niños no fue fijada desde un inicio porque para ese momento no existían los estándares de normalidad, que hoy cada vez son más predominantes. Este cambio nos afecta a todos. Es bueno ser normal. A medida que ciertos tipos de comportamientos se caracterizan como normales o desviados, se establecen normas, normas que las personas siguen con gusto. Lo que implica que las personas empiezan a verse a sí mismas de manera distinta, escogen distintos tipos de acciones, y en esta medida, cambia lo que es usual en el comportamiento humano, y crea, a su vez, nuevos fenómenos que alimentan el versátil concepto del abuso de niños. No podemos esperar que conceptos como este se mantengan estables en el tiempo.
Asimismo, hay otro aspecto de lo normal que queda bien ilustrado por su propia historia. Lo normal significa lo usual y lo usual es lo bueno –por ejemplo, para Durkheim–. Pero Francis Galton, quien le dio el nombre de “normal” a la distribución normal o a la distribución de campana, explícitamente nombró el promedio como “mediocre”, lo cual es malo. Paradójicamente, lo normal apunta a dos direcciones distintas, lo que explica su fuerza ambivalente (37). El programa eugenésico de Galton era un programa para cambiar los promedios, para moverlos del lugar en el que se encontraban. Gil, el autor de las dos definiciones del abuso acá citadas, está dentro de esta tradición Galtoniana. El tratamiento normal hacia los niños americanos es mediocre o peor. Todos están siendo abusados y debemos ser conscientes de eso.
¿Hay acaso algo que realmente podamos saber sobre el abuso de niños? Quisiéramos que nuestras intervenciones, agencias oficiales, cortes, profesores, doctores, personas del común y nosotros actuáramos con cuidado, aportando y no entorpeciendo, con prudencia, sabiduría, justicia y desde el conocimiento. ¿Es esta una esperanza inútil, dado que nuestro objeto de conocimiento está cambiando siempre y nuestros términos para expresarlo son evaluativos, tanto en un nivel básico (“abuso de niños”) como en un metanivel (“normal”)? Solo es inútil si el conocimiento se piensa como científico y superior a todo el conocimiento médico, como el de la química, los tejidos y los órganos. Sin embargo, es casi imposible superar el modelo médico, no por el poder de la profesión médica, sino por el poder oculto de las ideas organizadoras, de lo correcto a lo normal, algo que la profesión médica promovió en la mente occidental.