Читать книгу Sexo, violencia y castigo - Juan Marco Vaggione, Isabel Cristina Jaramillo Sierra - Страница 28

5.2. Causalidad, categoría y acción

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Incluso aquellos lectores que no están familiarizados con la literatura sobre abuso de niños pueden ver que la causalidad, la categoría y la acción están interconectados en formas complejas.

¿Qué causa el abuso de niños? Kempe y sus colegas lideraron el camino con sus modelos médicos y psiquiátricos. Inauguraron la doctrina del ciclo del abuso, de acuerdo con la cual los padres que abusaban de sus hijos habían sido abusados en su infancia (29). Esta doctrina bien podría ser una doctrina sociológica conforme a la cual ciertas condiciones, digamos la pobreza, producen el abuso de niños y se combina con el ciclo de la pobreza. Pero no, la idea es que el trauma del abuso produce ciertas características y defectos que, de no ser tratados, generan comportamientos abusivos.

El modelo de enfermedad solo tiene sentido si hay una certeza de que hay una causalidad subyacente (o una estructura de múltiples causalidades). Debería llevarlo a uno a pensar que ser un abusador de niños es una condición médica, una enfermedad o algo que tiene un origen natural. El tratamiento debería pensarse como análogo al que se da en casos de tuberculosis, donde el objetivo nacional debería ser alcanzar tanto los más altos estándares de saneamiento, como intervenir en el paciente enfermo de forma individual. En el modelo de la enfermedad:

“Se estudia a los padres en términos de lo que hacen mal, de manera que el abuso se ve como un problema de ciertos padres que son inusuales o diferentes de lo normal. El abuso es el resultado de un defecto individual o familiar (…) Y en ese proceso los demás padres son vistos como normales, tan normales como se ve al resto de la sociedad (…) el modelo de enfermedad legitima el rol de una variedad de profesionales de la salud y del cuidado que son vistos como expertos en estos problemas excepcionales” (Parton, 1985, p. 149) (30).

Otra característica de este modelo es que enfatiza la detección o predicción de las familias abusivas. En este tema el grupo de Kempe también fue pionero (31). Pero cualquiera que explore esta literatura estará de acuerdo con que “la investigación sobre la previsibilidad de la violencia no genera confianza sobre la validez o confiabilidad del proceso de evaluación” (Kempe y Kempe, 1978, p. 139) (32).

En lo que se refiere a la acción, los pocos estudios que evalúan programas de tratamiento producen un gran escepticismo. Ciertamente no hay conocimiento tampoco sobre la eficacia de grupos independientes de autoayuda como Padres Anónimos –Parents Anonymous–. Obvio que se ha llegado a proponer cualquier cosa como tratamiento. No es sorprendente que en Carolina del Norte y Georgia se hable de esterilización (Polansky y Polansky, 1968, citados en Gil, 1970, p. 46).

¿Qué alternativas hay a este modelo de enfermedad? Generalmente, ver el abuso como un problema social. A veces hay observaciones específicas: es culpa de la televisión (Beaulieu, 1978, pp. 58-68). Nótese que, aunque esta observación podría explicar la violencia, es mucho más difícil que explique el incesto, el tipo principal de abuso después de 1977.

Por otro lado, hay aproximaciones “socioestructurales” que ven el abuso de niños como una característica de la sociedad y sus normas, no como tipos de actos realizados por individuos. Muchas veces se enfatizan el cambio social y la modificación del rol de la familia y se nos recuerda la anomia. También se ven modelos “sociopsicológicos” (33) que enfatizan en las fallas en el vínculo maternal, perturbaciones en la vida doméstica, hogares rotos (broken homes), etcétera.

De esto queda claro que lo que consideramos que es el abuso de niños, las concepciones que tenemos de sus causas y las concepciones sobre las acciones a tomar, están íntimamente relacionadas. No logramos ver estas conexiones porque de pronto el abuso de niños no es la categoría correcta.

Sexo, violencia y castigo

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