Читать книгу Códigos sagrados - Isabella Valenzano - Страница 14

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Paul insiste en bajar a cenar.

—Padre, no debiste haberte levantado, qué grandeza, mucho ímpetu.

Todos en la mesa esperan a Cristina. Al entrar al Salón se ve impactante, Fredy se levanta, por favor, le indica la silla.

—Estás hermosa.

—Gracias, disculpen mi demora, no volverá a ocurrir.

Lleva el cabello recogido y el vestido verde turquesa resalta la belleza de sus ojos:

—¿Cómo fue su tarde? –pregunta Rose.

—Encantadora, fuimos a visitar el casco antiguo de la ciudad.

—Quiere conocer las historias y tradiciones que se celebran en estas fechas.

—¿Cómo se conocieron?, pregunta Paul.

—¡Papá!, habías esperado mucho para preguntar. –Cristina está nerviosa, se sonroja.

—Por favor permíteme que les cuente.

—Sí, por favor. Nos conocimos en el aeropuerto, veníamos distraídos chocamos fue la primera vez que la vi, a los días nos encontramos en la casa de unos amigos en común, así nació nuestra amistad, continuó con el relato.

—Es una linda forma de conocerse. ¿Le gustaría vivir en Lübeck?, tiene mucho potencial para su profesión, es fácil enamorarse de Lubeka, cuenta mucha historia, si desea conocerla le sugiero que visite el Castillo Convento Burgkloster para visitar el Museo Europeo de la Hansa, el mayor museo del mundo dedicado a la Liga Hanseática Europäische Hansemuseum.

—¡Gracias por su consejo, no dejaré de visitarlo!

—El conocer parte de la historia le dará un sentido especial a los lugares que concurra. ¿Cuándo visitará la fábrica?

—Me parece que mañana, señor.

—Querida, soy Paul, no me digas señor, eso nos haría más distantes, no estoy pasando por un buen momento con mi salud, no he podido atenderte como quisiera.

—Gracias, Paul y Rose, me siento muy a gusto, les agradezco haberme recibido en su residencia.

Alzaron las copas para brindar, como era su costumbre. Rose le indicó:

—Cariño, cuando brindamos lo hacemos mirándonos a los ojos. Brindemos de vuelta. Todos sonrieron.

—Discúlpenme no conocía esta tradición, solo sé cómo es el brindis chileno.

—¿Cómo es? –Fredy les explica, chocan levemente las copas y dicen salud.

Paul se disculpa.

—Lo siento, no me quedaré al postre. –Se retira, hasta mañana que descansen.

Rose: –Te acompaño, querido… buenas noches.

Le costaba respirar, había realizado un gran esfuerzo, sobrenatural. Era importante compartir la cena familiar.

—Me agrada esta chica, es sencilla y franca. Le darás la oportunidad de conocerla. Quiero que nuestro hijo sea feliz, que forme una familia, aunque no te negaré que tenía deseos de que fuera la hija de mi amigo, Beky, es hermosa e inteligente, siempre pensé que sería la novia de nuestro hijo desde pequeños.

—No debiste haber bajado a cenar.

—Créeme, para mí era necesario.

Cristina sentía frío, bebieron vino junto a la chimenea.

—Qué exquisito vino.

—Lo importamos desde Francia y le damos un almacenado envejecido.

—¿Cómo se llama, Rotspon?

—¿Te agrada?

—Es delicioso.

La conversación fue de enamorados, no pudieron dejar de besarse. Esto no puede estar sucediendo, es extraño.

—Disculpa, buenas noches, estoy confundida.

Regresó a su habitación, esto no me puede pasar, me encanta todo cuando estamos juntos, sus besos son tan suaves y a la vez tan intensos, cómo me voy a enamorar en breve tiempo.

No recordó su tristeza, los motivos de su viaje. Pensó con qué simpleza comentó cómo nos conocimos, se aferró a la almohada y pensó en su familia y Deisy y se quedó dormida.

Códigos sagrados

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