Читать книгу Medicina ayurveda para profesores de yoga - Isidro Justo Fernández - Страница 9

Оглавление

Capítulo I

Los Procesos de Salud/Enfermedad (I)

El presente capítulo está basado en párrafos de mi primera obra escrita, “El Yoga de la Perfecta Salud” (agotada), capítulo V, páginas 97 a 100 y 129 a 141, revisados, modificados y actualizados.

I – Su Génesis

En los últimos treinta y cinco años he dedicado gran parte de mi tiempo (full–time desde 1990) a estudiar, investigar y trabajar en el campo de lo que podemos definir como “terapias complementarias” de la medicina ortodoxa occidental o alópata. Por supuesto que siempre lo he hecho “conjuntamente con” y nunca “fuera de”, pues los únicos que pueden diagnosticar y establecer un tratamiento en función de ello son los médicos, tengan la formación que sea: Occidental, Ayurveda de India, Tradicional de China o Tibetana. Pero, basados en sus diagnósticos, como profesores de Yoga podemos ofrecer un trabajo terapéutico que complemente el indicado por ellos.

Trabajar de esta manera en todos estos años me permite poder aseverar que la enfermedad, como tal, no existe: existen personas que se enferman.

Innumerables interrogantes poblaron y pueblan aún mi mente respecto de temas tan simples, profundos, acuciantes, como ¿por qué una persona desarrolla una determinada enfermedad y no otra, cuando en teoría podría haber sido cualquiera?, profundizando aún más: ¿qué es la enfermedad, más allá de la definición que nos brindan la OMS o el Ayurveda?

La búsqueda de respuestas a tantos interrogantes me permitió arribar, entre otras, a las siguientes conclusiones:

I.1. La enfermedad no es un problema físico

sino de la persona en su totalidad:

cuerpo, mente y espíritu

La manera en que trabajo con mis alumnos–pacientes (alumnos míos, pacientes de médico que los derivó), no es otra que llevar a la práctica un conocimiento existente desde hace milenios y que en los últimos trescientos años se había perdido, no sólo en el ámbito de la medicina occidental, sino en la vida en general: el de aprovechar los recursos propios que toda persona posee desde lo físico, lo mental y lo emocional–espiritual, a fin de mantener y potenciar su buen estado de salud o recuperarlo si es que se ha perdido. “Cada ser humano detenta tanto la capacidad de enfermarse como la de curarse. El cuerpo humano posee una natural potencialidad autocurativa que, según la historia personal y el carácter de cada uno, tendrá una determinada manifestación, desde lo psíquico a lo corporal” (Dr. Carl Simonton, Buenos Aires, julio de 1992).

Tanto el estrés emocional como la depresión, relacionados con el nivel de autoestima que se posee, son dos factores denotados como responsables fundamentales del decaimiento del sistema inmunológico, propiciando con ello la aparición de todo tipo de enfermedades, especialmente el cáncer y el sida, y aquí vale la aclaración: estos factores no producen la patología, sino que le permiten desarrollarse.

Estadísticas de la medicina en EEUU y Japón, indican que entre el 70 y el 80% de los cánceres se producen por la contaminación ambiental o por agentes cancerígenos que penetran en el organismo y terminan desarrollando un cáncer, si encuentran las condiciones necesarias en él.

Estas y otras estadísticas, como así también estudios y publicaciones científicas de la medicina occidental de los últimos años revelan lo acertado de la deducción planteada.

I.2. La enfermedad es un hecho positivo en la vida

de una persona

Señala, a través del cuerpo, la necesidad de introducir un cambio en su estilo de vivir, específicamente en aquello que lo llevó a engendrarla (principio fundamental del Ayurveda).

Desde esta óptica, la enfermedad es una bendición y no una maldición.

Las conductas y actitudes malsanas, originadas también en la autoestima que se posee, permiten la gestación y el posterior desarrollo de la enfermedad. En este sentido, recuperar el natural estado de buena salud implica la responsabilidad de enfrentar la opción de cambiar nuestra filosofía de vida o seguir enfermos hasta morir. Y nuevamente aquí la psique tiene mucho que ver. En este aspecto, el trabajo yogaterapéutico consistirá en descubrir y explorar nuevos caminos para el diario vivir, que serán tantos y diversos como alumnos–pacientes haya. Cada persona deberá cambiar diferentes cosas: unos la alimentación, otros sus relaciones familiares y/o personales, etc., pero siempre desde lo físico, lo mental y lo espiritual, comenzando por equilibrar y armonizar su nivel de autoestima.

I.3. El cambio de vida debe instrumentarse

en un marco de autodisciplina

El o los cambios de vida aludidos en el párrafo anterior requieren de una firme disciplina, entendida como acción con perseverancia y paciencia.

Acción: significa trabajo.

Perseverancia: realizado los siete días de la semana.

Paciencia: para ver los resultados.

Mientras se trabaja de esta manera, diariamente, teniendo como meta un cambio de vida, la esperanza como actitud, es un factor decisivo en la cura de cualquier enfermedad. Es una creencia según la cual, lo deseable – en este caso la buena salud – es posible de alcanzar.

Más allá de los mensajes que esta sociedad cada vez más “light” nos envía, nadie debe creer en realización sin esfuerzo. Y mucho menos si de recuperar la salud se trata. Por tal motivo, si es que se quiere llegar a un final feliz, hay que aprovechar los recursos curativos con los que cada uno cuenta dentro de sí mismo, estadio éste donde las emociones y pensamientos juegan un papel fundamental. Esto no excluye, por supuesto, ni el aporte de la medicina o el de determinada filosofía o religión, muy por el contrario, se trabaja integralmente con ellas.

I.4. La enfermedad es de la persona y de su entorno

Así como en la primera de estas conclusiones sostengo que la enfermedad no es sólo un problema físico sino de toda la persona, acá sustento que va un poco más allá: es abarcativo de su entorno.

Si bien esto es muy importante de tenerse en cuenta para cualquier tipo de dolencia o enfermedad, lo es en sumo grado cuando se trata de una diabetes o un cáncer, por citar sólo dos ejemplos; diría más: es imprescindible. En este tipo de dolencias es muy difícil aspirar a resultados positivos si no se cuenta con el apoyo del grupo familiar, y en algunos casos, con el de las amistades más cercanas al enfermo.

Uno es en realidad uno y sus circunstancias, por lo tanto, se las debe tener presentes a la hora de analizar la o las causas que llevaron a la manifestación de una determinada enfermedad, procediéndose en consecuencia según cada caso, dejándonos llevar por toda la información colectada, por el sentido común y la intuición, siempre apoyados en nuestra formación como en la de los profesionales actuantes.

II – Los procesos de Salud/Enfermedad:

su descripción

Para la Medicina Psicosomática (Medicina Biopsicosocial) los factores psicológicos contribuyen directa o indirectamente a la etiología de numerosos y variados trastornos físicos.

Sin embargo, ésta es siempre compleja y multifactorial, lo que lleva a considerar, a un médico biopsicosocial, que los factores psicológicos no son los únicos que colaboran con la enfermedad. Exponen un ejemplo: un componente biológico necesario (tendencia genética), combinado con una reacción psicológica (depresión), y con el stress social (pérdida de un ser querido), resulta en un conjunto de circunstancias suficientes para producir una determinada dolencia.

La adopción de métodos de investigación rigurosos ha permitido corroborar la asociación entre los estresores vitales y numerosas enfermedades médicas de tipo endocrinas, cardiovasculares, respiratorias, gastrointestinales, inmunológicas, oncológicas y dermatológicas.

Por otra parte es ampliamente conocido desde principios de nuestra era el hecho de que tanto el stress psicológico como la depresión pueden liberar el curso de enfermedades orgánicas. Ya Galeno, en el Siglo I, había observado la relación existente entre fuertes cuadros depresivos y cáncer de mamas en las mujeres adultas de la época.

Desde hace algo más de cuatro décadas, la Psiconeuroinmunoendocrinología es el área establecida de investigación científica en la actualidad, ocupada en determinar los mecanismos por los que la mente, el cerebro y el sistema inmunológico interactúan.

Paralelamente a ello, y como ha ocurrido siempre a lo largo de toda la historia de la humanidad, en la última parte del siglo XX y comienzos del XXI, médicos, psicólogos y psiquiatras, en diferentes lugares del planeta, llevaron y llevan adelante investigaciones propias, con significativos y asombrosos resultados.

Las de los doctores Luis Alberto Gasparetto en Brasil y Carl Simonton en EEUU, durante el último cuarto del siglo pasado, son una muestra acabada de lo expuesto.

Durante la década del ’70 y comienzos de los ’80 se realizó una importante experiencia en la clínica para tratamientos holísticos “Aldeia da Vida” en Sao Paulo, Brasil. La misma estuvo dirigida por el psicólogo Luis Alberto Gasparetto quien, al frente de un equipo multidisciplinario y tras diez años de intensa labor en los que se atendieron a varios miles de pacientes con las más variadas afecciones, arribó a interesantes conclusiones.

La principal de todas ellas fue la determinación de las “equivalencias mentales”, aún en la correspondencia de los síntomas de cada trastorno orgánico.

A estos “equivalentes mentales” Gasparetto los denominó “pensamientos patrones”, porque según sean de polaridad positiva o negativa reglan la salud o la enfermedad en la persona.

De todos ellos, la crítica, la rabia, el odio y el rencor, son los principales factores de aparición de determinadas patologías.

En sus libros “Sane su Vida” (1982) y “Ud. Puede Sanar su Vida” (1984), Louise Hay, colaboradora del equipo de Gasparetto, y en cooperación con él, presenta una larga y completa lista de dolencias, pensamientos patrones negativos que las causan, y pensamientos patrones positivos que permiten iniciar la restitución del normal estado de buena salud, una vez que se adquieren.

La bibliografía citada me evita de transcribir las listas dadas a conocer por Gasparetto en sus publicaciones científicas.

A su vez, Gasparetto reflexiona en sus trabajos sobre que “es mucho más fácil disolver los pensamientos negativos, sustituyéndolos por saludables y positivos, que someterse al bisturí, porque el bisturí puede eliminar el efecto pero no la causa que es el pensamiento patrón negativo o “equivalente mental” de la enfermedad”.

A esta altura de lo descripto valen un par de aclaraciones que, no por obvias (por lo menos para el autor) está de más tenerlas muy en cuenta. Cuando se hace referencia a “patrones de pensamiento” como causa de determinadas dolencias, en realidad se los debe tomar como “probables causas” hasta que los estudios psico–médicos lo confirmen.

Por otra parte, no todos los “equivalentes mentales” son válidos en un ciento por ciento para todos casos. Sí pueden ser tomados, por ejemplo, como una de las primeras razones a descartar, o no, cuando se busca la causa de una determinada enfermedad.

Valga destacar, pues, que las conclusiones a las que arriban Gasparetto y su equipo de profesionales de la salud señalan que “un mismo patrón de pensamiento irrita SIEMPRE la misma porción del Simpático en TODOS LOS PACIENTES que lo poseen, generando siempre en consecuencia la misma dolencia en todos ellos”.

Para la medicina no era ninguna novedad que el Simpático puede ser excitado por causas emocionales. Ya el Dr. Reilly en 1934 había presentado publicaciones científicas sobre el particular. Hoy los especialistas conocen bien el proceso por el cual “el factor psicológico, al irritar el Simpático, ocasiona reflejos vasomotores generalizados, provocando un desorden total que obstaculiza la revitalización celular” (Selye, H. “The Stress”).

Lo particular y destacado de Gasparetto es señalar que siempre un mismo patrón de pensamiento (factor psicológico) irrita la misma porción del Simpático en todas las personas.

Las investigaciones realizadas en los posteriores 15 años en el Instituto Nacional de la Salud en EEUU, no sólo confirmaron lo descubierto por Gasparetto, sino que arrojaron luz sobre la relación mente–cuerpo. Es más, han dejado en claro por qué y cómo las emociones y pensamientos afectan al cuerpo.

De acuerdo con ellas, cada vez que surge una emoción o pensamiento, el cerebro produce un determinado elemento químico llamado neuropéptido. Según sea la calidad de esa emoción o pensamiento, será el tipo de neuropéptido producido, siempre el mismo para cada uno de ellos.

Además, han encontrado receptores de neuropéptidos en el cerebro, el sistema nervioso, el respiratorio, el digestivo, el inmunológico, en los riñones, etc.

Esto explica cómo las emociones y pensamientos ejercen su poderosa acción sobre todos los órganos del cuerpo humano.

Por su parte, también en los EEUU, el célebre oncólogo de fama mundial Carl Simonton dirigía por entonces el Centro de Investigación del Cáncer, ubicado en Dallas, Texas.

En sus investigaciones, Simonton descubre la estrecha incidencia que existía entre los factores emocionales y la evolución del cáncer en sus pacientes. A partir de ello comienza a aplicar los conceptos de una terapia antiquísima, abandonada por la medicina ortodoxa en los últimos 300 años y redescubierta, muy tímidamente, en los finales de este siglo XX: la Visualización Terapéutica. A partir de ello comprueba en su línea de investigación, que el stress emocional y la depresión son los factores principales que vulneran el sistema inmunológico, permitiendo el desarrollo de enfermedades tales como el cáncer y el sida.

Por otra parte, confirma la relación existente entre las emociones y el sistema nervioso central, y su impacto en el sistema inmunológico, más concretamente, sobre el Timo.

Simonton descubre que, cuando una emoción inhibe el desarrollo de la función inmunológica del Timo, los trastornos principales que ocurren en esa circunstancia son:

• Acentuado descenso de los linfocitos T y B en la sangre y en los tejidos (bazo, ganglios y tejidos linfoides).

• Disminución en la capacidad de producir anticuerpos ante el ataque de agentes o sustancias no reconocidas como propias.

• Falla permanente en rechazar células extrañas (relacionado con la aparición del cáncer).

Confirma así las investigaciones de los Dres T.A. Holme y R.H. Rahe de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington con referencia a que las emociones fuertes, como por ejemplo las relacionadas con pérdidas que producen sentimientos de aflicción y culpa, experimentadas por la mente consciente, debilitan el sistema inmunológico.

Ahora bien, más allá de las investigaciones de Gasparetto y Simonton, la medicina psicosomática afirma que los pensamientos no sólo influyen en nosotros en forma genérica (sistema nervioso central mediante), sino que a través del sistema Simpático lo hacen en forma específica, generando graves lesiones orgánicas.

Las influencias genéricas originan enfermedades histéricas mientras que las específicas obran en funcionales y psicosomáticas. Pero el tema no es tan sencillo: hay enfermedades histéricas que también son psicosomáticas. Profundizar en esto sería entrar en el campo de la Psicología, lo cual escapa a los fines de esta obra, por lo que continuamos en el del Yoga.

Las enfermedades histéricas llegan a producir disfunciones o lesiones en los órganos, incluso dan lugar a las ideoplasmías: plasman ideas en el organismo. La persona se cree enferma, y por lo tanto, se siente y procede como un enfermo. Por ejemplo: ¿no conocen, acaso, algún estudiante que se “enferma” cuando llega el momento de rendir un examen o final de una materia?

En cambio cuando el pensamiento se focaliza específicamente en un órgano puede causar sobre él dos tipos de dolencias: una funcional (altera su funcionamiento) y otra orgánica (lesionar directamente el órgano).

En el primer caso, la influencia genérica que el pensamiento ejerce sobre un determinado órgano es rápida: puede empeorar o mejorar su función en instantes.

En el segundo, la influencia específica es muy lenta y por ello, si bien le lleva mucho tiempo provocar una lesión, de igual manera le costará revertirla.

II.1– A.D.N: Nuestra Memoria Vital

Para la biología los átomos se organizan en unidades más complejas llamadas moléculas. Los principales tipos que componen un sistema biológico, como lo es el cuerpo humano, son: los hidratos de carbono, los lípidos (grasas), las proteínas, los ácidos nucleicos y el agua.

De todos ellos el agua compone casi las tres cuartas partes de nuestro cuerpo. Esto nos está indicando que el 70 por ciento de las fluctuaciones de energía, que para la física es básicamente nuestra “materia” humana, para la biología es agua. ¿complejo? No tanto si nos atenemos a que aún nos falta incorporar otro ingrediente fundamental: el A.D.N.

Una molécula de A.D.N. es mucho más que las de los hidratos de carbono, oxígeno y nitrógeno que la integran: es una memoria viva encargada de controlar con eficacia los seis billones de reacciones químicas que se producen segundo a segundo en nuestro cuerpo.

Por otra parte, en ese lapso de vida se renuevan millones de células: sólo de neutrófilos (una variedad de glóbulo blanco) son unos 5 millones. Esto nos señala que, cada segundo, millones de moléculas de ADN tienen que dividirse en dos, trasmitiendo sincronizadamente unos tres mil millones de datos de nuestra memoria genética a cada célula nueva que reemplaza a las muertas. La replicación es un proceso extraordinariamente fiel. Pero se sabe que cuando rara vez falla esa sincronización suele aparecer, con el tiempo, enfermedades de diferentes características.

II.2– El Punto de Vista del Autor

No es mi interés pontificar sobre el tema.

Muy por el contrario, creo que las investigaciones citadas hablan por sí mismas de lo complejo que significa arribar a conclusiones valederas respecto de por qué y cómo se producen los procesos de salud/enfermedad (y a la inversa). Más aún, establecer una línea de trabajo que pueda resultar efectiva a todos ellos, desde el campo del Yogaterapéutico.

No obstante, el estudio y la experiencia acumulada en los últimos treinta y cinco años me han permitido elaborar un de sistema de Yogaterapéutico, el que he denominado “Ayurvedic Yoga”.

A él arribé a partir de haber forjado la siguiente hipótesis con referencia a cómo se dan en general – aunque no en el 100% de los casos – y de acuerdo con el Ayurveda, determinados procesos de salud/enfermedad.

a) En primer término, una enfermedad de tipo funcional u orgánica, crónica o degenerativa se inicia como una desarmonía que se produce en nuestra conciencia (plano de nuestra “mente” espiritual) y que se materializa en el nivel subatómico de nuestra estructura básica de existencia (plano físico). Esto sería lo que imposibilita a nuestra energía vital fluir constantemente en algún lugar de nuestro cuerpo. El consiguiente mantenimiento de la desarmonía en el lugar y el tiempo derivaría en la aparición de una determinada dolencia. Veamos una breve descripción de esto último.

Téngase presente que, hoy por hoy, en el campo de la Física Cuántica se cuestiona que los electrones orbiten alrededor del núcleo según la teoría clásica. No obstante, y hasta tanto se confirme o no ello, vayamos a lo nuestro.

La estructura de un átomo se explica en forma de modelos.

El de Heisenberg nos proporciona una imagen precisa del mismo, describiendo una distribución del movimiento del electrón alrededor del núcleo en vez de una posición exacta (teóricamente imposible de determinar) como las indicadas en los esquemas del modelo de Bohr.

El volumen del espacio en que el electrón puede encontrarse en el 90 por ciento del tiempo se define como orbital. Los electrones de cada orbital en particular se mueven por una región tridimensional. Tomados en su conjunto, la distribución del movimiento de los electrones del átomo le asigna a éste una característica forma espacial.

Otro dato de singular importancia, y que debe tenerse muy en cuenta, es que el átomo no posee contornos fijos. Estos quedan definidos por regiones de carga que nunca son las mismas. Es más, en el 10 por ciento del tiempo restante, los electrones de cualquier orbital ocupan lugares diferentes del espacio, más alejados del núcleo.

El dibujo muestra los orbitales del carbono: un átomo con cuatro prolongaciones que salen del núcleo.


Ahora bien, cuando una emoción típica (plano espiritual) o un determinado pensamiento “patrón” negativo (plano mental) estimula el cerebro (plano físico) éste produce un específico neuropéptido o neurotransmisor que a través del sistema nervioso central en el caso de una emoción, o del sistema nervioso autónomo en el de un pensamiento, actúa en forma específica o genérica sobre un mismo órgano, y de una misma manera, en todos los casos (Gasparetto). Además, de igual forma, efectúa lo propio sobre el sistema inmunológico.

El mantenimiento en el tiempo de esta situación hace que, en cierta zona o en la totalidad del órgano afectado se produzcan cambios o modificaciones en las fluctuaciones de energía que componen nuestro nivel subatómico de existencia (plano cuántico) y que, como consecuencia de ello, en los átomos que conforman el nivel inmediato superior (plano atómico) se modifiquen los valores de su energía potencial o “energía de posición”. Esta modificación de su energía potencial se traduciría como un desplazamiento de los orbitales de la región donde normalmente se mueven. Si pudiésemos con la tecnología actual verificar y medir esta modificación de la energía potencial debería manifestarse como una ruptura de la estabilidad iónica existente entre los neutrones y protones que componen el núcleo y los electrones de cada átomo en particular. En el caso gráfico de los átomos de carbono, se debería observar que la “pirámide” se “deforma”. Esto es lo que se entiende como una concentración o bloqueo en el normal flujo de la energía corporal en el lugar, a la que han hecho referencia los más renombrados maestros de Yoga lo largo de los siglos como causa fundamental en la aparición de una enfermedad.

Considero oportuno abrir aquí un paréntesis aquí para recordar que la Medicina Ayurveda se basa en mantener el equilibrio de las proporciones originales de los cinco procesos elementales con los que hemos sido creados: Aire o Viento (Vayu o Pávana), Éter (Akasha), Fuego (Agni), Agua (Yala) y Tierra (Pritiví o Bhumi).

Sabemos que los mencionados procesos elementales, como tales, no poseen átomos que los identifiquen. Sin embargo, son mucho más que ello: forman parte de cada uno de los que conforman nuestro ser. Una explicación de ello es la siguiente.

El “Éter” es el más sutil de los cinco y conforma el espacio donde se desplazan por sus orbitales los electrones alrededor del núcleo, lo que se conoce como “corteza” del átomo.

El “Aire” o “Viento”, en segundo término, es quien genera el movimiento en los diferentes planos de la existencia. En el átomo representa el movimiento de los electrones alrededor del núcleo y todo lo que sea movimiento en él (átomo). Por ejemplo, el spin, el giro del electrón sobre su eje mientras se desplaza por su orbital alrededor del núcleo, como lo hace la tierra alrededor del sol.

El “Fuego” ocupa el tercer lugar en cuanto a sutileza, es la energía potencial del átomo. En el caso del Hidrogeno, por ejemplo, su reacción con el oxígeno realizada en las “células de combustible” (baterías) ha mejorado la autonomía de los automóviles eléctricos.

El “Agua” es la energía de cohesión, de amalgama, que mantiene unidos todos los componentes del átomo entre sí, y entre éste y otros átomos, dando vida así a las moléculas.

“Tierra”, finalmente, el menos sutil de los cinco, el más concreto, representa el aspecto sólido del átomo, la materia esencial del núcleo como de sus electrones.

Por lo tanto, queda claro que al armonizar nuestros cinco procesos elementales constitutivos, estamos armonizando, equilibrando, cada uno de nuestros átomos: un total estimado, para una persona de 70 kilos, de 6,7 x 10 27, o sea 6,7 x 10 seguido de 27 ceros más!

Esto es vincular la milenaria Medicina Ayurveda con lo más actual de la Física Cuántica en término accesibles a cualquier lector.

Y si le ha llamado la atención que mencione “procesos elementales” en lugar de “elementos”, en el capítulo 3, Fundamentos de la Anatomía Ayurveda, aclaro el por qué de ello.

Retomando lo que veníamos analizando en el párrafo anterior, si el tiempo de mantenimiento de la situación señalada es corto se produce una enfermedad funcional, rápida: por ejemplo una “indigestión” estomacal. Por el contrario si es largo se gesta una enfermedad lenta, orgánica. Para el caso citado, una úlcera de estómago.

Otro ejemplo. A nivel celular, cuando esta inestabilidad atómica desarrolla moléculas que se vuelven reactivas es lo que se conoce como “radicales libres” cuyo exceso es causante, entre otros problemas, de una aceleración en el proceso de envejecimiento a este nivel.

De acuerdo a lo indicado, mientras no se restablezca la armonía en el plano subatómico indicado, la recuperación del normal y natural buen estado de salud será sólo una utopía. Y para que ello ocurra debemos trabajar sobre la causa que actuó como estímulo sobre nuestra conciencia (entendida como “la mente del alma), poniendo en marcha a partir de ella el proceso de la enfermedad.

b) La causa o motivo de esta desarmonía en el plano subatómico (cuántico) de la existencia (plano físico) está directamente vinculado con un desequilibrio de la conciencia (plano espiritual) cuya manifestación concreta es una alteración en el nivel de la autoestima.

La autoestima gesta (según su estado) la actitud espiritual–mental que marcará el perfil de los patrones de pensamiento que rigen la calidad de vida de las personas, generadora, a su vez, de nuestras emociones positivas o no.

Cultivar la salud espiritual conllevará a un elevado nivel de autoestima y a pensamientos y emociones positivas.

Pero además, se deberá educar ¡y no controlar! la mente.

Lo señalado no es una simple cuestión semántica. Controlar significa generar algún tipo de tensión (para efectuar el control), paso inicial para un bloqueo o desarmonía posterior, que es precisamente lo que se pretende eliminar.

Sólo con un espíritu elevado y una mente educada podremos influir sobre nuestra conciencia, armonizándola. Esto se manifestará en patrones de emociones y pensamiento acordes y coherentes con ello, lo que se traducirá en una restauración de la armonía desde nuestro nivel subatómico de la existencia hacia los planos superiores, generando lo que denominado un estado de “Súper Salud”.

c) El origen del desequilibrio producido en la conciencia y por consecuencia del nivel variable o no de la autoestima, es múltiple y complejo.

De cualquier manera, la “herencia integral”, el desarrollo psiconeurocorporal en el período de la niñez, agentes de tipo climático, alimenticios y psíquicos, el dosha tipo (características psicofísicas) de cada persona (en realidad, el descuido en atender las características que le son propias), el medio social donde la persona desarrolla su vida en comunidad, acontecimientos del diario vivir, etc., son sólo algunos de los factores que inciden de las más variadas formas o maneras en él.

Por todo ello, según sea el estado de armonía de la conciencia y por consiguiente, de la autoestima, así será la actitud espiritual–mental, armonizada o no, emanada de aquella, la que determinará el tipo de emociones como de pensamientos patrones, que tienen forma y peso, y obran en el plano de las partículas subatómicas mediante el sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático) en forma específica sobre los ya citados órganos, glándulas, etc. y genéricamente, sobre órganos, glándulas, etc., como también específicamente sobre el sistema inmunológico (concretamente sobre la glándula Timo) a través del sistema nervioso central.

d) Una desarmonía en el plano subatómico de nuestra existencia es también, para mí, el factor fundamental en la falla de transmisión genética, una de las causantes principales de enfermedades degenerativas como lo es el cáncer.

Sustento mi hipótesis en lo siguiente:

El ciclo celular del ser humano consta (expresado de una manera simplificada) de cinco fases principales: G1, S, G2, mitosis y citocinesis.

Antes de que la célula pueda iniciar la mitosis (distribución de los cromosomas replicados) debe cumplir con una serie de procesos preparatorios que se producen durante las fases G1, S y G2, que se conoce como interface. Las fases G (“gap”, separación) preceden y siguen a la fase S. En la fase G1 hay un período de intensa y compleja actividad bioquímica cuyo desarrollo escapa a los contenidos de esta obra. En la G2 aparecen los últimos preparativos para la división celular.

Un proceso clave en el ciclo celular es la replicación del ADN que se produce en la fase S (etapa de síntesis). Durante las replicaciones del ADN las dos cadenas se separan por el medio ya que se rompen los enlaces de hidrógeno entre las bases que las mantenían unidas, como resultado de la acción especial de proteínas y enzimas iniciadoras.

Cada una de las dos cadenas separadas sirve de molde para la síntesis de sendas cadenas nuevas. Cada una de ellas estará formada por una cadena vieja y una nueva.


Ahora bien, durante el lapso en que ambas horquillas se separan la célula queda sin su ADN intacto (zona recuadrada en la figura) hasta que culmina la etapa de replicación.

Esta crucial etapa se realiza con matemática sincronización. Pero se sabe que cuando ella falla, aparecen con el tiempo enfermedades de características degenerativas.

¿A qué obedece dicha desincronización? Durante la fase de replicación del ADN debe existir una absoluta armonía en nuestro nivel subatómico existencial. Cuando ello no es así, por los motivos ya señalados en los puntos a) y b), los orbitales de los átomos de carbono, oxígeno e hidrógeno que conforman básicamente las moléculas de ADN, se desfasarían de la región donde normalmente se mueven. Si esto ocurre en el instante en que la célula queda momentáneamente sin su ADN intacto, debería producirse una falla en la citada fase y por consiguiente, en la transmisión genética, dando lugar a un proceso de mutación celular que deriva en la aparición de células anormales. En condiciones habituales el sistema inmunológico reconoce, aísla, destruye y elimina del organismo humano cualquier tipo de célula anormal. Pero, cuando se ve afectado por los mismos motivos que produjeron una falla en la replicación del ADN, acontece lo propio en él, Timo mediante, abriendo las puertas al proceso de una enfermedad degenerativa. “El Timo es el primer órgano del cuerpo en ser afectado a nivel de energía por un estado emocional”. (Dr. John Diamond)

Baso la hipótesis de este razonamiento como el del punto (a), en los fundamentos precedentemente citados y explicados. También en los descubrimientos de la física cuántica desde el principio de la complementaneidad de Bohr al de la incertidumbre o indeterminación de Heisenberg. Ambos han llevado a que un buen número de científicos acepten hoy el hecho de que en nuestro plano subatómico la mente afecta directamente a la materia, algo que por otra parte, los antiguos maestros de India ya sabían, ¿intuitivamente?, desde hace milenios.

e) Por último, esta acción de la conciencia sobre el cuerpo físico influye, a su vez, sobre el sistema energético, el que mediante los nadis y dhamanis (actúan sobre el sistema nervioso periférico) y los chakras (hacen lo propio sobre el sistema nervioso central), cierra lo que podríamos definir como un circuito de “biofeedback”, o de retroalimentación espíritupsicocorporal.

Y esto sí es para tener muy en cuenta, pues, de esta manera podemos comprender en toda su dimensión, porque si se mantiene en el tiempo la desarmonía en el plano subatómico, se profundiza el nivel de enfermedad, mientras que por el contrario, si se restaura la armonía y se la incrementa día a día, se llega a alcanzar el estado de súper–salud mencionado por los médicos chinos.

Esta hipótesis refleja científicamente, para mí, que es lo que acontece en nuestro cuerpo energético cuando una enfermedad va desarrollando sus primeros tres pasos, de acuerdo con los fundamentos de la Medicina Ayurveda, y que un experimentado médico puede detectar tomando el pulso de su paciente en ambas muñecas.

Este es el basamento científico de mi Sistema “Ayurvedic Yoga” de Yoga Terapéutico, el que continuo investigando, trabajando y enseñando en nuestra Escuela Argentina de Yoga y Ayurveda, desde mucho antes de su creación en 1998, hasta ahora.

En el próximo capítulo voy a continuar desarrollando todo lo hasta aquí visto, mediante el abordaje y estudio de sus sistemas componentes fundamentales, mencionados en los puntos c, d y e, donde generalmente se da la génesis de los procesos de salud/enfermedad.

Medicina ayurveda para profesores de yoga

Подняться наверх