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Introducción

El libro que tienes en tus manos surge de una necesidad observada en las múltiples charlas, conferencias y seminarios en los cuales participa nuestra fundación Betesda. Es recurrente recibir consultas sobre cómo logramos constituirnos y cómo ha sido la experiencia de llegar a ser lo que hoy somos como institución.

En este sentido, llama la atención la manera en que nuestra organización se conduce. En esta es posible observar el ejercicio permanente de una entidad que, además de administrarse, se pastorea. Es decir, que los planes y programas que se desprenden de ella se desarrollan poniendo el foco en la necesidad pastoral de las personas. Esta modalidad de actuación, que bien podríamos llamar pastoral social, le corresponde por definición a la iglesia. No obstante, concretar esta tarea desde las comunidades de fe no resulta simple. Primero, por la razón pastoral propiamente tal y, segundo, por la razón organizacional. Si el ejercicio pastoral se ejecuta desde la iglesia, entonces, ¿para qué desarrollar una organización?, ¿basta con la organización que ya posee? Así como nosotros lo experimentamos, el temor de equivocarnos, mientras reflexionábamos en la etapa de diseño de nuestra fundación, estuvo siempre latente. El miedo manifiesto es que la organización social sea algo externo a la iglesia y, por tanto, que esta pierda el control de ella. ¿Lo pierde? ¿El modelo a construir podría conducir a esa condición o fija solo un riesgo bajo ciertas condiciones? Estas y otras preguntas que se tratan en los siguientes capítulos, dan cuenta de la creciente necesidad por parte de las iglesias de hacer acción social pero, al mismo tiempo, de hacerla de manera pastoral; y, de manera adicional, hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.

Encontrar respuesta a estas interrogantes no es simple, especialmente respecto a información sobre cómo proceder. En este contexto, me refiero a aquella que haga sentido a la iglesia como comunidad de fe, es decir, sobre aquellos elementos que suelen preocupar a su dirigencia y hermandad en general. En efecto, los mecanismos para constituir, por ejemplo, personas jurídicas para tales motivos, están profusamente documentados en las instituciones gubernamentales afines. Sin embargo, los mecanismos para constituir organizaciones desde otras organizaciones, como las iglesias, no resultan claros desde esta base de información.

Aunque para la mayoría de las personas las iglesias son un tipo de organización más, quienes servimos en ellas sabemos que poseen sus propias lógicas de trabajo y un entendimiento particular de cómo deben conducirse ciertos procesos. De allí, entonces, que la forma en que se ordenan o articulan, por ejemplo, para enfrentar la acción social, no tiene por qué ser entendida de la misma manera por otras congregaciones o comunidades de fe. Aun más, ni siquiera para aquellas que comparten la misma raíz histórica y/o denominacional.

Esta variedad de entendimiento ha permitido el surgimiento de muchas iniciativas de tipo social por parte de las iglesias, siendo cada una de ellas una experiencia particular dentro del mar de posibilidades que se pueden dar. Sin perjuicio de lo anterior, me parece que las preocupaciones que suelen manifestar en relación con lo señalado se podrían agrupar en un conjunto acotado. Tal hecho solo busca ser un recurso metodológico para simplificar y dar respuesta a aquellas preguntas que tienen el potencial de definir qué camino podrían recorrer para lograr su cometido social. Pero también tiene el objeto de llegar a conformar una entidad que se condiga con el tipo de iglesia que son.

Lo que encontrarás a continuación es un conjunto de preguntas para las cuales se proponen respuestas. Las primeras han sido expresadas en la forma de una consulta que nos llegó en algún momento o que nosotros mismos formulamos. De las segundas, una parte fue encontrando respuestas en la medida que maduraba la idea de constituir nuestra propia organización social y las otras en la medida que esta se desarrollaba. Si bien las respuestas se fueron encontrando como resultado de nuestra experiencia particular, la mayoría se expone pensando en la variedad evangélica presente en el país. Es importante señalar que no se pretende dar una respuesta normativa, ya que la variedad eclesiológica lo hace imposible. No obstante, se busca con ellas guiar al lector para que vaya considerando aquellos aspectos que a nosotros nos resultaron relevantes. Quizá el mayor valor que posean algunas es que nacen de preguntas que se resistían a encontrar respuesta y de otras que llegaron luego del aprendizaje producto de una o varias equivocaciones.

Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local

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