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La Romaña hace cinco siglos

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Mercado de Faenza a inicios de 1488. Un maestro de esgrima se acerca en medio de la plaza a un campesino adinerado de Forlí, que ha viajado al mercado de Faenza rodeado de amigos, para pedirle que entregue un libro de profecías a un cronista de Forlí 9

El maestro de esgrima llega delante del campesino y sus amigos y le pide en alta voz:

—Señor, necesito de vos un favor.

—¿Quién sois? —responde el campesino.

—Soy Cesare Scrimidore,10 de Faenza y conozco desde hace mucho tiempo a Leone Cobelli,11 pintor y cronista de vuestro ayuntamiento de Forlivio.12

»Sé que lo conocéis bien y debo entregarle a través de vos una cosa que le debo desde hace mucho tiempo. Ambos os estaremos muy agradecidos por vuestro favor.

—Sí, Conozco bien al cronista Leone Cobelli. Decidme de qué se trata —respondió el campesino.

—Me pidió que le hiciera llegar personalmente este libro que me ha entregado un fraile adivino menor de San Francisco, y, al no tener la posibilidad de ir a Forolivio, os pido a vos, que sois amigo suyo, que se lo entreguéis en mi lugar —dijo el espadachín.

—Está bien. ¿Quién debo decirle que sois? —respondió el campesino.

—Decidle que soy un espadachín de Faenza y que le mando un libro de un fraile astrólogo para que sepa que el destino de vuestro señor y de vuestras tierras ya está predestinado, deseado y escrito en los cielos.

—¿Pero de qué destino celeste escrito estáis hablando, maestro de la espada? —intervino un escribano amigo del campesino.

—Señor, no os pongáis a pelear o discutir conmigo sobre las cosas decididas y queridas desde lo alto de las esferas celestes. Todo está escrito en este libro y no puedo decir nada más13 —respondió el espadachín.

—No pretendo pelear ni discutir con vos delante de todos, pero sabed que muchos en Forlí saben bien lo que está ocurriendo en nuestras tierras y al conde Girolamo Riario. Y no necesitan ni de frailes adivinos ni de astrólogos para saber lo que está pasando en nuestra ciudad14 —respondió el escribano.

—Estáis hablando de cosas que no conocéis. Debéis saber que este libro fue escrito hace diez años por un astrólogo de estas tierras y cuenta cosas que ya han pasado y otras que todavía tienen que pasar en el gobierno de vuestra ciudad hasta el año 1500.

—¿Y qué? Hay muchas profecías sobre estas tierras dominadas por los enemigos del conde Riario.

—Pues que narra cosas todavía destinadas a pasar, queridas por Dios y la mecánica celeste15 — replicó el maestro de esgrima.

—Vos decís que fue escrito hace diez años. Vamos, decidme quién lo ha escrito. ¿Quién es el fraile que os lo ha entregado? —preguntó el escribano.

—Esto no es de vuestra incumbencia.

—Entonces apuesto a que ha sido el astrólogo Girolamo Manfredi, 16 fraile y astrólogo curandero, emparentado por su nombre con vuestros señores de Faenza, amigos de Florencia y enemigos de los Riario —respondió el escribano.

—Tampoco esto es de vuestra incumbencia, pero ¿qué importaría que fuera así? —respondió el espadachín.

—¿Quién ha pagado entonces a este fraile astrólogo para que haga este libro? Los astrólogos y los horóscopos cuestan bastante y alguien rico debe haberlo pagado —preguntó aún más crítico el escribano.

—Tampoco sé esto, pero no pretendo discutirlo con vos. Pero si intentáis decir que soy un ciurmadore17 y queréis averiguar la verdad en una giusta d'arme18, estoy dispuesto a ello —respondió el maestro de esgrima.

—Soy escribano y no pretendo decir que seáis un estafador, ni pretendo pelearme con vos en una justa de armas, solo quiero saber de vos cómo estaban las cosas para tomar nota para mí y mis ciudadanos —El escribano bajó la voz.

—Entonces dejad hacer esto al cronista Leone Cobello y terminemos la conversación, que es mejor así —concluyó el maestro de esgrima con el escribano.

—Vos —ordenó el esgrimista al campesino—, tomad este libro y entregadlo al maestro Leone Cobello y él sabrá qué hacer. Os agradeceremos todo lo que hagáis.

—Está bien, no nos peleemos por esto —dijo el campesino, tomando el libro y dándose la vuelta para ponerlo en un lugar seguro de su bolsa de viaje—Escuchad, ¿cómo habéis dicho que os llamabais? —preguntó el campesino volviéndose a girar hacia el espadachín, pero este ya se había ido en silencio entre el bullicio del mercado.

—Una vez llegado a Forlí, el campesino entregó al cronista Leone Cobelli el libro y se lo contó todo, pero Cobelli, por mucho que esforzara en recordar quién podía ser el espadachín y ese fraile, dijo no recordar a nadie que le hubiera prometido algo parecido. En todo caso, el cronista Cobelli también era astrólogo y tuvo en gran consideración esas profecías.

»Y en cuanto aparecía en el cielo cualquier señal extraña, escribía que había llegado de Faenza y se había visto encima del convento de los frailes franciscanos —concluyó la explicación de su relato el testigo.

El investigador le había escuchado atentamente y preguntó:

—En pocas palabras, ¿quiere decir que el libro lo escribieron los asesinos de Riario para preparar a la gente de Forlí ante su muerte y hacer creer al pueblo que era alguien destinado a morir?

—Algo parecido, pero mejor planificado. En realidad, se ordenó un libro similar diez años antes en el entorno de Lorenzo de Médicis y este contenía el modo y la manera en que debía morir Riario —respondió el testigo.

—¿Lorenzo de Médicis? ¿Lorenzo el Magnífico? —preguntó sorprendido el investigador.

—Él mismo.

—¿Qué tenía contra Riario? —preguntó el investigador.

—Mucho, para empezar, fue un ajuste de cuentas entre ellos.

—Pero ¿qué me está contando?

—Le cuento que eso es lo que pasó. Todo empezó cuando al papa Sixto IV y a su sobrino Girolamo Riario se les metió en la cabeza tomar Florencia para derrocar a Lorenzo de Médicis y su hermano Juliano.

—¿Y luego?

—Luego no encontraron nada mejor que tratar de asesinarlos juntos durante una misa solemne en la catedral de Florencia, donde dejaron sobre charco de sangre a Juliano de Médicis, mientras Lorenzo el Magnífico conseguía salvarse encerrándose en una sacristía.

—¿Está hablando de la conjura de los Pazzi? —preguntó el investigador.

—Esa misma, y la organizaron Roma y el papa, Riario y sus secuaces durante una misa en la catedral de Florencia —respondió el testigo. Luego añadió—: Las repercusiones, el desprecio y el resentimiento por lo que habían organizado un papa y su sobrino en una iglesia durante una misa pública fueron enormes incluso para esa época. Y la reacción y la venganza de los florentinos y de Lorenzo de Médicis, fue igualmente proporcional a lo que había pasado, hasta el punto de crear una compañía de sicarios o matarifes con el objetivo de hacer una lista de las personas implicadas, para vengarse de los conjurados que habían tomado parte en ese atentado.

—¿Y Riario? —preguntó el investigador.

—Riario encabezaba la lista.

—¿Y qué diferencia había entre una compañía de sicarios y una de matarifes? —preguntó el investigador.

—No mucha. Entonces los sicarios eran considerados asesinos al servicio de alguien, mientras que los matarifes eran vengadores secretos con la misión de ajustar cuentas y vengar las acciones de conjurados y asesinos. Pero, aparte de estos pequeños detalles, ambos hacían más o menos las mismas cosas y actuaban de una manera muy similar —respondió el testigo.

—¿Entonces ese libro de profecías decía la verdad? —preguntó de nuevo el investigador.

—Solo en parte, porque no había nacido como un verdadero libro de profecías propiamente, sino como una especie de broma en versos macabros que escarnecía y narraba el fin que debía haber tenido Riario y la suerte que le aguardaba en Forlí inmediatamente después de su muerte —respondió el testigo.

—¿De dónde venía ese libro?

—En principio venía de Florencia y narraba hechos y cosas que debían pasar a Girolamo Riario y a nuestra ciudad hasta 1500. Pero no eran otra cosa que los planes de venganza y de conquista de Forlí por parte de Florencia, camuflados entre versos y profecías, para vengarse del atentado de los Pazzi de Florencia.

—¿Y ese fraile y ese astrólogo qué tenían que ver?

—Esos versos florentinos los encargaron a algunos frailes de Florencia y alrededores, como propaganda política habitual de la época. Así narraban y hacían saber al vulgo de aquellos lugares el fin que debían dar a los enemigos de Florencia. Después de un poco, también se lo encargaron a un prestigioso y conocido astrólogo de la Romaña, a fin de que leyera en las estrellas y explicara científicamente a todos lo que iban a hacer los sicarios de los Médicis, porque en esa época el vulgo consideraba a la astrología una ciencia.

—Increíble —respondió el investigador.

—No tanto. En realidad, se trataba de la propaganda negra preparatoria habitual, seguida por la política de conquista militar de la época —explicó el testigo.

—¿Y luego qué sucedió?

—Luego, a la vista de que pasaban los años y no ocurría nada de lo que decían la estrellas, alguien ordenó a la Compañía de matarifes que hiciera aquello que estaba también escrito en algún lugar de los cielos, pero que, por diversos motivos, no acababa de pasar en la tierra —explicó el testigo.

—En cuanto a Riario, ¿quién era…? —trató de preguntar el investigador.

—Girolamo Riario era quien había organizado el asesinato de los Médicis por cuenta de su tío, el papa Sixto IV. Y debía tomar el mando de Florencia en lugar de Lorenzo el Magnífico una vez asesinado. Y es por esto por lo que había acabado encabezando la lista de esa compañía de matarifes, o sicarios, si lo prefiere —explicó el testigo.

—Pero ¿por qué razón había tratado Riario de hacer algo así? —preguntó el investigador.

—Por varios motivos. Uno, porque era capitán general de la Iglesia19 y el papa le había ordenado tomar Florencia. El otro, porque a él también le interesaba tomar Florencia para unirla a sus señoríos de Imola y Forlí y crear así un gran ducado único, añadiendo también Faenza, entonces aliada de Florencia, que se interponía entre Imola y Forlí. Ese plan fracasó y solo murió Juliano de Médicis, mientras que Lorenzo el Magnífico se salvó del ataque de dos sacerdotes sicarios y el resto pronto lo entenderá a medida que se lo vaya explicando —respondió el testigo.

—Continúe entonces —asintió el investigador.

—Volviendo al libro de la profecía, antes de la muerte de Riario, se encontraron sobre una columna del altar mayor de la iglesia de San Mercuriale de Forlí unas inscripciones misteriosas en griego que aludían a algo, y esto hizo sospechar a algunos.

—¿A qué aludían esos escritos de la iglesia?

—Según muchas personas de la época, aludían a su muerte. Sin embargo, el cronista Leone Cobelli tomó ese libro en verso que le habían entregado, escribió algo titubeante y habló por ahí haciendo también propaganda a los enemigos. Pero algunos sospecharon que era un truco de los conjurados para ocultar el homicidio que estaban preparando y sepultar a Riario bajo una especie de damnatio memoriae20 —explicó el testigo.

—¿Qué es una damnatio memoriae? —preguntó el investigador.

El Fantasma De Girolamo Riario

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