Читать книгу En pos de los puritanos y su piedad - J. I. Packer - Страница 11
Capítulo tres
•
EL PURITANISMO COMO UN
MOVIMIENTO DE AVIVAMIENTO
Оглавлениеomenzaré por definir el término puritanismo y después el término avivamiento, como fundamento para lo que tengo que decir en este capítulo.
El puritanismo lo defino como ese movimiento en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII que buscó más reformas y renovaciones en la Iglesia de Inglaterra de las permitidas por el asentamiento isabelino. La palabra «puritano» como tal era un término impreciso pero definitivamente era despectivo, y entre los años 1564 y 1642 (estas fechas exactas son dadas por Thomas Fuller y Richard Baxter6) se abusó de él, siendo aplicado por lo menos a cinco grupos superpuestos de personas: primero, al clero que se mostró reticente ante algunas ceremonias y frases del Libro de oración; segundo, a los defensores del programa de reforma presbiteriana dirigido por Thomas Cartwright y por la Admonición al Parlamento de 1572; tercero, al clero y los laicos, no necesariamente inconformistas, que practicaban una piedad calvinista seria; cuarto, a los «calvinistas rígidos»7 que aprobaron el Sínodo de Dort, y fueron llamados puritanos doctrinales por otros anglicanos que no lo aprobaron; quinto, a los miembros y jurados del parlamento, y a otras personas de la nobleza que mostraron respeto público por las cosas de Dios, las leyes de Inglaterra y los derechos de las personas.8 El profesor y la señora George han argumentado que la palabra «puritano» es la «x» de un ecuación cultural y social: «no tiene ningún significado más allá del que le da el manipulador particular de un álgebra de abuso».9 Sin embargo, había una realidad específica, aunque compleja y polifacética, a la que realmente pertenecían todos estos usos del «nombre odioso». Éste fue un movimiento dirigido por el clero que durante más de un siglo se mantuvo unido, y que tenía un sentido de identidad demasiado profundo para destruir las diferencias de juicio sobre cuestiones del gobierno y la política, principalmente debido a tres cosas: La primera era un conjunto de convicciones compartidas, de carácter bíblico y calvinista, que tenían que ver, por una parte, con la fe y la práctica cristiana y, por otra parte, con la vida congregacional y el oficio pastoral. La segunda era un sentido compartido del llamado a trabajar para la gloria de Dios en la Iglesia de Inglaterra, por medio de eliminar el papismo de su adoración, la prelatura de su gobierno, y la irreligión pagana de su membresía, y así hacer realidad el patrón del Nuevo Testamento de lo que es verdadero y auténtico en lo que respecta a la vida de la iglesia.10 La tercera era una literatura compartida, catequética, evangelística y devocional, con un estilo homilético único, y con un énfasis experiencial inconfundible. De los aproximadamente cien autores de este movimiento, William Perkins, quien murió en 1602, fue el más formativo y Richard Baxter, cuya carrera como escritor devocional comenzó en 1650, con su obra: El reposo eterno de los santos, fue el más distinguido. Ese es el puritanismo que vamos a discutir.
Por otra parte, defino al avivamiento como la obra de Dios por medio de Su Espíritu, a través del cual Su Palabra lleva a los muertos espirituales hacia una fe viva en Cristo y renueva la vida interna de los cristianos, quienes inicialmente habían llevado vidas perezosas y pasivas. En el avivamiento, Dios hace nuevas las cosas viejas, dando un nuevo poder a la ley y al evangelio y una nueva conciencia espiritual a aquellos cuyos corazones y conciencias que habían sido ciegos, duros y fríos. El avivamiento anima o reanima a las iglesias o a los grupos cristianos, para que tengan un impacto espiritual y moral en sus comunidades. Es algo que consiste en una reactivación inicial, seguida de un estado de reanimación constante durante el tiempo que dure la influencia del Espíritu. Tomando los primeros capítulos de Hechos como un paradigma, y relacionándolos con el resto del Nuevo Testamento (que evidentemente es un producto de las condiciones de un avivamiento) podemos enumerar las siguientes características como signos de avivamiento: un asombroso sentido de la presencia de Dios y la verdad del Evangelio; una profunda conciencia del pecado, que conduce a un arrepentimiento profundo y lleva a las personas a abrazar sinceramente al Cristo glorificado, amoroso y perdonador; un testimonio desinhibido del poder y la gloria de Cristo, con una poderosa libertad de expresión que demuestra una poderosa libertad de espíritu; alegría en el Señor, amor por Su pueblo y miedo a pecar; y del lado de Dios, una intensificación y aceleración de la obra de la gracia para que los hombres sean abatidos por la Palabra y transformados por el Espíritu en poco tiempo, lo que hace apropiado tanto pastoral como teológicamente bautizar a los conversos adultos inmediatamente después de haber profesado la fe. Sin embargo, también es cierto que puede haber un avivamiento personal sin que exista ningún movimiento de la comunidad, y que no puede haber un movimiento de la comunidad a menos que los individuos sean avivados. No obstante, si nos apegamos al libro de los Hechos como nuestro paradigma, será necesario definir el avivamiento como un fenómeno esencialmente corporativo, en el que Dios soberanamente muestra Su mano, visita a Su pueblo, extiende Su reino y glorifica Su nombre.
2
En este punto debo señalar que, aunque estas directrices se extraen directamente de la Biblia, también son directrices puritanas en un sentido real, simplemente porque la mayoría, si no es que todas, se pueden encontrar en la teología del avivamiento esbozada por el gran Jonathan Edwards, de quien Perry Miller dijo: «El puritanismo es lo que Edwards era».11 He sostenido en otra parte que la comprensión del avivamiento que leemos en los escritos que Edwards publicó después de cumplir los treinta años, es la contribución individual más importante que Edwards tiene que hacer a la teología evangélica de hoy, y esa sigue siendo la perspectiva clásica con respecto a este tema;12 pero eso es algo que por ahora va más allá de nuestro objetivo.
Durante más de dos siglos, desde que apareció por primera vez la obra de Daniel Neal, titulada: History of the puritans [La historia de los puritanos] (cuatro volúmenes, 1732–38), se ha acostumbrado a entender el movimiento puritano en términos de la lucha de poder que hubo entre la iglesia y el estado; y esto, por supuesto, es parte de la verdad, aunque en cierto sentido deja en el aire la cuestión de los motivos puritanos. Sin embargo, el Dr. Irvonwy Morgan nos proporciona una pista de vital importancia en la siguiente cita:
Lo esencial para entender a los puritanos es comprender que ellos eran predicadores antes que cualquier otra cosa (…) En medio de todos sus esfuerzos por reformar al mundo a través de la Iglesia, y a pesar de que esos esfuerzos se vieran frustrados por los líderes de la Iglesia, la única cosa que los mantuvo unidos, que fortaleció sus esfuerzos, y que les dio motivos para persistir, fue la conciencia de que ellos estaban llamados a predicar el evangelio.13
Y yo me aventuro a sugerir que para poder tener una comprensión verdaderamente adecuada del puritanismo debemos esperar el día en el que su historia sea contada como una historia de avivamiento, una historia en la que el conflicto de la iglesia (que hasta ahora se ha tomado como la clave para la interpretación del puritanismo) tiene que ser reconocido como algo que siempre estuvo subordinado a un objetivo puritano más amplio —y por así decirlo, a un logro parcial— de ver una nación espiritualmente renovada. Pero me parece que todavía no ha llegado el día en el que esta historia pueda ser contada correctamente. Puesto que, por una parte, ya se ha comenzado con un análisis de la predicación, la enseñanza, la piedad, el trabajo pastoral y la experiencia espiritual de los puritanos,14 pero ese análisis todavía tiene mucho camino por recorrer, y por otra parte, la evaluación teológica de este material todavía está en pañales.15 Sin tomar en cuenta que, todavía no se ha logrado recopilar todo el material y las fuentes puritanas. Mi objetivo limitado en este libro simplemente es hacer creíble la afirmación de que el puritanismo era, en esencia, un movimiento de avivamiento espiritual (como el que ocurrió entre los frailes, y entre los Lolardos, y en la Reforma misma, la cual los puritanos declaradamente buscaban completar). Ya que, establecer este punto confirmaría la necesidad de estudiar el puritanismo en los términos indicados anteriormente, y tal vez, esta obra pueda convertirse en un incentivo para hacerlo. De manera que, a favor de mi argumento, expondré los siguientes tres hechos:
El primer hecho es que el avivamiento espiritual era central para lo que los puritanos profesaban estar buscando. Pero es sorprendente que este hecho ha sido resaltado muy poco, y en ocasiones ha sido ignorado por completo. ¿Por qué ha ocurrido eso? Puedo sugerir al menos tres razones: Primero, los puritanos no buscaron el avivamiento en forma aislada de su búsqueda de un orden eclesiástico más bíblico, y los historiadores profesionales y los evangélicos pietistas tienden a suponer (no sé por qué) que éstas son búsquedas distintas e incluso contrastantes, en las que los hombres no participan al mismo tiempo. En segundo lugar, la búsqueda del avivamiento puritano fue escarnecida por otras personas de la misma época, y no la consideraron como algo serio (eso es evidente, si tomamos en cuenta la historia de la palabra «puritano»), y en lo que respecta a las personas de otras épocas, podemos decir que los estudiantes modernos han sido traicionados por esa influencia, y por esa razón, tampoco han tomado en serio esa búsqueda. Y en tercer lugar, los puritanos no usaron la palabra «avivamiento» como el término técnico para lo que buscaban, sino que expresaron sus objetivos completamente en términos de «reforma». Cuando, por ejemplo, en 1656, Richard Baxter publicó su obra clásica acerca del ministerio, El pastor reformado, lo que quiso transmitir a través de la palabra «reformado» no era la idea de un pastor con doctrina calvinista (aunque sí lo daba por sentado, al menos en un sentido más amplio); en realidad, la idea que quiso transmitir era la de un pastor renovado en vigor, celo y propósito, en otras palabras, un pastor avivado, como el libro en sí mismo lo aclara. Y cuando escribió en otra parte, «Si Dios tan solo reformara el ministerio, y provocara que los ministros hicieran sus deberes con celo y fidelidad, la gente ciertamente sería reformada»,16 lo que quiso decir con «reformada» fue una vez más lo que nosotros expresaríamos al decir «avivada». Pero los historiadores y los evangélicos (una vez más, no sé por qué) conciben regularmente las palabras «reforma» y «reformación» en la iglesia, solo como una cuestión externa, es decir, la doctrina profesada públicamente y el orden establecido públicamente, sin ninguna relación con la renovación interna del corazón y de la vida; por lo tanto, olvidan las dimensiones espirituales del objetivo de la «reforma», que los reformadores y los puritanos siempre tuvieron en el corazón.
Sin embargo, si nos preguntamos por qué durante todo el reinado de Isabel, los puritanos predicaron, escribieron y solicitaron intervenciones oficiales para producir un ministerio piadoso y competente;17 por qué los puritanos introdujeron y respaldaron los «prophesyings» (reuniones para la exposición bíblica), que fueron suprimidos por la reina Isabel;18 por qué a través de conferencias e incumbencias, los puritanos trataron de establecer su propia red de predicadores eruditos y piadosos en toda Inglaterra; por qué alentaron constantemente a los ricos a financiar los gastos universitarios de los jóvenes prometedores, con la intención de que estuvieran preparados para el ministerio; por qué los puritanos feudales compraron derechos de patrocinio y las dotes (prebendas) después de 1625, hasta que William Laud se los impidió por ley;19 por qué fueron establecidos el Comité Parlamentario para Ministros Saqueados de 1642, y los Comités de Ejecutores Cromwellianos de 1654 (para desplazar al clero incompetente) y la Comisión de los Triers (para examinar los aspirantes a los titulares). En resumen, si nos preguntamos por qué la preocupación por un ministerio de calidad evangélica siempre estuvo en la cima de la lista de prioridades puritanas, como lo fue realmente), la respuesta es muy obvia. Y la podemos encontrar en las siguientes palabras de Baxter: «Todas las iglesias se levantan o caen a medida que el ministerio aumenta o disminuye (no en riquezas o grandeza mundana) sino en conocimiento, celo y habilidad para su trabajo».20 Los puritanos querían, más que nada, ver a la iglesia en Inglaterra «resucitar» espiritualmente, y vieron que esto no podría ocurrir sin un ministerio renovado.
Por lo tanto, las cosas no ocurrieron como a menudo lo insinúa William Haller21, quien da a entender que, después de 1570 el clero puritano comenzó a recurrir a la predicación y al trabajo pastoral como un medio para alcanzar su objetivo de construir una comunidad laica lo suficientemente fuerte como para asegurar los cambios en el orden de la iglesia, lo cual en ese tiempo era inalcanzable por acción directa; la verdad es más bien que, sin ir muy lejos, como el sermón de Edward Dering22 (al estilo de John Knox antes de Isabel en 1570 y antes de la Admonición de 1572) lo deja en claro, desde el punto de vista puritano, todo lo que ellos hacían con respecto al orden de la iglesia no era un fin, sino era un medio para alcanzar un fin mayor, es decir, la gloria de Dios a través de la salvación de los pecadores y la edificación de congregaciones avivadas en las que se reuniría el pueblo de Dios, y por esa razón hacían tanto énfasis en erradicar todas las cosas supersticiosas y erróneas que contristaban al Espíritu. Y cuando hablaban de la salvación de los pecadores, los puritanos no sólo se referían a su conversión, sino también al crecimiento de su salud espiritual, su fortaleza, y su obediencia consagrada, a través de la comunión mutua; en pocas palabras, su crecimiento en santidad (porque los puritanos usaron esa gran palabra en un sentido tan amplio como para incluir en ella cada aspecto y dimensión de la vida piadosa). Porque ellos sabían que la santidad de las personas de Inglaterra nunca sería una realidad sin un ministerio que fuera «poderoso», «doloroso» (laborioso) y «útil» (tres grandes características puritanas de un buen ministro). Por esa razón, durante más de un siglo, los ministros puritanos se dedicaron a la predicación y al cuidado pastoral. La causa por la que ellos luchaban no era principalmente la reestructuración de la iglesia, sino su avivamiento.
Esto nos lleva al segundo hecho, a saber, que el avivamiento personal era el tema central de la literatura devocional puritana.Aproximadamente a lo largo de cuatro quintas partes de su A Christian Directory [Directorio cristiano] (una obra de 1 143 páginas tamaño folio), la cual tiene el siguiente subtítulo en inglés: Un compendio de teología práctica y casos de conciencia. Para dirigir a los cristianos enseñándoles a utilizar su conocimiento y su fe; a mejorar las ayudas y los medios para desempeñar todas sus obligaciones; y a vencer las tentaciones y mortificar cada pecado, Baxter examina diferentes «Casos de conciencia eclesiásticos», y el caso número 174, es el siguiente: «¿Cuáles son los libros, especialmente de teología, que debería escoger una persona que, ya sea por falta de dinero o de tiempo, no puede leer mucho?» Como respuesta, Baxter enlista lo que él llama «La biblioteca más pobre o más pequeña que uno puede tolerar»: Una Biblia, una concordancia, un comentario, los catecismos, algo acerca de las doctrinas del evangelio, y «todas las obras prácticas y fervorosas que puedas conseguir de escritores ingleses». Y en ese sentido, nombra por lo menos 60 obras, todas de autores puritanos, con la excepción de tres, y después repite: «Todas las que puedas conseguir».23Y esta literatura, a la que Baxter mismo contribuyó mucho (con obras tales como su Directory[Directorio], El reposo eterno de los santos, A Call to the Unconverted [Un llamado a los inconversos], Life of Faith [La vida de fe], Dying Thoughts [Pensamientos para antes de morir], y muchas más), es la literatura en la que ahora vamos a enfocarnos.
¿Qué es lo que contenían estos libros? En su mayoría eran sermones, en los cuales se exponían las Escrituras, a través del método puritano de «doctrina, razón, y uso» (es decir, proposición, confirmación, y aplicación). Pero estos sermones eran vinculados unos con otros con la intención de formar tratados, ya que los puritanos se tomaron mucha libertad en el desarrollo de las diversas líneas de pensamiento, teológicas y aplicativas que podían estar sugeridas en el pasaje que estaban exponiendo, de manera que podían «quedarse parados» juntos frente a un texto durante semanas, tratando de extraer esas verdades. Los escritores eran llamados «fervorosos» y «prácticos» porque, tanto por escrito como desde el púlpito, usaban palabras calculadas no solo para instruir, sino para hacer que los hombres sintieran la fuerza de la verdad y para mostrarles la manera en la que debían responder ante esa verdad. El contenido de estos tratados homiléticos puede describirse generalmente, en palabras de John Downame, como: «esa parte de la Teología (…) que consiste más en experiencia y práctica que en teoría y aplicación, y que principalmente tiende hacia la santificación del corazón, más que a la instrucción del juicio y el aumento del conocimiento; y que busca que todos sean despertados a la práctica de lo que ya saben con respecto a los deberes de una vida santa, y que, a su vez pretende estimular una obediencia nueva que produzca frutos de fe».24 Las categorías específicas de libros puritanos pueden incluir:
1. Libros evangelísticos, los cuales abordan el pecado y la redención, el arrepentimiento y la fe, la conversión y la regeneración. En 1656, Thomas Goodwin y Philip Nye escribieron lo siguiente en su prefacio a la obra de Thomas Hooker, The Application of Redemption [La aplicación de la redención]: «Una de las glorias de la religión protestante es el hecho de que revivió la doctrina de la conversión salvadora, y de la nueva criatura producida por ella; pero de una manera más eminente, Dios ha otorgado el honor de esto a los pastores y predicadores de esta nación, quienes son reconocidos en el extranjero por su búsqueda y sus descubrimientos más precisos». De hecho, la teología puritana ha sido reconocida como una teología de la regeneración, debido a su orientación generalizada acerca de este tema. Hay muchos libros que tratan el tema directamente. Y sólo para nombrar unos cuantos de muchos: The Doctrine of Faith [La doctrina de la fe] de John Rogers (1627), Treatise on Faith[Tratado acerca de la fe] de Ezekiel Culverwell (1623), Treatise of the Nature and Practice of Repentance [Tratado acerca de la naturaleza y la práctica del arrepentimiento] de Perkins (1593), Bruised Reed [La caña cascada] de Richard Sibbes (1630), The New Birth [El nuevo nacimiento] de William Whateley (1618), y Method of Grace[El método de la gracia] de John Flavel (1681), todas estas obras desembocan en exhortaciones e invitaciones a buscar al Señor mientras pueda ser hallado. Además, los escritores puritanos inventaron el «despertar persuasivo»25, algo a lo que deberíamos llamar el «tratado evangelístico» (si es que la palabra «tratado» se puede usar para describir libros de cuarenta mil palabras). La obra de Baxter, A Call to the Unconverted to Turn and Live . . . from the Living God [Un llamado a los inconversos para que se vuelvan y vivan (…) por el Dios vivo] (1658), la cual vendió 20 000 copias en un año y fue traducida al francés, al holandés, y al algonquino (lengua de los pueblos amerindios), fue una obra pionera en esta área, seguida por Una guía segura al cielo de Joseph Alleine (1672), quien tomó prestado de Baxter y de la cual, según Calamy, se vendieron 70 000 copias dentro de esa misma generación.26 Además, como respuesta a una situación en la que abundaban los cristianos nominales y los «hipócritas del evangelio», los puritanos escribieron muchas obras diseñadas para romper su apariencia de religiosidad y alertarlos sobre su necesidad de la gracia renovadora. En esta clase de libros podemos catalogar obras como Mystery of Selfe–Deceiving [El misterio del autoengaño] de Daniel Dyke (1614), Parable of the Ten Virgins [La parábola de las diez vírgenes] de Thomas Shepard y The Almost Christian: or the False–Professor Tried and Cast [El casi cristiano: O el falso profeso probado y expuesto] de Matthew Meade (1662).
El análisis de este corpus de escritos evangelísticos no es posible aquí, pero se puede decir con certeza que, al declarar el evangelio de la gracia gratuita de Dios en Cristo, los puritanos no dejan nada que desear con respecto a los estándares de ninguna época anterior o posterior. Su creencia, como hijos de la Reforma, de que todos los contenidos de la Escritura tienen relación o con la ley o con el evangelio, los llevó a una exploración extremadamente rica de ambas partes. La sugerencia expresada ocasionalmente de que había algo legalista en su énfasis en la necesidad de una «obra preparatoria» de contrición y humillación por el pecado, antes de que los hombres puedan acercarse a Cristo, es bastante falsa: la única realidad que ellos estaban enfatizando (y, ciertamente, a veces lo hacían con mucho esfuerzo, en conformidad a las necesidades de sus lectores) era la realidad de que, dado que el hombre caído, está naturalmente enamorado del pecado, es psicológicamente imposible para él abrazar a Cristo de todo corazón como un Salvador, no solo por el castigo del pecado, sino por el pecado en sí mismo, y por lo tanto, no puede acercarse a Cristo si no alcanzado un estado mental que le permite odiar el pecado y anhelar su liberación. En ese sentido, la «obra preparatoria» a la que ellos se referían, era simplemente la creación de ese estado mental. En general, el relato puritano de la conversión como una obra del hombre volviéndose hacia Dios, que al mismo tiempo es una obra de Dios volviendo al hombre hacia Sí mismo, parece reflejar exactamente lo que dice el Nuevo Testamento.
2. Libros de casuística, que detallan los estándares de conducta establecidos en la ley de Dios para que los cristianos puedan vivir con una buena conciencia, sabiendo que están haciendo la voluntad de Dios. El siglo que siguió a la Reforma fue una gran época de «casos de conciencia» entre los romanos y los protestantes, pero mientras que la casuística jesuita era una guía para el sacerdote en el confesionario, la casuística de los puritanos era una guía para el cristiano común en la vida cotidiana. Perkins fue el pionero aquí, pues, por medio de la Biblia, reformó sistemáticamente la herencia medieval en los temas de la conciencia y las buenas obras; la mayoría de los contenidos de los tres volúmenes tamaño folio de sus obras (1616–1618) giran en torno a la casuística.27 El enorme Directoriode Baxter condensa dos generaciones de trabajo en este campo, y entre Perkins y Baxter hay una abundancia de libros más pequeños acerca del tema, tales como Plaine and Familiar Exposition of the Ten Commandments[Una explicación sencilla y familiar de los Diez Mandamientos] de John Dod y Thomas Cleaver (1603) (del cual existieron diecinueve ediciones en un periodo de treinta y dos años), y muchos tratados acerca de áreas particulares en donde surgieron problemas en lo que respecta la conducta correcta, tal como sucede ahora en las diferentes áreas de la vida (el matrimonio y la familia; el trabajo; las cosas ocultas; el uso de las riquezas; la administración de la verdad, etc.). Todo este material sigue siendo muy impresionante en cuanto a su profundidad de comprensión tanto de la enseñanza bíblica como de los paralogismos del corazón humano.
3. Libros de parénesis(exhortación), que eran escritos para «consolar» (es decir, fortalecer y alentar), y para dar al cristiano motivos y recursos para tener una «obediencia alegre» sobre la base de una «seguridad triunfante». En esta categoría se encuentran innumerables volúmenes que «abren» los temas del evangelio: el amor de Dios, la obra de Cristo, el ministerio renovador del Espíritu y el compromiso de salvar que es hecho al creyente por las tres personas de la Trinidad en el pacto de gracia. Me aventuro a afirmar que la riqueza de estos tratados aún no tiene paralelo, por muy anticuada y difícil que sea su forma. En esta categoría también podemos incluir a los libros que tratan directamente con la seguridad de salvación, libros diseñados para ayudar a los cristianos que se encuentran en estados de ansiedad, morbilidad y sequedad («deserción»), para que puedan discernir la autenticidad de su fe, frente a los sentimientos de desesperación, y para que estén conscientes de la realidad de su posición en la gracia ante la tentación de llegar a la conclusión de que están perdidos. Estos libros fueron escritos porque durante todo el período puritano hubo muchas almas atribuladas que necesitaban ayuda de este tipo. Ya que las preguntas: «¿Qué debo hacer para ser salvo?» «¿Seré parte del número de los escogidos?» y «¿Estaré en el estado de gracia?» eran preguntas que estaban enredadas dentro de las mentes de muchos, pero una de las principales fortalezas de los escritos pastorales de los puritanos, en lo que respecta al trato pastoral, era que tenían la habilidad de desenredar esas preguntas y aclarar las confusiones que surgían a causa de ese enredo. La obra pionera en este campo fue el Tratado de Perkins titulado: Treatise Tending unto a Declaration whether a man be in the estate of Damnation or in the estate of Grace and if he be in the first, how he may in time come out of it; if in the second, how he may discern it, and persevere in the same to the end [Un tratado que tiende a declarar si un hombre se encuentra en el estado de condenación o en el estado de gracia, y, si se encuentra en el primer estado, ayudarle a entender la manera en la que puede salir de ahí; pero si se encuentra en el segundo, que sepa la manera en la que puede estar seguro de eso y la manera en la que puede perseverar hasta el final] (1586); y por otra parte, el tratado clásico acerca del tema, quizás sea The Christian’s Great Interest[El gran interés del cristiano], la cual fue escrita por el teólogo escocés, William Guthrie, a quien John Owen admiraba mucho.
En resumen, esas eran las características de la literatura devocional puritana. Pero, por otra parte, podríamos usar El Progreso del peregrino de Bunyan como un índice pictórico para evaluar el alcance y el contenido de esa literatura. William Haller, quien, en 1938, escribió lo que hasta ahora sigue siendo la mejor introducción a esta literatura, habla de su «extraordinaria vitalidad»28, y, además, también existe una gran cantidad de testimonios contemporáneos acerca de su utilidad. Baxter mismo recuerda que, cuando él tenía alrededor de 15 años,
un pobre vendedor ambulante vino a la puerta (…) Y mi padre le compró el libro del Dr. Sibbes, The Bruised Reed [La caña cascada]. Ese libro (…) abrió ante mí la verdad del amor de Dios, y me dio un entendimiento más vívido del misterio de la redención, y de cuán grande era mi deuda para con Jesucristo (…) Después de esto, tuvimos un Siervo que tenía una pequeña porción de las obras del Sr. Perkins (que incluía: Repentance [Arrepentimiento], The Art of Living and Dying Well [El arte de vivir y morir correctamente], y The Government of the Tongue [El gobierno de la lengua]) Y la lectura de eso me instruyó de manera profunda y me afirmó en la fe (…) la lectura de la obra del Sr. Ezek. Culverwell, Treatise of Faith [Un tratado acerca de la fe] verdaderamente me hizo mucho bien, y muchos otros excelentes libros, se convirtieron en mis maestros y consoladores: Y el uso que Dios, por encima de los ministros, le dio a estos libros en beneficio de mi alma, me produjo una especie de amor excesivo por los buenos libros (…) Recuerdo al principio qué deleite para mi lectura fue el breve tratado del Sr. Perkins, Treatise of the Right Knowledge of Christ crucified [Tratado acerca del entendimiento correcto del Cristo crucificado], y su Exposition of the Creed[Exposición del credo]; porque fueron libros que me enseñaron a vivir por fe en Cristo.29
Ese es solo un ejemplo de los muchos testimonios que podríamos mencionar. Esta literatura como un conjunto es notablemente homogénea, y su propósito es constante: inducir fe, arrepentimiento, seguridad y celo gozoso en medio de una vida de peregrinaje, conflicto y buenas obras, a las que están llamados los santos; en otras palabras, su propósito era crear y mantener una condición espiritual de avivamiento personal, en toda la extensión de la palabra.
Los dos hechos que hemos visto hasta ahora, a saber, la centralidad del avivamiento en el propósito puritano y el avivamiento personal como el enfoque principal de la literatura puritana, nos conducen hacia el tercer hecho: el ministerio de los pastores puritanos, con la ayuda de Dios, dio lugar al avivamiento. Solamente en términos de avivamiento es como podemos describir adecuadamente la notable bendición que fue en aumento a lo largo del siglo XVII hasta la época de la Restauración Inglesa.
El patrón para el ministerio puritano fue establecido por las Escrituras y por el Libro de oración ordinal, que describe al clero como un grupo de personas llamadas «a ser mensajeros, vigilantes y mayordomos del Señor; a enseñar, amonestar, alimentar y mantener a la familia del Señor; y a buscar las ovejas de Cristo que están dispersas en el extranjero». Sin ir demasiado lejos, a partir de los registros hagiográficos de los ministros puritanos30 y a partir de los ideales establecidos por El pastor renovado de Baxter31 podemos ver de una manera suficientemente clara la manera en la que este llamado era entendido y puesto por obra. Muchos de los pastores eran hombres con grandes dones y con una gran unción, cuya predicación era «poderosa» en todos los sentidos y cuyo ministerio de consejería, como «médicos del alma», transformó muchas vidas trastornadas. Para ilustrar esto, y la forma en que a lo largo de los años aumentaron los frutos del ministerio fiel, aquí les presento una pequeña muestra de tres de estos hombres en acción.
Richard Greenham, un pionero pastoral, quien era titular de Dry Drayton, a casi 12 kilómetros de Cambridge, de 1570 a 1590. Él fue un hombre que trabajó extremadamente duro. Se levantaba diariamente a las cuatro; y cada lunes, martes, miércoles y viernes predicaba un sermón al amanecer, con la intención de captar la atención de su rebaño antes de que se dispersara por los campos; luego, el domingo predicaba dos veces, y además catequizaba a los niños de la parroquia cada domingo por la tarde y cada jueves por la mañana. Por las mañanas estudiaba, por las tardes visitaba a los enfermos o salía a los campos «para testificarle a sus vecinos mientras estaban en Plough». Henry Holland, su biógrafo, nos dice que, en su predicación: «Era tan comprometido y se esforzaba tanto que, su camisa generalmente estaba tan húmeda por el sudor, como si hubiera estado empapada de agua, de manera que, tan pronto como bajaba del púlpito, se veía obligado a cambiarse la ropa».32 Además, sus habilidades de consejería pastoral eran muy impresionantes. En ese sentido, Holland escribe: «Debido a que tenía una gran experiencia y una excelente facultad para aliviar y consolar las conciencias angustiadas, era buscado por personas que vivían cerca y lejos, las cuales gemían por causa de aflicciones y tentaciones espirituales (…) la fama de este médico espiritual se extendió ampliamente en el extranjero, de manera que era demandado por muchos, y el Señor se alegró tanto de bendecir su trabajo que, por su conocimiento y experiencia, muchos fueron devueltos a la alegría y al consuelo». Sus amigos esperaban que escribiera un libro sobre el arte de la consejería, pero nunca lo hizo; no obstante, transmitió gran parte de su saber a los demás de manera oral. En una carta a su obispo, describió su ministerio como: «predicar a Cristo crucificado a mí mismo y a la gente del campo»,33 y el contenido de sus obras publicadas póstumamente (un pequeño libro tamaño folio de más de 800 páginas) lo confirma. Sin embargo, a pesar de su piedad, su perspicacia, su mensaje evangélico y su trabajo duro, su ministerio fue prácticamente infructuoso. Otras personas fuera de su parroquia fueron bendecidas a través de él, pero no fue así con su propia gente. «Greenham tenía pastos verdes, pero ovejas magras», esa era una frase que circulaba entre los piadosos de la época. De acuerdo con Holland, estas fueron las palabras que Greenham le dijo a su sucesor: «No percibo que mi ministerio produzca un buen crecimiento en las familias, sólo en una de ellas».34 En la Inglaterra rural de los días de Greenham, había mucha tierra sin arar, el tiempo en el que le tocó trabajar era tiempo de siembra, pero el tiempo de cosecha todavía esperaría para el futuro.
Ahora pasemos al ejemplo de Richard Fairclough, quien era Rector de Mells (de 1647 a 1662), una aldea en Somerset, y que fue amigo del gran John Howe, quien predicó en su funeral, como Fairclough lo había solicitado en su testamento. Del sermón de Howe podemos rescatar las siguientes palabras:
Pronto se hizo evidente el tipo de estrella que había surgido(…) la cual muy pronto hizo que una aldea rural oscura se convirtiera en un lugar muy conocido, las personas de varios kilómetros a la redonda llegaban hasta ese gran punto de reunión, de manera que me asombré al mirar un auditorio tan abarrotado como el que tuve la oportunidad de mirar (…) y por lo general así fue siempre la asistencia durante su fructífero ministerio. Y, ¡oh, cuán propensa era la congregación a derretirse ante el calor de su fervor santo! Sus oraciones, sermones y otras funciones ministeriales estaban acompañados con esa extraña vivacidad afilada, y, en algunos momentos, con autoridad; pero además se dirigía hacia los demás con tal suavidad, gentileza, dulzura, y encanto, que uno pensaría que es casi imposible resistir el espíritu y el poder con el que hablaba. Y el efecto que su ministerio producía tenía una correspondencia influenciada por una medida bendita; ya que los oyentes se convirtieron en personas religiosas muy ilustradas, conocedoras, juiciosas, y reformadas. Sus labores en esa área fueron casi inimaginables. Además de sus prácticas habituales en el día del Señor, que consistían en la oración, la lectura de las Escrituras, la predicación, la catequización, la administración de los sacramentos (…) por lo general, se reunía en público de madrugada, cinco veces por semana, para orar y predicar una enseñanza expositiva acerca de alguna porción de las Escrituras (…) él siempre tuvo una congregación grande (…) Y a pesar de eso, él siempre encontraba un tiempo, no sólo para visitar a los enfermos (pues siempre que tenía ese tipo de oportunidades las aprovechaba con gran entusiasmo) sino también (de manera constante) para visitar a todas las familias a su cargo; y también buscaba un tiempo para conversar personalmente con todos los que eran capaces de esforzarse por comprender el estado actual de sus almas, y se comprometía a servirles por medio de instrucciones, reprimendas, amonestaciones, exhortaciones y estímulos adecuados para cada individuo; y realizó todo ese trabajo con la mayor destreza y placer imaginables; su corazón entero estaba entregado a esa labor (…) Cada día, durante muchos años seguidos, él acostumbraba a levantarse a las tres de la mañana, o a veces antes, para estar con Dios (lo cual era su gran deleite) mientras otros dormían.35
Este ejemplo es esencialmente igual al de Greenham: sin embargo, en ese caso el tiempo de cosecha ya estaba comenzando.
Finalmente, démosle un vistazo al ejemplo de Richard Baxter, quien ministró en Kidderminster desde 1641 hasta 1660, con una interrupción de cinco años durante la Guerra Civil. Kidderminster era un pueblo que tenía aproximadamente 2 000 adultos, y aparentemente, la mayoría de ellos fueron convertidos a través de su ministerio. Él testifica que cuando los conoció, eran «personas ignorantes, groseras, y entregadas a los placeres, debido a que casi nunca habían tenido una predicación avivada y seria entre ellos». Pero su ministerio fue bendecido de manera asombrosa.
Cuando entré por primera vez en mis labores, presté especial atención a todos los humillados, reformados o convertidos; pero cuando había trabajado mucho, le agradó a Dios que los convertidos fueran tantos, que no podía darme el tiempo para observaciones tan particulares, y después llegaron y crecieron cantidades considerables, de una manera tan inmediata que, para mí es difícil entender cómo ocurrió.
Y de esta manera Baxter narra en retrospectiva lo que aconteció después:
La congregación generalmente estaba llena, por lo que después de mi llegada nos sentimos animados a construir cinco galerías más (…) La iglesia hubiera tenido capacidad para alrededor de mil personas sin las galerías. Nuestras reuniones privadas también estaban llenas. En los días del Señor no se veía desorden en las calles, pero era posible escuchar a un centenar de familias cantando salmos y repitiendo sermones mientras uno pasaba por las calles. En pocas palabras, cuando llegué por primera vez, había aproximadamente una familia en cada calle que adoraba a Dios e invocaba Su nombre, y cuando me fui, había algunas calles en las que no había una sola familia que no adorara a Dios; y debido a que no era una mera profesión de piedad seria, podemos tener certeza de su sinceridad. Y esas familias que en otro tiempo eran las peores, siendo Hostales y Tabernas (sic) por lo regular tenían alguna persona en cada casa que aparentaba ser religiosa (…) Cuando comencé mis deberes pastorales y empecé a catequizarlos, en todo el pueblo hubo muy pocas familias que se reusaron a venir (…) [Baxter les pidió que lo visitaran en su casa]. Y muy pocas familias se fueron de mi casa sin lágrimas en sus ojos, o sin un aparente compromiso serio de vivir una vida piadosa.36
A lo que Baxter se refiere aquí es a la práctica que describe y elogia en El pastor renovado, la cual se sabe que también era practicada por Howe y Fairclough, que consistía en entrevistar sistemáticamente a las familias con el propósito de darles un trato espiritual personalizado. Baxter se reunía con las familias de esta manera a un ritmo de siete u ocho por día, dos veces a la semana, para poder atender a las 800 familias de la parroquia cada año. «Primero los escuchaba recitar las palabras del Catecismo [él utilizaba el Catecismo menor de Westminster], y después examinaba con ellos el sentido de esas palabras, finalmente, los instaba con toda la razón y la vehemencia posibles para estimular sus afectos y guiarlos a poner en práctica esas palabras. Invertía alrededor de una hora con cada familia». Su testimonio con respecto al valor de esta práctica tiene un peso enorme. «Descubrí que, hasta ahora, nunca habíamos tomado un mejor rumbo que éste, en lo que respecta a la destrucción del reino de las tinieblas. Puedo decir que esa práctica ha producido señales externas de éxito en la mayoría (…) más trascendentes que los efectos de mi predicación pública».37
Y continúa su evaluación de resultados, diciendo:
Algunos de los pobres comprendieron de manera competente el cuerpo de la teología (…) Algunos de ellos tienen tal capacidad para la oración, que muy pocos ministros pueden igualarlos (…) La gran mayoría de ellos puede orar de una manera muy admirable con sus familias, o con otros. El temperamento de sus mentes y la inocencia de sus vidas era mucho más loable que sus partes [habilidades]. Los profesos de piedad seria, eran por lo general, personas con una mente y un porte muy humildes…
Y, en 1665, pudo escribir que, a pesar de la intensa presión anti– puritana ejercida en contra de ellos, durante los años transcurridos desde que los dejó, «ninguno de ellos, que yo sepa (…) se deslizó, ni abandonó su honestidad».38 Su comentario final es: «¡Oh, qué soy yo (…) para que Dios me aliente en abundancia, cuando los reverendos Instructores de mi juventud trabajaron cincuenta años seguidos en un solo lugar y apenas pudieron decir que habían convertido una o dos de sus Parroquias!».39 Pero, durante la época del Interregno llegó el tan esperado tiempo de cosecha. Y como mi comentario final, me gustaría hacer la pregunta: ¿Acaso eso no fue un avivamiento?
En conexión con eso, el comentario de Baxter acerca de la religión durante el periodo de Cromwell es muy relevante. Esto fue escrito en 1665:
Debo presentar este testimonio fiel de aquellos tiempos, pues, hasta donde yo conocía, donde antes había un predicador piadoso y productivo, en ese entonces hubo seis o diez pastores; y si comparamos el primer caso con el segundo, supongo que hubo un aumento proporcional de personas verdaderamente piadosas (…) Aquellos lugares en los que los pastores tenían habilidades excelentes y vidas santas, los cuales tenían sed de buscar el bien de las almas, y dedicaban por completo su tiempo, su fuerza y sus propiedades, y no pensaban en dolores ni costos, esos eran lugares en los que las multitudes se convertían a la santidad seria (…) Dios bendijo maravillosamente las labores de Sus fieles ministros unánimes, pero eso no hubiera ocurrido si no se hubiera levantado la facción de los prelatistas (…) y las facciones de los sectarios vertiginosos y turbulentos, junto con la pereza y el egoísmo de muchos de los que formaban parte del ministerio, pues yo digo que, si no hubiera sido por estos impedimentos, a Inglaterra le hubiera tomado más de un cuarto de siglo lograr convertirse en una tierra de santos, en un patrón de santidad para todo el mundo, y en un inigualable paraíso en la Tierra. ¡Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora! ¡Ay de aquellos que fueron las causas de esa tragedia! [Él se refiere aquí a los perversos eventos que sucedieron después de la Restauración Inglesa].40
Mi propósito en este estudio es tratar de presentar una afirmación creíble de que el puritanismo fue un movimiento de avivamiento. Y yo creo que la evidencia que he presentado cumple con ese propósito. Pienso que, si hacemos un estudio más profundo del ministerio puritano en la Inglaterra del siglo XVII, (de manera similar a lo que hizo Irvonwy Morgan en su libro The Godly Preachers of the Elizabethan Church, [Los predicadores piadosos de la Iglesia isabelina], eso nos permitiría concluir rotundamente que, a mediados de ese siglo, estaba ocurriendo en Inglaterra una obra de gracia, la cual era tan potente y profunda como su contraparte más conocida que ocurrió cien años después. Ciertamente, la comprensión del evangelio y los principios de su ministerio en los dos períodos fue idéntica, sin contar las rarezas particulares de la teología de John Wesley, las cuales él mismo calificó erróneamente como arminianismo, tratando de defender la tradición de la familia Wesley, pero que en realidad se podría calificar de una mejor manera como un calvinismo inconsistente.41 Los estudios recientes sobre el avivamiento evangélico han hecho evidente nuestra gran deuda para con el puritanismo;42 y George Whitefield, amigo de Jonathan Edwards (un puritano puro que nació fuera de tiempo), fue quien, en 1767, como ya lo habíamos visto, escribió: «Durante estos treinta años, he enfatizado que, a medida que la religión viva y verdadera se va avivando, ya sea en casa o en el extranjero [se refiere a la Gran Bretaña o a Estados Unidos], los buenos escritos de los antiguos puritanos (…) se vuelven cada vez más necesarios».43 Es interesante que, en 1743, Whitefield también escribió en su diario lo siguiente, acerca de su visita a Kidderminster: «Hasta este día me he sentido muy renovado después de descubrir el dulce sabor de la buena doctrina, las obras y la disciplina del Sr. Baxter».44 El movimiento puritano y el movimiento evangélico deben estudiarse juntos; sus vínculos entre sí son mucho más fuertes y numerosos de lo que a veces se cree. Evidentemente, la gran diferencia es que, debido a que después de dos generaciones el avivamiento evangélico se convirtió en algo socialmente aceptable, los hombres de la Restauración, como parte de su rechazo público al orden revolucionario, dispersaron y erradicaron sistemáticamente el fuego del cristianismo puritano. Yo creo que un estudio más detallado, basado en un conocimiento más profundo del estado de la religión en Inglaterra de la década de 1650, podría ayudarnos a tener un entendimiento más adecuado del que actualmente tenemos con respecto al juicio de Baxter cuando dijo: «Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora».
Sin duda, en la Inglaterra puritana no ocurrió nada tan espectacular como el avivamiento de Sixmilewater en Antrim durante la década de 1620, aquel «resplandor brillante y ardiente del evangelio» como lo llamó Robert Fleming,45 cuando el extravagante James Glendinning predicó la ley con tal vehemencia que afligió grandemente a las personas, debido a que no sabía cómo predicar el evangelio, de tal manera que Robert Blair y otros tuvieron que hacerlo por él; y tampoco ocurrió nada tan asombroso como lo que pasó aquel lunes de 1631 en la parroquia de Kirk o “Shotts, cuando durante una hora y media John Livingstone predicó como nunca antes volvió a predicar, ni antes ni después, a tal grado que muchas personas testificaron que se habían convertido o que al menos sus vidas cristianas habían sido transformadas por el poder de las palabras que habían escuchado. También estoy seguro de que no hubo nada como esa inolvidable conferencia en Dedham, que tuvo lugar en algún momento de la década de 1620, en la que los 500 oyentes del gran John Rogers se sintieron abrumados por descuidar la lectura de sus Biblias, tal como lo testifica la siguiente cita de John Howe, en la cual cuenta una anécdota de lo que Thomas Goodwin, quien estaba presente en la conferencia, le contó:
Él personificó a Dios frente a las personas, diciendo: «Yo les he confiado mi Biblia por mucho tiempo (…) está en una y en otra casa cubierta de polvo y de telarañas; y ustedes no se preocupan ni por darle un vistazo a su interior. ¿Ustedes están descuidando así mi Biblia? Pues entonces ya no tendrán más mi Biblia» Y después levantó la Biblia y la retiró como si la estuviera apartando de la gente; y en ese mismo momento personificó al pueblo de Dios, se postró en sus rodillas, y clamó y suplicó con mucho fervor: «Señor, haz lo que quieras con nosotros, pero no nos quites Tu Biblia, mata a nuestros hijos, incendia nuestras casas, destruye nuestros dioses; pero déjanos Tu Biblia, llévate todo menos Tu Biblia». Seguido de eso, personificó una vez más a Dios, diciéndole a la gente: «Si eso es lo que quieren, está bien, los pondré a prueba por un tiempo; aquí tienen mi Biblia para ustedes, yo observaré cómo la utilizan, si la aman y la valoran más, si la obedecen más, si la practican más y viven más conforme a ella».
De acuerdo con el relato de John Howe, lo que ocurrió después fue que, tanto Thomas Goodwin como las demás personas presentes, en ese preciso momento se encontraban inundados en lágrimas, y cuando Goodwin salió de ahí, «se sentía tan contrito que se abrazó al cuello de su caballo y lloró sobre él durante un cuarto de hora, pues antes de eso, no tenía poder para montarse al caballo; de esa magnitud fue la impresión que, tanto en él como en las personas en general, causó la amonestación por el descuido de la Biblia»46 Sin embargo, por lo general, el avivamiento puritano parece haber sido una obra relativamente tranquila y ordenada, que estaba separada del fanatismo que surgió durante las décadas de 1640 y 1650 cuando éste se encontraba en su apogeo.
3
Si uno quiere tener una mayor luz con respecto al avivamiento puritano será necesario estudiar la teología puritana, particularmente su innovador interés y concentración en las cosas relacionadas con el ministerio del Espíritu Santo;47 y también será necesario estudiar la adoración puritana, con su énfasis en el «trabajo de corazón», la espontaneidad, el canto de himnos y salmos, la oración libre impulsada por el Espíritu, la cual está caracterizada por «familiaridad», «plenitud» y «afecto», y la predicación del pecado y la gracia de una manera «sencilla, apremiante y franca» la cual por una parte «desgarra» la conciencia y por otra parte, derrama sobre ella el bálsamo sanador del evangelio.48 La teología y la adoración puritanas, a medida que se desarrollaron, mostraron cada vez más su carácter como productos y complementos del avivamiento. Como ya se dijo anteriormente, una exploración más profunda de los anales del ministerio puritano también nos podría dar un entendimiento más fresco con respecto a este movimiento. Por ejemplo, sería fascinante aprender más acerca de hombres como Elkanah Wales, de Pudsey, quien «fue considerado como el predicador que tuvo más éxito en la conversión de almas, en todo el país», o de muchos otros como Greenham que tuvieron una mayor influencia» entre los extranjeros y los oyentes ocasionales de la que tuvieron entre su propia gente»;49 o del itinerante Henry Oasland de Bewdley, «quien viajó de un lugar a otro, predicando fervientemente y ganando muchas almas para Dios»;50 o de Thomas Tregoss de Mabe, al oeste de Cornwall, quien «afirma que su conversión ocurrió después de haberse enrolado algún tiempo en el ministerio (…) y quien también sufrió por su postura Inconformista»;51 o de Samuel Annesley, el abuelo materno de John Wesley, a quien el Parlamento «infiltró» en Cliffe (Kent) en lugar de un ministro que había sido escandaloso pero popular, y cuya congregación, resentida por el cambio, lo atacó «con varillas, trinches, y piedras; amenazándolo de muerte», pero ante esa situación, el prometió dejarlos tan pronto como estuvieran listos para aceptar a otro ministro igual que él, y tal como él lo había dicho, después de que «la gente fue grandemente reformada, y su trabajo tuvo un éxito maravilloso» mantuvo su palabra y se fue, «para no darle lugar a ninguna aparente ligereza de su parte que pudiera ser de tropiezo para sus jóvenes convertidos»;52 o de Thomas Lye, el evangelista de niños, quién todavía era recordado más de 40 años después de que su ministerio terminara, debido a «su excelente don para catequizar a los más jóvenes, a los cuales por medio de muchos artificios logró convencer de deleitarse en la obtención del conocimiento de las mejores cosas».53 Estos hombres (literalmente había cientos como ellos) fueron ministros avivados, que laboraron en tiempos de avivamiento, y sus historias nos pueden llevar directamente hacia el corazón del movimiento puritano. Lamentablemente, si incluyéramos todas esas historias, este libro sería demasiado largo. Sin embargo, mi argumento ha sido presentado y defendido, y con eso me doy por satisfecho.