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1. DE UN LIBRO AL OTRO

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Extrañeza

Nos hemos detenido un tiempo en una obra consagrada a la evaluación de las psicoterapias para resumirla, elucidarla y desmenuzarla con lo que podríamos llamar cierto «sadismo lacaniano»1. Ahora les voy a presentar otro libro que, con otra forma, ya les es familiar. Su contenido ha ido introduciéndose a lo largo de este curso y en numerosas, innumerables clases y artículos2. Pero algo ocurre cuando el conjunto de notas adquiere forma de libro. En todo caso, puedo dar testimonio de que algo me pasa en el trabajo de dar esta forma a aquello que, al igual que ustedes, he hojeado y meditado. Se trata del nuevo tomo, que saldrá publicado, de El Seminario de Jacques Lacan: La angustia, el libro X.

Les aporto las reflexiones de alguien que está aún, si no ya en medio del paso, sí entre las primeras y segundas pruebas. Quien les habla está en ello, a la tarea, que no es de la actualidad, en un contexto que como saben ha sido, este año, bastante agitado —un contexto que quizás no sea indiferente a la elección que he hecho de publicar este seminario. En un contexto donde la reglamentación de las psicoterapias ha saltado frecuentemente a las páginas de los periódicos, un contexto extremadamente marcado por la pasión de la evaluación, la publicación de semejante libro sólo puede resultar intempestiva, a contratiempo, discordante. Podemos anticipar que esta publicación dejará oír una disonancia.

En cierto sentido, no se podría soñar nada mejor para este seminario: que salga a la luz, que llegue al público en un momento en que se le puede asegurar que sobresaldrá por su extrañeza.

Franquear

Sería muy cómico —me contengo— trazar el paralelismo entre un libro y otro, entre el informe del INSERM y el seminario La angustia. Debería hacerse con un estilo chistosamente serio.

¿Qué se podría decir entonces? Que uno representa un trabajo de equipo que abarca toda la psicopatología, o casi toda, mientras que el otro es la obra de un investigador aislado —autoproclamado, además. Esto es tan cierto que, al principio del seminario que debía de seguir a éste, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, él mismo cuestionó en qué se autorizaba para expresarse de esa manera, sin la garantía de la colaboración, la vigilancia, de aquello que actualmente se considera el instrumento indispensable de semejante trabajo, a saber, ser controlado por los pares.

¿No será que, en lo que concierne al psicoanálisis, existen algunos prejuicios en cuanto a la intuición genial, solitaria? —¿Cómo lo sabía? Y, ¿por qué no se remite más que a sí mismo?—. En este seminario, Lacan se consagra, de una manera que se considera limitada, a un único fenómeno, extraído del vasto dominio de lo que hoy en día se llama la psicopatología.

Mientras que el primer libro, que hemos despellejado, se apoya en un montón de trabajos, éste se contenta con hacer referencia a un número muy pequeño de autores y obras, y se nutre de diversas contingencias, viajes, encuentros, exposiciones de pintura que se van encontrando por el camino. Al contrario de lo que se pone de relieve en muchos otros seminarios de Lacan, en éste sólo se moviliza un número muy pequeño de obras. Y, sobre todo, mientras que el primer libro, el insérmico, no pierde nunca de vista el tratamiento de los trastornos y busca siempre el mejor de ellos, en el segundo, el de Lacan, no se puede decir que la angustia sea considerada como un trastorno, un disfuncionamiento. No me parece haber encontrado, en este seminario, la indicación de que la angustia en cuestión, digamos la angustia lacaniana —y para llegar a esto, el autor procede a un gran desbroce de las múltiples formas de angustia y las ocasiones en que surge—, haya que curarla sino, a lo sumo, franquearla. Así, cuando se considera esta obra en relación a la otra, el autor, el orador transformado en autor, destaca más bien por su indiferencia respecto al tratamiento y por consagrarse a su pasión propia. ¿A cuál? No la esconde: la de proseguir su discurso, articular términos, ponerlos en relación y dar a cada uno su lugar exacto.

Puede considerarse que esto constituye el hilo de la investigación, y no vemos que sea una respuesta directa a aquello que moviliza a los equipos. Todo lo que es del orden de la psicoterapia está ausente de la obra de manera soberbia y arrogante. Por ello, parece especialmente intempestiva en un momento como el actual en que nos requieren —¿quiénes?— que respondamos del tratamiento y su eficacia.

Un lugar conceptual

Este seminario debe leerse con la suposición de que, en relación a la angustia y lo que ésta comporta, la dirección de la cura está en manos, se confía, a aquellos que lo escuchan —cada cual debe sacar sus propias conclusiones, hacer su traducción práctica—, y que es legítimo que una enseñanza se despliegue en su continuidad, con el relativo misterio del que se rodean estas elaboraciones, sin que se conmine a aquél que habla a curar la angustia, a desangustiar —esto no está a la orden del día en este seminario. He puesto el acento sobre estas características. Haré la corrección de que, sin embargo, en este seminario figura una doctrina de la cura, pero de tal manera que queda como algo colateral: encontramos algunas lecturas cuidadosas pero limitadas de cierto número de textos angloamericanos relativos a la contratransferencia, que Lacan anuncia debe reconsiderarse bajo la clave del deseo del analista. Es por este sesgo, que yo califico de colateral por el lugar que tiene en el seminario y por el hecho de que Lacan confía su introducción a otros, que encontramos en él, sea cual sea el valor de las observaciones que se hacen, más bien un enclave preparatorio que desarrollos centrales.

Como pueden ver, de comparar los dos libros, lo que no sería más que un paralelismo bufón, uno se deslizaría a privilegiar el punto de vista del INSERM. Tal punto de vista no es privilegio suyo, por eso hemos estado clavados durante un tiempo en esta obra. Puesto que sufrimos su choque, su sorpresa, su acontecimiento, nos ha parecido bien hacer hincapié en ella, considerarla. Pero, como pronto habrá otro libro en la estantería, es preciso que ahora nos despeguemos de estos mandamientos: «Tú estás allí para curar», «Te ocupas de trastornos, de disfuncionamientos», «¿Cómo podrías hacerlo mejor de otra manera?».

Éstas son las evidencias de hoy en día, están ahí. Pero este libro también estará ahí y exige que nos desprendamos de esta exigencia, de este deseo del Otro, y entremos en una dimensión distinta. ¿Es difícil? ¿Cómo llevarles a esta dimensión? ¿Cómo reencontrar lo que quizás sea nuestra burbuja lacaniana de discurso, después de haber empleado todos nuestros esfuerzos en hablar el lenguaje del Otro, a riesgo de quedarnos en la contrargumentación?

Muchos de ustedes tienen contacto con la práctica del psicoanálisis, están en análisis, se han analizado. La dimensión que hay que volver a instaurar es aquella donde no existe el apremio constante de la evaluación, de la terapia. Quizás a veces se produzca, en particular cuando la angustia resiste, pero siempre hay otra dimensión.

Las vociferaciones de este deseo del Otro, las vociferaciones insérmicas ya callan, no se hacen oír más. Quizás quieran hacerse oír adhiriéndose a esta obra de Lacan. ¿Lo harán? Dejo a su cuenta imaginar la clase de mirada que pueden echar sobre esta obra, el reconocimiento que pueden dar a semejante aerolito, a un objeto incongruente de este tipo. Sin duda, experimentarían una inquietante extrañeza ante el hecho de que un libro pueda encerrar, bajo el título de La angustia, este tipo de declaraciones. Tenemos una obra donde la angustia no es un trastorno, y no es cuestión de tratarla sino de darle su lugar conceptual en referencia al concepto de angustia de Kierkegaard3.

Desde su punto de vista, me parece que el seminario La angustia quedaría clasificado a lo sumo como algo del orden de la creación literaria. ¿Hay que rechazar esta clasificación? No es seguro. Hay, en este seminario, un elogio a la ficción literaria que hace eco a lo que Freud enunció en su obra «Lo ominoso»4. Siguiendo las huellas de Freud, Lacan da las gracias a la ficción literaria, y la toma como guía para dar mayor estabilidad a las experiencias fugaces, para conseguir articularlas mejor. La ficción literaria provee, dice Lacan, una especie de punto ideal»5.

División

Podríamos invertir la perspectiva y preguntarnos cómo se inscribe el informe del INSERM en la perspectiva del seminario La angustia. Esa obra testimonia un esfuerzo de cuantificación, de contabilidad, de cifrado, que tiene su dignidad, e incluso su necesidad, en la medida que traduce lo que se pone de relieve, lo que se construye en el seminario La angustia, a saber, la inscripción del sujeto en el campo del Otro como lugar del significante. El sujeto sólo puede inscribirse allí con la marca de la recurrencia, de la repetición de la cifra 1. Es lo que expresa la escritura que llamamos del sujeto barrado. Esta pasión por la cuantificación, por la evaluación, refleja lo que se aísla en este seminario como la marca primera del rasgo unario de la identificación subjetiva. Encontramos en él un esquema que Lacan nunca puso en ninguno de sus escritos, un esquema elemental de división. Al tener la escritura de Lacan en el ejemplar estenografiado, la he hecho fotografiar, con el fin de establecer este esquema para este seminario.


No puede ser más elemental: una línea vertical a cuyo lado encontramos inscritas algunas letras que aprendimos a manejar hace mucho tiempo, y que presentan lo que Lacan señala como una división, una división del Otro por el sujeto.

¿Por qué la palabra «división»? Sólo se puede comprender retroactivamente por qué Lacan la eligió. «División» porque él da importancia a la función del resto, y la noción de resto apela a la construcción de una división. Una división cuyo primer resultado es la escritura cifrada del sujeto, su captura en la repetición del Uno, y donde, de manera suplementaria, se aísla, se inscribe el resto con la forma de la famosa letra a minúscula en itálica. Hay que aislar el resto para que el Otro no sea simplemente el Uno. Si el campo del Otro estuviera hecho sólo con Unos podría reducirse —sólo podría hacerse en razón de su conjunto, de estos Unos. No hay que olvidar que el Otro es Otro porque hay un resto. Esto dirige la lectura de este seminario.

Otro ≠ Uno

Tal construcción elemental es suficiente para sostener las objeciones que hemos hecho al informe del INSERM. Estas objeciones se basan en lo aprendido en este seminario y los que le siguen; se basan en el resto, en la noción de un resto no cuantificable, un resto que no es Uno. Esto quiere decir que hay en el Otro algo más que el significante. Lacan inscribe aquí lo que da cuenta de ello: el A barrado como aquello que me constituye como inconsciente, el Otro en tanto no es accesible, digamos, el Otro en tanto deseo. Sólo incluyo este esquema a título de la objeción que la función del resto hace a la pasión por la evaluación. En determinado momento del seminario encontramos una disposición distinta donde a se escribe antes que S barrado6; es correlativa de una inversión teórica que puede pasar desapercibida, puesto que se apoya sobre la cabeza de un alfiler.


La angustia

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