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2. UNA VÍA DE ACCESO A LO REAL

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Una distancia

¿Por qué elegir la angustia? ¿Por qué Lacan eligió la angustia como su décimo seminario? Él subraya que los que le escuchan están sorprendidos porque no ven la necesidad de hacerlo —hay que creerlo— en el punto que está de su desarrollo.

Damos de entrada esta respuesta: la angustia elegida por Lacan, la angustia lacaniana, es una vía de acceso al objeto a minúscula. Se concibe como la vía de acceso a aquello que no es significante. La angustia no es significante. Como vía de acceso al resto, que no es significante, Lacan elige una vía equívoca, que parece dudosa, la vía de un afecto. A pesar del título de Kierkegaard, que califica de audaz, no es un concepto, sino más bien lo que viene al lugar de un concepto. Es por haber elegido la angustia como desvinculada del concepto que, al año siguiente, Lacan, para contrabalancear, introducirá cuatro conceptos: Los cuatro conceptos fundamentales, que como los jinetes del Apocalipsis prevalecen, lo que está condicionado por el hecho de que la vía anteriormente elegida fuera aconceptual. Les detallaré por qué esto que les digo no se reduce a una mera superelucubración. Se trata evidentemente de una superelucubración en la medida que muchos de ustedes ya lo saben, por lo que es preciso que les dé un suplemento sobre lo que se me hizo evidente en el curso de este trabajo: el estilo de este seminario.

Soy yo quien le da un estilo a través del corte: el de la frase, el parágrafo, la parte —en la estenografía hay algo del orden del flujo verbal. El léxico queda igual, aunque se reconstituya aquí y allá, pero la construcción gramatical corre frecuentemente a cuenta mía. Al hacer este trabajo me di cuenta, en este nivel del estilo, que me parecía más adecuado dejar una construcción gramatical con menos inversiones. Al releerlo —no sólo una vez—, me parece que hay ahora en conjunto un fraseado más fácil. Corre a mi cargo. Me pareció que en el 2004 había que renunciar a algunas de las inversiones que Lacan practicaba ante su auditorio.

Pueden estar seguros de que esto no afecta al fondo. Me parece que facilita el acceso a aquello de lo que se trata. Es algo muy ligero, no es necesario volverlo pesado. No sé si lo que digo se percibiría si yo no lo resaltara. En despecho de esta operación de trascripción, queda, lo he dejado porque me parecía fundamental, ese rasgo de estilo de cierta distancia que se toma para marcar la diferencia, la heterogeneidad de a minúscula respecto al significante.

Descomposición del nivel especular

No se puede hablar del a minúscula, tal como aparece en el seminario La angustia, es decir, con todo su valor patético, sin cierta precaución que podríamos calificar de «parentesisación». Más que afirmarse, las palabras se dicen en el seminario con todas las reservas. Hablar de la angustia, y especialmente de la angustia en tanto que vía de acceso al a, exige delicadeza, una delicadeza especial, precisamente porque no se trata de un objeto como los otros.

Ya sabemos que no es un objeto como los otros, pero lo consideramos nuevamente en el momento preciso que Lacan trata de construirlo, de extraerlo de los objetos como los otros. Este objeto a se ha manejado y usado tanto que, al retomar este seminario, da la impresión de que emerja por primera vez. Para los que practican y se orientan a partir de Lacan, hay una esencia de primera vez que concierne al objeto a, y que produce —lo dice en alguna parte— una reviviscencia. Cuando ya está plenamente comprometido con este seminario, Lacan indica que procede a partir de la angustia «porque este camino revivifica toda la dialéctica del deseo»7. En la actualidad, experimentamos esta reviviscencia del deseo en relación a la emergencia de un objeto que «no es como los otros».

¿Cómo son los otros? ¿Y qué ha devenido con el transcurso del tiempo el objeto a debido a la usura, al uso que hemos hecho de él, por haberlo acariciado demasiado? ¿Cómo se evoca en determinado momento a propósito de los budas en cierta ciudad de Japón8 y cómo ocurre en distintos lugares de culto? Esto puede, asimismo, verse en la chimenea del castillo de Montesquieu: él se apoyaba en la pierna para escribir y ponía el pie, según parece, sobre el borde de la chimenea; como es preciso trabajar mucho para escribir El espíritu de las leyes, se puede apreciar una curvatura en la piedra9.

Es el momento de recordar que los otros de «como los otros» son objetos modelados sobre la imagen. Cuando entramos en el seminario La angustia, aún tenemos la noción de que la imagen especular es el prototipo del mundo de los objetos, que el mundo está hecho de objetos cuyo prototipo es la propia imagen. Conocemos todos los efectos que Lacan extrajo de esta referencia en el primer movimiento de su enseñanza.

Por el contrario, este seminario lleva a cabo, paso a paso, precisamente porque apunta a un objeto que no es como los otros, una descomposición de lo que llama el nivel especular. A medida que se construye el objeto a se construye y, al mismo tiempo se descompone, el nivel especular que sostiene el estadio del espejo. Este seminario podría presentarse desde la perspectiva de una crítica de lo imaginario, precisamente como una crítica del estadio del espejo.

Cuando nos acercamos a este objeto a a través de la palabra, como lo prueba y consigue Lacan, tenemos que proceder por aproximación. Si nos acercamos a él a través del discurso podemos hacer un cortocircuito con la escritura pero, a través de la palabra, hay que atenerse a cierta postura de reserva. Así, Lacan practica de manera constante, especialmente en este seminario, un poner a distancia, un distanciamiento respecto a la referencia. Por esto, me ha parecido esencial dejar en él aquello que sería sencillo borrar: «lo que se llama...», «lo que llamo aquí», «para nosotros» o los «si se puede decir así», o «lo que se puede designar como...» Produce una ligera vacilación que responde exactamente a lo que se trata de hacer emerger como objeto «no como los otros». Pueden hacerlo extensivo al resto de los seminarios de Lacan, ya que él está en relación con este «no como los otros» hace mucho tiempo. Comporta un estilo de envoltura, laberíntico, digresivo, y al mismo tiempo concéntrico —conocen el gusto de Lacan por hablar de lo que hay que cernir. Se trata, también, especialmente aquí, de un estilo anatómico, de una disección prudente de la referencia. Es, asimismo, un tratamiento del objeto como si fuera un cristal que brilla, que deslumbra, y que debe tratarse con un estilo diamantino, con pequeñas pinzas, observando sus distintas facetas.

Un taller

Entramos en un mundo que no tiene nada que ver con aquél del que salimos recientemente, el de la vociferación unívoca del imperativo en nombre del Uno. En la dimensión donde el objeto a ocupa su lugar, estamos en un campo en el que nada está dado, en el que las evidencias se pierden, se suspenden; una dimensión que exige lo que Husserl llamaba la epoché —en griego, la suspensión— en la espera, para él, de una aparición pura. La fenomenología10 queda dominada por lo especular, el campo de lo visible, mientras que, aquí, lo especular es objeto de un forzamiento. El mismo Lacan se ve conducido a forzar sus propios esquemas de lo especular. Rompe, estruja sus esquemas de construcción de lo imaginario que tanto le ocuparon. En la primera mitad del seminario, los esquemas ópticos se exploran y, a la vez, se rompen, y en la segunda parte, se dejan en la estacada. A continuación, se abre un nuevo espacio donde lo especular encuentra nuevos términos, nuevas funciones que ya no se parecen al estadio del espejo.

No se trata de algo colateral. A medida que se constituye el objeto a se construye bajo mano, podríamos decir, una nueva concepción de lo especular. En el último capítulo de este libro, Lacan construye sobre el modelo del esquema que figura en el primer capítulo, el que corresponde al nivel especular11. Puede causar sorpresa —no lo retomó nunca—, pero representa el recorrido mismo de este seminario, desde el capítulo I al XXIV, y muestra el resultado obtenido a este nivel.

Este seminario apela constantemente al privilegio que Lacan otorga en psicoanálisis a la dimensión especular que, en la emergencia del objeto a minúscula, aparece como la dimensión donde es más difícil de atrapar. La dimensión especular, donde se despliega la operación del estadio del espejo —una referencia que no rechazamos pero que es preciso considerar desde el punto de vista del seminario La angustia—, es la dimensión por excelencia en la que a se reduce a cero. Lacan la califica con precisión a través de un término freudiano: el campo especular es el campo «en que el sujeto está más protegido frente a la angustia»12. El término freudiano es «protegido», un término que se encuentra en «Inhibición, síntoma y angustia»13.

Nos desplazamos en un campo donde la adecuación de los nombres con las cosas no está dada, en la falla misma entre lo imaginario y lo real, y, de ese modo, exploramos la falla entre lo simbólico y lo real. La perspectiva insérmica, que tiene toda su dignidad por el bies que yo la considero aquí, comporta que el significante recorre exhaustivamente lo real. Y esto no es más que una simulación de lo que se llama «científico». El INSERM no dice sólo que hay saber en lo real sino que imagina que este saber se puede reducir al significante contable14. Este punto de vista, salido de una especie de positivismo, comporta que lo real quede reducido a este saber y, por ello, se evapore en él. Se trata de un positivismo para el que la angustia es un trastorno que obstaculiza el acceso a lo real, mientras que este seminario trata las cosas a la inversa, a saber, la angustia constituye una vía de acceso a lo real.

La falla de lo simbólico respecto a lo real exige suspender el asentimiento a todo lo que está ya trazado, a lo que es costumbre, rutina. El llamado de este seminario es: no se dejen sugestionar por la imagen ni adormecer por el significante en juego en la palabra. Va contra la sugestión pero podría, a su vez, hipnotizar. Querría darles un antihipnótico, y por ello les invito a aceptar este seminario como un taller, a permanecer despiertos ante lo que Lacan trama en él.

Lacan ayuda a despertar. La dificultad de su discurso les detiene; está hecha para causarles cierto embarazo.

Tentativa de captura

La palabra «embarazo» se introduce en este seminario a partir de la descomposición del término freudiano «inhibición», que inaugura la serie «inhibición, síntoma, angustia». Por otra parte, la inhibición de una función vital se diluye en el término comodín de disfuncionamiento. La inhibición es el núcleo, el culmen del disfuncionamiento. El seminario comienza con una descomposición de la inhibición, una descomposición conceptual que separa el funcionamiento y el obstáculo al funcionamiento. Lacan no emplea estos términos. Se sitúa en el primer capítulo de «Inhibición, síntoma y angustia», de Freud, en la función motriz, que se subraya especialmente, y no llama «funcionamiento y obstáculo» a la descomposición que efectúa, sino «movimiento y dificultad». A partir del término «inhibición», se construye una matriz: el movimiento, la dificultad. Y tras numerosos comentarios etimológicos, Lacan aporta cuatro términos: la emoción y la turbación, en cierto gradus del movimiento que se libera y, por el contrario, el obstáculo y el embarazo, en un gradus donde la dificultad se aligera. Este cuadro tiene el objetivo de cercar la angustia, que es allí el último término.


Lacan no retomó esta construcción, que no representa más que una tentativa de captura. Los límites del cuadrado enmarcan nueve lugares —al principio quedan dos vacíos. En la primera lección del seminario, Lacan extrae, no de su sombrero sino del diccionario, las nociones de emoción, turbación, impedimento, embarazo —¡deslumbrante!—, las cuales hacen creer que los significantes pueden enmarcar la angustia. Es una red —la palabra figura15— que parece hecha, podríamos decir, para atrapar al pez de la angustia. La imagen del pez la encontramos en un caso clínico que Lacan toma de cierto autor, pero también la cita, de paso, en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales, cuando da la representación de la nasa que se entreabre para atrapar al pez del objeto a16.

Esta construcción de Lacan, ¿es carne o pescado? Encontramos luego reutilizadas especialmente la turbación y el embarazo. El seminario La angustia comienza con un marco significante para tomar cierta distancia. Cuando Lacan aporta seguidamente sus esquemas ópticos, que hará funcionar a trompicones, se trata también de indicar que se debe tomar allí una distancia. Me parece que es la nota que Lacan quería dar al comienzo de su seminario: una confrontación de la angustia con los recursos del significante. Lo que vendrá a continuación demostrará, por el contrario, que no era por ahí por donde se podía atrapar el pez.

He titulado esta primera lección «La angustia en las red de los significantes» basándome en una frase de Lacan, cuyo sentido es precisamente que la angustia no se deja atrapar en ella. De la misma manera, el término «embarazo» —que figura aquí en primer lugar y del que Lacan, con una introducción etimológica y lingüística deslumbrante, comenta que comporta una referencia a la barra y al sujeto barrado, e indica que el sujeto del significante no sabe qué hacer— solo se aclara con el salto que se hace en el último capítulo, donde al primer cuadro17 se superpone otro que, como he dicho, proporciona una articulación significante a la dimensión escópica, dimensión criticada y descompuesta a lo largo del seminario. En el cuadro correspondiente, el cuadro homólogo a nivel óptico, Lacan escribe el título de Kierkegaard, El concepto de angustia. Este título, reinterpretado en un sentido antihegeliano —lo que es acorde con la intención más profunda de Kierkegaard—, es decir, haciendo objeción a la dialéctica, es la verdadera respuesta a aquello que el mismo Lacan desarrolla desde su capítulo II sobre Hegel y el deseo del Otro, y en relación a lo cual toma distancia.


Resto absoluto

El punto de vista neo-hegeliano, que al principio parecía ocupar la escena, cede su lugar a algo que no se presta a la dialéctica, aunque, en Lacan, el significante tenga aún cuerda para rato. Este seminario subraya aquello que no se presta a la dialéctica, aquello que no se presta al significante. Es el resto. Este seminario se aleja de las analogías y referencias que hace para puntuar el resto como absoluto. «Absoluto» —Hegel lo llamó Aufhebung y Lacan lo retomó en un momento muy preciso de sus Escritos—, quiere decir que, ante ello, toda Aufhebung se revela impotente.

El seminario La angustia constituye una puntuación del resto —esto ya se sabe pero es preciso entender que, allí, el resto se lleva al absoluto. «Absoluto» implica separación respecto a la dialéctica. El resto hace obstáculo a la dialéctica y a la lógica del significante, en el sentido de que este resto permanece insoluble, no se puede ni resolver ni disolver. La función del resto es, a este respecto, antinómica de la Aufhebung hegeliana, que era la clave de la enseñanza precedente de Lacan, al menos era a lo que apelaba para expresar la transformación de lo significable en significante. Debo remitirles a ese pasaje de «La significación del falo»18 donde precisamente Lacan apela a la Aufhebung hegeliana que, en el fondo, no es más que una utilización del resto. Lo significable es por excelencia lo imaginario, tanto el significado como lo especular, en tanto que el mundo de los objetos tiene su prototipo en la imagen especular.

Recordamos esto para entender por qué Lacan ha recurrido a la angustia como vía de acceso. Ha recurrido a la angustia como una vía alternativa a la Aufhebung, para atrapar aquello que escapa a toda Aufhebung, aquello que no es significable, que constituye el resto de toda significación. Es preciso abordar la última lección del seminario para entender la apuesta de La angustia. Lo que anima a Lacan a esta elección singular, a esta elaboración, es la pregunta: ¿qué posibilita la «verdadera toma de lo real»? —es una cita. ¿Es la vía del concepto? ¿Es la captura simbólica? ¿O es la vía que abre la función de la angustia? En su extravagancia, podríamos decir, en la extravagancia que le ha sostenido, este seminario está dominado por un «o la angustia o el concepto». Hay una renuncia a la vía del concepto. Por esto, el último capítulo de este libro sirve de contrapunto a la primera lección, que hace resplandecer al significante: ¡Abre el diccionario todo lo que quieras, encontrarás allí tu bien! Al principio se teje una red, pero a lo largo del seminario se revela que esta red de significantes, al igual que el nivel especular, son golpeados por cierta impotencia, y la angustia constituye —es la recompensa que Lacan se da al final— «la única aprehensión última de toda realidad como tal». ¿Por qué la palabra «realidad»? ¿Retrocede al decir «de lo real como tal»? Al mismo tiempo, encontramos el adjetivo «última», ¿se entiende que en la angustia se produce un franqueamiento de la realidad? En el fondo, la angustia está poco en escena en este seminario.

La angustia

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