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3. DE LA REALIDAD A LO REAL

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Más allá del embarazo

He dicho que encontramos allí lo patético. Encontramos lo patético, pero la angustia está poco en escena. La angustia lacaniana es especial, se inspira por supuesto en Freud —Lacan no hace más que repetir «la angustia es una señal, Freud lo dijo»—, pero se inspira en un punto que el propio Lacan no pone de relieve. Para evocarla, en determinado momento, la compara con el segundo tiempo de la reconstrucción del fantasma en «Pegan a un niño»19, a saber, con el tiempo que se reconstruye pero no se verifica. Dice esto muy rápidamente, pero lo que llama angustia connota el pasaje de la realidad a lo real, el franqueamiento de la realidad en el sentido de lo real y, por tanto, es correlativa a un desfallecimiento del significante. Y cómo se podría evidenciar mejor el desfallecimiento del significante que mediante la referencia —tan habitual, tan familiar que ha dejado de parecernos extraña pero que vuelve a serlo en este seminario— al episodio primordial del nacimiento como referencia última de la angustia, como prototipo de la angustia. Es una referencia que Freud toma de Otto Rank20, presente de manera recurrente en este seminario —Lacan se refiere a él también por sus trabajos sobre el doble y Don Juan21. Al implicar la angustia del nacimiento en la teoría de la angustia, Lacan se inscribe en la serie de Rank y Freud. Valida la angustia natal como prototipo de la angustia.

Si pensamos en el INSERM, se trata de otra cosa. Tal como lo he entendido, la esencia del tratamiento cognitivo-conductual es considerar la angustia aquí y ahora, y tratarla mediante el significante imperativo, que se modula como consejo. Para ellos, la angustia es susceptible de una resolución. Sin embargo, el enfoque analítico de la angustia tiene una profundidad histórica por la que la noción misma de curar la angustia es vana, está fuera de lugar. La angustia se sitúa fuera de los límites que traza el sujeto del significante. Es lo que vela el primer cuadro que propone Lacan. Hay un más allá del embarazo, del embarazo propio del sujeto barrado. Llega hasta el desamparo en los análisis rankianos, freudianos, lacanianos, la Hilflosigkeit, el desconcierto, más allá del embarazo, allí donde falta toda orientación significante.

La ausencia del ramillete

Llegados a este punto, podemos ver a través de un cortocircuito, lo que constituye el pivote del seminario La angustia; el pivote invisible, ya que el pivote del seminario es algo que no hay. Se debería esperar que en el corazón de un seminario que se intitula La angustia, estuviera la angustia de castración, que la angustia se abordase a partir de la castración que la enseñanza de Lacan había puesto de relieve como una función eminente, estructurante de toda relación de objeto. La angustia de castración es precisamente la ausencia del ramillete, con toda la novela que conlleva. Pueden buscar, no encuentran la novela edípica. Exagero. Lacan no llega a borrar del todo sus huellas, pero la perspectiva que elige por la vía de la angustia constituye un bye-bye, Edipo. Exagero, pero no encontrarán en él que la amenaza del padre desencadene la angustia. Lacan se desprende de la construcción fundamental, maravillosa, precisa, sólida —una construcción que hemos rehecho siguiéndole —, toda la construcción que se instala con el Seminario IV: La relación de objeto. El Seminario X retoma alguna cosa de ella —Aufhebung— pero es como el negativo del Seminario IV, cuyo pivote es la angustia de castración, central en el caso Juanito.

En La relación de objeto, con sus referencias al significante, el deseo y la demanda, con todo lo que allí aporta, Lacan sigue muy de cerca los pasos de Freud sobre la cuestión, en particular cuando dice: «La angustia —ahí no hago más que repetir a Freud que lo ha articulado perfectamente— es sin objeto»22. El seminario La angustia está hecho para explicar, para construir que la angustia no es sin objeto.

Al menos en este punto, hay una contradicción. Es esta referencia al Seminario IV de Lacan: la torsión se mide en esta aprobación incondicional que aparentemente otorga a un enunciado de Freud, que no es el único sobre la cuestión. Hay que tenerlo presente cuando se lee la fórmula de La angustia de que no es sin objeto. El concepto, la noción de objeto cambia, se reelabora en este último seminario. Por ello, he señalado, en la que he distinguido como segunda parte, que Lacan realizaba una revisión del concepto de objeto porque, con el anterior, el objeto de la angustia es invisible, inatrapable.

Recuperación de un residuo

Correlativamente a poner el acento en la ausencia de objeto en la angustia, en el Seminario IV, la fobia es esencial como remedio para la angustia, la fobia como miedo a un objeto. Pueden ver cómo Lacan se esfuerza, pasa por Chéjov23 —de nuevo la ficción literaria—, para mostrar que esta frontera entre la angustia y la fobia no cuenta, no es lo esencial. Juanito, por ejemplo, habla de caballos de angustia, Angstspferde. Y Lacan le corrige: en absoluto se trata de caballos de angustia, lo que Juanito experimenta ante los caballos es miedo. A diferencia de la angustia, que no tiene objeto, el miedo tiene un objeto y concierne a algo articulable, nombrable, real.

En el Seminario IV, lo real es todavía articulable y nombrable. Según la concepción de Lacan —que se apoya en Freud y en los dichos de Juanito—, la fobia desangustia a Juanito, cumple una reestructuración significante del mundo. Esto interesa a Lacan que pone todo el acento en ello. La angustia no tiene objeto, pero la fobia produce una serie de objetos. Pero, ¿qué son estos objetos? Ellos puntúan, funcionan como señales, son objetos que dibujan límites, umbrales, un interior y un exterior. En el Seminario IV, Lacan maneja el objeto igual que los significantes. El objeto en cuestión está significantizado.

Cuando se relee esto a partir del seminario La angustia, se ve que la Aufhebung de la angustia por parte de la fobia no suprime del todo la angustia. Lacan lo señala con un tacto extraordinario: hay un resto. La angustia sin objeto no queda abolida con la fobia y su creación significante. Hay un resto: «Un residuo del todo singular». Quienes recuerdan este seminario saben que Lacan pone de relieve un momento fugaz en el que Juanito señala, ante la boca del caballo, delante de su cara, una mancha negra —Lacan alude a un cuadro donde figura esta mancha24.

En La angustia, Lacan no se interesa por la construcción de la fobia, por desangustiar a través de la fobia, sino por recuperar esta mancha, este residuo del todo singular, borroso —para hacer de él un objeto, el objeto a minúscula. Lo que construye, lo edifica sobre la lógica de la relación de objeto. Lacan no esconde que se trate de objetos significantes, puesto que califica el caballo de angustia como significante «para todo uso» de la fobia. Su demostración muestra la polivalencia semántica del caballo. Este análisis reposa en la autonomía del significante respecto al significado, en la cesura saussuriana. La simbolización del objeto no deja entender lo que está en juego en la angustia.

El corte

El camino del seminario La angustia, un camino difícil —con la resonancia que esta palabra puede tomar a partir de este esquema—, es el de una desimbolización del objeto, una designificantización del objeto que es asimismo correlativa de una desimaginarización. Esto no puede hacerse sin tocar uno de los pilares de lo que Lacan ha establecido como enseñanza: su noción del falo como significante. Lo pone en cuestión en este seminario y lo hace de manera tan radical que no se nota, puesto que no se dice.

La significancia del falo, al igual que la falta de objeto, es la clave que Lacan eligió al principio de La relación de objeto, y nos proporciona esta admirable construcción de la privación, la frustración y la castración. En toda su diversidad y todas sus modalidades, la falta de objeto siempre se puede reducir a una falta de significante; Lacan se esfuerza, en La angustia, en elaborar una falta irreductible al significante. A este respecto, el seminario se puede pensar como un «final de partida» con el significante —hay afinidad entre el juego y el significante cuando el significante se puede sustituir a la falta. Asistimos a la elaboración de una nueva estructura de la falta, una estructura no significante de la falta que pasa por la topología y nos da un estatuto inédito del cuerpo.

Antes conocíamos esencialmente el cuerpo del estadio del espejo, un cuerpo susceptible de ser significantizado, pero en el seminario La angustia se restituyen al cuerpo lo que Lacan llama sus particularidades anatómicas —es la única vez que lo encontramos en él, explicado con tal detalle, con semejante amor por el detalle. No se trata de un cuerpo fuera del significante y, como él mismo señala, la anatomía comporta la función del corte. El término «corte» debe recuperarse, está en el centro, es el instrumento electivo de este seminario.

Es una palabra que ya hemos utilizado. Para recuperarla, tenemos que oponerla al rasgo. La función significante preside la operación del rasgo, en particular en la Aufhebung, cuyo efecto es anular y elevar. La función del rasgo se inscribe en el contexto de la Aufhebung, transforma lo significable en significante, mientras que la función del corte es otra cosa —lo vemos en La angustia. La función del corte separa un resto que no es significable.

28 de abril 2004

La angustia

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