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LA SOLEDAD DE UN CLOWN
ОглавлениеJULIO GONZÁLEZ
LA AUSENCIA DE PUNTO DE CAPITÓN: TIEMPO Y ESPACIO SE COLAPSAN
En invierno de 2003 recibo a un joven que dice haber tenido en el verano un brote psicótico en el momento de elaborar su trabajo de fin de carrera, sobre la interpretación, con la que quería unir, «como si fueran vasos comunicantes», teatro y saber. Pretendía poder anular así los malentendidos. Pero le resulta imposible pasar sus ideas al escrito.
En días previos al brote notaba una gran inquietud y en un viaje que realiza relata haber experimentado «un bautismo»: un momento en el que se encuentra frente a una niña y su madre, ambas con la cara manchada de barro. La madre le hace una marca de barro en la frente diciéndole: «es para ti, el tercer ojo», una frase que quiere decirle algo pero no sabe el qué. Es una frase que se propone descifrar porque quedó «como un corte, una herida, pues no tuvo un segundo elemento que la cerrara».
A la vuelta del viaje surgen «paranoias e ideas de persecución» por parte de sus amigos. Tenía la idea desde hace tiempo de que los otros podían verle sin que él pudiera ocultarse. Surge la idea de que su vida depende de un ritual masónico, en el que él era el puro, el elegido, también la idea de ser el «pollo inglés», ese que se ataca en su imagen en el espejo hasta la muerte.
Todo esto se detiene con la medicación. La explicación que él se da es la de estar en un momento en el que se «suturó» la fisura entre lo que es y lo que quiere ser, apareciendo la idea de que un fin se aproximaba, produciéndose «un colapso, una eliminación del tiempo».
LA INFANCIA Y SUS SOLUCIONES
Su infancia muestra signos de un encuentro precoz con una significación personal que no pudo leer, con la consecuencia de un padecimiento y una dificultad para sostener el campo de la realidad.
A una edad muy temprana e imprecisa recuerda estar con el padre y un amigo de este en la playa, una ola le tira y los otros se ríen de él. Siente sorpresa, enfado, y la idea de que las cosas son una farsa, una decepción. Certeza de una burla recibida del lado del padre y de otro hombre ante su valor fálico y que impide la construcción de un semblante masculino.
Un recuerdo posterior: en el pasillo de su casa ve un pie de niño con un calcetín a rayas, se lo dice a sus padres pero no le creen. Durante mucho tiempo tuvo la sensación de «una presencia extraña» en la casa que le atemorizaba. Tuvo «miedo real» de ir al baño, suponía un límite que no se atrevía a traspasar, mas allá se encontraba la puerta de la calle. A partir de ese momento tuvo la idea de que sus padres no eran sus padres pues ellos no entendían su miedo: «si no me entendían es que no era uno de ellos».
La manera de tratar este momento vital fue el buscar un punto exterior que funcionara como una garantía. Recuerda que de niño en el balcón de la casa había una calcomanía que alguien había puesto, era la de un indio, le daba una idea de perdurabilidad y permanencia bajo la lluvia y el frío, «me preguntaba qué sería de mi vida sin esta imagen». Imagen que suplía la falta de una imagen fálica del cuerpo.
A los ocho años el equilibrio logrado sufre una conmoción. El padre es hospitalizado por una enfermedad grave. Fue tarde a verle y cuando lo hizo pensó que «no era él, lo habían cambiado». Fue incomprensible, pues hasta esa fecha la imagen paterna connotaba poder y vigor, « hacía honor a su apellido». Al ver este cambio en la imagen paterna se sintió culpable por haberle deseado la muerte en algún momento, haberle maldecido, y tuvo la idea transitiva de que él tenía que trasformarse en otro.
En esa coyuntura reaparece el amigo paterno de la escena de la playa. Esta vez no hay burla. Este hombre, convocando su posición viril, le dice: «Ahora eres tú el x (apellido paterno) pequeño, el que queda, el hombre, has de cuidar de tu madre y hermana». Él no entendió nada, ni qué era lo que este hombre le decía, ni el porqué.
A los doce años se interesa por el teatro, le permite ser otro. Aparece tras una situación en la que «no pude mantener mi palabra». Él siempre dijo que jugaría en el Athletic, su padre y su sempiterno amigo se reían de él diciéndole que no era vasco, que era un «vascorriendo» (condensa «vasco-riendo» «vas-corriendo» «vasco-corriendo»). El entrenador le dice que no es bueno, le manda a otro equipo peor; deja el fútbol y se interesa por el teatro. También, en ese momento, se interesa por una chica, pero ella comienza a salir con un amigo de él.
La solución que encuentra a partir de los ocho años reformula la hallada en los comienzos integrando el transitivismo de su transformación. Se ponía frente al espejo y decía a la imagen: «Tú vas a ser...». De este modo fue aparejando algunos semblantes masculinos que le permitieron sostenerse hasta el momento del brote.
Respecto a su familia dirá que su madre y hermana son sus dos grandes mujeres. Con la madre no puede mentir, ocultarle cosas, es con quien habla, si hay que conseguir algo quien manda es ella. Con la hermana, cinco años mayor, comparte secretos. De su padre dirá que es poco hablador, le iba a ver jugar al fútbol en secreto pero nunca le decía si lo había hecho bien ni le daba una palmada.
Estos recuerdos de su infancia le han generado la idea de que «mi vis cómica se tragaba mis palabras, que el otro no hacía caso de mis palabras». Asimismo la sensación que le ha acompañado siempre al mirarse en el espejo es la de no estar del todo ahí, la de que aún faltaba algo por realizarse en la imagen». Con el brote «dejé de preocuparme por el espejo y pensé que el espejo era el público».
Está también el sentimiento de soledad mezclado con la culpa que le quedó desde la enfermedad del padre, al darse cuenta de que la madre dejó de estar en casa para ocuparse del padre.
Desde niño se encontró ante dos casas, dos lenguas. La casa del padre, la rectitud, el «eso se hace así». La casa de la madre significaba el doble sentido, el decir una cosa para hablar de otra, la necesidad de una interpretación, por lo tanto. Dos lenguas disjuntas que nunca hicieron metáfora y que constituyeron el origen de su posterior interés por las disciplinas propias del discernimiento y el teatro, «la cabeza, el pensamiento y el cuerpo».
LECTURAS DEL BROTE
La tarea inicial que se propuso en el tratamiento fue la de poder encontrar una lectura de la experiencia del brote. A lo largo del tratamiento se ha aplicado con rigor a ello, ha vuelto varias veces sobre este punto tratando de situar las cuestiones que se encontraban en el momento previo. Cada vez que lo ha hecho ha encontrado una nueva perspectiva.
En un principio, lo previo fue el mencionado trabajo de fin de carrera y la pérdida del soporte de sus compañeros de estudio.
Enseguida comenzó a hablar de lo que era su dificultad, a saber, su rechazo a las mujeres desde el episodio de los doce años. Había también un problema con su cuerpo: «No tengo un discurso sobre mi cuerpo». Frente a otros hombres piensa que es pequeño, experimentando una vergüenza que le impide seducir.
Durante sus estudios tuvo una relación con una mujer. Lo llama «la burbuja» pues ni antes ni después ha tenido otras relaciones. Pero sucedió que comenzó a pensar en otras mujeres y dejó la relación para estar con más mujeres. Luego no pudo hacer esto pues se encontró con el brote y ahora con su dificultad para seducir.
Cree que se asustó cuando ella le dijo que sentía con él algo que nunca antes había sentido con otro, cuando ella comenzó a pedirle más: más atención, más tiempo. Él no podía responder a eso.
En este periodo del tratamiento plantea la seducción como una incitación del otro, una respuesta que ha de dar ante el coro de los amigos que siempre le dicen que se lance cuando está con una chica. Un acto que él nunca llega a realizar y que marca el final de una escena de interés mutuo entre una mujer y él. Si pudo tener relación con una mujer fue porque ella insistió. Recuerda que desde su «encuentro con la sexualidad» se ha sentido fuera del grupo y con vergüenza.
EL NUDO: EL SABER COMO NOMBRE DEL PADRE
Un tiempo después sucede un nuevo brote en un curso en el que se sentía fuera del grupo y en el momento en que ha de responder al interés por una chica. En la escena él dice a los otros que su abuelo hacía pessigolles10 a su mujer. La respuesta de incredulidad que encuentra dispara un juego en el que no distingue la verdad de la ficción, siente euforia, hasta que finalmente verse atado a la cama de un hospital le permite encontrar un límite.
El hecho de que en este nuevo brote aparezca un término en catalán le permite abordar su particular relación con la lengua. De joven usaba tres lenguas. En casa, sus padres le hablaban en catalán y él respondía en castellano ya que es analfabeto en ese idioma. El castellano se hablaba en el colegio, «la lengua obligatoria, la que era obligado hablar». El euskera en la calle, la lengua de aquí y que le hace sentirse extranjero.
Recuerda que de pequeño cuando iba a Cataluña no entendía los juegos de palabras, los dobles sentidos, lo que se dice entre líneas. Los demás los pillaban y él no, todos se reían y él no. Recuerda un día en el que se sintió echado y burlado ante unas palabras de la madre que se dirigieron a él. En el lugar del enigma del deseo materno encontró la certeza de la burla. Recuerda que de niño le gustaba jugar solo, en silencio.
Le indico la importancia de contar con una lengua sólida, sin dobles sentidos, la de sus estudios universitarios. A partir de esta intervención, se abre un largo periodo de sesiones rutinarias en las que habla de su proyecto de trabajo y de los esfuerzos que hace para sacar la titulación en euskera necesaria a tal fin. Es algo pesado y repetitivo.
EL NUDO: LA IDENTIFICACIÓN AL «CLOWN» PARA TRATAR LA CERTEZA DE LA BURLA
Tras ese tiempo comienza a construir el personaje del clown, un personaje «irónico con las palabras».
Se replantea el estar con una mujer e independizarse de la madre. Formula la cuestión de cómo hacer un discurso que diga cómo hacer con la cabeza, el corazón y el pene, pues cada uno va por separado. Le señalo que eso es así para los hablantes, que la respuesta es particular, y que las sesiones pueden orientarse en la búsqueda de una respuesta posible. Dirá que en él el órgano no se articula a la palabra, que tiene que encontrar el modo de decir a una mujer algo que lo articule. Su órgano «no pasa por el otro», no pasa al diálogo, está separado del afecto.
En su trabajo de clown le interesa la relación con los objetos, mostrarla al público, hace malabares con un balón: «la pelota que me he comprado me ha sorprendido a mí mismo, es un espejo, te puedes ver, un espejo que esta cosido, que nunca se va a romper».
Se apunta a una escuela de bertsolaris11 pues ya no es necesaria la tradición de ser euskaldun zaharra.12 Intenta lograr con ello un dominio de la lengua: «juegas con el idioma».
Comienza a constatar una modificación. Ahora puede verse como un pretendiente legítimo. Ya no se encuentra en la tesitura de tener que dar la réplica al coro que le incita a la seducción, ni tampoco al interés que pueda mostrar una mujer hacia él, ahora puede llevar la iniciativa. De todos modos, la posible relación con una mujer es algo que se mantiene como horizonte.
EL NUDO: EL VELO QUE CAPTA UNA CIERTA MIRADA
En consonancia con la ruptura de la tradición, señala que los modelos hombre-mujer han cambiado. En él hay algo femenino que los demás constatan. Él ya fue seducido una vez, ahora quiere gustar, agradar a las mujeres. Pero su órgano viril no es una pieza separada del cuerpo, no está elevado a la categoría del falo.
Contento con su trabajo de clown, pone en juego su mirada para captar con ella e interesar al público y hacer un recorrido juntos por las emociones, jugar con el lenguaje, los dobles sentidos. Como clown no encuentra dificultades en seducir al público.
Piensa en la soledad de su personaje de clown. Este personaje supone para él la posibilidad de «agujerear un cierto muro y que entonces puedan salir algunas emociones». Es también la posibilidad de mirar y ser mirado por los otros. El problema puede aparecer en el momento en el que no haya tal agujero, o cuando el muro caiga o se levante: «eso fue el brote».
LA TERMINACIÓN
Tras situar el velo, construye la historia de su soledad. Se origina en el episodio de la enfermedad paterna. Se encontró solo por las calles, «no sabía lo que se esperaba de mí», lo que se une a la culpa de haber maldecido al padre. «Había en esto una dificultad para ubicarme como chico». Recuerda que en esos días se cayó de una tabla, «me desmoroné», rompiéndose el brazo. Estuvo aguantando el dolor hasta que al final se lo contó a su madre, sintiéndose culpable por eso, por dar problemas. Se encontró desplazado al ver llorar a su madre, sentimiento que le ha acompañado toda su vida.
Es la historia de un liegen lassen en la que se incluye su respuesta de sujeto. Es la aparición de la culpa, pero también de lo que le permite decir: «Desde ese día hay en mí una parte que me hace hacer cosas, que me lleva a cuidarme; otra tiene que ver con esta soledad».
En ese momento decide finalizar las sesiones. Acepto y le propongo quedar cada cierto tiempo. Entiendo que hemos llegado a un final del tratamiento, un final probablemente infinitizado. Su identificación al clown le permite construir un agujero donde alojar la mirada. Hay en ello un trabajo en torno a la burla recibida del Otro transformándola en una ironía que le permite estar dentro del lazo social. Evoca a Humpty Dumpty, maestro de la significación y personaje de Alicia a través del espejo.
Asimismo, su propuesta de construir un velo suple la producción del falo, lo que estabiliza la imagen «algo femenina» que ofrece y que capta la mirada de los otros. Con esta imagen se pone a resguardo de la mirada de las mujeres.
De otra parte, desde niño supo que debía hacerse cargo de su soledad.
En citas posteriores dirá que sigue interesado en coser cabeza y cuerpo. Lo pudo hacer en el tratamiento conmigo, ahora continúa con el clown. La relación con una mujer es un horizonte que no le supone ninguna prisa, si bien esto no le ha impedido tener alguna relación puntual.