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III EL MUNDO OCULTO POR UN VELO
ОглавлениеLes leo el pasaje: «El análisis sería insuficiente si no nos permitiera entender la queja en que el paciente resumía su padecer. Decía que el mundo se le escondía tras un velo, y la disciplina psicoanalítica rechaza la expectativa de que tales palabras pudieran considerarse carentes de significado y como escogidas al azar». Freud confirma pues esta queja del Hombre de los lobos: el mundo se le oculta tras un velo. «El velo se desgarraba —cosa asombrosa— sólo en una situación, a saber, cuando a consecuencia de una lavativa, el bolo fecal atravesaba el ano. Entonces se sentía de nuevo bien y por un breve lapso veía el mundo claro». Es éste un pasaje muy importante. «La interpretación de este “velo” avanzó con pareja dificultad a la de la angustia a la mariposa. Por lo demás, él no perseveró en este velo; se le fue disipando cada vez más en un sentimiento de crepúsculo, de “ténèbres”, y otras cosas inconcebibles [ungreifbar]».1
Y Freud lo interpreta, es decir, no se detiene ante el testimonio del Hombre de los lobos diciendo que, para él, el mundo está cubierto por un velo que sólo se desgarra en el momento de sus lavativas. Freud no se detiene ante esta manifestación como ante un fenómeno opaco a la interpretación. No considera que sea un fenómeno terminal del que hubiera que considerar, a semejanza del fenómeno elemental, que se trata de un es así. Freud interpreta el fenómeno y da dos interpretaciones que no son exclusivas, sino que se sitúan en planos diferentes. La primera interpretación es propiamente significante y la segunda se sitúa en el registro del objeto.
Primera interpretación: ese velo es la cofia con la que el sujeto cree que vino al mundo. De su nacimiento, piensa que nació cubierto. Freud dice al respecto: «apenas un poco antes de la separación de la cura se acordó de que había escuchado que vino al mundo con una cofia fetal [Glückshaube]. Por eso siempre se tuvo por un afortunado [Glückskind] a quien nada malo podía pasarle».2 Por otra parte, incluso en análisis creía ser afortunado por tener, para Freud, un lugar del todo privilegiado. Éste subraya más adelante: «Sólo perdió esta confianza cuando se vio precisado a reconocer la afección gonorreica como un grave deterioro en su cuerpo. Ante esa afrenta, su narcisismo se desmoronó».
Por tanto, primera interpretación: Freud considera que el velo refleja esa cofia. Es la interpretación del velo. A continuación, hay que interpretar el momento del desgarramiento del velo: ¿por qué la lavativa produce su desgarro? Freud dice: «Cuando desgarra el velo del nacimiento, ve el mundo y renace. [...] Sería, pues, la fantasía de renacimiento sobre la que Jung ha llamado la atención hace poco [...]. Sería magnífico si [eso] fuera todo. Ciertos detalles de la situación [...] nos obligan a llevar más adelante la interpretación. La condición del renacimiento es que sea un hombre quien le administre el enema». Freud insiste pues en el carácter sexuado del operador, indicando que el Hombre de los lobos está en posición femenina cuando sufre pasivamente esa operación. «Esto sólo puede significar que se ha identificado con la madre; el hombre hace el papel de padre, el enema repite el acto de la cópula, como fruto de la cual nace el hijo-caca —él nuevamente—». Los elementos son aquí el padre, la madre y el niño como producto fecal, estando el Hombre de los lobos en dos lugares, el de la madre y el del hijo. «Por tanto, la fantasía de renacimiento se enlaza de manera estrecha con la condición de satisfacción sexual por el varón. En consecuencia, la traducción es ahora: su enfermedad sólo lo abandona cuando le es permitido sustituir a la mujer, a la madre, para hacerse satisfacer por el padre y parirle un hijo. En este caso, pues, la fantasía de renacimiento no era más que un reflejo censurado, mutilado, de la fantasía de deseo homosexual». Incluso si no es más que un fantasma, es una escena realizada que reproduce en sí misma lo que Freud considera determinante para el sujeto, a saber, un fantasma homosexual.
Por lo tanto, hemos remitido simplemente a su contexto ese fenómeno de crepúsculo permanente del mundo, enteramente articulado por una escena edípica. Éste es el desciframiento que hace Freud, persuadido, en todo caso, de que hay ahí una articulación. No se trata en absoluto de un fenómeno límite o terminal, sino de un fenómeno fuertemente articulado por el Edipo.
LAS TRES CORRIENTES
La pequeña clasificación que hemos extraído del texto permite desplegar la multiplicidad de puntuaciones posibles. El propio Freud subraya que son posibles muchas puntuaciones en la clasificación clínica del caso. Distingue tres corrientes fundamentales: 1) El Hombre de los lobos no quería saber nada de la castración, incluso en el sentido de la represión, de donde Lacan instituyó la forclusión, apoyándose en la palabra Verwerfung que aparece en Freud. 2) El Hombre de los lobos se ha visto forzado a reconocer la castración. Hay pues reconocimiento, y ese reconocimiento se hace de dos maneras: o acepta la castración o 3) abomina de ella. Cada uno de los fenómenos puede imputarse a una de estas tres corrientes. Lo que se complica bastante cuando hay rechazo: ¿se trata del rechazo forclusivo o del rechazo interno al reconocimiento? La dificultad del caso proviene del doble valor de ese «no». ¿Dónde se condensa ese reconocer abominando que es la tercera corriente del esquema? Freud emplea los términos de fantasma homosexual, pero aquí se trata más bien de ser una mujer. En el episodio, muy preciso, que hemos leído, me parece que tenemos más bien la posición 3, con la cual Freud descifra el fenómeno clarificador de la lavativa.
SER UNA MUJER
En cuanto a la relación con la psicosis, me parece interesante destacar cuál es el conmutador que permite pasar al caso de Schreber. Lo que hace de shifter con el caso Schreber es el ser una mujer. Podemos decir incluso: ser una mujer en el momento del acoplamiento. Existe pues ese ser una mujer alrededor del cual gira igualmente gran parte del caso, con todo lo que toma el aspecto del erotismo anal. Podemos interrogarnos sobre el valor que se da a este ser una mujer que Freud señala tantas veces. A través de esta controversia tenemos ese ser una mujer. ¿Cómo podemos traducirlo? Tenemos aquí, verdaderamente, la sexuación inconsciente del Hombre de los lobos. Así lo interpreta Freud. Hay una sexuación inconsciente a pesar de una virilidad manifiesta que se despierta automáticamente en una situación típica. Tanto para Freud como para Lacan, esta virilidad carece de autenticidad, es decir que pertenece al registro imaginario, al registro del yo. Incluso es así como Lacan puede utilizar el caso como demostración de las dos vertientes: el inconsciente de un lado y el yo del otro. Lacan reinterpreta las dos vertientes distinguidas por Freud como una oposición entre el inconsciente y el yo. En el inconsciente, el Hombre de los lobos es una mujer. En el plano imaginario, hay una afirmación de virilidad.
Lacan lo plantea así en las notas del Seminario3 y, al final de la primera parte del informe de Roma, evoca «el efecto de captura homosexualizante...».4 El primer uso que hace Lacan de este caso es para distinguir el inconsciente y el yo en términos de conflicto. Todo gira alrededor del valor que se da al ser una mujer. ¿Designa la sexuación inconsciente del sujeto, o es del orden imaginario? ¿Qué valor dar a este ser una mujer que, para Freud, constituye el fantasma homosexual? ¿En qué registro lo situamos? ¿Es del orden del empujealamujer? ¿Es de orden imaginario? Pueden tomarse, sin duda, otros índices, pero he aquí uno que me parece bastante preciso como para que podamos desplegar, en relación con él, las ambigüedades del caso.
LA CASTRACIÓN
En este caso y en la polémica sobre el diagnóstico, hay que admitir que la cuestión se centra en la castración. Es el capítulo central de Freud: «Erotismo anal y complejo de castración». Lo subrayo porque vamos a pasar al fragmento de Lacan sobre los dos agujeros, fálico y paterno. La duda diagnóstica se centra pues en el hecho de saber si hay, o no, significación fálica. Se centra en lo fundamental, es decir: ¿forclusión o reconocimiento? ¿Se trataría de un reconocimiento en el rechazo?
Lo que hasta el momento no hemos interrogado es la relación del Hombre de los lobos con el padre. Pero podríamos hacerlo después de todo. Pues, en efecto, en su seminario de 1952, Lacan menciona un punto ya señalado, es decir, que en el caso del Hombre de los lobos hay ruptura social. Considera que «una parte de su drama se basa en esto»: que su posición «en la sociedad está por así decirlo desinsertada». La Revolución rusa, con sus efectos de desocialización, no hace más que intensificar una posición que está presente desde el punto de partida. Lacan añade: «Hay que señalar que fue muy precozmente separado de todo lo que en el plano social podía constituir para él un modelo». Esta frase, en el lenguaje de la época, ¿pone en jaque, o no, la relación con el padre? No olvidemos que, por el contrario, esta relación con el padre parece totalmente constituida en el caso del Hombre de los lobos. En el episodio llamado psicótico encontramos aún una distribución de funciones paternas totalmente compacta.
Dicho esto, falta por saber qué valor hay que dar a esa distribución. Podemos seguir a Lacan, e incluso hacerlo un poco mejor, puesto que disponemos de las categorías que él mismo elaboró después pero de las que aún no disponía. En otras palabras, la dificultad se refiere a los problemas que conciernen a Φ0. En los estudios realizados sobre el caso no se cuestiona P0. Por lo tanto, uno de los interrogantes que nos plantea este caso es si se puede desvincular la relación de causalidad —que parece establecida por Lacan— entre el padre y el falo, entre el padre y el advenimiento de la significación fálica.
Les recuerdo el esquema completo del que disponemos:
Primero el esquema estándar: existe el Nombre-del-Padre y, por lo tanto, hay significación fálica: P → Φ.
Después el esquema schreberiano: P0 → Φ0.
Y el problema está en saber si puede haber P y Φ0, con lo que este cuadro nos obliga a llegar a proponer P0 y Φ.
7 de enero de 1988