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Introducción: Docencia pequeña

… mucho de lo que hemos estado haciendo como maestros y estudiantes no nos ha servido de mucho, pero algunos cambios comparativamente sencillos pueden transformar de verdad las cosas.

Brown et al., 2014: 9

En octubre de 2014, los seguidores de las grandes ligas estadounidenses de béisbol se deleitaron viendo cómo los aguerridos Kansas City Royals se abrían camino hasta la final de la Serie Mundial. Lo que cautivó la atención de tantos entusiastas del béisbol fue que la clave del éxito de los Royals a lo largo de la temporada había sido una manera de jugar pasada de moda, conocida como «bola pequeña» [small ball] o «bola astuta» [heady ball]. En lugar de confiar en musculosos bateadores capaces de golpear home runs1 con las bases ocupadas y conseguir carreras, los Royals utilizaron la sencilla estrategia de progresión que permite que los equipos vayan moviendo poco a poco a sus corredores de una base a la siguiente, evitando así que el equipo rival pueda anotar: toques de bola, robos de bases, bolas elevadas con golpeos de sacrificio y una defensa muy sólida. Estos logros tan poco vistosos en el terreno de juego no hacen que los jugadores de béisbol consigan los elogios que sí conseguirían con bateos espectaculares, con home runs que ganan un partido, pero los equipos que juegan a la bola astuta de manera conjunta y efectiva no necesitan esa clase de épica llamativa. Es más, algunos analistas del béisbol señalan que el éxito de los Royals, que consiguieron sus victorias con un presupuesto modesto, es una evidencia del futuro del béisbol. «Los Royals han encontrado una fórmula ganadora», escribió Sean Gregory, el columnista de béisbol de la revista Time.

Actualmente, si uno se propone batear para sacar la bola del campo, es más fácil que nunca acabar eliminado. Por lo tanto, hay que limitarse a poner la bola en juego… y jugar tus bazas con tus piernas, robar bases para racionar esas, cada vez más, escasas carreras. La bola pequeña es barata, y efectiva. A ella es hacia donde se dirige el juego.2

Como señala el artículo, el hecho francamente maravilloso de la astuta bola pequeña es que es a la vez efectiva y barata –por tanto, accesible a cualquiera–. Incluso los equipos que gastan su dinero en bateadores espectaculares pueden jugar a la bola pequeña –como se puso en evidencia en la final de la Serie Mundial, en la que el mayor presupuesto de los San Francisco Giants arrebató la victoria a los Royals al batirlos con su propio juego, anotando dos de cada tres carreras con bolas de sacrificio altas nada vistosas.3

Mi familiaridad con la bola pequeña procede de una historia menos espectacular que la diseñada por los Kansas City Royals en el otoño de 2014. Tengo cinco hijos y vivo en una ciudad de Nueva Inglaterra en la que la pasión por el béisbol viene de lejos. Esa es la razón por la que cada final de primavera de los últimos quince años paso dos meses sentado en incómodos bancos de metal viendo a mis hijos jugar a softbol y béisbol en distintas categorías de las ligas de nuestra ciudad. La liga concreta que juegan mis hijos es una de las de toda la vida; muchos de los entrenadores jugaron en esa liga cuando eran chicos. A menudo estos entrenadores se toman los partidos muy en serio, quizá en un intento de recuperar la gloria de los días de juego de su infancia. Como resultado, buscan y seleccionan a los mejores jugadores que salen cada año de las ligas más jóvenes, dejando a los entrenadores más novatos o menos experimentados un conjunto bastante más reducido de talento del que elegir a los componentes de sus equipos. No obstante, a pesar de las ventajas que consiguen esos entrenadores más agresivos fichando a los mejores jugadores, no siempre ganan. Tanto en ligas menores como en mayores, los entrenadores que parecen tener más éxito son los que centran su atención –y la atención de sus jugadores– en dominar todas las minúsculas partes del juego. Los entrenadores de bola pequeña indicarán a sus corredores de base que roben cuando los de campo se descuiden un poco al lanzar la bola de un lado a otro del cuadro interior, o se asegurarán de que siempre haya alguien apoyando un lanzamiento a la primera base en caso de que la pierda quien se encuentra en esta. Dado que en un equipo de softbol de chicos de ocho años no hay nadie que pueda batear y mandar las bolas fuera del parque, la bola pequeña representa realmente la única estrategia que garantiza el éxito a largo plazo.

La idea de este libro comenzó a tomar forma al acabar una de esas largas temporadas de softbol, cuando estaba preparándome para hacer una ronda de visitas en otoño a campus de otros colegas para promocionar mi anterior libro. Había tenido mucha suerte en años previos con las invitaciones de otras instituciones para llevar a cabo talleres de enseñanza y aprendizaje en educación superior para profesores de universidad, una tarea que agradecí y disfruté. Cuando comencé con las presentaciones, tuve la suerte de poder hablar con mis colegas profesores de universidad sobre las profundas transformaciones que podrían aplicar a sus cursos. Por desgracia, normalmente llevaba a cabo esas visitas a mitad de semestre, lo que implicaba que los participantes debían esperar hasta el semestre siguiente para poder implementar cualquiera de mis sugerencias. Incluso a los profesores con la mejor disposición para revitalizar su docencia podía parecerles demasiado exigente incluir en su planteamiento para el curso que comenzarían el siguiente enero o agosto lo que habían aprendido en las aproximadamente dos horas de octubre del taller, dada la cantidad de trabajo que en el ínterin mantendría bien ocupadas sus mentes. En román paladino, la transformación profunda y súbita de la docencia propia es una tarea ardua que puede resultar muy difícil de vender a profesores con muchas responsabilidades, exigiéndoles tanto tiempo y dedicación. Yo mismo, como profesor en activo, doy cursos de literatura y de escritura todos los semestres, por lo que sé muy bien cuál es el alcance de tal desafío. Por más que sintiera a menudo la urgencia de darle un revolcón a mis prácticas docentes con innovaciones radicalmente nuevas, casi nunca lo hice. Concebir de nuevo los cursos desde la base supone un tiempo y una energía que la mayoría de nosotros no tenemos a mitad de semestre, y que durante los intervalos entre semestres consumimos normalmente en nuestras investigaciones.

Mis reflexiones sobre este dilema me llevaron a considerar si debería incorporar en mis talleres más actividades que los profesores pudieran utilizar para dar un vuelco a sus clases de mañana o de la siguiente semana sin necesidad de revisar exhaustivamente su docencia –en otras palabras, los equivalentes pedagógicos de la astuta bola pequeña–. Con esta expectativa en mente, me sumergí en las publicaciones sobre enseñanza y aprendizaje en educación superior con otra mirada, buscando recomendaciones de bola pequeña que resultasen fáciles de adoptar, a la vez que estuvieran bien respaldadas por la investigación. Esta búsqueda de varios meses me condujo al trabajo de psicólogos de la cognición que estudian los mecanismos del aprendizaje, a neurocientíficos y biólogos que me ayudaron a comprender algunos aspectos básicos de la ciencia del cerebro y a la investigación en campos relacionados con el aprendizaje, como las emociones y la motivación. Me quedé gratamente sorprendido al encontrar en estos campos un número manejable de principios de aprendizaje que me parecieron directamente extrapolables a las aulas de educación superior. Comencé de manera gradual a buscar ejemplos prácticos de cómo esos principios podrían aplicarse en el aula, y empecé a recomendar algunas de las estrategias que iba descubriendo a los participantes en mis talleres. Podía notar cómo aumentaba la energía y la excitación en la sala cuando los participantes podían vislumbrar que había poca distancia entre el taller de la tarde de ayer y un cambio concreto y positivo para sus clases de la mañana siguiente. Pero nada me interesó y motivó más que los pequeños éxitos que experimenté yo mismo al incorporar a mi propia aula algunas de las estrategias que había aprendido. A lo largo del curso de ese semestre de otoño, en el que trabajé en mi propia docencia a la vez que conversaba con otros profesores sobre estas ideas, quedé convencido de la noción aparentemente paradójica de que mediante pequeños cambios era posible una mejora pedagógica sustancial, de la misma manera que fue posible ganar la Serie Mundial a los Royals robando bases y golpeando bolas altas de sacrificio.

Esta convicción recién descubierta dio lugar, finalmente, a la noción de docencia pequeña, un enfoque que persigue desencadenar cambios positivos en la educación superior por medio de astutas modificaciones, pequeñas pero trascendentes, en el diseño de nuestro curso y en nuestras prácticas docentes. La docencia pequeña, como estrategia completamente desarrollada, busca en el depósito profundo de la investigación sobre aprendizaje y educación superior para crear, con lo encontrado, un enfoque deliberado, estructurado y progresivo que cambie nuestros cursos a mejor. Las últimas décadas nos han proporcionado un cuerpo creciente de investigaciones y conocimientos sobre cómo aprenden los seres humanos, y una generación nueva de estudiosos en estos campos ha comenzado a trasladar sus descubrimientos, desde los laboratorios de investigadores de la memoria y la cognición, a las aulas de educación superior actuales. Sus hallazgos sugieren, cada vez con más fuerza, el potencial de algunos cambios pequeños en el diseño de nuestros cursos, en nuestra manera de dirigir nuestras aulas y de comunicarnos con nuestros estudiantes. Algunos de los descubrimientos sugieren también vías de cambio para una transformación profunda de nuestros cursos (señalaré unas cuantas en el capítulo final de este libro). Pero si lo que estamos buscando es estimular el aprendizaje del contenido del curso por parte de nuestros estudiantes, mejorar sus destrezas intelectuales básicas –como la escritura, el habla y el razonamiento crítico– y prepararlos para que tengan éxito en sus carreras, entonces creo que podemos encontrar en la docencia pequeña un enfoque para nuestro trabajo compartido de educar estudiantes que resulta efectivo a nuestros alumnos y accesible al mayor número de profesores de universidad en activo.

Una accesibilidad generalizada es algo muy importante para los profesores en activo, especialmente si consideramos el rango increíblemente diverso de contextos en los que opera la educación superior en nuestros días. Las innovaciones docentes con el potencial de espolear grandes cambios tienen que resultar igual de accesibles tanto para los mal pagados y sobrecargados profesores asociados como para los profesores titulares y los catedráticos de las universidades más prestigiosas. Han de encontrar un sitio en los campus de las universidades pequeñas, así como en los grandes campus universitarios de las afueras de las grandes ciudades. Deben tener algo que ofrecer tanto a las tradicionales clases magistrales dadas en aulas enormes como a las discusiones en seminarios pequeños. Las actividades que se describen en este libro, tomadas como un todo, cumplen estas directrices: siendo mínimamente creativo se pueden adoptar en cualquier tipo de entorno de educación superior concebible, desde clases magistrales en aulas enormes a discusiones en pequeñas salas de seminario, desde cursos absolutamente presenciales a cursos completamente a distancia, y en cualquier combinación posible entre ambos extremos. Se fundamentan en principios muy básicos sobre cómo aprendemos los humanos, de ahí que puedan aplicarse a cualquier tipo de disciplina y de contenido –tanto si se está enseñando a los estudiantes a memorizar hechos y fórmulas, como a desarrollar su expresión oral o a resolver problemas complejos–. No todos los instructores en todas las disciplinas y en cualquier contexto docente encontrarán un hueco para todas las actividades de docencia pequeña aquí descritas, pero cualquier lector encontrará a buen seguro oportunidades para poner en práctica al menos algunas de ellas. Se pueden implementar mañana por la mañana, el viernes de la próxima semana, en el diseño del siguiente cuestionario o prueba, e incluso –como veremos en la parte final del libro– en el correo electrónico que se vaya a enviar a los estudiantes.

Para asegurar que estas técnicas poseyeran ese tipo de accesibilidad universal, y que por tanto merecieran considerarse bajo el paraguas de la docencia pequeña, los principios recogidos en este libro debían cumplir tres criterios básicos. Primero, tenían que tener su base en las ciencias del aprendizaje. Afortunadamente, en los últimos diez o veinte años, una cohorte de científicos del aprendizaje ha comenzado a presentar hallazgos de esas disciplinas en formas que resultan accesibles a quienes, como yo, no somos especialistas. Libros como el de Daniel Schacter, The Seven Sins of Memory, el de Daniel Willingham, Why Don’t Students Like School?, o el de Peter Brown, Henry Roediger y Mark McDaniel, Make It Stick, presentan los resultados de la investigación en neurociencia y en teoría cognitiva, de manera que describen con todo lujo de detalles y claridad sus implicaciones para docentes y estudiantes. Segundo, estos principios de aprendizaje deben tener un impacto positivo en ambientes educativos del mundo real –de educación superior siempre que sea posible–. Este criterio se mostró como el más difícil de superar; algunas estrategias que me parecían plausibles, o que tenían su origen en fascinantes experimentos de laboratorio, no acabaron formando parte del libro, ya que no fueron capaces de superar netamente este obstáculo esencial. Tercero y último, de alguna manera, tuve que observar directamente los principios por mí mismo, bien gracias a mi propia experiencia como docente o discente, bien presenciando otra docencia y otros ambientes de aprendizaje. Se me puede acusar de exceso de prudencia, pero necesitaba que estos principios superasen esta prueba de fuego para estar completamente seguro de que podía recomendarlos a docentes en ejercicio. La mayoría de los capítulos que siguen comienza con un ejemplo de cómo he descubierto estos principios en alguna experiencia de aprendizaje, en mi propia vida o en las vidas de mis estudiantes, incluso en las de mis hijos, y confío en que estos ejemplos personales puedan ayudarte a identificar momentos en los que tú también los hayas visto en acción en tus propias situaciones de aprendizaje.

Asumiendo que una actividad de enseñanza y de aprendizaje cumple los tres criterios, todavía debería ser posible implementarla de manera que cayera bajo el paraguas de la docencia pequeña. Tal y como descubrirás en las páginas que siguen, un enfoque o una actividad de docencia pequeña puede tomar una de estas tres formas:

• Actividades de aprendizaje breves (5-10 minutos) en el aula o a distancia. Me encanta esta idea de pequeñas intervenciones en una sesión de aprendizaje que puedan captar (o recuperar) la atención de los estudiantes, proporcionar oportunidades ágiles para que los estudiantes se comprometan y afianzar o introducir aprendizaje nuevo. Incluso cuando se tiene planeada una sesión muy densa, se puede encontrar tiempo para una actividad de cinco minutos capaz de proporcionar un estímulo al aprendizaje de los estudiantes.

• Intervenciones únicas en un curso. Al igual que en el caso del ejercicio de la tesis de un minuto del capítulo 4, el significado de pequeña puede ocasionalmente virar desde «una pequeña parte de una clase» hasta «una pequeña parte del curso». En otras palabras, algunas de las actividades de docencia pequeña pueden ocupar una sesión completa de clase, pero solo una vez durante el semestre.

• Pequeñas modificaciones en el diseño del curso o en la comunicación con tus estudiantes. Estas recomendaciones puede que no se traduzcan directamente en actividades de diez minutos o de las que se hacen solo una vez. Pero tampoco exigen un replanteamiento radical de los cursos. Pueden inspirar variaciones o pequeños cambios en la manera en que organizas el programa diario del curso, en cómo redactas la descripción del curso o las hojas de tareas, o en cómo respondes a los textos de tus estudiantes. Las estrategias de la III parte encajan especialmente en esta categoría de enfoques de docencia pequeña.

Una cualidad esencial compartida por estas tres formas de docencia pequeña es que exigen una preparación y una corrección mínimas. Dado que estamos siempre muy ocupados, esta característica de la docencia pequeña se me antoja que es especialmente importante para los profesores que impartan distintos cursos en varios campus o que tengan otras dedicaciones adicionales. Un profesor que pueda entrar en clase cada día con un pequeño conjunto de ejercicios de docencia pequeña puede reducir, en buena medida, el tiempo total de preparación distribuyendo en su docencia estas poderosas actividades de aprendizaje. Actividades únicas como la tesis de un minuto o una sesión de práctica de conciencia plena, que requieren muy poca preparación y son fáciles de corregir, pueden servir también como recurso cuando ha faltado o se ha reducido el tiempo de preparación habitual debido a la enfermedad de un hijo, a una emergencia médica o a uno de esos días en que uno se encuentra escaso de fuerzas.

Y, aun así, estas actividades, que pueden encontrar un lugar en el aula por primera vez como relleno de esos diez últimos minutos o de una clase no planeada, tienen la capacidad de generar tanto o más aprendizaje que el que hayas previsto para tu clase cuidadosamente preparada. Para mí, esto es lo que representa el valor auténtico y la promesa de la docencia pequeña. Espero que los capítulos que siguen te demuestren que la docencia pequeña no es un compromiso pragmático, una elección inferior que haya que hacer por carecer del tiempo o la energía para emprender los cambios profundos que realmente tendrían una influencia decisiva en nuestros estudiantes. Poseemos excelentes evidencias del poder que sobre el aprendizaje ejercen las actividades de docencia pequeña; un estudio tras otro, tal y como comprobarás en los siguientes capítulos, ha demostrado que las actividades de docencia pequeña mejoran las calificaciones de las tareas de aprendizaje de los estudiantes en dos o más puntos sobre diez. Esta es una evidencia poderosa, tan poderosa como cualquier otra que se haya visto nunca en la investigación sobre aprendizaje, incluidos los estudios dedicados a enfoques globales que aparecen en los encabezados de revistas especializadas como The Chronicle of Higher Education u otras propias de nuestra profesión.

Además de estos argumentos a favor del gran poder que pueden tener los enfoques pequeños y progresivos (y del hecho de que todos estamos siempre muy ocupados), encontrarás diversos niveles en cada capítulo para comprender estas estrategias recomendadas de docencia pequeña. Conseguirás la mejor comprensión posible de cada uno de los enfoques dados de docencia pequeña leyendo el capítulo completo, pero también podrás pasar a las secciones de aplicaciones prácticas de la segunda mitad de los capítulos si lo que buscas es ayuda rápida e inmediata. La estructura de cada capítulo incluye los elementos siguientes:

• Introducción: Habitualmente encontrarás en ella ejemplos de cómo puede aparecer en la vida diaria el fenómeno concreto de aprendizaje que se describe en el capítulo.

• En teoría: Esta sección indaga en la investigación que da apoyo a las recomendaciones del capítulo e incluye descripciones de los experimentos de laboratorio y aula, así como descripciones breves de hallazgos clave o de principios de las ciencias cognitivas.

• Modelos: Se describen cuatro o cinco modelos en detalle en cada capítulo, ejemplos detallados y completos de cómo los profesores pueden incorporar un enfoque de docencia pequeña en el diseño de su curso, en su aula o en la práctica a distancia, así como en su comunicación con los estudiantes.

• Principios: Deseo y confío en que los docentes no se limiten a seguir los modelos, sino que también adopten la estrategia general y que desarrollen sus propios modelos. Los principios proporcionan directrices para crear estrategias propias de docencia pequeña.

• Docencia pequeña rápida: Recordatorios de una frase de la manera más sencilla de poner en práctica la estrategia de docencia pequeña del capítulo; hojéalos o retómalos cuando dispongas de quince minutos antes de empezar la clase y necesites un consejo rápido para una actividad de aprendizaje con la que comprometerse.

• Conclusión: Una reflexión final de la teoría principal o de la estrategia del capítulo.

Espero que la primera lectura de cada capítulo te ayude a ver inmediatamente cómo realizar cambios en tu docencia de los que se beneficiarán tus estudiantes. Pero también que sigas confiando en el libro mucho tiempo después de esa primera lectura. Tenlo a mano y hojéalo de vez en cuando, y siempre que sientas la necesidad de probar algo nuevo y diferente para tus clases. Utiliza el libro para iniciar nuevas conversaciones, o para infundirles nuevo vigor, en tu campus acerca de cómo podemos ayudar a nuestros estudiantes a aprender mejor y sobre cómo podemos promover cambios positivos en la educación superior. Por último, cuando estés listo para estudiar con mayor detalle la investigación sobre enseñanza y aprendizaje en educación superior e ir más allá de estas recomendaciones concretas, el listado de obras citadas puede proporcionarte más propuestas de lectura. He intentado mantener su número tan reducido como me ha sido posible para no abrumar a los lectores nuevos en este campo, y para centrarme en algunos textos clave y estudios seminales que son fácilmente accesibles a la mayoría de lectores (hay que decir que el campo de investigación de cada uno de los temas de cada capítulo de este libro va mucho más allá de mis sobrias citas).

Los modelos y principios de docencia pequeña que encontrarás en los capítulos que tienes por delante pueden tomarse individualmente, como acicates únicos para la innovación de una sesión específica de un curso o del programa de una unidad, pero también pueden combinarse para crear un enfoque completamente nuevo para tu docencia. Si estás leyendo este libro en vacaciones, cuando no impartes clase, piensa en lo que puedes extraer de manera sistemática de cada una de sus tres partes principales para el planteamiento del próximo curso, creando una estrategia completa para mejorar el aprendizaje de los estudiantes de tu clase. Pero si lo estás leyendo durante el semestre docente, cambia tu punto de vista y pasa del bosque a los árboles. Elige una actividad o una modificación para el curso y comprométete con ella para el resto del semestre. Asegúrate de que das tiempo a las actividades nuevas para que florezcan; nada funciona a la primera, tal y como nos gustaría, por lo que deberían llevarse a cabo varios intentos antes de que empiecen a dar resultado actividades como los ejercicios de predicción al comienzo o al término de las clases. Y, tal y como defenderé en la conclusión, busca maneras de evaluar los efectos de tus cambios en la docencia pequeña y determina si deben pasar a formar parte de tu repertorio docente permanente. Apóyate en el servicio del centro de enseñanza y aprendizaje de tu campus, si tiene uno, para entender mejor cómo medir el impacto de los cambios específicos en tu docencia en el aprendizaje de los estudiantes. En otras palabras, los estudiantes no son los únicos que se beneficiarán del aprendizaje nuevo resultante de la docencia pequeña; tú mismo puedes utilizar estas actividades para dar un enfoque más sistemático a tu docencia, pensando deliberadamente sobre la puesta en marcha, la evaluación y la modificación de un abanico de posibles estrategias docentes, de manera que sigas aprendiendo y creciendo como docente a lo largo de toda tu carrera.

Pero no deberíamos tener tanta prisa preocupándonos por toda la carrera que nos queda por delante. Asumo que mañana tendrás clase, o el lunes, o en uno o dos meses, y que estás buscando ideas.

Empecemos pues por lo pequeño.

1 Un home run es cuando se golpea la bola de manera que se dirige a la zona buena del terreno de juego y llega a las gradas o sale del estadio. Si la pelota no llega a salir del campo pero el bateador se anota igualmente la carrera, se dice que el home run ha sido dentro del campo (N. del T.).

2 Sean Gregory: «The Kansas City Royals are the future of baseball», Time, 15 de octubre de 2014.

3 Sean Gregory: «Dynasty! The San Francisco Giants win it all», Time, 29 de octubre de 2014.

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