Читать книгу Guía Práctica para una transición exitosa de la empresa al nuevo paradigma de la Administración Electrónica: cómo adaptarse a la Ley, evitar fracasos digitales e impulsar la empresa al siguiente nivel de eficiencia - Jan Sarsanedas Coll - Страница 10

III. SE CIERRA UNA PUERTA Y SE ABRE UNA VENTANA DIGITAL

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Las mañanas eran una montaña rusa que le despertaban de golpe con una inyección de adrenalina directa al corazón como en aquella escena mítica de la película Pulp Fiction. Jorge se encargaba de llevar a Pol a la guardería y Juana llevaba a Lucía a la parada donde la recogía el autocar de la escuela. En cuestión de minutos había que vestir a los niños, preparar el desayuno, ayudarles a comer, preparar las mochilas y llevarlos a la escuela. A veces se olvidaban cosas. Un babero, un libro, etc. Lo que nunca se olvidaban era de despedirse antes de salir de casa. Pero aquella mañana Juana no le había dirigido la palabra. Se despidió de Pol con un beso y se fue con Lucía.

Después de la vorágine matutina, a Jorge le gustaba reservarse media hora para recuperar la calma en una cafetería cercana a la oficina. Solo él, el periódico y un café con croissant. Maite, su súper eficiente secretaria, lo conocía de hacía años. Por eso nunca le interrumpía durante ese retiro espiritual con aroma de café recién molido. Salvo que se tratara de una emergencia.

Maite – Perdona que te moleste.

Jorge – Para nada, Maite. Dime, ¿qué ocurre?

Maite – Manuel quiere verte a su despacho. Ahora.

Jorge – Voy volando.

Había llegado la hora de la verdad. Mejor poner fin a la agonía de una vez. Cortar por lo sano. Le diría que lo había intentado. Que le agradecía la confianza. Pero que pensaba que aquel proyecto no era para él. Jorge no se veía afrontando ese reto y menos enfrentado con Ricardo y Mercedes.

Jorge caminaba a toda velocidad y tenía la cabeza en otro sitio. Por eso no vio salir un hombre de la oficina y, sin querer, chocó con él, estrujando el periódico y derramando el café para llevar.

Jorge – Mil disculpas. ¿Está usted bien? Tenía la cabeza en otro sitio.

Hombre – Buenos días, por la mañana.

Jorge no se espera esa respuesta. El hombre no parecía nada enfadado, ni siquiera molesto. Sería un poco mayor que él. Llevaba una barba frondosa, un poco canosa. Tenía la piel morena, los ojos verdes grisáceos y su cara traslucía salud, felicidad y joie de vivre.

Jorge – Sí, perdone. Buenos días. Veo que tiene usted buen humor.

Hombre – Todos lo tenemos. Yo procuro utilizarlo. Y ahora era un buen momento, ¿no cree?

Jorge – Supongo que sí. Pero yo entendería perfectamente que usted se hubiese enfadado.

Hombre – Oh, eso también lo sé hacer. Pero, veamos, ¿me hubiera ahorrado el golpe? ¿Me hubiese encontrado mejor? ¿Para qué, entonces, sentirme mal y hacerle sentir mal a usted?

Jorge – Hombre, mirado así...

Hombre – ¿Pues hay otra forma de mirarlo? Si miras, realmente, eso es lo que ves.

Jorge – ¿Es usted filósofo?

Hombre – ¿Y quién no? La filosofía es más una actitud que una profesión.

Jorge – Me refiero a si... Da igual. Mire, me gustaría seguir hablando con usted, pero tengo una emergencia del trabajo. Solo quería pedirle disculpas y agradecerle la comprensión.

Hombre – Gracias. Pero no es suficiente, creo yo.

Jorge – ¿Cómo dice?

Hombre – Usted ha chocado con un hombre que estaba delante suyo. Digo yo que a lo mejor debería preguntarse cómo ha sucedido esto si sus ojos ven y usted tiene control sobre su cuerpo.

Jorge – Jajaja.

Hombre –...

Jorge – Ya se lo he dicho, tengo una emergencia. Si yo le explicara...

Hombre – Parece que está usted tratando de resolver un problema complejo.

Jorge – Sí, podría decirse así.

Hombre – Yo no sé qué problema es. Pero sí que sé lo que se necesita para resolverlo.

Jorge –...

Hombre – Estar presente.

Aquello empezaba a sonar a libro de autoayuda y Jorge se sentía incómodo con aquella conversación tan poco convencional, porque no estaba acostumbrado a no tener respuestas.

Jorge – Ha sido usted muy amable y le agradezco la ayuda. Pero de verdad que tengo una reunión muy importante con el CEO de mi empresa y es una cuestión de vida o muerte.

Hombre – Nada puede hacerse si usted no está presente. No lo olvide. Primero debe estar presente, para ver. Si no ve el problema, ¿cómo va a solucionarlo?

Ver el problema. Ese hombre parecía leerle la mente. Así era como se sentía Jorge desde hacía tiempo. No sabía cómo solucionar las problemáticas de la Administración electrónica, porque no sabía qué problemáticas eran. ¿Cómo solucionar un problema que no se ve?

Jorge – Mi problema es la Administración electrónica. No sé si sabe de qué le estoy hablando...

Hombre – Oh, esto no puede ser su problema. Usted debe definir mejor su problema para resolverlo. Concrete, ¿qué es exactamente lo que se propone? Y recuerde que usted puede escoger ver la misma situación como un problema para amargarse la existencia o como una oportunidad para que su empresa haga algo que hasta ahora no estaba haciendo. Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. A lo mejor usted está mirando sólo la puerta.

Jorge se quedó meditando las palabras de aquel desconocido.

Hombre – Bueno. Ha sido un placer. Me tengo que ir.

Jorge – Espere un momento, ¿cómo puedo definir mi problema para encontrar la oportunidad?

Hombre – Usted es perfectamente capaz de ello, siempre que antes haya definido su propósito. ¿Qué es lo que quiere conseguir en relación con la Administración electrónica? Defina sus objetivos y a partir de allí puede trazar un plan con las acciones para alcanzarlos.

Jorge – Usted hace que parezca sencillo. Y le aseguro que no lo es.

Hombre – Hay que trabajar duro para que las cosas sean sencillas. Mucha suerte en su proyecto.

Una vez en la oficina, Jorge fue directo al despacho de Manuel. Por el pasillo la gente que se cruzaba le saludaba con la cabeza. Las miradas de sus compañeros eran las miradas del corredor de la muerte. Desde su nombramiento todo había sido una crónica de un despido anunciado. Este silencio tenso y frío se veía solo burlado por las risas nerviosas de Ricardo y Mercedes, que estaban manteniendo una conversación distendida, mientras sorbían café sincronizadamente en la zona de vending. ¿Eran solo risas de amigos que pasan un buen rato? ¿O eran las risas de quien se sabe vencedor porque al rival le están a punto de cortar la cabeza de cuajo? Volvía a tener la cabeza en otro sitio, antes incluso de que se la hubiesen cortado. En ese momento se acordó de lo que le había dicho aquel hombre “Tienes que estar presente para ver”. ¿Qué quería decir con definir mejor los objetivos? Llamó dos veces antes de entrar al despacho de Manuel.

Manuel – Buenos días, Jorge. Siéntate, por favor.

Jorge – Hola Manuel.

Manuel – Jorge, sé que has trabajado duro en el tema de la Administración electrónica. Te escogí a ti porque sé que eres capaz de afrontar los retos que supone. He estado meditándolo, a partir de la reunión de ayer. No espero que tengas todas las respuestas. Pero debemos crear un sistema dentro del grupo que nos permita estar tranquilos de que la transformación digital de la Administración no nos va a suponer ningún problema. Y no sólo eso, a medio y largo plazo deberíamos estar en situación de sacarle partido a la Administración electrónica.

Jorge – Yo, Manuel, te agradezco la confianza y entiendo tu visión, pero tengo la sensación de que estoy jugando una partida de un juego del que no conozco las reglas ni mi contrincante.

Manuel – Te entiendo, Jorge. Y te agradezco la sinceridad. Estamos presenciando un cambio radical en la forma de relacionarnos con la Administración. Es como cruzar una puerta al futuro de aquellas de las películas. Lo que hacíamos hasta ahora no nos sirve. Necesitamos otras formas de organizarnos, de funcionar y otras herramientas tecnológicas.

Jorge – Sí, Manuel. Me parece que tienes razón. Y yo haré todo lo que pueda para sacar adelante este proyecto. Pero creo que necesitamos ayuda de un experto en Administración electrónica. He visto que hay especialistas en estos proyectos.

Manuel – Tienes toda la razón.

Jorge – ¿Sí?

Manuel – Sí, creo que tienes razón. Y te voy a poner deberes.

Jorge – Claro que sí, Manuel. Lo que sea. Puedo ir a seminarios, conferencias, etc.

Manuel – Sí, es algo parecido.

Jorge –...

Manuel – Conozco una persona que es experta en solucionar este tipo de problemáticas.

Jorge – Esto es fantástico.

Manuel – Creo que nos puede ayudar a enfocarlo y avanzar en la buena dirección.

Jorge – Genial.

Manuel – Lo único es que es un poco particular. Tiene su metodología propia.

Jorge – Estoy abierto a todo. Toda ayuda será bienvenida.

Manuel – Confía en mí. Te hará un intensivo de un fin de semana y al principio pensarás que no estás avanzando. Pero cuando termines tendrás un retorno 10 veces superior a tu inversión.

Jorge – Manuel, lo que haga falta.

Manuel – Toma, aquí tienes sus datos y el punto de recogida.

Jorge cogió la tarjeta que le acercó Manuel. Era una tarjeta de visita de papel reciclado. En un lado de la misma se podía leer “SQ3 Consulting” y debajo del nombre había la leyenda “Le ayudamos a conseguir sus metas, resolviendo problemas complejos”. En el otro lado de la tarjeta alguien había escrito a mano “Cadaqués. Casino. Sábado a las 11 h de la mañana. ¡Tráete bañador!”

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Este caso está inspirado en la Sentencia del Tribunal Supremo número 1927/2017, de 11 de diciembre (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 2.ª), RJ 2017, 5366.

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