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Jesús, nuestro influencer

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Y como no podía ser de otra manera, comenzaré por lo que conozco, aquello que recibí como cristiano y a lo que le dediqué mucho tiempo de mi vida para aprenderlo y comprenderlo mejor. Por ello debemos comenzar por el principio: el hecho histórico de la existencia de Jesús de Nazaret.

Sin lugar a dudas, fue crucificado en Jerusalén siendo Poncio Pilato gobernador de Judea. ¿El año? De esto no tenemos una certeza absoluta, pero muy probablemente sucediese entre el año 30 y 33 de nuestra era. Este será nuestro punto de partida, evidentemente, porque, sin él, toda nuestra cultura sería fuego fatuo.

En este sentido, no pretendo construir un texto plagado de datos que entorpezcan la lectura. Existe una extensa bibliografía que documenta lo que explico. Sin embargo, es necesario aportar la información adecuada para argumentar la solidez del mensaje que ha llegado hasta nosotros. El virus del relativismo que se expande ciegamente por nuestra cultura exacerba tumores de ignorancia –permítaseme este símil– sin ser conscientes de ello. Hay personas que no quieren saber o simplemente viven ajenos a cualquier interés sobre el tema. Por otra parte, otros dan por supuesto barbaridades históricas que sonrojan.

Creer que Jesús de Nazaret no existió o que los evangelios no fueron escritos en el siglo I obedece a la falta de formación y al exceso de imprudencia a la hora de tratar el tema. Como bien decía, en esta sociedad relativista, todo es aceptable, todo puede ser cuestionado. Pero no es así. Las cosas son una. La verdad es solo una y no es cuestionable. Bien es cierto que puede tener diferentes enfoques, igual que las caras de la Luna. Pero la Luna es la Luna y cuestionarla es un sinsentido.

Hoy nos encontramos con sólidos argumentos que cuestionan que Neil Armstrong pisara la Luna en julio de 1969, o teorías conspiratorias que consideran que el derrumbado World Trade Center en Nueva York no cayó por el impacto de los aviones en 2001, sino por explosiones controladas dentro de los edificios. O que no fue un vuelo de American Airlines el que se estrelló en el edificio del Pentágono, en Washington, sino un misil. ¿Y qué decir de aquellos que se alejan de la órbita del sentido común y, bien por falta de riego sanguíneo o por alguna notoriedad efímera, mantienen obstinadamente en el siglo XXI que la Tierra es plana? ¿Y de los negacionistas que se atrevieron con la pandemia más globalizada de la historia y negaron el virus de la COVID-19? Evidentemente, no tengo ningún interés en debatir todo esto, sino en reflexionar sobre la idiosincrasia de nuestro mundo donde todo es cuestionable y opinable. ¿Cómo no iba a serlo algo que sucedió hace dos mil años?

El problema del mundo de hoy es que, para muchos, el mensaje de esperanza primigenio queda invalidado ante la cuestionabilidad de que dicho mensaje haya existido de verdad. Es parecido a lo que sucedería si una mañana te asomas a la puerta de tu unifamiliar y ves a un hombre con aspecto de vagabundo dejando una servilleta con un número de teléfono y un mensaje:

¿Quieres ser millonario?

Probablemente aquel mensajero te echaría para atrás. ¿Quién invertiría un minuto en llamar a ese número? Un cándido, un pobre iluso, solo alguien desesperado. Así percibe el mundo a los que creen en la resurrección de Jesús. Pero, ¿y si nada fuese lo que parece? ¿Y si resulta que el sueño no te hubiese permitido observar correctamente que se trata de tu vecino que había salido a correr temprano como todas las mañanas? ¿Y si resulta que es Navidad y había comprado un número de lotería que fue premiado? ¿Se te podría pasar por la cabeza que te hubiese incluido porque le caes bien? ¿Podrías esperar semejante sorpresa? Es difícil creer que te haga partícipe de algo así y de esa manera, ¿verdad? Pero no es imposible. Quizás haya alguna razón. Solo se trata de mirar bien, de investigar bien y salir de dudas.

Pues bien, salvando este ejemplo más o menos acertado, me gustaría que te sirviese para abordar el hecho histórico de Jesús de Nazaret de la misma manera. Te invito a que prestes atención al mensaje y al mensajero, más allá de las ideas preconcebidas que hayas ido construyendo durante este tiempo. Como en esta historia, quiero detenerme contigo para que identifiques a ese vecino en forma, que te quiere –más de lo que tú esperabas– y que sale a correr todas las mañanas. Pues resulta que ese día no quería llamar al timbre y molestarte temprano, o simplemente quería despertar tu curiosidad con un acertijo. Podría ser la publicidad de la lotería nacional, ¿verdad?, y la verdad es que no sabemos por qué el protagonista actúa de esa manera. Sinceramente, para mi propósito no es relevante. Lo interesante es esta reflexión:

El hecho de que yo no pueda entender algo,

no quiere decir que no exista.

Todos volamos y utilizamos Internet y, probablemente, seríamos incapaces de explicar el mecanismo exacto de cómo suceden estos acontecimientos. Si yo no comprendo una realidad, esto no la deslegitima, evidentemente.

Quiero que este sea un buen punto de partida para ayudarte a reflexionar. El mensaje y el mensajero existen y pronto descubriremos que le ha tocado la lotería. ¿Acaso es imprescindible comprender los porqués desde el principio para aceptar un hecho verdadero?

Este es el inicio de nuestro camino: Jesús es ese hombre del que nos hablan los evangelios y, después de su muerte, algo inexplicable para nosotros sucedió. Algo que cambió las vidas de sus seguidores y que llamamos resurrección. A veces las palabras se quedan cortas para explicar lo que todavía no somos capaces de comprender.

Sígueme y lo entenderás mejor.

Dios existe

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