Читать книгу Periodismo de mandarina - Javier Fariñas Martín - Страница 5

Оглавление

Periodismo de degustación

Periodismo de mandarina es el sugerente título que Javier Fariñas Martín ha puesto al libro que tienes en tus manos, en el que se adentra en el mundo de la pobreza –con nombres propios– y de los países empobrecidos. Javier Fariñas es un «reportero de interiores» que va por la vida tomando notas en su cuaderno de campo de lo que ve, oye, siente y vive la gente para luego contarlo en prensa, radio y televisión y ahora en este libro. Javier no suelta las palabras a bote pronto, de oficio, para venderlas al por mayor, sino que prefiere la venta al detalle, después de haberlas pasado por la túrmix del corazón, para darles la impronta de la veracidad y la credibilidad, dos características esenciales para que la ética y la estética de la comunicación homologuen el producto.

Su trayectoria profesional de largo recorrido (becario en el extinto diario Ya, una década en la Radiotelevisión Diocesana de Toledo, coordinador durante varios años del Departamento de Comunicación de AIN y, en la actualidad, profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo-CEU y redactor jefe de la revista Mundo Negro) y su condición de «cristiano comprometido en la construcción de un mundo más justo y más humano» lo han llevado a países, paisajes y personajes donde la «Pobreza» se escribe con mayúscula. Pobreza de miseria pura y dura, de guerras de nunca acabar, de violencia extrema y de injusticia institucionalizada. Los «pobres» de los que habla Javier no son anónimos, tienen nombres, apellidos y sueños, aunque muchas veces estos acaben en pesadilla.

El profesor de Ciencias de la Comunicación sale a relucir en la redacción, con cuidada caligrafía literaria, y en la clase práctica de periodismo social que imparte en las narraciones y comentarios. A Javier, como a Carmela, la protagonista de la película Conducta, le gusta que «suenen las palabras» y por eso utiliza «palabras que cuentan cosas, palabras que hablan de otros, palabras necesarias para conocer a los demás».

Javier es un «albañil del periodismo», por eso emplea las palabras para construir puentes de ida y vuelta entre personas, culturas, ideologías y credos. Palabras sólidas y consistentes, cimentadas en la experiencia personal y en la coherencia entre el hecho y el dicho, para que los puentes no se vengan abajo a las primeras de cambio. Construye sus relatos como los puentes romanos, piedra sobre piedra, para que sobrevivan al tiempo y al espacio.

El «periodismo de mandarina» que ha acuñado Javier es una variedad del «periodismo comestible» que se puede ver, oír, oler, gustar y tocar porque tiene cuerpo y alma. La cáscara, que es lo visible de la mandarina, es el envoltorio del fruto que esconde dentro. La parte sustancial son los gajos que, aunque separados, están bien tramados. La humilde mandarina sobre la mesa del profesor, el primer día de clase, le sirve a Javier para explicar a sus alumnos lo que es el periodismo por dentro y por fuera. El buen periodismo tiene que ser «comestible», como la mandarina, y se tiene que consumir con total garantía, sin temor a que cause indigestión o diarrea, ni suba el colesterol como la comida basura (fast food). Javier hace un periodismo de «degustación» (de master chef) aderezado con una pizca de ironía para que su sabor agridulce deje huella en el paladar del consumidor.

Hay un periodismo «virtual», emergente y preocupante, que cuenta las cosas pero sin atreverse a llamarlas por su nombre ni descubrir sus entresijos para que nadie se dé por aludido. Cuenta las guerras pero esconde a las víctimas, habla de pobreza (con datos estadísticos) pero no de los pobres, llama la atención sobre el hambre en el mundo pero se despreocupa de las personas que la padecen. No quiere crear mala conciencia y menos incomodar a los poderes económicos y políticos y, como nadie es culpable ni responsable de lo que sucede en el mundo, todos felices y contentos. Menos mal que de vez en cuando saltan a la vista imágenes tremendas (como la de Aylan, el niño sirio de tres años que apareció ahogado en una playa de Turquía porque el bote que le traía a Grecia naufragó, y en él murieron también su madre y su hermano de cinco años) o golpean nuestros oídos historias increíbles que nos cortan la respiración. Entonces ponemos el grito en el cielo y en la tierra, aunque tan pronto como pasa el impacto emocional volvemos a las andadas. Ahí están llamando a nuestra puerta, si es que antes no han muerto en el camino, miles de refugiados esperando que les dejemos entrar. Ahí están las «guerras de papá», alimentadas con nuestras armas, mientras las contemplamos como si la cosa no fuera con nosotros.

A Javier le gusta llamar a las cosas y a las personas por su nombre y esto le da un valor añadido a los hechos que recoge en caliente. Y, tal y como dice en una de las entradas de su blog, está encantado con su trabajo: «la profesión me ha hecho feliz porque he topado con los grandes momentos del hombre: la risa, el llanto, la confidencia, el lamento y la esperanza».

Julián del Olmo

Director de Pueblo de Dios (La 2. TVE)

Periodismo de mandarina

Подняться наверх