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Capítulo I

Las torturas de nuestro tiempo

El vocablo mobbing o acoso psicológico se utiliza para referirse a situaciones en las que una persona sufre sistemáticamente la degradación y humillación en su ámbito de trabajo. Estas circunstancias implican más que un acoso, son torturas[2] que sufren los trabajadores, quienes —en múltiples casos— han padecido cáncer, enfermedades renales, estomacales, úlceras, entre otras. Muchos empleados sufren depresión severa que no les permite ni siquiera concentrarse en una tarea menor; otros han decidido suicidarse y otros estuvieron a un paso de esto.

Veamos el testimonio de Cecilia,[3] empleada del Ministerio de Economía: “Yo estuve a punto de suicidarme por un jefe que diariamente me torturaba psicológicamente. Me decía que era una inútil, cuestionaba todo lo que hacía, no me daba permiso para salir a comer. Estoy medicada, y por prescripción médica debo seguir así. Cuando entré en el Ministerio era una persona alegre, que le gustaba festejar. El trabajo me sacó las ganas de vivir y me hizo desarrollar un carácter antisocial. Es lo que me dijo mi psiquiatra”.

Marisa, empleada del Ministerio de Defensa, nos cuenta: “Siempre cumplí con las tareas asignadas, pero mi jefe nunca estaba satisfecho. Me llamaba por teléfono para controlar si estaba en la oficina. El trato era discriminatorio, los sueldos eran desiguales, aunque yo hacía más tareas que otros. Nunca se me concedía ningún permiso, ni siquiera cuando se inundó mi casa, ya que vivo en Belgrano, en una planta baja y con una pequeña lluvia esa zona se inunda. Me quedé porque necesitaba el sueldo para vivir. Un día quedé embarazada, le comuniqué a mi jefe, y empezó mi calvario. Finalmente, perdí mi bebé por esas torturas diarias. Eso es lo que han dictaminado los psiquiatras que me atendieron. Me torturaron, perdí mi hijo, ¿Quién es el responsable?”.

Por mi parte, vi morir a un amigo por un jefe que lo controlaba y lo descalificaba sistemáticamente. Esta situación lo deprimió, luego se enfermó y, finalmente murió. También, diariamente observo como muchos amigos se deprimen, se enferman o renuncian a su trabajo por un superior jerárquico acosador y siniestro. Estas situaciones son las que me llevaron a estudiar este tema y bregar por algo que brinde respuestas y herramientas jurídicas para los trabajadores.

1. Las sutilezas de la disparidad

Los testimonios precedentes demuestran que estamos en presencia de torturas, no con los instrumentos de la época de la inquisición, sino con medios sutiles y sofisticados, devastadores para la integridad física y psíquica de una persona. En un caso, una madre perdió a su bebé, en otro una persona ha sufrido un daño psíquico por lo que debe ingerir medicamentos.

Ante estas circunstancias, cabe preguntarse:

¿Cuál es la diferencia entre un jefe que te descalifica en presencia de tus pares y el bonete que se ponía a los delincuentes de la época medieval para denigrarlos ante la sociedad?

¿Cuál es la diferencia entre la tortura china que te hacía caer lentamente una gota de agua en la cabeza hasta llegar a la locura, y un jefe que llama por teléfono insistentemente para insultarte, o mediante cámaras controla lo que escribís en tu computadora, vigila adónde estás parado, o audita permanentemente con quién hablás por teléfono?

¿Cuál es la diferencia entre los molinos (llamados molinos de sangre) que eran accionados por esclavos o animales y que te asignen tareas repetitivas y mecánicas? En nuestra sociedad moderna, tenemos miles de ejemplos de tales tipos de labores, v.gr. los cajeros en los supermercados, que durante ocho horas o más, pasan los elementos por un scanner y luego cobran. Esa rutina, puede enloquecer a cualquiera. Los trabajadores en los call center que repiten un discurso vacío de contenido y son sometidos a objetivos extenuantes de llamadas.

¿Cuál es la diferencia entre “la cigüeña”[4] que te inmovilizaba, y desplegar tu actividad laboral (v. gr. centro de llamadas o de cajero en un supermercado) sin moverte, en situaciones de hacinamiento, sin luz adecuada ni ventilación?

La respuesta a estas preguntas es clara: No hay diferencias.

2. El abuso de la tecnología

Los elementos tecnológicos de nuestro tiempo ideados para mejorar la vida de las personas y una mayor productividad, no son utilizados con este fin en los ámbitos laborales. En efecto, la tecnología se utiliza para:

a) controlar el horario de entrada y salida, mediante huellas digitales o tarjetas;

b) detectar la ubicación de una persona mediante cámaras;

c) los teléfonos que fueron ideados para alcanzar a otra persona a la distancia, en las organizaciones se los utiliza para auditar con quién habla la persona, el tiempo que utiliza este aparato. Lo cual ha llevado a la gente a que no utilice este aparato.

e) el correo electrónico personal de un individuo no puede ser utilizado en el horario laboral, dado que los servidores están bloqueados, y el correo electrónico institucional no permite ni siquiera comunicarnos con nuestros hijos en esas largas jornadas laborales.

i) internet, que fue pensado para poner el mundo en manos de la persona, es claramente obstaculizado en los lugares de trabajo.

Es decir, la tecnología ha sido utilizada no para mejorar la productividad y hacer más placentero el ámbito de trabajo, sino para controlar, acosar u hostigar. Podríamos decir, a mayor tecnología, mayor aislamiento del ser humano. Como ha señalado Alicia, empleada del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: “Yo no utilizo ningún medio electrónico del trabajo. Mis hijos, saben que no me tienen que llamar. ¿Para qué? ¿Para que ingresen en mi intimidad? ¿Para que sepan lo que estoy haciendo? Todos estamos vigilados. Quiero mantener algo de paz e intimidad”.

3. La indiferencia

Resulta paradójico, pero el 99,96% por ciento de los trabajadores encuestados, ni siquiera ha reflexionado sobre esta cuestión (v. Datos estadísticos).

Por otra parte, los que han sido encuestados sobre el trato descalificatorio del jefe, consideran que es parte del trabajo, y que los controles que se establecen en los ámbitos son parte normal y habitual de cualquier trabajo. Se estima que son facultades del jefe y mejoran la eficiencia en el trabajo.

Es decir, las personas ignoran que están siendo víctimas de torturas psicológicas y las que han percibido esta cuestión están dispuestas a cohesionarse masivamente para adecuarse a la vertiginosa y exigente funcionalidad que el sistema laboral requiere, olvidando su dignidad y aceptando las vejaciones que sufren minuto a minuto.

4. El nuevo comercio

Las formas modernas de comercialización impactan negativamente en la vida social y familiar del individuo. En los shoppings cada fin de semana y los feriados miles de personas acuden a disfrutar y compartir con su familia, simultáneamente miles de empleados están privados de esta posibilidad, ya que sus días de descanso nunca son los sábados o domingos, ni feriados. En efecto, el día de descanso va de lunes a viernes, y el jefe le comunica al trabajador a las 21 horas del día anterior.

Como podemos observar las torturas psicológicas en el ámbito de trabajo tienen lugar por la concurrencia de tres factores:

1) Uso abusivo de los medios tecnológicos.

2) Indiferencia de los trabajadores.

3) Formas modernas de comercialización.

5. El enfoque filosófico

El aspecto filosófico ha sido olvidado cuando se aborda el estudio de esta temática. La mayoría de los estudios lo examinan desde la perspectiva jurídica o médica, y en algunos casos, se combina el derecho con la ciencia médica. La doctrina se refiere al derecho a la salud o a condiciones dignas y equitativas de labor, pero lo hace guiada por la dictadura del positivismo jurídico. Es que el positivismo jurídico extendió su dominio histórico mediante la glorificación de la norma escrita y luego mediante sus inmensos recursos envolventes nos hizo olvidar que el derecho es mucho más. En fin, las instituciones jurídicas reclaman para su estudio y comprensión métodos interdisciplinarios, se requiere ahondar en conceptos fundamentales de la ciencia política, la sociología, la filosofía, la epistemología de la ciencia. Si seguimos creyendo que las torturas psicológicas o el mal denominado mobbing, se solucionarán con la sanción de una ley, estamos equivocados.

Así, como el positivismo jurídico nos hizo olvidar —en la ciencia jurídica— valores éticos y fundamentales, también la ciencia médica ha prescindido de aquellos aspectos. Lo cual ha llevado a la incomprensión de las enfermedades modernas. En este sentido, Sábato ha reflexionado sobre las enfermedades de nuestro tiempo, al decir que: “El hombre no es un simple objeto físico, desprovisto de alma; ni siquiera un simple animal: es un animal que no sólo tiene alma sino espíritu, y el primero de los animales que ha modificado su propio medio por obra de la cultura. Como tal, es un equilibrio —inestable— entre su propio soma y su medio físico y cultural. Una enfermedad es, quizá, la ruptura de ese equilibrio, que a veces puede ser provocado por un impulso somático, espiritual o social. No es nada difícil que enfermedades modernas como el cáncer sean esencialmente debidas al desequilibrio que la técnica y la sociedad moderna han producido entre el hombre y su medio. ¿El cáncer no es acaso un cierto tipo de crecimiento desmesurado y vertiginoso? Cambios mesológicos provocaron la desaparición de especies enteras, y así como los grandes reptiles no pudieron sobrevivir a las transformaciones que ocurrieron al final del período mesozoico, podría suceder que la especie humana fuese incapaz de soportar los catastróficos cambios del mundo contemporáneo. Pues estos cambios son tan terribles, tan profundos y sobre todo tan vertiginosos, que aquellos que provocaron la desaparición de los reptiles resultan insignificantes. El hombre no ha tenido tiempo para adaptarse a las bruscas y potentes transformaciones que su técnica y su sociedad han producido a su alrededor; y no es arriesgado afirmar que las enfermedades modernas sean los medios para sacudir a esta orgullosa especie humana”.[5]

Como podemos apreciar, es probable que el cáncer sea producto del desequilibrio, de la tensión y de lo vertiginoso de la vida moderna, a lo cual no escapan los ámbitos laborales.

Así, como la medicina ha olvidado a la persona humana, las instituciones jurídicas tampoco parecen preocupadas por ella. Es que nos hemos olvidado del ser. Existe una confusión entre el ser y las instituciones y principios jurídicos. Una cosa es la persona humana y otra cosa son las instituciones y principios que siempre deben estar al servicio de aquella. Lamentablemente, el pensamiento jurídico occidental ha tratado de fundar las instituciones y principios jurídicos como aspectos superiores a la persona humana, olvidándose de ésta.

A mi juicio, es indiferente qué institución o principio jurídico señalemos, siempre será algo inferior a la persona humana. La falsa base filosófica del derecho de nuestro tiempo, dice ocuparse de ella, pero siempre se ciñe a la ortodoxia de principios colocándolos por encima del ser. Deberíamos fundar una diferencia ontológica entre persona humana e instituciones y principios jurídicos. En la base deberían estar los principios e instituciones jurídicas, y en la cúspide como un aspecto supremo, la persona humana. Si nos quedamos con los principios e instituciones jurídicas, estamos olvidando al ser, potenciando y magnificando cosas, y el resultado será considerar a la persona humana como algo vacío de contenido.[6] En definitiva, el resultado es desolador, pues se protege más el derecho de comerciar de una empresa, el lucro antes que el derecho de una persona a condiciones dignas de labor, a descansos adecuados y al compartir con su familia ¿De qué familia podemos hablar si el trabajador los fines de semana o los feriados no está nunca con su familia? ¿Qué familia puede sostenerse así?

¿Mobbing o torturas psicológicas?

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