Читать книгу La Biblioteca de Ismara - Javier L. Ibarz - Страница 18
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ОглавлениеEn el instituto no se hablaba de otra cosa. Habían matado al profesor de Lengua como a un prota de videojuegos. Decapitado, lleno de heridas de arma blanca y mordiscos de perros salvajes. ¡En pleno centro de Madrid! Pero además habían entrado en su despacho y también en su apartamento y lo habían dejado todo patas arriba. Como si buscaran algo y no les importara qué pudieran destrozar en el intento. El ataque no había sido casual.
Las noticias hablaban de crimen ritual, de sectas satánicas, de juegos de rol, de ajustes de cuentas, de drogas, de mafias… No tenían ni idea.
Si eso no era la propaganda de una peli, era para tener miedo de verdad.
Los de primero de Bachillerato se hacían los gallitos asustando a la gente en los recovecos de los pasillos, aunque la verdad es que todos tenían miedo. Fernando no era el personaje más apreciado del instituto, pero era un profesor, y el crimen sucedía un mes y medio escaso tras la muerte de los padres de Clara. Algunos empezaron a evitarla, como si tuviera gafe o pesara sobre ella una maldición. Al fin y al cabo, Fernando era muy amigo de su padre, y encima le ponía las mejores notas, siempre hablando de Clara, del talento de Clara, de lo buena escritora que era Clara… Habían muerto ya tres de los adultos que la rodeaban. ¿Cómo podían estar seguros de que todo eso se pararía allí? ¿O esas muertes no eran sino el comienzo de una serie interminable de desgracias?
Lo peor de todo es que la propia Clara empezaba a pensar que tenían razón. Porque, en el mismo momento en que se enteró de la muerte de Fernando Navarro, la relacionó con lo que había oído entre sueños y una imagen siniestra se empezó a formar en su cabeza. Su tío Gabriel podía estar detrás de la muerte del profesor de Lengua. «Por supuesto —pensaba—, también podría ser una paranoia de las mías. Pero yo oí “Fernando”, y algo de lobos y muertos…». Una idea, que ella misma catalogó de absurda, se abrió paso en su cabeza: su tío había aparecido en su vida tras la desaparición de sus padres. ¿Pero y si no era así? ¿Si ya estaba allí y usó el accidente como excusa para presentarse? ¿Y si de algún modo inimaginable, también estuviera relacionado con esas muertes?
Al día siguiente todo el instituto se congregó en el patio para guardar un minuto de silencio por el profesor asesinado, pedir más seguridad y manifestarse contra la violencia. Jefatura de Estudios proporcionó brazaletes negros para quienes quisieran llevarlos y las banderas ondearon a media asta.
El director del Lope de Vega reunió a los delegados de los cursos afectados por la desaparición de Fernando. María Benedé, la profesora de Inglés, se encargaría de las clases hasta que llegara el sustituto definitivo. Los trabajos pendientes, hasta que se pudieran recuperar los materiales de Fernando Navarro, seguirían sin hacerse. Ella continuaría donde lo habían dejado y a partir de allí intentaría terminar lo propuesto antes de los exámenes, que eran la semana siguiente.
Miró a Clara de un modo extraño y Clara pensó: «Lo sabe. Sabe que mi tío es culpable». El codazo de Lucas la sacó de sus pensamientos:
—Le vas a echar de menos, ¿eh? Seguro que esa no te pone notazas; con la mirada que te ha echado, conténtate si te aprueba.
—Eres lo más insensible que me he echado a la cara. Era amigo de mi padre, ¿sabes?
Lucas intentó balbucear una disculpa, pero Clara le cortó:
—Y además: ¿a tu profesor le han cortado la cabeza y crees que lo echaré de menos solo porque me ponía buenas notas? Cómprate un euro de cerebro y luego hablas.
—Eh, perdona, que iba de coña, señorita ofendida.
—Que te pires.