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PRÓLOGO
ОглавлениеUna difusa luz ambarina anunciaba el crepúsculo cuando una figura encapuchada entró en la gran cámara.
—Mi señor —dijo, arrodillándose—. Hemos encontrado al Oponente. Los Riglos, finalmente, han salido a la luz.
—¿Estamos seguros de que es quien buscamos? —preguntó una sombra espigada, elegante y siniestra, apartándose del ventanal hexagonal que iluminaba la estancia.
—Sin estudios y pruebas que lo confirmen, Antiste, todo parece indicar que es así.
La sombra volvió a mirar a la ciudad que se abría a sus pies. Su voz sonó rotunda.
—No esperaremos ningún análisis. Es mejor que muera cuanto antes. La Hermandad se ocupará.
Hubo un segundo de duda.
—¿En la superficie, señor?
—Serán discretos. Saben hacerlo cuando es necesario. Ve.
La figura encapuchada no se movió.
—¿A qué esperas? —añadió, impaciente, la sombra—. ¿Quieres morir tú también?
—¡En absoluto, mi señor! —Había auténtico miedo en la respuesta—. Solo pienso si no sería mejor comprobar si es realmente el Oponente antes de que desaparezca.
—Ya le harás la autopsia después y entonces sabremos si hemos eliminado lo que nunca debió nacer. Y ahora vete. No tengo más tiempo para ti.
—Antiste —dijo la figura con una reverencia, y se retiró. La noche estaba cayendo sobre la ciudad, y luminarias de color ámbar comenzaban a encenderse en todos los edificios.
La sombra sonrió con una mueca gélida. Acabar con el Oponente era el primer paso para recuperar lo que era suyo por derecho. Y luego el mundo sería un lugar mejor.
Mejor… para las sombras.