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La Leyenda Negra: una verdad a medias

¿Qué hay de verdad en algunos acontecimientos históricos, notables por su crueldad?, ¿realmente ocurrieron como sabemos o fueron el resultado de la fantasía o distorsión interesada de algún cronista? Muchos personajes de nuestra cultura han pasado a la historia acompañados de una leyenda negra que ha ocultado, a veces, las buenas obras realizadas. En el momento de confeccionar el contenido de la obra surgieron muchas preguntas y dudas razonables sobre varias cuestiones tópicas como la crueldad de Pedro I, los trágicos sucesos de Huesca en tiempos de Ramiro II, la muerte de los Abencerrajes en una sala de la Alhambra o el ajusticiamiento de dos jóvenes que emplazaron a su rey a reunirse con ellos en el plazo de un mes para probar su inocencia, sentencia que se cumplió con gran precisión.

Con frecuencia el investigador tropieza con historias amañadas, difíciles de entender por la falta de documentos y a veces, cuando los encuentra, nota que el cancionero o el romanticismo de una época ha contaminado su espíritu. Dice la Real Academia que la leyenda negra es una opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI; y añade una segunda acepción de opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada. Y es en este segundo supuesto donde se detiene la obra, en una selección de hechos históricos, más o menos legendarios, que bautizaron a sus protagonistas con la aureola de leyenda negra. Hechos diversos marcados siempre por la sangre, la violencia, el dolor o la excentricidad que con el paso del tiempo o por intereses varios desvirtuaron la verdad. El maestro Fernández Álvarez lo explica con el acierto de un gran investigador:

“Cuidadosa distorsión de la historia de un pueblo, realizada por sus enemigos, para mejor combatirle. Y una distorsión lo más monstruosa posible, a fin de lograr el objetivo marcado: la descalificación moral de ese pueblo, cuya supremacía hay que combatir por todos los medios”.

El filósofo Julián Marías ahonda en la misma explicación:

“La Leyenda Negra consiste en que, partiendo de un punto concreto, que podemos suponer cierto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda la historia, incluida la futura. En eso consiste la peculiaridad original de la Leyenda Negra”.

Es cierto que la mayoría de los autores consultados coinciden en fijar el siglo XVI como el inicio de la mala imagen española en el mundo debido a una serie de sucesos que empezaron con las crónicas de Bartolomé de las Casas sobre las barbaridades cometidas contra los indios americanos, siguieron con las crueles políticas de conquista llevadas a cabo por Francisco de Pizarro, Hernán Cortes o Pedro de Aguirre –con su particular cruzada en busca del dorado sueño de la riqueza–, y se completaron con el fanatismo religioso de la Inquisición y la política represiva de Felipe II dentro y fuera de España, convenientemente adulterada por Antonio Pérez y Guillermo de Orange en sus respectivas obras apologéticas. Para muchos autores, los comentarios realizados por el líder flamenco sobre la crueldad de los españoles fue el nacimiento del mito de la leyenda negra española. Aquel panfleto, redactado realmente por su capellán Pierre L’Oyseleur, fue leído con interés en media Europa y muchos creyeron las acusaciones de barbarismo de las tropas imperiales y otras más graves contra Felipe II, etiquetado de mujeriego, adúltero, bígamo y asesino del príncipe Carlos y de su tercera mujer Ana de Austria. Las acusaciones también salpicaron al resto de la población, señalada de judía y mora por el cruce de culturas que convivían en España.

Pero mucho antes, en unos tiempos en los que aún no se había inventado el concepto leyenda negra, hubo episodios particulares que tiñeron de sombras el buen nombre de algunos personajes de nuestra historia. De todos los sucesos estudiados se han elegido solo aquellos protagonistas cuyos actos narrados tuvieron lugar en la Península y como mucho en algún lugar de Europa para facilitar la proximidad a los lugares con el fin de mejorar la comprensión de los hechos y conocer a las personas implicadas en cada historia.

¿Se puede conocer a un personaje histórico por los lugares y objetos que formaron parte de su vida? Posiblemente, sobre todo si se dispone de una información previa sobre sus hazañas y leyendas. La recreación imaginaria y la ambientación interior que hacemos de unos hechos después de leer sus andanzas ayudan mucho a comprender las historias narradas en la obra. Un objeto o un escenario por sí solo no aporta más información que la meramente visual y técnica; en cambio, esos datos pueden resultar emocionantes y divulgativos si nos acercamos a ellos con información previa. La suma de varios objetos y lugares conectados entre sí por medio de un personaje histórico sí ofrece un valor añadido a su biografía y al conocimiento de su obra.

El Camino del Cid, por ejemplo, es una ruta histórica, literaria, paisajística y legendaria que evoca una época y las peripecias que atravesó Rodrigo Díaz de Vivar a lo largo del siglo XI según la tradición escrita. Si a los lugares por donde pasó camino del destierro, le sumamos la ambientación que supone el contacto directo con los elementos que formaron parte de su vida, el conocimiento sobre el personaje en cuestión se enriquece mucho más y la lectura de su historia se disfruta con mayor intensidad, con mayor implicación si cabe. Existe, pues, una interacción entre la vida del personaje, sus huellas visibles y la inquietud del lector por profundizar en la leyenda de cada protagonista.

La intención de este libro es, por tanto, buscar la complicidad del lector, invitándole a conocer los lugares frecuentados por las personas que dan vida a los capítulos. Siempre he pensado que la historia hay que vivirla con intensidad, con todos los sentidos si es posible, y que una buena manera de entenderla y disfrutarla es paseando por sus recuerdos a través de todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance: museos, yacimientos arqueológicos, conventos, templos, palacios, fortalezas, bibliotecas, pueblos y ciudades, paisajes, caminos, música, literatura, pintura, cine y así hasta completar el maravilloso circuito del túnel del tiempo. La historia hay que tocarla y por eso creo que el mejor complemento de un libro de divulgación de estas características es viajar en el tiempo a través de sus huellas. Afortunadamente este país tiene un rico patrimonio que permite reencontrarnos con ella, a veces en las mejores condiciones posibles, circunstancia que es de agradecer.

Estas rutas solo pretenden servir de ambientación para conocer mejor a los personajes a través de sus mundos, de aquellos lugares que frecuentaron, objetos que manejaron, villas donde residieron e hicieron justicia, dependencias que utilizaron, tierras donde lucharon y murieron y sepulturas que les cobijaron. En algunas rutas se ofrece la posibilidad de mirar a los protagonistas a los ojos, cara a cara, a través de los retratos y pinturas historicistas que nos han dejado los artistas; obras que también le ayudarán a conocer mejor al personaje e incluso a entender su leyenda negra en el lugar de los hechos.

Cada lugar de referencia viene acompañado de varias direcciones web para preparar la ruta con acierto y buena información. Pistas para seguir profundizando en el apasionante mundo de la historia. Me gustaría indicar que en la mayoría de los casos las rutas y recorridos propuestos son solamente un resumen orientativo de los lugares que conservan algún recuerdo de los protagonistas del libro, a partir de los cuales cada lector puede añadir a su gusto otros escenarios a medida que vaya recopilando más información. Aunque el libro tiene una estructura cronológica –del siglo XI al XVII– por razones de orden temporal, la obra se puede abrir por cualquier capítulo y leerse a la carta, a capricho, a trozos, a gusto de lector.

Quiero terminar este preámbulo con una sugerencia para completar la ambientación de la vida de cada personaje. En todas las cortes citadas la música formaba parte del arte de vivir de los nobles y, afortunadamente, tenemos muy buenos testimonios sonoros gracias al espléndido trabajo de grandes especialistas en música antigua y popular como Jordi Savall (www.jordisavall.es), Luis Delgado (www.luisdelgado.net), Joaquín Díaz (www.funjdiaz.net) y Eduardo Paniagua (www.pneumapaniagua.es) entre otros artistas. En la discografía de todos ellos podemos encontrar una maravillosa ambientación musical para acompañar la lectura de cada capítulo.

De todos los maestros citados he elegido al madrileño Eduardo Paniagua para completar el ciclo emocional del libro. Se trata de uno de los grandes especialistas en música medieval, arábigo-andaluza y de las tres culturas, laureado con múltiples premios gracias a su trabajo de investigación y hermanamiento a través de la música. Recomiendo leer cualquier capítulo acompañado de la excelente música recopilada en su vasta discografía que abarca desde la España del Cid hasta la Conquista de Granada en lo que se refiere al ámbito del libro. Para la España de Juana la Loca, Felipe II y Carlos II existen muy buenas obras de música renacentista (ver música borgoñona y de la Capilla Real) y barroca que pueden utilizarse para acompañar la lectura de los últimos capítulos como las de Juan de la Encina, Cristóbal de Morales y sobre todo el ciego Antonio de Cabezón, músico favorito de Felipe II al que acompañó toda su vida.

Termino con dos apuntes que conviene anotar: las páginas web de Radio Clásica (www.rtve.es) y www.musicaantigua.com pueden ayudar para completar el apartado de documentación, y el programa musical Spotify puede ser una buena herramienta informática para tener la oportunidad de escuchar todas las propuestas musicales sugeridas.

Sugerencias musicales

El capítulo primero se puede abrir escuchando de fondo los Romances del Cid de Joaquín Díaz, completados con la recopilación España del Cid. Para la lectura del capítulo de Ramiro II se pueden elegir varios álbumes como Tres Culturas y Octoechos Latino. El capítulo de Alfonso X es el más complejo por el minucioso trabajo realizado con las Cantigas, desmenuzadas por territorios. De todas ellas propongo escuchar las de Toledo, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, Jerez, Santa María del Puerto más una obra de tiempos de su abuelo Alfonso VIII, Trovadores en Castilla. De todas formas, cualquier elección siempre será un acierto. Para el capítulo de Fernando IV el Emplazado puede ayudar la audición del disco Al Ála Al Andalusiyya por la fuerte vinculación que tuvo el monarca castellano con el viejo Al Andalus.

La misma vinculación con el sur peninsular tuvo Pedro el Cruel y por ello se sugieren los trabajos La felicidad cumplida, Alcázar de Sevilla y Poemas de la Alhambra. Este último álbum también es recomendable para seguir las vidas de Juan II y sobre todo la de Enrique IV, fanático de la cultura nazarí. Los temas de La conquista de Granada, El oficio de la toma de Granada, Zambra de moriscos y Tesoros de Al Andalus completan las recomendaciones de los capítulos sexto, séptimo y octavo pertenecientes al siglo XV. Quisiera añadir algunas sugerencias para el capítulo de Juana la Loca: Juana I de Castilla, Misteris de Dolor y Si no os hubiera mirado. La lectura de la vida del príncipe Carlos puede estar acompañada por la ópera Don Carlo de Verdi y para cerrar la primera parte del libro (capítulo de Carlos el Hechizado) me recomiendan la música de Cristóbal Galán, responsable de la capilla de las Descalzas Reales y de la Capilla Real del monarca, más los álbumes La Rosa de la Alhambra y Canciones de amor y de guerra.

Javier Leralta

La leyenda negra en los personajes de la historia de España

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