Читать книгу Eugenio d'Ors 1881-1954 - Javier Varela - Страница 5

PRÓLOGO

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Este libro es una biografía de Eugenio d’Ors Rovira, también conocido por el heterónimo Xenius. Precisando más: es una biografía intelectual porque no solamente trata de narrar una vida, sino también de resaltar las ideas estéticas, morales o políticas, en el contexto de la Europa de la primera mitad del siglo XX. Su trayectoria vital puede dividirse en tres fases. La primera discurrió en Barcelona, desde la fecha de su nacimiento hasta 1922. La segunda tuvo Madrid y París como escenarios principales. La tercera abarca desde el comienzo de la guerra civil, en 1936, hasta el día de su muerte. Su obra literaria principal consiste en centenares de escritos breves, llamados «glosas». Las glosas, en definición insuperable de su autor, eran «improvisaciones inspiradas en la realidad circunstancial». Quizás hoy las llamaríamos columnas, sobre arte, literatura, política, filosofía, o sobre lo que los franceses llaman el fait divers y Unamuno «esto y aquello». Sobre esto y aquello tratan la mayoría de ellas. El glosario, o colección de las glosas, recibió nombres diferentes en cada etapa de su vida: Glosario, Nuevo Glosario, Novísimo Glosario. Aunque no fue un político en sentido estricto, d’Ors vivió pendiente de la política de su tiempo. Como buen intelectual, intentó que sus opiniones influyeran en personajes y movimientos políticos. Y en parte lo logró. En Cataluña impulsó un movimiento cultural conocido como «noucentisme», con ramificaciones importantes en la literatura y en las bellas artes. Su influencia en Barcelona no ha tenido igual; no ha habido escritor que pueda comparársele a lo largo del siglo XX.

Nuestro hombre fue cambiante en sus lealtades políticas. Primero fue partidario del nacionalismo catalán, en su versión más radical. Ocupó puestos importantes como director de la política educativa del primer gobierno autónomo catalán, el creado en 1914 con la Mancomunidad de Cataluña. El Glosari se publicó día tras día en La Veu de Catalunya, órgano de la Lliga Regionalista, el partido dominante en el nacionalismo catalán. A continuación, en su periodo madrileño, pudo identificarse con la monarquía, con el catolicismo político y, sobre todo, con figuras paternales y de autoridad como Salazar o Pétain. El Nuevo Glosario pasará al ABC y luego a El Debate, el diario vinculado a la Acción Católica. En 1937, durante la guerra, ingresó en la Falange Española. El periódico de referencia será entonces el pamplonés Arriba España y, pasada la guerra, el madrileño Arriba, órgano de la FET y de las JONS. También mantendrá un espacio importante en La Vanguardia, el viejo diario de la familia Godó, rebautizado como La Vanguardia Española.

A través de sus variaciones políticas, nunca dejó de ser un hombre profundamente marcado por la ideología de L’Action Française, el movimiento monárquico y autoritario fundado por Charles Maurras; una ideología que dividía el mundo en categorías antitéticas: clásico y romántico, monarquía y república, orden y caos; unas divisiones que eran tanto estéticas como políticas; un ejemplo de la politización del arte o de la estetización de la política, como anunció Walter Benjamin. De la lectura de los centenares de glosas y artículos he sacado la conclusión de que d’Ors, en su primera etapa catalana, exaltó varios mitos y símbolos políticos. El más importante de ellos fue el mito imperial. En sus etapas posteriores reescribió estos mitos, pero en clave española. Y así, se dio la paradoja de que unos mitos construidos para justificar la separación entre Cataluña y España sirvieron luego para afirmar la unidad indisoluble entre ambas. Teresa, la Bien Plantada, se convirtió en Isabel la Católica. El imperio catalán se renovó en el imperio de España. En este orden de cosas, sostengo que Eugenio d’Ors, no Ortega y Gasset, fue el escritor que más influyó sobre José Antonio Primo de Rivera y la Falange, por sí mismo o a través de discípulos como Rafael Sánchez Mazas.

Aunque puede contarse a d’Ors entre los escritores catalanes más importantes del siglo XX, su fortuna en Cataluña decayó de forma abrupta en 1920, a partir de su expulsión de los cargos oficiales que ocupaba en la Mancomunidad. Desde entonces, su figura ha sido considerada por el nacionalismo catalán como la de un traidor, la de un enemigo de la lengua y de la nación catalana, cuya figura conviene olvidar. Los episodios de censura sobre la figura del escritor y sobre cualquier conato de divulgar su legado se han sucedido hasta nuestros días.

Pero la fortuna de Eugenio d’Ors en el resto de España ha padecido de otra forma. Su afiliación a la Falange y su acomodación al régimen de Franco no han sido cartas de presentación aceptables en la España constitucional y democrática. En la España actual impera otra clase de censura, acaso más sutil pero no menos eficaz, que consiste en la corrección política. Todo lo que recuerde al franquismo, todo lo que se aparte de las banderías y preferencias existentes, tiende a ser colocado en el rincón de los trastos viejos.

Como resultado de ello, la edición de su obra principal, el Glosario, ha sufrido los avatares de la política. Tuvo que ser el señor Jaume Vallcorba, primoroso editor de Quaderns Crema, fundador luego de la editorial Acantilado, quien impulsara en Barcelona la edición completa del Glosari por especialistas tan destacados como Xavier Pla y Josep Murgades, aparte de otras obras escritas en lengua catalana. Una edición que fue precedida, es cierto, por la edición parcial que hizo Edicions 62 en 1982, en su colección canónica de literatura catalana. Pero esas iniciativas no han tenido equivalente en el resto de España. El lector del Nuevo y del Novísimo Glosario sigue obligado a consultar la edición de Aguilar, otro editor benemérito; una preciosa edición en cuatro volúmenes que tiene el inconveniente de haber sido revisada y ordenada por su autor. No es que hiciera grandes amputaciones o censuras en su obra. D’Ors estaba convencido —equivocadamente en mi opinión— de que su vida como escritor tenía una continuidad esencial. Pero esos «arreglos», si no impiden la lectura y el disfrute, hace que estos volúmenes sean poco recomendables para el estudio. Por añadidura, los últimos años del «Novísimo Glosario» que publicaba el diario Arriba quedaron fuera de la edición de Aguilar, y solo recientemente se han editado aparte. Por tanto, he acudido siempre que he podido a los periódicos y revistas en los que se publicaron las glosas. Además, hay ocasiones en que el significado de una glosa solamente puede apreciarse teniendo en cuenta el momento en que fue escrita. El estilo de nuestro hombre nunca es directo; está repleto de alusiones que solamente pueden apreciarse en el contexto oportuno. A veces, la mera posición de la glosa en la página de La Veu de Catalunya nos dice más sobre la intención de su autor —o del partido al que sirve— que lo expresado en ella. Se trata, pues, de considerar «las continuas ósmosis y endósmosis que en el escritor se producen entre la vida y la obra», por decirlo en las palabras justas del glosador.1

Este libro quiere ser un ejercicio de recuperación —me atrevería a decir «de restauración»— de un autor con el que —he de confesarlo— no simpatizo. El dandismo del personaje, su carácter acomodaticio, la insondable vanidad —la pasión dominante entre académicos e intelectuales—, el cinismo —tan visible en muchas ocasiones—, la creencia de pertenecer a una humanidad superior, no propician la identificación. Pero acaso esta distancia haya sido una ventaja. El principal deber del paisajista —decía Xenius— es no formar parte del paisaje. Y las ideologías que defendió d’Ors, el nacionalismo primero y el falangismo después, figuran, en mi opinión, entre lo más abominable del siglo XX. En todo caso, he procurado seguir el consejo de Tácito, y escribir sobre esta antipática personalidad sine ira et studio.

Decía Xenius que la presencia de una valoración moral en una biografía, lejos de reducir las posibilidades de objetividad, las acrece. Yo no he tratado de ser objetivo, porque creo que es un ideal inalcanzable, indeseable incluso. La coincidencia entre el relato y las cosas tal y como sucedieron es una prerrogativa semidivina. El historiador escoge entre los indicios que le ofrece el material conservado; selecciona aquello que necesita para tramar un relato y elabora una descripción que tenga sentido, una historia que contar. El «referidor» (así llamaba Xenius al biógrafo) ha de contentarse con ofrecer una versión; una interpretación entre otras, pero que sea contrastable; que haya tenido en cuenta todas las informaciones relevantes. La historia no se divide entre los que se inclinan por el análisis y los que prefieren la descripción. La división, según creo, hay que hacerla entre las maneras de narrar la historia. No es que la narrativa haya «retornado», como se decía hace años. Es que nunca se marchó. Estaba semioculta, agobiada por un empacho de teoría, fascinada por lo que George Steiner llamaba «la falacia de la forma imitativa», por el espejismo de la exactitud y de la predictibilidad característica de la ciencia natural. La historia es narración y, en lo fundamental, una variedad de la literatura. Que me perdonen los colegas que se crean revestidos con la bata blanca de los «científicos». Hay una historia seria, responsable, interesante, liberal incluso. Y hay una historia trivial, redundante, partidista o apologética. La historia, a mi juicio, tiene que ser una afortunada combinación entre la erudición y el estilo. Pero no puede establecer leyes ni tiene capacidad para predecir el futuro. A veces pienso que ni siquiera puede enseñar sobre las así denominadas «lecciones del pasado», porque los hombres tienen la memoria corta y, por lo general —sobre todo en España—, no leen libros de historia.

Pero no simpatizar con Xenius no excusa el interés y el aprecio, la admiración incluso. Basta con tratar a un autor con cierto detenimiento para que este se vuelva interesante, podría decirse con Flaubert. La verdad es que resulta intrigante —a mí, al menos, me ha apasionado— poder seguir la trayectoria que llevó a d’Ors desde el catalanismo más estricto a la Falange, pasando por el sindicalismo y el monarquismo autoritario. Este libro trata precisamente sobre el camino, lleno de vericuetos, que un nacionalista catalán recorrió hasta el falangismo. Y cuando digo «falangismo» no quiero decir «fascismo» siempre. Porque «fascista», en sentido estricto, es algo que el glosador nunca fue.

Xenius es, política aparte, un excelente escritor, tan bueno en castellano como en catalán —quizá más en esta última lengua—; un autor que merece la pena leer; un hombre de ingenio primoroso; un notable creador de aforismos. Dionisio Ridruejo, que lo trató en la última época de su vida, decía con razón que en lo suyo escrito no había nada comparable a lo suyo dicho. La desgracia o la tragedia de este escritor es que pretendió ser apreciado por lo que no era, o por las partes menos consistentes de su producción. Pretendió ser considerado un filósofo sistemático, cuando era un comentarista inteligentísimo de la actualidad evanescente. Aspiró a ser un teórico de la estética, estableciendo incluso una «Ciencia de la Cultura», cuando descollaba precisamente por su intuición y su capacidad nada sistemática de descubrir a los buenos artistas. Uno de sus lemas o imperativos más conocidos es el que invita a elevar la anécdota a categoría. Pero, acaso, lo mejor sería tomar el camino contrario, despojando al autor de sus pretensiones de ser un «ideurgo», para dejarlo en los huesos de lo anecdótico.

Quiso d’Ors combatir el tiempo, escapar a la trágica historia de su época y, por más que se esforzaba en crear arquetipos, eones, o como quisiera llamarlos, la historia del presente español y europeo se colaba entre sus glosas. Nadie más sensible a la coyuntura de los tiempos que Eugenio d’Ors. Nacionalista catalán, sindicalista, monárquico, falangista. ¿Hay quien pueda ofrecer mayores cambios? Quizás Azorín, su amigo, lo supere en algunos puntos. Alguno lo llamaría camaleón, cuando era instinto de supervivencia. Al comienzo de su libro El vivir de Goya, publicado en 1934, recomienda no ligar la identidad de un personaje a una colección de episodios, sino buscar el principio unitario, el hilo en que estos acontecimientos se engarzan. El consejo parece acertado. Si he conseguido, no ya fijar la «identidad» del personaje, harto evanescente, sino tan solo seguir el hilo, me daré por satisfecho.

Estamos tratando, también, con una figura originalísima del panorama literario español. Sus gestos y posturas, tan artificiosas; su cultura artística —rara entre los escritores españoles—, su enorme capacidad de trabajo... Todo eso lo convierte en un intelectual excepcional. En la Cataluña de Prat de la Riba logró ampliar los horizontes culturales, tan estrechos, que había mostrado el catalanismo durante sus inicios. En la España sórdida y aislada del franquismo, quedó como uno de los escasos intelectuales con empaque europeo. A través de las fundaciones artísticas que impulsó pudo recobrarse la memoria de las vanguardias artísticas de la preguerra. No fue un hombre vengativo. Al contrario. Procuró usar su influencia para librar de la represión a alguno de sus antiguos colegas.

El lector interesado deberá tener presente que las citas del Glosari catalán se expresan siempre con la letra G y con la fecha en que fue publicada cada glosa. Con ello puede ir, bien a la preciosa edición de Quaderns Crema, bien directamente a La Veu de Catalunya, cuyos ejemplares fueron digitalizados en el portal ARCA por la Biblioteca Nacional de Cataluña. Respecto del Nuevo y del Novísimo Glosario, salvo pocas excepciones, las citas van precedidas con el nombre del diario —LVC para La Veu de Catalunya, LN para Las Noticias, EDG para El Día Gráfico, ABC, LV para La Vanguardia o A para Arriba— y la fecha de aparición. Se recomienda, para el lector curioso, el portal de la Universidad de Navarra www.unav.es/gep/dors, al cuidado de la señora Pía d’Ors, que sintetiza muy bien la bibliografía y la iconografía del autor, y que contiene también muchos documentos interesantes, sacados de su archivo personal. Asimismo, son de imprescindible consulta los portales de prensa digital de la Biblioteca Nacional de España y del Ministerio de Cultura, que han hecho una obra formidable en los últimos años. He de mencionar también la gentileza y profesionalidad que he observado en el personal encargado de los archivos y bibliotecas de Cataluña. La Generalitat de Catalunya, en colaboración con los ayuntamientos y bibliotecas catalanas, ha realizado una labor de digitalización y catalogación ejemplar, poniendo al alcance del investigador el material necesario para su tarea.

He procurado traducir del catalán todos los textos largos que aparecen en el libro. Confieso que mi primera intención fue dejarlos tal como se publicaron, en la creencia de que todo español culto debería al menos leer en esta lengua y conocer sus clásicos. En cambio, he dejado sin traducir las frases breves, las palabras sueltas, porque he creído que dan sabor a la narración, añaden matices y rodean al biografiado de una lengua que siempre estimó mucho, como lo prueba el hecho de que en ella escribió partes sustanciosas de su obra. Xenius es el heterónimo más conocido de d’Ors y he optado por citarlo sin el acento grave, porque así suele escribirse en la prensa española en lengua castellana. He respetado siempre la d’ minúscula intercalada entre el nombre y el primer apellido, con la que nuestro autor quiso ser conocido. También he modernizado todas las citas en catalán; quiero decir aquellas que son anteriores al establecimiento de las normas gramaticales y ortográficas de Pompeu Fabra.

Querría agradecer a mi universidad, la UNED, las facilidades que me ha concedido siempre para dedicar tiempo a la investigación. Con Andrés de Blas Guerrero, mi querido amigo y colega, tuve la oportunidad de intercambiar opiniones, en una presentación resumida de este libro en nuestra facultad, la de Ciencias Políticas y Sociología. Quiero citar además a Pedro C. González Cuevas, colega y amigo también, solvente especialista en la historia de la derecha española, con el que he mantenido porfiadas conversaciones durante muchos meses. Finalmente, es de justicia citar a mis editores de RBA, que mejoraron mucho el texto original, y procedieron de manera implacable contra mi leísmo madrileño. A ellos y al jurado de la Fundación Conde de Barcelona y RBA Libros, que otorgó el décimo sexto Premio Gaziel de Biografías y Memorias a este libro, mi reconocimiento más expresivo.

Eugenio d'Ors 1881-1954

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