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AAR (AARU)


Nombre de los Campos Elíseos en la mitología egipcia. Circundado por una muralla de hierro, que franqueaban varias puertas, y bordeado por un río, el Aar acogía las almas de los elegidos; estos se dedicaban a trabajos agrícolas y así obtenían magníficas cosechas.


ABEONA


Divinidad romana que protegía al que partía (del latín abire, «partir»). Era venerada junto con Adeona, quien, por su parte, protegía al que llegaba (del latín adire, «llegar, aproximarse»).


ACA LARENTIA


Antigua divinidad romana. La leyenda narra que fue una hetaira dada por Hércules como esposa al rico etrusco Tarutius. De él heredó fabulosas riquezas que ella, al morir, legó al pueblo romano. Personificó la Madre Tierra (Gea); a su culto estaban destinadas las Larentalia, fiestas que se celebraban el veintitrés de diciembre, día del solsticio de invierno, para desear al suelo, en cuyo seno se encierran las simientes, un tranquilo reposo invernal y un exuberante despertar al llegar el equinoccio de primavera. Sin embargo, algunos autores no admiten que fuese una divinidad, sino sólo un personaje recordado con agradecimiento por los romanos y que las Larentalia habían sido instituidas para honrar a la diosa sabina Larenta. Más tarde, el nombre de Aca Larentia se dio a la esposa del pastor Fáustulo; ella, apodada Loba, educó a Rómulo y Remo.


ACASTO


Rey de Yolco, uno de los Argonautas. Inducido por su esposa Astidamía a matar a Peleo, de quien ella se había enamorado sin ser correspondida, abandonó al joven desarmado en el monte Pelión en medio de los feroces Centauros. Pero Peleo se salvó con la ayuda de Hermes, que le trajo una poderosa espada, y, tras regresar a Yolco para vengarse, mató a Acasto y a su esposa.


ACIS


Joven pastor de gran belleza, hijo de Fauno y prometido de Galatea, una de las Nereidas. Lo mató por celos el cíclope Polifemo, enamorado de Galatea, el cual arrojó contra él una enorme piedra. La sangre de Acis fue transformada por los dioses, apiadados ante el llanto desesperado de Galatea, en las limpias aguas de un río al que dio nombre.


ACRISIO


Poderoso rey de Argos, padre de Dánae. Habiendo sabido por el oráculo que su hija daría a luz a un nieto que lo destronaría y mataría, encerró a Dánae en una caverna subterránea, para que ningún hombre la pudiese ver ni pedir su mano. A pesar de ello, Zeus penetró en forma de lluvia de oro y nació Perseo. La profecía se cumplió. Acrisio murió involuntariamente a manos de su nieto durante una competición atlética. Al lanzar el disco, este se escapó de la mano de Perseo y golpeó al rey en la cabeza, causándole la muerte.


ACTEÓN


Hijo de Aristeo y de Autónoe, Acteón era el mejor cazador de su tiempo. Educado por el centauro Quirón, recorría con una jauría de cincuenta perros las faldas del monte Citerón, cazando ciervos, gamos y jabalíes. Sin embargo, un triste destino aguardaba al valeroso joven. Un día llegó sin saberlo hasta un valle consagrado a Ártemis. Como era el mes de agosto, la diosa se había retirado a un lugar solitario para bañarse en la fuente Partenia. Rodeada por las ninfas que la atendían, Ártemis estaba sumergida desnuda en el agua transparente cuando, de pronto, apareció el incauto Acteón. Fue grande el trastorno de las ninfas, que lanzaron gritos de espanto, pero fue terrible sobre todo la ira de la virgen, avergonzada de mostrarse sin ropa ante un hombre y, más aún, ante un mortal. La diosa no pudo fulminar a Acteón con una de sus flechas, pero salpicó al temerario con unas gotas de agua y, al momento, el joven se transformó en un ciervo, aunque conservó la razón humana. Huyó a través de los bosques, pero los perros de su jauría lo descubrieron y, sin reconocer en el animal a su antiguo dueño, lo persiguieron y, al alcanzarlo, lo despedazaron, dejando en el suelo tan sólo despojos ensangrentados. Así se cumplió la venganza de la severa Ártemis. Los restos irreconocibles del cazador transformado en ciervo quedaron insepultos, por lo que el pálido espectro comenzó a vagar por las montañas circundantes, hasta que un día los habitantes del lugar recurrieron al oráculo, que les informó de que debían buscar y enterrar los restos del cazador muerto y erigirle una estatua de bronce, que tenía que estar colocada en lo alto de una roca.

La leyenda de Acteón no tardó en inspirar a los artistas griegos. Una representación de su aventura fue esculpida sobre las metopas del templo de Hera en Selinunte; también hay representaciones en algunos vasos y en los frescos de Pompeya.


ADMETO


Rey de Feres, en Tesalia. Tomó parte en la expedición de los Argonautas y en la caza del jabalí de Calidón. Se le conocía por su religiosidad, justicia y hospitalidad. Cuando Apolo tuvo que vivir desterrado del Olimpo por haber matado a los Cíclopes, escogió la corte de Admeto y, durante un año, cuidó los rebaños del rey. Entre el dios y su anfitrión nacieron estrechos lazos de amistad. Apolo hizo que prosperasen el ganado y las propiedades de Admeto, y le ayudó a realizar la empresa que Pelias, rey de Yolcos y padre de Alceste, su futura esposa (la más divina de las mujeres, como la llama Homero), le exigía antes de dar su autorización para las nupcias. Tuvo que unir bajo el mismo yugo un jabalí y un león. Habiéndolo logrado, se celebraron las nupcias y, durante el banquete, las Moiras (Parcas), aplacadas por el vino, prometieron a Apolo, que lo solicitaba con insistencia, que conservarían la vida a Admeto, con la condición de que otra persona estuviese dispuesta a descender al Hades en su lugar. Al llegar el momento, ni el padre ni la madre del rey, a pesar de ser ancianos, se ofrecieron a sacrificarse por su hijo, pero Alceste, su fiel esposa, aunque todavía joven y madre amante de dos hijos, no vaciló en hacerlo. Sin embargo, Perséfone, conmovida y admirada ante tanta generosidad, la envió de nuevo junto a su marido. Según otra leyenda, fue Heracles quien, encontrándose en el palacio, luchó furiosamente contra Thanatos (la Muerte), logrando arrebatarle su víctima.

El delicado episodio de Admeto y Alceste sirvió de tema a las tragedias de Eurípides, Racine y Alfieri.


ADONIS


Según una antigua leyenda, nació de los amores incestuosos entre Mirra o Esmirna con su padre, Tías, rey de Siria, o entre Mirra con su padre, Cíniras, rey de Chipre. Según otra leyenda, fue hijo de Fénix y de Alfesibea o del rey Agenor. Era un joven de extraordinaria belleza y la propia Afrodita se enamoró de él. Lo confió a Perséfone para que lo educase, secretamente, entre las sombras de los Infiernos, pero la diosa de los muertos no fue insensible al atractivo del adolescente: también se enamoró de él y no quiso devolvérselo a Afrodita. Intervino Zeus, el cual decidió que Adonis viviese una tercera parte del año solo, otra tercera con Afrodita y la restante con Perséfone. Pero Adonis pasó dos terceras partes del año con Afrodita, provocando los celos de Ares, que arrojó contra él, durante una cacería, un jabalí que lo hirió mortalmente. Afrodita lo transformó en anémona. La alegoría del mito es muy clara: Adonis, con sus retornos a la tierra, representa la naturaleza que florece con el cálido soplo de la primavera y que muere en el invierno. Las fiestas en honor de Adonis se llamaban Adonías y se celebraban en primavera.

En el arte, el mito de Adonis fue representado por Miguel Ángel, Tiziano y otros grandes pintores.


ADRASTEA


Hija de Meliso, rey de Creta, fue la ninfa que, con la leche de la cabra Amaltea, en una cueva del monte Ida, en la isla de Creta, alimentó a Zeus niño, cuando la madre de este, Rea Cibeles, se lo confió secretamente, junto con otras ninfas. Así lo salvaría de su padre Crono, que iba a devorarlo.


ADRASTO


Rey de Argos. Formaba parte de la estirpe de Amitaón. Acogió en su ciudad a Tideo, fugitivo de Calidón, y a Polinice, que aspiraba al trono de Tebas. Adrasto les dio por esposas a sus hijas Argía y Deípile, y prometió ayudarles a reconquistar los tronos de donde habían sido injustamente arrojados. Por esta razón inició inmediatamente la guerra contra Eteocles, rey de Tebas y hermano de Polinice; esta guerra fue llamada la de Los Siete contra Tebas, ya que, además de Adrasto, Polinice y Tideo, intervinieron también otros cuatro héroes: Capaneo, descendiente de Preto; Hipomedonte; Parténope, hermano de Adrasto, y Anfiarao. Este sabía que la expedición fracasaría y así lo advirtió a sus compañeros, pero le obligaron a tomar parte en la guerra. Asediando la ciudad, los Siete realizaron proezas que, por otra parte, resultaron vanas. El adivino Tiresias había afirmado que los tebanos vencerían si uno de ellos se sacrificaba; se ofreció Meneceo, hijo de Creonte, que se precipitó desde lo alto de las murallas.

A partir de ese preciso momento, los sitiadores empezaron a debilitarse. Capaneo escaló la muralla, pero un rayo de Zeus lo convirtió inmediatamente en cenizas; Anfiarao huyó y se lo tragó la tierra junto con su carro; Polinice y Eteocles se desafiaron en singular combate, matándose mutuamente, y todos los demás encontraron la muerte, a excepción de Adrasto, que cabalgaba en el caballo alado Arión. Diez años después, unido a los Epígonos, los hijos de los siete reyes, Adrasto reemprendió la guerra contra Tebas y consiguió tomar la ciudad, pero, tras perder a su hijo Egialeo, murió de dolor en Megara. Fue adorado como héroe en Sición, Argos, Megara y Colono.


AELO


Una de las Arpías.


AFAREO


Uno de los héroes más antiguos de las leyendas de las provincias meridionales del Peloponeso. Engendró a Idas y a Linceo, a los que se llamó Afáridas. Según algunas opiniones, era hermano de Tindáreo, Leucipo e Icario, e hijo de Perieres.


AFRODITA (VENUS)


Afrodita poniendo a salvo a Paris


El nombre significa «nacida de la espuma», porque, según Hesíodo, nació de la espuma del mar fecundada por Urano. Hija del mar y del cielo, simbolizó el instinto de la fecundidad y de la reproducción. Surgida del mar (y por esto designada con el apelativo de Anadiomene, «la surgida») una mañana de primavera en una concha de madreperla, resplandeciente de gracia y de belleza, fue impulsada por Céfiro hacia las costas de la isla de Chipre, donde la hicieron subir a un carro de alabastro conducido por cándidas palomas; acompañada por las Horas y las Gracias, sus fieles siervas, fue llevada al palacio de los Inmortales. Según otra leyenda, Afrodita es una divinidad olímpica, diosa celeste del amor, nacida de Zeus y Dione. Esposa de Hefesto (Vulcano), tuvo amores con Ares (Marte), Hermes (Mercurio) y Dioniso (Baco), así como con los mortales Anquises, Butes y Adonis. De sus amores nacieron muchos hijos, entre ellos: Eros (Amor), Hermafrodito, Príapo, Eneas y Erix. Era especialmente venerada en Chipre y, en general, en los puertos y en las costas como diosa de la navegación. De los lugares donde su culto estaba más difundido derivan sus diversos sobrenombres: Cipris (de Chipre), Pafia (de Pafos), Cnidia (de Cnido), Citereo (de Citera) y Ericina (del monte Erix, en Sicilia). Según Platón, Afrodita Urania era la diosa del amor ideal y se la representaba armada, mientras que Afrodita Pontia era la protectora de la navegación y de los navegantes. De esta manera, el reino de la belleza y del amor se extendía por la tierra, el mar y el cielo. Las plantas consagradas a Afrodita eran el mirto, la rosa y el manzano; los animales, la paloma y la liebre, y, como diosa del mar, le correspondía el delfín. Era imaginada como una criatura bellísima, lozana, de rostro delicadísimo y rebosante de gracia, vestida de oro. De su persona emanaba un suave y dulcísimo perfume de ambrosía y, cuando se manifestaba en la plenitud de su belleza, todas las cosas cedían ante tanta gracia y le rendían homenaje. Al principio, fue comparada con la aurora, bella y sonriente, ante la cual la misma naturaleza se inclina, pero luego se la designó como la diosa de la belleza y, por consiguiente, también del amor. Paris, elegido juez para designar a la más bella de las diosas, le otorgó la manzana, símbolo de la hermosura. Ella fue quien ayudó por gratitud a Paris a raptar a Helena, la mortal más hermosa del mundo, que había sido prometida por la diosa al joven troyano. Peleo, enamorado de la ninfa Tetis, le ayudó a conquistarla y a tomarla por esposa. Es cierto que Afrodita no supo frenar sus pasiones ni resistir el impulso amoroso. Por lo tanto, amó a mortales e inmortales, e intervino en todas las historias, de hombres y de dioses, en las que se enredaba el amor. Sus servidoras eran las Gracias y las Horas, personificadoras de la gracia y del encanto. Estas atendían a su persona, la vestían y arreglaban; estaban siempre con ella en cualquier lugar y momento. En la iconografía clásica, Afrodita lleva un cinturón que encierra todos los atractivos y seducciones femeninos, a los que nadie, ni aun el más sabio, se puede resistir. Obras de Afrodita son la pasión, la fecundación y la propagación de la especie en toda la naturaleza animal y vegetal, la renovación de la vida y el florecimiento de la belleza. Todo es obra suya, porque nada resiste a la fuerza del amor y de la hermosura, y todas las cosas nacen por obra del amor. Como la diosa del amor, Afrodita es la protectora de los vínculos conyugales, de la familia y de los nacimientos. Sin embargo, los griegos la imaginaron también como una criatura inconstante y, por lo tanto, relacionada con muchas leyendas en las que castiga cruelmente a quien se niega a someterse a las exigencias de su amor. Es famosísima la leyenda de Dafnis, joven y bellísimo pastor siciliano, semidiós de los pastores. Más numerosos que sus amores con los dioses son los amores de Afrodita con los hombres. Prefería esbeltos pastores o cazadores que vivían en las montañas y los bosques. Una de las más famosas leyendas es la del amor de la diosa por Adonis. Otro gran amor de Afrodita por un mortal fue el que sintió por Anquises, joven príncipe troyano. De estos amores nació Eneas. El culto a Afrodita era común a todos los pueblos helénicos. Chipre sobresalió entre sus adoradores por cuanto se decía que, surgiendo de la espuma del mar, la diosa había llegado a dicha isla. Muchos eran los templos a ella dedicados, esparcidos por las playas, siempre cerca del mar. Ninguna diosa inspiró más a los poetas; ninguna fue representada tantas veces. En Roma, Venus, diosa de la primavera y de la naturaleza en flor, fue pronto identificada con la griega Afrodita y ambos nombres sirvieron para designar a la misma diosa. En Italia, lo mismo que en Grecia, se difundió ampliamente el culto de la diosa del amor y de la belleza. Adquirió mayor importancia, si cabe, en Roma, pues el fundador de la estirpe itálica, Eneas, era considerado hijo de Venus/Afrodita. En Roma surgieron pronto tres templos consagrados a Venus: el de la diosa Murcia, el de la Cloacina y el de la Libitina. La Venus Murcia representaba a la diosa que acaricia y atrae con su belleza al hombre, enamorándolo; pero designaba también a la diosa del mirto, símbolo del amor casto y bello, y existía un templo en su honor junto al Circo Máximo, al pie del Aventino, construido por los latinos, establecidos allí bajo Anco Marcio. La Venus Cloacina era la protectora de la alianza pactada entre los romanos y los sabinos, después del famosísimo rapto de las sabinas. El tercer templo era el de la Venus Libitina, diosa de los muertos. No debe asombrarse de esto el lector, porque con frecuencia en los mitos de la Antigüedad clásica la vida más exuberante aparece relacionada con la muerte. Los extremos se tocan. En su templo, cuya situación ignoramos, se conservaban todos los instrumentos y adornos necesarios para los ritos fúnebres. Venus fue objeto de otras formas de culto en Roma y se convirtió en Venus Genetrix en su calidad de primera madre de la estirpe romana, por haber concebido a Eneas, y luego en protectora de toda fecundación. Fue honrada en especial por César y toda su familia, ya que este pretendía que su linaje descendía directamente de Eneas. Después de la victoria de Farsalia dedicó incluso un templo a la Genetrix, un espléndido edificio construido con munificencia y elegancia de líneas. Se celebraban muchas fiestas en su honor, sobre todo en abril, mes en el que despertaba la naturaleza y ofrecía sus mejores dones a los hombres, mes fausto para el amor y por ello dedicado a Venus. En las artes figurativas, Afrodita aparece representada aislada en la estatuaria o asociada con otros dioses o mortales, sobre todo en la pintura, en la cerámica y en los relieves. Al presentarla aislada, los artistas griegos la figuraban al principio totalmente vestida, luego parcialmente envuelta en una túnica muy transparente que hacía resaltar las líneas de su cuerpo, y, más tarde, completamente desnuda.

Entre sus célebres representaciones escultóricas, recordaremos la Afrodita de Cnido, la Afrodita de Arlés, la Afrodita de Fréjus, la Afrodita de Siracusa, la Venus Capitolina, la Venus de Milo – la más célebre, descubierta en 1820 y orgullo del Louvre– la Venus de Médicis, la Maliciosa de Cirene, la Calipigia y la Afrodita de Epidauro. En un comienzo aparecía la diosa siempre de pie, pero cuando los artistas acariciaron la idea de representarla en el baño, surgieron composiciones diversas, concibiéndose así una figura de Afrodita con un nuevo aspecto iconográfico, destinado pronto a ramificarse, con variados y originales desarrollos. El arte romano siguió la tradición griega: la Venus romana es fiel reproducción de la Afrodita griega. Pasaron muchos siglos antes de que el mito de esta divinidad volviese al dominio del arte. A partir del Renacimiento, son numerosas las obras inspiradas en la diosa y sus amores. Ya no se tratará de estatuas, sino sólo de representaciones pictóricas. Destacan: Venus dominadora del mundo de Giovanni Bellini, Nacimiento de Venus de Botticelli, Venus de Giorgione, El tocador de Venus de Rubens, Venus y el Cupido de Bronzino, Venus y el Amor y Venus y Adonis de Tiziano, Baco y Ariadna coronados por Venus de Tintoretto y Venus ante el espejo de Velázquez. La diosa no aparece menos en la literatura. Entre los poetas, le compusieron bellísimos himnos Homero, Lucrecio, Ovidio y el propio Horacio. La celebraron filósofos como Parménides y Empédocles, y trágicos como Esquilo y Eurípides.


Afrodita


AGAMEDES Y TROFONIO


Hermanos arquitectos ilustres, al parecer construyeron el templo de Apolo en Delfos, otro dedicado a Poseidón en la Arcadia y la Casa del tesoro del rey Hirieo en Beocia. Una leyenda narra que habiéndoles prometido Apolo una recompensa al terminar el templo, encontraron la muerte. Según otra fuente, habían intentado robar el tesoro de Hirieo; Agamedes cayó en una trampa y Trofonio, para no ser descubierto, decapitó a su hermano, ocultando luego la cabeza. Se les rindió culto en Beocia.


AGAMENÓN


Hijo de Atreo y de Erope, hermano de Menelao, fue rey de Argos y de Micenas, y esposo de Clitemnestra, hija de Tindáreo, rey de Esparta. Había llegado a ser, por sus conquistas, el más poderoso rey de Grecia, cuando tomó el mando de la expedición de los griegos contra Troya. Cuando el adivino Calcante reveló que, si quería obtener un viento favorable para la partida de la flota aquea hacia la expedición de Troya, era necesario aplacar a la diosa Ártemis, Agamenón permitió que fuese sacrificada su hija Ifigenia. La muchacha fue arrancada a la muerte por la propia diosa, que se apoderó de ella cuando el sacerdote estaba a punto de herirla y la sustituyó por una cierva. Después de la caída de Troya, Agamenón regresó a Argos llevando como concubina a la adivina Casandra, hija del rey Príamo, pero Clitemnestra, que no le había perdonado por haber consentido el sacrificio de Ifigenia, lo mató con ayuda de su amante Egisto.

Estos episodios pasionales sirvieron de tema a las tragedias de Esquilo, Eurípides, Alfieri y Lemercier. Homero representa a Agamenón de diversas formas: al principio es ambicioso, sacrílego, incluso vulgar, la antítesis del alma generosa de Aquiles; luego, en el canto XI de la Ilíada aparece fuerte, valeroso, consciente de su rango y de su valor. Entre las obras de Esquilo, la tragedia Agamenón forma parte, con Las coéforas y Las euménides, de la trilogía La orestíada.


AGANIPE


Célebre fuente de Beocia, junto al monte Helicón, consagrada a las Musas. Había brotado como consecuencia de una coz del caballo Pegaso. Infundía inspiración poética a quien bebía de sus aguas.


AGATODEMÓN


Dios bucólico, venerado como protector de la cosecha anual. En Italia era conocido como Bonus eventus. Genio o espíritu benéfico, parece ser de origen egipcio. Esta creencia y veneración se difundió por Grecia y Roma, y los idolillos (en forma de serpientes aladas y dragones benéficos para la agricultura) se generalizaron. Se le contrapuso el espíritu maligno Kakodemón.


ÁGAVE


Hija de Harmonía y de Cadmo, tras conseguir el fatídico collar de su madre, tuvo la desgracia de matar a su propio hijo Penteo en el furor del delirio báquico, despedazándolo después con la ayuda de sus hijas, instrumentos ciegos del castigo de Dioniso.


AGELO


Pastor a quien el rey Príamo confió a su hijo Paris, recién nacido, para que lo llevase a la cima del monte Ida y allí lo abandonase. Agelo obedeció de mala gana, pero pocos días después, movido por la compasión, volvió a la cima y encontró al niño todavía vivo y, junto a él, a una cierva que lo estaba amamantando. El pastor no quiso ser menos humano que el animal y, tomando consigo al pequeño Paris, lo crió como a un hijo.


AGENOR


Rey fenicio de Tiro. Hijo de Poseidón y de Libia y por línea materna descendiente directo de Zeus. Cuando su hija Europa fue raptada por Zeus transformado en un toro, Agenor ordenó a sus tres hijos, Cadmo, Fénix y Cílix, que buscasen a su hermana y que no regresasen hasta haberla encontrado.

Al no conseguir hallarla, se establecieron en otras regiones a las que dieron nombre. Allí fundaron nuevas ciudades y estirpes.


AGLAYA


Una de las Gracias o Cárites.


ALBÚNEA


Ninfa de las Náyades, diosa de las fuentes sulfurosas junto a Tívoli, dotada de poderes proféticos. Más tarde, la ninfa personificó a una Sibila, habitante de un bosque a orillas del Aniene, siendo designada y consultada como Sibila Tiburtina.


ALCATORE


Una de las Miníades.


ALCESTE


Una de las hijas de Pelias y esposa de Admeto. Fue fiel hasta el punto de querer sacrificar su propia vida para salvar la de su marido. Perséfone, o Heracles, según dos leyendas diferentes, como recompensa, le devolvió la vida.

Fábula que inspiró varias tragedias homónimas, desde Eurípides hasta Racine y Alfieri.


ALCÍNOO


Rey de los Feacios, habitantes de la isla de Corcira (actualmente Corfú), a la que Ulises llegó a nado después del naufragio de la balsa en la que había abandonado la isla de Ogigia, donde Calipso lo retuvo prisionero durante siete años. Alcínoo, ante quien su hija, la dulce Nausica, había conducido al extranjero encontrado en la playa, acogió a su huésped con todos los honores; organizó juegos en señal de fiesta y escuchó el largo relato de sus aventuras. Por último, lo hizo transportar en una nave a Ítaca. Albergó también a los Argonautas y luego a Jasón y Medea. Fue un rey muy prudente y un héroe sin vanagloria.


ALCÍONE


Hija de Esteno y de Nicipe, hermana de Euristeo y de Medusa, llamada también Alcíone. Fue una de las ninfas que cuidaron a Zeus durante su infancia.


ALCIONEO


Uno de los Gigantes.


ALCMENA


Según una leyenda, hija del rey Electrión de Micenas y nieta de Perseo. Según otra, hija de Anfiarao y de Erifila.

Se casó con Anfitrión, rey de Tirinto. Pero Zeus, enamorado de ella, aprovechó la ausencia del marido, que había partido para la guerra, y tomando la figura de este, engañó a Alcmena. De esta unión nació Heracles.


ALCMEÓN


Hijo de Anfiarao y uno de los Epígonos. Mató a su madre Erifila, la cual había inducido a su padre a participar en la expedición en la que Anfiarao halló la muerte. Se casó con Alfesibea o Arsínoe, a la que repudió luego para casarse con Calírroe, de quien tuvo a Acarnán y Anfótero. Poco después lo mataron sus cuñados.

Se le menciona en la Divina comedia de Dante (Purgatorio, XII, 49-51; Paraíso, IV, 103-105).


ALECTO


Una de las Erinias.


ALECTRIÓN


Nombre del joven que Marte colocó, como guardián, en la puerta de la estancia donde se había escondido con Venus. Sin embargo, Alectrión se durmió y, al salir el sol, Marte fue sorprendido por Vulcano. Como castigo, el dios de la guerra transformó al joven en gallo y le obligó a anunciar, todas las mañanas, con su canto, el nacimiento del día.


ALEXIAR


Hijo de Heracles y de Hebe; el héroe mítico lo engendró cuando fue convertido en inmortal por Zeus y pasó a habitar en el Olimpo.


ALEXICACOS


Alexicacos («el que aleja los males») es el sobrenombre de Heracles.


ALFEO


Río de la antigua Grecia, en el Peloponeso. La mitología lo relaciona con leyendas y ritos religiosos (véase Ártemis, Aretusa, Tetis y Océano) y también con la agricultura. Su nombre significa «productor, alimentador».


ALFESIBEA


Llamada también Arsínoe, fue la primera esposa de Alcmeón, quien fue ase sinado por sus dos hermanos Témeno y Axión.


ALTEA

Mujer de Eneo, rey de Calidón en Etolia, e hija de Testio, rey de Pleurón. Concibió a Meleagro, rey y héroe de los etolios y protagonista de la caza del jabalí de Calidón. Altea terminó su vida trágicamente, suicidándose a causa del dolor y el remordimiento por haber provocado deliberadamente la muerte de su hijo, cuya vida estaba vinculada a la consumición de un tizón que ella misma arrojó al fuego; al extinguirse este, Meleagro murió.


ALTEMENES


Hijo de Catreo y, por lo tanto, descendiente de Minos. Se estableció en Rodas, donde inició el culto a Zeus Atabyrios.

Según una profecía del oráculo, Altemenes mató a su propio padre con una flecha, al confundirlo con un enemigo. Cuando se dio cuenta de su error, invocó a los dioses para que, en expiación, la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragase. Su plegaria fue escuchada.


AMADRÍADAS


Ninfas de los bosques. Vivían en el tronco de los árboles. Su destino estaba vinculado al de la planta que las abrigaba; cuando esta moría, corrían la misma suerte. Entre todas las Ninfas, criaturas inmortales, las Amadríadas eran las únicas destinadas a morir.


AMALTEA


Según la leyenda, fue la cabra que amamantó a Zeus. Uno de los cuernos de Amaltea, quebrado por el lactante, fue recogido por la ninfa Melisa y obtuvo de Zeus la facultad de llenarse de todo cuanto pudiera satisfacer los deseos humanos (cuerno de la abundancia). Se decía que la piel de este animal había servido a Atenea para confeccionar su famoso escudo o égida.


AMATA


Esposa de Latino. El rey de Laurento hubiese otorgado gustoso la mano de su hija Lavinia al héroe troyano Eneas, pero Amata se opuso drásticamente y con su negativa provocó la guerra entre Turno, poderoso rey de los rútulos, y el propio Eneas, contienda que terminó con la derrota y muerte de Turno.


AMAZONAS


Pueblo de mujeres guerreras, nacidas, según la mitología, de Ares y de una ninfa. Se decía que tenían su reino en Capadocia, junto al río Termodonte, con Temiscira por capital, o bien en Escitia, en la ribera del pantano de Meótida. Su nombre significa «sin mama» y deriva de que solían cortarse el seno derecho para manejar mejor el arco.

Estas mujeres se entregaban a ejercicios guerreros. Se gobernaban por sí solas y eran enemigas de los hombres, a los que mataban sin piedad. Fueron derrotadas por Belerofonte. Combatieron contra Heracles y Teseo, y participaron en la guerra de Troya con su reina Pentesilea, muerta a manos de Aquiles. Otra famosa reina de las Amazonas fue Hipólita.


AMBROSÍA


Mítico alimento de los dioses. Lo traían blancas palomas que iban a buscarlo al jardín de las Hespérides, en el confín de Occidente. La ambrosía provocaba que los dioses conservaran la inmortalidad y la juventud.


ÁMICO


Hijo de Poseidón y de la ninfa Melia, y rey de los bébrices.

Era conocido en todo el mundo euroasiático por su gran fuerza y por su habilidad como luchador, pero al llegar los Argonautas, Pólux lo desafió y lo mató, después de sostener con él un duro combate.


AMITAÓN


Personaje mitológico recordado, sobre todo, por haber engendrado al adivino Melampo y porque de él descienden numerosos personajes importantísimos de las guerras tebanas, como Anfíloco, Anfiarao y Alcmeón, llamados por esta razón Amitaónidas.


AMITAÓNIDAS


Nombre que recibían los míticos hijos de Amitaón.


AMÓN


Dios egipcio de Tebas, posteriormente identificado con el dios solar Ra en el binomio Amón-Ra.

Los faraones le dedicaron dos templos, uno en Karnak y otro en Luxor. A medida que allí se debilitaba su culto, crecía su devoción en Nubia y en los oasis de Libia, sobre todo en Amonio, ciudad que se hizo famosa por su templo, visitado en el año 322 a. de C. por Alejandro Magno para hacerse proclamar hijo del dios. En algunas representaciones aparece con cabeza de cordero.


AMOR


Véase Eros.


ANAKTES


Nombre con el que se veneraba a los Dioscuros en Atenas. El término significa «dominador, rey».


ANCEO


Hijo de Licurgo. Mítico héroe griego que participó valerosamente en la caza del jabalí de Calidón. Cuando el animal salió de su madriguera, se destacó por su temeridad. Su imprudencia resultó funesta, pues se aproximó demasiado y, cuando estaba a punto de golpearlo con su hacha, cayó despedazado por el monstruoso animal.


ANCILE


Escudo que, según la tradición, cayó del cielo como regalo del dios Marte a los romanos. De su conservación dependía la vida misma de Roma. El rey Numa Pompilio, para impedir que lo robasen, hizo fundir once escudos idénticos al verdadero, y los colocó junto a este para que nadie pudiese identificarlo. El ancile se guardaba en el templo más importante de los dedicados a Marte, que se alzaba en Roma junto a la Puerta Capena.


ANDROGEO


Hijo de Minos. Según algunas leyendas, los atenienses y los megarenses lo mataron a traición; según otras, fue enviado contra el terrible toro de Maratón, donde murió. En cualquier caso, su fin provocó la venganza de su padre, el rey cretense, y la guerra contra los atenienses.


ANDRÓMACA


Hija del rey Ectión y esposa de Héctor. Es una de las figuras más delicadas de la Ilíada, y la descripción de su encuentro con Héctor (canto VI) es uno de los relatos más conocidos del poema, lleno de conmovedora poesía. Héctor había vuelto a entrar en la ciudad y antes de regresar a la sangrienta lucha quiso saludar a su esposa y a su hijo Astianacte. Andrómaca, que había llevado luto varias veces porque Aquiles había matado a su padre y a siete hermanos y había destruido Tebas, su ciudad natal, presagia que Héctor sufriría la misma suerte. Sale a buscarlo con su hijo en brazos, en un último intento por retenerle a salvo en la ciudad. Le advierte del triste destino que les tocaría en suerte a ella y al pequeño Astianacte si él faltase. Andrómaca sabe, sin embargo, que todos sus ruegos serán vanos y que Héctor, aunque apenado, volverá al campo de batalla. Esta evidencia imprime a las palabras que le dirige un tono de profundo dolor, de angustia, de miedo y casi de rebelión contra los acontecimientos, que inexorablemente la privan de sus seres más queridos. Después de la muerte de Héctor y de su hijo Astianacte a manos de Pirro, hijo de Aquiles, fue llevada por el mismo Pirro a Grecia como esclava. Se casó después con Heleno, otro hijo de Príamo, y con él reinó en Caonia (Epiro), donde, según Virgilio, la encontró Eneas.

Su figura inspiró a Eurípides, que escribió las tragedias Las troyanas y Andrómaca, a Ennio, autor de una obra titulada Andrómaca, y, entre los modernos, a Racine, con la tragedia Andromaque.


ANDRÓMEDA


Hija de la ninfa Casiopea y de Cefeo, rey de Etiopía. Casiopea se vanagloria de que su propia belleza y la de su hija aventajan a la de las Nereidas. Estas piden a Poseidón que las vengue. Etiopía es inundada y un enorme y terrible monstruo marino causa estragos entre hombres y animales. Interrogado el oráculo de Amón, este revela que el único medio para aplacar al monstruo es ofrecerle como presa a Andrómeda. La muchacha es, pues, atada a una roca, pero, cuando el monstruo marino está a punto de alcanzarla, aparece Perseo, que lo petrifica con la cabeza de Medusa. Como premio obtiene a Andrómeda por esposa. Después de su muerte, Andrómeda fue transportada a la morada de los dioses, entre las constelaciones.


ANFIARAO


Célebre vidente. Hijo de Linceo e Hipermestra. Fue uno de los siete reyes que asediaron Tebas para devolver el trono a Polinice y derrocar a su hermano Eteocles. Por ser adivino, había previsto que moriría en aquel asedio y por lo tanto se ocultó. Sin embargo, traicionado por Erifila, su mujer, a cambio de un collar, fue obligado a partir y un abismo que se abrió en el suelo durante la batalla se lo tragó con su carro. No obstante, antes de salir había hecho jurar a su hijo Alcmeón que lo vengaría si moría en la guerra. En efecto, a su muerte, Alcmeón mató a su madre Erifila. Anfiarao fue a habitar entre los dioses; tuvo un oráculo en Tebas y otro más famoso en Oropos. En su honor, se celebraban las fiestas Anfiareas, juegos gimnásticos y musicales. Acerca de él escribieron Esquilo, Eurípides, Aristófanes y Estacio.


ANFICTIÓN


Rey de Ática, que sucedió en el trono a Cránao. Anfictión era hijo de Deucalión, Erecteo le había quitado el trono.


ANFÍLOCO


Hijo de Anfiarao y de Erifila, perteneciente a la dinastía de los Amitaónidas. Como su hermano Alcmeón, intervino en los episodios de las guerras tebanas de los Siete y de los Epígonos y en el sitio de Troya. Fue uno de los guerreros escogidos para entrar en el célebre caballo de madera. Después de haber fundado la ciudad de Argos, murió en una reyerta con el adivino Mopso.


ANFIÓN


Hijo de Zeus y de Antíope, fue rey de Tebas junto con su hermano Zetos, después de matar a su tío Lico (véase Antíope). A diferencia de Zetos, Anfión era de ánimo gentil; dedicado a la poesía y a la música, había recibido de Hermes una lira maravillosa, de la que arrancaba dulcísimos sonidos. Cuando llegaron a ser señores de Tebas, ambos hermanos se dedicaron a la construcción de fortificaciones y de nuevas murallas que debían ceñir la ciudad. Sin embargo, mientras Zetos se fatigaba transportando las piedras, Anfión, con el son de la lira, hacía que estas se moviesen por sí solas y se amontonasen para formar las murallas. Anfión se casó con Níobe, hija de Tántalo, y tuvo de ella una numerosa prole, siete hijos y siete hijas, que Apolo y Ártemis mataron para vengar a su madre de los insultos que esta había recibido de Níobe. Anfión, anegado en profundo dolor, se suicidó.


ANFITRIÓN


Héroe descendiente de Perseo. Se casó con Alcmena, hija de Electrión y nieta de Perseo. Anfitrión mató al padre de su mujer y tuvo que huir de Tirinto, su ciudad natal, para escapar de la venganza de Esténelo, hermano de Electrión. Halló refugio en Tebas, donde fue bien recibido por el rey Creonte. Desde allí emprendió la guerra contra los Teleboides o Tafios, reos de la muerte de los hermanos de Alcmena. Durante su ausencia, esta recibió la visita de Zeus, que tomó la figura de su marido, y dio a luz a Heracles. Anfitrión murió más tarde en la guerra contra los minios de Orcómeno.


ANFITRITE


Una de las Nereidas, hija de Nereo y de Dóride, y esposa de Poseidón. Narra la leyenda que el rey del mar la vio danzar con sus hermanas en la isla de Naxos y se enamoró hasta el punto de raptarla. Según otros, la diosa había huido, se ocultó en el monte Atlante o en alejadas profundidades marinas, pero fue descubierta por el delfín de Poseidón y devuelta al dios. Su culto no se introdujo en Roma, donde la mujer de Neptuno se llamaba Salacia.


ANGERONA


En la mitología romana, divinidad de la discreción y del silencio que deben acompañar a los actos del amor satisfecho. Se representaba, generalmente, como una mujer joven, desnuda y con un dedo en los labios para indicar silencio. Todos los años se le dedicaba una fiesta el doce de diciembre. Su estatua estaba en el templo de Volupia, divinidad romana con la que a menudo era confundida.


ANICETO


Hijo de Heracles y de Hebe. El héroe legendario lo engendró cuando fue transformado en inmortal, por Zeus, y lo acogió en el Olimpo.


ANNA PERENNA O PERANNA


Divinidad romana, simboliza el año que siempre se renueva. Se la invoca para obtener una larga vida, felicidad y abundantes cosechas. Según la tradición, se identificó a la diosa con la hermana de Dido, quien, después del suicidio de esta, se refugió en Malta, en la corte del rey Bacto, para huir de su hermano Pigmalión. Más tarde se embarcó de nuevo, pero un naufragio la obligó a llegar hasta las costas de Lacio. Allí, acogida cortésmente por Eneas, despertó los celos de su esposa Lavinia. Recibió una advertencia en sueños de Dido (exhortándola a abandonar el palacio de Eneas), y así se arrojó a las aguas del río Numicio, que la ocultó entre sus fragosidades. Numicio, divinizado, se convirtió en su esposo.


ANQUÍNOE


Hija del Nilo. Este nombre significa «fuente de agua corriente». Se casó con Belo, rey de Egipto e hijo, a su vez, de Libia y Poseidón, y después dio a luz a Egipto y a Dánao.


ANQUISES


Príncipe de la familia reinante de Troya, hijo de Capis. Fue amado intensamente por Afrodita, de la cual tuvo a Eneas, que había de ser después el iniciador de la gloriosa historia de Roma. Se cuenta que lo cegó un relámpago precisamente en el momento en que se jactaba de su unión con la diosa.

En la trágica noche del incendio de Troya, el anciano Anquises fue salvado azarosamente por su hijo, que huyó llevándolo sobre sus hombros. Murió en Drepano (Trapani).


ANTEA


Esposa de Preto, llamada también Estenebea por los trágicos. Sintió un violento amor por el joven Belerofonte, que había sido acogido por Preto en la corte de Tirinto. Por no querer el héroe corintio ceder ante sus seducciones, lo acusó de haber atentado contra su virtud. Preto respetó las leyes de la hospitalidad, pero con el fin de vengarse envió al joven a casa de su suegro Yóbates para que lo mandase matar. Belerofonte, informado de la maquinación infame, quiso vengarse. Volvió a Tirinto, donde fue acogido afectuosamente por Preto, consiguió hacer revivir en el corazón de Antea su antigua pasión y la convenció para que le siguiese a su nuevo reino. Una mañana, huyeron montados en el mítico caballo Pegaso; pero, durante el viaje, Belerofonte lanzó el caballo a un galope desenfrenado y, al aproximarse al mar, la mujer cayó de la silla estrellándose contra las rocas.


ANTEO


Hijo de Poseidón y de Gea (la Tierra). Este mítico gigante reinaba en Libia y obligaba a todos los que pasaban por su territorio a luchar contra él. Le bastaba tocar con los pies la tierra, que le había dado el ser, para resultar invulnerable. Durante la empresa de los bueyes de Gerión, Heracles pasó por Libia y el gigante lo desafió. Para deshacerse de él, lo mantuvo levantado del suelo y lo asfixió con la poderosa fuerza de sus brazos mientras lo mantenía en el aire.


ANTEROS


Hermano de Eros, dios del amor. Era venerado como dios del amor correspondido, como su nombre indica. Otros lo consideran una personificación del dios enemigo del amor.


ANTICLEA


Hija de Autólico, a su vez hijo de Hermes. Poseía naturaleza divina. Se casó con Laertes y dio a luz al héroe griego Ulises. Durante una de las etapas de su largo peregrinar, este llegó hasta las puertas del Hades y tuvo ocasión de ver a varios difuntos conocidos; habló también con su madre, que le dio noticias de Laertes, de Penélope y de Telémaco.


ANTÍGONA


Hija de Edipo y de Yocasta. Delicada jovencita, de ánimo generoso e inclinado a la piedad. Siguió y cuidó a su padre ciego en su peregrinar hasta Colona, donde murió. Después de la muerte de Edipo, sus hijos Eteocles y Polinice se pusieron de acuerdo para reinar por turnos durante un año en Tebas, pero uno de ellos no respetó el pacto. Combatieron en duelo y se mataron mutuamente. Cuando su tío Creonte llegó a ser rey de Tebas, ordenó que el cuerpo de Polinice, que había sido el primero en sitiar la ciudad, sirviese de pasto a los perros y a los buitres. Antígona trató de oponerse al impío y, siguiendo sus impulsos compasivos, dio secretamente sepultura al cadáver de su hermano. Condenada, como castigo por su desobediencia, a ser enterrada viva, se ahorcó.


ANTÍLOCO


Guerrero griego, hijo del sabio Néstor y amigo íntimo de Aquiles. Participó valerosamente en diversas empresas durante la guerra de Troya; allí lo mató Memnón, rey de los etíopes; lo enterraron en un túmulo junto a Aquiles y Patroclo.


ANTÍNOO


El principal y el más audaz de los Procios, pretendientes de Penélope durante la ausencia de Ulises de Ítaca. Cuando este hubo superado la prueba impuesta por Penélope – ensartar los doce anillos de las segures plantadas en el suelo con el viejo arco del propio Ulises–, dirigió el arco contra Antínoo atravesándolo y dando así la señal para comenzar la matanza.


ANTÍOPE


1. Véase Hipólita.

2. Descendiente de Cadmo e hija del rey de Tebas Nicteo y de Polixo. Famosa por su deslumbradora belleza, impresionó a Zeus. El dios, enamorado de ella, la sedujo tomando la figura de un sátiro. Tuvieron dos hijos, Anfión y Zeto. Antíope huyó de la cólera de su padre, que había descubierto sus amores furtivos con el rey de los dioses, y encontró asilo junto al rey de Sición, Epopeo, que, aun sabiendo que estaba embarazada, no vaciló en casarse con ella. Estalló una guerra entre Epopeo y Nicteo, en la que ambos murieron. Lico, hermano de Nicteo, se encargó de devolver a su patria a Antíope, que durante el viaje de regreso dio a luz en el Citerón a los dos gemelos hijos de Zeus. Al llegar a Tebas, Lico se casó con Antíope, a la que, sin embargo, repudió más tarde para casarse con Dirce. Esta la convirtió en su esclava. Cuando pudo huir con la protección de Zeus, Antíope se reunió con sus hijos en el Citerón y, revelada su personalidad, pidió que la vengasen. Tanto se exaltaron que, tras reunir un ejército, conquistaron Tebas, mataron a Lico y, después de atar a Dirce a los cuernos de un toro, la condenaron a un suplicio atroz y mortal. Según otra leyenda, Dirce se encaminó al Citerón para tomar parte en una celebración en honor de Dioniso y allí encontró a la esclava fugitiva. Ordenó que, para castigarla, la atasen a los cuernos de un toro, pero los que debían ejecutar la orden eran precisamente Anfión y Zeto. Reconocieron a su madre y colocaron entre los cuernos del animal a la propia Dirce. Los dioses del Olimpo, sin embargo, indignados ante el bárbaro fin de la mujer, la transformaron en fuente, que brotó en las cercanías de Tebas y llevó su nombre. Dioniso, a quien Dirce había tributado honores especiales, hizo enloquecer a Antíope. Se dice que la mujer, demente y errabunda, recorrió gran parte de Grecia; la locura no amortiguó su belleza, por lo que, cuando llegó a Corinto, el rey Focas, al verla, se enamoró de ella, la convirtió en su esposa y consiguió sanarla de la demencia con que Dioniso la había castigado para vengar la muerte de Dirce.


APIS


Divinidad egipcia, representada por una figura de toro completamente negro, consagrado al dios Serapis. En el templo de Menfis se guardaba un toro al que se consideraba como el dios mismo y al que los sacerdotes ofrecían alimentos y bebidas en vasos de oro. Cuando el toro negro moría, todo Egipto vestía de luto, hasta que se conseguía encontrar otro animal idéntico que pudiese ocupar el lugar del dios Apis.


APOLO


Hijo de Zeus y de Leto (Latona), hermano gemelo de Ártemis, nació junto al monte Cinto en la isla de Delos. Se cuenta que Latona, perseguida por los celos de Hera, tuvo que peregrinar durante largo tiempo de un lugar a otro, a fin de encontrar un lugar seguro para dar a luz. Delos había sido, hasta entonces, una enorme roca que flotaba en el Océa no. Después del nacimiento de Apolo y de Ártemis, Poseidón le dio estabilidad fijándola con fuertes columnas hincadas en el fondo del mar. Cuando nació el dios, algunos cisnes sagrados dieron siete veces la vuelta a la isla volando, el séptimo día del mes; luego lo condujeron a su país a orillas del Océano, junto a los Hiperbóreos, que vivían en paz y justicia bajo un cielo siempre puro. Con frecuencia Apolo volvía allí para invernar, de lo cual deriva su sobrenombre de Hiperbóreo. En el hijo de Zeus, el Cielo, y de Latona, la Noche, los antiguos simbolizaron el milagro deslumbrante de la luz. Al despuntar la aurora, Apolo montaba en su carro tirado por blancos caballos alados e iniciaba su ascensión hacia el centro del cielo y otorgaba a su paso luz y calor a la tierra. Era venerado como Targelo, por los beneficios que producía en la vegetación y como el destructor de los ratones (Esminteo) y de los saltamontes (Parnoplio). Como dios de la luz tuvo que enfrentarse con los monstruos de las tinieblas. Cuando contaba sólo cuatro días de vida, mató en un valle, al pie del Parnaso, a la serpiente Pitón, nacida del limo de la tierra después del diluvio, que Hera había sacado de las tinieblas para que luchase contra él. La serpiente infestaba el lugar sagrado de Delfos, donde debía aparecer el oráculo de Apolo. En conmemoración de esta hazaña, el dios recibió el sobrenombre de Pitio, llamándose también Pitia a la Sibila, y juegos Píticos a los que se celebraban en Delfos para recordar la victoria del hijo de Latona. De la misma manera que conseguía dispersar las tinieblas de la noche, Apolo ahuyentaba la ignorancia con su arte adivinatoria, revelando la voluntad de Zeus; en él se inspiraban la Sibila y los adivinos. Además de Delfos, que fue siempre el lugar más importante, sus oráculos estaban extendidos por muchos países; había uno, por ejemplo, cerca de Colofón, otro junto a Mileto, otros en la región de Troya, en Licia y en diversos lugares del continente helénico. Los antiguos, además de ocuparse del espíritu, se ocuparon también del cuerpo y consideraron a Apolo como progenitor de los médicos y padre de Asclepio (en latín Esculapio). Este aprendió el arte de la medicina del centauro Quirón, a quien su padre lo había confiado después de la muerte de la madre, Corónides. Sin embargo, cuando este quiso sobrepasar los límites de la naturaleza devolviendo la vida a los muertos, se granjeó las iras de Zeus, que con un rayo lo hundió en el Hades. Apolo, para vengar a su hijo, mató con sus flechas a los Cíclopes que habían forjado el rayo de Zeus. Coexisten en Apolo dos aspectos. Es el defensor de la salud y del orden, de las leyes y de la justicia, pero provoca también la muerte, la peste y la ruina. El dios fue castigado dos veces con el exilio entre los mortales. La primera vez cuando conspiró con Poseidón, Hera y Atenea para encadenar a Zeus y dejarlo suspendido en el centro del cielo. La conjura fracasó y, junto con Poseidón, tuvo que ayudar al rey de Troya, Laomedonte, a construir las murallas de la ciudad. Terminado el trabajo, los dos dioses pidieron una recompensa al rey, pero este rehusó amenazándoles con cortarles las orejas y venderles como esclavos si insistían. Más tarde, Apolo se vengó de la ciudad y de la dinastía. En castigo por haber matado a los Cíclopes, Zeus le mandó a trabajar como pastor en casa del buen rey Admeto de Feres, en Tesalia. Durante un año, Apolo guardó los rebaños, que prosperaron extraordinariamente en aquel periodo, llevando la abundancia a la casa del rey. Sin embargo, un día, mientras Apolo guardaba los animales como de costumbre, se durmió a causa del bochorno agobiante. Hermes le robó cincuenta hermosas cabezas de ganado. Para aplacar al dios, que amenazaba con matarlo, el ladrón le regaló un caparazón de tortuga en el cual estaban colocadas algunas cuerdas tensas, sujetas con clavijas; fue la primera cítara. Apolo no quiso separarse nunca de ella y llenó de armonía el Olimpo y la tierra. Al extenderse sus atributos de sanador de cuerpos y espíritus, Apolo se convirtió en protector de todo cuanto estaba sujeto a las reglas de la proporción y del ritmo en la tierra, y tenía el poder de infundir paz y tranquilidad en los ánimos, es decir, la música, la poesía, el canto, el arte de edificar y el de reproducir la figura de los dioses. Dirigió el coro de las Musas y residía con ellas en el Helicón. De ahí su título de Musageta. Fue desafiado como músico por Pan, experto en la flauta fabricada con cañas. Midas, rey de Frigia, hizo de juez y entregó el premio al velloso, al de las patas de cabra. En venganza, Apolo hizo que le creciesen orejas de asno. Otra competición tuvo lugar entre el dios y el sátiro frigio Marsias, hábil flautista. Marsias resultó vencido y Apolo, implacable, atándolo a un árbol, lo desolló vivo. Con esta leyenda de significado mítico y moral se pretendía atestiguar una supremacía de la música griega sobre la asiática, de la noble cítara sobre la flauta silvestre, mientras que se advertía que no se tenía que intentar lo imposible. Numerosas y generalmente infortunadas son las leyendas sobre los amores de Apolo. Se enamoró de la ninfa Dafne, transformada en laurel por la Tierra, cuando el dios estaba a punto de poseerla. Desde entonces, el laurel estuvo consagrado a Apolo y con él se coronaba a los héroes y poetas. Corónides, que concibió a su hijo Asclepio, lo traicionó con un mortal, atrayéndose la venganza de Apolo y la muerte. Apolo se prendó también de Casandra, hija del rey Príamo, y, para seducirla, se ofreció a enseñarle el arte de la adivinación. Casandra aceptó, pero no cumplió lo pactado, por lo cual Apolo la castigó quitándole el don de la persuasión; profetizaba pero nadie la creía; Apolo no amó tan sólo a mujeres, sino también a algunos donceles, entre los cuales los más célebres son Jacinto y Cipariso, cuya muerte, o mejor aún, cuya metamorfosis – el primero se transformó en flor homónima y el segundo en ciprés– lo afligieron profundamente. Apolo era representado como un joven bellísimo, de figura atrayente y armoniosa, de rostro sereno e inspirado. Según sus distintos atributos aparecía sobre el carro solar, con la cítara y el laurel o junto al trípode en el que se apoyaba la Sibila para profetizar. Su culto figuró entre los más difundidos en las diversas regiones de Grecia; en Delfos, en el valle de Tempo, en Creta, en Delos y en las costas de Asia Menor era honrado su nombre. Le estaban dedicados el cisne, la palma y el laurel. Los romanos no tardaron en acoger en el panteón de sus dioses al Apolo griego y lo veneraron con el nombre de Febo, una de las mayores divinidades del Olimpo romano, con sus tres atributos de adivino, médico y protector de las Musas. Durante la guerra contra Cartago se instituyeron los juegos Apolinares, inspirados en los Píticos. Augusto lo veneró de manera especial porque creía que la victoria de Accio debía atribuirse a su intervención, y mandó construir un templo en su honor sobre el Palatino.

En las artes figurativas Apolo aparece representado con frecuencia hasta el punto de que su iconografía supera a la de Zeus, su padre. No ha habido pintor, escultor ni artista que no le haya dedicado una parte notable, acaso la mejor, de su talento. Recordaremos las obras más importantes que han llegado hasta nosotros: la Cabeza de Apolo, del siglo V, está en el Museo Barroco de Roma; la Crátera ática con Apolo, Dioniso y Hermes y El Apolo de Veyo del siglo V, en el Museo de Villa Julia de Roma; el Apolo Citaredo, bronce del siglo V y el Apolo de Belvedere – la más hermosa de las estatuas– ambas en el Museo Vaticano de Roma; el Apolo Citaredo de Pompeya, en el Museo Nacional de Nápoles; el Apolo del frontón del templo de Zeus, en Olimpia; el Apolo llamado Pitión, del siglo V, en el Museo Nacional de Atenas; el Apolo Sauróctono de Praxíteles; el Apolo Musegeta del siglo IV; el Apolino en la Galería de los Uffizi de Florencia; el Apolo de Calámide en el Museo Capitolino de Roma. En pintura son conocidos los cuadros: Apolo y las Musas en la Galería de Arte Moderno de Milán y Dafne y Apolo en la Pinacoteca de Brera en Milán. En general, Apolo ha sido siempre motivo de inspiración para los artistas.


APSIRTO


Hijo de Eetes y hermano de Medea, asesinado por esta, que lo cortó a trozos y lo arrojó al camino para retardar la persecución de su padre mientras huía con Jasón.


AQUELOO


El más importante de los ríos griegos, actualmente llamado Aspropótamo. Nace en Peristeri, cruza, formando un amplio valle, la región del Pindo y desemboca en el golfo de Patrás en el mar Jónico. Hijo de Océano y Tetis, diosa del mar, se le consideraba el rey de los ríos y era bastante venerado. Adopta diversos aspectos: de leopardo, de serpiente y de toro. En su figuración de toro luchó contra Heracles por la posesión de Deyanira, pero fue derrotado.


AQUEO


Hijo de Juto y de Creúsa, sobrino de Héleno, fue el fundador de los aqueos.


AQUERONTE


Nombre antiguo de algunos ríos de Grecia. El más conocido, el actual Mecropótamo del Epiro, tiene un curso salvaje, en parte subterráneo, y forma la mefítica laguna de Aquerusia. Considerado el mayor de los cinco ríos infernales, daba acceso al Hades. Las almas de los muertos, al ser incinerados o inhumados, eran admitidas en la travesía utilizando la barca de Caronte. Aqueronte fue personificado como hijo de Deméter y transformado en río como castigo por haber ofrecido agua a los Titanes cuando escalaron el cielo.


Aquiles


AQUILES


El más célebre de los héroes legendarios de Grecia. Hijo de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia, y de Tetis, una de las Nereidas. Su madre, para hacerlo invulnerable, lo sumergió en la Estigia, sujetándolo por el talón, por lo que este resultó ser el único punto vulnerable de su cuerpo. Su educación y adiestramiento se los confió al centauro Quirón y a Fénix. Para impedirle participar en la guerra de Troya, donde sabía que estaba destinado a morir, su madre Tetis lo ocultó, disfrazado con vestiduras femeninas, en la corte de Licomedes, rey de Esciro. Descubierto por el astuto Ulises, partió con él en la expedición de Troya, en la que pronto se reveló como el más eficaz defensor de los griegos contra los troyanos. Pero su ira era tan implacable como valeroso, insuperable y feroz era en la batalla. Irritado contra Agamenón, que le había obligado a cederle la esclava Briseida, en sustitución de Criseida, que el mismo Agamenón había restituido a su padre, el sacerdote Crises, airadamente se negó a combatir, a pesar de los reveses sufridos por los griegos. Sólo la muerte de su amadísimo Patroclo, a manos de Héctor, despertó de nuevo su furia guerrera y vengadora. Revestido con nuevas armas, resplandecientes y poderosas, que Tetis había encargado expresamente a Hefesto, Aquiles empezó a causar estragos entre los troyanos, luego se enfrentó con Héctor y lo mató. Maltrató repetidas veces el cadáver en presencia de los propios troyanos y de Príamo y Hécuba, padres de Héctor. Su afán de venganza se aplacaría tras las solemnes honras fúnebres tributadas a Patroclo. Posteriormente, demostraría una piedad profunda y pensativa – presagio de su inminente fin– hacia Príamo, el anciano rey, que le suplicaba que le devolviera el cadáver de su hijo. Aquiles, lleno de dignidad, se lo concedió. Lloran juntos, el anciano, de pesar por la muerte de su hijo Héctor; el héroe griego, de dolor pensando en su viejo y lejano padre, a quien no volverá a ver. Aquiles actuó en adelante presintiendo su fin inminente; poco después moriría, efectivamente, en manos de Paris. El hijo de Príamo (precisamente en los instantes que preceden a la ruina de su ciudad, arrasada y devastada por los griegos) lo herirá en el talón con una flecha provocándole la muerte.


AQUILÓN


Viento del nordeste, llamado también Bóreas, divinizado, como los otros vientos, por la fantasía de los griegos.


ARACNE


Muchacha lidia. Aprendió de Atenea el arte de tejer y alcanzó tal pericia que se jactó de haber superado a la propia diosa. Esta, celosa de su superioridad, habiéndola oído, la visitó en figura de anciana rugosa y, revelando ser la diosa, la desafió a un concurso de destreza. Aracne aceptó. Atenea representó sobre la tela con la aguja y con lanas de colores el esplendor del Olimpo y de los dioses; Aracne, en cambio, representó con riqueza de matices y de tonalidades los amores de los dioses, resultando su obra tan perfecta que la propia Atenea, viéndose igualada, en ímpetu de envidiosa irritación destruyó la tela, rompió el telar y transformó a la muchacha en araña, condenándola por toda la eternidad a tejer finísimas e iridiscentes telas.


ARARACO


Hijo de Tros y de Calírroe, de quien desciende la familia real de los troyanos. Araraco, por su parte, gobernó en Dardania y engendró a Capis, cuyo hijo fue Anquises, padre de Eneas. Tuvo dos hermanos: Ilo y Ganimedes, que por su belleza fue arrebatado al Olimpo.


ARCADE


Hijo de Zeus y de la ninfa Calisto. Se le considera el progenitor de los arcadios. La leyenda dice que el joven, valiente cazador, estaba a punto de matar por ignorancia a su madre, transformada en osa por la celosa Hera. Los gemidos de la fiera lo detuvieron; Zeus intervino transformando a Arcade en oso que, junto con su madre, fue trasladado al cielo, donde ocupa un lugar entre las constelaciones (Osa Mayor y Osa Menor).


AREÓPAGO


La colina de Atenas consagrada a Ares, de quien deriva su nombre. Este lugar llegó a ser, tras algunos acontecimientos míticos – el juicio de todos los dioses acerca de Ares y el de los Areopagitas, es decir, los miembros del Areópago, al que fue sometido Orestes después del parricidio–, la sede del más antiguo y del máximo tribunal de Atenas, que juzgaba los delitos de sangre. Más tarde, al parecer a raíz de las reformas de Solón, el celebérrimo legislador ateniense, el Areópago desempeñó las funciones de suprema vigilancia, incluso sobre las actividades administrativas y religiosas de la ciudad-estado. Los miembros celebraban sus sesiones de noche, al aire libre, y su juicio era inapelable.


ARES (MARTE)


Ares


Hijo de Zeus y de Hera. Considerado el dios de la guerra en su aspecto más belicoso, gozaba con la vista de la sangre y de las cruentas matanzas. Tenía una figura gigantesca y una potente voz. Llevaba coraza y yelmo con cimera rojiza; iba armado con una lanza o espada y, a veces, se le veía guiar un carro, cuyas ruedas estaban armadas con hoces cortantes. Le acompañaban dos demonios de rostros lívidos, que le servían de escuderos: Deimo y Fobo (es decir, la personificación del espanto y del temor), que llevaban látigos hechos de serpientes. También iba junto a él su hermana Eris, la Discordia, y Enyo, diosa de las matanzas, que bebía la sangre de los caídos y despedazaba sus miembros. A menudo, los griegos se complacían en representar a Ares vencido, con su fuerza brutal contenida y engañada por el valor más inteligente de Heracles (Hércules) o por la sabiduría de Atenea, que hizo que Diomedes le hiriera ante los muros de Troya. Otra vez, combatió contra Heracles llevando la peor parte.

El héroe había matado a su hijo Cicno y Ares intervino para defenderlo, pero fue herido en el muslo y tuvo que retirarse de la lucha. Las leyendas con referencias al dios Ares no son numerosas y su culto no estaba muy difundido en Grecia. Era venerado especialmente en Tebas, donde tuvo un manantial custodiado por un dragón, hijo suyo. Cuando Cadmo llegó a Grecia, procedente de Siria, quiso coger agua de dicha fuente para celebrar un sacrificio, pero el dragón trató de impedírselo. Cadmo lo mató, pero en expiación tuvo que servir a Ares como esclavo durante siete años. Al fin de este periodo obtuvo como esposa a Harmonía, hija de Ares y de Afrodita. A esta unión se remonta el origen de la familia real tebana. En Atenas existía un lugar que llevaba el nombre del dios: el Areópago o colina de Ares. A sus pies corría un manantial, junto al que Ares descubrió un día a un hijo de Poseidón cuando intentaba forzar a Alcipe, la hija que él había tenido con Aglauro. Para defenderla, Ares se precipitó sobre el joven y lo mató. Poseidón lo citó entonces ante un tribunal formado por todos los dioses del Olimpo, que se reunió en la misma colina. Ares fue absuelto. Sin embargo, para recordar el suceso la colina se llamó Areópago. Con respecto a los amores de Ares con Afrodita existen dos versiones. Homero cuenta que, cuando Ares consiguió enamorar a la bella y caprichosa Afrodita, fue sorprendido por el marido de esta, Hefesto, a quien Helios, el sol que todo lo ve, había revelado las relaciones ilícitas. Hefesto capturó en una red de mallas invisibles a los dos amantes, exponiéndolos así a la irrisión de todos los inmortales. Otros, en cambio, refieren que Ares fue el marido legítimo de Afrodita y que de ellos nació Harmonía, que como ya hemos dicho fue otorgada por esposa a Cadmo, dando origen a los reyes de Tebas. Los hijos de Ares tuvieron defectos peores que los paternos. Además de Cicno, a quien mató Heracles, se decía que Ares fue padre del salvaje rey tracio Diomedes, el que alimentaba a sus caballos con carne humana, y del rey tesaliano Flegias, frustrado incendiario del templo de Apolo. También las Amazonas, por su amor a la guerra y su fiereza, eran consideradas hijas de Ares. El dios itálico identificado con Ares es Marte, que, al parecer, fue en su origen el dios de la vegetación primaveral que vencía la esterilidad del invierno. Sin embargo, en la belicosa Roma pasó a ser el dios de la guerra ante todo, bajo la influencia del Ares griego. Le estaba consagrado el mes de marzo, en el cual se celebraban sus fiestas; a su culto estaban dedicados los sacerdotes Salios y el flamen de Marte. Su importancia se fue haciendo mayor hasta llegar a ser el dios más poderoso después de Zeus. Su calificativo más usado era el de Gradivus («el que se lanza al combate»). Invocado antes de comenzar la batalla, se le consagraba parte del botín, y en caso de derrota, esta se atribuía a su influencia adversa; se trataba entonces de aplacar su supuesta cólera con grandes sacrificios. Como compañeras suyas se citaban algunas divinidades: Metus y Pavor (personificación del miedo y del espanto), que recuerdan a Deimo y Fobo, Honos y Virtud (personificación del honor y del valor), la diosa Victoria (evidentemente signo de la victoria) y Pax (la paz); lo acompañaba también su hermana Belona, diosa de la guerra, equivalente a la diosa griega Enyo. Augusto, después de su victoria sobre los asesinos de César, instituyó el culto a Marte Ultore («vengador»), dedicándole un templo en el Foro. La leyenda lo hace padre de Rómulo y Remo (nacidos de Rea Silvia) y de ahí su apelativo de Pater. Le estaba consagrado el Campo de Marte, una amplia plaza en la orilla izquierda del Tíber, donde se ejecutaban ejercicios militares. Tenía numerosos templos, el más importante de los cuales se encontraba junto a la Puerta Capena, donde se guardaba el Ancile. Animales a él consagrados eran el lobo, el caballo y el pájaro carpintero. De ordinario se le representaba como un joven hermoso y gallardo, de aspecto enérgico.


ARETUSA


Ninfa transformada por Ártemis en una fuente de la isla de Ortigia, cerca de Siracusa, adonde la siguió Alfeo, dios fluvial. Este, enamorado de ella, tras haber tomado figura humana, volvió a ser río y atravesó el mar, consiguiendo mezclar sus aguas con las del manantial de la ninfa. Este mito predomina en la numismática siciliana de los siglos I y III a. de C.


ARGES


Uno de los Cíclopes. Lo mismo que sus hermanos Brontes y Estéropes, era una evidente divinización de los fenómenos de la electricidad atmosférica. Arges personificaba el rayo.


ARGONAUTAS


Argonautas


El ciclo y la leyenda de los Argonautas se forjaron en torno de la figura de Jasón, héroe tesaliano. Su padre Esón reinaba en Yolco, al pie del monte Pelios. Esón, destronado por su hermanastro Pelias, hijo, según se decía, de Tiro y de Poseidón, tuvo que retirarse al exilio. Jasón, como la mayoría de los héroes legendarios, había sido educado por el centauro Quirón, a quien lo habían confiado a escondidas para salvarlo de Pelias. Al cumplir los veinte años, abandonó la cueva de su maestro y se presentó, sin darse a conocer, en la corte de Yolco, cuando su tío se disponía a celebrar un sacrificio. Iba vestido de forma un tanto extraña; cubierto con una piel de pantera, sostenía una lanza en cada mano y llevaba descalzo el pie izquierdo, porque había perdido una sandalia por el camino. Al verlo, Pelias se acordó de un oráculo que le había aconsejado guardarse del hombre que se presentase ante él con una sola sandalia. Tras ordenar al viajero que se aproximase, le preguntó cuál creía que debía ser el castigo de quien conspiraba contra su rey. Jasón respondió que había que enviarlo a la conquista del vellocino de oro. Pelias le reveló entonces que con toda probabilidad quien conspiraba contra el rey era él mismo, Jasón, y que ya había sido pronunciada la sentencia. Jasón se vio obligado a obedecer después de obtener de Pelias la promesa de que a su regreso recuperaría el trono arrebatado antes a su padre. Este preciado vellocino de oro, cuya conquista parecía una empresa imposible, había pertenecido a un carnero divino, alado, que Hermes regaló en otro tiempo a Néfele, la primera esposa de Atamante, el rey a quien Zeus encomendara la educación de Dioniso. Cuando Ino, la segunda mujer de Atamante, consiguió con sombrías maquinaciones que los dos hijos de Néfele, Frixo y Hele, fuesen sacrificados para alejar del país una perniciosa sequía, Néfele regaló a sus hijos el carnero divino y alado, que los transportó a través del cielo. Sin embargo, Hele, la niña, cayó de cabeza al mar durante el viaje mientras estaban atravesando el estrecho, que por ella tomó el nombre de Helesponto o mar de Hele. Su hermano Frixo llegó sano y salvo a Cólquida, en la región del Cáucaso, donde sacrificó el carnero a Zeus, colgó el vellón del animal, que era de lana de oro, en un bosque consagrado a Ares y lo mandó custodiar por un terrible dragón siempre alerta. Frixo se casó con Calcíope, hija de Eetes, rey de aquel país, que ordenó guardar celosamente el vellocino de oro. Para realizar su empresa, Jasón comenzó pidiendo ayuda a Argos, el hijo de Frixo, y este, aconsejado por Atenea, construyó la nave a la que dio nombre, dotada de cualidades maravillosas. La proa estaba hecha con un tronco de una encina profética de Dodona; la propia diosa la había cortado concediéndole el don de la palabra, de forma que podía pronunciar profecías. Mientras la construían, Jasón reunió a un gran número de compañeros, a los que se llamó Argonautas o navegantes de Argos. Entre ellos figuran los principales héroes de la generación que precedió a la guerra de Troya; son los padres de los combatientes aqueos, compañeros de Agamenón, y otros que figuran en el ciclo tebano, como el adivino Anfiarao. Pero los Argonautas más célebres, los que desempeñaron un papel destacado en la empresa son: Peleo, rey de los mirmidones; Tideo, padre de Diomedes; Acasto, rey de Yolco; Meleagro, el que dio muerte al jabalí de Calidón; Teseo, rey de Atenas; el cantor tracio Orfeo; los Boréadas, Calais y Zetes, los dos hijos de Tindáreo; Cástor y Pólux, y sus primos Idas y Linceo. Orfeo era el poeta de la expedición y Asclepio el médico, mientras que el adivino oficial era Idmoneo, hijo del argivo Abante. En total, los Argonautas eran cincuenta, es decir, tantos como los remos de la nave que los transportaba. El viaje comenzó con favorables auspicios. Los presagios indicaban que todos volverían con vida excepto Idmoneo. La primera etapa fue la isla de Lemnos, que en aquella época estaba habitada sólo por mujeres, las cuales, en virtud de una maldición de Afrodita, habían matado a todos los hombres y estaban preocupadas por la continuidad de la estirpe. Los Argonautas fueron acogidos con hospitalidad y les dieron hijos. Luego se dirigieron hacia el Helesponto. El rey de los doliones, Cízico, los recibió con benevolencia en su país. Sin embargo, la noche siguiente, cuando los Argonautas reanudaron la travesía, vientos contrarios les condujeron de nuevo sin que ellos lo supieran al país de los doliones, que no les reconocieron y los atacaron, creyéndoles piratas. El rey Cízico acudió al oír el fragor de la batalla y, en la lucha, lo mató Jasón. Al hacerse de día, ambos bandos reconocieron su error. Durante los tres días sucesivos los Argonautas celebraron solemnes funerales por el rey y organizaron juegos fúnebres en su honor. La etapa siguiente los llevó a la costa de Misia. En el país de los hébricos, donde desembarcaron a continuación, Pólux fue desafiado por el rey Ámico y lo venció. Al día siguiente, la nave Argos se vio sacudida por una violenta tempestad y tuvo que atracar en la costa de Tracia, en el reino de Fineo. Este era un adivino ciego al que los dioses habían hecho víctima de una maldición singular; las Arpías saqueaban su mesa y ensuciaban con sus excrementos todo lo que no podían llevarse. Los Argonautas pidieron a Fineo que los informase sobre el éxito de su expedición, pero este exigió a cambio que lo liberasen de las Arpías. Los dos hijos de Bóreas, que eran alados, persiguieron a los monstruos y, cuando los alcanzaron en las islas Es troíades, les hicieron jurar que no volverían a importunar al rey. Fineo reveló a sus liberadores cuanto debían saber acerca del porvenir y los puso en guardia contra los Semiplégades, dos arrecifes que se movían con tanta velocidad que difícilmente podía pasar entre ellos una nave sin peligro de naufragio. Reemprendiendo su viaje, los Argonautas encontraron, efectivamente, los arrecifes de los que les había hablado Fineo; para conocer la voluntad de los dioses, enviaron una paloma, que voló en línea recta entre los Semiplégades, atravesándolos sin sufrir daño. Alentados, los Argonautas intentaron pasar, y lo lograron. Desde aquel día, los Semiplégades quedaron inmóviles, porque según los hados su movimiento debía terminar cuando una nave consiguiese atravesarlos. De esta manera, los navegantes entraron en el Ponto Euxino. Después de otras etapas llegaron a Cólquida; en la corte de Eetes, Jasón expuso al rey el motivo de su llegada. Eetes no se negó a lo que pe dían, pero, antes de cederles el vellocino de oro, exigió que el héroe, solo y sin ayuda, unciese toros de pezuñas de bronce que lanzaban llamas por las narices. Estos monstruos, regalo de Hefesto, eran de una ferocidad extrema, y así el rey esperaba, evidentemente, que Jasón sucumbiese. Añadió aún una segunda prueba; dominados los toros, el héroe debía arar un campo y sembrar allí los dientes del dragón de Ares. Jasón, perplejo ante la dificultad de las empresas que le habían propuesto, encontró ayuda en Medea, hija del rey, que sintió una violenta pasión por él. Le regaló un bálsamo mágico que debía esparcir por todo su cuerpo para evitar las quemaduras y ser invulnerable. Ella, que era maga y sacerdotisa de Hécate, le reveló, además, lo que surgiría de los dientes del dragón, una vez sembrados. Así preparado, Jasón consiguió domar a los dos toros, arar el campo y sembrar los dientes. De estos, como le había predicho Medea, nació un grupo de guerreros bien armados. Escondiéndose de ellos, Jasón lanzó una piedra en medio del grupo y los guerreros comenzaron a acusarse recíprocamente y se mataron unos a otros. Eetes, entretanto, no había mantenido su promesa y estaba a punto de incendiar la nave Argos, cuando Jasón, con la ayuda de Medea, se apoderó del vellocino y escapó, siempre acompañado por la muchacha, que había tomado consigo a su hermano Apsirto. Eetes, furioso por haber sido burlado, lo empezó a perseguir. Para detenerlo, Medea mató al pequeño Apsirto y dispersó sus miembros por el camino. Eetes se entretuvo recogiéndolos y, cuando terminó, era ya demasiado tarde para alcanzar a los fugitivos. La voz de Argos reveló que Zeus estaba irritado por la muerte de Apsirto y que era necesario que lo purificara la maga Circe, hermana de Eetes y, por consiguiente, tía del asesinado y de Medea. Obedientes, hicieron escala en el país de Circe, cerca de Gaeta, en la costa itálica. Circe los purificó y la nave continuó su camino. Al atravesar el mar de las Sirenas, Orfeo cantó una melodía tan bella que nadie se sintió tentado de escuchar la voz de las encantadoras. Atravesando el estrecho de Mesina, la nave se encontró frente a la isla de los Feacios, donde se había detenido un grupo de cólquidos que la perseguía, pero Alcínoo, rey de los Feacios, se negó a entregarlos y los Argonautas continuaron la travesía. Una tempestad los arrastró hasta la ribera de Sirte, en la costa de Libia. Para encontrar refugio, transportaron la nave sobre sus hombros hasta el lago Tritón y el dios de dicho lugar, Tritón, les mostró un paso a través del cual salieron de nuevo a mar abierto. Desde allí hubiesen querido desembarcar en Creta, pero el gigante Talos, cuyo cuerpo era de bronce, les impidió el acceso a la isla. Sin embargo, gracias a los encantamientos de Medea, el gigante resbaló sobre las rocas, dislocándose el tobillo, su único punto vulnerable, y murió. Los Argonautas acamparon en la orilla, después de haber construido un templo a Atenea. Tras algunos días de navegación, desembarcando una vez en Egina, llegaron finalmente a Yolco con el vellocino de oro. La azarosa empresa había durado casi dos años. Sin embargo, las aventuras de Jasón y Medea estaban lejos de terminar. Pelias no quiso cumplir su promesa de ceder el reino a Jasón. Medea convenció a las hijas de aquel de que podían devolver la juventud a su padre y, para demostrarlo, puso a cocer un viejo carnero, cortado a trozos, en un caldero lleno de hierbas mágicas, del cual surgió un cordero jovencísimo. Entonces, las hijas de Pelias no vacilaron; cortaron en pedazos a su padre y lo pusieron a cocer, pero Pelias no revivió. Tras este delito, Jasón y Medea fueron expulsados de Yolco y se retiraron a Corinto, donde vivieron algún tiempo hasta que el rey del país, Creonte, quiso dar a su hija Creúsa por esposa a Jasón, quien, a su vez, repudió a Medea. Esta envió a su rival, como regalo de bodas, una túnica impregnada en veneno que la mató instantáneamente. Para terminar su venganza contra Jasón, Medea mató ante sus ojos a los dos hijos que había tenido de él, huyendo luego a Atenas en un carro tirado por un dragón alado. Al final de su vida, después de una estancia en Atenas en casa de Egeo, padre de Tesea, volvió a Cólquida, donde restituyó el reino a Eetes, que había sido desposeído por Perseo. Jasón, atormentado por tantas aventuras y desventuras, buscó la muerte bajo la nave Argos, con la que se hundió.


ARGOS


1. Hijo de Agenor y de Gea (la Tierra), era un gigante que tenía cien ojos alrededor de la cabeza y que, aun estando profundamente dormido, cerraba tan sólo cincuenta. Fue colocado por la celosa Hera como guardián de Io, la muchacha de quien se había enamorado Zeus y que había transformado en ternera para ocultar a su esposa sus relaciones ilícitas. Argos montaba guardia con tanto celo que Zeus, desesperado, recurrió a la ayuda de Hermes, el cual, disfrazado de pastorcillo, se sentó junto al monstruoso guardián y entonó con su flauta la más bella de sus canciones. Sintiéndose fascinado y lleno de cierta languidez, Argos advirtió que sus ojos se cerraban uno a uno, faltándole las fuerzas para mantenerlos abiertos. Hermes le cortó la cabeza y liberó a Io. Hera, para honrar la memoria de Argos, colocó sus cien ojos en la cola del pavo real, que desde entonces se convirtió en su animal preferido y consagrado a ella.

2. Perro fiel de Ulises; animal que envejeció aguardando a su dueño. Fue el primero en reconocerlo al volver a Ítaca y, después de verlo, murió.

3. Hijo de Frixo, místico constructor, dirigido por Atenea, de la nave Argos, que condujo a los Argonautas a la conquista del vellocino de oro.


ARIADNA


Hija de Minos, rey de Creta, y de Pasífae. Cuando Teseo llegó a Creta, decidido a liberar la isla del terrible Minotauro, que habitaba en el Laberinto, Ariadna se enamoró de él y le regaló un ovillo de hilo, que, extendido a través del intrincado camino, permitió a Teseo, después de matar al monstruo, encontrar el camino de regreso. Ariadna se convirtió en su esposa y partieron juntos, pero un terrible huracán los obligó a hacer escala en la isla de Naxos, donde Ariadna, agotada, pidió descansar. Teseo la dejó dormida en un lugar sombrío y florido, y volvió a la nave para reparar los daños sufridos, pero una nueva tempestad rompió las amarras y la embarcación fue arrastrada hasta alta mar. Ariadna, cuando se vio abandonada, se desesperó mucho y se dejó caer, llorando, sobre la hierba. Así la vieron los sátiros del séquito de Dioniso, que se encontraban también en la isla, y se lo contaron a su dios. Este trató de consolarla, y al contemplarla se prendió de su belleza, que la hacía parecer una diosa más que una mujer mortal, y le propuso matrimonio. Las nupcias se celebraron entre las danzas y los coros de los Faunos y de las Bacantes. Los esposos montaron en un carro tirado por panteras y triunfalmente se dirigieron al Olimpo. Dioniso regaló a su joven esposa una corona de oro, delicado trabajo de Hefesto, que con el nombre de Corona de Ariadna fue colocada entre las constelaciones.


ARICIA


Sobrina del rey Egeo, fue la única, entre los cincuenta hijos de Palante, que se salvó del exterminio llevado a cabo por Teseo para que su padre pudiese conservar el trono de Atenas. Fue esposa de Hipólito, su primo, cuando este recobró la vida.


ARIÓN


1. Fabuloso caballo surgido de las entrañas de la tierra como consecuencia de un golpe del tridente de Poseidón. Perteneció a la deidad del mar y a Heracles, así como a otros dioses y héroes. Montado en este caballo alado se salvó Adrasto, único superviviente de la funesta guerra de los Siete contra Tebas.

2. Poeta de la antigua Grecia. Su leyenda tiene muchos puntos de contacto con la famosísima de Orfeo y tiende también a demostrar la naturaleza sobrenatural de los poetas. Había nacido en Metimna (Lesbos) y era hijo de Poseidón, dios del mar. Tocando el laúd y cantando, conseguía conmover no sólo a los hombres, sino también a las plantas y los animales. Un día lo capturaron unos piratas que conocían las riquezas que había acumulado con su arte exquisito. Antes de matarlo, le permitieron tocar por última vez. Los marineros no se conmovieron, pero centenares de delfines se reunieron fascinados en torno al navío de los piratas. Arión se lanzó al mar de un salto, y uno de los delfines lo puso a salvo. Al parecer, perfeccionó el ditirambo y la lírica coral.


ARISTEO


Hijo de Apolo y de la ninfa Cirene, que lo engendró en el lugar en que más tarde se alzó la ciudad que llevaría su nombre. Aristeo fue criado por las Ninfas, que le enseñaron a hacer leche cuajada, a criar abejas y a cultivar el olivo y la viña, oficios que más tarde Aristeo enseñó a los hombres. Se decía que inventó un método para extraer el aceite de los olivos y que fue el primero en mezclar el agua con la miel para obtener el hidromiel. Enseñó también a fabricar con la miel aromas y bálsamos contra las picaduras de insectos venenosos y a embalsamar los cadáveres. Amante de los viajes, Aristeo llegó hasta Tesalia, donde apacentó los rebaños de las Musas. De allí pasó luego a Beocia, donde se casó con Autónoe, una de las hijas de Cadmo, que le dio un hijo llamado Acteón. Después de la muerte de este, devorado por los perros como castigo por haber contemplado a Ártemis mientras se bañaba, Aristeo se dirigió a Arcadia y luego a Ceos, isla del Egeo, donde aconsejó a los habitantes sobre la manera de remediar una carestía que asolaba el país, y por último a Sicilia, Cerdeña y Tracia. Allí se enamoró de la ninfa Eurídice, y la persiguió con sus requerimientos amorosos. Sin embargo, la ninfa, que estaba a punto de casarse con Orfeo, no quería escucharle y un día, cuando intentaba huir del fogoso pretendiente, al atravesar un prado no vio una víbora, que la mordió, causándole la muerte. Las compañeras de la ninfa mataron, para vengarse, a todas las abejas de Aristeo, que, aconsejado por Proteo, tuvo que llevar a cabo numerosos y abundantes sacrificios para aplacar el espíritu de Eurídice. Inmoló cuatro toros y cuatro yeguas negras, y de las víctimas brotaron enjambres de abejas que le permitieron reconstruir sus colmenas. Un día Aristeo se desvaneció para reaparecer más tarde, según Heródoto, en Cízico, ocultándose de nuevo. Trescientos años después se supo que vivía en Metaponto, donde indujo a los habitantes a erigirle una estatua junto a la de Apolo. Según Plutarco, Aristeo poseyó el don de recuperar a voluntad su propia alma, que, al abandonar el cuerpo, tomaba la figura de un ciervo. El culto de Aristeo se difundió sobre todo en Sicilia, entre los pastores. Júpiter lo colocó entre las constelaciones, donde constituye el signo de Acuario.


ARPÍAS


Eran hijas, según se decía, de Taumante y Electra o de Tifón y Equidna. Monstruos fabulosos, eran representados como seres alados con rostro de mujer, cuerpo de pájaro, garras en las manos y en los pies y a veces con orejas de oso. Personificaban la rapiña, el hambre y los vientos tempestuosos que todo lo arrastran. Eran generalmente tres: Aelo, Celeno y Ocipete. Se las menciona principalmente en la leyenda de Jasón y los Argonautas, donde aparecen como perseguidoras del adivino ciego Fineo, cuya mesa solían ensuciar y saquear. Dos de los Argonautas, Kaleis y Zetes, las persiguieron hasta las islas Estrofades, donde, según cuenta la Eneida, las encontró Eneas.


ARQUÉMORO


Hijo de Licurgo, rey de Tesalia, llamado también Ofeltes, una de las primeras víctimas de la desventurada expedición de los Siete contra Tebas. Su institutriz Hipsipila lo había dejado en el suelo para mostrar a los siete héroes una fuente y entonces se le acercó una serpiente, que lo estranguló. En su honor, los Siete instituyeron los juegos Nemeos, cuya primera representación oficialmente reconocida tuvo lugar, sin embargo, en el 574 a. de C.


ARSÍNOE


1. También llamada Alfesibea. Hija de Leucipo. De su unión con Apolo nació Asclepio.

2. Hermosísima muchacha que no correspondió al amor que le brindó Arceofonte, quien se suicidó a consecuencia de su desesperación. En su funeral, Arsínoe mostró total indiferencia por él, por lo que Afrodita la convirtió en una roca.


ARSIPE


Una de las Minias.


ÁRTEMIS (DIANA)


Hija de Zeus y de Latona, era la hermana gemela de Apolo, aunque en realidad era la versión femenina de él. También ella iba armada con un arco y se la veneraba como la divinidad de la caza. Entregada a su pasatiempo preferido, recorría las montañas y los bosques con su séquito de ninfas, todas intrépidas cazadoras como ella, precedida por una jauría de perros ladradores. Después de sus veloces carreras en persecución de algún ciervo o jabalí, al que sus flechas infalibles no dejaban de alcanzar, la diosa solía refrescar su cuerpo sucio de polvo en los arroyos, pero se enojaba terriblemente si alguien osaba espiarla. Acteón, joven cazador que un día la descubrió cuando se disponía a bañarse en compañía de las ninfas, fue transformado en ciervo por esta y despedazado por sus perros. Ártemis se mantuvo virgen, habiendo solicitado y obtenido de Zeus que le permitiese continuar sin marido, libre y sin pasiones, para poder vagar a su antojo por la naturaleza, practicando la caza. Como diosa de la castidad era la protectora de las muchachas y de los jovencitos. Hipólito le fue particularmente grato por su pureza. Para honrar su pudor se le consagraban praderas que no habían sido tocadas por las hoces, y las flores que las esmaltaban simbolizaban el frescor de la diosa. Así como Apolo tenía el atributo de dios solar, Ártemis fue identificada con la luna y considerándola en este aspecto se la denominaba Hécate. Sus correrías nocturnas simbolizaban el camino de la luna, que con sus rayos penetra en la oscuridad de la naturaleza. Cuando dicho astro estaba velado por las nubes resultando casi amenazador, los pastores y los viajeros pensaban con estremecimiento en Hécate, que, representando a la luna invisible, figuraba entre las divinidades infernales.

Se le atribuían extraordinarios poderes para evocar a los espectros que recorrían los senderos desiertos, y por esto le estaban consagradas las encrucijadas. En relación con la importancia de la influencia de la luna sobre la fecundidad de la mujer y de la tierra, se creía que Ártemis presidía la procreación y era la diosa de la maternidad, con el título de Ilitía. Se cuenta que este poder se manifestó en el momento mismo de su alumbramiento cuando, habiendo nacido antes que su hermano gemelo Apolo, ayudó a su madre Latona, que había ido a dar a luz a un lugar desierto, en el parto de su otro hijo.

En Éfeso, Asia Menor, se consideraba a Ártemis la madre universal, símbolo de la fecundidad de la naturaleza. En el templo de dicha ciudad su imagen se representaba encerrada en una funda adornada con varias cabezas de toros, ciervos y leones, y numerosos senos. La Ártemis helénica aparece generalmente representada como una doncella de aspecto voluntarioso, vestida con una ligera túnica y armada con un arco y una aljaba. Su carácter de diosa lunar estaba indicado por la media luna que adornaba su frente. La cierva o el perro, animales que le estaban consagrados, aparecen representados a menudo junto a ella. El culto de Ártemis era sangriento en la Antigüedad clásica y se le ofrecían sacrificios incluso humanos. La diosa romana Diana tuvo las mismas atribuciones que la Ártemis griega, con la que se le identificó. Como diosa de los nacimientos se le daba el nombre de Lucina (y también Juno Lucina, por lo que se la confundió con Juno) y su culto tenía lugar principalmente en el Aventino (Diana Aventina).


ASCANIO


Hijo de Eneas y de Creúsa, llamado también Ilo. Eneas lo salvó la noche del incendio de Troya, llevándolo consigo junto con el anciano Anquises y los sacros Penates de la patria. Sucedió a su padre en el reino de Lavinia y más tarde fundó Albalonga sobre los montes Albanos, siendo su primer rey. Se le consideraba fundador de la familia Julia (gens Julia). Se hace derivar de Ascanio la serie de reyes de Albalonga hasta Numitor, cuya hija, Rea Silvia, parió a Rómulo y Remo.


ASCLEPIO (ESCULAPIO)


Dos eran las versiones sobre el nacimiento de Asclepio (o Esculapio, como lo llamaban los romanos). Según una versión de Tesalia, era hijo de Corónides y nieto de Flegias, rey de Beocia. Su madre, tras haber sido seducida y abandonada por Apolo, se dejó persuadir por su padre de que debía casarse con un príncipe de un país vecino, y Apolo, furioso de celos, hirió con sus flechas a Corónides y a su esposo. Compadecido del hijo que esta llevaba en sus entrañas, lo hizo nacer y lo confió a los cuidados de Quirón, uno de los Centauros. Según otra leyenda de origen argónico, que también atribuía la paternidad a Apolo, Corónides dio a luz secretamente a su hijo cerca de Epidauro. El recién nacido fue abandonado en el monte Titón, donde lo amamantó una cabra, y luego fue educado por Quirón. Ambas versiones coinciden en atribuir a este último el mérito de haber enseñado al hijo de Apolo el arte de curar las heridas y las enfermedades, al que lo destinaba la herencia paterna. Sin embargo, Asclepio quiso hacer algo más, pretendió vencer a las leyes de la naturaleza intentando resucitar a un muerto, por lo que provocó las iras de Zeus, que lo mató alcanzándolo con uno de sus rayos. Para vengar a su hijo, Apolo causó estragos con sus flechas entre los Cíclopes, que habían facilitado al rey de los dioses sus rayos, mereciendo como castigo el alejamiento y exilio del Olimpo. Según cierta tradición, Asclepio, después de muerto, recibió honores divinos y fue llevado al cielo, donde pasó a formar parte de la constelación de Sagitario. Durante su vida, participó como médico en la expedición de los Argonautas, y en Epidauro se casó con Epione, que le dio seis hijos: Macaón y Polidario, los dos célebres médicos que intervinieron en la guerra de Troya; Higía, diosa de la salud; Yaso Panaqueia o Panacea, Egle y Aceso, dotados del don de sanar. El culto a Asclepio, iniciado en Tesalia, se difundió pronto por toda Grecia y llegaron a ser sesenta y cuatro los santuarios dedicados al dios. El más célebre era, sin duda, el de Epidauro, con su templo de mármol pentélico, sus inmensos pórticos, donde se colocaban los enfermos en espera de ser admitidos en el lugar sacro, sus manantiales purificadores, un gran edificio para albergar a los visitantes, un estadio, un teatro y unas fiestas fastuosas que se celebraban cada cinco años, nueve días después de los juegos Ístmicos. En Roma, antes de que se difundiese el culto a Esculapio, se consideraba como la divinidad de la salud y de las curaciones a la diosa Salus y a la diosa Carna o Cardea, que, según se decía, tenía el poder de expulsar a las brujas, nocturnas chupadoras de la sangre de los niños. El culto a Esculapio se introdujo entre los romanos el año 291 a. de C., tras una terrible epidemia de peste que ocasionó numerosas víctimas. Los libros sibilinos revelaron que para hacer cesar la mortandad era preciso introducir en Roma a Asclepio, siendo enviada una embajada a Epidauro. Se decía que el dios siguió espontánea mente a los mensajeros de Roma en forma de serpiente y que, al llegar a Italia, se estableció en la isla Tiberina, en medio del Tíber. La epidemia cesó súbitamente y en acción de gracias se edificó un templo en la isla, que desde entonces quedó consagrada a Esculapio. El culto del dios tuvo una gran difusión entre las gentes itálicas, manteniéndose hasta los últimos tiempos del paganismo y conservándose por algún tiempo durante la era cristiana. Típica representación del dios fue la realizada por Trasímides de Paros, que esculpió una estatua de Asclepio para el templo de Epidauro. La efigie, de oro y marfil, representaba al dios sedente, con una mano apoyada en un báculo, la otra sobre la cabeza de una serpiente y un perro a sus pies. La serpiente y el perro eran los animales símbolo del arte de la adivinación, mientras que el báculo era el emblema del médico. El aspecto del dios era el de un hombre de mediana edad, robusto y barbudo, con la frente coronada por una rama de laurel.


ASFODELO


Prado del reino de los Infiernos, especie de limbo mitológico, donde las almas vegetaban sin experimentar dolores ni alegrías. El nombre deriva de los asfódelos que cubrían el prado.


ASOPO


Dios del río homónimo. Según los autores, sería hijo de Zeus y Eurínome, de Poseidón y Pero o de Océano y Tetis. Se casó con Metope y tuvo dos hijos, Ismeno y Pelagonte, y veinte hijas, algunas de las cuales son: Corcira, Egina, Salamina, Pirene, Cleone, Tebe, Tanagra, Tespia, Asópide, Sinope, Enia y Calcis.


ASTERIA


Hija del titán Ceo y de la diosa Febe, hermana de Leto («la noche oscura»). Asteria es la divinidad de la noche estrellada. Del titán Perseo engendró a Hécate. Metamorfoseada en codorniz por Zeus, a cuyas instancias amorosas se había resistido, se arrojó al mar, donde se convirtió en la isla Ortiga (del griego Ortyx, «codorniz»), llamada luego Delos.


ASTIANACTE


Hijo de Héctor y de Andrómaca. Después de la rendición de Troya, lo mató Neoptólemo (Pirro), hijo de Aquiles, que lo mandó arrojar desde lo alto de una torre. Su verdadero nombre era Escamandrio y así lo llamaba su padre, pero los troyanos le dieron el sobrenombre de Astianacte («rey de la ciudad»).


ASTIDAMÍA


Esposa de Acasto, rey de Yolco. Cuando Peleo llegó a Yolco para asistir a los juegos fúnebres en honor de Pelias, Astidamía se enamoró perdidamente de él y, rechazada, lo calumnió ante su marido. Este, queriendo vengarse del joven, aprovechó un momento en que estaba dormido en el monte Pelión, fatigado por la caza; lo desarmó y lo abandonó en aquel lugar salvaje, seguro de que los Centauros darían buena cuenta de él. Sin embargo, Peleo consiguió salvarse con la ayuda de los dioses y, volviendo a Yolco, mató a Acasto y a Astidamía y, de esta manera, consiguió vengarse de ambos.


ASTREA


Hija de Zeus y de Temis, era la diosa de la justicia, llamada también Dike. Durante la Edad de Oro, habitó en la tierra; fue la última entre los dioses en abandonarla, después de haber cometido el primer delito.

Se transformó, entonces, en la constelación de Virgo. Se la representaba como una joven severa que sostiene en una mano una espada y en otra la balanza. Era también una de las Horas.


ATALANTA


1. Cazadora de Arcadia, famosa por su belleza. Hija de Esquineo de Tagea. Famosa por su habilidad en las carreras, prometió casarse con quien la ganase en velocidad. Hipómenes, aconsejado por Afrodita, arrojó ante ella, mientras corría, tres manzanas de oro y consiguió vencerla, porque se entretuvo en recogerlas. Se casó, entonces, con Hipómenes, pero su felicidad fue breve, pues ambos fueron transformados en leones por Afrodita.

2. Hija de Yasio, rey de Arcadia, y de Clímene. Participó en la famosa caza del jabalí de Calidón. Fue la primera en herir al monstruo, y cuando Meleagro, que le había asestado el golpe mortal, recibió los despojos como trofeo, los cedió a Atalanta, conquistado por su gracia. Este hecho suscitó los celos de los otros cazadores, que se los arrebataron; Meleagro, indignado, los mató y por esta causa estalló la guerra entre los calidonios y los pleuroneses.


ATAMANTE


Hijo de Eolo, rey de Orcómeno, ciudad de Beocia, se casó con Néfele, la bella diosa de las nubes, a la que más tarde repudió para casarse con Ino y luego con Temisto, que se suicidó cuando su antecesora, creída muerta por error, volvió a ocupar su puesto en el palacio de Atamante. Culpable de haber secundado las intrigas de esta última, que buscaba matar a los dos hijos de Néfele, fue castigado cruelmente por los dioses, quienes le privaron de razón. En el delirio de la locura mató a su propio hijo Learco, nacido de Ino, intentando asesinar también a esta y a su otro hijo, Melicertes; estos se salvaron arrojándose al mar. Expulsado de Orcómeno por estos delitos, murió en la miseria.


ATENEA PALAS (MINERVA)


Hija de Zeus y de su primera esposa Metis. Cuando Metis esperaba un hijo, Gea y Urano revelaron a Zeus que, si su esposa tenía una hija, esta daría a luz más tarde a un hombre que llegaría a ser el dueño del mundo. Así lo disponían los hados. Zeus, sin vacilar y para salvaguardar su poder, se tragó a Metis. Al llegar el momento del parto, Zeus sintió un fuerte dolor en la cabeza y ordenó a Hefesto que lo golpease con el borde del hacha. De la herida surgió su hija completamente armada, la cual bailó una danza guerrera ante los atónitos dioses. Era la diosa Atenea. Todo esto ocurrió a orillas del lago Tritón, en Libia, y se cuenta que en el momento de nacer la diosa la tierra tembló y se estremeció, y el sol detuvo su curso. Nacida en medio de las luchas de los dioses y con las armas en la mano, a Atenea se la consideró una diosa guerrera y su ciclo relata muchas aventuras. Desempeñó un papel importante en la lucha contra los Gigantes. Mató al más fuerte y feroz de estos, Paladio, y, desollándolo, fabricó un escudo con su piel. De ahí, según algunos, deriva el nombre de la diosa. Se le representaba con el escudo, la lanza y la coraza. Sobre su escudo llevaba la cabeza de Medusa, regalada por Perseo, que transformaba en piedra a todo el que la miraba. Sin embargo, por un curioso contraste, Atenea era también la diosa de la paz. Guiaba los ejércitos durante el asalto, pero, a diferencia de Ares, que se complacía en las cruentas matanzas, ella inspiraba los movimientos más racionales y las más hábiles estratagemas guerreras. Armó a Heracles, sosteniéndolo en los momentos difíciles y asegurándole la inmortalidad. En tiempo de paz era la protectora de las ciudades y los Estados, y como tal, favorecía la agricultura, las ciencias, las artes y el comercio. Inventó muchos instrumentos útiles, como el arado, el carro y la flauta (que después rechazó porque al tocarla se hinchaban sus mejillas, desfigurando su hermoso rostro), y se la consideraba diosa tutelar de las artes femeninas en general. Era la protectora de tejedoras y bordadoras. Es conocida su rivalidad con la joven Aracne. La benéfica diosa tuvo un culto bastante difundido: se la veneraba en Argos, Corinto, Esparta y Arcadia; también en Beocia, en Tesalia y en la isla de Rodas.

Pero la verdadera patria de dicho culto fue Atenas y todo el Ática. Cuando Cécrope fundó en Ática una ciudad había que buscarle un nombre. Poseidón y Atenea rivalizaban por patrocinarla. Todos los dioses actuaron como árbitros y decidieron consagrar Ática y dar a la ciudad el nombre de aquel de los dos que hiciese a la humanidad el regalo más útil. Con un golpe de su tridente Poseidón hizo surgir del mar un fogoso caballo, mientras que Atenea, golpeando el suelo con su lanza, hizo brotar un árbol de hojas estrechas y brillantes: el olivo. Gracias a aquel símbolo de la paz venció Atenea y la nueva ciudad llevó su nombre. Los atenienses le dedicaron dos templos: el Erecteón, dedicado a Atenea Políade («protectora de la ciudad»), que se alzaba en el lugar ocupado por el sagrado olivo, regalo de la diosa, y el Partenón, el magnífico templo que Fidias, en la época de Pericles, adornara con maravillosos bajorrelieves. En él se guardaba la estatua de Atenea Parthenos («virgen»), obra del mismo artista, toda de oro y marfil. La diosa aparecía representada con grave aspecto y nobles formas, vistiendo atavíos guerreros. Una rica túnica envolvía su cuerpo; sobre su pecho descansaba la égida, escudo con la cabeza de Medusa, y sobre su cabeza, el yelmo ático, adornado con una testa de esfinge y dos grifos. En su mano derecha, una Victoria. Con la otra mano se apoyaba en un escudo y sostenía la lanza. Fidias esculpió otras dos estatuas, que influyeron de forma decisiva en el arte figurativo posterior referente a la diosa. También estas se alzaban en la Acrópolis. Una, Atenea Promacos (o Centinela), de bronce, reflejaba el aspecto belicoso de la diosa; la otra, Atenea Leminia, representaba el pensamiento pacífico que ilumina a los hombres y los guía por los senderos de la civilización. Durante el tercer año de las Olimpíadas tenían lugar las grandes fiestas Panateneas, en las que participaba toda Ática. Consistían en juegos gimnásticos y atléticos, y en competiciones poéticas y musicales, pero la celebración principal era una gran procesión formada por las elegidas, representantes de todas las tribus áticas, a fin de testimoniar su profunda gratitud a la diosa, dispensadora de todo bien y de toda virtud. Atenea aparecía, pues, como una divinidad protectora de la polis, «ciudad propiamente dicha». Se creía que en Atenea residía la auténtica alma de la ciudad, y antiguas leyendas atestiguan las propiedades mágicas de una estatua de la diosa llamada Paladio. Se contaba que en su infancia la diosa se educó en la Cirenaica, a orillas del lago Tritón, donde nació, y que Zeus le dio como compañera de juegos a Palas, la joven hija del dios Tritón, genio del lago. Esta muchacha murió accidentalmente en manos de Atenea. En desagravio, la diosa esculpió una estatua que representaba a Palas, la colocó junto a Zeus, y le rindió honores como a una divinidad. La imagen, llamada Paladio, permaneció durante algún tiempo en el Olimpo, pero luego Zeus la envió a la tierra, cerca de la colina de Tróade, donde Hilo, antepasado de los troyanos, estaba construyendo la ciudad de Troya, para demostrarle su complacencia. La estatua penetró por sí sola en el templo de Atenea, que todavía no estaba terminado, y ocupó precisamente el lugar que le estaba reservado, convirtiéndose en un simulacro de esta. Considerada una efigie milagrosa, fue objeto de un culto especial y se creía que la ciudad sería invencible mientras conservase el ídolo. En efecto, sólo cuando Ulises y Diomedes consiguieron robarla, fue posible conquistar Troya. Más tarde, tras muchas aventuras, el Paladio, o una imagen venerada como tal, acabó siendo custodiada en Roma, en la sagrada capilla de las vestales. También allí se creyó que la salvación de la ciudad dependía de dicha estatua. Los romanos identificaron con Palas Atenea la divinidad itálica Minerva, diosa de la sabiduría y de la inteligencia, en la que prevalecía el carácter de diosa de la paz, protectora de las artes y de las ciencias. La Minerva guerrera fue venerada más tarde por influencia de la divinidad griega. Pompeyo y Augusto le dedicaron dos templos después de haber conseguido sendas victorias, una en Oriente y otra en Accio. En honor de Minerva se celebraron en Roma fiestas en marzo y junio, las Quinquatrus, y se organizaban también juegos de gladiadores. Estaban consagrados a Atenea el olivo, la serpiente, la lechuza y el gallo, y sus atributos eran la égida, la lanza y el yelmo.


ÁTICA


La principal región de la Grecia central, entre Beocia, el mar Egeo y Megárida, montañosa y poco fértil, poblada por habitantes de estirpe jónica. Su ciudad principal era Atenas, situada en una llanura junto al mar, en torno a un montículo llamado Acrópolis. Fue siempre el centro intelectual de Grecia, y en ella nacieron los principales literatos y artistas. Estaba adornada con espléndidos monumentos y templos, obras, principalmente, de Fidias y de sus discípulos. En la Acrópolis se encontraban el Partenón, templo de Atenea; los Propileos, pórticos con una larga escalinata; el Erecteón, santuario de Palas Atenea, y otros muchos.


ATIS


Joven frigio de excepcional belleza. Rea Cibeles, llamada también la Gran Madre, diosa de la tierra y progenitora de todas las cosas, quiso tenerlo consigo. Al principio este correspondió a su amor y le fue fiel; luego, se encaprichó de la hija de Pesinunte y deseó casarse con ella. La diosa se enojó muchísimo, pero dejó que entre los jóvenes se intercambiaran promesas de eterno amor. Durante el banquete nupcial, se introdujo entre los invitados, sembrando el pánico y la locura. Su antiguo enamorado, Atis, huyó enloquecido a las montañas y se suicidó. La diosa, consternada, ordenó que se celebrase cada año una solemne ceremonia fúnebre en su honor, fijando como fecha el equinoccio de primavera.


ATLANTE


Hijo del titán Jápeto y de Clímene, una de las hijas de Océano y Tetis, hermano de Prometeo y Epimeteo. Después de tomar parte en la rebelión de los Titanes que intentaron escalar el Olimpo para destronar a Zeus, fue condenado por este a sostener sobre sus espaldas la bóveda celeste. Vivía en el extremo occidental de la tierra, ante el inmenso jardín de las Hespérides. Allí acudió un día Heracles para coger las manzanas de oro que crecían abundantes en el jardín. Este pidió a Atlante que entrase allí para coger los frutos, ofreciéndose a sostener entretanto el gravoso peso del cielo. Atlante accedió, pero, de regreso con el preciado botín, se negó a continuar con su fatigosa ocupación. Heracles, entonces, acudió a una estratagema. Le rogó que lo sostuviese el tiempo justo para que le construyese un rodete que aliviara su carga. El ingenuo gigante le ayudó y Heracles quedó libre. Versiones más tardías identificaron a Atlante con un rey africano a quien Perseo transformó en una cadena montañosa.


ATREO


Hijo de Pélope e Hipodamía, hermano de Tiestes y nieto de Tántalo. Al morir su padre fue rey de Pisa en la Élide. Al casarse con Erope, hija de Euristeo, rey de Argos, añadió también dichos dominios a los suyos propios, después de la muerte de este. Instigado por su madre mató, ayudado por su hermano Tiestes, a su hermanastro Crisipo, por lo que ambos fueron expulsados por Pélope. Atreo se refugió en Micenas, donde reinaba su cuñado Esténelo, a quien sucedió en el trono después de la muerte del hijo de este, Euristeo. Tiestes, celoso del poder alcanzado por su hermano, trató de matarlo por medio de Plístenes, hijo de Atreo, al que había educado como si fuese su propio hijo. Atreo mató a Plístenes, sin darse cuenta de su identidad. Tiestes, por su parte, robó a Atreo el vellocino de oro, regalo de Hermes a Pélope, del cual dependían la fortuna y la prosperidad del reino, seduciendo a la bella Erope. Cuando Atreo descubrió el hurto y el adulterio, juró vengarse, pero Tiestes huyó sin haber podido llevarse consigo a sus hijos, sobre los que recayó la cólera de su hermano. Este fingió perdonarle y lo mandó llamar, acogiéndolo de nuevo en su palacio, pero durante el banquete que debía sellar la paz, Atreo mandó servir a Tiestes los miembros de sus hijos cruelmente degollados. Cuando el incauto padre pidió abrazar a sus hijos, Atreo le mostró en un plato las cabezas de estos, sus pies y sus manos. Se dice que el sol, horrorizado ante tanta barbarie, se negó a brillar y dando la vuelta a su carro se volvió hacia Oriente. Un hijo de Tiestes, Egisto, vengó más tarde a su padre, matando al rey Atreo, mientras este ofrecía un sacrificio a Zeus a orillas del mar. Hijos de Atreo fueron Agamenón y Menelao.


ÁTROPOS


Una de las tres Moiras o Parcas, hijas de la Noche y de Erebo. Inexorable e inflexible, al llegar el momento de la muerte, cortaba el hilo de la vida humana, hilado por sus hermanas. Se la representaba con una balanza, unas tijeras y un reloj de sol; con esto indicaba la hora de la muerte.


AUGIAS


Rey de la Élide, famoso por su gran riqueza y avaricia. Poseía grandes rebaños, siempre descuidados y sucios, pues no quería gastar en mantener limpios los establos. Heracles se presentó un día ante Augias ofreciéndose a limpiar los establos a cambio de una pequeña paga; el rey aceptó, pero, una vez terminado su trabajo, se negó a saldar al héroe lo estipulado. Heracles, entonces, lo mató. La limpieza de los establos de Augias constituyó el sexto trabajo de Heracles.


AURORA


Nombre latino de la divinidad griega Eos.


AUSTRO


Potentísimo viento del Sur, llamado también Noto, portador de lluvias y tempestades que impedían la navegación. A causa de estas características, Austro era mencionado con frecuencia en las plegarias que los navegantes dirigían a los dioses antes de partir.


AUTÓLICO


Hijo de Hermes y experto, por lo tanto, en hurtos. Fue padre de Anticlea, la madre de Ulises. Adiestró a Heracles en la lucha.


AUTÓNOE


Una de las bellas hijas de Harmonía y de Cadmo, un famoso héroe de Tebas. Por culpa del funesto poder del collar materno, tuvo la gran desgracia de ser la madre de Acteón, cuya triste suerte la hizo morir de dolor.


AUXO


Era una de las tres Horas en el culto ateniense, junto con Talos y Carpo. Estas últimas representaban, respectivamente, la floración de la primavera y los frutos del otoño; Auxo, por su parte, simbolizaba el curso del verano.


AVERNO


Nombre con que los antiguos designaban el reino de los Infiernos. La entrada del Averno estaba situada, según los romanos, cerca de un pequeño lago de la Campania, denominado precisamente Averno, del que emanaban vapores sulfurosos. Ese hecho les hizo creer que se trataba realmente de la entrada de la región infernal.


ÁYAX DE OILEO


Héroe griego, hijo de Oileo, rey de Lócrida; era especialmente famoso por su habilidad como arquero y corredor veloz; en dicha especialidad sólo Aquiles podía superarlo. Durante el saqueo de Troya, se atrajo las iras de Atenea por haber ultrajado a Casandra, hija de Príamo, en el mismo templo de la diosa. De regreso, Atenea provocó su naufragio junto al promontorio Cafereo, al sur de la isla de Eubea. Al lograr ponerse a salvo sobre un escollo, se jactó de su habilidad a pesar de la ira de los dioses, por lo que la diosa solicitó la intervención de Poseidón, que con un golpe de su tridente partió el escollo quedando el héroe sumergido.


ÁYAX TELAMÓN


Áyax Telamón


Héroe griego, hijo de Telamón, rey de Salamina. Zeus hizo todo su cuerpo invulnerable, exceptuando únicamente una sola parte, una costilla.

Gallardo en su persona, robusto y macizo, se reveló como el más fuerte de los héroes griegos de Troya, aunque resultaba algo torpe y tosco frente a la agilidad y la habilidad de Aquiles. Durante la ausencia e inactividad de este, ocupó su sitio y salvó las naves griegas del ataque de Héctor, batiéndose luego en un campo cerrado con el héroe troyano. Muerto Aquiles, luchó con Ulises por la posesión de las armas del héroe difunto. Agamenón se las otorgó a Ulises. Ello le provocó tal dolor que, perdida la razón, se suicidó. Su figura inspiró a Homero, Sófocles, Alfieri y Fóscolo.

Enciclopedia de la mitología

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