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Prólogo
ОглавлениеLa jamás existente «excepción española»
Antonio Maestre
La aparición de la extrema derecha en España de manera rupturista y fulgurante en el año 2018 acabó con la denominada «excepción española» en Europa. Un análisis más fino, sobre el terreno, permite aseverar que nunca hubo tal «excepción española», sino una emancipación política de la extrema derecha del partido de los conservadores (el Partido Popular). Sin embargo, la derecha radical en España, o posfascismo (según la definición de Enzo Traverso para estos movimientos de extrema derecha surgidos en Europa estos últimos años), tiene unas peculiaridades que es necesario conocer para asimilarla o excluirla de las familias creadas en otros países europeos. Para una adecuada comprensión de los posfascismos es vital el presente trabajo de Jean-Yves Camus y Nicolas Lebourg, ya que traza una magnífica radiografía de los movimientos posfascistas, de extrema derecha, derecha radical, nueva derecha o movimientos populistas. Es una genealogía muy completa de la ideología radical de derechas que permite establecer su trazabilidad hasta comprender cuál es la conformación de cada partido en cada región y país. Un análisis indispensable para comprender cuáles son los procesos de creación y las inquietudes de su ideario que explica las razones por las que en Francia la realidad de la extrema derecha es tan diferente a lo que ocurre en España, a pesar de los elementos en común. El libro de Camus y Lebourg es una guía indispensable para entender por qué tienen en España a Santiago Abascal en vez de a Marine Le Pen.
Vox nace como una segregación interior de los conservadores del Partido Popular (PP). El motivo principal es la caída de las redes clientelares que tenían en Madrid por la presión ejercida por los nuevos partidos que empujaron para que la Comunidad de Madrid acabara con el dispendio de gasto público en fundaciones e instituciones. Santiago Abascal fundó Vox en 2013 solo días después de que Esperanza Aguirre cerrara la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, que había montado ad hoc para darle más de 83.000 euros anuales de sustento económico al por entonces integrante del PP. Vox es en esencia un espacio creado por Santiago Abascal para intentar seguir viviendo del dinero público fuera del PP después de que la crisis económica le cerrara el grifo dentro de los conservadores.
Hasta la aparición de Vox en 2013, la extrema derecha se encontraba enclaustrada dentro de los conservadores administrando con mayor o menor virulencia todos los mensajes específicos del nacionalpopulismo, según las necesidades estratégicas, las características regionales y el perfil del candidato. El Partido Popular fue desde los inicios de la democracia española la formación que asumió la integración de todos los partidos desde la extrema derecha nacional-católica a los democristianos más moderados pasando por el neofascismo ultramontano. Su presencia en el esquema ideológico español tan solo dejó espacio a partidos marginales que, a excepción de Fuerza Nueva en los primeros años de democracia, nunca lograron ninguna relevancia política. Tampoco Vox cuando apareció logró tener representación en sus primeros años de vida y resultó completamente irrelevante. Mientras las condiciones objetivas en España fueron similares a las de Europa, el PP aguantó muy bien su posición sin ceder a la pujanza de una fuerza de extrema derecha. La aparición en un primer momento de una fuerza de la derecha liberal como Ciudadanos comenzó a quebrar la unidad de acción de la derecha en España, pero sin extremar las posiciones de manera notable a excepción de la cuestión nacional. Cuando en casi todos los países europeos ya habían aparecido con vigor fuerzas nacionalpopulistas o de derecha radical con la simple conjunción de crisis económica y crisis migratoria, en España hubo que esperar a que estallara la cuestión territorial para que se crearan las condiciones necesarias para la eclosión de un partido de derechas radical. La crisis independentista en Cataluña fue el detonante necesario para que Vox tuviera la oportunidad de aparecer en el panorama electoral con una fuerza relevante. Los comicios autonómicos en Andalucía fueron el escenario ideal para su irrupción. Eran las primeras elecciones en toda España tras la declaración de independencia de una Cataluña liderada por Carles Puigdemont en 2017, en una región convulsionada por años de declaraciones lesivas de los nacionalistas catalanes, en una comunidad en la que el nacionalismo español es predominante incluso en los potenciales votantes del PSOE. Estos condicionantes propiciaron que Vox entrara con fuerza en el Parlamento de Andalucía. Las elecciones que se celebraron en clave nacional contra el proceso independentista resultaron una ocasión perfecta para que la formación de extrema derecha se presentara en sociedad. Es imprescindible comprender que el nacionalismo español es la estructura fundamental que ha sustentado el éxito de la formación de Santiago Abascal. Cimientos que han adornado con una habilidad notable para introducir en el debate público temas ideológicos basados en las culture wars, aderezados con una estrategia de agitprop comunicativa y cierta influencia en redes sociales. El supremacismo masculino, el discurso antiinmigración e islamófobo y la defensa de las tradiciones católicas forman parte también del corpus ideológico de Vox. Son ideas que no hubieran tenido relevancia alguna sin la reacción nacionalista favorecida por el peso constante y lacerante del proceso independentista en la opinión pública española.
En el aspecto económico Vox es una formación de ultraderecha ultraliberal. Muy similar a la extrema derecha latinoamericana, con la que tiene muchas similitudes por sus profundas raíces cristianas. El ejemplo paradigmático de sus políticas económicas es el economista Raúl Manso, un anarcoliberal que propugna la privatización de todos los servicios públicos. El ideario económico de Vox se encuentra alineado con las políticas de Jair Bolsonaro o Sebastián Piñera y la herencia del neoliberalismo ultramontano de Augusto Pinochet. Esta es una de las mayores diferencias con los movimientos de la derecha radical de su entorno europeo más cercano. Sus postulados muy alejados de la búsqueda de transversalidad de Marine Le Pen para atraer el voto de las clases populares, sus políticas destinadas a los más ricos y un discurso ultracatólico han imposibilitado por ahora que su mensaje logre impregnar al votante de izquierda, como sí consiguió el Frente Nacional en Francia.
Para que Vox se convierta en un partido con aspiraciones reales de gobierno en España debería cambiar su discurso hasta hacerlo transversal y convertirlo en proteccionista, de manera que mute desde su ultraliberalismo hasta expresar una retórica y unas políticas de un chauvinismo de bienestar. Rápidamente, en Vox comprendieron ese movimiento que el Frente Nacional realizó desde Jean-Marie Le Pen a Marine Le Pen y lo identificaron como el camino a transitar para ensanchar su base electoral. Marine Le Pen adoptó la estrategia del Estado de Bienestar chauvinista alejándose del ultracatolicismo de su padre hasta instaurar como base de su ideario una serie de medidas proteccionistas pero solo para los franceses. Una patria que cuida solo a los suyos: «En un mundo en el que los pueblos desean ser protegidos, el patriotismo no es una política del pasado, sino una política del futuro».
La conciencia de Vox del diagnóstico correcto para virar de estrategia no se ha visto acompañada por un mensaje eficiente y unas políticas orientadas en esa dirección. El intento de mostrarse como protectores de sus patriotas se ha quedado únicamente en actitudes estéticas poco convencidas, que aún no han fraguado. Un ejercicio retórico poco creíble con el que no incidieron de manera profunda: «Solo los ricos se pueden permitir el lujo de no tener patria», expresó Santiago Abascal citando a Ramiro Ledesma Ramos, uno de los ideólogos de la Falange Española. Una frase que marcaba ese intento de virar de forma discursiva a la línea del Estado de Bienestar chauvinista, pero que solo fue acompañada por la apertura de campaña para las elecciones europeas de un taller de carpintería y un vídeo en el que Rocío Monasterio, candidata de Vox en Madrid, denunciaba la proliferación de casas de apuestas en un barrio madrileño. Por ahora el proteccionismo obrerista de Vox es simplemente una retahíla de mensajes plagiados, repetidos y sin profundidad ni riesgo; escénico y sin capacidad de enraizar de manera profunda en la clase obrera tradicional. Sin embargo, el hecho de que hayan visto el potencial crecimiento de votantes en esa dirección convierte al partido de la derecha radical en una amenaza que conviene considerar.
Su carácter eminentemente nacionalista y nativista convierte al partido de Santiago Abascal en una formación con capacidad suficiente para transformarse en hegemónica si son capaces de centrar sus esfuerzos en las tremendas fortalezas que un discurso nacionalista español puede aportarles en un contexto de polarización regional. El mensaje de Vox está aderezado de constantes referencias históricas al pasado imperial de España intentando adaptar la historia nacional a los intereses de una determinada visión política. Las referencias a don Pelayo y Agustina de Aragón aparecen de manera constante y van destinadas a afianzar varias claves interrelacionadas. La lucha contra el invasor musulmán, la herencia cristiana del país y la expulsión del invasor francés, elementos consolidados con sus ataques constantes a Manuel Valls y Emmanuel Macron. Su concepción épica de la idea de España sirve para vincular la identidad a un pasado glorioso a la vez que muestra a un enemigo externo que, ayudado por sus aliados interiores, impide recuperar esa idea de una España grande, magnánima e imperial.
Esta visión nacionalista por encima de cualquier otra consideración, unida a la impugnación de la nación por los hechos de octubre de 2017 por parte de los movimientos independentistas catalanes, propiciaron que —al igual que el PP— Vox lograra captar casi todos los votos y miembros de partidos de extrema derecha que hasta entonces se encontraban dispersos y atomizados en diversas formaciones. Multitud de elementos de Falange, Alianza Nacional, Democracia Nacional, Alianza por la Unidad Nacional y Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE) pasaron a ser parte del partido de Santiago Abascal. El granero ultra alimentó las filas de Vox gracias al llamamiento por la unidad nacional y el servicio a la patria. La urgencia patriótica y el cuestionamiento de la unidad territorial sirvieron para que esa multitud de elementos con diferencias en principio insalvables las olvidaran para elegir a Vox como una organización de salvación nacional.