Читать книгу Mis Personajes de Películas y Televisión y Yo - Jesús Amancio Jáquez Hernández - Страница 11

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CAPÍTULO 6.

¡ME AHOGO!

Ciento ochenta y tres años pasaron para que la gruesa capa de hielo se convirtiera en una delgada lámina cristalina, tan frágil como un ventanal, pero suficientemente fría como para mantenerlo en ese estado de inconsciencia muy parecido a la muerte. Su cuerpo seguía flotando al capricho de las olas en su congelado féretro, pero el sol ya lo iluminaba y con sus rayos poderosos calentaba su mortaja. Las olas lo llevaban hacia aguas cálidas que diluían la masa del iceberg poco a poco, como se derrite un cubo de hielo dentro de un vaso de agua.

Otros días pasaron y el cielo se llenó de nubes grises que anunciaban tormentas. Las olas tomaron fuerza y el viento apareció. El iceberg era lanzado de un lado a otro por la fuerza del temporal, hasta que se estrelló contra unas salientes de rocas cerca de tierra firme. El hielo crujió y se rasgó soltando fragmentos en todas las direcciones. De pronto se abrió una grieta más grande, permitiendo que el cuerpo de Jesús saliera y tocara el agua. Estaba frío y rígido, algo así como un tronco, y cayó pesadamente hacia al fondo del mar.

De pronto, Jesús abrió los ojos. ¿Dónde se encontraba? No tenía la respuesta. Su cuerpo temblaba y se agitaba sin control. No podía ver nada, solo sentía frío y miedo, mucho miedo. Sus recuerdos llegaron de golpe: Ariana, sus amigos, el viaje. De pronto tomó conciencia de que estaba bajo el agua y el oxígeno empezó a faltarle; intentó subir, pero sus brazos aún temblaban y le pesaban como piedras, no podía moverlos, ni un solo músculo de su cuerpo le respondía. Alcanzó a menear su cabeza con desesperación:

«Me voy a ahogar», pensó mientras sus ojos se cerraban de nuevo. No luchó más, ya no le quedaban fuerzas.

De repente sintió algo suave y fuerte a su alrededor. Una fuerza que lo empujaba hacia la superficie y la vibración de un sonido muy peculiar.

Eran delfines. Cuatro enormes delfines que lo salvaban de morir ahogado y lo llevaban a la orilla del mar, cerca de la playa.

«¿Dónde estoy?», se preguntó.

Los delfines no podían contestarle; sin embargo, con sus sonidos activaron sus sentidos y poco a poco empezó a sentir su cuerpo y a moverse lentamente. Todo le dolía. Podía sentir un adormecimiento leve, como una corriente eléctrica que le corría desde la planta de los pies hasta la cabeza. No sabía qué pasaba. Por fin, las olas lo llevaron hasta la playa, donde se quedó dormido cobijado por los rayos del sol del mediodía.

Mis Personajes de Películas y Televisión y Yo

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