Читать книгу Mis Personajes de Películas y Televisión y Yo - Jesús Amancio Jáquez Hernández - Страница 8

Оглавление

CAPÍTULO 3.

LA CAÍDA

Las horas pasaban tan rápido que parecían segundos. Los días son muy cortos en los polos, y no porque se haga de noche, ya que el día en esa época del año dura seis meses, sino por el hecho de estar explorando ese reino de hielo donde los rayos del sol, cuando se llegan a ver, colorean a capricho la nieve formando paisajes inolvidables. No había suficientes horas para admirarlos.

Estaban todos descansando, aún no había amanecido, según la hora en su reloj. Jesús sonrió al verlo. Era un regalo de sus padres: tenía resistencia al agua, cronómetro y grabadora de voz; se suponía que su batería no se agotaba nunca, pues era solar, y también tenía brújula para ayudarle a encontrar el camino a casa. Al menos eso le habían dicho sus padres cuando se lo regalaron. Fue su obsequio de despedida para desearle suerte en su viaje.

Jesús decidió levantarse. Había tomado muchas fotos ya, pero tenía la esperanza de poder captar algo especial con su cámara, pues eso le daría la posibilidad de conseguir un empleo de fotógrafo en una buena revista, o, por lo menos, en el periódico de su ciudad escribiendo algunas notas de este maravilloso viaje; y luego habría otros viajes más… Quería recorrer el mundo con Ariana mientras se ganaba la vida fotografiando lugares espectaculares y animales exóticos.

Cuando salió de la tienda, el frío le golpeó la cara. Había un poco del viento.

«Tal vez no debería salir», pensó, pero era el último día de la excursión y nunca más tendría la oportunidad de ir a caminar por la nieve del Polo Sur; así que se ajustó la bufanda y salió.

La madrugada, con mucha claridad en esa época del año, lo invitaba a explorar un poco más; entonces empezó a caminar sobre esa alfombra de nieve esponjosa y sólida a la vez. Quería llegar a una elevación no muy lejana donde podría fotografiar al pingüino macaroni mientras cuidaba a sus crías. Además, quería llenarse los ojos y la memoria de los paisajes del Polo Sur y guardar esa sensación de respirar el aire casi congelante de la Antártida.

Caminó por más de dos horas sin encontrar rastro de los pingüinos, así que decidió subir una montaña no muy elevada para tener más oportunidad de encontrarlos. Cuando llegó a la cima, divisó el océano y pudo ver que su esfuerzo había valido la pena pues un grupo de pingüinos caminaban torpemente custodiados por sus padres; caían y se deslizaban por la nieve, estaban jugando, la escena era increíble. Jesús se recostó bocabajo y ajustó el zoom de su cámara y logró capturarlos en fotos. No podría creer la suerte que tenía. Feliz, siguió contemplando a esa familia de pingüinos mientras sacaba más fotografías.

Al fin se puso de pie. Era imposible borrar la sonrisa de su rostro. Esas imágenes sí que valían la pena, podría venderlas muy bien. Se dio la media vuelta para regresar al campamento; ya habían pasado algunas horas. La nieve se hundía a su paso dejando las huellas de su andar. Se volvió una vez más para contemplar desde lejos el paisaje y sacó su teléfono celular del bolsillo interior de su chamarra para tomar una selfie. Al tiempo que el teléfono flasheaba, Jesús escuchó un leve crujido, como si algo se rompiera; la nieve se agitó a sus pies dejando a la vista una capa de hielo azul que reflejaba los rayos de luz como un espejo, así que pudo verse a sí mismo moviéndose muy lentamente, deslizando sus pies con suavidad. Entonces, otro crujido más fuerte que el anterior interrumpió el silencio del antártico.

No tuvo tiempo de gritar. El hielo se abrió y su cuerpo cayó en picado al agua. Sintió por un instante como si millones de agujas congeladas se clavaran en su piel, penetrándola hasta los huesos. Después, todo fue frío, ya no supo más.

Mis Personajes de Películas y Televisión y Yo

Подняться наверх