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Prólogo a una tesis

Del saber con sabor y otros hallazgos pensantes

I. De por dónde llegué a este libro

Para evitar confusiones digámoslo de entrada: el libro que tienes en las manos, amigo lector, es una tesis de doctorado en Filosofía, dirigida por el profesor Jean Ladrière –filósofo de la ciencia– y presentada en la Universidad de Lovaina –Bélgica– en diciembre del año 1972. Así que lo primero con lo que te vas a topar es con la larga distancia del tiempo que va de los felices años sesenta a los desazonados tiempos que atravesamos en el inicio de un siglo dizque nuevo u otro. ¡Claro que en los nerviosos y destemplados tiempos que vivimos es mucha la gente que –por contraste– está convencida de que el mundo va bien! Entonces, yo le voy a llevar la contraria a esa gente y para ello invito a mis lectores a dos caminatas: la primera es la del propio libro, que tienes en las manos porque encontró la generosidad de un editor que, habiéndolo leído, decidió que el texto aún estaba vivo; y la segunda caminata es que, aunque escrito hace bastantes años, no se trata de un libro viejo, ya que su verdadero tema es una visión latinoamericana del mundo, de ese denso mundo-SUR cuya existencia ha desconocido la mayoría de los colombianos que se sueñan norteños, y ello porque mantienen el cuello torcido de tanto mirar al NORTE, ¡cuando en la realidad más rampante somos y existimos, habitamos y pertenecemos al SUR-de-América!

Lo que el título de este libro testimonia es un mundo de ideas. “La palabra y la acción”, así de desnudas, pertenecen al mundo de lo más densamente filosófico. Y por eso necesité del subtítulo, “Por una dialéctica de la liberación”, cuya clave nos traslada a otra época –la de los años sesenta y setenta– en la que aún tenía una fuerte vigencia el hoy añejo marxismo, ese “mundo de ideas y prácticas” que se atrevió a proclamar la posibilidad de la liberación. Claro que de lo que significaba esa palabra en aquel entonces, lo que nos ha quedado es bien poco: un montón de imágenes como las produjo la minifalda en una Bogotá chapineruna con gente capaz de la más avanzada desvergonzura: la de unas muchachas que asustaban a sus padres besando en público a sus novios y llegando tardísimo a acostarse… ¡cuando llegaban a dormir en casa! Y si apelo a la revoltura de esas vainas es porque de eso se trata en este libro: “la revoltura” es algo que aprendí de una paisana mía, llamada Teresa de Ávila, quien escribía revolviéndolo todo como en los pucheros, ¡o sea que se encontraba con Dios mientras cocinaba el puchero-de-almuerzo!

Y para que se empiece a entender el sentido que tiene la relación de la dialéctica con la liberación, les voy a contar una de las más hondas experiencias de mi vida, que tuvo lugar al poco tiempo de mi regreso a Colombia (1973) y cuando acababa de marcharme a Cali para construir un Departamento de Estudios de Comunicación en la Universidad del Valle.

¡Lo que les voy a contar fue para mí el único verdadero des-cubrimiento que he tenido en la vida! Y aconteció en una vieja sala de cine llamada Cine México, que hacía honor a su nombre: solo pasaban películas mexicanas. Fue en esa sala, viendo La ley del monte, que me topé con la honda cultura de los otros, y al choque que experimenté le puse el título más filosófico de mi vida: ¡un escalofrío epistemológico! Lo que a mí me produjo ese shock no fue el film, ¡sino el profundo silencio y la atención con que un público, mayoría de hombres de clases populares, vivía una de las película más sensibleras de la historia! Y lo que desencadenó el choque fueron nuestras risotadas, las de dos profesores que allí estábamos. Pues a nuestras risas respondieron indignados un par de hombres que tuvieron la valentía de ponerse de pie y de acercarse a conminarnos: “¡O se callan, o los sacamos!” El escalofrío que me recorrió primero el cuerpo y después el alma lo resumí en esta interrogación: ¿qué tenía que ver la película, que a mí me producía solamente risa y aburrimiento, con esa otra película que veían disfrutándola-al-sufrirla el resto de la gente que había en esa sala? ¡Ese gozarla sufriendo me rompió los adentros!, pues me enfrentó de bruces conmigo mismo: ¡con lo que yo sentía y sufría, pero proyectando ese sentido al resto del mundo!

Y lo que se fraguó en aquella sala de cine caleña tuvo no poco que ver con algo que la desprevenida atención con la que un profesor belga, experto en la relación de la filosofía con la ciencia, llamado Jean Ladrière, manejaba la mezcolanza que yo hacía en mi tesis del saber-con-sabor. Le debo a ese extraordinario profesor un enorme tributo de agradecimiento pues, siendo un belga-bien-belga, conmigo fue tan abierto que hasta le veía gracia a mis extrañas descolocaciones de los temas, e incluso del sentido que yo le daba a ciertos conceptos. ¡Ningún otro en aquellos tiempos hubiera aceptado que casi la mitad de los autores que cito en esta tesis, y en los que me apoyo, fueran más que filósofos un montón de ensayistas, novelistas y hasta varios poetas latinoamericanos!

II. De un otro viaje más denso y más largo

Todo empezó realmente cuando dejé Colombia en diciembre de 1968 y me embarqué por primera vez en la aventura de un viaje –de dieciocho días– en un barco que, de la tropical Cartagena me llevó hasta la elegante Barcelona. Dieciocho días durmiendo en camarote y con comida de clase másquemediera. Pero ese largo viaje me permitió dos cosas estupendas: la primera, hacer un balance de lo que me llevaba de este país en mis adentros. Y resultó que entre los pocos libros que llevaba conmigo había dos que me exigieron descaradamente empezar a pensar con mi propia cabeza. Esos libros eran el famoso Pour Marx del francés Louis Althusser, que en castellano fue traducido con el título de La revolución teórica de Marx, el año 1967; y el otro era La dialéctica de lo concreto del desconocido autor Karel Kosík. Yo había leído antes algunos artículos de Althusser, quien se preciaba de estar enseñándonos la verdadera ciencia marxista. Lo que en palabras llanas significaba que el Pour Marx se daba el lujo de no tener nada, nada que ver con los muy diversos mundos-de-la-vida, y menos aún con los diferentes tipos de las creencias y mezcolanzas que, en América Latina, estaban ya transformando –y transtornando– el sentido de la relación entre cultura y religión, entre cultura y política!

La otra lectura de Kosík me abría al mundo de un escritor completamente distinto a Althuser, un escritor cuyas ideas estaban siendo perseguidas en su propio país, Checoslovaquia, por los matones soviéticos, ¡cuyo poder les permitía encarcelar a los checos en su sufrida ciudad de Praga en el año 1968!

Hay un artículo escrito por Kosík mucho más tarde, en el año 1990, en el que se caracteriza al nuevo sector dominante, en los países de Europa oriental, como una lumpenburguesía que recluta sus miembros entre los nuevos ricos, pero que a diferencia de la burguesía normal, estos no dudan ante la estafa de las organizaciones que acaban siendo mafiosas. Los acontecimientos de “Praga-1968” confirmaron las previsiones de Kosíc rompiendo la venda que cerraba nuestros ojos. Al final de mi viaje, llegando a Madrid, me enteré de la persecución que vivían las gentes de izquierda en Praga. Y desde entonces atrapé todo lo que pude –incluso aprendí algo de italiano, pues los italianos eran los únicos que traducían los textos de Kosík–.

Y en agradecimiento dediqué a Kosík la tesina o tesis de maestría que se exigía en Lovaina para entrar al doctorado. Había escogido como tutor al profesor Jean Dondeyne, que fue del que recibí el curso básico, uno de los más memorables que en Lovaina cursé, ¡pues además fue sobre Totalité et Infini de Emmanuel Lévinas! La tesina que escribí se tituló (en castellano) “Antropología de la praxis: del pensamiento de Karel Kosík a las actuales corrientes del marxismo”.

Luego supe que Kosík se había involucrado decididamente en la llamada “Primavera de Praga”, lo que le costó quedarse sin vida profesional pues la camarilla le había quitado su cargo de docente universitario y no reapareció hasta 1989. Ya en abril de 1975 la policía incautó sus inéditos manuscritos de dos obras: De la práctica y De la verdad, en las que el marxismo se transformaba en filosofía política militante, la filosofía de la praxis. De ahí que Dialéctica de lo concreto (1963) resultara siendo un texto entrelazador del materialismo con la fenomenología de Lukács y Marcuse.

Hoy me resulta verdaderamente esclarecedor que al filósofo vivo que más duramente criticara Kosík fuera a Heidegger. Pues en los oídos de Heidegger la praxis sonaba una “mera-actividad”, y por lo tanto algo peligrosamente manipulador. Resultaba así despreciable un pensamiento sobre la cotidianidad de la gente del común. Pues para Heidegger era en la idea misma de vida cotidiana donde se producía y reproducía “el olvido del ser”. ¡Hoy, en el año 2018, tenemos una larga noticia sobre las densas cargas de idealismo y sobre el “indiscreto” fascismo que permea su libro clave: Ser y tiempo!

III. De la necesidad de arriesgarse a pensar con la propia cabeza

Aunque yo trabajaba en Bruselas, residía en Lovaina. Y terminados los dos años de cursos exigidos por esa universidad, trasladé mi residencia a París, durante los años 1971-1972, con el objetivo de escribir la tesis a la vez que asistía a seminarios sobre temas cercanos a los míos. Mi director de tesis, Jean Ladrière, aceptó mi traslado con la condición de que cada dos meses le llevara lo que iba adelantando. Y fue él quien me puso en contacto con Paul Ricoeur, quien en el año 70 nos había dictado en Lovaina un seminario sobre “Tiempo y Relato”. Al final de ese seminario debíamos presentar un texto, y el mío versó sobre “el relato” que haba escrito el filósofo checo Karel Kosík acerca de lo que se tenía por Historia tras “el telón de acero” tejido en la Rusia soviética.

Una vez en París, dedique los años 1971-1972, de tiempo completo, a hacer-la-tesis, lo cual exigía no solo leer y escribir, sino, sobre todo, ponerse a pensar. Solo ese verbo enuncia la diferencia de la tesis-que-se-hace con el pensamiento que se rumia y elabora, dos verbos que re-ubican las ideas en un proyecto personal. Un proyecto que me permitió entramar la experiencia con la inmensa cantidad de lo que se lee y se escribe. Y ello hasta que la escritura adquiera el ritmo del pensar. Un pensar que va andando al entretejer lecturas de muy diversas procedencias, andaduras y finalidades. Los varios seminarios y ciclos de conferencias a los que asistí en París se me convirtieron en una especie de espacio en el que no solo se podía oír, sino también ensayar. La exigencia de escribir textos para presentar los en los seminarios se fueron trans-formando en las primera figuras y escrituras de esta tesis.

Y miren por dónde mi tesis fue el ensayo de lo que más tarde se llamaría mapa nocturno, que fue el nombre puesto por las dos amigas que más arriesgaron en mi primera aventura intelectual al mediar los años ochenta. En el libro que recogió los textos presentados en el seminario que llevó ese nombre yo escribí que lo que buscaba era “un mapa para indagar no otras cosas sino la dominación, la producción y el trabajo pero desde su otro lado: el de las brechas, el consumo y el placer. Un mapa no para la fuga, sino para el reconocimiento de la situación desde las mediaciones y los sujetos” (Martin-Barbero, De los medios a las mediaciones, Barcelona: Gustavo Gili, 1987, 229). Era un nombre para el difícil encuentro entre los estudios de comunicación –reducidos con demasiada frecuencia al mero análisis de los medios– desconociendo la investigación de las mediaciones. Bajo otras palabras, ese concepto estuvo ya bien presente en mi tesis de doctorado, y que más tarde resumí así: “Comprender la comunicación implica investigar no solo las tretas del dominador sino también aquello que en el dominado trabaja a favor del dominador, la complicidad de su parte y la seducción entre ambos. La juntura de las ideas de Antonio Gramsci con las de Paulo Freire fue lo que me permitió pensar la comunicación a la vez como proceso social y como campo de la batalla cultural” (Martin-Barbero, 1997, p. 202).

Lo que aquí llega trae las huellas de un largo recorrido. Venía yo de la filosofía y, por los caminos del lenguaje, me topé con la aventura de la comunicación. Y de la heideggeriana morada del ser di así con mis huesos en la choza-favela de los hombres, construida en barro y cañas pero con radiotransistores y antenas de televisión. Desde entonces trabajo aquí, en el campo de la massmediación, de sus dispositivos de producción y sus rituales de consumo, sus aparatajes tecnológicos y sus puestas en espectáculo, sus códigos de montaje y reconocimiento.

JESUS MARTÍN BARBERO

23 de enero de 2018

La palabra y la acción

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