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LO QUE SUCEDIÓ

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Fue tal cual. Mi tía se sintió bastante mal por lo del auto. No creo que le importe no tener auto, pero creo que le daba vergüenza por mí, porque vivir en un garaje y no tener ni un centavo y tampoco tener auto me va a hacer la vida difícil en la escuela. No me la hará difícil en un sentido metafísico: puedo arreglármelas. Pero la gente se me pondrá en contra. La opinión pública, si se quiere.

Como es una persona de buen ánimo, sin embargo, unos minutos después me preguntó si quería tomar un poco de aire y le dije que sí, así que salimos a caminar. La mayoría de la gente se estresaría bastante si tuviera que ir a algún lugar con mi tía, porque su aspecto es más bien extraño. Usa un sombrero que, francamente, no tengo ni una pálida idea de en dónde lo consiguió. Tiene un abrigo color turquesa y unos anteojos de sol enormes, de esos que pueden usarse arriba de otro par, pero como ella no tiene más que un par de anteojos, no sé bien por qué los usa.

Debo decir que una vez me puse triste cuando fui con ella a un restaurante y nos encontramos con una chica que iba conmigo a Parkson. Era una chica que me parecía inteligente y que quizás podría ser mi amiga, pero en cuanto vio a mi tía supe que no iba a suceder. Me sentí mal, con la siguiente combinación:

una parte de mí se enojó con mi tía por haberlo causado;

una parte de mí se sintió horrible porque no iba a hacerme amiga de esa chica;

una parte de mí se sintió tranquila porque obviamente la chica era una persona detestable si la opinión de los demás le importaba tanto que estaba dispuesta a descalificarme por causa de mi tía.

Lo que empeoró aún más todo fue que se trataba de un festejo, supuestamente. Durante un tiempo tuve un problema y es que no podía dejar de llorar, así que falté a la escuela dos meses y en cambio me la pasé llorando. Me daban unas jaquecas infernales. Fueron los primeros dos meses que viví con mi tía, después de que ocurrió lo otro. Así que, al final de esa etapa, cuando pasaron una o dos semanas y yo no había vuelto a llorar, mi tía dijo que había que festejarlo. Aunque no nos alcanzaba el dinero, ella sabía que era lo que correspondía y fuimos a un restaurante. Allí sucedió ese episodio, que me hizo sentir aún peor. Porque mi tía es genial. A la mierda los que no la acepten.

Por supuesto, si llego a su edad, imagino que la gente me verá tan rara como la ven a mi tía. Creo que hubo un momento en que me pareció que me sería posible pasar desapercibida, que podría circular en la sociedad sin que se fijaran en mí. Ahora que me di cuenta de que la gente se pone en mi contra de cualquier modo, me resulta más fácil de digerir que piensen que mi tía es un bicho raro.

En definitiva, lo que digo es que no puedo atribuirme el mérito de haber hecho las paces con lo rara que es mi tía. Simplemente he aceptado que estamos cortadas con la misma tijera.

Caminamos hasta el parque. No había ni una paloma. No sé dónde se habrían metido, pero cuando tiramos unas migas de pan al suelo aparecieron un montón. Mi teoría: se esconden dentro de los bancos del parque y esperan.

Si van a decir: Lucia, los bancos de los parques no pueden tener cosas adentro, no se lo voy a discutir. Pero entonces tendrán que decirme de dónde salen las palomas.

Después nos pusimos a leer. Yo leí un libro sobre la cremación en China. Mi tía leyó Fausto en alemán. El vendedor de panchos nos dio dos porque se sintió mal cuando mi tía le pagó con monedas el único pancho que había pedido.

Sobre mi tía quisiera agregar que todo lo hace con inmensa dignidad. En realidad, no es que ella parezca un bicho raro. Es solo que la gente tiene muy poca agudeza hoy en día; no pueden siquiera reconocer a una persona digna cuando la tienen enfrente. O muy pocos pueden. Como el tipo de los panchos. A él, el despliegue que hizo mi tía lo conmovió.

Cómo provocar un incendio y por qué

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