Читать книгу Águilas y moscas - Jesus Torrens Alvarez - Страница 5
ОглавлениеAlguien espera en la mesa ocho
Jesús Antonio Álvarez
Ilustración de Gina García
La capital te atrapó, te embriagó en el triste ritual del olvido.
Gotan Project, Celos
¿Aló? Sí, te escucho. ¿Qué hay de nuevo en Bucaramanga? Sí, eso me contó mi mamá: que ya inauguraron el Metrolínea. Aquí hay subte. El subte es lo mismo que un metro, pero aquí son pocos los que lo llaman así. Yo siempre voy en la línea A, desde Congreso hasta Puán. Allá queda la sede de Filosofía y Letras. La verdad es que ya no me gusta la maestría. La ciudad es hermosa, y la gente amable. Conseguí trabajo en una pizzería. Se llama La Continental. Queda cerca de mi casa, puedo ir a pie. Sí, es rica la pizza. Hay una en especial que me gusta mucho: se llama fugazzeta de jamón y queso. Tiene cebolla, no te va a gustar. ¿Cómo están todos? ¿Y la gente del barrio? Yo también los extraño.
»¿Aló? Pensé que se había caído la llamada. No, no son caras las llamadas. La semana pasada no fui a la U. Me quedé toda la tarde leyendo. Sí, también estoy escribiendo. Tal vez algún día termine ese libro. Prometo que te lo dedicaré a ti. Sí, siempre te he querido; fuiste tú quien me dejó. Pero bueno, hablemos de otras cosas. Sigo en la pizzería. Trabajo casi todo el día, solo me queda tiempo para comer y dormir. Gano buenas propinas. He hecho varios amigos. Sí, también he hecho amigas. Hay una brasilera que se llama Gabriela, es hermosa. No, nadie es más hermosa que tú.
»Hay gente de todos lados: chinos, paraguayos, bolivianos… Me la llevo bien con los paraguayos, aunque no les entiendo mucho cuando hablan. No, los chilenos hablan peor. No he visto una sola argentina hermosa hasta ahora. Sí, yo también supongo que las hay; pero yo solo tengo suerte con las feas. No, tú no eres fea. Sí, te sigo queriendo. ¿En qué estás trabajando? Bueno, ojalá a ti te vaya bien.
»Te hablo de una mujer mayor. Se parece a tu mamá, solo que siempre va vestida de otoño. No sé, mi jefe no la soporta. Hace dos meses la vi por primera vez. Debe de tener unos cincuenta años, algo más. Es bonita; tiene la mirada de todas las mujeres que esperan tras la ventana. Yo estaba barriendo y ella me tocó el hombro. Me preguntó por su esposo. Me dijo: «Es el de la foto. Se fue cuando era un pibe y no lo he vuelto a ver». Mi jefe dice que su marido estuvo en lo de Las Malvinas, y que cuando acabó la guerra ella estuvo esperándolo en la puerta de su casa; pero él nunca volvió.
»Han sido muy amables conmigo. Cuando hablamos de fútbol les recuerdo el 5-0 y se quedan serios. ¿Que si la he vuelto a ver? Sí, esa señora viene todas las tardes, a eso de las cinco. Se sienta en la mesa ocho, pide dos fugazzetas y dos Coca Colas, pregunta si han visto a su marido y se maquilla frente al espejo hasta que cerramos el local. El otro día fui hasta Retiro. Cerca está el correo argentino. Sí, fue el día que te envié el libro que me pediste. Bueno, pues la señora estaba allá y preguntó si había carta para ella. Sí, yo también sé que no quería una carta, solo quería que le dijeran algo de su marido. No, ella pide de comer y ni siquiera mueve los tenedores. Se queda esperándolo.
»¿Te gustaron las fotos que te pasé? Hay una en la que salgo con los compañeros de la Facultad. Si mi familia te pregunta algo diles que aún estoy estudiando; solo tú sabes lo de mi trabajo. Sí, la mesa ocho. Esa es la mesa que escoge esa señora cada vez que viene a comer. No, cuando hay alguien ahí se queda esperando a que terminen y luego se sienta. Sí, es triste verla. Me da la impresión de que espera que alguien le corra la silla; pero luego se resigna. Sí, habla sola, era de esperarse. Tal vez algún día me anime a saludarla.
»¿El Obelisco? Es grande, sí; pero de tanto verlo ya no me causa gracia. Queda en el cruce de Corrientes con la 9 de julio. Por ahí cerca también está el Teatro Colón. No, la foto que tengo con la camiseta naranja es frente a la Catedral. Es bonita, sí. Más abajo está la Casa Rosada. Ayer entré: los sábados es gratis la entrada, hasta las seis de la tarde. Había mucha gente. ¿Ella? No, a ella solo la veo en el laburo. Sí: de tanto escucharlos ya hablo como porteño, ¿viste?
»Le hablé de ti, ese fue nuestro primer tema de conversación. Ahora sé qué fue lo que pasó. El marido fue a la guerra y nadie da noticias de él. Le ha preguntado a los veteranos que están haciendo huelga de hambre frente al Congreso si alguna vez lo vieron, pero ellos no dicen nada. Hace tiempo que debieron darle su pensión y nadie mueve un dedo. Dice que la semana entrante cumplirá veintiocho años de haberse casado con él.
»Perdimos, sí; pero el partido fue bueno. Había más de tres mil colombianos en el Monumental. Sí, unos hinchas del Atlético Bucaramanga extendieron una bandera del equipo en el estadio y por un momento deseé estar allá contigo. ¿Lo viste en los bares de la 33? Me alegra. Sí, es lindo escuchar el himno fuera del país. Uno como que se siente más orgulloso, no sé. Hace frío. Ya es junio y se siente el invierno. Me gustaría que estuvieras aquí y me abrazaras. Lo sé, estamos lejos. ¿Sabes? A veces salgo a caminar e imagino que voy contigo de la mano. Te digo: vamos a San Telmo, al viejo almacén. Y no decimos nada de camino, pero somos felices en nuestro silencio. Luego seguimos derecho hasta Puerto Madero y, cuando pasamos por El puente de la mujer, me besas. Es lindo, sí. Hay muchas parejas a esa hora y yo estoy solo. Tantos lugares hermosos y tú estás lejos. Voy por Luna Park, camino por Florida y escucho un saxofón triste en alguna esquina. Y cerca, muy cerca, se oye el último acorde de un piano.
»Lo sé, hace tiempo que no hablamos. Estaba en Uruguay, imposible no ir. Es como viajar de Bucaramanga a Tunja, pero estás en otro país. Primero fui a Colonia, luego a Montevideo. Solo estuve cuatro días, no tenía mucho dinero. Ya ves que ni siquiera te llamé. ¿Conseguiste trabajo en la UIS? Qué bien. ¿Es cierto que hubo protestas hace unos días? Yo en cambio siento que voy de mal en peor. Ayer llegó el importe de la matrícula y lo rompí. No, ya está decidido. No terminaré esa maestría. Me aburrí. De todo y de todos, sí. Ya estoy harto de hacer pizzas, de caminar solo todas las noches e ir de boliche en boliche pidiendo cerveza para uno, churrasco para uno. Te extraño, esa es la verdad. Tal vez regrese pronto y no le diga a nadie. ¿Ella? No sé nada de ella. Lo último que me dijo fue que si te quería que no te dejara ir, que después me dolería más de lo que me duele ahora. Lo dice por experiencia, supongo.
»El parque japonés, el zoo, Palermo, La Recoleta, Caminito, Las Heras… he caminado mucho en estos días. No, ya no trabajo. Tampoco volví a verla. ¿Mis amigos? Bueno, Josué se va para Bélgica la otra semana; Edgar irá por unos días a El Salvador. El único que se queda es Genaro. Yo también me voy. Adelanté el viaje. ¿Por qué? Porque ayer entré a La Continental y, sin darme cuenta, pedí dos fugazzetas y dos Coca Colas y me senté en la mesa ocho. No, ella no estaba ahí. Me da miedo caminar toda la vida por esta ciudad y terminar como ella. Estoy solo. Sigo escribiendo. No sé si algún día termine ese libro. He visto algunas películas y he ido de aquí para allá, aun cuando hay lluvia. El avión hará una escala en Lima, tal vez te llame cuando esté allá. Sí, llámame cuando llegue a Bogotá. Está bien, nos veremos en tu casa y te contaré más cosas de mi viaje. ¿Y Bucaramanga? ¿Cómo está la ciudad? Te quiero, no lo olvides. ¿Ella? Bueno, supongo que seguirá preguntando a todo el mundo por su marido. O tal vez pregunte ahora por mí, yo era el único que la escuchaba. Sí, le tomaré una foto para que la conozcas. Es verdad, se parece a tu mamá. Adiós, te llamo luego.