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Capítulo 5

Liberación de las restricciones transversas que deterioran la movilidad fascial

La disposición de la mayoría de los planos fasciales del cuerpo humano es más longitudinal que transversa. Estas estructuras fasciales se caracterizan por poseer un poco de movimiento deslizante. Esta movilidad deslizante es más evidente en dirección longitudinal que transversal.

Anatómicamente, hay divisiones estructurales específicas que, cuando presentan hipertonía, actúan como áreas de restricción funcional a este deslizamiento longitudinal natural de las hojas de fascia del cuerpo. Estas divisiones estructurales/funcionales se localizan donde hay predominancia de tejidos conjuntivos que se orientan transversalmente respecto al cuerpo. Es fácil que provoquen un deterioro de la libertad del deslizamiento longitudinal de la mayoría de las hojas fasciales.

EL DIAFRAGMA RESPIRATORIO

La más evidente de estas estructuras transversas potencialmente restrictivas es el diafragma (ILUSTRACIÓN 5.1). El diafragma divide el cuerpo humano en las cavidades torácica y abdominal. Es en esencia un tabique musculofibroso. La periferia del diafragma es la porción muscular que surge de las caras internas de la apófisis xifoides del esternón, de los seis cartílagos y costillas inferiores, de los ligamentos lumbocostales, y, a través de los pilares del diafragma, de las tres vértebras lumbares superiores y sus fibrocartílagos intervertebrales. El músculo de disposición periférica de este diafragma se inserta en el centro tendinoso.


Ilustración 5.1.

Diafragma respiratorio: vista inferior oblicua.

El diafragma permite el paso de las estructuras que se hallan entre las cavidades torácica y abdominal, como el esófago, la aorta, la vena cava, las venas ácigos y hemiácigos, el conducto torácico, los vasos sanguíneos esofágicos, la arteria mamaria interna, los nervios vagos, ramos de los nervios frénicos y los nervios esplácnicos mayor y menor. Troncos de los nervios simpáticos suelen atravesar los ligamentos lumbocostales mediales, que también permiten el paso de los músculos cuadrados lumbares. Hay que tener presente que las fibras del pericardio penetran en este diafragma por arriba, y que contribuyen a la fascia inferior del diafragma.

El pilar derecho del diafragma nace del ligamento longitudinal anterior de la columna vertebral, de las superficies anteriores de los cuerpos de las vértebras lumbares I, II y III, y de sus fibrocartílagos intervertebrales.

El pilar izquierdo es más pequeño y se inserta en las porciones correspondientes de las dos vértebras lumbares superiores y en el ligamento longitudinal anterior. Fibras de los dos pilares se extienden en sentido anterior y medial donde se cruzan para formar el hiato aórtico. Luego completan una figura en 8 y forman el hiato esofágico.

Cuando se contrae el músculo del diafragma, tira del centro tendinoso hacia abajo, con lo cual reduce la presión intratorácica e incrementa el volumen intratorácico. Al mismo tiempo aumenta la presión intraabdominal y se reduce el volumen intraabdominal. La contracción del diafragma también ejerce unatirón en sentido inferior sobre el pericardio que se transmite por medio de la continuidad fascial a través de la vaina carotídea hasta la base del cráneo. De ahí que los pacientes con hipertonía diafragmática crónica manifiesten con frecuencia una movilidad del sistema craneosacro inferior a la óptima.

El diafragma está inervado por ramas de las divisiones primarias ventrales de los nervios torácicos IX a XII, y por el nervio frénico, que procede sobre todo del IV nervio cervical, que también recibe contribuciones de los nervios cervicales III y V.

Un estado anormal de hipertonía o contractura del diafragma puede darse unilateral o bilateralmente. Tal vez se dé por problemas asociados con uno o todos los nervios torácicos inferiores de uno o ambos lados. Quizá sea el resultado de problemas a lo largo del curso de uno o ambos nervios frénicos, o de ambos lados de la región cervical a nivel de los segmentos III, IV y/o V. Puede tener su origen en una inflamación de la pleura que se extienda al diafragma, por pericarditis y por inflamación del sistema hepatobiliar y de otras vísceras abdominales afines.

La disfunción del diafragma también puede ser secundaria a una disfunción somática que afecte las seis costillas inferiores, el esternón y la apófisis xifoides, las tres vértebras lumbares superiores, el músculo psoas mayor, el músculo cuadrado lumbar y/o las fascias relacionadas con cualquiera de las estructuras mencionadas. Tal vez también sea secundaria a la inflamación de cualquiera de las estructuras que lo atraviesan, como la aorta, el esófago o la vena cava.

Lo significativo es que la hipertonía anormal del diafragma suele ser un signo secundario habitual en un gran número de afecciones. Con frecuencia, después de curar la afección primaria, el diafragma mantiene y perpetúa de forma autónoma los patrones de tensión asimétrica y la hipertonía anormal en su interior. El diafragma disfuncional interfiere no sólo con las actividades respiratorias correctas, sino también con la función del sistema craneosacro y la libertad de la movilidad fascial. El paciente está, por tanto, algo desvitalizado. Este nivel reducido de salud sirve de base para enfermedades recidivantes, manifestaciones indeterminadas de fatiga, dolores migratorios, la acumulación de productos de desecho tóxicos debido a la reducción de la movilidad de líquidos y los intercambios gaseosos, depresión y malestar general.

Este escenario aporta la base para suponer que con todas las disfunciones del sistema craneosacro hay que prestar especial atención diagnóstica y terapéutica a las restricciones transversales que se producen naturalmente en el cuerpo humano.

La técnica para liberar una tensión anormal del diafragma es muy sencilla (ILUSTRACIÓN 5.2). El paciente se tumba en decúbito supino sobre la mesa de tratamiento. El terapeuta se sienta cómodamente junto al paciente. Coloca una de las manos debajo de la región toracolumbar de modo que las apófisis espinosas de la XII vértebra dorsal y de las tres vértebras lumbares superiores queden en la palma de la mano. La otra mano, en sentido anterior, debe cubrir el epigastrio, la apófisis xifoides y los bordes costales anteroinferiores.

Mientras una mano está debajo del paciente como base firme inmóvil, se aplica presión de anterior a posterior con la mano situada en sentido anterior. Se empieza con una presión muy suave, que luego aumenta lentamente hasta sentir un movimiento en el paciente. Cuando se perciba este movimiento, se seguirá en cualquier dirección que se produzca. Se mantiene la compresión anteroposterior con fuerza suficiente para que este movimiento inherente se produzca y continúe.


Ilustración 5.2.

Posición de las manos para la liberación del diafragma.

El movimiento inherente que percibes tal vez sea predominante en las regiones posterior o anterior del cuerpo del paciente, o sea, uniforme por todo el cuerpo. Puede palparse como un deslizamiento lateral, una torsión, una rotación o una combinación de éstos. Puede producirse cualquier otra posibilidad que represente la liberación de los tejidos hipertónicos.

Al plantearse la orientación direccional de las fibras musculares del diafragma, resulta evidente cuántas restricciones y distorsiones distintas del movimiento del tejido pueden darse. No sólo todos los ángulos transversos representados por estas fibras son grandes, sino también la variación de ángulo de longitudinal a transverso. Esta circunstancia proporciona un potencial tridimensional para la restricción de la movilidad normal. Adicionalmente, estos ángulos cambian a medida que el esfuerzo respiratorio y otras variables cambian a nivel del diafragma entre las cavidades torácica y abdominal.

A medida que los tejidos entre las manos comienzan a relajarse, se conseguirá un nuevo equilibrio en el cuerpo del paciente. Este nuevo estado se anuncia por un reblandecimiento perceptible de los tejidos. Una vez que se produce ese reblandecimiento, se libera gradualmente la compresión anteroposterior y el diafragma se considera liberado y en equilibrio.

Si se tiene alguna duda, se retira la mano, se espera 1 ó 2 minutos y se repite el procedimiento. Si el diafragma está libre de la hipertonía anormal, se percibirá una expansión simétrica al volver a aplicar la compresión anteroposterior en el cuerpo del paciente. Si el diafragma pudiera beneficiarse de un tratamiento posterior, se notará un movimiento inherente asimétrico al aplicar la presión apropiada. El procedimiento puede repetirse con tanta frecuencia como sea necesario para obtener un equilibrio simétrico.

LOS DIAFRAGMAS DE LA PELVIS

Funcionalmente, para lo que nos interesa, los diafragmas pélvico y urogenital (ILUSTRACIÓN 5.3) pueden tratarse juntos mejor que separados. El diafragma pélvico se compone de los músculos elevador del ano y coxígeo, y sus fascias. El diafragma urogenital se compone de la fascia de varios músculos que atraviesan la pelvis ósea.


Ilustración 5.3.

Diafragmas pélvicos.

El diafragma pélvico se extiende y cruza la pelvis como una hamaca y proporciona soporte a las vísceras de la pelvis. Lo atraviesan el conducto anal, la uretra y la vagina.

El músculo elevador del ano nace en la superficie interna de la rama superior del pubis bilateralmente. No suele surgir de la sínfisis. Parte posteriormente de las superficies internas de las espinas ciáticas. Entre estas dos regiones de origen, tiene su punto inicial el arco tendinoso del músculo elevador del ano, el cual es una cintilla gruesa de la fascia obturatriz inserta en el pubis y en la espina ciática. Las fibras musculares discurren medial y posteriormente, y se insertan en los dos segmentos coxígeos, el rafe anocoxígeo, el músculo esfínter externo del ano y el centro tendinoso del periné. Está inervado por ramas del plexo pudendo derivados de los segmentos sacros III, IV y V.

El músculo elevador del ano actúa de soporte y eleva el suelo de la pelvis. Opone resistencia al aumento de la presión intraabdominal. Desplaza el ano hacia arriba y lo comprime. Es en gran parte responsable del tono vaginal.

El coxígeo se compone de fibras musculares y tendinosas. Nace de la espina ciática y del ligamento sacrotuberoso, y se inserta en la unión sacrocoxígea. Está inervado por ramas del plexo pudendo derivados de los segmentos sacros IV y V. El músculo coxígeo actúa tirando del coxis y el vértice del sacro en sentido anterior, induciendo un elemento de flexión en el sistema craneosacro (ILUSTRACIÓN 5.4).


Ilustración 5.4.

Hipertonía coxígea que induce la flexión del sistema craneosacro.

El diafragma urogenital se compone de dos hojas de fascia, una profunda y otra superficial. La hoja profunda cubre la distancia entre las ramas isquiopúbicas. Permite el paso de la uretra y la vagina, y se mezcla con sus paredes a su paso.

Dadas las íntimas interconexiones entre estas estructuras en sus puntos de anclaje e inserciones musculares comunes, cualquier fragmentación del tratamiento o análisis sería ilusorio.

Dada la poderosa influencia de los diafragmas de la pelvis, no sólo sobre la movilidad sacrocoxígea sino también sobre la movilidad de la fascia longitudinal y la liberación de líquido por estas estructuras transversas, es imperativo que la hipertonía y los desequilibrios de tensión se traten con éxito antes de esperar ver un sistema craneosacro y la movilidad fascial libres.

La técnica para liberar los diafragmas pélvicos es muy parecida a la empleada para liberar el tono anormal del diafragma respiratorio. La posición de las manos del terapeuta es, por supuesto, distinta (ILUSTRACIÓN 5.5).

Se pone una de las manos debajo del paciente en decúbito supino en el cuerpo del sacro de modo que la cresta sacra discurra sobre la palma. La mano actúa de base que ofrece resistencia firme cuando comienza la compresión anteroposterior.

Se coloca la otra mano sobre el paciente de modo que la eminencia hipotenar cubra el pubis y el resto de la mano cubra la región suprapúbica.

Se empieza a aplicar una fuerza de compresión con la mano colocada anteriormente contra el pubis y el área suprapúbica del paciente. La mano situada debajo del paciente ofrece una resistencia firme. A medida que aumenta gradualmente la fuerza compresiva, llega a un nivel eficaz en el cual el diafragma pélvico normalmente simétrico permitirá una expansión lateralmente simétrica de los tejidos. Si el tono de los tejidos pélvicos es normal, el movimiento inherente entre las manos se empezará a mostrar como un deslizamiento lateral, torsión o rotación. Hay que seguir estos movimientos sin oponer resistencia, si bien el terapeuta debe mantener la fuerza compresiva mínima requerida para seguir la actividad autocorrectora de la pelvis del paciente. Cuando se perciba la sensación de reblandecimiento de la liberación del tono anormal, el tratamiento habrá concluido. Si se tiene alguna duda, se repite la técnica para determinar la normalidad de la respuesta a la fuerza de compresión anteroposterior que se ha inducido. Esta técnica se repite con tanta frecuencia como sea necesario para obtener el resultado que se quiera. La liberación del diafragma pélvico a menudo mejorará de inmediato la amplitud y equilibrio del movimiento craneal, a medida que se movilice el complejo craneosacro.


Ilustración 5.5.

Posición de las manos para la liberación de los diafragmas pélvicos.

ENTRADA TORÁCICA

Otra área de restricción transversa potencial que con frecuencia causa reducción del movimiento de la fascia longitudinal y la movilidad del sistema craneosacro es la región de la unión cervicotorácica y/o el estrecho o entrada torácica. Nos referimos a este complejo como «entrada» porque los vasos sanguíneos y linfáticos que lo atraviesan devuelven a la cavidad torácica líquidos procedentes de la cabeza. Si el retorno del líquido de la bóveda del cráneo a la cavidad torácica se ve inhibido, aunque sea ligeramente, por una hipertonía hística anormal de la entrada torácica, el movimiento craneal se ve deteriorado en correspondencia con la congestión de líquido en la bóveda.

Las estructuras óseas que forman el estrecho superior del tórax son las vértebras de la unión cervicotorácica, las costillas superiores, las clavículas, el acromion de las escápulas y el manubrio del esternón.

Las fascias del cuello se extienden sin interrupción con las fascias del tórax. Las fascias subcutáneas del cuello contienen las fibras de los músculos platisma. Están separadas de las fascias cervicales profundas por una hendidura distinguible que les confiere movilidad. Las fascias cervicales superficiales prosiguen sobre las clavículas con las fascias superficiales de las regiones pectoral y deltoidea anteriormente. En sentido posterior, se extienden sin interrupción con la tela del dorso del cuello, dura y fibrosa. La tela se adhiere a la fascia profunda en esta región. Las fascias cervicales profundas establecen conexiones entre la cabeza y el tórax. También contribuyen mucho a formar la sustancia de las fascias de las extremidades superiores.

En el estrecho superior del tórax, el curso oblicuo de los músculos esternocleidomastoideo y trapecio y sus fascias hace que tengan gran influencia sobre la movilidad funcional de las estructuras óseas del estrecho superior, así como sobre el flujo de líquidos y la movilidad fascial. Los músculos infrahioideos y sus fascias también presentan un gran potencial para interferir con la movilidad normal de estas regiones (ILUSTRACIÓN 5.6).

Las hojas de revestimiento de las fascias cervicales de las regiones infrahioideas ofrecen ejemplos perfectos del concepto de hojas de fascia que se dividen en láminas para formar recesos que revisten los músculos y otras estructuras. En esta región, las fascias se extienden sin interrupción cruzando la línea media. Forman recesos que revisten los músculos esternocleidomastoideo y trapecio. Estas fascias se fusionan luego entre los músculos formando hojas únicas. También se extienden sin interrupción con la fascia de revestimiento de los músculos pectoral y deltoides. Se insertan en la línea nucal superior, la apófisis espinosa de la VII vértebra cervical, el ligamento nucal, el músculo hioides, el acromion, las clavículas y el manubrio del esternón. Como estas láminas forman las fascias de revestimiento de numerosos músculos (y, sin embargo, son porciones verdaderas de una única hoja de fascia), la contracción o hipertonía de cualquiera o varios de estos músculos afectan las fascias de tal modo que se produce un desequilibrio, una restricción o hipertonía del estrecho superior del tórax. Las venas yugulares externa y anterior se hallan hundidas en las hojas superficiales de estas fascias de revestimiento. Por tanto, un aumento de la tensión fascial debida a hipertonía muscular puede incrementar la resistencia al retorno venoso de la cabeza.


Ilustración 5.6.

Músculos del cuello que se insertan por arriba en el estrecho superior del tórax.

Lámina prevertebral es el nombre otorgado a las porciones anteriores de las fascias vertebrales que recubren la columna vertebral y todos sus músculos. Estas fascias se extienden sin interrupción del cráneo al coxis. También se extienden sin interrupción con las fascias de los músculos elevador de la escápula y esplenio. Se extienden sobre los músculos escalenos y sin interrupción con las fascias de las paredes del tórax. Fibras profundas de las láminas prevertebrales forman bilateralmente cúpulas fibrosas cónicas que trazan un arco por encima de los vértices de las membranas suprapleurales. Estas membranas se insertan con firmeza en las apófisis transversas de la VII vértebra cervical y en los bordes mediales de las primeras costillas. Emergen con las vainas carotídeas y se extienden sin interrupción con las fascias endotorácicas. Forman las vainas axilares que recubren las arterias y venas subclavias (cuando su nombres pasan a ser el de arteria y vena axilares) y los plexos de los nervios braquiales al adentrarse en la región axilar.

La complejidad de la anatomía del estrecho superior del tórax puede resultar confuso para los que no sean anatomistas. Baste decir que es inmenso el potencial de reducción del flujo de líquidos, de restricción de la movilidad fascial, de disfunción somática ósea y de restricción del movimiento en el estrecho superior del tórax. Su restricción puede interferir en gran medida con la libertad de movimiento del sistema craneosacro mediante varios mecanismos. Debe conferírsele toda la libertad de movimiento posible para lograr una máxima eficacia del sistema craneosacro.

La técnica empleada para movilizar la entrada torácica incluye técnicas parecidas a las usadas para los diafragmas respiratorio y pélvicos. Estas técnicas de liberación fascial van mejor (aunque no necesariamente) precedidas por una manipulación «thrust» terapéutica cervicotorácica general para mejorar la movilidad ósea de esta región.

La manipulación «thrust» terapéutica cervicotorácica general no tiene por finalidad ninguna restricción ósea específica, sino movilizar las articulaciones intervertebrales así como las costillas superiores. Con el tirón se estiran las fascias y, mediante cierto mecanismo, probablemente neuronal, se reduce el tono general de los músculos cervicales (APÉNDICE D).

Primero de todo, se debe proceder a la lateroflexión de la unión cervicotorácica del paciente sobre el fulcro aportado por la mano. Consigue una amplitud extrema del movimiento de lateroflexión (usar una fuerza moderada durante este procedimiento). No iniciar intencionadamente la flexión o extensión del cuello en este punto (ILUSTRACIÓN 5.7).

Cuando la lateroflexión haya llegado a la amplitud extrema de movimiento, se pide al paciente que respire hondo y aguante la respiración todo lo posible. Durante la espiración, aumentará ligeramente la lateroflexión. Tras practicar este ejercicio respiratorio unas cuantas veces hasta que no se consigan más movimientos de lateroflexión durante la exhalación, se gira la cabeza en dirección opuesta manteniendo la flexión lateral. Se sigue usando sólo una fuerza de suave a moderada (ILUSTRACIÓN 5.8).


Ilustración 5.7.

Introducción de la lateroflexión de la porción inferior del cuello sobre las vértebras dorsales superiores.

Cuando la rotación se haya llevado hasta el extremo, se repite el procedimiento respiratorio descrito para la lateroflexión con el fin de ver si aumenta la rotación. Cuando se haya conseguido el movimiento rotatorio máximo, se practica una manipulación terapéutica suave pero muy rápida del cuello para que adopte un poco más de rotación. Por lo general, se oirán múltiples chasquidos mientras se movilizan las articulaciones del estrecho superior del tórax. Se repite el procedimiento en dirección contraria. (Nunca se usarán más de 500 ó 900 gramos de fuerza.) Se pueden hacer otras correcciones específicas si fuera lo indicado.

Para movilizar y luego equilibrar las restricciones transversas de la entrada torácica, se coloca una de las manos debajo del paciente en decúbito supino. Las apófisis espinosas de la VII vértebra cervical y las primeras vértebras dorsales superiores deben cruzan la palma de la mano. La otra mano se coloca sobre la pared torácica anterosuperior de modo que cubra las articulaciones esternoclaviculares, la horquilla suprasternal y las regiones costocondrales superiores. La mano situada debajo del paciente actúa de base firme y sustentante, mientras que la mano en la superficie anterior inicia la aplicación de fuerza compresiva anteroposterior. El grado de fuerza aplicada aumenta lentamente hasta que, en circunstancias normales, se libera el estrecho superior y se dilata lateralmente de forma simétrica por ambos lados (ILUSTRACIÓN 5.9).


Ilustración 5.8.

Adición de rotación de la porción inferior del cuello sobre las vértebras dorsales superiores mientras se mantiene la lateroflexión.

Si se aprecian movimientos inherentes de deslizamiento lateral, torsión o rotación entre las manos, habrá que seguir estos movimientos. Se aplicará una fuerza compresiva suficiente para que los movimientos prosigan hasta conseguir la liberación. La necesidad de seguir el tratamiento se determina repitiendo el procedimiento y evaluando si en el movimiento se aprecia simetría.

Al aplicar las técnicas para las tres restricciones transversas descritas anteriormente, el movimiento anormal debe seguirse mientras se mantiene la fuerza compresiva al nivel mínimo requerido para asegurar su continuación. Esto supone que la fuerza usada se ajuste constantemente según la respuesta del cuerpo a la presión. Si la fuerza es excesiva, generará una contracción defensiva del tejido. Esto eliminará el movimiento de equilibrio inherente que es el efecto terapéutico que se trata de inducir. Demasiada fuerza es contraproducente.


Ilustración 5.9.

Posición de las manos para liberar el estrecho superior del tórax.

Cuando se siga un movimiento anormal para conseguir un punto de equilibrio y se produzca la liberación del tono hístico, hay otra regla a tener en cuenta: el movimiento de vuelta no debe ir en la misma dirección que el de ida. De lo contrario, estarás dejando que se repita el patrón adaptativo desequilibrado. Deja que los tejidos se muevan por donde quieran excepto de vuelta por la misma vía de ida. Una vez ejecutadas las técnicas unas cuantas veces, el significado de estas palabras te resultará evidente. Por ahora, tal vez parezcan un tanto oscuras; sin embargo, recuerda que si una de las manos sigue una rotación anterior dextrórsum deberás seguirla; no dejes que gire en dirección sinistrórsum. Deja que se produzca un deslizamiento lateral, una torsión o una liberación, todo excepto que el movimiento de vuelta sea igual que el de ida.

BASE DEL CRÁNEO

En el capítulo 13 se describen todos los músculos y fascias que se insertan en la base del cráneo. Son muy numerosos y pueden provocar interferencias acusadas con la función del sistema craneosacro cuando se aprecia tensión anormal, hipertonía o contractura.

La base del cráneo se libera para mejorar la movilidad libre del occipital y los temporales como respuesta a las actividades del sistema hidráulico que se producen dentro de la bóveda del cráneo y el conducto vertebral. Debe liberarse después de que el terapeuta haya equilibrado y liberado la entrada torácica. La liberación de los líquidos del cráneo, que a menudo se consigue mediante el tratamiento con éxito de las restricciones de la base del cráneo, debe contar con una salida. La entrada torácica congestionada crea una resistencia al retorno venoso que interfiere con el drenaje de líquidos de la bóveda del cráneo. Esta situación, si está presente, debe remediarse antes de liberar las restricciones de la base del cráneo y equilibrar su movimiento (APÉNDICE D).

La técnica para liberar la base del cráneo recurre a una presión profunda en los tejidos de la región suboccipital del cuello. Se colocan los dedos verticalmente de modo que las yemas actúen de fulcro sobre el cual se equilibra la región cervical superior del paciente en decúbito supino (ILUSTRACIONES 5.10A y 5.10B).

Los pulpejos de los dedos deben mantenerse en contacto con el occipital. La cabeza del paciente debe situarse por encima de las palmas de las manos.


Ilustración 5.10A.

Liberación de la base del cráneo.


Ilustración 5.10B.

Liberación de la base del cráneo.

La fuerza terapéutica corresponde únicamente al peso de la cabeza del paciente. A medida que los tejidos de la región suboccipital comienzan a relajarse por la presión de las yemas de los dedos, la cabeza del paciente empezará a asentarse en las palmas de las manos. Se continúa aplicando la presión en la región suboccipital en dirección anterior. Se mantiene el contacto de los pulpejos con el occipital. No hay que dejar que los tejidos muevan tus dedos en dirección inferior o caudal.

Finalmente, a medida que se relajen los tejidos, notarás la firmeza del arco posterior del atlas. Con lentitud, el atlas comenzará a alejarse del occipital, lo cual se manifiesta como una sensación de «flotación». Mientras flota, síguelo y «equilíbralo». Una vez que parezca libre del occipital, sostén el atlas en sentido anterior con las yemas de los dedos anulares. Mueve el occipital suave y delicadamente en dirección posterior con las yemas de los dedos corazón. Este procedimiento permite un mayor alejamiento del occipital del atlas, y descomprime la región de los cóndilos del occipital.

Esta técnica no sólo moviliza la base del cráneo, sino que también libera el tejido que rodea los agujeros yugulares. Esto mejora el drenaje de líquidos de la bóveda del cráneo por las venas yugulares y reduce la congestión intracraneal de líquidos. La reducción de dicha congestión contribuye a su vez a favorecer la movilidad del sistema craneosacro.

Los nervios glosofaríngeo, vago y accesorio pasan por los agujeros yugulares (ILUSTRACIÓN 5.11). La liberación de cualquier insuficiencia de estos agujeros suele tener un efecto beneficioso sobre la función de dichos nervios.


Ilustración 5.11.

Estructuras de la base del cráneo que reciben un influjo favorable por la liberación de la base del cráneo.

OTRAS RESTRICCIONES TRANSVERSAS

Cualquier articulación constituye una posible restricción transversa al movimiento deslizante libre de la fascia orientada longitudinalmente. Esto compete a las caderas, rodillas, tobillos, hombros, codos, muñecas e incluso dedos de las manos y los pies.

La restricción en cualquiera de estas regiones afecta la fascia que, a su vez, deteriora en cierto grado el movimiento libre del sistema craneosacro. El tratamiento se basa en localizar la posición neutra de la articulación y mantenerla hasta que se libere el tejido. En los círculos osteopáticos, esta técnica suele llamarse técnica funcional de posición y sustentación (APÉNDICE E).

Terapia craneosacra I

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