Читать книгу Terapia craneosacra I - John E. Upledger - Страница 8
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Como en cualquier nuevo campo del estudio, el concepto craneosacro está cambiando rápidamente y este libro contiene la información más reciente, además de ofrecer una cantidad considerable de observaciones y teorías que aún no se han sometido a pruebas científicas rigurosas. Pedimos indulgencia a este respecto. Mediante la aplicación y observación clínicas continuadas, el terapeuta puede empezar a separar los hechos de la fantasía. El paso del tiempo demostrará la eficacia de la Terapia craneosacra. Tampoco creemos que se deba negar a los pacientes las técnicas diagnósticas y terapéuticas de bajo riesgo ni sus beneficios potencialmente altos, porque las lentas ruedas del método científico estén tratando de confirmarlas y refutarlas. En otras áreas de la asistencia sanitaria en las que el riesgo para los pacientes es mayor y los peligros potenciales son considerables, nuestra postura es muy distinta.
Además, la Terapia craneosacra posee la capacidad potencial de ser de gran ayuda para un número significativo de casos médicos «de cajón de sastre», «ancianos» y otros con quienes la medicina convencional se ha mostrado ineficaz. Son personas que siguen padeciendo a pesar de haber pasado por algunos de los mejores centros médicos del mundo. ¿Por qué? Porque la medicina ortodoxa sigue sin reconocer la existencia del sistema craneosacro y su importancia fisiopatológica. Aunque hace 50 años se debatió la posibilidad de que hubiera un sistema como éste, su base científica era poco clara y resultaba poco razonable dudar seriamente del dogma aceptado de que el cráneo se fusiona, y abrazar por otra parte el concepto de actividad dinámica sobre los huesos del cráneo, las meninges, el líquido cefalorraquídeo, el sistema vascular intracraneal, el desarrollo del encéfalo, el movimiento de los líquidos corporales, la tonicidad de los músculos y la función de todo el tejido conjuntivo del cuerpo influidos por el sistema craneosacro.
Como nuestra investigación comenzó por respaldar la existencia de un sistema craneosacro, empezamos a estudiar su significado. Muchas personas sufren disfunciones y enfermedades de etiología desconocida. Cuando hasta la fecha aparecía un concepto nuevo sobre un sistema fisiológico indiferenciado, lo razonable era buscar relaciones de causa y efecto entre la disfunción de este sistema y los síndromes patológicos de etiología oscura. Basándose en este concepto, aplicamos la terapia craneosacra a gran variedad de problemas sanitarios que aparecen en este libro.
Durante varias generaciones, un reducido número de terapeutas ha empleado el concepto craneosacro sin comprender totalmente su funcionamiento o la razón de su éxito. Su aplicación fue eficaz, pero resultaba todo tan misterioso que se consideró una forma de curación por la fe. De hecho, algunos terapeutas creen que están transmitiendo directamente con las manos un poder curativo divino. Esto obviaba la necesidad de conocer la anatomía y fisiología subyacentes. Esta actividad no se extinguió porque los resultados eran innegables; mientras algunos observadores lo consideraban curanderismo o curación divina, otros seguían mostrando curiosidad por la base anatómica y fisiológica de los resultados observados como respuesta a la terapia craneosacra.
Nuestro propio interés por el concepto craneosacro surgió por casualidad. Yo (Upledger) entré por vez primera en contacto con él durante una intervención quirúrgica en 1971. Estaba ayudando a un neurocirujano a quitar una calcificación extradural en la cara posterior del tubo dural en la región mediocervical. Nuestro objetivo era eliminar la placa calcificada sin practicar una incisión ni interrumpir la integridad de la duramadre. Mi tarea era mantener inmóvil la duramadre con dos pares de pinzas mientras el neurocirujano extirpaba la placa sin cortar ni dañar la membrana subyacente. No obstante, la duramadre no se mantuvo inmóvil. Me sentí mal por no haber podido cumplir con tan sencilla tarea. El paciente anestesiado por completo estaba en posición sedente. No tuve ninguna dificultad de acceso o visión del campo operatorio.
Resultó evidente que el movimiento de la duramadre era de naturaleza rítmica con unos 8 ciclos por minuto. Esta actividad rítmica era independiente de los ritmos respiratorio y cardíaco del paciente. Se trataba de otro ritmo fisiológico. Parecía la subida y bajada del líquido que contiene la duramadre. Ni el neurocirujano, el anestesista ni yo habíamos observado antes ese fenómeno. Me despertó la curiosidad. No pude hallar información relevante en la literatura médica y fisiológica convencional.
El paciente padecía una distrofia en la piel de ambos pies. No podía caminar por la aparición continua de equimosis, grietas y descamación de la piel en los pies. Era muy doloroso. Tras la extracción de la placa calcificada, mejoró el cuadro que había padecido durante unos 18 meses. Tres meses después de la operación, los pies tenían un aspecto normal. La placa era el resultado de una infección general por Equinococcus que había producido la formación de quistes en el hígado y el encéfalo. El tratamiento médico de estos problemas tuvo éxito. La placa extradural fue un efecto residual de la infección.
Finalmente, tuve conocimiento de un curso de osteopatía craneal cuyos conceptos parecían coincidir con las observaciones descritas antes durante el procedimiento quirúrgico. Empleé algunas de las técnicas aprendidas durante el curso con mucho éxito. No hay mejor retroalimentación que el éxito, por lo que profundicé en la osteopatía intracraneal. En 1975, abandoné la práctica privada y entré a formar parte del Departamento de Biomecánica del Michigan State University College of Osteopathic Medicine. Me integré en un equipo de investigación interdisciplinar. Una de nuestras tareas era estudiar la osteopatía craneal.
Durante el curso de nuestro trabajo, asistí a una conferencia de mi coautor Jon Vredevoogd. Jon es diseñador y arquitecto. La esencia de su conferencia puede resumirse en la siguiente cita:
«La naturaleza crea los mejores diseños. Todo diseño de la naturaleza tiene un propósito y es la forma más eficaz de realizar una tarea. Debemos estudiar la forma en que la naturaleza hace las cosas y tratar de emularla, en vez de intentar torpemente y de modo egoísta inventar otras propias. No podemos mejorar los diseños naturales; sólo necesitamos entenderlos.»
Proporcioné a Jon un cráneo humano desarticulado y le reté a que me explicara por qué la naturaleza había hecho así el cráneo, y me explicara la función de la forma de los distintos huesos. Durante los últimos 6 años, Jon y yo hemos trabajado juntos con estos problemas.
A nivel general, este libro es para biólogos y fisiólogos médicos curiosos, o para todo el que tenga interés por la integración de las funciones mecánicas y fisiológicas del cuerpo humano. El concepto craneosacro resuelve muchas paradojas y aporta una explicación a muchos fenómenos fisiológicos y síndromes clínicos observados pero no explicados.
A nivel más práctico, este libro es para todo «trabajador corporal», es decir, toda persona implicada en profesiones sanitarias que emplee las manos como herramientas diagnósticas o terapéuticas. Esto compete a médicos y osteópatas, dentistas, quiroprácticos, fisioterapeutas, terapeutas de polaridad, terapeutas del movimiento, psicoterapeutas, etc. La mayoría de las personas que ejercen estas profesiones cuentan con buenos conocimientos de anatomía. En este libro esperamos basarnos en esas sólidas bases anatómicas y expandir el concepto de la función anatómica y fisiológica dinámica.
Animamos a los lectores a mejorar sus habilidades para la palpación. Yo (Upledger) estoy fascinado por las perspectivas que se me han abierto desde que empecé a desarrollar mis habilidades para la palpación. La fascinación queda reflejada en el comentario de un neurólogo checoslovaco que visitó recientemente nuestra universidad. Había oído hablar del concepto craneosacro y quería que le enseñara a palpar el ritmo. Me tumbé en decúbito supino sobre la mesa de tratamiento, puse sus manos suavemente sobre mi cabeza y le pedí que cerrara los ojos y sintiera. En primera instancia, percibió el ritmo cardiovascular, luego el ritmo respiratorio, y después con mucha claridad el ritmo craneosacro. De modo espontáneo y teatral declaró: «Una vez que lo encuentras, nunca más lo pierdes».
Debo la realización de este libro a todos mis estudiantes que persistieron en preguntarme y animarme a describir verbalmente y explicar las cosas que hago de forma automática. Destaca entre todos una estudiante que integró en un programa de estudios los apuntes de clase y artículos publicados, la hermana Anne Brooks, hoy en día osteópata.
Grande es mi deuda con Stacy F. Howell, Ph. D., bajo cuya tutela completé una beca de 3 años en bioquímica en el Kirksville College of Osteopathic Medicine. La doctora Howell trató continuamente de enseñarme la diferencia entre un tecnólogo y un doctor de filosofía de la ciencia. Su influencia me convirtió en un observador naturalista.
Louis Hasbrouck, D. O., y Anne Wales, D. O., me sirvieron de inspiración durante mi primera experiencia en un seminario de la Cranial Academy. Con posterioridad, Herbert C. Miller, D. O., me ayudó a adquirir confianza en las manos y la intuición. Es mucho lo que debo a todas estas personas.
Ann Eschtruth y Laura Hayes lograron descifrar mi letra y convertir el manuscrito en algo legible. Charles Lincoln, D.O. (Reino Unido), estuvo siempre allí para leer las pruebas y discutir mi exposición de los conceptos y técnicas. Se invirtió una cantidad prodigiosa de tiempo en diseñar, componer, corregir las pruebas de imprenta e introducir los datos en este libro. Por su paciente devoción a estas labores, Jon Vredevoogd y yo deseamos en especial dar las gracias a Patricia O’Connor, Lilian Lai Bensky, Peggy Welter y Catherine Nelson. John O’Connor y Dan Bensky de Eastland Press completaron la edición final por lo que les estamos agradecidos.
Mi esposa Dianne me ofreció su apoyo y ánimo siempre que lo necesité. Sin ella, no se habría escrito este libro.