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Marzo 23
Buscando una esperanza real

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“Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1)

Mi hija es profesora de una escuela intermedia para jóvenes entre 11 y 14 años aproximadamente.

Al terminar uno de los periodos, sus alumnos le regalaron un pequeño libro con algunas notas que le escribieron.

Ella me dio el librito para que lo leyera. La mayoría de los alumnos que son apenas unos jovencitos empezando a vivir, escribieron cosas como estas: “Te agradezco mucho por haberme escuchado en un momento crítico de mi vida”; “en realidad te aprecio porque me ayudaste a salir de mi angustia y mi depresión”; “te doy gracias porque fuiste el apoyo que necesitaba en este momento difícil de mi vida”.

Y así como estas, otras notas en las que se notaba un gran sufrimiento por parte de estos niños que aún despiertan a la pubertad y tienen toda su vida por delante.

Los jóvenes que viven en nuestro alrededor, tienen todo lo que un adolescente quisiera tener. Toda la tecnología, los teléfonos, vehículos muchos de ellos, comodidad en sus casas, cuartos propios, ropa nueva, zapatos de marca, videos y cuanta cosa se les viene a la cabeza, ¡pero no son felices!

Por el contrario estamos viendo una generación de jóvenes en depresión, en tristeza, en angustia permanente, en crisis existencial, con intentos de suicidio, con vicios a los que se aferran para encontrar salidas a sus vacíos, con problemas que ellos mismos no saben cómo confrontar.

Los padres siguen trabajando largas jornadas para seguir comprando cosas que no van a llenar ese vacío de su juventud.

Muchos jóvenes lo tienen todo pero no son felices. Por el contrario, viven resentidos, viven deprimidos y terminan buscando en los vicios, en las drogas, en las pandillas, una respuesta para sus interrogantes.

Este mundo necesita desesperadamente una esperanza real. Esa esperanza tiene un nombre, se llama Jesucristo, nuestra única y verdadera esperanza.

Él no nos abandona, sino que está presto a nuestros ruegos y podemos acudir en cualquier momento y su línea nunca está ocupada.

Es nuestro Señor, quien nos conforta, quien nos ayuda, quien nos consuela.

Los tiempos difíciles se vencen siempre con la plenitud del amor que Jesús vino a entregar a cada uno de los suyos. Recibe en este día esa plenitud y vive de aquí en adelante con gran esperanza.

“Cristo en nosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27b).

Oración:

Señor amado, en este día deseo renovar mi intención de ayudar a quien clama en necesidad. Sé que el mundo te necesita y yo puedo ser parte de un cambio real en la vida de alguien cuando comparto de ti, Señor Jesucristo, la única esperanza real a quien podemos aferrarnos. Ayúdame para no ser indiferente, sino que pueda compartir con los demás la esperanza de gloria. Amén.

Una semilla para cada día

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