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Capítulo 2.
Un templo restaurado. El lugar de la misión

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“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Más él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2:19-22)

Las señales anunciadas por Jesús a Felipe y Natanael han empezado. El evangelio de Juan no habla de milagros o portentos, sino de señales. Caná es escenario del poder divino que empieza a preparar los odres nuevos para el vino nuevo que viene desde el cielo. Si ya ha sucedido la primera señal, es cuestión de tiempo para el anuncio de otras más. Las palabras se convierten en hechos, los hechos en señales, las señales en demostración del poder auténtico del Mesías. La pascua está cerca. La celebración no puede perder su carácter sagrado.

Pero el templo es ahora un lugar destinado para el comercio. Los negociantes del lugar son los privilegiados que asumen ganancias con los feligreses necesitados. Ventas en lugar de oración. Comercio en lugar de devoción. El incienso se ha cambiado por el olor de los bueyes y las ovejas. La palabra sagrada se intercambia por anuncios de ofertas incomparables. El templo es ahora un lugar propicio para el intercambio, pero no de plegarias y oraciones, sino de animales y monedas. Las oraciones han quedado mudas mientras el ruido ensordecedor de los comerciantes se apropia del lugar.

En medio de todo ello surge de repente el sonido del azote. El Verbo vocifera en defensa de lo sagrado. No puede soportar la profanación de lo divino. De las manos del manso surgen violentos golpes con azote de cuerdas que vienen y van. La alteración responde al sacrilegio. Las manos que luego serán horadadas ahora empuñan con fiereza el látigo y la boca que pedirá perdón para los que no saben lo que hacen ahora pronuncia palabras de enojo e irritación. El negocio invade lo sagrado provocando al Santo a quien el celo de la casa de Dios le consume.

Otra faceta de Jesús es ahora descubierta por quienes le rodean. No defenderá nunca su causa sino la del Padre. No intentará detener a quienes le afligen, pero responderá con violencia a quienes se atrevan a profanar lo sagrado. Como Cordero irá al matadero, pero como escudero defenderá la investidura del que lo envió. “Para el Evangelio de Juan, el tema es la conveniencia y pureza del lugar empleado para la adoración del Dios de Israel. Por este medio, él declara el Templo de Jerusalén inadecuado para la adoración divina.”78

Volcar las mesas no era únicamente tirar por el piso las monedas de los cambistas o sus animales, era en realidad volcar un sistema religioso contaminado por la ambición y la codicia. Un sistema sacrificial, maquinal y repetitivo que no traía conversión ni evolución espiritual. “Fue el compromiso y la pasión de Jesús por purificar la religión de Israel los que le llevaron a realizar esta acción.”79

La misión de Jesús se define poco a poco. Hay rasgos que identifican su proceder y quienes le siguen deben aprender su causa y seguir sus huellas. Lo santo es intocable. “La autoridad que Jesús demostró con su acción profética de limpieza del Templo fue para destacar, una vez más, la pregunta básica que implícitamente se hizo - ¿Quién está y quien debería estar a cargo del pueblo de Dios, Israel? La respuesta del Evangelio, como era previsible, fue el Rey Jesús.”80

Hay un templo que puede ser derribado, pero hay otro en plena construcción. El habitáculo sagrado pronto cambiará de ubicación. Un sacrificio perfecto reemplazará al otrora lugar de sacrificios continuos. El templo puede ser destruido para que la morada del Espíritu sea inquebrantable. Los ladrillos pueden ser derribados para que surja una edificación más poderosa.

La misión de Jesús ya está en marcha y son pocos los que la comprenden.

Juan en su inicio, al referirse a Jesús, afirma que hizo habitación o tabernáculo entre los suyos (1:14). Pero no escogió el templo como lugar de refugio o permanencia, sino que escogió los caminos, las barcas, los montes, etc., para proclamar su mensaje de salvación. Por eso “el compromiso misionero de la Iglesia sugiere algo más que llamar a los individuos a entrar en la Iglesia como a una sala de espera del más allá.”81

Para los fariseos la ley y el templo eran intocables. La pena de muerte aguardaba al que se pronunciara en su contra y osara profanar los símbolos de su fe. Durante su juicio, dos testigos falsos acusaron a Jesús con estas palabras: “Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.” (Mateo 26:61) “Hay que recordar que Jerusalén tenía un único centro espiritual – el Templo. También existía un gran consejo de sabios, el Sanedrín, que gobernaba todos los asuntos de la comunidad judía.”82

¿Pero es Jesús el iconoclasta que anuncia la destrucción de lo sagrado? ¿Pretende no solo expulsar los comerciantes sino también a los religiosos?

¿Cuál es el lugar de la misión entonces? ¿Es acaso el templo, lugar de sacrificios, casa de oración para todas las naciones? ¿Es acaso una misión encerrada que invita en lugar de ir, que atrae en lugar de explorar, que discurre en ámbitos cerrados, en lugar de andar por las naciones?

Juan es el evangelio más templo-céntrico de entre los cuatro.

Él retrata a las autoridades del Templo de Judea como incapaces de liderazgo en Israel y aunque legales en su posición, desorientados sobre la dirección espiritual de Israel. “Básicamente, su oposición al Ungido de Dios (Jesús) es ejemplificada por su intento de preservar el culto en el Templo de Judea y luego enriquecerse a sí mismos, a sus familias y a sus sectas, bajo los términos dictados por la ocupación romana (Jn 11:48).”83

En Juan, Jesús es un Judío no un Galileo (Juan 4: 43-45) Da la impresión que el evangelio de Juan crea la polémica no con todo el pueblo judío, sino un grupo muy específico de personas corruptas que se le opusieron. A lo suyo vino y los suyos no le recibieron. El no vino a tomar partido por uno de los grupos existentes, sino a encarnar la verdad. No era agradar las instituciones, sino ponerlas al servicio de la verdad que Él representaba.

Hoy en día existe una tendencia reduccionista en el mundo cristiano en la que lo sagrado puede suceder únicamente al interior de los templos, en detrimento de la comunidad, de la sociedad que nos rodea, del trabajo, etc., ambientes aquellos en los cuales la iglesia podría ser iglesia, podría llegar a consumar el llamado de Jesús de ser luz en medio de la oscuridad. Ese desconocimiento de otras realidades sociales, en lugar de propender por un fortalecimiento de la iglesia, lo que hace precisamente es desconectarla de la comunidad, convirtiéndola paulatinamente en un ente irrelevante que ya no tiene incidencia en el diario vivir de la sociedad del presente.

¿Cuál es el lugar de la misión? ¿Se centrará en los templos o en los corazones? ¿Buscará atraer prosélitos o intentará la transformación de las vidas?

¿Será necesario derribar los templos para que se levante la voz a las naciones?

¿Representa el templo a la institución religiosa o al Dios que se confina en el Lugar Santísimo?

La posmodernidad tiene mucho que ver con las vivencias que se ofrecen al interior de las iglesias. Si bien es cierto que históricamente puede situarse la aparición de la teología de la prosperidad antes de la posmodernidad, es precisamente bajo los postulados esgrimidos por la cultura de nuestros tiempos, donde encuentra un campo de cultivo perfecto para adentrarse en las dinámicas cotidianas del creyente.

Hoy no se venden palomas o bueyes al interior del templo. Hoy se comercia con bendiciones a través de pactos y alianzas que indiscriminadamente se ofrecen para que las arrebate el mejor postor. Los cambistas ya no se visten con delantales y ropas del campo, ahora usan trajes de última moda, viajan en aviones privados y pisotean billetes en las gradas de los templos, mientras siguen ofreciendo la prosperidad anhelada por sus receptores y se lucran de la ansiedad de sus seguidores.

La cosmovisión de los tiempos posmodernos rechaza y cuestiona los prejuicios y las formas culturales, pero no establece parámetros radicales de moralidad, de ética o de comportamiento humano basado en normas de convivencia definidas. La verdad se ha vuelto un concepto en perspectiva, es decir que depende de cómo se mire y a qué intereses beneficie.

Todo esto sucede al interior de los templos o a través de los nuevos templos: los medios tecnológicos y de comunicación. “Ya no se concibe a la iglesia como algo que necesita arreglo, sino como una oportunidad de negocios que apunta a los gustos del consumidor de pecadores con inclinaciones espirituales tanto dentro como fuera de la congregación.”84

Ahora el evangelio es muy diferente. No es solamente una proclamación del evangelio sin rigor exegético, sino que se convierte también en una respuesta a los interrogantes de la sociedad del presente agobiada por los temores de “guerras y rumores de guerra”, inestabilidad social, política y económica, aparición de amenazas continuas a través de fenómenos naturales o enfermedades para los cuales no se halla cura, la pérdida de valores fundamentales de los cuales valerse en la formación de hijos y de generaciones futuras y el anhelo por las respuestas inmediatas en la época de lo instantáneo.

De alguna manera el evangelio de la prosperidad ha servido como una catarsis para quienes desean escuchar algo que los motive, con un trasfondo bíblico, aunque sea solo una versión del evangelio acomodada a criterios que benefician altamente a quienes los proclaman.

Pero un evangelio al que se le quita la cruz, el sacrificio, el “mejor dar que recibir”, etc., es un evangelio corto, pobre, que no contempla la globalidad de la palabra del reino expresada por Jesús, que no compagina con el anuncio del Señor y de sus discípulos.

¿Qué clase de purificación necesitan ahora los templos?

Una enseñanza deformada produce una fe deformada. Un Cristo hecho a la medida produce una fe hecha a la medida, pero que se desvanece tan pronto se pierde esa medida individual.

Aquellos principios éticos que derivaron en formas de vida, en valores diferenciados entre el conocimiento del bien y del mal, se han derrumbado hoy en día para dar paso a la frivolidad.

“Necesitamos elaborar teodiceas más complejas porque ahora la gente plantea preguntas más difíciles sobre la benevolencia divina.”85 Todo ser humano puede llegar a reconocer que las raíces del mal enquistadas en la humanidad no son simplemente situaciones coyunturales del presente o tal vez circunstanciales, sino en realidad tienen un origen edénico en la ruptura de la relación perfecta que Dios tuvo con el ser humano. La lógica adámica de la auto justificación es un comportamiento repetido en el ser humano y este proceder permea todo sistema económico, toda estructura de relaciones y todo tipo de organización en la que intervenga el ser humano.

La sociedad contemporánea ha quedado reducida simplemente a la interacción de individuos para quienes es más importante la satisfacción individual, la búsqueda hedonista de auto complacencia y la relatividad en su pensamiento bajo el cual todo se hace posible y además justificado. “Es posible pensar verdaderamente que la acción de Cristo respecto al mal es también una acción de disolución irónica; todo lo contrario a tantas actitudes cristianas que se creen en la obligación de exagerar el gigantesco poder del mal en el mundo, como si este fuese un modo de enfatizar el poder salvífico de quien nos libera de ello.”86

Todas las áreas del desarrollo humano, como las ciencias, el arte, la cultura, etc., se ven ahora bajo una perspectiva en la cual las formas de pensamiento derivadas del racionalismo moderno y del humanismo adquieren un papel preponderante en su desenvolvimiento. Y aunque el mundo moderno con el desarrollo de las teorías cuánticas y la interrelación de todo el universo bajo parámetros sistémicos intenta explicar los sucesos a partir de la interconectividad de los elementos, aun el pensamiento humano, prefiere la individualización y el egocentrismo desmedido y al ser humano como eje central sobre el cual gira el mundo y “todo lo que en él habita”.

En medio de una generación que ha perdido sus ilusiones y se mueve bajo la desconfianza de las instituciones, el individualismo gana terreno y la perspectiva propia se sobrepone a los intereses del común. “Se inventa así un Jesús apócrifo tergiversado y marginal que poco, o nada, tiene que ver con la historia real. Un Jesucristo milagrero que atrae al supersticioso y al ansioso de novedades pero que aleja al ser humano de la auténtica Palabra de Dios.”87

El posmodernismo con su desvalorización de las instituciones y su relativismo conceptual incentiva aún más las formas de vida individualistas y promueve constantemente una búsqueda de la realización del ser humano centrada en sí mismo, pero en abierto contraste con la proclamación de Jesús en su evangelio. La desacralización de lo que otrora representaban los símbolos intocables de la fe es símbolo del tiempo presente, en tanto se sacraliza lo banal como la moda, el culto al cuerpo, el consumismo desmedido, la posesión de bienes, etc. “Al desacralizar lo sagrado se ha llegado, por el contrario, a sacralizar lo profano.”88

¿Cuál es el lugar de la misión?

El templo no solamente era el lugar de los sacrificios y oficios religiosos. Era también el símbolo de poder de las clases religiosas. Ocupaban los primeros puestos, administraban todo lo concerniente a sus prácticas ritualistas y determinaban la manera en que cada persona, dependiendo de su raza, condición, género, etc., debería estar más cerca o más lejos del Dios que allí se veneraba.

Para las culturas dominantes existen cierto tipo de parámetros que deben mantenerse tal como están para no amenazar el statu quo y su prolongación indefinida. “Naturalmente, el peso político de las jerarquías religiosas tampoco nace de la nada.”89 Las declaraciones de Jesús no fueron vistas únicamente como palabras de misericordia o afinidad con los sufrientes, sino también como una crítica a ese sistema dominante erigido sobre la ley pero carente de la esencia de la misma. Jesucristo empezó a convertirse en una amenaza para el poder dominante, y sus palabras empezaron a producir un desmantelamiento de lo existente en pro de la implementación o reordenamiento de lo que ahora se anunciaba. “Él se negó a reconocer la autoridad de los gobernantes de Jerusalén sobre él y, por extensión, sobre la totalidad de Israel.”90

Más adelante durante su ministerio, algunos hechos muy representativos le dieron una característica específica a la obra de Jesús. Su prontitud para perdonar los pecados con sus consabidas reacciones; la capacidad de Jesús para curar y su atrevimiento para hacerlo en Sábado lo cual representaba un parangón sin antecedentes para los religiosos que eran testigos de estas cosas; su costumbre de comer con los marginados, que ya de por si representaba un problema cultural, sin contar las dificultades que esto traía en la mente de quienes lo consideraban como una ofensa para la moral de la sociedad; y la actitud de Jesús para el lugar sagrado por excelencia para los judíos: el templo.

Al hablar de la destrucción del mismo produce diversas reacciones especialmente entre el pueblo religioso que vivía alrededor de este sagrado lugar, cuyos rituales y sacrificios y por ende su relación con Dios, dependía en gran manera de lo que allí sucediera. Sin duda, Jesucristo rompió muchos de los convencionalismos de su época en la que la ley regulaba no solo la vida religiosa, sino la social y cualquier clase de interacción entre los individuos.

La compasión que mostró Jesús por los que sufrían a causa de su marginalidad, confrontó un status quo que había aprendido a mirar el dolor como algo connatural a ciertos sectores desprestigiados de la sociedad. En esa forma de convivencia la compasión no cabía cuando se trataba de estructurar la legalidad.

Por eso es que este tipo de reacciones de parte de Jesús no eran solo cuestiones emocionales que surgían de un corazón sensible, sino más bien, una crítica pública en contra de la insensibilidad que se había apoderado de la gran mayoría de personas, incluidos los religiosos quienes pretendían enseñar la palabra de Dios al pueblo.

El contraste entre las jerarquías reinantes y la figura de Jesús representó un conflicto para quienes intentaban perpetuar el dominio, pero a su vez una esperanza para quienes anhelaban un cambio de mando con otras características. En la medida en que las bocas sean calladas y reprimidos los lamentos de los dolientes, el sistema buscará seguir consolidándose ante la indiferencia de los no afectados. Y es por eso que el fin del poder dominante es doloroso porque arrastra consigo víctimas inocentes que constituyen únicamente un elemento circunstancial en la transición violenta que produce quien pierde el poder en otras manos.

Por eso es que cuando Jesús representó la voz de los que no eran oídos, la conciencia social se vio comprometida y se hizo necesario también callar esa voz para que no interrumpiera la continuidad del sistema dominante. Su declaración profética de Lucas 4 en la sinagoga de Nazaret, puso de manifiesto que la atención a los desvalidos y menospreciados tendría que ser una obra guiada por el Espíritu, de tal manera que quienes ofrecían sus servicios religiosos sin poder entregar alguna forma de transformación a los demás, también eran confrontados en esa área espiritual de la que carecían sin saberlo.

Pero el culmen de toda su crítica profética que confrontó los sistemas dominantes se dio en la cruz. La muerte de Jesús no es definitiva. En realidad es victoria. ¿Pero victoria sobre qué?

Victoria sobre un sistema que en lugar de ofrecer vida solo trae muerte. Victoria sobre la conciencia de los que vivían para un presente en el que eran los privilegiados, pero que ahora podrían confrontar un destino en el que esos privilegios cambiarían de manos. Los suyos no le recibieron, pero El cumplió su propósito aun a costa de ese rechazo. Fue perseguido, azotado y crucificado, pero ese no fue el fin, y todos aquellos que creyeron que al morir Jesús se perpetuaba un sistema indolente y desigual, vieron frustrados sus planes, pues sus seguidores encarnaron la vida de Jesús y los valores que El vino a traer desde el cielo. Vida en lugar de muerte, compasión en lugar de indiferencia, amor en lugar de juicio, verdad en lugar de mentira. Esos valores cotejaron al sistema que confrontó su propia muerte, absorbió su indiferencia, recibió su propio juicio y vio como sus verdades no eran universales sino solo elementos particulares de una estructura que no podía mantenerse ante el Hijo del Hombre que vino a salvar lo que se había perdido. Es por esto por lo cual Vattimo considera el testimonio de la vida cristiana dentro de la integralidad que supone el llevar a cabo los lineamientos expresados claramente en las páginas de la Escritura. “Sigue siendo embarazosa y contraria a toda dignidad, coherencia y transparencia personal la situación de quien frecuenta la iglesia y no tiene, en absoluto, intención de abandonar la vida <<de pecado>> en la que, según la enseñanza eclesiástica oficial, vive.”91

Incluso hasta el final, cuando Jesús pendía de la cruz y su cuerpo había sido martirizado a más no poder, sus palabras siguieron siendo una crítica y una expresión de una conciencia alternativa. Su solicitud de perdón para sus infractores, su grito desgarrador y desesperado en el que trasmitía su sensación de abandono, su sumisión a pesar de ser el Hijo de Dios y su bienvenida final a un marginado que colgaba cerca de El en su propia cruz, representaban formas específicas de confrontación a un sistema que había quedado nulo y sin efecto.

Todas estas expresiones de Jesús traen un equivalente con las de Moisés en los tiempos antiguos. Y tal como sucedió con este, la crítica profética indicada con sus acciones confrontó a un sistema que aunque intentaba perpetuarse, traía dentro de sí mismo el germen de su propia destrucción. La cruz fue el triunfo final de la nueva conciencia alternativa que emergió desde los cielos mismos y se implantó en medio de un mundo que no la puede comprender fácilmente. Solo el que murió en ella la pudo expresar de una manera radical.

Jesús expresó delante de todos los sorprendidos judíos que lo observaban: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Habrá ahora una nueva construcción erigida no con manos humanas sino con los designios divinos. Habrá una resurrección que se espera como concreción del proceso redentor. Habrá una nueva verdad que se escribirá con sangre divina, con clavos en las extremidades del Mesías y con corona en la sien del sacrificado.

En la cruz termina una misión pero empieza otra. “Consumado es” se escucha desde la altura del Gólgota y se extiende hasta el confín del mundo. “Id a hacer discípulos” es el siguiente paso para tal suceso. Los oídos de los discípulos escuchan la voz del resucitado quien comisiona a los suyos a salir de los templos para ir a las naciones. La misión está en acción y no necesariamente es en los templos. Quizás ahora sea necesario destruir algunos para promover la verdadera misión.

La voluntad de Jesús expresada en su misión es una voluntad que trasciende, que no pone límites ni condiciones, que no hace acepción de quienes serán los portadores de esta tarea, ni restringe su avance a cierto tipo de culturas. Por el contrario, su naturaleza es abarcadora para todas las tribus, lenguas, razas y naciones. En realidad el concepto de testigo presupone el “ir” más allá de las puertas, más allá de las barreras culturales, idiomáticas, sociales o de cualquier índole. Testificar es participar personalmente en la misión de Cristo, es ser participantes de los padecimientos de Cristo (1 P. 4:13).

El templo puede ser derribado, pero ahora se ha levantado otro templo, inmaculado, glorioso y espiritual que aún conserva cicatrices. Y ahora la misión continúa sobre los hombros de aquellos que pueden manifestarse desde los templos a las naciones.

Pero el solo hecho de confrontar la realidad actual con los supuestos teológicos antiguos es motivo de tensión natural al reconocer el contexto plural de nuestros días. Estos retos se trasladan a la conformación de una comunidad con una praxis diferente que esté en capacidad de crear un discurso relevante a través de su dialéctica inclusiva. La relación comunidad y teología determina no solo un tipo específico de conocimiento, sino más aun exige un cambio de vida a través del cual puede expresar libremente su compromiso con el contenido del texto.

Los templos han sido destruidos junto con todo lo que representan. Los cimientos del pensamiento humano han quedado derribados y de sus escombros intentan surgir nuevas ideas que satisfagan los oídos de esta generación.

El pretendido anhelo de la modernidad por hallar la verdad a través de la ciencia y la razón, quedó desvirtuado, evidenciando, por un lado la falibilidad de la ciencia misma y por otro lado, su incapacidad para dar respuesta a todos los interrogantes que el ser humano se plantea constantemente. Los templos siguen cayendo.

La idea del progreso propia de la modernidad, tanto en el aspecto social después de la revolución francesa, como en el aspecto económico después de la revolución industrial, ha dado paso en el posmodernismo a una gran desconfianza frente a este pretendido anhelo, asumiendo en su frustración un desinterés por el cauce de la historia marcada por grandes ideales. Los propios meta relatos que le dieron sentido a la modernidad, son ahora simples paradigmas antiguos que se deben desvirtuar para darle libertad al ser humano en la búsqueda de sus propias convicciones.

“El término <<apologética>>, que gozó de tan alta reputación en la Iglesia primitiva, ha caído ahora en descrédito a causa de los métodos empleados en sus malogrados intentos de defender el cristianismo contra los ataques del humanismo, del naturalismo y del historicismo moderno.”92

El posmodernismo es subjetivismo en el que cada cual decide sus propias verdades. Aunque dos personas piensen en formas totalmente contrarias, las dos pueden tener la razón según el relativismo imperante. La razón, la ciencia y la tecnología, se supone que deben hacer progresar al hombre en sus propósitos. Sin embargo, esto no ha sido así, y más bien las barbaries, las masacres continuas, el mal uso de la tecnología, etc., han terminado por desvirtuar lo que parecía que se convertirían en elementos fundamentales del progreso humano. “Es evidente que la aplicación de la tecnología no es una cuestión meramente técnica, pues hay que contar con las profundas influencias de las disposiciones sociales y religiosas subyacentes.”93

Hay cimientos que nunca serán levantados de nuevo. Bosch considera sin embargo, que aun en medio de estas consideraciones que identifican el posmodernismo, es posible mantener la estructura de la fe y seguir dándole forma a la misión acorde, no con la cultura, sino con la fe precisamente. “Lejos de sumirnos en una confusión de subjetivismo y relativismo, el acercamiento que estoy sugiriendo realmente nutre una tensión creativa entre mi firme compromiso con la fe y mi propia percepción teológica de dicha fe.”94

La indefinición de los absolutos es la muerte de muchas certezas y convicciones. Con seguridad alguien quisiera tener absolutos en cuestiones de moralidad, de justicia, de amor o de verdad. Pero la destrucción de los cimientos sobre los cuales se han erigido estos conceptos ha empujado a la humanidad a la carencia de fundamento sobre el cual edificar algo sólido para su propia existencia.

“La modernidad fue el tiempo de las grandes utopías sociales y de los grandes actos de fe”95

Supuso nuevos desafíos para el quehacer teológico. Las transformaciones que trajo consigo, especialmente en la concepción del pensamiento humano, el desarrollo de la ciencia, los avances filosóficos y la aparición de una epistemología que, dejando de lado la tradición, apelaba al recurso humano como eje de autoridad y agente libre para concebir el saber en términos objetivos desde la razón únicamente, representaron un reto a la teología en su intento de mantener su vigencia, que como ciencia, aportaba elementos metafísicos en su proceso epistemológico.

La modernidad hizo énfasis en el método empírico y la razón para explicar todos los fenómenos, pero se quedó corta en sus explicaciones. La reacción a esto convirtió el pensamiento humano en una búsqueda de pluralismo, inclusión y relativismo. No hay una verdad universal. Los templos siguen cayendo.

La modernidad intentó usar parámetros universales para definir los conceptos éticos, morales, etc., pero la posmodernidad desvirtuó estas imposiciones de la modernidad.

Guerras mundiales fueron un producto de la modernidad. El ser humano el centro de todas las cosas. La posmodernidad continúa bajo esta misma premisa, pero bajo la libertad de acción que surge desde la forma de pensamiento que prevalece hoy en día.

En la redefinición de los pecados modernos, los conceptos absolutos han dejado de prevalecer. Cuando alguien habla hoy en día de verdades o términos absolutos, inmediatamente se convierte en un hereje en medio de un mundo de conceptos relativos. Otros cimientos se siguen derrumbando para que se erijan otros, más endebles.

La solidez que se pretendió tener en cuanto al conocimiento referido desde el rigor interpretativo en el análisis de los textos ha quedado disuelta. La superficialidad es característica de estos tiempos así como la cultura de masas en lugar de una cultura selecta. Mientras se desacraliza lo que antes era intocable, se destruyen los límites que otrora marcaban esas diferencias. Esos mismos limites que separaban lo serio y profundo frente a lo banal también han desaparecido, dando paso a una gran ambigüedad en la que todo vale.

La posmodernidad es la época del desencanto. Si la modernidad apareció plena de optimismo en el quehacer del hombre guiado por la razón, los hechos demostraron a través de dolorosas y costosísimas guerras que aquella ilusión era solo eso, y que el futuro no deparaba algo mejor. Por eso las utopías ya no son una alternativa posible ni tampoco la idea del progreso que la humanidad tuvo en el tiempo del modernismo. “En cuanto al dinero, la miserabilidad por un lado y la codicia por el otro, han aniquilado la correcta visión cristiana sobre los bienes materiales. O te vistes con la sotana raída de Francisco de Asís o te vas a vivir a Beverly Hills. No hay término medio.”96

Otros cimientos siguen cayendo sin saber cuáles serán puestos en un nuevo orden del pensamiento y del conocimiento. “Hoy día la mayoría de personas están de acuerdo con que la libertad religiosa es uno de los derechos humanos básicos. Este factor, juntamente con muchos otros, fuerza al cristianismo a reexaminar su actitud hacia otras religiones y su comprensión de las mismas.”97Esto pone de manifiesto que la misión se enfrenta a nuevos desafíos correspondientes a cada época particular de la historia y que por el carácter que Jesús le imprimió para dar salvación a las naciones, debe estar en capacidad para responder a cada uno de ellos. “El mundo contemporáneo nos desafía a practicar una <<hermenéutica transformadora>>, una respuesta teológica que primero nos transforme a nosotros antes de involucrarnos en la misión del mundo.”98

¿Cuál es el lugar de la misión entonces?

De seguro algo debe cambiar en la forma de abordar este llamado. “Las duras realidades de hoy nos instan a reconcebir y reformular la misión de la Iglesia con valentía e imaginación, mientras mantenemos la continuidad con lo mejor de la misión en las décadas y los siglos pasados.”99

El mundo de hoy convertido en una aldea global, insta a un cambio de paradigma en la misión.

Los tiempos de Jesús eran también multiculturales con gran riqueza lingüística y de nacionalidades en el contexto de la Palestina de aquel tiempo. La lengua griega era la principal, no solo en Palestina, sino además en toda la cuenca del mediterráneo, pero el judío usaba el arameo, su lengua original y también el hebreo.

Tampoco existía una visión monolítica en cuanto a la religión misma. Había una gran influencia del paganismo de los romanos y los griegos, mientras los judíos mantenían su fe en un Único Dios y con ciertas libertades en el ejercicio de sus cultos y sus reuniones en las sinagogas.

Se construyeron coliseos donde gladiadores luchaban y se hacían espectáculos públicos de naturaleza pagana.

Dentro de la misma religión judía se manifestaban diferentes facciones, por lo que se descarta la existencia de un judaísmo monolítico en el tiempo de la aparición de Jesús. De hecho existían enfrentamientos claros entre las diferentes facciones, por cuestiones de poder o de aplicación de la Tora. Por ejemplo los fariseos protestaron contra el sacerdocio del templo porque la línea de los sacerdotes debía venir por parte de la línea de Aarón según la Tora y el sacerdocio que había en esta época no era de esa línea.

Sin embargo aquellos movimientos llegaron a tener una connotación más política que religiosa.

Por todo eso se hace necesario adquirir una memoria histórica, promover una cosmovisión bíblica, imaginar futuros escenarios y poner cimientos a la esperanza, articular una escatología realista y no escapista y valorar desde la perspectiva de fe el futuro deseado. Todo esto servirá de una manera práctica y coherente a transformar el pensamiento del presente y ayudará a asumir el compromiso que Dios ha colocado entre los suyos.

¿Cuál es el lugar de la misión entonces?

Jesús responde: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

Jesús y su misión en la posmodernidad

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