Читать книгу Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI - John Jairo Torres - Страница 8

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Introducción

He llegado a pensar que, más que amantes de las músicas andinas colombianas, unos pocos colombianos somos amantes de épocas y estilos de las músicas andinas colombianas. A mis padres les encantaba la música de los duetos del estilo de Garzón y Collazos, los Hermanos Martínez, el Dueto de Antaño, Gómez y Villegas, Ríos y Macías, Espinosa y Bedoya, y Luciano y Concholón, entre otros. De solistas como Berenice Chaves y Víctor Hugo Ayala, y cualquier otra forma de interpretación de nuestros aires les parecieron raros o deformantes de la “tradición”. Ellos nombran ese estilo como ‘tradicional’ (término que muchos usan para designar lo que yo llamo comercial). En cambio, a mis abuelos les gustaba más la música instrumental que hacían agrupaciones como la Lira Antioqueña, la Lira Colombiana, la Estudiantina Colombia, y las interpretaciones vocales de Pelón y Marín, y Briceño y Áñez, entre otros. Cuando mis abuelos, por su parte, escuchaban la música que les gustaba a mis padres, decían lo mismo que estos: «Estos compositores e intérpretes “modernos” están desnaturalizando la música colombiana».

A los de mi generación nos gusta más la música instrumental que nos propuso la Estudiantina Nogal, el Trío Nueva Colombia, el Grupo Cuatro Palos, el Trío Kafé Es3, Guafa Trío, el Grupo Camerata y el Conjunto Instrumental Ébano, entre otros. Algunos duetos (con voces armónicamente más elaboradas), como, por ejemplo, Nueva Gente, Sombra y Luz, Carmen y Milva, Diana y Fabián, y Primaveral. Los grupos Nueva Cultura, Puerto Candelaria y Septófono. Los solistas vocales Niyireth Alarcón, María Isabel Saavedra, Carolina Muñoz, Juan Consuegra y Jéssica Jaramillo. Las obras creadas por León Cardona, Luis Uribe Bueno, Luis Fernando Franco, Héctor Fabio Torres, Germán Darío Pérez, Guillermo Calderón, Enrique Aragón Farkas, Doris Zapata, por citar solo unos pocos. Así pues, pensamos que estas propuestas son evolutivas y naturales en el arte. Los simpatizantes con el género crecimos escuchando las músicas de nuestros abuelos y las de nuestros padres. Bebimos de sus fuentes.

Estos gustos, tan disímiles entre unos y otros, han generado un cisma de carácter cultural y generacional. En los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, son cada vez más los jóvenes que cantan, interpretan y crean bambucos, pasillos, danzas y guabinas. Sin embargo, el público amante de la música de la Región Andina es adulto, y se aleja cada vez más de los recintos en los que se cantan o se tocan las músicas andinas colombianas, al no ver reflejados en el escenario sus gustos y expectativas. Si la juventud no se interesa en conocer y escuchar nuestros aires folclóricos –y los nuevos aires que se generan a partir de ellos–, en asistir a los conciertos, festivales, concursos y carnavales, es muy posible que estos mueran con el último de los actuales seguidores del género musical.

En una época en la que los medios de comunicación –la radio, la televisión y las redes sociales; sobre todo estas últimas– imponen músicas de otras latitudes, algunas de buena calidad compositiva e interpretativa, un gran porcentaje cantadas en otros idiomas, otras que hacen apología al mal gusto, al vicio, a la cosificación de las mujeres y a la vulgaridad, de pésima calidad en todos sus aspectos, en esta época, en fin, sobrevive en un grupo muy reducido de colombianos el amor por una música que se niega a desaparecer y que tiene su espacio de difusión en más de cien concursos y festivales, en unos cuantos encuentros y conciertos y en unos pocos espacios radiales y televisivos. Algunos de estos certámenes cuentan con gran reconocimiento nacional, mientras que otros tratan de mantener vivo –así sea de manera muy local– nuestro patrimonio inmaterial musical. Pocos medios se interesan en difundir y en promocionar lo verdaderamente identitario. Estamos hablando de las músicas andinas colombianas.

Este trabajo es un testimonio del panorama que presentan estas músicas en los inicios del siglo XXI. Se analizan los antecedentes y las condiciones sociales, culturales y económicas que han rodeado el desarrollo y la pervivencia de estos aires. El propósito es construir una especie de vista aérea y, en algunos casos, una radiografía que permita entender lo que está pasando con el género musical tradicional o folclórico del interior del país.

A menudo me pregunto lo siguiente: ¿estamos siendo testigos de los últimos estertores de las músicas andinas colombianas, o estamos asistiendo al renacimiento o al replanteamiento de un género en el que cada vez hay más jóvenes creadores e intérpretes involucrados (especialmente venidos de la academia)? ¿Se están transformando o se están desfigurando las músicas andinas colombianas? ¿Existen todavía creadores de folclor? ¿Qué habrá que hacer para que se posicionen las músicas andinas colombianas, esas que siguen ocultas, esas que pertenecen a una cultura local menospreciada y debilitada por la acometida impetuosa de la globalización, de las modas pasajeras –la mayoría de las veces carentes de estética– que promueven los medios de comunicación comerciales? ¿Por qué las músicas andinas colombianas se encuentran en tal estado de abandono, sin apoyo estatal ni privado? ¿Por qué no están presentes en los medios radiales y televisivos masivos ni en las disqueras ni se hace mención de ellas en la gran prensa? ¿Será acaso que a los colombianos no nos gusta nuestra propia música? ¿O no se difunde porque no cuenta con un alto índice de audiencia y, en consecuencia, no es “comercial”? ¿Será que esta música solo le gusta a un reducido grupo, o identifica a alguna clase social, a un rango de edad? ¿Estará pasada de moda, con temáticas campesinas o rurales anacrónicas, monótonas y solo para parroquianos? ¿La globalización ha acabado con lo regional? ¿Será que las verdaderas músicas colombianas son las que triunfan internacionalmente desde el jet set farandulero de Miami, Los Ángeles, Madrid, Londres, París y Nueva York? ¿Será que los compositores e intérpretes de las músicas colombianas estamos cazando con garrote en el siglo XXI? Aquí trataremos de resolver estos interrogantes, además de plantear y generar otros.

Esta es una investigación sobre el ambiente en el que se desarrollan las músicas tradicionales y folclóricas de la Región Andina colombiana en los primeros años del nuevo siglo. Los creadores y sus obras, los intérpretes, los instrumentos más usuales, la evolución de todos los elementos musicales involucrados, los certámenes, fundaciones, entidades privadas y gubernamentales, medios de comunicación y personas que promueven y difunden estos aires musicales. Todo lo perteneciente al devenir de las músicas de esta región de Colombia.

Se anexan reseñas de los personajes, partituras de las obras más interpretadas, tablas, imágenes y otros elementos que sirven para demostrar o clarificar los conceptos expuestos y, sobre todo, para dejar constancia material de lo que se escuchaba en nuestro país en los inicios del siglo XXI. Futuros lectores podrán recrear estas sonoridades y conocer las diferentes formas de expresión de las realidades sociales y de interrelación humana de las personas que vivimos el cambio de siglo, del XX al XXI.

Aunque este trabajo no tiene un propósito netamente académico, servirá como referente a quienes quieran analizar el fenómeno cultural de las músicas tradicionales y folclóricas andinas colombianas, a quienes quieran ampliar su repertorio y a los mismos creadores que de esta manera verán difundida su obra. Si la historia no se cuenta, no existe, o solo existe para quien no la puede contar. Se hace urgente fortalecer la esencia y la identidad andina colombiana a partir del conocimiento de nuestras raíces y del desarrollo y evolución de nuestras manifestaciones musicales.

La falta de difusión de las músicas andinas colombianas le ha negado al gran público la posibilidad de conocer y disfrutar un género rico en armonías, melodías y textos de gran factura. Le ha negado, además, el disfrute de las voces e interpretaciones más maravillosas, por parte de verdaderos virtuosos. Artistas que han dedicado su vida al perfeccionamiento de técnicas interpretativas y que superan, con creces, a tantas “estrellas” que promueve la fuerza publicitaria y mercantilista de la música y de la industria cultural.

La información contenida en este trabajo se ha recolectado, en gran medida, en el terreno mismo en el que se desarrolla esta manifestación musical: los concursos, festivales, conciertos, tertulias, encuentros, trabajos discográficos independientes, foros y programas. El material escrito sobre la materia es escaso y se limita casi exclusivamente a los contenidos de los programas de mano de los eventos ya mencionados y a unas pocas referencias en periódicos y revistas. Además, se ha contactado de manera directa a los autores, compositores, intérpretes y gestores musicales. Los datos biográficos y las reseñas artísticas han sido tomados de mi libro Juglares hispanoamericanos (2005) y Juglares colombianos (inédito, 2018).

Finamente, aprovecho para agradecer a Dios, por sus regalos maravillosos: la vida, la salud, el amor y los dones; a mi familia, por apoyarme y acompañarme en esta misión; a todos los que trabajan, desde distintos frentes, por las músicas andinas colombianas, especialmente con la niñez y la juventud; a la Asociación Antioquia le Canta a Colombia, por permitirme desarrollar mi gestión cultural; a la Universidad Industrial de Santander, por su apoyo editorial; a Puno Ardila, por prologar esta obra; a Ofelia Peláez por su trabajo de revisión y por sus aportes; al maestro Gustavo Díez, por la revisión de las escrituras musicales, a Luis Carlos Villamizar, Ricardo Herrera, Diego Tabares, Juan Fernando Hincapié, Eider Ortiz, José Ricardo Bautista, Camilo Cifuentes, Jaime Guío, Óscar Santafé y Jorge Arbeláez, por los datos suministrados

Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI

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