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PREFACIO

Es difícil saber cómo empezar este prefacio. Al fin y al cabo, ¿cómo se puede encerrar en unos pocos y breves párrafos la magnitud de lo que me fue entregado por un hombre tal como Bruce Lee? (fue mi mentor, mi sifu, mi asesor personal y, sobre todo, mi amigo íntimo). Me dio confianza en mí mismo, me enseñó a relacionarme con otras personas, me enseñó cosas sobre la vida, el mundo, mi lugar en él, la naturaleza de las relaciones, la salud, el fitness (tanto físico como mental), la espiritualidad y, por supuesto, dedicó centenares de horas de su tiempo a enseñarme su arte marcial de jeet kune do.


El simple hecho de reconocer la magnitud de la deuda que tengo con Bruce Lee me hace comprender cuán parcial fue nuestra relación. Él fue el donador, y yo el ansioso receptor de sus regalos. Sí, evidentemente él me consideraba más que simplemente un estudiante, y yo me sentía orgulloso –extremadamente orgulloso– de ser considerado como su amigo íntimo. Y aunque aprendí mucho, si no todo lo que sé sobre artes marciales directamente de Bruce Lee al haber tenido el tremendo privilegio de pasar casi seis años estudiando en privado con él, son las conversaciones después de los entrenamientos, los discursos en el interior del coche dirigiéndonos hacia alguna librería o algún almacén de artículos para la práctica de artes marciales, las risas que compartimos comiendo dim sum en nuestros restaurantes chinos favoritos, las reuniones familiares y, simplemente, las experiencias cotidianas generales con él lo que considero el tiempo más precioso y beneficioso pasado con Bruce Lee. Porque es al ser testigo de primera mano del modo en que lleva su vida una persona como se consigue comprender el carácter de dicha persona. Y, basándome en mis observaciones (hubo muchísimas), digo que el carácter de Bruce Lee era de platino puro.

Si tenías la fortuna de ser su amigo, no había nadie tan leal y devoto como Bruce Lee; si pasabas un mal momento, era el primero en tratar de levantar tu ánimo; si necesitabas dinero y él lo tenía, te lo daba; si estabas en un buen momento, te hacía recordar historias y chistes que mejoraban todavía más tu ánimo. Me vienen muchas palabras a la mente al pensar en Bruce Lee, pero las dos que recuerdo con mayor frecuencia son «buena compañía». No he conocido a nadie con quien haya disfrutado más pasando el tiempo con él. No sólo era intelectualmente interesante pasar el tiempo con él, sino también una experiencia que te reconfortaba emocionalmente. Después de pasar un día con Bruce, sentía mi alma verdaderamente fortalecida.

Tuve la fortuna de poder entrenar y compartir experiencias de la vida con Bruce en Los Ángeles, Oakland y Hong Kong. Recuerdo cuando fui a visitarle en su casa de Bel Air después de haberse lesionado la espalda en 1970 y verse obligado a guardar cama durante seis meses. Sin embargo, durante este periodo –fiel a la filosofía de «convertir un obstáculo en un escalón»–, Bruce no se quejó ni se lamentó por este aparentemente cruel giro del destino. En lugar de ello se puso a escribir y sus escritos llenaron volúmenes (siete, de hecho). Me maravillaba ver (y ahora que pienso en ello, también) lo productivo que era como luchador de artes marciales, incluso hallándose lesionado. Seres humanos inferiores simplemente se hubieran rendido, pero Bruce Lee nunca fue un ser humano inferior. Siempre fue un gran ser humano; una inspiración y un modelo a seguir no sólo para individuos de ascendencia china como yo, sino para todos aquellos que valoran, como lo hizo Bruce, el potencial del espíritu humano para alcanzar logros y producir obras de calidad extraordinaria y duradera.

Y mientras algunas de las creencias, filosofía e ilustraciones que Bruce puso en papel durante este periodo de su convalecencia se convirtieron en The Tao of Jet kune Do (Ohara Publications, 1975), otras muchas no. Y son estos otros escritos que han llenado este libro, en combinación con algunos increíbles escritos y fotografías de Bruce nunca antes vistos, los que creo que han convertido esta obra, Jeet Kune Do: Bruce Lee’s Commentaries on the Martial Way (Jeet Kune Do: Comentarios de Bruce Lee sobre el camino marcial), en la presentación definitiva del arte marcial de Bruce Lee. Las diversas fuentes materiales auténticas, con secciones de técnicas de combate, metodología de entrenamiento, filosofía, creencias motivadoras/inspiradoras, planificación de lecciones, estrategias de entrenamiento/adiestramiento, así como los propios comentarios de Bruce Lee sobre el desarrollo histórico de este arte, hacen de éste un libro que merece ser leído, releído, estudiado y difundido una y otra vez, no sólo por quienes comparten un gran interés en la conservación y perpetuación del arte de Bruce Lee del jeet kune do, sino también por aquellos que tratan de conseguir una imagen más precisa de la verdadera naturaleza y del carácter de Bruce Lee. Este libro captura con precisión la esencia de la personalidad y de las creencias de Bruce en un abanico tan amplio de temas, que es lo más cercano que he experimentado nunca a entrenarse de verdad en privado con Bruce Lee.

Es para mí una gran satisfacción ver tanto la cantidad como el calibre del material reunido en este libro por mi buen amigo e historiador de Bruce Lee John Little. Conocí a John en 1993 y desde entonces hemos forjado una estrecha amistad con muchas sesiones de entrenamiento y discusiones juntos. Ambos compartimos un interés y un objetivo común en el arte y la filosofía del jeet kune do. Con inagotable energía, John ha dedicado un tremendo número de horas a lo largo de los últimos cuatro años de su vida para componer este libro. Ha hecho muchos sacrificios personales mientras pasaba por penurias económicas. Ha leído, estudiado y buscado en unas seis mil páginas de notas y papeles personales de Bruce, y ha leído, estudiado y entrevistado a muchos de los estudiantes originales y amigos de Bruce con el objetivo final de crear una serie de varios volúmenes que clarificasen a la perfección «Los comentarios de Bruce Lee sobre el camino marcial».

Creo que John Little es uno de los individuos con mejores conocimientos sobre este tema, y su sinceridad, respeto y lealtad para preservar y perpetuar las verdaderas enseñanzas de Bruce han dado una nueva visión en el arte del jeet kune do. Tenemos la gran suerte de que John haya asumido la tarea de preparar los materiales de Bruce para que futuras generaciones puedan aprender sobre Bruce Lee y su arte. Y sobre todo, John quiere no sólo promover a Bruce como un gran artista marcial, sino también como un filósofo y un guía de la verdad.

Tengo también una enorme deuda de gratitud con Linda Lee Cadwell, esposa de Bruce durante nueve años y la señora de la que Bruce un día me dijo que era la «responsable directa» de su éxito. Linda ha sido siempre leal a Bruce y no sólo la madre de sus dos hijos, Brandon y Shanon; en mi opinión, es también la madre espiritual del jeet kune do, ya que si ella no hubiese entrado en la vida de él y no se hubiera convertido en el yin de su yang, Bruce hubiera tenido que trabajar en algún empleo de nueve de la mañana a cinco de la tarde y, en consecuencia, no hubiera dispuesto del tiempo necesario para crear un arte tan bello y compartirlo con el mundo. El jeet kune do es un arte marcial único en el sentido de que se trata del primer arte marcial que no se basa únicamente en la tradición. Es verdad que tiene técnicas específicas y distintivas y un currículum central que Bruce consideró lo bastante importantes como para enseñárselos a todos sus estudiantes. Aun así, esto se considera más una «rampa de lanzamiento» desde la que el practicante individual inicia su propio emocionante viaje de autodescubrimiento y autoexpresión. De hecho, para ascender hasta los aspectos más elevados de este arte, cada cual debe hacerlo por sí mismo. Lo que Bruce nos ofrece en las páginas de este libro y en las lecciones personales que dio a aquellos de nosotros lo bastante afortunados para estudiar con él es una recomendación de libertad –tanto en el combate como en la vida cotidiana– que se basa en el descubrimiento de que ya somos libres y de que basta con que tengamos la voluntad de hacer los deberes necesarios para lograrlo.

Cuando oigo decir a la gente: «no tienes que molestarte en tratar de entrenarte como lo hacía Bruce Lee ni en seguir sus enseñanzas, puesto que no tienes su capacidad», me doy cuenta de que no han entendido la esencia de lo que Bruce Lee quería. A menudo nos decía que él no era «especial» en absoluto, sino que simplemente era alguien que dirigía los entrenamientos con mucha dedicación. Bruce era tan bueno porque se hizo tan bueno a sí mismo. Siempre estaba practicando y después buscaba maneras de hacer más eficiente su práctica. Si sólo te entrenas veinte minutos diarios o tres días a la semana –quiero decir, si ésta es toda la dedicación que quieres dar a tu entrenamiento en jeet kune do– entonces sí, te será imposible llegar a tener una capacidad similar a la de Bruce, ya que él se entrenó con fuerza y durante mucho tiempo por cada centímetro que logró avanzar. No esperes obtener resultados como los de Bruce Lee a menos que quieras dedicar tantas horas como él para obtenerlos.

Sé que cuanto más practico lo que Bruce me enseñó mejor lo hago (y esto es válido también para cualquiera que ponga en práctica lo que lea en este libro). Siempre he tomado como referencia la ética de trabajo de Bruce Lee. E incluso ahora, si estoy sentado por ahí sin ganas de entrenarme, mi memoria se ve sacudida por una imagen de Bruce Lee y de la dureza con la que se ejercitaba y me siento culpable por no tener más fe en el potencial de mi capacidad.

Bruce siempre puso énfasis en la necesidad de que experimentáramos con lo que nos enseñaba. No experimentar en el sentido de efectuar una prueba, es decir, de probar algo y si, por alguna razón no parece ser útil, descartarlo. Lo que Bruce quería es que practicáramos con diligencia en cosas tales como la posición de en guardia, la movilidad o el juego de piernas, el puñetazo directo, la cruz, el gancho, el pinchazo con un dedo, la patada lateral, la patada de gancho, etc., hasta convertirlos en nuestra segunda naturaleza. Este tipo de «experimentación» lleva años, pero merece la pena esta inversión de tiempo porque acabas aprendiendo mucho sobre ti mismo y, por extensión, aprendes también cosas significativas sobre los demás. Por un lado, aprendes lo que todos tenemos en común como seres humanos y cómo es posible alcanzar la eficiencia en cosas tales como el movimiento, la producción de fuerza y el combate. Todo lo que hace falta es querer trabajar en ello.

Este libro es tu mapa de carreteras para un viaje emocionante del autoconocimiento. Tiene valor como poste indicador para ayudarte en el proceso de tu propio desarrollo personal. Y luego, al final del viaje, puedes tirarlo porque ya habrás aprendido el significado de una de las frases más significativas de Bruce:

«El remedio para mi sufrimiento estaba en mi interior desde el principio».

Nota: Ted Wong está considerado uno de los hombres con mayores conocimientos de todo el mundo en cuanto al arte del jeet kune do de Bruce Lee. Wong fue un estudiante privado de Bruce Lee desde 1967 hasta la muerte de Lee en 1973. Las anotaciones en el diario de Lee muestran que él y Wong estuvieron juntos en no menos de 122 ocasiones distintas. Wong recibió el diploma en jeet kune do directamente del propio Bruce Lee.

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