Читать книгу Defensa de la belleza - John-Mark L. Miravalle - Страница 5
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
A NADIE REPUGNA LA BELLEZA. La belleza es, por definición, cautivadora, atrayente, deliciosa.
Pero es frecuente sentir rechazo cuando alguien habla de ella. La belleza, y la experiencia de la belleza, son tan exquisitas y personales que al hablar de ellas parece que las mancillamos.
Peor aún, aquellos que hablan con entusiasmo de la belleza suelen discutir (con mucha pasión pero a veces con poca claridad) de diferencias teóricas que parece que no importan demasiado para la vida diaria. ¿Es mejor la poesía con ritmo pero sin rima, como insiste Milton? ¿La belleza cuenta técnicamente como algo trascendente para santo Tomás? ¿El realismo en el arte y la literatura es una corrupción?
Y los que escuchan, piensan: «¿Qué más da?».
Además, la gente a veces cree que no es posible entender nada acerca de la belleza salvo que se trate de alguien con una gran cultura o con un gran conocimiento de historia del arte, literatura, arquitectura y demás. Como la mayoría no encajamos en esa descripción, muchos llegamos a la conclusión de que es mejor conformarse con ser buenas personas, creyentes fieles, y dejar las discusiones sobre la belleza a los que se dedican a esas cosas.
Todo eso es comprensible, pero erróneo. La belleza no es sólo para los cultos o los soñadores, o los cursis. Es para todos.
La belleza, como la felicidad, el amor y el entendimiento, es para lo que fue creado el ser humano. La experiencia de la belleza es en sí misma una mezcla de amor, felicidad y entendimiento. En cualquier caso, la tendencia hacia la belleza es intrínseca a nuestra naturaleza. Alcanzar la belleza forma parte de nuestro propósito. Y como es responsabilidad de todos cumplir ese propósito, la belleza es responsabilidad moral de todos.
Dicho esto, habrá que explicar lo que significa en un lenguaje claro y práctico. Y para eso está pensado este libro: para ofrecer una introducción general a la belleza, centrándonos a cada paso en las aplicaciones morales prácticas.
Al hablar de la belleza en términos precisos y concretos, ¿no acabaremos dañándola? Analizar la belleza, distinguiendo sus aspectos, puede parecer como si usáramos una tijera para recortar una foto de un rostro hermoso, separando los rasgos; o como si despedazáramos una novela o una gran película, para analizarla hasta la extenuación. Eso suele estropearlo todo, ¿no?
Eso no lo vamos a hacer. Entender los aspectos de la belleza no significa tomar un objeto hermoso y romperlo en pedazos. Es más bien como averiguar los ingredientes que componen un plato predilecto; no es un sustitutivo de la comida, sino que nos capacita para apreciarla y entender por qué está tan sabrosa; y para aprender a prepararla nosotros también. De la misma forma, una clara comprensión de la belleza no es un sustitutivo de la apreciación estética, pero puede realzar nuestra apreciación, y proporcionarnos las herramientas que necesitamos para promocionar la belleza en nuestra vida y en la de los demás.
He organizado lo que sigue bajo tres encabezamientos generales. La primera parte habla de la belleza en general. La segunda, de las distintas formas de belleza hecha por el hombre, y los artistas que se dedican a crearla. La tercera habla de la belleza sobrenatural, y de cómo las artes nos ayudan a apreciar la belleza de Dios, de los santos y de la liturgia. No son divisiones rígidas; se solapan unas secciones con otras, pero esa es la estructura básica.
Una última cosa antes de meternos de lleno: el argumento clave a lo largo de este libro es que la búsqueda y la promoción de la belleza son un aspecto crucial de la vida moral cristiana. Pero deseo hacer una advertencia previa: no podemos ocuparnos de la belleza en todos sus sentidos y en todo momento. Mientras perseguimos una clase de belleza, seguramente tendremos que abandonar otra. De hecho, suele ocurrir que los agentes e instrumentos de la belleza acaban bastante desaliñados. Dice G. K. Chesterton (a quien citaremos muchas veces en las páginas que siguen) en El hombre vivo: «No podemos arreglar algo sin desarreglarnos nosotros». Al plantar flores en el jardín nos ensuciaremos, y los pintores, sus pinceles y sus caballetes se manchan de pintura mientras se pinta.
Creo que lo mismo ocurre con la belleza moral o la belleza del alma. El sacerdote tal vez se manche la imaginación mientras purifica el alma del penitente en el confesonario. La casa de mi familia no muestra invariablemente el orden sereno de un interior hermoso. Lo normal es que esté hecha un desastre. Pero, mientras tengamos un montón de niños pequeños en casa, nuestro objetivo primordial es la belleza moral de los hijos. Ellos son las obras maestras que nos ocupan. Cuando las obras maestras crezcan y se vayan de casa, entonces limpiaremos los pinceles y el caballete.
Así que no nos desanimemos si algunas formas de belleza no están tan claramente presentes en nuestras vidas. Lo importante es que estemos resueltos a buscar la belleza, sobre todo la belleza espiritual, donde y cuando podamos.