Читать книгу El cerebro ilusionista - Jordi Camí - Страница 38

La efímera memoria icónica podría también explicar el denominado «fenómeno phi», una ilusión óptica que permite percibir movimiento continuo allá donde lo que realmente existe es una mera sucesión de imágenes estáticas.

Veamos cuáles son las bases para que ocurra este fenómeno: si se nos presentan menos de doce imágenes por segundo, las percibiremos como imágenes separadas, como un parpadeo, pero cuando la frecuencia aumenta se genera una ilusión de continuidad en el tiempo que hace que la sucesión de imágenes se perciba como en movimiento.

Ocurre como en el cine, donde todo es movimiento inferido; o, al menos, así era en el cine analógico, que es una sucesión de veinticuatro fotogramas por segundo. De esta forma, el movimiento se percibe como natural,33 ya que a esta frecuencia la sucesión de imágenes no es perceptible de forma consciente. En cambio, en la época del cine mudo se pasaban entre dieciséis y dieciocho fotogramas por segundo y, al ser manual, a veces la velocidad se modificaba según conviniera. Por otra parte, la tecnología de aquellos tiempos no permitía grabar más imágenes por unidad de tiempo, y por este motivo este tipo de cine se veía y se sigue viendo hoy en día tan extraño, a menudo cómico, como tantos de los guiones que se escribieron en aquella época.

En la actualidad, en cambio, con la finalidad de aumentar la calidad de la experiencia visual, se están comercializando películas a cuarenta y ocho fotogramas por segundo, y existe también tecnología experimental que permite grabar a velocidades extraordinarias, de hasta cien o ciento veinte fotogramas por segundo, en lo que es una sucesión tan rápida de imágenes que hace imposible la percepción inconsciente de los cambios.

En definitiva, la ilusión de continuidad es la que nos permite ir al cine y, como veremos después, la que también hace posible que disfrutemos de muchos efectos mágicos.