Читать книгу Historia de Jesús de Nazaret - Jorge Carlos Adame Goddard - Страница 13

C. La llegada de los magos

Оглавление

Mateo dice que unos “magos”, procedentes de Oriente, llegaron a Jerusalén y preguntan dónde ha nacido el rey de los judíos, pues han visto su estrella y han venido para adorarlo. La presencia y la pregunta de los magos causa conmoción en Jerusalén e inquieta profundamente a Herodes. Él convoca a reunión a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas para que digan el lugar donde las Escrituras señalan que nacerá el Mesías, y concluyen que es Belén de Judá. Mateo cierra esta primera parte de su relato citando la profecía de Miqueas, que afirma que el Mesías nacerá en Belén, con lo cual vuelve a afirmar el acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús en Belén como cumplimiento de las Escrituras.[60]

1. Quiénes eran los magos. La palabra “mago”, mágoi en griego, tenía varios significados: se refería a los sacerdotes persas, pero como se decía que ellos sostenían ciertas ideas filosóficas, también se aplicaba la palabra a los filósofos o sabios; así mismo denotaba a personas dotadas de saberes y poderes sobrenaturales, y a los brujos, embaucadores y charlatanes.[61] La acepción que conviene a los personajes que menciona Mateo es la de “sabios” o “filósofos”, no la de “sacerdotes persas”, pues vienen a adorar a uno que no es un dios persa.

Se ha demostrado que en tiempos del nacimiento de Cristo todavía existía en Babilonia una ciencia astronómica, aunque en decadencia; por lo que se puede conjeturar que estos magos sabían astronomía y que pudieron observar la conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno que, según cálculos de Kepler, tuvo lugar entre los años 7 y 6 a. de C., es decir, en los años en que nació Jesús. Esa observación pudo haberlos movido a emprender el viaje, pero el sólo interés científico no explica su comportamiento, porque ellos preguntan por un rey de los judíos, al que miran como un salvador también para ellos, por lo que quieren adorarlo. Para que la observación de las estrellas tuviera un significado era necesario que los magos conocieran algún vaticinio o profecía relacionada con los astros. Según dicen Tácito y Suetonio, en ese tiempo corría la idea de que surgiría de Judá un dominador del mundo.[62] Puede ser que además tuvieran conocimiento de una profecía de Balaán, adivino al servicio del rey de Moab, quien no era judío y tenía otra religión, por lo que es mal visto en la Biblia, pero que profetizó: “Lo vislumbro, pero no es ahora, lo diviso, pero no de cerca: viene en camino una estrella, en Israel se ha levantado un cetro”;[63] hay confirmación, fuera de la Biblia, de la existencia de Balaán, y su promesa pudo ser conocida fuera del ámbito de Israel.

La tradición cristiana ha leído la narración de los magos en relación con el Salmo 72, que dice: “Que le traigan presentes los reyes de Tarsis [España] y de las islas, le ofrezcan dones los reyes de Sebá y Sabá”;[64] y en relación con la profecía de Isaías, donde canta el esplendor de Jerusalén cuando llega el Mesías, y dice que a ella acudirán reyes y las naciones de todo el mundo.[65] De ahí que los magos de que habla Mateo se hayan convertido en reyes o reyes-magos.

2. La estrella. ¿Existió realmente? Y si así fue, ¿qué tipo de estrella era? En la tradición cristiana ha habido dos posturas. San Juan Crisóstomo (siglo iv) dice que no tiene caso averiguar si fue o no una estrella, que más bien se trató de un poder sobrenatural, que tomó la apariencia de estrella, y que es imposible que una estrella se mueva como supuestamente se habría movido la del relato. Otra tradición, que se remonta a san Ignacio de Antioquía (ca. 100 d. C.) afirma que fue realmente una estrella extraordinaria. Dados los progresos de la astronomía actual, parece razonable buscar si hay algún dato que confirmara la existencia de esa estrella.

Johanes Kepler (1571-1630) adelantó una explicación, que hoy siguen algunos astrónomos. Él calculó que hacia el año 6 o 7 a. C. se produjo una conjunción de Júpiter, Saturno y Marte, semejante a la que había ocurrido en 1604, a la cual se añadió una supernova, es decir, una estrella débil o lejana en la que se produce una gran explosión, de manera que produce una gran luminosidad durante semanas y meses; opinaba que en tiempos de Jesús pudo haberse producido una supernova semejante. El astrónomo vienés Ferrari d’Ochieppo retoma esa teoría y explica adicionalmente que, según los astrónomos de Babilonia, Júpiter era la estrella de la más alta divinidad de Babilonia, y Saturno el representante del pueblo judío. Estos datos, aunque no constatan el hecho –lo cual ya no es posible porque es pasado e irrepetible– hacen verosímil la narración.

La narración de la estrella ha servido, según afirmaron los escritores cristianos de los primeros siglos, para desmitificar la astronomía: no es la estrella la que determina cómo será el Niño, sino que es el nacimiento del Niño el que determina el comportamiento de la estrella.

3. La previsión de Herodes. La llegada de los magos a Jerusalén, y su pregunta por el nacimiento del “rey de los judíos”, causa inquietud en la ciudad y en Herodes, quien convoca a una junta a los sumos sacerdotes y escribas para que respondan por el lugar donde deberá nacer, de acuerdo con las escrituras, el futuro rey de Israel.[66] Los sabios responden que el lugar es Belén, y Mateo, para encuadrar el acontecimiento en la tradición de Israel, cita dos lugares del Antiguo Testamento: una profecía de Miqueas,[67] que afirma que de Belén saldrá el jefe del pueblo, y otra del Segundo Libro de Samuel,[68] que dice, refiriéndose a David: “Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás príncipe sobre Israel”, palabras que Mateo interpreta en el sentido de que el pastor[69] de Israel saldrá de la descendencia de David.

Después de la junta de los sabios, que concluyen que el Mesías nacerá en Belén, Herodes llama en secreto a los magos para pedirles que le informen del lugar donde encuentren al Niño, porque él también quiere ir a adorarlo. Llama la atención que no haya ninguna indicación de la reacción de los sabios ahí reunidos, que podrían o deberían estar interesados en conocer al Niño.

4. La adoración de los magos. Mateo continúa el relato y dice que los magos emprenden el camino a Belén, ven de nuevo la estrella que los había guiado y que se detiene en el lugar donde estaba el Niño. Entran los magos en la “casa”, ven al Niño y a su madre, se arrodillan y lo adoran, y le ofrecen presentes de oro, incienso y mirra.

Del relato parece claro que el Niño ya no está en la gruta sino en una casa, por lo que cabe conjeturar que la adoración de los magos tiene lugar pasado un cierto tiempo después del nacimiento y de la purificación y presentación en el templo. Llama la atención que Mateo no mencione a José en la escena, a pesar de que Mateo suele interesarse en su persona; podría ser simplemente que no presenció la escena, por estar ocupado en otras cosas o que Mateo prefiera no mencionarlo para resaltar que el Niño es hijo de Dios, no de José.

La actitud de los magos, según el relato de Mateo, es la proskýnesis, es decir, la postración, que es la postura corporal que manifiesta el homenaje que se ofrece a Dios. Los presentes que ofrecen al Niño no son cosas prácticas que la familia necesitaría, sino dones que expresan el reconocimiento de su divinidad. El oro y el incienso también los menciona Isaías, como dones que los pueblos ofrecerán al Dios de Israel.[70]

En lugar de regresar por el mismo camino y ver a Herodes, quien los esperaba, los magos, “después de recibir en sueños avisos de no volver a Herodes”, decidieron regresar por otro camino.[71]

Historia de Jesús de Nazaret

Подняться наверх