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Introducción: perspectiva histórica

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El nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret son hechos históricos que se conocen con los recursos propios de la ciencia histórica, es decir, por medio del análisis de las fuentes que los narran. Las fuentes son siempre testimonios o afirmaciones de personas que conocieron los acontecimientos y que los narran según lo que cada persona conoció y entendió. Los hechos históricos son actos y sucesos pasados y, por eso, no pueden conocerse directamente ni reproducirse. Los conocemos únicamente por medio de testimonios.

Conocer los hechos históricos es conocer los testimonios o fuentes. Entender o interpretar las fuentes significa entender lo que el autor quiso decir en su momento. La objetividad en el conocimiento histórico es fidelidad a las fuentes.

Las fuentes históricas son siempre documentos, es decir, palabras humanas, principalmente escritas, pero también otros signos humanos, como pinturas, monedas, por los que se transmite un mensaje. Las fuentes comprenden dos aspectos: el soporte material, esto es, el documento mismo y el mensaje. El conocimiento histórico abarca ambos aspectos. Primero, se debe hacer la crítica externa o juicio acerca del documento: determinar quién es su autor, fijar el texto que contiene, su fecha de composición, si el documento es el original o una copia, el origen histórico del documento, el contexto social en que se produce, etcétera. Luego, la crítica interna o juicio acerca del mensaje que transmite, cuyo objetivo es conocer qué es lo que el autor del documento transmite, es decir, se trata de interpretar el mensaje de manera objetiva, para lo cual debe hacerse la interpretación gramatical del documento y, si esto no fuera suficiente, la interpretación del sentido posible del documento.

Después de conocer lo que la fuente dice, es necesario preguntarse si aquello que afirma el autor de la fuente es verdadero, si corresponde o no a lo sucedido y si tiene alguna importancia o significado hoy para mí: hacer la crítica de la autoridad que merece esa fuente. Las palabras de los autores de las fuentes tienen un significado que va más allá de la simple narración de los acontecimientos: las fuentes no son simples “crónicas” o recuentos de datos; contienen también la asimilación o entendimiento personal que hace el autor acerca del acontecimiento narrado, que puede ser también comprendido, aceptado o rechazado por el lector actual.

El juicio de autoridad se hace con base en la credibilidad que merecen los autores de las fuentes por razón de su cultura, de su conocimiento directo o indirecto de los hechos narrados, de la congruencia o incongruencia de lo narrado con lo que afirman otras fuentes históricas y lo conocido por otros medios, como los conocimientos obtenidos por la arqueología, la geografía y otras ciencias sociales y naturales. Finalmente, el conocimiento histórico depende de la confianza que el lector deposite en los autores de las fuentes, gracias a la cual puede considerar verdadero aquello que los autores de las fuentes afirman o niegan.

La confianza en los conocimientos de los autores de las fuentes está basada en la experiencia cotidiana de conocer objetivamente, con más o menos profundidad, lo que nos ocurre. Sin esa experiencia sería imposible el gobierno de la propia vida. Gracias a ella se puede afirmar que los autores de las fuentes pudieron conocer objetivamente aquello que relatan. Es cierto que podían haberse equivocado o tener la intención de engañar; por eso se procede con cautela y se hace la crítica del documento, de su contenido y de la fiabilidad del autor. La posibilidad del error o del engaño no invalida la comunicación de los conocimientos que tuvieron los autores de las fuentes a los lectores actuales, simplemente exige que se proceda críticamente.

Ese juicio o crítica de autoridad es especialmente importante cuando se trata de documentos, como los evangelios, que son las fuentes que aquí se van a considerar principalmente, que contienen un mensaje sobre el significado de la vida personal y de la historia de la humanidad y de su relación con Dios, mensaje que afecta directamente la ordenación de la vida personal, de modo que aceptarlo como verdadero implica una reordenación de la vida personal. Este juicio lo tiene que hacer cada persona y no puede presentarse como una conclusión del estudio histórico. El historiador puede concluir señalando la fiabilidad y congruencia de las fuentes y de sus autores, pero el juicio de aceptar o rechazar el mensaje contenido en los evangelios es de orden estrictamente personal.

Esta confianza o fe en el testimonio que ofrecen los autores de las fuentes es una fe meramente humana, esto es, la confianza en su capacidad de conocer y de transmitir lo conocido. El creyente tiene además el auxilio de la fe divina o teologal, es decir, de la confianza en que el autor de los evangelios es finalmente el mismo Dios que no se engaña ni nos engaña.

Las fuentes que relatan la vida de Jesús de Nazaret son principalmente los cuatro evangelios, escritos respectivamente por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero hay otras fuentes no cristianas.

1 Las fuentes no cristianasSon fuentes de autores judíos, griegos o romanos.A. Flavio JosefoLas fuentes no cristianas más antiguas son las obras del historiador judío Flavio Josefo, escritas a fines del siglo primero. Flavio Josefo nació hacia el año 37 d. C. Fue sacerdote en Jerusalén y, cuando se produjo la sublevación de los judíos contra el imperio romano, fue jefe de un grupo de guerrilleros. Estuvo presente en el asedio y destrucción de Jerusalén por el ejército romano de Tito, el año 70. A pesar de su pasado, logra allegarse, en Roma, a la gens Flavia (a la que pertenecían los emperadores Vespasiano, Tito y Domiciano), y obtiene el oficio de cronista imperial. Entre los años 75 y 79 escribió su Guerra judaica, en la que narra la caída de Jerusalén; luego escribió, hacia el año 95, las Antigüedades judaicas, que es la historia del pueblo hebreo, desde los orígenes hasta la destrucción de Jerusalén. En esta obra menciona a Juan el Bautista y refiere su muerte violenta;[1] a Santiago, “el hermano de Jesús, llamado el Cristo”, y también refiere su muerte violenta.[2] Se refiere a Jesús en estos términos:Existió en este tiempo Jesús, hombre sabio [si cabe llamarlo hombre], ya que hacía obras extraordinarias y era maestro de hombres que acogen con placer la verdad. Atrajo a sí a muchos judíos y también a muchos griegos. [Era el Mesías] Habiéndole castigado Pilatos con la cruz, por denuncia de los varones notables entre nosotros, sin embargo, no desistieron aquellos que le habían amado desde el principio. [Se les apareció al tercer día de nuevo vivo, según habían dicho de antiguo los divinos profetas acerca de él y otras mil cosas admirables] Todavía hoy no ha decaído la tribu de los que, a partir de él, son llamados cristianos.[3]Este texto es conocido como el Testimonium flavianum, está en todos los códices manuscritos de esta obra y es citado, ya desde el siglo iv, por Eusebio de Cesarea, en su Historia eclesiástica. Como es muy favorable a Jesús, y se ha conservado principalmente en ambientes cristianos, es verosímil que haya sufrido alteraciones, pero dada la coincidencia de todos los manuscritos, las alteraciones no pueden documentarse. Por otra parte, hay un texto árabe del siglo x, escrito por el obispo Agapito de Hierápolis, en su Historia Universal, en el cual recoge, casi al pie de la letra, en árabe, el Testimonium flavianum.[4]Este testimonio es muy importante. Afirma la existencia de Cristo y su muerte por acusación de los jefes judíos y aprobación de Poncio Pilatos. Afirma que fue un sabio, como podía decirse de los profetas del Antiguo Testamento, que hizo actos extraordinarios y enseñó y atrajo a muchos judíos y griegos, y que sus discípulos le han sido fieles después de su muerte. No dice nada que no conste en los evangelios, pero es una fuente externa a ellos que confirma su veracidad.B. TácitoEl historiador romano Tácito (56/57 ca. 118) escribió una historia de Roma, llamada Anales, que pretendía cubrir el período de los años 14 a 68; desgraciadamente no se conservan los libros que trataban de los años 29, 30 y 31, que con mayor probabilidad corresponderían al proceso y muerte de Cristo (el año 30, es el más probable), donde debería haber hecho mención de ese proceso, llevado por Pilatos; no obstante, cuando describe la persecución de Nerón contra los cristianos y el incendio de Roma, afirma que Nerón presentó como culpables a los cristianos, que se llaman así por el nombre “de Cristo, al que, bajo el imperio de Tiberio, el procurador Poncio Pilatos había condenado al suplicio”. Esta fuente afirma directamente la existencia de Cristo, y la sitúa cronológicamente, durante el imperio de Tiberio (14-37 d. C.), y muerto bajo el procurador Poncio Pilatos (26-36 d. C.); afirmación que coincide completamente con lo que dicen los evangelios en ese punto.C. Plinio el JovenSiendo procónsul de Bitinia (provincia del Asia Menor, con costa en el mar Mármara y el Mar Negro) el emperador Trajano escribió varias cartas (de la 111 a la 113), y en una dice que “los cristianos se reúnen en un día fijo, al alba y cantan un himno a Cristo como a un Dios”.[5] Este testimonio afirma, 80 años después de la muerte de Jesús, la existencia de un grupo de personas llamadas cristianos, que se reúnen a adorar a su fundador, a Cristo, como si fuera un Dios. No afirma directamente la existencia de Cristo, sólo la presupone; pero es importante la afirmación de que los cristianos tratan a Cristo como a un Dios.D. SuetonioPor el año 120 escribió, en su biografía sobre el emperador Claudio, que expulsó de Roma a los judíos, los cuales, según dice, incitados por “Cresto”, causaban muchos problemas;[6] el texto no afirma la existencia de Jesús, sino de un “Cresto” (Cristo), que Suetonio piensa que estaba vivo en tiempo de Claudio, pero sí afirma la existencia de una comunidad cristiana; el mismo autor, en la biografía de Nerón, dice que el emperador sometió a los cristianos a suplicios porque eran seguidores de “una superstición nueva y maléfica”.[7]E. AdrianoHay también dos cartas del emperador Adriano: una del año 125, en que da instrucciones al procónsul de Asia para proceder contra los cristianos, y otra, hacia el año 133, donde incidentalmente menciona a Cristo y a los cristianos. Son fuentes que prueban la existencia de grupos cristianos y que era conocido su fundador llamado Cristo.[8]F. La tradición judíaFue conservada por los rabinos y se puso por escrito a partir de mediados del siglo ii d. C., en una obra llamada Mishna, que consideraban como complemento de la ley. En ella hay una oposición al cristianismo, al que consideran una herejía del judaísmo, que los autores prefieren no tratar, y cuando lo hacen es en tono despectivo, por ejemplo, cuando se refieren a Jesús, con el nombre de Jeshu’a, como un mago que llevó a Israel por mal camino, que aprendió las artes mágicas en Egipto, y que fue ahorcado en vísperas de la Pascua. Son fuentes que no desean conocer quién fue Jesús, sino desacreditarlo, pero de cualquier modo hacen constar la existencia de Jesús y el impacto que tuvo su presencia y vida en el pueblo de Israel.De todos los testimonios analizados, los que se refieren directamente a Jesús son el testimonio de Flavio Josefo y el de Tácito, que afirman la existencia de Jesús, la época en que vivió, las circunstancias y el tiempo de su muerte, así como algunas características de su personalidad: sabio, maestro, obrador de prodigios y el hecho de que dejó discípulos que le seguían incluso después de su muerte.

2 Los evangeliosSon cuatro relatos acerca de la persona, la doctrina y actos de Jesús. Cada uno escrito por un autor diferente: por Mateo, que fue uno de los apóstoles elegidos por Jesús y que compartió con él el tiempo de su ministerio público; por Marcos, uno de los primeros discípulos de Jesús, compañero y auxiliar de Pedro y de Pablo en sus viajes apostólicos; por Lucas, médico, originario de Siria y uno de los primeros cristianos convertidos del paganismo, y Juan, otro de los elegidos por Jesús como apóstol, el más joven entre todos, y quien acompañó a Jesús desde el inicio hasta el fin de su ministerio público.Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas tienen una estructura semejante y muchas coincidencias, incluso de redacción, de tal modo que, si se ponen en tres columnas juntas, se advierten inmediatamente muchas semejanzas, así como algunas particularidades de cada Evangelio, lo cual permite que se complementen entre sí; por eso se les ha llamado “sinópticos”, y se ha planteado el problema denominado “cuestión sinóptica”, de cómo explicar esas coincidencias y diferencias.La composición de los evangelios se da en varias etapas.A. La tradición oralEl origen de todos los evangelios es, en primer lugar, la tradición oral de las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles, que se conservaban en las diversas comunidades cristianas. Se han distinguido tres etapas en esta tradición. La primera fue la misma predicación de Jesús, que además de dirigirse a las multitudes, se dirigía especialmente a los discípulos asiduos, de entre los cuales eligió a los apóstoles. La segunda etapa es precisamente la predicación que hicieron los apóstoles, una vez muerto Jesús. Ellos predicaban el mensaje de Jesús, llamado “kerygma”, el cual contenía el anuncio del nacimiento, muerte y resurrección de Jesús y una invitación a la conversión;[9] como iba dirigida inicialmente a los judíos, se mostraba como cumplimiento de lo anunciado por los profetas. A quienes se convertían, era necesario darles una instrucción más completa o catequesis sobre la vida y enseñanzas de Jesús, antes de que recibieran el bautismo.[10]Para ayuda de los predicadores y catequistas, pronto pudieron hacerse colecciones de dichos de Jesús, en arameo, agrupados por temas, que son también reconocibles en los evangelios. Se ha conjeturado que una de estas colecciones, oral o escrita, denominada Q (Quellen), fue usada por Mateo y Lucas, para componer sus propios evangelios.[11]La segunda etapa es la predicación apostólica. Es lo que los apóstoles enseñan acerca de la vida y palabras de Jesús. Si bien cada apóstol puede tener sus preferencias personales acerca de lo que es más o menos importante de la vida y palabras de Jesús, y que cada uno tiene en cuenta también las necesidades de aquellos a quienes predican, todos procuran transmitir los actos y las palabras de Jesús, pues saben que no predican una doctrina propia que ellos hayan elaborado, sino que transmiten lo que “vieron y oyeron”.[12] El cuidado que tenían los apóstoles en mantenerse fieles al mensaje original se manifestó en la decisión que tomaron en el concilio de Jerusalén, del año 49, en la cual, dirigiéndose a los cristianos de origen gentil, se lamentan de que algunos cristianos de origen judío, que los apóstoles no enviaron, los inquietaron, y que los apóstoles y el concilio deciden no imponerles el cumplimiento de los aspectos rituales de la ley de Moisés, como algunos pretendían. El concilio decidió, con base en la doctrina de Jesús, enviarlos a bautizar y no a circuncidar.[13] En la tradición oral se va formando también una tradición “cultivada”, es decir, un grupo de expertos que procuran recoger y conservar con fidelidad las enseñanzas de Jesús.Debe tenerse en cuenta, para valorar la importancia de esta tradición, el papel que tenía la memoria en el nivel educativo. Muchos de los dichos de Jesús conservados están redactados de modo que sea fácil retenerlos en la memoria, con juegos de palabras y rimas, como lo demuestran los estudios filológicos y gramaticales que se han hecho de ellos. Por eso es confiable que la tradición apostólica fuera fiel al contenido de los mensajes de Jesús, a veces conservando incluso la literalidad.La tercera etapa de esta tradición es el periodo en el que se redactan los evangelios. Los autores eligen de la tradición oral, y también de lo escrito en los evangelios previos, lo que les parece necesario para los fines que se proponen, de acuerdo con las condiciones de los fieles a quienes se dirigen. De ahí que haya diferencias entre ellos, pero sin contradicción del mensaje principal. Los autores se encuentran con una gran variedad de materiales que, si bien todos derivan de la primera tradición apostólica, cuentan también con diversos contenidos en las iglesias locales, donde los catequistas y predicadores formaron tradiciones locales derivadas de la primera; y algunas enseñanzas y episodios de la vida de Jesús eran más recordados en unas comunidades que en otras.Los evangelios se escriben en el seno de la Iglesia, de la comunidad creyente, la cual reconoce esos escritos como fieles a su tradición, al mensaje de Jesús. Lucas lo dice expresamente:[14] Muchos han puesto por escrito la narración de las cosas acerca de la vida y palabras de Jesús, “conforme a lo que nos transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra”.Los evangelistas no fueron meros recopiladores de los contenidos de la tradición, sino autores, en el sentido que ellos eligen sus materiales y los acomodan y redactan según sus preferencias, es decir, los interpretan y hacen una transmisión inteligente de los contenidos que procura ser fiel a los originales.B. La redacción de los evangeliosSe puede afirmar que los evangelistas reelaboran las tradiciones acerca de Jesús conservadas en las iglesias primitivas, con el objeto de dar su propio testimonio de la vida y palabras de Jesús, y procuran que sea verdadero (el creyente entiende que el Espíritu garantiza que es verdadero), fiel a las palabras y actos de Jesús, y los redactan de modo que sean asequibles a quienes se dirigen. Los evangelios son libros escritos por seres humanos y, bajo ese aspecto, pueden ser estudiados y sometidos a crítica, como cualquier otro escrito.La veracidad de los evangelios, considerados como textos escritos por autores humanos, ha sido probada por razones históricas, literarias y filológicas, a lo cual debe agregarse la prueba que dan los propios evangelistas con su vida, que la dedican a transmitir un mensaje que choca con la cultura dominante, a pesar de las persecuciones que sufrieron y de la perspectiva de una muerte violenta. Tres de ellos, Mateo, Marcos y Lucas, aparentemente sufrieron el martirio. ¿Qué interés económico o político podían tener para predicar una doctrina que les traía tanto malestar? Ellos sabían, como dice Juan, que su testimonio era verdadero.Los cuatro evangelistas escriben con el fin de suscitar o reforzar la fe en Jesucristo, es decir, el conocimiento de que Él es Dios y de que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres, y hacerlos, desde ahora, partícipes de su vida. No tienen la intención de hacer un libro de historia al modo moderno, sino de dar testimonio de lo que conocen acerca de la vida y palabras de Jesús, a fin de que sus lectores crean en Él. El Evangelio de Marcos, que es el único que lleva título, inicia así: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”, es decir, comienza con el testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios;[15] Lucas advierte a su destinatario hipotético (Teófilo) que ha escrito “para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido”;[16] y san Juan concluye su Evangelio con esta afirmación: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero”;[17] más fuerte es la afirmación que hace después de narrar que un soldado atravesó el cuerpo de Jesús con una lanza, pues entonces dice: “El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también ustedes crean”.[18]Se puede pensar que si los evangelistas escriben para que otros crean su intención no parece ser la de narrar una historia objetiva sino la de proponer argumentos que convenzan. Pero lo que ellos quieren es que sus lectores crean que Jesús es el Hijo de Dios, para lo cual tienen que proporcionar datos sobre la persona y la vida de Jesús de Nazaret, que lleven a sus lectores a concluir que Jesús es el Hijo de Dios. Los evangelios no son escritos teológicos ni filosóficos, sino escritos históricos que dan cuenta de la persona, palabra y obras de Jesús, con palabras sencillas y nada grandilocuentes, a diferencia de los escritos hechos, por ejemplo, para exaltar la memoria de los emperadores.C. Contenido de los evangeliosNo son propiamente biografías de Jesús, sino testimonios que relatan episodios de la vida de Jesús, de sus actos y palabras. Los evangelios de Lucas y Mateo comienzan con sendos relatos de la infancia de Jesús. El de san Juan, con una contemplación de Jesús como el Verbo Eterno del Padre, encarnado para hacerse un hombre como cualquiera de nosotros. Marcos empieza directamente con el inicio de la vida pública de Jesús.Los cuatro evangelios siguen más o menos este esquema de la vida pública de Jesús: primero el bautismo por Juan y las tentaciones en el desierto, que son como la preparación al ministerio público. Luego se narra su actividad pública, refiriendo la formación de un grupo de discípulos, sus milagros, su mensaje, que llega a contrastar con lo que enseñaban los escribas y doctores de su tiempo, y la oposición de los jefes de los judíos, que culmina con la aprehensión de Jesús. Los cuatro evangelios concluyen con una descripción detallada y extensa de la detención de Jesús, del juicio por el que lo condenan, de su muerte en la cruz y de su posterior resurrección y aparición, por varios días, a sus discípulos.Son relatos sencillos y sobrios, al alcance de cualquier persona; el de Juan, no obstante ser el más reflexivo, es igualmente asequible.D. Autores de los evangeliosLas cuatro narraciones de la vida y las palabras de Cristo fueron escritas por testigos cercanos. Mateo y Juan fueron apóstoles, de modo que conocieron directamente a Cristo, lo acompañaron en sus viajes, oyeron sus palabras, presenciaron los milagros y las reacciones del pueblo y de los jefes de Israel. Marcos fue uno de los discípulos que seguían a Cristo (posiblemente el que la noche del jueves santo huyó abandonando su túnica, pues él es el único que narra este suceso, que es irrelevante para la historia de Jesús), y luego, compañero de Pablo y de Pedro en su trabajo apostólico, por lo que él vio posiblemente muchas de las cosas que narra, y otras las conoció por el testimonio directo de Pedro; de hecho, se considera que los recuerdos de Pedro son la fuente principal de su evangelio. Lucas fue de los primeros discípulos no judíos, tal vez de los convertidos en la primera predicación de Pablo en Antioquía, de donde era originario; fue compañero de viaje de Pablo. Él escribe guiado por lo que oyó de Pablo y de la primera comunidad cristiana; tuvo el cuidado de informarse de lo que escribió y posiblemente conoció de labios de María[19] los sucesos del nacimiento e infancia de Jesús.[20]1. Mateo. También llamado Leví, es el publicano elegido por Jesús para ser apóstol, y que lo acompañó a lo largo de su vida pública. Escribió un evangelio en arameo, que se ha perdido, del cual hay testimonios de que fue el primero, pero no se conserva alguna copia o fragmento; luego se tradujo al griego, que es el texto que conocemos, del cual nos han llegado varios manuscritos. El autor no firmó el escrito, lo cual también ocurre en otros evangelios, pero la tradición constante, desde el siglo ii, atribuye este Evangelio a Mateo, o Leví, el que fue publicano y llamado a ser apóstol. Papías, obispo de Hierápolis, hacia el año 130 dice: “Mateo, en lengua hebrea, ordenó las palabras (y los actos), pero cada uno las tradujo (e interpretó) como mejor podía”.[21] Hacia el año 400, san Jerónimo, dice: “Mateo, también llamado Leví, publicano antes de apóstol, fue el primero que compuso un Evangelio de Cristo en Judea para los creyentes de la circuncisión, con letras y palabras hebreas […] El texto se conserva todavía hasta el día de hoy en la biblioteca de Cesarea”. Este original arameo se perdió, y sólo conocemos una versión en lengua griega. Se ha discutido si este ejemplar es una mera traducción o una reelaboración. Actualmente, la mayoría de los especialistas consideran que es una reelaboración, posterior a la muerte de Mateo; algunos opinan que fue un grupo de escribas cristianos quienes hicieron esa reelaboración, pero es sólo una hipótesis, que no parece muy convincente, si se toma en cuenta la gran autoridad que tenía Mateo.Ese evangelio, como todos los demás, está destinado para que los lectores crean que Jesús es el Hijo de Dios, pero especialmente se dirige a los cristianos procedentes del judaísmo. Por ese motivo, el autor insiste en mostrar a Jesús como el Mesías anunciado y esperado, pero uno muy diferente del conquistador militar y político que muchos esperaban. Por la misma intención, el evangelio presenta que el Reino de los Cielos o Reino de Dios, ya anunciado en el Antiguo Testamento, ha sido inaugurado por Jesús y comienza a desarrollarse en el nuevo pueblo de Dios, convocado por Jesús.Una peculiaridad de este Evangelio es que presenta largos discursos de Jesús, como si fueran pronunciados en un solo momento, como el Sermón de la Montaña, cuando se sabe, por los otros evangelios, que contienen mensajes y palabras que fueran dichos en diversos momentos y lugares.No se tienen muchas noticias acerca de la vida de Mateo, además de lo que dice el Evangelio. Como publicano, era un hombre rico y que gozaba de buena posición social. Dejó sus bienes para seguir a Cristo. Después de la muerte de Jesús, aparentemente permaneció en Palestina algunos años, según lo afirma una tradición de escritores cristianos del siglo ii al siglo iv, donde posiblemente compuso su Evangelio, y después salió a evangelizar otros países; los testimonios históricos que hablan de su actividad son contradictorios y poco fiables; la más antigua tradición señala que predicó en Arabia, Persia y principalmente en Etiopía (Abisinia); y allí murió mártir.[22]2. Marcos. Las tradiciones de la Iglesia primitiva atribuyen el segundo Evangelio a Marcos. Lo refiere el texto de Papías, citado por Eusebio de Cesarea, hacia el año 130, y después lo citan san Justino Mártir hacia el año 155,[23] y san Ireneo, a fines del siglo ii;[24] a partir del siglo iii hay muchos testimonios.Marcos, conocido también como Juan Marcos, no fue de los doce, pero posiblemente fue uno de tantos discípulos de Jesús que fue testigo directo de muchos acontecimientos que narra;[25] además, acompañó a Pablo, a Bernabé y, sobre todo, a Pedro; de modo que muchas de las palabras y actos que narra, los pudo saber por Pedro; Eusebio de Cesarea dice que fue discípulo e intérprete de Pedro.[26] Escribió en griego, como los demás evangelistas, posiblemente cuando estaba en Roma con san Pedro, en la década de los años sesenta, como lo afirman varios escritores antiguos, aunque se duda si lo concluyó antes o después de la muerte de san Pedro.[27]Tiene muchos latinismos, lo que es un indicio de que fue escrito en Roma y dirigido a los cristianos de esa ciudad y de otras comunidades cristianas de Italia. Es el más corto de los evangelios sinópticos y, a diferencia del de Mateo, casi no contiene discursos de Jesús, sino principalmente sus actos.La mayoría de los investigadores actuales opina que el Evangelio de Marcos fue el primero que se escribió y que proporcionó el marco histórico narrativo que siguieron Mateo y Lucas, quienes habrían añadido una cantidad de dichos o palabras de Jesús, que posiblemente habían sido recogidos en alguna colección hipotética de dichos de Jesús, a la que se denomina Q.La peculiaridad de este Evangelio es que sitúa al lector directamente ante Jesús, le presenta los acontecimientos más significativos, sin desarrollos explicativos, sin citar muchas palabras de Jesús (a diferencia de Mateo) y sin hacer reflexiones teológicas (a diferencia de Juan). Hace relatos sencillos, destaca las circunstancias particulares, lo que hace que sean muy vívidos. De acuerdo con el testimonio de Papías de Hierápolis (siglo ii) la fuente principal de Marcos fueron los recuerdos y la predicación de Pedro, a quien acompañó muchos años.[28]Marcos era primo de Bernabé, y éste lo eligió para que ayudara en la evangelización de Antioquía, y luego acompañó a Pablo y Bernabé a su primer viaje de misión a Chipre; pero de ahí se regresó a casa y abandonó la misión. Al planear su segundo viaje, Bernabé quiso llamar a Marcos, pero Pablo se opuso, lo cual generó un conflicto que resolvieron haciendo cada uno su propio viaje; Bernabé volvió a llamar a Marcos para que lo acompañara a visitar las comunidades fundadas en Chipre. Diez años más tarde, los Hechos de los Apóstoles lo mencionan acompañando a Pedro en Roma (antes del año 61) y ayudándole como intérprete; posteriormente, aparece como ayudante de Pablo (año 62). Después del año 66 (Marcos tendría 50 años) no se tienen noticias ciertas suyas, pero Eusebio de Cesarea y san Jerónimo recogen tradiciones anteriores que afirman que Marcos fundó la iglesia de Alejandría; según otras tradiciones, murió mártir en el pueblo de Búcoli, cercano a Alejandría; sus reliquias, en el año 825, se trasladaron a Venecia.3. Lucas. La tradición cristiana es unánime en atribuir el tercer Evangelio a Lucas. El Fragmento Muratori (hacia el año 180) afirma que “El tercer libro del Evangelio es según Lucas, médico…”.[29] Hay muchos testimonios, pero es especialmente interesante el de san Jerónimo, que dice: “Lucas, médico de Antioquía de Siria, discípulo del apóstol Pablo, compuso el volumen en Acaya y Beocia; en él, con una visión más amplia, repetía algunas cosas de otros y, como confiesa en el prólogo, describía cosas oídas, no vistas”.[30] Se han propuesto otros lugares de composición, pero, de acuerdo con la tradición, el más probable es el ya señalado, Acaya y Beocia. La fecha de composición se ha conjeturado en relación con la del otro libro de Lucas, los Hechos de los Apóstoles, que, como concluyen cuando Pablo fue liberado de su primera cautividad en Roma, lo cual ocurrió el año 63, algunos autores suponen que el evangelio debió de escribirse después del año 63, en el que terminó su cautiverio, y antes del año 65. Otros autores se inclinan por una fecha más tardía, entre los años 67 y 80, porque consideran que las características del relato, principalmente su serenidad y equilibrio, son propias de una persona madura, como lo sería Lucas en esas fechas.[31]Lucas fue compañero de Pablo: lo acompañó a Macedonia, donde permaneció en Filipos, y luego regresó con él a Jerusalén; después fueron a Roma, y permaneció con él en su segunda cautividad. Según una antigua tradición, después de la muerte de Pablo, predicó en Bitinia y Acaya, y murió, muy probablemente, martirizado, cuando tenía 84 años. Sus restos fueron trasladados a Constantinopla, durante el reinado de Constantino, a la Iglesia de los apóstoles, y después se dispersaron por varios templos, y quizá la mayor parte se encuentra en la iglesia de santa Justina, en Padua.Este Evangelio se distingue por tener un capítulo sobre el nacimiento e infancia de Jesús, mucho más extenso que el de Mateo. También por la narración del viaje de Jesús, cuando deja definitivamente Galilea y se dirige a Jerusalén para su Pasión y Muerte;[32] narración que es muy amplia, abarca 10 capítulos (Lc 9,51-19,28), y muchos de los episodios que narra no los contienen los evangelios de Mateo ni de Marcos.[33] Sus relatos sobre la resurrección y ascensión son también más extensos.Lucas, como Mateo, recopila muchos dichos o palabras de Jesús, pero los relaciona con circunstancias concretas en que los pronunció, a diferencia de Mateo, que los agrupa para formar “discursos”. Por eso se ha dicho que Lucas fue el primer historiador de Jesús. Da una gran importancia a Jerusalén, la ciudad santa, y al templo, donde inicia y concluye su Evangelio, de tal modo que su narración se presenta como un continuo caminar hacia Jerusalén.Otra característica muy importante es la dimensión universal del Evangelio, como Buena Nueva para todos los gentiles, y de Jesús, como salvador de todos los hombres, como lo expresa en el cántico de Simeón, donde dice del Niño que es “luz que ilumina a todos los gentiles”. Él es el único evangelista que no fue judío y cuya lengua materna fue el griego.Es muy propio de Lucas la descripción que hace de María, por lo que se le ha llamado “pintor” de la Virgen. Es él quien narra la anunciación del ángel a María, la visita de la Virgen a su prima Isabel y la presentación del niño en el templo.4. Juan. El Evangelio de Juan fue el último que se escribió. La tradición sitúa su composición en Éfeso, donde Juan residía, y en la década de los años noventa, cuando ya se había producido la ruptura del judaísmo con los cristianos, a quienes expulsaron de las sinagogas. El Canon de Muratori (hacia el año 180-190) afirma, como algo sabido, que el cuarto evangelio es el de Juan, que él mismo comunicó a las iglesias mientras vivía. San Ireneo, en el mismo tiempo, confirma esa noticia y añade que lo escribió en Éfeso, y hay muchos otros testimonios coincidentes. Hay papiros del siglo ii, donde se reproducen fragmentos de este Evangelio que coinciden completamente con los manuscritos del siglo iv que tenemos, lo cual echa por tierra la hipótesis de que el Evangelio fue escrito en el siglo segundo o tercero. Es posible que el Evangelio fuera el fruto de una comunidad cristiana, de la cual Juan era la cabeza.Es particular del Evangelio de Juan, el conocido prólogo, en el cual se remonta al Verbo como la Persona que se encarna en Jesús. De esta manera, desde el principio, Juan afirma al lector que Jesús es Dios.A diferencia de los evangelios sinópticos, el de Juan se concentra en lo ocurrido en Judea. Mientras los sinópticos refieren sólo una subida, la última, de Jesús a Jerusalén, Juan narra tres o posiblemente cuatro.Juan fue el discípulo predilecto de Jesús, y lo siguió desde el principio de su vida pública. Después de la muerte de Jesús, Juan aparece acompañando a Pedro en Jerusalén, y en el primer concilio ecuménico en Jerusalén es considerado como “columna” de la Iglesia. De Palestina, marchó a Éfeso, posiblemente después de la muerte de Pablo (año 67) y la guerra de Judea (a. 70), que hizo que muchos cristianos salieran de Palestina. Permaneció en Éfeso, hasta que fue desterrado por el emperador Domiciano a la isla de Patmos (a. 95), donde escribió el Apocalipsis; regresó a Éfeso tras la muerte de Domiciano (a. 96), y murió el año 98, al comienzo del imperio de Trajano.E. La cuestión sinóptica[34]Los tres primeros evangelios, los de Mateo, Marcos y Lucas, tienen muchas coincidencias entre sí acerca de los dichos y actos de Jesús, a veces coincidencias literales, pero también, cada uno tiene noticias propias que no contienen los otros dos o sólo uno de ellos. Las concordancias y diferencias entre ellos se perciben con una sola mirada (sinopsis) si se ponen los textos de estos tres evangelios en columnas paralelas; por eso se les ha denominado “evangelios sinópticos”. Para explicar estas concordancias y discordancias, se han dado varias teorías: i) la teoría de los dos evangelios, que, de acuerdo con la tradición histórica, afirma que primero se escribió el Evangelio arameo de Mateo, luego el de Lucas y finalmente el de Marcos; esto coincide con el testimonio de Clemente de Alejandría, citado por Eusebio de Cesarea, de que los evangelios más antiguos son los que tienen las genealogías de Jesús, pero se le ha objetado que hay partes de los evangelios de Mateo y Lucas que parecen haber sido correcciones al texto de Marcos, lo que hace suponer que el de Marcos fue el más antiguo; ii) la teoría de las dos fuentes, que supone que los tres evangelios se derivan de dos documentos: el primero, es el Evangelio de Marcos, que aportó el esquema histórico narrativo básico de los actos de Jesús, y el segundo es una hipotética colección de dichos de Jesús, que habría servido a Mateo y Lucas para completar sus evangelios, y que se suele denominar Q, cuyo contenido se infiere de las coincidencias que hay entre Mateo y Lucas y que no están en Marcos; esta hipótesis no explica las coincidencias que hay entre Mateo y Lucas, que parecen divergentes de lo que afirma Marcos, el cual sería supuestamente fuente común de Mateo y Lucas. Es una teoría que se basa en la presunción de que existió esa fuente común y que va en contra de la atribución tradicional, desde Papías, de que el primer Evangelio fue el de Mateo; iii) la teoría de los niveles múltiples, que parte del hecho de que los textos antiguos, una vez redactados, no quedaban fijos, sino que tenían correcciones y modificaciones, por lo que pudieron existir “preevangelios” de Mateo, Marcos y Lucas, que se van corrigiendo, de acuerdo con las tradiciones locales y a la vista de los otros evangelios escritos o de la tradición apostólica, hasta que finalmente quedaron fijos, y entran al canon de la Iglesia en el siglo segundo.Ninguna de las tres teorías explica suficientemente cómo fueron redactados los evangelios. Actualmente, la más seguida es la teoría de las dos fuentes, pero hay también partidarios autorizados de la teoría tradicional de los dos evangelios. La tercera teoría puede ser complementaria de las otras dos.[35] En todo caso, la falta de seguridad acerca de cómo se escribieron los evangelios no afecta el hecho de su existencia, ni la posibilidad de entender su contenido.F. La datación de los evangeliosNo se puede datar con exactitud la redacción de cada evangelio, pero sí precisar un margen de tiempo. Cabe afirmar de modo general que los cuatro se escribieron en la segunda mitad del siglo primero.La datación de los evangelios sinópticos depende de la teoría que se siga acerca de su composición. Conforme a la teoría tradicional de los dos evangelios, que es la que me parece mejor, el más antiguo sería el evangelio arameo de Mateo,[36] que habría sido escrito entre los años 45 y 55; luego el de Lucas, entre los años 58 y 62 (terminado antes que la otra obra del mismo Lucas, los Hechos de los Apóstoles, que debió terminarse poco después de la liberación de Pablo de su primera cautividad romana el año de 63) y el de Marcos, entre el 45 y el 65, concluido posiblemente durante el cautiverio de Pedro en Roma o poco después de su muerte, el año 64. Mientras se componían los evangelios de Lucas y Marcos, pudo aparecer la versión griega del Evangelio de Mateo, antes del año 70, porque todavía predice la destrucción de Jerusalén, ocurrida en ese año, como algo por suceder.Conforme a la teoría de las dos fuentes,[37] se considera que el más antiguo fue el de Marcos, hacia al año 70, y que luego siguieron los de Lucas y Mateo, compuestos cada uno por separado, entre los años 80 y 90, a partir de una supuesta colección de dichos de Jesús (Q) y del Evangelio de Marcos. Todos los estudiosos coinciden en que Juan escribió su Evangelio durante los años noventa, posiblemente en Éfeso, y que tenía conocimiento de los evangelios sinópticos, por lo que redacta su Evangelio para dar información complementaria, que no está en ninguno de los otros tres evangelios, y que es una muestra de que Juan tiene otros recuerdos y fuentes distintas de las que usaron los tres evangelistas sinópticos.[38] G. La transmisión textualLos cuatro evangelios, incluyendo la versión revisada de Mateo, fueron escritos en lengua griega, en la modalidad llamada koiné, que era entonces un lenguaje internacional. Los ejemplares autógrafos u originales de los evangelios se han perdido, porque seguramente fueron escritos en papiro, que es un material fácilmente corrompible, salvo en climas muy secos. A partir del siglo ii d. C. se difunde el uso del pergamino, material resistente hecho a base de pieles de animales, pero era muy caro. Los primeros cristianos, en el siglo ii, usaban copias en papiro de los originales, de los cuales se han conservado algunos ejemplares, la mayoría fragmentarios. A partir del siglo iv usaron copias en pergamino, de las cuales se conservan muchas.De acuerdo con datos de 1978 se conservan 88 papiros con textos del Nuevo Testamento. El más antiguo, fechado en el año 60, que aparentemente contiene algunas palabras del Evangelio de Marcos, y otras de la primera epístola de Timoteo. Hay otro papiro, denominado Papiro Roberts o Ryland, datado hacia el año 125, que contiene fragmentos del Evangelio de Juan, cuyo descubrimiento fue muy importante para destruir las hipótesis de que ese Evangelio debía haberse redactado después del año 150. Del año 200 es el papiro denominado Bodmer ii que contiene unos dos tercios del Evangelio de Juan, y otro, llamado Bodmer xiv, que contiene casi todo el Evangelio de Lucas.A partir del siglo iv se conserva una cantidad creciente de códices griegos de los evangelios, que suman ya más de cinco mil. Los más valiosos son el Códice Vaticano o B(03) que contiene toda la Biblia en griego y, aunque faltan los folios del principio y del final, los cuatro evangelios íntegros; es un manuscrito hecho en Egipto que se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana, y el Códice Sinaítico o S(01), que se considera el segundo en importancia, muy afín al anterior, escrito en el siglo iv o principios del v, contiene toda la Biblia en griego, y le faltan sus primeros y últimos folios; se conserva en el museo Británico.Existen ejemplares de los evangelios y de todo el Nuevo Testamento escritos en otras lenguas antiguas. Suman más de 50 mil. Los más importantes son los latinos, fechados desde el siglo ii, que fueron sustituidos por la Vulgata latina de san Jerónimo, a partir del siglo v. Hay una versión siríaca del siglo v, y versiones coptas de los siglos ii y iii. Hay versiones armenias y etíopes del siglo iv.Además, hay citas de los evangelios en los escritos de los autores cristianos, y las copias conservadas de algunos de estos escritos son más antiguas que los códices griegos en pergamino.En conclusión, se puede afirmar que no hay ningún otro documento de la antigüedad griega o romana que tenga tantas pruebas de su fiel transmisión textual como los evangelios y el Nuevo Testamento.H. Autoridad de los evangelios en la Iglesia de los primeros añosLa Iglesia primitiva reconoció solamente cuatro evangelios, como inspirados por Dios y canónicos, o “auténticos”.[39] Este reconocimiento se basaba en que el contenido de estos evangelios concordaba con la tradición oral de lo que los apóstoles y demás discípulos habían visto, oído o dicho acerca de Jesús. La condición de veracidad histórica fue clave para su reconocimiento. Los hechos que relatan los evangelios eran recientes, se contaba con la tradición oral para contrastarlos y había testigos directos que podían haberlos confirmado o refutado; por otra parte, era totalmente ajeno a la mentalidad de los cristianos de origen judío inventar un mito de un hombre que se igualara con Yahvé.La Iglesia desechó otros muchos “evangelios” atribuidos a algún apóstol, porque no concordaban con la tradición apostólica, aunque su autor hubiera tenido alguna intención piadosa; a esos se les conoce como evangelios apócrifos, es decir, fabulosos o fingidos.Los cuatro evangelistas reconocidos escriben de acuerdo con la tradición oral, y son sumamente respetuosos de ella, por lo que es difícil discernir en cada Evangelio lo que es propio del autor de aquello que toma de la tradición oral. San Lucas es especialmente respetuoso, de modo que hasta cambia su estilo para transmitir el tenor de las fuentes. El material del cual se sirven, oral o escrito, ya estaba debidamente formado y estabilizado, como lo demuestra la coherencia de los cuatro evangelios entre sí.La tradición preevangélica fue conservada y transmitida no por comunidades entusiastas o anárquicas, sino por comunidades jerárquicamente constituidas, que no desean crear una nueva religión, sino transmitir fielmente las enseñanzas y los actos de Jesús. La sobriedad de los cuatro evangelios abona la seriedad de la tradición en la que se fundan, en la que no aparecen elementos literarios encomiásticos o ponderativos.Otra prueba de la autenticidad de los evangelios es la continuidad y discontinuidad, a la vez, con el ambiente judaico de la época, que presenta la conducta narrada de Jesús. Frente al sistema legislativo de su tiempo, Jesús, según afirman los cuatro evangelios, admite y respeta la ley transmitida por Moisés, pero al mismo tiempo se manifiesta como alguien que interpreta auténticamente el contenido de esa ley, sin haber estudiado en las escuelas rabínicas y que declara su sentido apoyado en su propia potestad y autoridad. En la historia del pueblo de Israel, muchos profetas habían hablado en nombre de Dios, especialmente Moisés; pedían la adhesión del pueblo a las palabras de Dios que ellos transmitían, y hacían milagros con la autoridad y el poder de Dios. Jesús, en cambio, pide adhesión total a su propia persona, y actúa por su propio poder. Frente a las esperanzas mesiánicas de Israel, que algunos interpretaban en el sentido del advenimiento de un Mesías Rey poderoso que exaltara a Israel por encima de los demás pueblos, y otros que no esperaban un Mesías en una persona humana, sino la intervención providencial de Dios, Jesús se presenta como un Mesías único, muy diferente de lo que muchos esperaban, pero plenamente conforme con las escrituras: es descendiente de David, pero es también el siervo humilde que describe Isaías, y es glorificado después de haber sufrido tormentos impensables.I. Los evangelios apócrifosSe da este nombre a relatos acerca de la vida y palabras de Jesús, o que contienen datos acerca de él, que son llamados evangelios por sus autores o bien por el público, pero que no fueron reconocidos por la Iglesia como inspirados ni fueron incorporados al canon o lista de relatos auténticos. De muchos de esos apócrifos sólo se conservan algunos fragmentos. Hay dos que nos han llegado completos, el Proto evangelio de Jacob y el Evangelio de la infancia, atribuido a Tomás, que contienen narraciones sobre la infancia de Jesús, las cuales son combinaciones de las noticias que dan Lucas y Mateo, con algunas elucubraciones y fantasías propias de sus autores, como la que contiene el Evangelio de Tomás, de que el Niño Jesús, maldijo a un niño que lo perseguía y éste cayó muerto al instante. De los demás apócrifos, como el Evangelio del Nazareno, el Evangelio de Pedro o el Evangelio de la Cruz, entre otros, sólo nos han llegado fragmentos. En general, los evangelios apócrifos se originan en el siglo segundo o posteriormente, no demuestran tener contacto directo con los acontecimientos que narran ni tener noticias sobre los actos y palabras de Jesús que provengan de tradiciones independientes de los evangelios canónicos. John Meier,[40] después de analizarlos críticamente, considera que son documentos importantes para conocer la imaginación exagerada de algunos cristianos del siglo segundo, pero no para conocer la vida y palabras de Jesús.Hay otros documentos que se descubrieron el año 1945, en el pueblo de Nag Hammadi, en Egipto, que eran los restos de una biblioteca de cristianos coptos. Contienen, entre otros, fragmentos de la República, de Platón, de libros de moral pagana, como las Sentencias de Sexto, de libros judíos y también de libros cristianos, que reflejan puntos de vista gnósticos. La mayor parte de este material no contiene algo relacionado con la vida y palabras de Jesús, y los pocos que sí refieren sus actos y palabras, no son propiamente narraciones de su vida, sino exposiciones teológicas, aun cuando se llamen “evangelios”, como el Evangelio de la verdad. Hay algunos que relatan pasajes de la vida de Jesús, como el Evangelio de Felipe, pero las noticias que dan fueron tomadas de los evangelios sinópticos y no reflejan conocer ninguna fuente independiente de los sinópticos.[41] Mención aparte merece el Evangelio de Tomás, que es una colección de 114 dichos de Jesús, sin ninguna referencia a las circunstancias en que fueron pronunciados; al analizar su contenido, Meier concluye que está dominado por la visión gnóstica, y no cabe verlo como una fuente confiable de las palabras de Jesús;[42] como muestra de ello, cita el pasaje donde Pedro le dice a Jesús que María tendrá que abandonarlos porque las mujeres no merecen la vida verdadera, y Jesús le replica que va a convertirla en varón para que pueda acceder a ella. Contiene muchos dichos de Jesús que coinciden con los que hay en los sinópticos, pero no se ha podido probar que provengan de una fuente distinta, por lo que es más probable que sean dichos tomados de los sinópticos, especialmente de Mateo.Del análisis de las diversas fuentes de la vida y palabras de Jesús se puede concluir que las únicas fuentes críticamente confiables de los actos y las palabras de Jesús son los cuatro evangelios; de los otros libros del Nuevo Testamento, especialmente las cartas paulinas, sólo ofrecen algunos datos, pocos, no conocidos en los evangelios. Y de las fuentes no cristianas, la más importante, que parece proceder de una fuente distinta de los evangelios, es el llamado Testimonio Flaviano, que coincide con lo que dicen los evangelios, pero no aporta datos nuevos. Lo que dice Tácito acerca de Jesús puede proceder de otra fuente independiente de los evangelios, pero no aporta nada nuevo.[43]

3 El país de Jesús[44]A. Geografía

Palestina es una franja de tierra fértil a lo largo de la orilla suroriental del mar Mediterráneo. Era la tierra que, de acuerdo con la Biblia, Dios había prometido y entregado a su pueblo, Israel.[45] En tiempo de Jesús, estaba dividida en cuatro regiones, tres del lado occidental del Jordán: Galilea, al norte; Samaria, al centro y Judea, al sur; del otro lado del Jordán (Transjordania) estaba Perea y, al norte de ella, algunos distritos que se mencionan en los evangelios: Decápolis, Iturea, Traconítide y Abilene.

Galilea fue la región donde Jesús vivió la mayor parte de su vida. Está en el norte de Palestina. Se extiende desde las laderas del monte Hermón, al norte, hasta el valle de Esdrelón, al sur; y desde el río Jordán y el lago de Galilea, en Oriente, hasta la costa del mar Mediterráneo, en el occidente. Al sur de Galilea, separada por el valle de Esdrelón, se encuentra Samaria, cuyo núcleo lo constituye un macizo de montes y colinas. Galilea tiene un relieve ondulado; sus colinas están revestidas de olivos y viñas; en los valles se cultiva trigo y cebada. El lago de agua dulce tiene unos 21 km de largo y 12 de ancho, y gran abundancia de peces. Durante su vida pública, Jesús predicó principalmente en las ciudades de la orilla noroccidental del lago: Corazaín, Betsaida, Cafarnaúm, pero fue en esta última donde fijó su residencia. Ahí todavía se conservan las paredes de una habitación que, de acuerdo con una antigua tradición, confirmada por las investigaciones arqueológicas, fue la casa de san Pedro, donde se hospedaba Jesús.

En Galilea, vivía gente de dos culturas distintas. Una parte importante era de cultura helénica, hablaba griego, se dedicaba principalmente al comercio o a la industria, y vivía en las grandes ciudades como Tolemaida (con puerto en el Mediterráneo), Séforis, en el interior, o Tiberíades, en la orilla del mar de Galilea. La otra parte, la población rural, era eminentemente judía, hablaban arameo y vivían en aldeas o en pequeñas poblaciones, como Nazaret, Caná, Cafarnaúm o Betsaida. No parece que hubiera un trato muy frecuente entre ambas poblaciones. Cristo predicó a la población judía y no tenemos constancia en los evangelios de que lo haya hecho en las ciudades helenizadas; no obstante, existen relatos en los evangelios de que acoge a los gentiles que lo buscan.

En la Galilea media, al sureste del lago, estaba, y sigue estando, Nazaret, donde vivió Jesús treinta años. Era una aldea desconocida, donde vivían unas cuantas familias pobres, dedicadas en su mayoría a la agricultura y algunas, como la de José, que vivían de su trabajo artesanal. Las casas estaban adosadas a las rocas. Por lo general, eran de dos habitaciones, una era una cueva que servía de bodega y despensa, y que tenía adosadas tres paredes de adobe, que formaban la segunda habitación, techada con maderas, ramas y hojas, donde vivía la familia. Gran parte de la vida familiar discurría en el terreno al frente de la casa. Los habitantes de Nazaret eran judíos y hablaban arameo.

Historia de Jesús de Nazaret

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